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Vulnerables

Jean Philip llevó a Wilson a un consultorio cercano y mientras el médico revisaba sus golpes y le evaluaba la herida, el mayordomo vertía un poco de su sangre en un vaso de café. Necesitaba que se recuperara rápido para que entrara lo más pronto posible y seguir con sus planes.

Edward esperaba en una esquina del consultorio mientras lo revisaba. Ahora estaba mucho más tranquilo sabiendo que estaba bien. Cuando salió , un sonriente Jean Philip le ofreció un vaso con café "mezcla especial", recargado en el auto

—No, gracias.

—¿Va a despreciarme, compañero? Vamos, solo es café, no lo pienso envenenar —ofreció el sonriente Jean Philip.

—No he comido nada, me caerá pesado.

Sacó y abrió frente a él la tapa de una caja de cartón rosa, llena de apetitosas y enormes donas variadas.

—¿Una dona?

Frederick sonrió nostálgico, recordando sus mañanas de guardia en Boston.

—Está bien. Gracias, compañero— agradeció y tomó la de chocolate con coco encima.

—Buena esa, Jean Philip. No hay policía que se resista a una dona con café —felicitó Edward al moreno, sabiendo que podía escucharlo—. El pan sin duda ocultará el sabor de la sangre que le pusiste café...

—Verá que en poco tiempo se sentirá mejor.

—Sin duda.

—¿Café milagroso? —Bromeó Wilson, quien notó un cierto sabor extraño, al que no le dio importancia.

—Absolutamente. Y cuénteme, ¿que fue lo que le pasó?

—Ah, una tontería, me caí en el baño del hotel.

—¿Hoy?

—Sí.

—¿Y aún así asistió a la entrevista?

—Necesito el trabajo.

—Si necesitaba dinero, le hubiera dicho a madame. Ella le está muy agradecida por devolverle su preciada joya; le habría dado una buena suma sin dudarlo.

—Eso sería un abuso. No...

Dio un mordisco a su pan el que era evidente que estaba disfrutando mucho.

—Jean Philip.

—Ah sí, Jean Philip. Yo no quiero aprovecharme, no voy a vivir de eso toda la vida. Ya la señora ha sido demasiado generosa conmigo. Y lo sigue siendo, me ha dado un empleo sin conocerme siquiera. Y que me haya investigado no quiere decir que me conozca.

—Así es madame. Pero debe saber que, así como te otorga su confianza, es implacable cuando la traicionan.

—Yo no soy perfecto, pero intentó ser un hombre justo y honorable. No me interesa en lo más mínimo abusar de su confianza, ni de su generosidad.

—Acá hay pocas reglas, pero indispensables. Discreción, lealtad y proteger al joven Gillberto como si fuera tu santa madrecita.

—Supongo que es el chaval que siempre está ahí.

—Así es. Es hijo del difunto marido de madame Brenda y por ende, es una persona muy importante para ella.

—Jean Philip...

—Díme Phil.

—¿Tengo que convertirme en vampiro?

La pregunta lo tomó un poco por sorpresa, pero sonrió y le respondió con toda sinceridad.

—No,si no quieres. Pero sería lo más práctico estando todo el tiempo rodeado de ellos.

—Espero que no.

—¿Te sientes mejor?

—Si...de hecho —se movió sorprendido—. Ya no me duele nada y ni siquiera he comprado los analgésicos.

—Entonces vámonos, que madame nos espera.

—¿Cómo...?

—Café milagroso, tú lo dijiste. Solo trata de no morir dentro de las próximas veinticuatro horas —le hizo un guiño.

De regreso a la casa Green, Jean Philip lo puso al tanto de sus deberes y claro, de sus prestaciones. Gil seguía emberrinchado por la decisión de meterlo ahí. Ahora ese tipo iba a estar todo el día con ella y eso no lo soportaba. Tomó sus cosas y se fue a clases para tratar de despejar su mente.

—¡Jean Philip! ¡Jean Philip!

—Dígame, joven.

—Tengo que irme.

—Suba, ahora vamos.

—¿Vamos?

—Debo mostrarle algunas cosas al nuevo empleado.

—¡Lo que me faltaba!

Miró a Wilson con desprecio, casi con odio, y salió de la casa para abordar el auto.

—¿Siempre es así?

—No, es muy tranquilo. No sé que le suceda. Deben ser los exámenes.

Estaba celoso, eso era lo que le pasaba. Y los celos que sentía eran intensos, insoportables, asesinos. Sabía que no debía sentirlos, pero era inevitable. Solo estaba ahí, pensando en múltiples maneras de torturar y hacer sufrir a Wilson. Jamás había tenido esa clase de sentimientos tan negativos hacia alguien.

Frederick subió en frente y Gil subió el vidrio que dividía la parte de enfrente con la de atrás.

Charles tomaba su desayuno en la terraza de la casa que había comprado en la ciudad, para estar cerca de los Green.

—¿Cómo van las cosas con el bastardo?

—Bien, aunque ha estado algo distante. Creo que lo intimidaste, tío.

—Necesito que confíe en ti, que lo traigas aquí.

—Por más que lo pienso, menos entiendo tu plan. Es humano, puedes eliminarlo fácilmente. Fin, se acabó el problema.

—No opines de lo que no sabes.

—Entonces explícame.

—Lo único que debes saber es lo que yo te diga. Esa gente es monstruosa, una plaga. Pero ella es inmortal. Debo encontrar una forma distinta de acabarla y sé que ese bastardo representa su mayor debilidad.

Katherine no era tonta, pero le seguía el juego a Charles. No era de las personas que se creían todo lo que les decían y ejecutaban órdenes sin cuestionar. Además, hasta que no viera por ella misma lo que su tío decía de Gilberto, no lo creería. Averiguaría por ella misma. Gil no parecía ser todo eso que le contaba, solo un chico bastante normal y simpático. Intentaría conocerlo más, pero no por sus caprichos, sino porque Gil le agradaba realmente.

Parecía una pésima broma del destino para los Walters que, en algún punto de la historia, alguna mujer de su familia, se sentía irremediablemente atraída hacia un Green.

Y al parecer, ésta vez se trataba de Katherine Walters

Katherine:
"Where are you?".

Gil:
"Voy a clases".

Katherine:
"😺 I waiting for you".

Gil:
"Ahí te caigo al rato".

Katherine:
"Ándale pues".

Gil:
"😄❤️".

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