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Transfusión

Indignada, Belél murmuró algo cuando Edward no pudo oírla.

Will regreso a casa pensando en que John estaría ahí, pero no había nadie, ni siquiera la molesta chica negra.

Encendió la televisión y se sentó enfrente, pero no podía concentrarse en lo que veía.

Si él no estaba ahí ¿Entonces donde estaba? ¿A dónde se lo había llevado esa mujer?

Nunca había sido devoto y a decir verdad, hacia años qué no se paraba en una iglesia, pero hasta él sabía qué eso que John era ahora, no estaba bien.

Asesinó a alguien frente a sus ojos y ni siquiera le importó.

Se levantó con ayuda de su bastón y fue hasta la cocina para buscar algo de comer, pero no encontró nada. John le tenía prohibido encender la estufa y había letreros por toda la casa para recordarle hacer ciertas cosas, cómo tomar medicamentos o cerrar bien el refrigerador.

Él ya no estaba. Estaba esa cosa en la que lo habían convertido, pero su John, el de verdad, no volvería nunca.

Regresó a la sala y se detuvo frente a la chimenea para observar las fotos familiares. Alfred, Caroline y el pequeño John, tan frágil. Enfermo de algo casi siempre. Caroline se había mudado con su familia a otra ciudad, pero rara vez lo llamaba desde qué su madre murió. Y Alfred, quién sí vivía en Edimburgo aún, estaba demasiado ocupado para hacerle una llamada corta siquiera.

Will lloró frente a la chimenea y no se dio cuenta cuándo Brenda abrió la puerta y se quedó mirándolo un rato.

—Uno se esfuerza mucho en agradarles a veces. Hasta que comprendemos qué, hagamos lo que hagamos, nunca lo lograremos y a decir verdad, tampoco tenemos por qué.

—¿Por qué lo hizo? ¿Por qué lo convirtió en eso, señorita?

—Él me lo pidió.

—Y usted, qué es tan generosa, accedió de inmediato, ¿no?

—No. Yo le advertí sobre las consecuencias y aún así me rogó qué lo hiciera. ¿Hace cuánto está con usted, Will? ¿Hace cuánto qué lo cuida y lo acompaña?

—Años. Desde que su madre murió. Pero fue porque no tenía dónde vivir. Ni siquiera tenía empleo, yo sé lo conseguí con un antiguo jefe. Me sorprende que no lo hayan despedido todavía.

—Ese es su problema, Will. Lleva años menospreciado al único ser con el qué cuenta. Si usted supiera...

—Usted acaba de conocerlo, no me venga con qué sabe más sobre mí propio hijo qué yo.

—¡Es usted un viejo necio y egoísta! —se acerca hasta quedar frente a frente y coloca las manos sobre las sienes del viejo— ¡Y tonto! ¡Y cruel!

—¡¿Cómo se atreve?! ¡Quíteme las manos de encima! ¡John! ¡Auxilio!

—¡No voy a hacerle daño! Tal vez sea usted mismo quién se lo haga —sujetó su cabeza y le traspaso algunos recuerdos que había adquirido de John.

Un par de minutos después, lo soltó y ayudó a sentarse en el sofá. Will, atribulado por las visiones, se echó a llorar.

—John está bien, está conmigo. Tal vez vuelva después. O tal vez no, la verdad no le vi muchas ganas. Qué tenga una buena tarde, Will.

Brenda regresó a su casa, dejando a Will procesando toda la información qué le dio. Tampoco demasiada, porque los humanos no soportan tanta presión. Al último le explotó la cabeza. Literalmente. Chicago jamás olvidaría esa tarde.

💀💀💀💀💀

Edward deambulaba por las frías y siempre húmedas calles de Edimburgo, pensando en lo que le había dicho Belél acerca del sacrificio.

Era increíble qué prefiriera sacrificar al obrero, a verlo ser feliz con otra mujer. Aunque esa mujer fuera su esposa. Pero por más qué le pesara, ella ya no pensaba en él más que cómo un recuerdo lejano.

El recuerdo de alguien qué la hizo sufrir y llorar muchas veces. Y qué, ahora qué lo pensaba, solo había traído a su vida más dolor que felicidad.

—¿Fred? —escuchó y lo detuvo alguien sujetándolo del brazo.

—¿Disculpe?

—¡Fred!

Edward no recordaba que seguía adentro del cuerpo de Wilson. Pero no tenía idea de quién era ese tipo y decidió huir.

Jonas creyó que se había equivocado, qué era solo un tipo muy parecido, porque su hermano no podría correr a esa velocidad con la prótesis que llevaba puesta. De hecho, nadie qué fuera humano podría y sus sentidos se agudizaron olfateando el aire.

Olía a muerte vieja y...a su hermano.

¿Entonces, por qué huyó?

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