Querido Wes.
A pesar de la constante y molesta vigilancia de Frederick, Brenda logró escapar. Quería, no, necesitaba ver al obrero a cómo diera lugar. Y era raro porque, regularmente, quien podía hacer eso, era ella. Era parte de sus dones de caza.
La misteriosa rubia salió de casa, pero como no tenía idea de a dónde se dirigía, Wilson no la pudo seguir. Solo caminó y caminó entre varios de los laberínticos callejones de Edimburgo hasta que una delgada y blanca mano, la detuvo durante la ansiosa búsqueda de la espigada figura del humano.
—Buenas noches, señora —dijo y se quitó la capucha de su acolchada chamarra azul.
—No haga eso, John, puede ser peligroso.
—Venga conmigo —tomó su mano y la guio hacia un restaurante escondido.
Ella dudó, ese contacto le haría tener visiones más tarde y tenía miedo de ver algo que no le gustara.
Cuando llegaron, él se despojó de su abrigadora prenda.
Ella se sentó observándolo detenidamente, pensando en que estaba viendo el futuro que su querido Wes nunca alcanzó a tener.
John se sentó frente a ella y la miró con esos enormes ojos que la estremecía cómo si fuera ella la humana y él el vampiro. La última vez que sintió eso con alguien, fue con Edward.
—Se preguntará por qué la traje aquí... Es que en mi casa no se puede ni hablar, hay demasiada gente y todos discuten a todas horas. Y quiero preguntarle muchas cosas que me han tenido pensando desde hace semanas.
—¿Cómo hizo eso?
—¿Qué?
—Llamarme.
—No lo sé, solo lo hice. Pensé: «Si es un vampiro de verdad, debe funcionar». Y funcionó.
—¿Y si no hubiera funcionado?
—Me habría marchado en una hora.
—¿Seguía dudando que lo fuera?
—Es difícil asumir tal cosa. Me parecía muy de la edad media.
Brenda ríe.
—Tiene razón, cuando conocí a mi marido, yo tampoco lo creí. Es una locura.
—¿Su marido? —indagó tratando de no parecer todo lo molesto que estaba.
—Oh, está muerto, desde hace once años. Es usted muy osado, John. No cualquiera hace lo que usted hizo. Regularmente, los humanos me rehúyen. Ya sabe, porque los muerdo y eso.
—¿Y cómo es que no lo recuerdan?
—Secreto profesional.
—¿Y por qué yo sí lo recuerdo?
—Porque yo quiero que lo haga.
—¿Por qué?
—Qué preguntón es usted, ¿le han dicho? Porque yo quiero que lo haga y ya. No hay un motivo especial, solo eso. Ahora pregunto yo: ¿Por qué nunca sonríe? Debe tener una sonrisa muy bonita.
—No tengo muchos motivos para sonreír.
—Debe tenerlos, señor, usted volvió de la muerte. Nadie vuelve si no es para algo grande.
—Eso espero, de verdad me encantaría que así fuera y creo que usted tiene mucho que ver. Nos hemos visto antes, ¿verdad? —soltó por fin.
—Sí, John —respondió Brenda, sin la mínima intención de mentir o seguir ocultándoselo.
—¿Dónde?
—No es donde, es más bien... Cuándo.
—¿Cuándo, entonces? ¿Puede decirme?
—Sí, sí puedo —lo vio y sonrió un momento con tristeza.
Él notó su recelo para decirle lo que estaba tratando de averiguar. No era fácil para ella contarle qué había sido asesinado cuando casi era un niño y qué el asesino, fue su propio abuelo.
—¿Lo hará? Necesito saber. Pienso que hay algo que nos une. Eso que la hizo llorar cuando vio mi foto del colegio. Sé que soy feo, pero estoy seguro de que no para hacer llorar a nadie.
—¿Feo usted? ¿De dónde saca eso? Tiene unos ojos preciosos, limpios. Y ni hablar de su cuello, la cosa más divina que visto en años. Y hablo de muchos años y muchos cuellos.
—Qué linda, gracias. Pero respóndame, por favor.
—Fue a principios del siglo pasado. Pero en aquella ocasión no vivió más allá de los dieciséis. Ahora entenderá la impresión que me provocó ver esa fotografía y saber quién era usted.
—Pero yo ya no soy ese chico.
—Algo hay, algo queda de lo que fuimos. Puedo decirle que yo tampoco soy esa niña que se enamoró de ese tierno chico.
—¿Y qué pasó? ¿De qué murió?
—Lo asesinaron.
Brenda no pudo evitar llorar ante el recuerdo del día que recibió la noticia. Aunque en el fondo ella ya sabía lo que había ocurrido y quién era el culpable.
🌟🌟🌟🌟🌟
Belél despertó y bajó a beber agua. Era la tercera noche consecutiva en que John le cedía su cama y él dormía en la sala, pero al ver hacia el incómodo sofá, descubrió que él no estaba ahí, pero su ropa de dormir, sí, lo que solo significaba una cosa y estaba segura de eso: había ido a buscar a Brenda.
Y eso la ponía furiosa.
—Multiplica lo que sientes ahora por diez y tendrás lo que siento yo —dijo Edward desde el otro sillón.
—Pero tú estás muerto, Edward.
—Tú también.
—¡No es lo mismo!
—Bienvenida al mundo de los celos. Belél...
—¡Cállate, Edward! ¡Cállate!
No muy lejos de ahí, otra suena similar se llevaba a cabo.
Para Frederick, quién mantenía una estrecha vigilancia sobre Brenda, ver qué se le había escapado, lo hizo tener una rabieta.
🌟🌟🌟🌟🌟
John quedó asombrado tanto por la información, como por su reacción.
—Pero eso ya pasó —le dijo buscando su mirada—, ahora estoy aquí —colocó sus manos sobre las de ella.
—Sí, y ha vivido más tiempo, pero tengo miedo de que el resultado sea el mismo otra vez.
—Oh, no, señora, he respirado por cuarenta años, pero vivido, nunca. No quiero irme sin vivir de verdad. ¿Podría ayudarme con eso?
—¿Cómo?
—Enséñeme a hacer lo que hace.
—Es muy peligroso, John. Sobre todo para usted. Puedo escuchar su corazón ahora mismo y no se encuentra muy bien. Su salud pende de un hilo.
—Entonces conviértame en lo que usted es. Es la única forma de sobrevivir. No quiero morir, señora. No cómo un don nadie, no cómo lo que he sido hasta ahora. Por favor...
—John...
—Usted no le quitó la vida a Wes, usted lo amó. Si algo queda de ese chico en mí, hágalo por él.
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