Peligro
Wilson siguió caminando lo más rápido que su cojera le permitía, ignorando los deseos de su acompañante.
—De todos los fantasmas que podían seguirme, me tenía que tocar este.
—Será mejor que regreses al hotel —aconsejó.
—¡No, ya estoy aburrido de estar encerrado!
—No la encontrarás aquí.
—Estoy seguro de que sí.
—Vuelve al hotel, Wilson.
—Ahora resulta que te preocupas por mí...
—Yo no, pero si te pasa algo Lorraine va a molestarse mucho conmigo.
—Y dale con Lorraine. Creo que todo es un invento tuyo. Es más, creo que tú, ni siquiera existes, eres algo que mi mente creó porque...no sé.
—¡Cree lo que quieras, pero regresa al hotel!
—No debería estar aquí, señor Wilson.
—¿Qué...?
Antes de que pudiera decir nada más, Jean Philip lo noqueó con un derechazo. Después lo cargó sobre su hombro y lo llevó al auto.
—Buenas noches, señor Green, mucho gusto.
—¿Puedes verme?
—No en este momento, pero sé que siempre está con él. También puedo escucharlo.
—¿Y por qué lo sigues?
—Es difícil de explicar.
—Pues habla, porque tengo todo el tiempo del mundo.
—Yo no diría eso —dejó caer a Frederick en el asiento de atrás.
—¿A qué te refieres?
—A que hay dos personas interesadas en lastimar a su hijo y él es la clave para que eso no es suceda. Déjelo llegar a ella, sé que es difícil para usted, pero si quiere que Gilberto permanezca como humano, Frederick Wilson debe ocupar su lugar. Debe ser convertido y tal vez no se lo han dicho, pero su misión es enseñarle a ser un cazador.
—¿Por qué él?
—Porque es el único de su familia que puede hacerlo.
Había sido esa, una noche muy provechosa. El olor a carne quemada se expandía y aunque Damon le aconsejó quemar los cuerpos, la idea no le pareció tan buena después de ver todo el humo que había generado.
Una montaña de al menos cuarenta cadáveres iluminaba el lote baldío que eligió para el propósito.
Una molesta sensación de ser observada la hizo alejarse del sitio. No era que temiera, sino que no le gustaba ser acechada. Ella era la depredadora, no la presa.
Caminó hacia la parte iluminada de la calle y eso le trajo recuerdos. Era exactamente la misma parada donde Damon la convirtió aquella noche. De pronto le pasó por la mente que podía ser él, incluso, lo llamó, pero no hubo respuesta.
—¿Qué hace una dama tan bella aquí sola?
La voz no le pareció conocida y eso la puso en estado de alerta.
Un hombre delgado, con ojos azules, labios muy delgados, cabello rizado de un tono rubio, se apersonó frente a ella.
Su sonrisa era amable y su mirada parecía sincera, pero algo no le cuadraba.
—Buenas noches, mi nombre es Charles.
—Buenas noches. No debería andar por aquí, Charles, este no es un barrio tranquilo.
—No se preocupe por mí, sé cuidarme.
—Bueno, adiós entonces.
—¿Cómo, se va? ¿Va a dejarme aquí solo?
—Tengo cosas que hacer.
—Entonces, dígame en donde la puedo encontrar.
—Madame...
La llegada de Jean Philip molestó a Charles, a quien miró con desprecio, y eso a ella no le gustó nada.
—Por favor, me gustaría volver a verla.
—Cualquier noche de estas.
Brenda abordó el auto sin decir nada más y ambos, Jean Philip y ella, volvieron a casa.
—Sharon, mi amada Sharon, has cambiado tan poco —murmuró con un dejó de nostalgia—. Volverás a mí, volverás a mí muy pronto.
Durante el camino a la casa, un ruido extraño que provenía del maletero alarmó a la vampiresa.
—¿Qué es ese ruido, Jean Philip?
—Oh, es un intruso que encontré merodeando cerca de la casa.
—¿Vas a comértelo?
—Sí, Madame, más tarde. Disculpe el escándalo, olvidé que lo había guardado. Si desea, apartaré un poco para usted. Se ve bastante sano.
—No hace falta. Estoy llena por hoy.
—¿Quién era ese hombre?
—No lo sé, se apareció de repente.
—¿Vampiro?
—No olía como uno, ¿Dónde está Gil? —Se recostó en el asiento para escuchar mejor.
—En casa.
—¿Alguna novedad?
—Si, una visita inesperada.
—¿Visita? ¿Damon o Klaus?
—Ninguno de los dos. Fue ese hombre, el tipo que le trajo su anillo.
—¿Wilson? ¡Pero si le dije que se fuera!
—Así es. Pero regresó. Es bastante...
—¿Qué quería?—interrumpió— ¿Más dinero?
—Verla, madame. Según dijo.
Brenda emitió un bufido.
—¿Y qué hiciste?
—Yo nada, el joven Gilberto se encargó. Por cierto, hay una mujer que se ha acercado al joven.
—¿Celia? ¡Esa viciosa! No la quiero cerca de Gil.
—No, otra. Según dijo, estudiante de intercambio, procedente de Inglaterra.
—Gracias, Jean Philip, Mantenla vigilada.
—Eso haré.
—Y por dios, ya saca a ese escandaloso de la cajuela, me tiene aturdida.
—Si me lo permite, lo llevaré lejos cuando la deje en su casa.
—Claro, disfrútalo ¿Podrías noquearlo para que se calle?
Wilson, al escucharla decir eso, decidió guardar silencio. No podía creerlo ¿En verdad hablaban de comérselo? Sintió mucho miedo por lo que el tal Jean Philip planeaba para él. Se sabía perdido. Y ese maldito fantasma al parecer tenía razón. Debió hacerle caso.
Brenda bajó del auto y entró a la casa. Jean Philip fue a dejar a Wilson al hotel. Claro, no sin antes noquearlo de otro puñetazo.
—Dios te bendiga, ya me tenía harto —agradeció Edward.
—De nada, señor. Francamente a mí también.
—Dime Edward. Vete, yo me encargo de este tonto.
—Sería bueno que lo convirtieran lo más pronto posible. Tengo un mal presentimiento.
—Creí que de verdad te lo comerías.
—La Mayombe me mataría.
—¿La qué? ¿Quién es?
—Es una gran aliada, se lo aseguro. Suya y del joven Gilberto. Es por ella que sé lo de Wilson. Créame, La Mayombe hará todo lo que pueda, que es mucho, para proteger a su hijo.
—¿De qué?
—Charles Walters está muy interesado en acabar con el joven Gilberto.
—¿Por qué?
—El nombre del tipo es Charles Walters —repitió y esperó alguna reacción de su parte, pero al no obtener más que desconcierto preguntó otra cosa —¿No le dice nada ese nombre?
—No... Espera ¿Walters dices? ¿Es pariente de Emily, entonces?
—Así es ¿Cree en la reencarnación, señor?
—A estas alturas creo cualquier cosa, Jean Philip. Dime lo que tengas que decir.
—Es una historia muy larga, de muchos siglos. Digamos que usted, el joven Gil y madame Emily, han reencarnado desde el siglo diecisiete. Han muerto y vuelto a nacer. Pero Charles encontró la forma de no morir nunca.
—¿Como vampiro?
—Con brujería. Charles era el tío de la señora Emily, quien entonces se llamaba Sharon. La hizo su amante a la fuerza y engendró con ella un montón de bebés que luego mandaba matar por no ser varones y al ser familiares tan cercanos, morían o nacían enfermas o deformes. El único varón sano que Sharon logró dar a luz, no era hijo de Charles, sino suyo. Mejor dicho, de Steven Green, un esclavo blanco que se sublevó y de quién Sharon estaba enamorada ¿Puede imaginar quién era ese bebé, verdad?
—¿Gil?
—Exacto. Charles mandó buscar, torturar y matar a Steven. Con la ayuda de La Mayombe, Sharon logró escapar y presenció los últimos momentos de su amado. También consiguió ocultar al pequeño para que Walters no acabara con él.
—¿Y ella? ¿Cómo murió?
—Se degolló a sí misma frente a su tío. Charles consideró eso una derrota frente a alguien que pensaba inferior y los maldijo con la ayuda de un hechicero negro. Belél, quien no practicaba ese tipo de magia, intentó revertir la maldición, pero no pudo. A cambio, la tergiversó y de unos monstruos asesinos comunes, los convirtió en lo que fueron las generaciones posteriores. Lo que madame es hoy y lo que intentamos evitar que Gil sea, para así detener ese ciclo.
—¿Y el tarado de Wilson, que vela tiene en todo esto? ¿Por qué será su sustituto?
—Es que su verdadero apellido no es Wilson, es Green. Se sacó la rifa genética del tigre.
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