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Noche de estreno

Wilson estaba feliz de poder salir. Si todo salía bien, podría demostrar que no era el pusilánime que ella creía que era.
Lo tenía por débil, por llorón como Edward le había dicho.
Esperaba poder despertar el instinto del que Green tanto hablaba.

—No tienes que probar nada, Frederick, tal vez no todos tengan lo que se necesita para ser un verdadero vampiro. Puedes vivir tu vida de la forma más normal posible a pesar de las circunstancias.
—No me salgas con eso ¿O crees que no sé como me miran? ¿Qué dices de mí? ¿Qué dicen todos? ¡Si hasta la cocinera me ve con compasión! ¡"Pobre imbécil bueno para nada"! ¡Pues no! ¡No señor!
—Nadie dice eso, Wilson, no seas paranoico.
—¡No, lo dicen, pero lo piensan y tú el primero de ellos!
—Pues no me hagas caso.
—Yo era uno bueno, Edward. Era un buen policía. Jamás recibí un soborno y cumplí a cabalidad con el lema de la corporación durante los diez años que estuve en la fuerza."Proteger y servir" y lo hice.
—Nadie pone eso en duda, Fred. Pero que hayas sido un buen policía, no quiere decir que puedas hacer lo que nosotros hacemos. De hecho, creo que es un obstáculo para ello. Tu sentido del bien y él mal es muy fuerte, inflexible. "Bueno a la calle, malo a la carcel", fin.
—Tu también fuiste policía, ¿o no?
—Y militar. Pero era diferente, yo lo hacía porque así resultaba más fácil encontrar crimínales para quitarlos del camino.
—¿Y por qué no entregarlos en lugar de matarlos?
—Porque nosotros no obedecemos las leyes humanas, obedecemos nuestros propios mandatos, pero si queremos, si es necesario, rompemos las reglas que establecimos solo minutos antes ¿Porque? Porque no somos humanos. Ni siquiera Gil lo es del todo. Es el hijo de un vampiro, igual que lo fue mi padre. Engendrados los dos por un vampiro, con una genética muy diferente.
—¿Y ella también?
—Ella no es una Green, pero como si lo fuera. Emily ya era un vampiro desde antes de ser convertida. Su sed de sangre era legendaria aún entonces.

Edward no pudo evitar sonreír con cierto orgullo, cuando la recordó en el baño con la cara chispeada con la sangre de su víctima y esa sexy mirada diabólica.

—¿Te conté que mató a dos de mis empleados cuando se enteró que eran desleales? Ah, y ambos vampiros por cierto. Ella era capaz de lo que fuera por cuidar de nosotros. Por eso creo que fue una buena decisión no vengarte de Gilberto. Te lo habría hecho pagar muy caro, créeme.
—No pude y  aún no sé por qué. Tenía muchos deseos de hacerlo pagar, pero cuando lo tuve enfrente, algo pasó y la rabia que sentía se desvaneció de pronto.
—Repito, es lo mejor que pudiste hacer. O no hacer, en éste caso.
—¿Qué es eso?

Sonoros y lastimeros chillidos de lo que parecía ser un can, alertaron los sentidos de Frederick.
Avanzó un poco en la dirección de dónde venía el llanto del pobre animal.

—¡Toma perro pendejo, cochino!

Reclamaba un tipo mientras azotaba al pobre animal con fuerza una y otra vez, que atado a una cadena, ni siquiera podía esconderse o esquivar los golpes.
Wilson llegó al lugar y por el pasillo que daba al patio de la vivienda, los vio.

—¿Qué hago? ¡Va a matar a ese pobre perro!
—Entra y enséñale quien manda.
—¿Así nomás? Eso es allanamiento.
—Ahora eres un vampiro, las puertas son meros accesorios. Ve, sé el héroe de la noche.

El perro ahora solo se quejaba. Era un pitbull de color gris bastante desnutrido además.
El tipo cansado de golpearlo, se sentó en una silla, abrió una cerveza y se la empinó.
Era imposible para Wilson pasar desapercibido con el ruido de sus muletas o ser tan rápido como le habría gustado, pero ya estaba ahí.

—¿Quién es usted?
—¿Me regala a su perro?
—¡No! ¿Está loco? ¡Salga de mi casa o llamaré a la patrulla!
—Hágalo, para que vean cómo lastima a éste pobre animal.

El perro gruñó cuando Frederick le puso la mano sobre la cabeza para acariciarlo, pero estaba demasiado adolorido para intentar morderlo.

—¡Es mi perro y hago lo que se me pega mi chingada gana con él!
—Ramón, ya métete —suplicó una mujer del otro lado del mosquitero.
—¡No salgas mamá, te va a pegar otra vez!

Chilló una voz infantil desde adentro.

—¡Señor, llévese al perro si quiere, pero ya váyase, no lo haga enojar más!
—¡Cállate el hocico, pinche vieja metiche! ¡Es mi perro, puta!

El obeso y borracho sujeto se dejó ir contra la pobre mujer que entre lágrimas intentaba mantener cerrada la puerta de aluminio.

—¡Basta! ¡Basta he dicho!
Ignoraron a Wilson.

—¡Hazlo,Wilson! —Lo incitó Edward.

Frederick sujetó al tal Ramón por el cuello y lo jaló hacia atrás con todo y puerta.
La señora estaba golpeada de la cara y la niña que había gritado, aferrada a su pierna, totalmente aterrada.

—¿Es tu papá? —Preguntó Wilson a la niña. Ella dijo que no.
—¿Tienen a otra parte a dónde ir?
—No ¡Se está levantando!
—Tranquila —sacó su cartera y entregó axla mujer, algo del dinero para que Brenda le dio para su prótesis-—Salgan por el frente y vayan a otra parte. Yo me encargo de él.
—Va a lastimarlo.
—No se preocupe por mi, preocúpese por usted y la niña, haga lo que le digo.
—¡Muchas gracias!
Tomó a la niña de la mano, a un bebé que tenía adentro y se fue de ahí.
-—Acaba con él.
—Creo que no va a quedar otro camino. Quien trata así a un animal y a una mujer, no es una buena persona.

Ramón, el dueño de la casa se levantó y como un toro pretendió embestirlo, pero se detuvo cuando lo vio a la cara, listo para enfrentarlo.
El tipo creyó poder huir corriendo pero no hizo falta más que estirar el brazo para regresarlo y arrojarlo contra una montaña de escombro, lo cual impidió que tuviera que atacarlo pues al caer, se ensartó en una varilla, muriendo al instante.

—Vaya, que suerte...

Se agachó por la muleta que se le cayó cuando detuvo al fulano y se acercó al perro, que no lo recibió con amabilidad.

—Shhh, tranquilo, que yo no voy a hacerte daño...

El perro exhaló por última vez. Asustado, herido y con avanzado estado de desnutrición, no soportó más y murió.

—Qué tristeza, pobre animal. Al menos la señora ya no tendrá que preocuparse por este infeliz.
-—Lo hiciste muy bien, Wilson.
—Moría por tener tu aprobación.
—Vete al demonio, perrito parado.
—¿Vas a seguir?
—Creo que he tenido suficiente por hoy. Además, me sigue molestando la pierna.
—¿En serio? No debería pasar eso ¿Qué pasó con tu prótesis?
—Fui a que tomarán las medidas. Pero cuando volví a ir para verificar que estuviera bien, pues no, no lo estaba y tengo que ir de nuevo la próxima semana.

De nuevo en la comodidad de su cuarto, Frederick se quitó la ropa. El muñón no dejaba de darle comezón. Una comezón enloquecedora y fue ahí cuando lo notó al verse con más detenimiento.
Cuando el monstruo aquel le arrancó la pierna, lo hizo desde la rodilla, dejando la articulación a la mitad, por lo que después de reconstruir lo que quedó con la cirugía, su amputación había quedado poco más allá de la mitad del muslo y ahora, de la nada, había vuelto a tener esa rodilla.
Su pierna parecía estar creciendo de nuevo.

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