Flojito y cooperando
Tal como lo prometió, ella aún dormía en la sala cuando bajó a hacer el té.
Molesto, aunque algo aliviado de que no hubiera saqueado su casa, Will se dirigió a la cocina para hacer mucho ruido sacando las ollas y así despertarla.
Belél se removió en el sofá, totalmente adolorida por el resorte que se estuvo clavado en su espalda toda la noche.
—Creo que ya es hora de que se marche, señorita —dijo Will desde la cocina, cuando la escucho levantarse.
—Buenos días, Bel —saludó John, mirando con reproche a su padre por ser tan descortés con la visita.
—Buenos días, John. Buenos días, Will.
—Puedes asearte en el baño de mi cuarto, si lo deseas —ofreció el obrero.
—Qué elegante manera de decirme que apesto.
—¡No, no, yo...!
—¡Es broma! Gracias, sé que me hace mucha falta, pero no tengo más ropa que ponerme. Tuve que robarle este uniforme a alguien para salir de la morgue.
—¿Perdón? —La miró asombrado. Ambos, su padre y él.
—¿De la morgue ha dicho? —Preguntó Will impactado.
—Sí, es una larga historia.
—Parece que con usted todas las historias son largas y las ganas de explicar, pocas —repuso el anciano.
—Largas y complicadas, Will.
—William, para usted.
Belél rodó los ojos.
—¿Qué pasó en la morgue? —preguntó John con recelo.
—Me robé un cuerpo, éste de hecho.
Will se santiguó asustado.
—¿Usted estaba muerta?
—Así es, Will, desde hace como tres o cuatro siglos.
—¡Usted está loca! ¡Lárguese de mi casa!
—No sé espanten, es algo perfectamente común les informo con mucha tranquilidad y una gran sonrisa—. Tú mejor que nadie debes saberlo, John. Fuiste ocupado por un espíritu hace poco ¿Cierto?
—Ten cuidado Belél, lo estás asustando —advirtió Edward al ver cómo buscaba un lugar donde sentarse, totalmente pálido.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque conozco al espíritu que te ocupó, cariño. Pero tranquilo, no debes tener miedo —la bruja se sentó a su lado y puso la mano en su hombro. .
—¿Y quién es? ¿Quién es él? —cuestionó John
—Un gran hombre, créeme. O solía serlo. Él solo quiere proteger a su familia, por eso tomo prestado tu cuerpo. Pero nunca pensamos que volverías a ocuparlo otra vez.
—Pero volví y para algo debe ser ¿No crees?
—Sí, supongo.
—Y yo supongo que su amigo tendrá que buscar otro cuerpo, porque éste ya está ocupado y no permitiré que nadie más que yo lo haga.
—John... Necesitamos tu ayuda.
—Lo siento, señorita, pero no se siente bien, ¿sabe? Duele, en muchos sentidos.
—No será para siempre.
—¿Por cuánto tiempo?
—Un par de meses, tal vez.
—Oh no, demasiado —negó con la cabeza.
—El problema es que te resistes a la ocupación, John, por eso duele. Si no lucharas...
—¿Y que esperaba? —interviene William—. Usted dice que es una buena persona, pero una buena persona no anda por ahí poseyendo a otros. Eso señorita, solo lo hacen los demonios.
—Me ha olvidado... Yo he hablado con Will, le he contado sobre mi situación. Dile, Belél.
—Will... Mi amigo está aquí ahora y dice que usted lo conoce.
—Dile mi nombre —sugiere el espíritu.
—Ha hablado con usted antes, Will. Su nombre es Edward Green ¿Lo recuerda?
—Sí, lo recuerdo.
—También intentó comunicarse contigo, John y no pudo. Trató de explicarte su situación, pero dijo que estabas muy asustado.
—No, no lo estaba. ¿Entonces eso era lo que estaba sentado en mi cama?
—Sí.
—No pude escuchar nada. Solo estaba ahí, esa cosa luminosa encima de mi colchón gesticulando como loco.
—Bueno, ahora pueden hablar, a través de mí.
—No me interesa. No lo dejaré volver.
—¿Por qué? —cuestiona ella preocupada.
—Que busque otro cuerpo, lo ha hecho antes ¿No?
—¡Perro egoísta! —bramó Edward furioso.
🌟🌟🌟🌟🌟
Brenda no pensaba volver tan pronto, pero Gil no le dijo lo que había hecho con el cuerpo de Jean Philip y casi le dio un ataque cuando lo supo.
—¡¿Que hiciste qué?!
—Lo enterré en el patio.
—¡No era un perrito, Gilberto!
—!¿Y como se suponía que explicara su estado?! ¡La gente iba a hacer preguntas! Y yo no soy vampiro todavía para verbearlos.
—¡Pero tienes dinero y el dinero cierra bocas! Mi pobre Jean Philipe... —terminó la frase apesadumbrada.
—¿A eso volviste? ¿A gritarme?
—Vine para despedirme. Él no merecía eso. Jean Philipe no era solo alguien a mi servicio. Fue mi amigo, mi compañero y mi sostén durante todo el tiempo que pasó conmigo.
—Porque te adoraba. Estaba enamorado de ti y no te diste cuenta.
—¡Ay sí, ahora todos están «enamorados» de mí! ¡No inventes, Gil!
—¿Por qué crees que nunca tomó vacaciones? Y tú no lo viste cuando casi llora porque le sugeriste que se fuera de paseo.
—Sé que me quería, Gil. Pero no en ese plan. Y yo lo quería mucho también. Tal vez porque me recordaba mucho a tu abuelo cuando fingía ser mayordomo para estar cerca de tu padre. Mi Peter querido...
—¿Qué vas a hacer?
—Sácalo de dónde lo pusiste.
—No lo enterré en el patio como pensaste. Está en la celda, envuelto en una cobijita. No soy tan así.
—Lo se, perdóname —lo abraza y Gilberto se retira.
—Mejor no, Brenda. Todavía no —se va.
—Gil... Eres mi única familia ahora —dijo entre sollozos.
—¿Y el escocés?
—Creo que tendré olvidarme de él.
—Por mí no te detengas, eh. Sigue con tu vida. Mi decisión continúa siendo la misma. Vete con él y que todo salga como esperas.
Gilberto salió de la casa Green dejándola sola.
🌟🌟🌟🌟🌟
En casa de los McDonald todo era enojo y confusión. John no quería ceder, Belél seguía intentando y Edward estaba furioso.
—¡Basta, Belél! ¡Qué se vaya al infierno! Cómo él dice, puedo conseguir otro cuerpo.
—De hecho, no, Edward.
—¡¿Cómo de que no?!
—¿Edward está aquí? —Se levantó Will, buscándolo como si de verdad tuviera la posibilidad de verlo.
—Está aquí a mi lado derecho, Will.
—Tal vez si tuviéramos algo a cambio... —insinuó el viejo mirando a la nada donde le dijo la bruja que estaba.
—¡Papá! —repuso John indignado.
—¡Piénsalo, hijo! Él me dijo que tenía mucho dinero y a nosotros nos hace falta. Con tu sueldo y mi pensión apenas nos alcanza para lo necesario.
Belél alzó las cejas contemplando la posibilidad.
—¿Qué dices, Edward? En mi opinión es un buen trato.
—¡Yo no he dicho que sí! ¡Y es mi cuerpo del que están hablando! —bufó John.
—Permítanme... —Belél llevó a John aparte—. Sé a quién esperabas ver cuándo abriste la puerta.
John la miró como si le hubiera descubierto algún pecado muy oculto. La bruja sonrió y continuó.
—Si no aceptas, nunca volverás a verla, porque amigo, esa preciosa rubia a la que le encanta morderte ese bonito cuello de cisne que tienes, es la viuda del fantasma. Ponte flojito, mijo, verás que no te va a doler y hasta vas a salir ganando —le guiña un ojo.
—¿Y de cuánto estaríamos hablando? —habló el obrero finalmente.
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