Enamorada
Gil estaba algo decepcionado porque no había tenido noticias de Brenda. Era cómo si lo hubiera olvidado.
No había llamado ni mensajeado en muchos días. Odiaba admitirlo, pero le dolía. Y bueno, tampoco es que se hubiera portado muy bien con ella, pero los celos lo estaban quemando por dentro.
«Si no te hablo, tú no lo haces, ¿verdad? ¿Así cumples tus promesas?» —Envió Gil, aunque se arrepintió de inmediato.
«Dijiste que no te molestará y eso hago».
«Claro, debes estar muy entretenida con el flaco roñoso ese».
«Pues sí, pero ese no es tu asunto».
«Voy a ir».
«No, quédate dónde estás. Wilson está aquí».
«¿Y crees que le tengo miedo a ese pendejo?».
«Deberías. Gil, no vengas. Wilson se ha vuelto loco. Se ha instalado en mi casa y no quiere largarse».
«Mátalo».
«Ya contemplé esa opción, pero hay un problema: ¡No puedo!».
«¡¿Cómo no vas a poder?! ¡Mató a Jean Philip! ¡¿No significa nada para ti?!».
«¡Lo sé! No es que no quiera, ¡Es que no puedo! Debe haber hecho algo para protegerse».
«Con más razón debo ir. Tal vez tú no puedas, pero yo sí. Después de todo, ya lo hice una vez».
«¿Hablas en serio?».
«Así es y puedo hacerlo de nuevo».
«¡No, Gil!».
Brenda gruñó. Ahora tendría que cuidar a dos en lugar de uno.
🌟🌟🌟🌟🌟
Will, John y Belél comían en silencio en el pequeño comedor que estaba en la cocina.
Belél miraba a John, Will la miraba a ella y John veía hacia el exterior por la ventana.
—¿Y... a donde fuiste anoche? —indagó la bruja.
-—A caminar —respondió el obrero luego de unos minutos, mirándola brevemente de reojo.
—¿A caminar? ¿Con tanto frío? ¿No te da miedo qué te asalten?
—No, esta ciudad es bastante tranquila.
-—¿Y su familia? —le cuestionó Will a ella.
—Murieron hace siglos. Estoy sola en el mundo.
—No lo creo —la contradijo John— ¿Qué hay de ese fantasma que siempre la acompaña, con el que habla a todas horas?
—¡Edward, me llamo Edward! —espetó casi en el oído de él.
—Chicos... —levantó Will las palmas, intentando apaciguar los ánimos.
—¿Qué hay de él? —repitió
—Somos amigos. Solamente amigos.
-—Entonces no está sola, cómo dice.
—Lo que quiero decir, es que no tengo ningún familiar vivo.
—¿Y por cuánto tiempo piensa quedarse aquí? —intervino Will, mirándola fijo.
—El tiempo que John me permita —le dirige una mirada que el aludido ignora.
—¿Por qué John? ¡La casa es mía!
—Usted morirá un día, Will y la casa será de él.
—No cuente con eso, señorita. Nos prometieron una cantidad y no he visto nada todavía.
—No he visto a la persona que necesito todavía.
—Y tampoco veo que la busque.
—¡Por Dios! —explotó John, apartó su plato y subió a lavarse los dientes.
Apenada, Belél recogió su plato y tiro las sobras a la basura.
—¡Deje, deje! —se levantó Will y la apartó brusco. Eso no le gusto para nada a Edward, aunque entendía su molestia. Eran inquilinos indeseables. Dos desconocidos que llegaron a su casa. Pero no tenía derecho de tratarla así.
Belél fue a la sala. Siempre le reclamaba que no hiciera «nada», a pesar de que intentaba mantener las cosas limpias y en orden. Pero cuando lo hacía, reaccionaba de esa forma. Y John parecía tan distante ahora...
🌟🌟🌟🌟🌟
Arriba, el reflejo de Edward sorprendió a John cuando apartó la toalla de su cara.
—No deberías dejar que tu padre la trate así.
—Hago lo que puedo. Tal vez no parece, pero está a punto de echarme de la casa a mí también. Tienen que encontrarla rápido.
—¿A dónde vas?
—¡A trabajar! Tal vez ella debería buscar un empleo también. A mi padre no le agradan los holgazanes.
—Belél hace lo que puede. ¿O no has notado más limpia la casa? ¡Pero tu padre no hace otra cosa que quejarse! Es muy desagradable con ella.
—Papá es desagradable con todos.
—Deberías ser hombre y decirle algo.
—Es su casa, y mientras siga vivo, seguirá siéndolo. Mejor encuentren a esa mujer y tal vez podamos escapar todos de aquí.
—Pero tú eres quien paga las cuentas.
—Solo en parte.
—Entonces tienes tanto derecho cómo él de estar aquí.
—Mi padre está viejo, Edward.
—Eso no le da ningún derecho a maltratar a nadie. ¿O tiene problemas con su raza?
—¿Qué? No, no creo. Él es así con todos. No es mala persona, es la edad, supongo. Veré qué puedo hacer.
John bajo para tratar de llegar a un acuerdo con su padre.
—¿Dónde está? —preguntó volteando a todas partes sin ver a la chica.
—Salió.
—¿No le habrás hecho alguna grosería, verdad?
Will se alzó de hombros y siguió leyendo su periódico. Enojado, John le arrancó el papel de las manos.
El anciano lo miro asombrado y furioso.
—¡¿Cuál es tu maldito problema con esa mujer?! ¡¿Acaso te estás acostando con ella?! ¡¿Es eso?! ¡Porque si es así, tendrás que buscarte otro lugar para tus amoríos!
—¿Ah sí? ¿Por qué? ¡Esta casa es tan mía como tuya!
—¡Yo la compré!
—¡Pero quién paga las cuentas ahora, soy yo!
—¡Yo lo hice por cuarenta años y jamás se los eché en cara, malagradecido!
—¡Por favor, papá! ¡No has hecho otra cosa desde que regresé! ¡Día y noche! ¡Cada vez que salgo y cada vez que regreso! ¡Me dices que soy un vago y lo único que hago es trabajar!
—Nunca me habías hablado así, Johnny...
—Solo déjala en paz, yo me arreglo con ella —se restregó el brazo izquierdo con la mano. Empezaba a sentir entumecimiento y dolor en la quijada.
—¿Ahora qué te pasa? John, te estoy hablando...
Apenas dio un paso dentro del área de la sala y se desmayó. Belél, que estaba escuchando la discusión tras la pared, corrió y una vez más le colocó las manos sobre el pecho.
—¡Llame una ambulancia, Will! Yo no puedo arreglar esto sola... ¡Vamos! ¡No Edward! ¡Ahora no, lo matarás! ¡No respira! ¡No está respirando! ¡John, no!
Belél se acomodó para darle reanimación cardio pulmonar en lo que llegaba la ambulancia, pero sentía que se estaba yendo.
—¿Y si lo dejas ir? —sugirió Edward.
—¡Jamás!
La ambulancia llegó y los profesionales lograron estabilizarlo. En realidad, nunca dejo de respirar, pero la bruja, enamorada, se llenó de pánico.
Will la miraba y observaba angustia en su mirada antes de subir con él. A Edward le habría gustado quedarse acompañando al anciano, pero estaba atado a la bruja y a donde fuera, él debía ir también.
Los vecinos y algunos curiosos salieron a ver a quien se había llevado el vehículo. Wilson sonrío al ver a Belél, quien olvidó por completo que estaba ocultándose de él.
—Pero qué buena suerte la mía...
Antes de que pudiera llegar a la ambulancia, alguien lo arrojó al suelo y lo sometió.
—¡No te atrevas!
**********
Raios, creí que esté capitulo ya estaba publicado voy viendo que estaba en borrador. Una disculpa si alguien lo esperaba.
Pronto habrá otro. No se me había ocurrido nada, pero ya pasó.
¿Será qué está vez sí se nos va John?
¿Quién detuvo a Wilson?
¡¡¡No se pierdan el siguiente capítulo!!!
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