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En casa

Gil arrojó las maletas al suelo. Había tenido suficiente tiempo para meditar y llegó a la conclusión de que ella jamás lo vería cómo otra cosa qué no fuera un mocoso al que tenía que cuidar.

Ahora ni siquiera Katherine lo quería cerca, pero la entendía. Nadie en su sano juicio querría ser el premio de consolación y hacía muy bien.

La última vez que se vieron, le dijo qué lo amaba, pero no podía estar con alguien qué veía en ella a otra mujer.

Cuándo abrió la puerta del cuarto de Brenda para ver si estaba ahí, se encontró con un tipo acostado ahí. Vestido, eso sí, pero eso no impidió qué se molestara mucho.

En el momento no lo reconoció. Incluso, se acercó furioso y le dió la vuelta para verle mejor la cara, lo cual despertó al durmiente qué, en segundos, lo tenía sometido contra la pared y apunto de mordérle el cuello.

Fue entonces que el joven descubrió algo:

La sorpresa y el peligro activaron en él, lo que dormía bajo la superficie, haciendo que lanzará al extraño contra la pared opuesta.

John, qué aún no tenía una plena conciencia, era en ese momento, solo una máquina de matar y comer, por lo que atacaba una y otra vez al chico, quién lo repelía con una fuerza que no sabía qué tenía.

Sin embargo, hubo un momento en el ese poder lo abandonó y volvió a ser humano, cosa que lo puso en un serio peligro.

Sabiendo del poder de esas criaturas, apretó los ojos aterrado y se rindió a su suerte. No había nada que pudiera hacer.

—¡Su mamá va a enojarse mucho contigo, John!

Escuchó una voz masculina y luego un golpe.

Gil abrió un ojo primero, luego el otro y vio a Wilson arrojando al obrero, una bolsa con sangre.

—No es mucha, pero te calmará.

—¿Wilson? —preguntó extrañado de qué fuera precisamente él, quién lo rescatara.

—Lárgate niño, déjame platicar con el juguete nuevo de tu madre. Hay cosas que debe saber. ¡Fuera!

Gilberto obedeció y miro a Wilson conteniendo con una sola mano al zombie enloquecido qué era el escocés.

Una bofetada tranquilizó un poco al nuevo vampiro, quién apenas daba muestras de despertar, pero seguía con hambre y combatiendo.

—A ver, mosquito con rabia, vamos a aclarar algunas cosas... Si lastimas a ese muchacho, su mamá va a molestarse mucho, mucho, y yo también ¿Entiendes? ¡¿Entiendes?!

Las inusualmente enormes pupilas de John se posaron en las del cuerpo ocupado.

—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¡Dios, qué hambre! ¡Tengo mucha hambre, me estoy volviendo loco!

—Tranquilo, lo sé.

Edward le preparó la bolsa con sangre porque olvidó qué no nacían sabiendo algunos trucos. De hecho, ese lo había aprendido de su medio hermano.

—Bebe...

Era increíble. El Edward de otros tiempo lo habría eliminado ahí mismo, pero ahora hasta alimentaba a su rival.

Rió ante la idea «rival». Nadie nunca iba a llenar su lugar. No había rivales, solo entretenimiento para la reina. Simples... ¿Cómo les decían antes? Ah sí, cortesanos. Eso era ese pobre diablo.

Wilson era bastante atractivo y ni así pudo conquistarla. Al insufrible estirado de Charles no lo soportaba y ese larguirucho sin gracia pronto la aburriría. Sobre todo cuando supiera qué casi asesinó a su pequeño bebé consentido. Y claro, el mismo Gil se encargaría de informarlo.

Brenda abrió la puerta y vio a Gilberto sentado en la sala con la mirada perdida, despeinado, golpeado y con la camisa rota.

—¡Dios santo! ¡¿Que te paso?!

—¡Tu mascota local me pasó! Si no hubiera sido por Wilson, no la habría contado.

—Perdóname, cariño, de haber sabido qué vendrías, te habría avisado que Wes estaba en transición —lo abrazó y le dió besos en la cara.

Aunque se resistió al principio, también terminó abrazándola.

Ahora sabía qué su hogar no era una vieja casona llena de recuerdos familiares, en medio del desierto; o una pequeña ratonera en un barrio peligroso. Su hogar era dónde quiera qué ella estuviera y lo abrazara cómo lo hacía ahora.

Gil no sabía si asustado, o conmovido con sus propios pensamientos, comenzó a llorar.

John bajó avergonzado. Los vio y no supo qué decir de tanta pena qué sentía por su comportamiento.

Tenía la ropa manchada con la sangre que escurrió mientras bebía desesperado de la bolsa.

Se puso en cuclillas frente Gil, qué permanecía en los brazos de ella aún con lágrimas en los ojos. Se veía cómo un niño pequeño y eso lo avergonzó todavía más. Se sintió miserable.

—Yo no... Yo no quise... —tartamudeó intentando disculparse—. Te suplico qué me perdones, en verdad yo no...

—Tranquilo, John —lo tranquilizó Brenda—. Lo sabemos. Mal lugar, mal momento. Es un poco de nostalgia lo que tiene.

Gil se separò de ella y se puso de pie.

—Pues sí, wey, no tengo cinco años para asustarme contigo.

John lo miró confundido.

—No te entiende.

—Ya sé, no importa. Está bien, no pasa nada —le dijo a John en su idioma—. He vivido con vampiros toda mi vida, se cómo funciona. Solo, ando sensible, pero no es por eso. Voy a mi... Voy arriba —fijo y subió.

—Debo ir a casa, mi padre está solo y...

—Él está bien, John, hace rato fui a verlo. Además, ese señor es muy irritante y no es buena idea, en su condición actual, lidiar con el tipo de emociones qué él le hace tener. Podría ser peligroso para ambos. Le aconsejo que permanezca aquí. Yo me encargaré de su bienestar, no le faltará nada.

—Se lo agradezco. Ese muchacho es humano, también soy un peligro para él.

—Eso nos pasa a todos cuando despertamos. Pero Gil sabe lo que tiene qué hacer. Es solo que lo sorprendió, no esperaba encontrarlo aquí.

—Casi lo mato.

—Pero no lo hizo. Cómo le dijo, ha vivido toda su vida con seres cómo nosotros. De hecho, su padre era uno. Jarras con sangre en el refrigerador desde que tiene memoria.

—¿Jarras con sangre? ¿Y dónde consigo eso?

—Dónde la conseguimos toda, John, de la gente. Tenía un amigo qué siempre nos tenía la nevera a reventar y de primera calidad. Le habría encantado conocerlo. Aun guardo algunas fotos suyas.

—Yo he visto a ese hombre.

—Seguramente. Era mi mayordomo y mano derecha, se encargaba de...casi todo. Entre otras cosas, de localizarlo. Era cómo la CIA, la KGB y el FBI juntos.

—¿Y qué le pasó?

—Lo asesinaron.

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