El elegido
Edward se acercó a Belél. Era increíble que ese tipo aceptara tan fácilmente, algo a lo que se notaba tan reacio solo minutos antes.
—¿Qué fue lo que le prometiste?
—Nada —dio la vuelta para que no la viera. Edward busco su cara y preguntó.
—¿Qué fue lo que le dijiste entonces?
—Negociamos. La buena noticia es que aceptó el trato y puedes poseerlo cuando quieras.
—No, cuando quiera no —intervino John al acercarse y escuchar—. Establezcamos horarios. Estaré disponible en caso de que sea muy necesario. No quiero que esté dentro de mí todo el tiempo.
—Pero qué mala elección de palabras —balbuceó Will.
—Me parece justo —acordó la bruja— ¿Qué opinas, Edward?
—Sí, supongo que no tengo que estar ahí siempre. Además, ni que fuera tan cómodo.
—Dice que está de acuerdo —informa la intermediaria, sonriendo.
—Aunque no lo estuviera. Es mi cuerpo, tengo derechos.
—¡Pero el que puede entrar a donde le dé la gana, soy yo!
—Chicos, por favor...
—¿Cuánto nos va a pagar? —Quiso saber Will, viendo la conversación a unos pasos.
—Creo que una mensualidad sería lo mejor. Digamos unas... cinco mil libras por un año, cada mes.
—¿Cinco mil? ¡¿Dónde aprendiste a negociar tú?! ¡Con razón te pagan tan poco! ¡Ya imagino lo que fuiste a decir el día que te contrataron!
—No hay que ser codiciosos, papá. Considero que es lo justo.
—Para eso necesito encontrar primero a Emily, yo no tengo acceso a nada así —le advirtió a Belél.
—Una cosa más —se acercó el anciano— ¿Cuál es el riesgo para mi hijo? ¿A qué se expone prestando su cuerpo para algo así?
—Si no se resiste a la posesión, nada. El problema es cuando no quiere ser ocupado.
—¿Cómo es posible que quepan dos almas en un solo cuerpo?
—No lo hacen, una debe salir para que entre la otra.
—¿Y a dónde va la que está fuera?
—A la nada —respondió Edward sin que nadie pudiera escucharlo.
—A la nada... —respondió John también con un semblante sombrío—. Un lugar con mucha luz, pero una luz cegadora en la que apenas puedes ver. Todo está lleno de una neblina espesa que te cubre hasta el pecho. No sabes que hay abajo. Da miedo moverte porque temes caer.
—Eso parece el cielo.
—Pero no lo es. Todo es soledad y silencio. Un silencio enloquecedor.
—Pero no estarás mucho tiempo ahí —aclaró Belél. Y a cambio, tendrás un buen ingreso que les facilitará la vida a ti y a tu papá.
—Ya acepté, no necesitas seguir convenciéndome. Te daré mi número de cuenta.
🌟🌟🌟🌟🌟
Herida por la actitud de Gil, Brenda regreso a Escocia después de los servicios fúnebres que le organizó a Jean Philipe. Si Gilberto quería deslindarse, lo dejaría. Después de todo, ya era un adulto. Tenía derecho a vivir su vida como mejor le pareciera. Hizo cuánto pudo, cumplió su promesa, ya no había más que pudiera hacer si él no quería.
Ahora tenía un lugar al cual llegar. Una pequeña y confortable casita a poca distancia de la de los McDonald. Y de la casa Green... Pues se la dejaría al hijo de Edward. Era suya. Ella ya no podía ni quería estar ahí. Había demasiada tristeza y recuerdos dolorosos entre sus paredes. Era hora de iniciar una nueva etapa.
🌟🌟🌟🌟🌟
Melancólico, John miraba por la ventana, esperando ver llegar a la rubia. Belél lo observaba curiosa. Seguía en su casa a pesar de que Will no estaba de acuerdo. Pero esa era otra cláusula del acuerdo al que llegaron. Belél no tenía a dónde ir y hasta que no pudiera contactar con Brenda, necesitaba un sitio donde quedarse.
Pero a quien la bruja vio, no fue a la vampiresa, sino a un tipo que reconoció de inmediato y se escondió tras John antes de que él también la viera.
—¿Que pasa? —preguntó John ante su reacción.
—Nada, nada.
—¿Lo conoces?
—No. Es que me acordé que tenía que hacer algo —Corrió al patio.
—¡Wilson está aquí! ¡Edward!
—¿Y? Solo trata de que no te vea. Y no seas tan obvia o tendrás que dar muchas explicaciones.
—No estoy segura de que no me haya visto. Pero ya lo vio a él.
—Pero no lo conoce, cálmate.
—¿Quién es Wilson? —trató de averiguar John, quien la había seguido y la estaba viendo hablar y gesticular desesperada con la nada. Otra vez.
—Es... Es alguien de quien tienes que mantenerte alejado.
—¿Tienes una foto?
—No, John, no suelo sacarle fotos a la gente que me ataca.
—Tú lo atacaste a él —repuso Edward.
—¡Porque mató a mi hermano!
—¡¿Mató a tu hermano?!
—Sí, a sangre fría. Está rondando por aquí. Tal vez ya sabe que estoy cerca.
—No es necesario alarmarlo, ni siquiera lo conoce.
—No te preocupes, estás segura aquí.
—No, John, no estaremos seguros hasta que ella venga.
—Tal vez no lo haga. Yo no la trate muy bien la última vez que estuvo aquí.
—¡Imbécil! —espetó Edward.
—¿Por qué?
—Mi padre estaba solo y ella se metió a mi casa sin ser invitada. Yo le dije que se fuera y que no volviera nunca.
—No comemos viejitos.
Belél río.
—No te preocupes, ella ya te escogió, no se va a ir tan fácilmente.
—¿Cómo qué me escogió? ¿Para qué?
—Sí, Belél, ¿para qué?
—No estoy muy segura, pero no será nada malo.
—Ella dijo que quería protegernos? ¿Sabes de qué?
—De él, de Frederick Wilson.
John no entendía nada, pero toda esa locura más que asustarlo como pensaba Edward, le parecía fascinante. Pero lo que más le entusiasmaba, era lo que la bruja le había dicho: Ella lo había elegido.
¡A él, un humilde obrero escocés! Alguien qué, hasta que la conoció, solo se había dedicado a morir lentamente, aburrido, anónimo.
🌟🌟🌟🌟🌟
Brenda giró la llave para abrir la puerta de su nueva casa. Dejo las maletas en la entrada y se quitó los zapatos para arrojarse en la cama a descansar.
Y eso habría hecho si alguien no hubiera estado ahí para impedirlo.
—Bienvenida a nuestro nuevo hogar, mi amor.
—¡¿Pero qué...?!
Wilson se levantó de la cama con parsimonia para acercarse y sensualmente, acariciar su mejilla.
—Estoy seguro de que vamos a ser muy felices juntos —susurró en su oído.
Un estruendo de vidrios rotos se escuchó en el pacífico barrio de Huntington Place, cuándo el maltrecho cuerpo del intruso atravesó la ventana del segundo piso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro