Celda transparente
Cuando la amiga de Gil se marchó, fue a hablar con Brenda.
—¿Y tu amiga?
—Ya se fue.
—Es bonita.
—Lo sé. Pero no es eso lo que me gusta de ella.
—¿Y qué es?
—Es muy interesante, inteligente, linda. En su forma de ser, quiero decir.
—¿Pero?
—Es su tío. Ese fulano no me gusta, no lo aguanto cerca mucho tiempo. Tiene una vibra extraña. Maléfica, diría yo.
—Tú también lo notaste. A mí tampoco. Además, se apareció de la nada, creo que está acechándome.
—Lo que te faltaba, un acosador psicópata, picador, mutilador.
—Bueno, la competencia a veces nos hace mejorar.
—Supe que vas a llevarte al maldito lisiado a trabajar.
—No seas grosero, Gil ¿Cómo lo supiste?
—Lo escuché hablar.
—¿Con Jean Philip?
—Solo. Ese wey está loco. Ya van varias veces que lo sorprendo platicando con alguien y no hay nadie alrededor.
—El que tú no puedas verlo, no significa que no haya nadie, Gil.
—No, pues, hasta eso le vas a justificar —hizo un puchero y cruzó los brazos, alzando las cejas.
Brenda rodó los ojos.
—Tú puedes ver cosas cuando tocas objetos, yo puedo ver eventos cuando tocó personas. Tal vez Wilson puede ver espíritus. Tu padre los escuchaba ¿Sabías eso? Nunca me lo dijo, pero yo lo vi. Y sí, parecía loquito —rió divertida.
—¿Neta?
—Y yo hablaba con tu abuela muerta, cuando era humana, allá en Boston. De no ser por ella, yo no estaría aquí.
—La locura es hereditaria. Con mi abuela dices...
—La mamá de tu padre. Diane Morgan, la única e inigualable. Una loca adorable.
—¿Y ya no hablas con ella?
—No. Espero que haya ido hacia la luz, si es que tal cosa existe.
—Si no supiera lo que sé, diría que se te fueron las cabras pa'l monte, mi güera.
—Así que Wilson platicaba con su amigo imaginario...
—¿Ves? Ni tú lo crees. Sí, estaba muy emocionado porque iba a salir contigo en la noche. Y yo acá de "Wey, vas a trabajar, no te emociones, baboso".
—Ay Gil... ¿Por qué te cae tan mal?
—Por mustio. Pone su carita de no romper un plato. "Todo lindo, todo perdonador". Deberías tenerle piedad y clavarle una estaca de una vez, se ve desde el espacio que no la va a hacer como vampiro. Hasta yo que no quiero, sería uno mejor que ese inútil.
—Tú eres especial, Gilberto. Lo fuiste desde antes de nacer, según me contó tu padre. Si hubiera sido un pavoreal, habría tenido las plumitas desplegadas cada vez que hablaba de ti. Wilson es solo un hombre común con pésima suerte. Pero debe aprender a ser uno "como dios manda".
—Mejor mátalo, va a ser patético verlo correr tras alguien en muletas para morderlo. Se va a morir de hambre, acaba de una vez con su agonía.
—Ya, Gil. No seas así, sabes que puede escucharte.
—"Me preocupa tanto". Sabe que lo detesto, no creo que se sorprenda. Además, para eso tiene a su defensora permanente. Ya me voy. Piénsalo y evítanos la pena ajena.
Wilson regresó a su cuarto antes de que abriera la puerta y se metió a ducharse, teniendo cuidado de no volver a caer.
—Tengo una duda, fantasma...¿Me ves desnudo en la ducha?
—¿Quieres que te vea? Exhibicionista. No estoy pegado a ti todo el tiempo. Tengo un radio de acción en donde puedo estar. Y obviamente, si puedo verla a ella, no voy a estar contigo.
—¿Y qué tan grande es ese radio?
—No te importa.
—¿Y qué pasa si intentas traspasar ese radio?
—Tampoco es de tu incumbencia, Wilson.
—¿Me tienes miedo o qué?
—Prefiero ser dueño de mis silencios, que esclavo de mis palabras. Ya sabes que no veo tus miserias, confórmate con eso.
—Ya no tienes un cuerpo ¿De qué te sirve verla?
—¿Y tú crees que solo pienso en sexo cuando la veo, cochino? Pienso en muchas cosas. Y el hecho de que no tenga un cuerpo en éste plano, no quiere decir que no lo tenga donde estoy ahora.
—Interesante, pero después me cuentas. Tengo que salir. Puedes venir si quieres.
—Por supuesto que iré.
Pasaban de las once de la noche cuando ambos abordaron el auto. Gil la vio irse desde la ventana. Ella lo vio ahí y sonrió. Si no supiera que era Gil, habría bajado como una loca y correría hasta ahí para encontrarse con Edward. De la sonrisa pasó al llanto silencioso. Nunca dejaría de extrañarlo, y aunque supiera que era imposible su regreso, nunca dejaría de esperarlo tampoco.
Pero Wilson sabía que ese que estaba en la ventana, no era Gil, pues si Edward no iba en el auto con ellos, seguramente estaría en su casa, aunque no por mucho tiempo. Sus almas estaban atadas de alguna manera y pronto aparecería a su lado, a menos que decidiera quedarse en la celda transparente en la que decía vivir cuando no estaba con él.
—¿A dónde vamos, señora.
—Toma el boulevard derecho hasta donde te diga.
—Sí, señora ¿Le gustaría que le pusiera un poco de música?
—Si quieres, no me molesta.
Brenda no era alguien que conversar mucho, de hecho, le molestaba que le hicieran plática con temas sin importancia como el clima y esas cosas. Prefería no hablar y mejor planear o meditar. Wilson era buen conversador, pero ella no parecía querer charlar esa noche. O eso creyó.
—¿Tiene pareja, señor Wilson?
—No.
—¿Hijos?
—No, señora.
—¿Y qué pasó? ¿Cómo fue que perdió su pierna?
—U-u-un accidente. Uno horrible con garras y dientes enormes.
—No piense que soy una entrometida, pero me gusta saber quiénes son las personas que trabajan para mí. Los vínculos son importantes. Es como otro requisito más.
—¿Por qué me dieron sangre de vampiro.
—Para protegerlo del resto. Si un vampiro lo hubiera atacado con sangre muerta en sus venas, le habría provocado a su atacante un dolor infernal instantáneo por varias horas. Por supuesto lo que pasó no era parte del plan, pero es un riesgo que siempre debemos correr.
—Esto es una locura.
—Lo entiendo, es difícil de creerse. Pero es verdad y ahora es uno de los nuestros.
—No creo que sea algo para celebrar.
—Imagino que desde su perspectiva no lo es.
—¿Si? ¿Por qué lo cree? ¿Porque soy un patético vampiro cojo saltando en muletas? Eso dijo su hijo.
—Lo escuchó —murmuró apenada.
—Eso no importa. Además, aunque me duela, es verdad.
—Usted no tiene que andar corriendo atrás de nadie, Frederick. Tenemos otras habilidades para ayudarnos a alimentarnos. Por ejemplo mi cuñado, lleva una estricta dieta animal. Se vuelve loco cuando bebe sangre humana, se deschaveta y hace un matadero sin sentido. Podría probarla y si no le satisface, que seguramente así será, pasar a la vena. Para eso estamos aquí. Yo seré su maestra ésta noche.
Si no se hubiera contenido, Frederick habría gritado como cierto personaje de serie animada, cuando vio sus tan añoradas cortinas púrpura. Ese era su nivel de emoción en ese momento.
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