Brenda miró a Gil desde el primer piso. Edward no podía creer lo que su hijo acababa de hacer.
Gil miraba desde arriba con desprecio al cadáver de Wilson, aunque poco a poco fue cambiando su expresión de soberbia a una más parecida a la de un chiquillo que no tenía idea de cómo arreglar lo que había hecho.
Respiraba agitado mientras bajaba de prisa las escaleras para llegar a donde el cuerpo de Frederick estaba tirado en una posición poco natural, con el cuello torcido, sangre escurriendo de su boca abierta combinada con saliva y otra poca de los oídos.
No había posibilidad de que se pudiera hacer algo.
Se pasó ambas manos por el cabello y se dirigió a la salida.
—Gil...
El joven la miró intentando decir algo, pero las palabras no salían de su boca, solo parpadeaba sin parar.
No era la primera vez que lo hacía, pero ésta vez, a diferencia de la primera, sintió una terrible culpa. De haber sido vampiro entonces, seguramente habría terminado apagándose.
Brenda intentó abrazarlo, pero él retrocedió y salió corriendo hasta la puerta de reja, donde Jean Philip lo interceptó y le aplicó una llave para cortar un momento el oxígeno haciéndolo caer desmayado.
—¿Qué le hiciste? —Preguntó ella acongojada.
—Lo mismo que usted, pero sin matarlo. Despertará más tarde. ¡Oh por Dios! —exclamó al ver a Wilson—. No se preocupe por nada, yo me haré cargo, madame.
Levantó a Gil cargándolo sobre su cuello como a un cordero degollado.
Horas antes.
—Bonjour, monsieur Wilson.
—Buenos días, Phil. Todos...
—¿Listo para su primer día?
—Eso espero. Espero no defraudar a nadie ¿Puedo? —Preguntó al ver la jarra con café.
—Por supuesto, adelante —dijo la cocinera y le extendió una taza.
—Gracias —agradeció y aunque dudó unos segundos, se sirvió un poco en la taza que Amelia le dio.
Jean Philip se hizo el loco y la mujer que ya sabía que la bebida estaba adulterada, también. Además, él mismo verificó que el sabor no se notara y ya con la crema y el azúcar, no iba a percibir rastro de sangre de vampiro alguna.
Por eso el mayordomo no le dio mucha importancia al hecho de encontrar muerto a su nuevo compañero al pie de la escalera.
Pero para Edward ese era el menor de los problemas. Le angustiaba saber cómo iba a afectarle a Gil lo que había hecho.
De pronto recordó lo que Cordelia le dijo una vez:
"¡Deja de hablarle tanto de esa mujer! ¡Lo vas a enfermar, igual que tú! ¡Adórala tú si quieres, pero deja en paz a mi hijo!".
Después de presenciar aquella escena que desencadenó los hechos, ahora le hallaba sentido y se sintió culpable.
Gilberto estaba muy confundido respecto a ella. Y Emily lo había notado también. Tal vez no había sido tan buena idea llevarlo a vivir ahí.
—Jean Philip, debes sacar a Wilson de aquí, él no es como todos y puede lastimar a mucha gente. Debajo de la bugambilia hay una puerta que lleva a una celda reforzada que espero que todavía sirva, si no, va a hacer un matadero. Dile a Emily que se lleve a Gil de aquí por unas horas. Si no se puede controlar...no quiero que lastime a mi hijo. También vete tú.
—Si señor.
Jean Philip obedeció de inmediato y siguió al pie de la letra todas sus instrucciones.
También les dieron descanso a los empleados por un par de días, para prevenir muertes innecesarias. Edward se quedaría con él para acompañarlo en su transición.
Brenda se llevó a Gil, aún inconsciente, siguiendo el protocolo que ella misma había implementado.
Jean Philip había sido siempre el encargado de convertir a los nuevos empleados. No podían permanecer como humanos por mucho tiempo pues era peligroso para ellos. Se les preguntaba si querían ser vampiros para poder trabajar ahí.
Si no querían, se les hacía olvidar y regresaban a su vida normal. Pero todos debían beber una pequeña dosis de "café mágico" al día, pues eso les daba inmunidad contra otros vampiros que los rodeaban, pues éstos, al beber sangre muerta, eran presas de un sufrimiento atroz por varias horas. Así se aseguraban de que los vampiros más débiles no los devoraran.
Los huesos de Frederick se empezaron a acomodar entre tronidos macabros y movimientos espasmódicos. Los huesos del cráneo sellaban sus grietas en el interior de su cabeza y el cerebro se regeneraba.
No era un espectáculo agradable a la vista ni tampoco silencioso.
Huesos crujiendo, gemidos, lamentos provocados por el dolor de volver de la muerte en esas circunstancias.
Veinte minutos después, la tortura para ambos terminó y un agotado y confundido Wilson, abrió los ojos, recobrando la consciencia y respirando el aire de su nueva vida.
Miró a su alrededor. El lugar era inmundo, oscuro, húmedo. Su pierna protésica estaba arruinada por la caída y tenía un hambre espantosa.
Sus nervios oculares y sus retinas aún se estaban regenerando, por lo que no podía enfocar del todo bien.
—¿Edward...? ¿Estás ahí?
—Aquí estoy Wilson.
—¿Qué sucede? ¿Dónde estoy?
—Estás en una celda.
—¿Por qué?
—Porque... Frederick ¿Recuerdas algo de lo qué pasó?
—No.
—Caíste por las escaleras.
—¿Y por eso estoy aquí?
—No, estás aquí porque moriste con sangre de vampiro dentro de ti... y te estás convirtiendo en uno.
—No, no, debes estar bromeando, te gusta joder, yo lo sé...
—No, Wilson. Es cierto.
—¡No! ¡Yo no quiero ser eso!
—Tienes dos caminos. Morir o aceptarlo.
—¡Pues prefiero morir!
— La puerta está abierta, la salida está allí arriba. Puedes salir a qué te achicharre el sol o morir de hambre aquí encerrado.
—¿Tú planeaste todo esto, verdad?
—No.
—¿Si no fuiste tú, entonces quien fue? ¿Ella?
—Emily es muy recta, no tiene dobles intenciones. Su error fue no advertirte que para trabajar aquí, debías beber sangre de vampiro para protegerte de los otros. Pero que estabas en constante riesgo de convertirte en uno si algo como esto pasaba.
—¡Pequeñísimo detalle! ¡¿no crees?!
—Sí, de acuerdo. Pero ya no tiene caso llorar sobre la leche derramada. Debes tomar una decisión.
—O puedo salir en la noche y matar a tu hijo —pensó.
—Si decides salir cuando llegue la noche, estás en riesgo de beber sangre y terminar la transición.
—¡Y pasar la eternidad como un maldito vampiro cojo!
—Eso es lo de menos. La decisión es tuya.
Gil despertó en la cama de un hotel. Brenda miraba pensativa por la ventana, tratando de decidir qué hacer para ponerlo a salvo.
Tal vez Wilson, al recordar que fue Gil quien lo empujó, buscaría vengarse. Y aunque fuera justa su rabia, no podía permitirlo ¿Pero qué debía hacer? ¿Ocultarlo de la manera más cobarde?
Gil no se atrevía a dirigirle la palabra, se sentía culpable, avergonzado muy sucio. Había matado un inocente, un buen hombre por un arranque de celos.
Él lo sabía, lo vio por él mismo. Pero por alguna razón —además de los celos—, le tenía mucho coraje. Había una tormenta de proporciones bíblicas en la mente del muchacho. Sus gemidos y sollozos hicieron voltear a Brenda.
Su reflejo en el espejo frente a ella, la hizo recordar a Edward, con esa misma expresión, la noche que le clavó el abrecartas a Vanessa en el cuello.
Así que así se sentía...
Tristeza, decepción, confusión. Esa lucha entre hacer lo correcto y lo mejor.
Gil no podía dejar de llorar a lágrima suelta.
—¡Basta ya! —ordenó y lo levantó de las solapas del saco— ¡Deja de llorar, que Wilson no está muerto!
—¿Qué...?
—Aunque más te convendría que así fuera, muchachito idiota —lo soltó y lo dejó caer en la cama—. Felicidades, acabas de fabricar tu primer vampiro, Gil.
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