Aprendiz
En un lugar iluminado aunque poco concurrido a esa hora, Brenda le indicó a Frederick que estacionara el auto y le pidió que bajara y la acompañara.
Ella caminaba muy rápido y a él se le complicaba seguirle el paso.
De pronto Brenda pescó por el cuello a un solitario distraído que caminaba por la acera.
—Mírelo a los ojos y ordénele que no se mueva —dijo en tanto sostenía al joven para que no huyera.
—Es un muchacho.
—Así es, es fuerte y saludable, ideal para comer de él sin ponerlo en riesgo ¡Hágalo, no lo demore más!
—No te muevas...
Dijo con un tono de preocupación y con la angustia del momento en la mirada.
—¡Más fuerte, con seguridad!
—No me haga daño —rogó el joven con el poco aire que ella le permitía respirar.
—No lo haremos, pero tendrás que sufrir un poco de incomodidad, cariño. Vamos, Wilson, su turno. Mírelo directo a los ojos y dígale que no se mueva.
—No te muevas.
—Mejor, pero aún no le cree.
—¿Aún no me cree?
—Está titubeando, Frederick —se dirigió al muchacho y con una gran seguridad le ordenó quedarse estático, para luego soltarlo. El joven no se movió.
—Observe y déme su mano...—la tomó ella misma y la colocó sobre el lado derecho del cuello del joven—¿Siente eso? Es su cena está lista. Adelante...
—¿Quiere que lo muerda?
—Si quiere comer, tendrá que hacerlo.
—Pero...
—¡Hágalo, Frederick! Solo seis tragos medianos, si no lo matará...¡Vamos, lo esperan en casa, no tiene toda la noche, señor Wilson!
—¡No puedo, lo siento, no...!
—¡Ya veremos si no!
Un siseo como de gato furioso, precedió a la transformación de ella. Mordió el cuello del muchacho, dejando a propósito escapar un poco de sangre, pero sin consumirla y lo acercó para que la oliera.
Poco aguantó Frederick antes prenderse de ese cuello para empezar a desangrarlo, pero no consiguió detenerse después de los seis tragos y le extrajo casi dos litros hasta que ella introdujo la mano por su espalda para detenerlo, halándolo hacia atrás como un muñeco de ventrílocuo, provocando con eso, una fea y dolorosa herida en el cuello de aquel joven.
El muchacho cayó al piso debilitado, a pesar de que luchaba por no moverse, tal como le indicaron.
Sacó la mano de la espalda de Wilson y se mordió la muñeca para donarle de su sangre a la víctima para que se recuperara.
El joven se puso de pie confundido. Brenda sacó un billete de quinientos y se lo puso en la bolsa de la chaqueta.
—Es para ti, guapo, gracias por tu cooperación. Vé a casa a dormir y olvida que esto pasó. Ahora puedes moverte.
El muchacho siguió su camino, abordó un taxi que pronto se perdió en la lejanía.
—¿Qué acaba de hacerme? —Preguntó Frederick adolorido mientras se le cerraba el boquete por donde ella le había metido la mano.
—Te acomodé las tripas, las tenías desordenadas.
—Duele.
—De eso se trata. Mejor que le duelan las tripas a que le duela el alma por matar a un chiquillo. Solo seis tragos le dije.
—Lo siento, no pude detenerme.
—Tiene que hacerlo, debe dominarse. Pero tranquilo, eso siempre pasa las primeras cincuenta veces.
—No creo que pueda hacerlo.
—Wilson, si no cree en lo que dice, ellos tampoco lo harán. Debe hablarles con convicción, como la forma superior de vida que es ahora.
—No sirvo para esto, debe haber otra forma o terminaré matando a alguien.
—Tarde o temprano acabará haciéndolo, sobre todo si no aprende a dominarse rápido.
—Usted lo hace ver tan fácil.
—Para mí lo fue, mi esposo era un vampiro y lo vi hacerlo muchas veces. Aprendí casi sin darme cuenta. Cuando me convirtieron fue muy sencillo adaptarme a ese estilo de vida.
—Pero para mí no lo es. Ni creo que lo sea nunca.
—Gil dice que debería acabar con usted, que jamás podrá con esto.
—Debería hacerle caso.
—¿Le va a dar la razón a Gil entonces, señor Wilson? ¿Ni siquiera lo va a intentar de verdad?
—No me importa lo que él diga. Ni tampoco lo que usted crea. Yo no soy un asesino, ni quiero empezar a serlo. Tal vez para usted sea fácil arrebatarle la vida a cuantos se le da la gana, pero yo si tengo valores.
—¡Si hay algo que me irrite más que un vampiro inútil y llorón, es uno que pretenda darme lecciones de moralidad!
—¡Si le afecta lo que digo es porque tengo razón!
—Ésta es su nueva realidad y solo tiene dos caminos, dígame si le ayudo con el segundo, porque no puedo cargar con usted para siempre.
—¡Máteme entonces! ¡Si eso quiere, hágalo! ¡Eso quería desde el principio, allá, en el hospital!
—¡No sea cobarde!
—Nunca me ha dicho por qué, qué fue lo que le hice.
—Usted lo ha dicho, soy una asesina, pero eso ya lo sabe. A veces no hay un motivo, sino una necesidad y muy pronto lo averiguará por usted mismo.
—Eso es lo que no quiero.
—¿Jamás mató a nadie siendo policía?
—Una vez, pero tuve que hacerlo, era él o yo.
—Pues es exactamente lo mismo. Son ellos o nosotros.
—¿Por qué cambió de opinión, entonces?
—Porque podemos elegir. Y yo elegí dejarlo vivir.
—¿Pero por qué?
—¡Porque quise! Volvamos, la lección terminó. Sirve de que piensa la forma en la que prefiere que todo termine.
—Debe estar bromeando.
—Yo no bromeó con eso. Usted, que es taaan moral y con taaantos valores, no soportará una vida como la mía. La única opción es terminar con su sufrimiento.
—Es usted muy cruel.
—La vida es cruel, usted debería saberlo mejor que nadie. La muerte es un regalo que estoy dispuesta a darle. Rápida y piadosa, piénselo y me dice mañana. Andando...
Más tarde, ya en casa, Frederick entró en el cuarto donde dormía y encontró sobre la cama un sobre rotulado con su nombre.
Se sentó y sacó el contenido. Se trataba de unas copias encuadernadas que Jean Philip se había encargado de arreglar para entregarlas a Frederick como Edward le pidió. Curioso, Wilson empezó a leer.
"Ahora eres un vampiro, por absurdo y raro que te parezca.
Te has convertido de un depredador, igual de peligroso e impredecible que un tigre o un cocodrilo, pero con la ventaja que da la razón y el libre albedrío. Pero en nuestro caso, si no te has alimentado lo suficiente, esa ventaja se borra conforme el hambre avanza.
En éste diario que he escrito para ti, hijo, empezaré por enumerarte esas ventajas y desventajas de las que te hablado antes, con el único fin de hacer más fácil tu transición en el caso de que no hayas tenido más remedio que tomar esa decisión".
—Eso lo escribí para Gil —le informó Edward—, ahora te hace falta y quiero que lo tengas. Léelo, te servirá para decidir, ya que eres de los pocos afortunados a los que les dieron a elegir.
—¿Por qué? ¿Por qué te portas bien conmigo? ¿Sigues con miedo de que le haga algo a tu hijo?
—Si quisieras hacerlo, ya lo habrías hecho. No te vengas a hacer el malo conmigo, Wilson. Es un regalo que quiero hacerte, eso es todo.
—Pues gracias. Aunque no creo que me sirva mucho mañana que ella me mate.
—Te está dando la oportunidad, Fred. Acepta mi regalo, léelo, analízalo y si mañana sigues pensando lo mismo, entonces no puedo hacer nada más por ti.
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