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Adiós Jean Phillip

ADVERTENCIA:

En el texto se utilizan palabras que podrían resultar ofensivas para un público sensible (suponiendo que tenga un público).

Pero con el fin de darle dramatismo, han sido utilizadas y les aclaro que el personaje es el que es racista y no yo. Por lo que no es necesario que reporten está obra.

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La última de las empleadas había regresado a casa. No estaba de más recordarles ciertas cosas para evitar desenlaces trágicos.

La verdad era qué, si no fuera porque tuvieron que convertirse en vampiros, la situación laboral de todos en la casa Green, era la mejor. Sueldo justo, prestaciones superiores, vacaciones y la promesa de retornar a sus actividades cuando la madame regresara de su viaje.

Lo único que Brenda pedía por medio de Jean Phillip, su vocero oficial, era lealtad, silencio y honestidad, y si todos cumplían con esos requisitos, estarían a salvo no solo ellos, sino cualquier miembro de sus familias. Y había que ser muy estúpidos para meterse con cualquiera que estuviera relacionado con la señora Green.

En la ciudad, todos sabían quienes eran sus empleados por medio de un pequeño distintivo, por lo que si alguno de ellos era dañado o importunado siquiera, Brenda se hacía cargo personalmente del problema.

Todo estaba ya cubierto con mantas blancas en ambos pisos, lo único que faltaba era girar la llave para cerrar y alcanzar a su madame en Edimburgo. Aunque había un detalle que Jean Phillip se esforzaba en recordar, pero no fue hasta que el detalle en cuestión se detuvo frente a él, que lo recordó.

-Frederick...

-Sí, maldito esclavo traidor, soy yo -dijo, aún apoyándose en una muleta improvisada.

Acababa de escapar de la celda donde Jean lo metió.

-Yo no soy un esclavo -aclaró sonriente, pero muy molesto en el fondo.

-¡No, eres peor! ¡Eres su pelele, su mascota fiel, su pero faldero! ¡Y nunca te va a querer!

-¿Seguro qué me lo dices a mi? ¿O te lo dices a ti? Ah, claro, tú ni a mascota llegas, porque nunca te quiso. Es más, le das lástima y mucha vergüenza.

-¡Cállate! ¡Negro hipócrita!

-¡Sí, negro, bien negro, me gusta ser negro! ¡El negro es bonito y elegante! ¡Pero hipócrita jamás!

-¡Hipócrita y traidor! ¡Fingiste ser mi amigo! ¡Me hiciste beber sangre!

-Solo quise ser amable. Y te lo dije, te expliqué como eran aquí las cosas. Tuviste la opción de irte, pero te quedaste por ella ¡Así que no me vengas!

-Eso ya no importa, igual vas a pagar...

-¿Ah sí? ¿En serio? ¿Sabes por qué madame se fue a buscar al escocés? ¡Porque tú la decepcionaste! ¡Te lo advertí, te dije que no le gustaban los débiles ni los llorones! ¡Lo intenté, Fred, juro que lo intenté, pero no sirves para esto!

-¿Edward...?

Él mismo Jean Phillip se sorprendió al notar que por unos minutos dejó de ser él.

-¡¿Acaso quiere qué me mate?! -reclamó Jean al espíritu de Edward quien salió después de eso y le extrajo energía.

De un solo golpe extrajo el corazón de Jean Phillip, qué apenas se estaba recuperando de la posesión que lo había dejado debilitado y confundido.

Lo que quedaba para completar la pierna que le faltaba, creció en ese momento y Wilson pudo sentir cómo crecía.

-Después sigue el escocés y como cereza del pastel, ese maldito engendro. Tal vez nunca me quiera «madame», pero le aseguro que jamás va a olvidarme.

Soltó el palo que hasta entonces lo había ayudado a caminar y se alejó caminando con tranquilidad cuando se percibió completo por fin.

Edimburgo, Escocia

Cómo una niña, Brenda se asomaba por la ventana del taxi, viendo todo lo que podía y no dejaba de sonreír.

Gil la miraba de reojo sin apartar mucho tiempo la vista de la pantalla de su celular.

-Ya, wera, qué pena contigo. Va a decir el señor que te saque más seguido.

-¡Me vale!

-Sí, ya ví. Te veo demasiado entusiasmada con ese fulano. Pero, ¿y si te decepciona?

-Ya veremos. Pero tengo un buen presentimiento al respecto.

-¿En serio? A ver -guarda su teléfono en la chaqueta-, cuéntame más...

-Pues no lo sé, solo es eso, un buen presentimiento.

-¿Y cuál es la diferencia entre ese wey y Wilson?

-Ay, Wilson... -blanqueó los ojos-. Pues que a este no me dan ganas de matarlo cada que abre la boca.

-¿Cómo sabes? Ni siquiera lo has tenido en frente. No lo has tocado.

-Pero qué mala elección de palabras. No mató a todos los que tocó.

-¿No?

-Ahí está Jean Phillip. Estuve a punto de hacerlo, sin embargo no pude. Es una mezcla de instinto y mis visiones. Pero con Wilson... Decidí darle una oportunidad también, aunque todo dentro de mí me pedía que lo matará.

-¿En serio? ¿Y por qué no lo hiciste?

-No estaba segura. El tipo era policía, uno bueno. Arriesgó su vida por unos niños y no vi nada que me indicara que debía acabar con él. Pensé en que tal vez mis visiones no eran infalibles, o mi instinto.

-¿Y qué vas a hacer cuando lo encuentres? Al escocés, quiero decir.

-John, se llama John. No tengo idea.

Eran las seis de la mañana del día siguiente. Mientras Brenda y Gil dormían aún en el hotel, Will movía a John para asegurarse de que siguiera vivo.

El espíritu de Edward no se había apropiado de él, pero no estaba de más verificar. Durante el chequeo médico al que lo acompañó, el médico aseguró que su corazón no estaba del todo bien y que tuviera mucho cuidado con las emociones fuertes.

Will le pidió a Edward que no lo poseyera tan seguido, pues era un riesgo para él y a John le suplicó que no luchara, tal como Edward le explicó.

-Te encantaría, ¿verdad? Te encantaría que el tipo ese se quedara en mi lugar -le respondió cuando se lo dijo.

-¡Claro que no! ¡Pero entiende que eso puede matarte, hijo!

-Tal vez sea lo mejor -jugueteó con un vaso vacío un momento.

-No, John, por favor no digas eso.

-Mi vida es un asco -cubrió su cara con las manos, la talló y luego las apoyó sobre la mesa- ¡Siento que estoy atrapado en una pecera, papá! ¡Estoy envejeciendo y no pasa nada! Nada bueno, quiero decir. Solo empeora.

-No es tan malo.

-Tú ya eres viejo. Tal vez ya no esperas mucho de la vida, pero yo sí.

-¿Por qué no buscas una novia?

-Porque nadie me quiere. Soy el amigo favorito de todas, pero no le interesó a ninguna. Ahora tu y yo estamos en una competencia para ver quién muere primero. Y Dios sabe que quisiera ser yo. A menos que algo grandioso suceda en mi vida...

Esa conversación le dolió en el alma a Will. Viendo cómo John se iba apagando poco a poco hasta el punto de no querer vivir más. Y lo entendía. Él también se sintió así muchas veces, pero las responsabilidades lo distraían.

Aflojerado, sin ganas de nada, Jonh se levantó de la cama y se fue a bañar par ir a trabajar. Tal vez sucedería otra vez. Tal vez su corazón se detendría y esa vida rutinaria tan aburrida, acabaría por fin.

Nunca imaginó que a partir de esa tarde, su vida cambiaría para siempre.

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