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Capitulo 2; Huyendo de la realidad

-¡Aurora! –los gritos de su madre la despertaron -¡Abre hija! ¡Por favor!

Se incorporo despacio y miro la puerta de la habitación, la puerta que su madre no paraba de golpear.  Pero ella no iba a abrir, no quería ver a nadie.  Miro su cuerpo despacio y su dolor se volvió intenso, solo llevaba puesta la ropa interior de la noche de bodas, la liga blanca, el encaje, los restos del vestido estaban en el suelo, bajo ella.   Recordó todo lo que paso el día que debió ser el mas feliz de su vida, se había quedado dormida en el suelo sobre esos trozos de tela que ya no significaban nada para ella.

-¡Aurora hija! –Agnes seguía golpeando mientras lloraba -¡Déjame ayudarte!

-¡Nadie puede ayudarme! –su voz salio como un rugido, un rugido del interior de su garganta.  Se levanto del suelo y miro su rostro en el espejo, la pintura desecha, las ojeras bajo sus ojos.  Incluso se daba lastima a si misma -¡Vete! ¡Quiero estar sola!

-¡Hija por favor! –Agnes no paraba de llorar -¡Escúchame! ¡Tienes que hablar con Cristian!

-¡No! –Ese nombre le causo tanto dolor que sus lagrimas volvieron a brotar de sus ojos como si fueran manantiales y su alma volvió a encogerse con furia.  Con el odio emanando de su cuerpo arrastro todo lo que había sobre el comodín lanzándolo al suelo, tiro de la colcha de su cama, abrió el armario y lanzo toda su ropa al suelo.  Todo, absolutamente todo lo que había allí le recordaba quien era, lo estupida que era y lo que habian llegado a hacer con ella.  Cogio el joyero y lo lanzo contra el espejo rompiéndolo en pedazos -¡Déjenme sola! ¡Sola! ¡Sola!

-¡Dios Santo Aurora! ¡¿Qué haces?! –Agnes se aferraba a la puerta preocupada al oír los ruidos -¡Para hija! ¡Por favor!

Aurora miro los trozos de cristal en el suelo, se agacho y tomo uno, despacio lo acerco a su muñeca ¿Se atrevería a quitarse la vida? ¿Por el? ¿Acaso el lo merecía?

-Ni siquiera mereces mis lagrimas –lanzo el cristal contra la puerta y paso las manos por su cara limpiándola –Juro que me vengare por lo que me habéis hecho.

Con la mirada repleta de odio entro al cuarto de baño, abrió la ducha de agua fría y se metió debajo, sin quitarse la ropa.   Libero su cabello de las pinzas bajo el agua y se sentó dejando que su cuerpo se limpiara, con la mirada perdida.

No volvería a ser esa estupida, una ilusa que creía en la felicidad, el amor.  Nada existía.  Ellos le habian arrebatado su esperanza, su ilusión y si algo podía jurar en esta vida es que nadie, nunca jamás volvería a burlarse de ella.   El odio recorría cada parte de su cuerpo, la furia hacia arder su sangre pero aun peor el dolor enfriaba su corazón.   Salio de la ducha y se paro ante el espejo del lavabo, se quito la ropa y allí mirando su reflejo se juro que la Aurora que todos conocían no volvería jamás.

Con un pantalón vaquero y una camiseta corta, sus sandalias y el pelo recogido en una coleta salio de su habitación.  Solo llevaba su bolso, nada mas.  Porque no necesitaba nada mas, dinero, tarjetas y por supuesto los billetes de avión.   Cuando bajo las escaleras de su casa se encontró con su madre que la miraba con los ojos llorosos, no la miro, siguió hacia la puerta.

-Aurora ¿Dónde vas? –Agnes siguió a su hija preocupada

Cuando estaba a punto de abrir la puerta esta se abrió sola y por un momento sus ojos amenazaron con llenarse de lagrimas de nuevo, pero luego recordó su promesa y estas se secaron con el fuego de la rabia.   Bárbara se encontraba ante ella, bajo la mirada al suelo sin ser capaz de verla a la cara ¿Cómo había podido hacerlo todo este tiempo?

-Apártate –las palabras de Aurora salieron de su boca con desprecio.

-¿Vas ha hablar con Cristian? –Bárbara se hizo a un lado y al fin levanto la vista, con la preocupación en el rostro.

-¿Debería hacerlo? –Cerro los ojos por un momento para ser capaz de aguantar todo esto, mientras su madre miraba a ambas llorando -¿No prefieres ir tu? Estoy segura de que te entiendes mejor que yo con mi marido.

-Entonces no era tu marido –Bárbara la miro embelesada –Y si lo que quieres es que me disculpe, no soy yo la única que es culpable.

-Tienes razón, tu eres mi hermana, solo por eso tu conciencia debería estar sucia –Aurora miro de reojo a su madre –Eso si tienes conciencia.  Pero la única culpable soy yo, por confiar.   Ahora se quienes son los que tengo a mi alrededor.

-Es un hombre y yo una mujer –Bárbara se excusaba nerviosa -¿Cómo crees que podría soportar todo el tiempo que llevaba contigo sin sexo? Yo no he sido la primera.  Esto es tu culpa, por no darle a tu novio lo que necesitaba.

-No eres mas que una zorra –Y ante la sorpresa de su hermana y su madre, Aurora levanto la mano y dio un fuerte guantazo a Bárbara.  Había dejado salir todo su dolor, su rabia. Pero aun había mas en su interior -¿De verdad crees que el ha sentido algo por ti? ¿Entonces por que se caso conmigo?  ¿Por qué me pidió matrimonio a mi en lugar de a ti, si eras tu la que le daba lo que necesitaba?  No has sido mas que su zorra, pero eso es lo que te mereces.

-Aurora –Agnes gimió ante las palabras de su hija

-No te preocupes madre –camino hacia la puerta y se paro antes de salir para mirar a su hermana -¿Lo quieres? Todo para ti, te regalo a mi marido.

El alivio recorrió su cuerpo cuando salio de aquella casa, ¿y ahora? Ahora a ser fuerte, a cambiar de vida, a demostrar a todos quien era Aurora.  La nueva Aurora.   Subió a su coche y salio a toda velocidad de allí.

Una vez en el aeropuerto la mujer que la atendió se sorprendió al ver que no tenia maletas que facturar.  Apenas quedaba una media hora para que el velo saliera, aun se sorprendía a si misma al ir sola a ese viaje.  Suponía que era una forma de vengarse de Cristian, se iba a la Luna de Miel, sola.   Y estaba segura de que una vez allí su vida cambiaria. 

¿Qué necesitaba?  Tiempo y valor, valor para ser la mujer que hasta ahora no había sido capas de ser .  Pero ahora podría.  Entro al baño y saco de su bolso el otro billete de avión ¿Qué hacer con el? Ladeo la cabeza mirándolo, saco un mechero de su bolsillo y le prendió fuego.

-Espero que seas feliz –Dejo caer el papel ardiendo en el lavabo –Porque te aseguro que yo lo seré

Y en el avión, dirección a las Fiji, ella sola.  Este era su viaje de novios, su luna de miel y sin embargo el asiento a su lado estaba vacío.  Tan vacío como estaba su corazón, como lo estaba ella.  

Jamás pensó que Cristian pudiera hacerle eso, engañarla y con su hermana. Su hermana, la mujer que había admirado durante tanto tiempo, ¿por ser atrevida? ¿por hacer lo que quería? ¿por ser libre?  Pero ahora sabia lo que era, una zorra.  Una mujer sin escrúpulos que no había dudado en arrebatarle lo mas valioso que tenia.   Pero si existia justicia en este mundo, pagaría por ello.  Ambos pagarían muy caro el dolor que le habian causado.

Porque algo si tenia claro, la dulce Aurora había muerto en el momento en que los encontró allí, en su propia boda.   Ahora no le importaba nada ni nadie, solo ella.

Al fin el avión aterrizo y allí estaba ella, en la puerta del aeropuerto, con su maleta y buscando un taxi.  Viti Levu, la principal isla de las Fiji, el mismísimo paraíso  Y ella iba a disfrutar, iba a vivir, reír, salir.  Iba a cambiar.

-¡Taxi!-levanto el brazo llamando a uno de los taxis que se paro cerca de ella, camino hacia el y cuando estaba a punto de abrir la puerta, otra mano se le adelanto.

-¡Perdón, tengo prisa! –Un hombre, alto y moreno abrió la puerta y entro al taxi cerrándola rápidamente.  Y el vehiculo desapareció.

-¡Eh! –Aurora apretó la mandíbula molesta ¿Cómo no iba ser un hombre? Todos ellos, ninguno merecía la pena.   Definitivamente odiaba a los hombres.

Después de conseguir tomar un taxi y dar la dirección del hotel al conductor Aurora saco su teléfono del bolso. Y ahí estaban, llamadas, mensajes de textos, mensaje de voz.

Su madre, su amiga y ¿el? ¿Cómo se atrevía Cristian a llamarla? Ni siquiera tuvo valor para leer los textos y escuchar los mensajes de voz, volvió a apagar el teléfono y esconderlo en lo mas profundo de su bolsa. 

-Hemos llegado señorita. Bienvenida a The Warwick Fiji –El hombre la miro con una sonrisa

-Gracias –con una sonrisa forzada pago al taxista y bajo de aquel auto, se paro frente a la entrada.  Sin duda era precioso y caro, muy caro. Claro que Cristian nunca escatimaba en dinero cuando se trataba de ella, descarado.   Por supuesto su padre no era menos, un hotel muy lujoso y todos los gastos pagados.  Pues bien, gracias, ella iba a disfrutar de todo eso.

-¿En que puedo ayudarla? –Una chica la recibió con una sonrisa tras el mostrador de recepción, en su uniforme pudo leer su nombre  Abi.

-Tengo una reserva –Aurora frunció el ceño –La suite dulce paraíso

-Un momento por favor –la recepcionista comenzó a teclear en el ordenador –Ah si, señora Montiel.  De Luna de Miel  ¿Espera a su esposo o quiere la llave?

-No hay ningún esposo –La respuesta de Aurora fue brusca y la mujer abrió los ojos y después se mordió el labio nerviosa –Y por favor no vuelva a llamarme señora Montiel

-Claro –la chica asintió –Discúlpeme, le entrego la llave –se giro y cogio la llave del armarito, después se la entrego –Espero que disfrute de su estancia en nuestro hotel

-Muchas gracias –Aurora asintió y camino rápidamente hacia el ascensor ¿Señora Montiel? No ella no era esa, no era la mujer de el.   Porque verdaderamente jamás se había entregado a el y nunca lo haría.

Cuando llego a la Suite Dulce Paraíso, una mezcla de tristeza, rencor y odio la inundo.  Podía ver todo preparado para la Luna de Miel, los pétalos de rosas sobre la cama, el champán enfriándose en la cubitera, las fresas con chocolate sobre la mesa, velas aromáticas, bombones.  Odiaba esa habitación, la gran cama redonda, blanca, con el dosel cayendo a ambos lados.   Camino hacia la puerta que debía ser el baño y como no, era gigantesco.  Ducha y bañera de hidromasaje, una gran bañera redonda, salio de regreso a la habitación y se fijo en la puerta de al lado.  Un vestidor, lo que le recordó que no llevaba nada de ropa, tenia que ir de compras.   Después de pasear de nuevo por la habitación, camino hacia la gran cristalera  abrió las puertas y salio a la terraza, las vistas eran esplendidas, el sol, el cielo azul, el agua clara, la arena blanca de la playa.

Sin duda estaba en el paraíso, sola, pero en el paraíso.

Esa era su Luna de Miel y que Dios fuera testigo de que iba a disfrutarla, por supuesto sin el desgraciado de su marido  ¡Qué Cristian se fundiera en el infierno!

 PARECE QUE AURORA ESTA MUY DISPUESTA A VIVIR SU VIDA ¿PODRA OLVIDAR TODO LO QUE LE HAN HECHO? ¿EL DOLOR QUE LE CAUSARON?  MUCHAS SORPRESAS LA ESPERAN EN ESTE VIAJE Y ESE ODIO QUE TIENE A LOS HOMBRES SERA EL DESENCADENANTE DE ELLAS   OS DEJO UNA FOTO DE BARBARA, LA HERMANITA

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