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13 ~ Inevitable ~

~No puedo evitarlo, simplemente me gustas~

Sin comprender porque Lorenzo se había ido de esa manera, Gabriela entro a su habitación y le devolvió la llamada a Oly mientras se preparaba para dormir.

−¡No entiendo que te causa tanta gracia! ¿Te estas riendo de mí, o conmigo?

−Perdón Gaby, me rio al ver tu cara. Por esta vez voy a dejar que tú sola descubras porque lo hizo.

−¿Cuándo lo voy a hacer? −pregunto ingenua.

−Cuando llegue el día en que lo hagas, vas a entender porque me rio; ese día nos vamos a reír juntas.

−Si tú dices.

−Gabriela Vargas, ¿Cuándo te he mentido? −preguntó dramáticamente, antes de cambiar de tema, sería fácil decirle que se fue así porque posiblemente tenía un bulto en sus pantalones y necesitaba bañarse con agua fría, para bajarse los ánimos. Seria divertido ver como se le iban y venían los colores de la cara, pero no la quería asustar o peor aún, que decidiera no salir con él. Necesitaba que la naturaleza hiciera su trabajo, después de todo, con un espécimen como Enzo, muy pronto comenzaría a tener las necesidades fisiológicas que tienen las personas de su edad.

Minutos después cuando Gabriela estaba ya en la cama, ambas amigas se despidieron.

La mañana siguiente, por primera vez dudo en lo que se iba a poner, y antes de salir de la habitación, se percató de que todo estuviera bien, de la punta de cabeza a sus pies. Antes de salir se aseguró de no dejar nada. Cuando se disponía a dejar la habitación, se encontró con una grata sorpresa.

Buongiorno, bellezza

−Buongiorno, attraente.

−Buenos días, guapo. −lo saludo con una sonrisa y recibiendo el café que traía para ella. Al pasárselo, aprovecho para saludarla con un beso en la mejilla y cuando estaba a punto de comenzar a caminar, volteo a verla y simplemente la abrazo, y la estrujo por un instante, como si no quisiera separarse de ella. Abrazo que ella gratamente respondió, inhalando el aroma de su perfume y disfrutando estar entre sus brazos una vez más.

−Me gustaría no soltarte nunca, pero tenemos que irnos. −hablo al momento de separarse de ella, besando su cabeza y dejando un brazo sobre sus hombros.

−Esto es algo a lo que, sin duda alguna, me podría acostumbrar.

−Yo feliz de que lo hicieras. ¡Te adoro! cosita linda.

−Quedamos en que cosita linda es algo bueno,¿ verdad? −preguntó volteando a verlo y preguntándose ¿cómo era posible que existiera el hombre perfecto, que lo tuviera abrazándola y que la mirara con tanto cariño?

−Lo es.− aseguró él, mientras se ofreció ayudarla con su equipaje, algo que ella no acepto.

−Gracia, pero tú también llevas equipaje y tienes ambas manos ocupas. Ya hiciste mucho esperando aquí y trayendo un café.

−Por ti, haría lo que fuera.

−Dime algo, ¿siempre eres así, o sólo cuando intentas conquistar a alguien?

−No hice nada que hubiera hecho por alguien más, con mayor razón siendo tú −dijo deteniéndose a mirarla a los ojos−. Mis padre me educaron bien, tanto que te puedo asegurar que sería el hombre ideal para cualquier mujer.

−¿Para cualquier mujer? −pregunto contiendo la risa, por la seguridad con la que lo dijo.

−Si, pero a mí solo me interesa una mexicana que conocí hace unos días. Tuve la fortuna de sentarme con ella.

−No sé qué decirte. −hablo honestamente, no esperaba escuchar eso, menos a esa hora.

−No tienes que decir nada, solo déjate llevar...deja que este apuesto y humilde servidor, te lo demuestre.

−No estoy muy segura de seas humilde, pero no importa, algún defecto debías tener. −menciono levantado los hombros, antes de reír al ver la expresión de él.

−Me encantas; eres directa, pero adorable.

−¿Qué tenemos planeado para hoy? −intento cambiar el tema, antes de que el color rosado de sus mejillas fuera más notorio.

−Vamos a conocer lo mejor de Tuscania en un día, vamos a almorzar en una viñedo en Chianti; en Florencia vamos a tomar un curso de pasta y tiramisú, o de pizza y galato, acompañado con vino. ¿Qué te parece?

−Genial, mucho mejor de lo que imagine. −respondió con un sonrisa.

−¿Cuál clase quieres tomar tú?

−¿Quieres que tomemos la misma o prefieres que cada uno tome una?

−Creo que es mejor si cada uno toma una y al final compartimos nuestros platillos y postre, ¿te parece? −sugirió, sabiendo de antemano que Lorenzo no tendría objeción alguna.

−Me parece perfecto. −aseguró con su encantadora y seductora sonrisa, a la cual le estaba costando demasiado trabajo resistir y dejar de verlo.

Felices tomaron juntos el tren que los llevaría a Florencia, lugar lleno de tesoros del renacimiento, entre los cuales se encuentran los museos de Galileo y de Leonardo Da Vince. Después de visitar los museos se reunieron en Villa Costanza con el grupo de personas que harían la excursión de ese día. El itinerario para ese día incluía lugares declarados Patrimonio de la Humanidad tales como: la torre Pisa, Siena, y San Gimignano.

El viaje en autobús a la primera parada en Pisa duro 75 minutos, tiempo que aprovecharon para seguir hablando sobre sus gustos, dándose cuenta de que ambos eran afines a la fotografía y a la lectura; aunque de diferente género. También hablaron sobre sus familias, sobre todo él ya que su familia tenía más miembros en ella; continuaron hablando de sus amigos y trabajo. Ahí estarían alrededor de una hora para tomarse fotos con la torre y hacer compras. Enseguida viajaron por otra hora y media para llegar a desayunar a Bodega, en donde harían una pausa, harían cata de vino y tendrían almuerzo tradicional. Una hora y media después, se dirigían al siguiente.

Siena es considerada por muchos como la ciudad medieval más pintoresca de Italia. Se encuentra en la colina Tuscana, es conocida por los pueblos de arquitectura medieval donde se puede admirar los tejados de terracota, y la magnífica arquitectura gótica y romántica de la catedral principal. además de contar con 17 distritos, cada uno con una comunidad distintiva.

El Palacio de Salimbeni, un palacio estilo gótico conocido también como el banco más antiguo del mundo. De ahí a media hora estaba San Gimignano, un pueblo en medio de viñeros , campos de trigo, y pueblos antiguos que conservan la atmosfera del siglo catorce. Sin duda alguna, la vista de todos esos lugares era inigualable, sin embargo, lo mejor de todo era la compañía Lorenzo, no sabía si la alegría que sentía en ese momento era por todos los hermosos lugares que estaba conociendo, o si era porque los estaba conociendo con de él. Se sentía muy afortunada a tener a su lado a un hombre como el, que además de parecer un semi dios, la daba todo su atención cuando ella hablaba; mirándola con admiración y devoción.

Para cerrar la tarde con sello de oro, Lorenzo y Gabriela tomaron la clase de cocina en Florencia, la cual fue más divertida de lo que ellos pensaron que seria. A pesar de que ambos estuvieron en distintos grupos, fue emocionante encontrarse buscándose con la mirada, ayudarse mutuamente amasar la masa para la piza o la pasta, sobre todo, compartir el vino que cada uno degustaba. Gabriela opto por los vinos dulces, lo cual no le extraño en lo más minino a Lorenzo, debido a que sabía que le gustaban las cosas dulces, mientras que él opto por los vinos rojos; los cuales eran muy secos y agrios para el gusto de ella.

−¿Qué los trae por acá? −preguntó una de las personas que los acompañaron a la clase de cocina.

−Luna de miel. − dijeron ambos volteando a verse en complicidad, mientras sonreían. Era el segundo día que lo decían y cada vez sonaba menos extraño. Habían acordado con anterioridad que no tenían por qué darle explicaciones a nadie, después de todo únicamente se lo decían a extraños.

−Felicidades, hacen una bonita pareja. −complemento la persona.

−Gracias. −dijo Lorenzo con la mayor naturalidad del mundo, recibiendo una extraña mirada de Gabriela.

−Lo dijo ella, no yo; además estoy completamente de acuerdo con ella. −riendo al ver que la puso nerviosa, le abrazo de lado y le dio un beso en la cabeza.

−¿Te dicho que me encantas? −cuestionó el mientras la tenía abrazada.

−Si, creo que la clase ya termino. −mencionó ella, antes de poner atención a una de las personas que dirigió la clase para concluirla.

Después de que algunas personas compraron vinos, el grupo con el que llegaron se dirigieron al autobús para regresar a Florencia.

−¿Qué fue lo que más te gusto? −quiso saber Lorenzo.

−Todo estuvo genial, pero el festival de chocolate artesanal fue algo delicioso. Creo que no voy a querer comer chocolate en varias semanas.

−¿En serio?

−¿Lo dudas?

−Qué lástima, porque compre varios. −dijo sacando un chocolate y quitando la envoltura lentamente, mientras observaba como sus pupilas delataban la anticipación de probarlo.

− ¿Cuales, a qué hora que no te vi?

−Creí que dijiste que no ibas a querer ni verlos por varias semanas.

−Eso fue una exageración −dijo acercándose a él−, déjame ver si están tan buenos como los que comí.

−Si no me equivoco, este no estaba entre uno de tus favoritos, ¿no es así? −preguntó riendo

torturándola mientras lentamente lo acercaba a su boca y disfrutaba ver la cara de sorpresa de ella.

−¿Gustas un poco? −cuestionó antes de darle una mordida y dejar parte del chocolate en sus labios.

Gabriela lo miro con una picara sonrisa, y sin dudarlo se acercó para quitarle el pedazo de chocolate de sus labios. Al hacerlo, él le dio un corto beso en sus labios antes de ella se volteará para que no la fuera a besar mientras tenía el chocolate en su boca.

−Si quieres un beso, sólo tienes que pedirlo. −mencionó sonriendo y lamiendo el caramelo que quedo en sus labios al partir el chocolate.

−Si lo que querías es que te diera un beso, sólo dilo. −dijo riendo, terminando se saborear el chocolate, imitando la acción de él para retirar el caramelo restante mientras Lorenzo la observaba; seguro de que el vino que bebió la desinhibió un poco. Rio cuando el hilo de sus pensamientos se fue por otro lado.

−Muero por besar tus labios, pero voy a esperar hasta que me lo pidas. −le recordó Lorenzo, cerrándole un ojo antes de darle el pase para abordar el autobús. Durante el trayecto, todos participaron en la plática, mientras animadamente bebían los vinos que algunos decidieron compartir. Lorenzo ingirió la misma cantidad que Gabriela, pero estaba acostumbraba a beber vino con sus comidas o cenas y era mucho más grande que ella por lo que no le hizo el mismo efecto que a ella. A pesar de eso, él disfrutaba verla tan relajada, sonriente y platicadora; lo que más le gusto fue que cada vez que volteaba a verlo, se perdía viéndolo a los ojos.

Al llegar a Florencia, Lorenzo y Gabriela se despidieron de todos y se dirigieron al hotel en donde pasarían esa noche porque el día siguiente tenían planeado visitar las aguas cristalinas de los manantiales de Saturnia, en Tuscana. El hotel que Gabriela había escogido era un hotel boutique en el centro de la ciudad, el cual tenía una combinación perfecta de lo antiguo con un toque moderno. Había reservado una habitación estándar, pero la habitación que le asignaron era la de lujo.

−Lo siento señorita, creo que hay un error, yo reserve una habitación básica, una estándar.

−Así es, y eso precio se le va a cobrar. Disfrute se estancia.

−Me gustaría registrarme. −se dirigió Lorenzo a la misma persona.

−Un placer recibirlo por acá, señor Di Santi, aquí tiene su tarjeta.

−¿Quién eres? −preguntó sorprendida Gabriela, después de que Lorenzo le informo que sus habitaciones se conectaban. 

−Un hombre afortunado, que está loco por ti, y por demostrarte cuanto me interesas.


Gracias por continuar leyendo.

Disculpas por la demora, espero que les haya gustado.

Los quiero,

Lynn Baez

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