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Capítulo 7

Un paso dentro de la casa, y la nostalgia la golpeó con fuerza. Ver la casa tal como la había dejado, con las mismas cosas funcionando sin ella, fue un golpe inesperado. Aunque había logrado estabilizar su vida en un nuevo departamento con su quinto recibo de salario, el pasado parecía no haberse movido.

Al pasar por la sala, notó el desorden de un desayuno apresurado, la televisión encendida y el ventilador funcionando. Aunque esperaba que al menos la televisión hubiera sido arreglada con su primer sueldo, no había sido el caso. Al entrar en la siguiente habitación, se sorprendió al ver los cambios. La cama de su tortuga Ceci, que solía estar bajo una mesita, había sido reemplazada por una cama de adolescente. La habitación, ahora ocupada por su sobrina pequeña Idilco, estaba decorada para una niña de once años.

Al ingresar a la habitación principal, encontró a su sobrina mayor, Barbie, dormida en su cama a pesar de ser ya pasada la hora del almuerzo. En el sofá, su madre de setenta años se veía tan dulce y joven como siempre, dormida plácidamente en el antiguo sofá de su difunto padre.

Se acercó lentamente y se sentó en el borde derecho del sofá, junto a la nueva cama de su sobrina pequeña, Idilco. Se inclinó suavemente hacia la mejilla de la bella durmiente, una mujer hermosa de cabellos negros que llegaban hasta los hombros, con algunas canas que destacaban en su sedoso cabello. Su piel, quemada por el sol, estaba adornada con algunas pecas, y su figura corpulenta y bajita se veía juvenil con unos shorts rasgados y una camiseta azul holgada.

La besó en la mejilla con delicadeza, le sonrió con amor y susurró:

-Mamita, mamá...

La señora de setenta años abrió los ojos con una dulce sonrisa al reconocer la voz.

-Brunita, qué bonito verte al despertar.

El cariño, la nostalgia y la ilusión al verla la impulsaron a abrazarla con necesidad, sintiendo la suavidad de la piel materna que siempre había sido su refugio seguro.

-Ya es casi hora de almorzar. ¿Podemos charlar un momento afuera? -preguntó en un susurro mientras se apartaba suavemente del abrazo.

La mujer aceptó, se puso las zapatillas y se levantó del sillón.

-Vamos.

La acompañó con un brazo como apoyo mientras descendían con cuidado las dos escaleras que daban paso a la sala desordenada con la televisión encendida. Al pasar, apagó el ventilador y la televisión, tratando de ahorrar energía durante su corta estadía. Aunque ya no viviera en la casa, el trauma de ser un gasto extra siempre permanecía en su memoria.

Su madre se sentó con cierta dificultad en una silla roja de la marca Coca-Cola, y ella decidió sentarse frente a ella en una butaca baja de madera.

-¿Viniste con alguien o es otro recolector de basura? -preguntó la anciana curiosa, mirando al hombre rubio rodeado de perros.

-Es un pretendiente, mamá. Y sí, me ha acompañado hoy para darte una buena noticia -dijo con una sonrisa nerviosa.

-Si es un pretendiente, quiere decir que aún lo estás haciendo sufrir por tu amor. Típico de ti. No estaré mucho más tiempo, y quiero conocer a tus hijos, mis nietos. -dijo su madre con ojos que reflejaban añoranza, aunque su rostro mostraba impaciencia.

-Si Dios te lo permite, los conocerás, mamá.

La señora hizo un gesto inconforme, pero se quedó en silencio y tomó entre sus manos envejecidas las suyas, mostrando el contraste entre la juventud y la vejez en el tacto suave.

-Bien, cuéntame de qué se trata esa buena noticia. Si has venido a contármela, es porque no es algo común y es muy grande. Es intuición maternal, estás ansiosa. Solo vienes a visitarme para contarme tus logros -dijo con una mirada de incredulidad.

-Nunca he dudado de tu capacidad receptiva o intuición. Bueno... He ganado un concurso de escritura, y el premio es una experiencia en Alemania. Tengo todo pagado, solo necesito conseguir mi pasaporte y despedirme de ustedes. -dijo inventando una excusa creíble, ya que no podía decirle que se iba del país por razones sobrenaturales.- ¡Estoy tan emocionada! Nunca había ganado una competencia así, es una oportunidad que no puedo dejar pasar.

Su madre se quedó con la boca abierta por unos minutos, y luego la abrazó con ímpetu, riendo por la noticia.

-Aunque sea las palabras que te enseñé en alemán te servirán por fin. -bromeó- Si no tendrás problemas con tu trabajo, te apoyo. Sé que te lo mereces, esto y más, mi Brunita.

-Gracias, mamá. Pero ahora que he venido, tengo ganas de llevarte conmigo...

-No, no, no. Eso no podrá ser. Aunque me gustan los viajes, prefiero verlos desde la tele en lugar de vivirlos físicamente. Ya estoy muy vieja para tanto trote -se negó de inmediato, mientras soltaba sus manos y tomaba su rostro joven entre las suyas- Ruli, tu papá, estaría tan orgulloso como yo de que puedas vivir esta experiencia sola. No necesitas a nadie más para viajar, además, siempre estarás en nuestro corazón, che memby.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, su nariz tembló y sus pestañas se humedecieron ligeramente al escuchar esas palabras. La mención de su padre y el significado de su presencia en su corazón eran profundos, y no pudo evitar sonreír con una expresión de aceptación dolorosa.

Ambas sabían que el significado era sencillo: "Si estás lejos, y no puedes verme viva, es porque me encontré con tu papá. Vivir en tu corazón significa que siempre estarás acompañada por nosotros."

-Mamá... Snif...

-Deja de preocuparte por cosas que ya sabes manejar, «no calentar un largo vivirum» -dijo con voz sabia su madre.

-Gracias, mamá...

-Eres libre ahora, solo cuídate de los peligros que veas o sientas venir. -pidió con cariño- Te amo, mi niña preciosa.

Ambas sonrieron encantadas.

-Yo también te amo, pero demasiado. -contestó con una suave risita- Ven, quiero presentarte a Elisey.

En cuanto iba a llevarla hacia el rubio, una tercera voz interrumpió.

-¿Quién es Elisey, Bru?

-Barbie... Buenas noches, señorita.

La rubia con mechas castañas y ojos color chocolate, robusta y de piel color crema, la miró con una sonrisa sarcástica.

-Tu sentido del humor no ha cambiado en estos años, por lo que veo. -respondió con un tono antipático- Has venido sin avisar.

-Es una visita rápida. Uno de estos fines de semana próximos, haré una llamada grupal por WhatsApp para despedirme de todos. -comentó brevemente.

El entrecejo de la rubia se frunció.

-¿Qué? ¿A dónde piensas ir? -preguntó incrédula y sorprendida.- ¿Quién te dio permiso para irte? Pensé que no te irías.

Madre e hija rieron.

-Barbie, ella es dueña de sus decisiones. Ganó un concurso de escritura y se irá a Alemania una temporada.

-Esperaste mucho tiempo para volver a usar la frase de papá. Pero lamento romper el chiste, esta vez no voy a escatimar en los demás, solo en mi vida. -dijo determinada, encarando a Barbie.

La rubia hizo una mueca de molestia.

-Seguramente te vas con ese rubio oxigenado de allá. ¡Dilo claramente, que te irás del país para no volver más! ¡Así lo hiciste hace dos años y me dejaste sola sin ti! -gritó con tono lastimero.

Las palabras de Barbie hicieron que la protagonista retrocediera.

-Sabes que no me arrepiento de haber salido de aquí, era necesario.

-¡Nunca te arrepentirás! Eres una persona fría y sin sentimientos. ¡Vete y no vuelvas más, si tanto quieres olvidarnos! -gritó molesta, mirando a Elisey de paso- ¡Púdrete!

Y sin más, se giró y entró de nuevo en la casa, cerrando la puerta de un portazo.

Ambas quedaron con un sabor amargo por la reacción de Barbie. La protagonista suspiró.

-No le tomes mucho en cuenta, mi niña.

-Vendré por ella en el próximo viaje.

-No es necesario que te fuerces...

-No, pero ella debe salir de aquí a como dé lugar. Ya no es la viva luz que una vez fue.

-Tienes razón, pero no es una decisión que debas tomar por ella. -dijo su madre con tristeza- En fin, vamos, quiero conocerlo. Ya lo hemos hecho esperar mucho.

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