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Capítulo 61

Viernes, 16 de agosto, 2024

Mañana sábado partimos al vuelo que se dirige a varios puertos antes de llegar a Paraguay, según Elisey estaríamos llegando el domingo por la noche a mi país natal. Eso nos daba tiempo suficiente para sobrellevar el jetjag y recomponer fuerzas para el día veinte de agosto, que sería el día que tenía acordado con la familia en visitar a papá al "Parque Serenidad", lugar donde habíamos enterrado el cuerpo de mi padre tras fallecer el veinticinco de marzo, un lugar donde todo era verde y lleno de tranquilidad, un lugar especial para él que le tenía pavor a los cementerios apilonados y funebres.

Miro mi celular y el último mensaje que escribí en el grupo familiar:

"Hola familia. Estaré de vuelta para antes del cumple de papá, cuénteme la hora de la juntada en el Parque, ¡los quiero! Y los estaré leyendo, mañana sale mi vuelo hacia Paraguay"

Claro que luego de dicho mensaje, audios de felicidad no se hicieron esperar por parte de mi madre, mientras que mis hermanos mayores aún no se reportaban, seguramente por sus respectivas obligaciones, sin embargo el mensaje de Barbie fue el que me hizo cosquillas en el estómago e hizo que una sonrisa irónica se asomara en mis labios.

«Esa mujercita jamás cambiará. Siempre materialista»dijo Astra.

Y estaba claro que compartíamos el mismo pensamiento ante el mensaje de Barbie, que decía: "Trae regalitos de recuerdo, anikena te olvidas"

—Esa sonrisa se congeló, ¿Quién ha causado eso?—preguntó una voz varonil y alemana.

«Respira, exhala y acéptalo. Ese chico no se alejará de ti tan fácil»dijo Astra.

Y sabía perfectamente porque no me pedía paciencia ni siquiera decía otra cosa que no fuera: "Afrontar la situación", detrás suyo se encontraba Elias Zachary, el delta del escuadrón de Elisey, y aquel hombre que conocí a base de mentiras.

—Alguien quién no conoces, ¿Qué haces aquí? ¿Necesitas algo?—pregunté con una paciencia limitada.

Lo escuché tensar los nudillos de sus manos, y suspirar.

—Quiero carta blanca contigo, te extraño Nunchi.

—Lo siento, pero no te necesito y con los hechos puestos sobre la mesa, realmente no te he extrañado ya que prácticamente somos extraños. Si sabes que soy la Luna de la manada, pero amigos o conocidos, ya no somos. —aclaro sin ninguna muestra de piedad, y es que la sinceridad fría que mi corazón tenía para darle.

Me volteo para observarlo, pero me encuentro con una expresión dolida, y el dejavu de sentirlo pequeño y desamparado golpea mi corazón pero luego mi mente recuerde que ese rubio castaño es igual o similar de mayor que Elisey, y ese impulso de ir a abrazarlo para consolarlo desaparece.

«Era de esperarse, tu resentimiento es igual de grande que tu orgullo, y eso que es poco frecuente.»volvió a hablar Astra con cierta diversión.

—Bru... ¿Realmente no quieres siquiera volver a esos tiempos? Donde éramos tu y yo, hermanos de cariño, y nos divertíamos juntos... —preguntó Elias.

—Ahorita no tengo mucho tiempo para ser libre como antes, ni siquiera tengo tiempo para charlar contigo, disculpame pero debo ir a ...—dije con toda la simpleza del mundo, encaminando mis pasos al puente que conectaba con la Torre de los betas.

—Déjame acompañarte... —interrumpió acercándose e insistiendo.

«No percibo peligro, no intervendré»dijo Astra.

Respiré profundo y luego solté el aire contenido de a poco.

—No tengo ganas de enojarme, Elias.

—No hace falta que lo hagas, Bruna.

Nos miramos con desafío contenido, y la molestia cruje en mi mano derecha al empuñarla, ese mechón rojo de Flama se hace presente y por consiguiente ambos guardianes aliados se hacen presente alrededor mío.

—Bien.

Elías se ríe un poco al notar a mis aliados volar a mi alrededor.

No le haré daño. —quiso decir a los Nymir Flama y Marea.— No quiero hacerte daño, Bruna. Jamás lo quise.

—Ellos no están para eso, están para absorber mis impurezas tóxicas de humor —aclaro en códigos, harta de dejar en claro que soy yo quien no lo soporta quien no lo acepta.

—¿Cómo?—preguntó extrañado.

—No lo necesitas sabes. —contesto mientras sigo adelante con mi plan.

Misión: Ir a comprar obsequios, unas flores duradera de plástico color azul y blanco para papá.

«No deberías llevarle a Bárbara nada. No es necesario caer bien esta vez, Bruna»dijo Astra al notar el rumbo de mis pensamientos.

Aún sentía como Elias caminaba a una distancia prudente a mi lado, por lo que lo dejé estar. Pensando en todo, pronto estaría en casa, en Paraguay, visitaría a papá, vería a la familia pero... En estos meses todo había cambiado, ya no era la misma Bruna, hermana, hija o tía que ellos conocían. Mi vida ya no estaba desarrollándose en Paraguay, sino que en Alemania, en la Manada junto a Elisey.

«Entonces no es Barbie quien te preocupa realmente, sino... ¿Cómo les dirás que no vivirás mas en el mismo país? Es eso, ¿Verdad?»supone Astra con una sorpresa intrigante.

Una vez ingresé al local de la tienda de recuerdos hecho para humanos, no aventureros, su nombre no lo recordaba pero solo estaba concentrada en comprar lo que necesita, no tenía tiempo que perder.

—¿Por qué flores artificiales?—pregunta Elias extrañado.

Me había detenido en la sección de flores artificiales pero cada una tenía un diseño diferente, por lo que estaba recordando cuales eran los gustos de papá, y cuál sería la que le gustaría.

—Por que no quiero que se marchiten —respondí sin dar mucho detalle.

Astra se mantuvo calmada y en silencio, mientras iba seleccionando los recuerdos para la familia, pero en esta sección parecía estar mas perceptiva.

—Entiendo... —dice Elias— por cierto, Ten...

Lo escucho decir aquello con una extrañeza, me volteo y veo que me está ofreciendo un pañuelo. Frunzo el ceño.

—¿Pero porqué...?

—Estas llorando, Luna.

Y es allí cuando me doy cuenta de que, es verdad, acepto el pañuelo. ¿Realmente no me había dado cuenta de que estaba llorando? Me limpio las lágrimas al entender que el luto aún persiste en mi alma, aún sin ser consciente de como me afecta.

—Gracias... —susurro avergonzada. Jamás estuve acostumbrada a que me vieran llorar y no era feliz que me vieran así.

Elias solo me dedica una sonrisa de consuelo, cabeceando.

—Mira, estas parecen ser sofisticadas y delicadas, casi igual de bellas que las que son naturales —dice el Delta, apuntando delicadamente un ramo de flores artificiales a tres filas de donde estaba mirando.

Estas flores artificiales combinaban rosas blancas y azules en un diseño elegante. Las hojas verdes y los tallos detallados están complementados por ramas con tonos marrones y rosados, creando un contraste natural y atractivo. De algun modo me recordó a la remera de soldeamerica de papá.

—¡Es perfecta! Gracias. —susurro casi en un sollozo, muy sensible.

Con intervención y ayuda de Elias, al final pude pagar sin problemas por lo comprado y empaquetado. Sin necesidad de llamar a mis Seelies.

[...]

Al llegar a la casa, Elisey estaba esperando nuestro retorno, pareció sorprendido al verme llegar con Elias.

—¿Se arreglaron? —pregunta con cautela el rubio de ojos celestes.

Inclino levemente mi cabeza a un lado, mientras me volteo a ver a Elias que había pedido llevar mis bolsas a modo de "ayudarme" y suspiro, sediendo pasivamente a lo que se estaba mostrando visualmente con eso.

—Podría decirse que es principio de amistad. —contesto tanteando la idea con lo que se ve— Me ayudó mucho.

Elisey pide las bolsas a su Delta, este se lo da sin oponerse.

—Perfecto, más que suficiente. Muchas gracias por cuidarla, Delta Elias —le agradece con la cordialidad digna de ser Alfa.

—Todo sea porque esté tranquila. —sonríe aliviado Elias.

Siendo así, como ese día al menos habíamos dado en paso hacia la paz. Horas después, nos despedimos de todos, dejando a Mallomy y Crystal a cargo de mis responsabilidades mientras estuviera fuera de la manada. Y aun cuando sabía que el jetlag podría ser mi peor enemigo, no supe en que momento caí en sueño pero feliz en los brazos de mi Alfa.

Ya estaba de camino a casa.

Y mi mente no tenía espacio para agobiarse por excusas.

Sé que improvisaría en el momento, en cuánto mi familia me preguntara sobre mi viaje a Alemania y mi regreso.

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