
Capítulo 36
Al quinto día, Elisey, muy a regañadientes, había tenido que dejarla. Tenía que cumplir ciertas obligaciones del día, siendo 31 de julio, el último día del mes, y como era miércoles, su rubio alemán le explicó que debía hacer un papeleo importante en la Torre Alba con los demás ancestros: Alfa, Beta, Delta y Luna. Su mirada reflejaba que el motivo era serio, pero las ganas de quedarse a su lado eran mil veces más palpables. Fue por eso que Bruna tuvo que animarlo a ir, por el bien de la manada.
Mientras tanto, ella le prometió quedarse en la torre y no hacer sus travesuras de aventurera. Esa mañana lo despidió con un beso que la dejó inmersa en un mar de emociones cálidas y románticas. Nerviosa, decidió terminar de desayunar y pasar un tiempo con Melanie y Jhon, mientras Seelie dormía plácidamente sobre su cabeza, pareciendo más una gorra que un espíritu guardián elemental acuático.
«No entiendo cómo puedes estar tan cómodo cubriendo mi cabeza», pensó tan fuerte su duda, que le pareció escuchar una risita de parte del Seelie.
«Todo tiene su razón de ser, mi señora. Un ejemplo: si su mente se sobrecalienta y su cabeza está muy caliente, es posible que su temperamento se vuelva irritable. Sin embargo, si hay agua refrescando y calmando esa cabeza, no habrá motivo para que la paciencia se agote, ya que se mantiene en equilibrio. ¿Comprende lo que quiero decir?» le explicó telepáticamente el Seelie.
Bruna asintió mientras terminaba su desayuno. Agradeció a la parejita de omegas y se retiró de la cocina con su Nutkao sin abrir y una cuchara en mano. Hoy se lo comería antes de que venciera. Se dirigió al ascensor, oprimió el botón para que este viniera, entró a la cabina y pidió ir al tercer piso: la biblioteca general. Era momento de informarse o se volvería loca de tanto estar sin hacer nada.
Si no podía salir, al menos debía nutrir su mente con algo interesante. Como había pedido vacaciones de su trabajo de escritora, mucho no podía hacer. En fin, al salir del ascensor se encontró con una amplia biblioteca. Parecía que no había acceso a escaleras, solo por medio del ascensor se podía ingresar. Las ventanas del sector eran rectangulares y pequeñas, y al igual que toda la biblioteca, quedaba claro que estaba ubicada dentro de la torre circular, ya que parecía envolver al ascensor junto con la colección de libros.
Al dar la vuelta al ascensor, hacia la pared posterior, se dio cuenta de que había dos pequeñas habitaciones privadas que se entrelazaban con dos runas claras: Alfa y Luna. Comprendió que allí podía haber mucha información que debía aprender, pero en cuanto intentó ingresar... rebotó contra una pared invisible, como si no tuviera acceso.
—Qué extraño.
«Oh, eso tiene explicación», pensó Seelie, y su voz etérea pareció resonar como una segunda consciencia en la mente de Bruna.
—¿Cómo cuál? —preguntó, tocando con curiosidad esa barrera, disfrutando de la dicha de observar las ondas que reaccionaban ante su contacto, evidenciando el acceso restringido.
«No estás marcada como Luna, ni presentada oficialmente. Hasta que las runas no te reconozcan, no tendrás acceso a esa información específica», aclaró nuevamente el Seelie acuático, con esa voz etérea en su mente.
—Maldito sistema que no puedo obviar —se quejó infantilmente, frustrada. Quería saber más sobre su puesto como Luna, y aunque entendía el sentido de la restricción, no podía evitar sentirse una intrusa. Era su culpa por no haber cedido al enlace carnal de buenas a primeras.
«Tenga paciencia. No falta mucho para que ocurra su reconocimiento como Luna», aconsejó el Seelie, optimista.
—Gracias por intentar hacerme sentir mejor, Seelie.
La criatura etérea y acuática hizo un sonido burbujeante, acompañado de una leve presión en su cabeza, como si la estuviera abrazando de manera afectuosa.
—Yo también te quiero —dijo Bruna, agradecida y cariñosa. Mientras sostenía el Nutkao en su mano derecha y la cuchara descansaba sobre la tapa de la taza de chocolate blanco y negro, se escuchaba un suave tintineo por la fricción entre la mano, la tapa y el metal de la cuchara.
Se acercó a una mesa circular, donde había a su lado un pequeño sillón de una plaza y, no muy lejos, un sofá que parecía cómodo para recostarse si lo necesitaba.
—Es curioso cómo esta torre tiene tanto por dentro pero no se muestra mucho por fuera... mágicamente hermoso —reflexionó en voz alta, mientras dejaba su taza de Nutkao sobre la mesa e, instintivamente, se dirigía a buscar un libro. Aunque Seelie la ayudaba con la traducción del idioma, de otra forma estaría completamente perdida.
Pronto encontró el libro que necesitaba. Su título decía: "Antecedente Histórico. Manada Rudeltlantik." Imaginaba que allí encontraría información detallada de los ancestros o sucesores que había tenido el pueblo en relación con la manada. Aun así, le surgieron algunas dudas: ¿En qué año se originó la manada? ¿Quién la fundó? ¿Seguirá vivo o estará descansando en el cielo? ¿Tendrán nombres interesantes o difíciles de pronunciar? Y por encima de todas sus dudas, emergió una más... ¿Cuántas generaciones tendría la manada y en qué posición se encontraba Elisey dentro de todo esto?
Sin pensarlo dos veces, agarró el libro y se sentó en el cómodo sofá de color azul celeste. Lo abrió con cuidado, y un escalofrío recorrió su médula espinal. Empezó a leer, extrañada por la reacción de su cuerpo al contacto con ese libro medianamente grueso, que ahora reposaba en su regazo mientras adoptaba una postura curvada para leerlo.
❝El pueblo Rudeltlantik se fundó alrededor del año 224 d.C., ubicándose cerca del río Elba, en Alemania. Cada habitante licántropo vive aproximadamente 600 años y tiene hijos cada 6 años.❞
—¡Hijole mil! Como que sí parece legendaria esta manada —susurró sorprendida al leer el año 224 d.C.—. Había dicho en broma eso de tener hijos al cumplir seis años de conocerlo... ¡Era una estimación máxima, ironía inclusive!
«La corriente sabia, parte de la naturaleza domadora, cobró sentido cuando lo mencionaste. No fue un pensamiento inconsciente, era todo lo contrario, mi señora», comentó el Seelie.
Ella asintió, entendiendo sus palabras. Siguió leyendo la página con el ceño fruncido, aún asombrada por la intuición que la movía a decir cosas que parecían estúpidas, pero que resultaban tener más sentido de lo que pensaba.
❝Así, de las 3 generaciones de 100 sucesores que han existido hasta el año 2024, se ha formado una población actual de 1.010.100 individuos a lo largo de 1800 años. Muchas de las generaciones anteriores, incluyendo Alfas, Lunas, Betas, Deltas y Omegas, siguen vivas debido a su longevidad de 600 años. La manada ha continuado creciendo en conocimiento y adaptándose para crear un ambiente óptimo.❞
—¡Doble hijole de mil! No son muchísimos, pero... ¡vaya que impresiona! Que haya abuelos y abuelas de esos puestos en la vida de tantos nietos sucesores... wow. Impresionante —pensó en voz alta, encantada por los primeros párrafos—. Aunque es bueno saber que no se quedan estancados en el conocimiento del pasado y siguen mejorando conforme pasa el tiempo.
«Este libro se adecua a quién lo lea. Se actualizó hasta hoy porque recién te acoplas este año. Por lo que, probablemente sea solo una estimación de población. En otoño vendrán más cachorros, ya que solo hay dos épocas de celo: primavera y otoño»explicó Seelie como un dato curioso para ella, domadora y futura Luna de la manada y del pueblo.
—Estamos en verano... No falta mucho para esa temporada —comentó tragando saliva, nerviosa al comprender el motivo del autocontrol que el Alfa Elisey tenía al no consumar el lazo y reclamarla como Luna. Sentía sus mejillas arder.
❝El primer fundador Alfa de la manada en Alemania, que promueve la aceptación de criaturas mestizas y la diversidad de sangre pura y mestizaje, fue Alaric Greifenstein. Nació en el año 170 d.C. y fundó la manada Rudeltlantik a los 54 años, en 224 d.C. Sin embargo, fue herido en combate en el año 670 d.C. y murió a los 500 años.❞
—Su apellido me suena al enemigo de Perry el ornitorrinco, Doofenshmirtz —comentó divertida, consciente de que ni siquiera podía pronunciar correctamente el apellido—. Aunque es triste que haya fallecido antes de ver prosperar los frutos que sembró, pero luchó hasta el final por la manada. Eso es algo que siempre se debe recordar.
«Desconozco el origen de su comparación, mi señora, pero tiene razón. Al fundador lo tienen en lo alto de la gloria por sus batallas y dedicación. Salve Alfa Alaric»respondió Seelie, algo confundido por su actitud risueña, pero manteniendo el respeto al fundador, como si pudiera estar presente y escucharlos.
—Dios lo guarde, al Alfa Alaric —dijo Bruna, continuando con su propio respeto hacia el difunto fundador, siguiendo el tono solemne de Seelie.
❝Su primer sucesor, Lukas Greifenstein, nació en 225 d.C. y murió en 825 d.C. a los 600 años. Lukas expandió el territorio a 15 kilómetros cuadrados mediante una victoria en batalla. El sucesor número 50, Gustav Greifenstein, nació en 525 d.C. y logró una alianza elemental con la bruja del elemento Agua, Nerida Hans mediante un matrimonio.❞
—El nombre de la Luna de Gustav suena como el de una ninfa. Qué bonito, me gusta ese nombre para una hija mía —comentó conmovida, aunque buscaba más información acerca de esa alianza. Parecía que el libro no profundizaba mucho en el tema—. Entonces, a partir de este sucesor se creó el mestizaje en la manada, me imagino... Si ella fue bruja, quiere decir que Elisey, ¿también lo es?
Siguió leyendo las siguientes líneas, completamente absorta en el libro, olvidándose de todo a su alrededor, incluso de su dulce que reposaba en la mesa.
❝Esta alianza permitió crear el primer licántropo con habilidad elemental y promovió leyes justas para el mestizaje. Gustav expandió el territorio a 35 kilómetros cuadrados, aunque sufrió la pérdida de su primer nieto, Emil, quien murió joven a los 18 años al sacrificarse por la manada en una lucha contra lobos exiliados.❞
—Uff, pobrenanga Gustav, su nieto no merecía morir tan joven. Tenía una gran vida por delante —murmuró, poniéndose en los zapatos del Alfa y Luna—. Pero veo que todos luchan con todo su valor y protección inconfundible de hombres lobos.
❝(...) El sucesor número 100, Alexander Greifenstein, nació en 819 d.C. y murió en 1419 d.C. Alexander amplió el territorio a 45 kilómetros cuadrados, aunque falleció tras perder a su Luna humana durante el parto de su primer hijo, Leonard.❞
—Mis respetos, el Alfa Alexander y la Luna, tienen todo mi respeto. Aunque ella hubiera sido perfecta para guiarme en el camino de ser Luna —susurró comprensiva ante el embarazo complicado que debió tener—. Oye, tiene el nombre similar del Beta Leo.
«Muchos de los rangos de la manada honran a sus difuntos ancestros al portar sus nombres. Probablemente hasta tu Alfa tenga la misma costumbre», comentó el Seelie acuático.
Asintió, curiosa ante ese dato, y siguió con su lectura.
❝Leonard Greifenstein, primer y último sucesor de Alexander, nació como el primer sangre pura en mucho tiempo, en 825 d.C., y murió en 1425 d.C. Con su linaje vinieron muchos sucesores siendo licántropos de sangre pura.❞
—Vaya, ¿entonces se perdió el linaje mágico? —se quejó desanimada, pensando en que no podría ver a Elisey como un brujo.
❝El último sucesor Alfa de la segunda generación, Benedict Glacius, nació en 1419 d.C. A los 100 años, formó una alianza con el Elemento Hielo, estableciendo un decreto de paz con La Gran Lechuza Ice para respetar y vivir en armonía en territorios nevados. Benedict murió en 2019 d.C., a los 600 años, tras contagiarse de COVID-19 y perder a su Luna, quien fue asesinada por un cazador.❞
—Ahora comprendo lo que decías sobre que se actualizó por estar en contacto conmigo. El Covid pegó duro también en la manada... —susurró cohibida, sintiendo sus propias pérdidas al recordar ese año doloroso.
Intentó seguir leyendo, enfocándose en las páginas para no dejarse llevar por los recuerdos.
❝Hermann Greifenstein es el primer sucesor Alfa de la tercera generación, nacido en 1425 d.C. y actualmente tiene 599 años. El primer gran hito histórico de la manada Rudeltlantik fue el nacimiento de la primera sucesora Alfa, Anna Rudeltlantik Niche, en 1467. Anna, la octava sucesora de la tercera generación, encontró a su Luna a los 117 años. Su Luna, Jeff Zickerman, es el primer licántropo hombre en convertirse en Luna y nació en 1465, por lo que tiene 550 años.❞
—Wow, este gran suceso literalmente hizo el gran boom seguramente. La primer Alfa de todas las generaciones masculinas —dijo en un murmullo de puro júbilo y emoción.— Entonces, a eso se refería la Alfa Anna con decir que su Luna también había sido inexperto como yo. Seguramente toda la vida de la Luna Jeff fue ser algún rango menor que el Alfa y de repente ser condecorado como Luna debió ser algo difícil de digerir.
«Le cuesta ceder ese lugar por lo mucho que le costó adaptarse. Es el mejor en su puesto como Luna,» expresó el Seelie.
—¡Finalmente he llegado donde quería leer!—chilló con gracia y diversión en un tono suave al llegar al punto donde el encanto alemán llegaba al mundo.
❝En 1641 nació Elisey, sucesor número 37 de la tercera generación, que actualmente tiene 380 años en 2024. Recientemente, Elisey formó una alianza amistosa con un licántropo de linaje directo del Brujo Elemental Fuego, estableciendo una poderosa alianza.❞
—Entonces Elisey es el sucesor 37, y antes de llegar a Paraguay estuvo por Argentina... —se divagó intuitivamente, buscando alguna respuesta en Seelie que confirmara sus sospechas.
«Exactamente, hay criaturas mágicas en Argentina, el Seelie Flama los guía y protege. Lo intuiste perfectamente, mi señora,» expresó divertido el Seelie, siempre tratándola con respeto.
—Entonces Argentina tiene una manada de licántropos, ya veo. ¿Te sabes el nombre?—preguntó curiosa.
«Por supuesto, son conocidos como la Manada Colmillos del Austral, está ubicada en una zona que comparten con Chile,» contestó Seelie.
—¿Y mi país tiene manada?—preguntó curiosa.
«Aún no se ha registrado ninguna manada en Paraguay. Pero se han estado esparciendo rumores de que existe, aunque solo las Hadas lo mantienen en secreto,» le contestó Seelie.
—¡Qué injusto! ¿Por qué siempre debemos ser así?—se quejó infantilmente.
Seelie burbujeó, como si se estuviera riendo de la actitud infantil de Bruna ante temas nacionales.
—¿De qué te estás quejando, mi Luna?—preguntó el Alfa Elisey al entrar en la biblioteca general, con una charola de comida en las manos. El aroma que desprendía despertó el hambre en Bruna, quien estaba tan absorta en su lectura que no se percató de la presencia de Elisey.
—Seelie me dijo que Argentina tiene manada de lobos pero mi país no.—refunfuñó resentida—Eso solo confirma que Paraguay siempre está perdido del mundo sobrenatural, no solo de conflictos que otros países conectan entre sí. Somos los más antisociales.
Elisey se acercó a ella con una suave sonrisa, preocupado por el estado en que la encontraba.
—Bruna, el hecho de que no se aviste una manada o no lo tengamos registrados no quiere decir que no lo haya.—recalcó Elisey, tratando de animarla y confortarla—En vista de que parece que te has quedado leyendo ese libro y no has escuchado la campana del almuerzo, te he traído para comer un poco.
Al escuchar esto, Bruna sintió pena al darse cuenta de cuánto tiempo había pasado.
—Me absorbió la información interesante. No escuché... ¿Qué hora es?—preguntó apenada, mirando a Elisey con ojos preocupados.
—Más del mediodía. Me preocupé en cuanto supe que no volviste a bajar a vagar por la cocina. Tu voz y corazón me guiaron a saber dónde te encontrabas, señorita estudiosa—contestó Elisey con una suave sonrisa, mientras dejaba la charola con comida en la mesa y se inclinaba para darle un beso en los labios.
—Mmm... Ya veo. Comamos juntos, por favor, Elisey.
—Si es lo que deseas, sin problema—la complació el Alfa alemán.
—¡Gracias!—exclamó encantada, dejando nuevamente el libro en su lugar para evitar que se manchara. Luego retomaría la lectura.
Así, ella y el Alfa pasaron otro día agradable. Cada día se sentía mejor que el anterior.
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