Prólogo
Un veinte de julio, Irina Axel murió de una manera nada pacífica en su casa, tras ser absorbida por su propio don.
Él sabía a la perfección que ella caería fácilmente en su trampa, la conocía lo suficiente para saber que no resistiría no cumplir su rol como guía, o Valkiria como ahora las llamaban. Reunir almas oscuras para poder contaminarla no fue difícil, un Guía oscuro como él tenía la capacidad de sobra para hacerlo.
Ahora, lo importante era su nieta. La pequeña Morgan Knight. Una niña que en ese momento no era importante, pero sería un problema en un futuro.
Entró al salón donde velaban a Irina, donde varios Guías estaban dando su pésame a su familia. Busco con su mirada a Morgan, y cuando la encontró esbozó una sonrisa. La niña de cinco años estaba junto a otra que supuso era su hermana mayor. Tenía los mismos ojos grises de su abuela, de un color tan particular que parecían violetas dependiendo de la luz. Su cabello era rubio, y tenía la típica característica de los Guías: su cabello tenía algunos mechones violetas. El mismo tenía su cabello grisáceo, pero había teñido para evitar ser reconocido. Tenía puesto un vestido blanco al igual que el resto de los asistentes, y él recordó las palabras de Irina
El día en el que muera, pediré que todos estén de blanco, porque como guía nuestro don nos muestra que la muerte no es oscura, sino una luz blanca que te lleva al paraíso
Río al recordar esas palabras, y se acercó a Morgan. La niña veía alrededor con curiosidad, buscando algo. Supuso que esperaba ver a su abuela, pero eso no sería posible. Cuando un guía moría, tenía entrada libre al paraíso sin problema alguno. No podía vagar por el mundo.
Finalmente, ella le dijo algo a su hermana y está asintió. Se alejó y corrió hasta donde estaban los baños. Supo que era su oportunidad. La siguió a paso lento para no llamar la atención y se paró cerca de la puerta, esperando que ella saliera. Espero unos minutos hasta que sus pasos se escucharon de vuelta, y él entró de golpe, haciendo que ella chocara contra él. Esta cayó al suelo y se frotó su frente. Él se acercó a ella y se arrodilló frente a ella para ayudarla, y noto aquello que tanto buscaba
El Tapiz del Destino colgando en su cuello.
Un collar que se les daba a los niños guías al nacer. Un collar que los marcaba, pero que él no necesitaba que ella lo tuviera.
-Disculpe-balbuceo Morgan parándose y viéndolo nerviosamente. Tenía sus mejillas sonrojadas, y él casi rio. Casi.
-No te preocupes nena-él respondió y sin que ella lo notara, soltó a una de sus almas. Este marco una sombra tras de él y Morgan la siguió con la mirada
Sin darle más atención, ella corrió. Aprovechando eso le puso zancadilla haciendo que caiga de frente y su collar saliera volando de su cuello. Él se apresuró a ayudarla a pararse, y volvió a tomar el alma. Morgan nuevamente corrió y salió del pasillo, dando una mirada rápida al salón para suspirar desolada. Sin verlo de nuevo, se alejó.
Se quedó ahí esperando que ella volviera con su familia, y observo el collar en su mano.
Uno niño menos para cumplir sus planes
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