6. Tu fuerza es tu sentencia
Anjali me lleva por el pasillo y salimos a lo que parece ser una aldea en forma circular, en el centro hay una glorieta con árboles, el cielo nocturno brilla por encima de todo, las casas cuelgan incluso de los árboles, alumbradas por linternas de aceite, en las calles hay miles de personas realizando actividades ordinarias y típicas, comprar cosas en puestos ambulantes, caminar por el suelo terroso, platicar en grupos, entrar y salir de edificaciones más grandes pero todo se siente mal, la atmósfera es pesada y tortuosa, y acompañando la escena se escucha una música discordante a bajo volumen la cual alcanzo a escuchar por la cirugía que me hicieron en mi oído izquierdo hace algunos años.
Las personas que están cerca de nosotras se apartan casi con miedo para que pasemos, aún escucho un par de murmullos sobre mí, uno en especial capta mi atención, el color de la voz no me deja decir si es mujer u hombre pero está cargada de vida: "Haced silencio, esos ojos lo que tienen es hambre no vergüenza"
Hambre. Es un termino interesante, puede haber hambre de muchas cosas, hambre de justicia, de venganza, el ansia de lograr algo y no descansar hasta conseguirlo.
—Tu mente está muy lejos—me dice de repente la voz más hermosa y furiosa, Anjali no me ve, pero su mano tiene una terrible determinación—. Por hoy, no harás ninguna prueba, conocerás un poco mejor a tus sanadoras, hay cosas que solo ellas te pueden contar.
Seguimos avanzando hasta una edificación que solo puede ser comparada en tamaño y majestuosidad con un palacio, las paredes hechas de piedra sólida y dura, la escaleras dan a una puerta forjada en hierro con la decoración de espinas y un par de esculturas de leones custodian la entrada.
Anjali me lleva por las escaleras que siento resbaladizas, su mano negra abre la puerta con firmeza y veo el interior, un pasillo extenso con cuadros en las paredes y antorchas, y miles de puertas que deben dar a infinitos lugares.
—Sígueme—dice Anjali y me lleva derecho hacia una antesala de piedra, no hay muebles ni nada que demuestre personalidad, en el centro están las tres mujeres que ya había conocido, las tres van vestidas de blanco y parecen ansiosas.
—Las dejo a tu disposición, yo debo de encontrarme en la sala de hierro—dice saliendo hacia otra puerta. Es cierto que le pidió a Sameer encontrarse ahí.
—Seguramente te sientas perdida, ¿no corazón?—la mujer regordeta y tierna posa su mano en mi codo y me empuja cariñosamente hacía las otras dos—. No te apures. Estamos de tu lado.
¿De mi lado? ¿Qué es esto? ¿La tercera guerra mundial? No puedo ni digerir el hecho de que ahora mi vida peligra por obra y gracia de una situación divina y ya me están diciendo que tengo aliados y enemigos. Vaya forma de tranquilizar a una persona.
—Mi nombre es Pecora—me dice con un leve acento extranjero—. Canción desde hace cinco generaciones.
La mujer que parece estar hecha de ramas hace una reverencia en mi dirección haciendo que su cabello del color de las hojas de menta caigan sobre su rostro antes de levantarse.
—Yo soy Laurel, canción desde hace tres generaciones—su voz es la misma de la que me tocó el rostro cuando tenía los ojos vendados. La última de ellas con esos ojos dorados me extiende una mano larga y fina con uñas largas.
—Yo soy Selvaggia, canción desde hace cinco generaciones.
Le tomo la mano a Selvaggia con cautela y ella me regresa el apretón, su boca no curva ni una sonrisa.
Las veo a las tres y por un momento, me siento forastera y al siguiente inundada de preguntas y con sed de respuestas.
—¿Cómo... Funciona esto, esto de las canciones?—pregunto con la voz entrecortada pero más calmada. Las tres se dirigen una mirada que desborda preocupación y me atrevo a decir que miedo.
—Cuando fallas La Prueba, la comandante te lleva al salón de las musas—explica Laurel con voz urgente—. Ahí se encuentran todas las canciones que han existido en Somnum.
—Una vez ahí, ella toma un frasco nuevo—la voz de Selvaggia tiembla buscando las palabras menos dolorosas—. Ella extrae tu alma, el frasco la recibe y entonces crea una especie de niebla que se cuela en tus pulmones, la canción se crea a partir de tu historia, tus deseos y tus recuerdos.
—¿Pero qué pasa después? ¿Cómo las conocemos nosotros?—le pregunto, mi mente parece un torbellino ahora mismo.
—La comandante realiza una ceremonia de autenticidad, convirtiéndote en habitante de Somnum y, así, tú te presentas como una canción para el mundo.
—¿Y te quedas aquí por siempre?
Las tres asienten y siento un golpe más en mi pecho, no sólo puedo perder mi vida, si fallo La Prueba, aunque siga respirando perderé a mi antigua vida, mis sueños, mi trabajo, mis amigos, todo se irá tan rápido como llegó.
—Está bien, solo no debo fallar ningún desafío, ¿cierto?—estoy hablando más conmigo misma que con ellas abrazándome el vientre, si es para quebrantar mi voluntad entonces La Prueba será un infierno, un verdadero infierno del que me será muy difícil escapar sin ser quemada.
—Quisiéramos ayudarte—dice Pecora con ojos tristes y sé que lo dice de corazón—, pero La Prueba cambia dependiendo de cada quien, nunca son los mismos desafíos y jamás son las mismas respuestas.
Asiento hipnotizada y aturdida, luego de escuchar el "querer ayudar" seguido de un "no" mi cerebro bloqueó el resto de la conversación.
—Si esto es anual entonces cómo es que... allá—no me dan las palabras para decir "en mi mundo" me da miedo el pensar qué hay una división espacio temporal de tal magnitud que amerita un nombre—...jamás nos hemos enterado de esto.
—Desaparecen muchas personas diariamente en todo el mundo dulzura—me responde Pecora paseando su mirada por el suelo irregular—, a todas horas, niños, mujeres, ancianos, se esfuman para nunca más ser vistos por sus familias de nuevo, una desaparición más no le importa a nadie.
—Además de las reglas—Selvaggia se ve algo preocupada detrás de ese salvaje color de ojos. Ella suelta un resoplido y junta aire de nuevo al hablar—. No le puedes contar a ningún amigo o familiar sobre esto.
Aunque era algo obvio no puedo evitar sentirme violenta, privarme de tal derecho, el derecho a la expresión por simple capricho. Hace que me enfurezca.
—Y qué si desobedezco, conozco al menos a una persona que me creería—digo desafiante, en realidad no creo que pueda convencer a nadie tan fácilmente pero siempre se me ha dado muy bien la labia.
—Oh, no quieres hacer eso—responde Selvaggia—. Un habitante iría y le haría mucho daño, puede que hasta el punto de desaparecerla y ya te lo dijeron, una puñetera desaparición más no le importa a nadie
Me estremezco al oír eso, así que eso es todo, no me podré sincerar con otra persona. Nunca. Cargaré con esto sola hasta que gane o pierda y sabrá el carajo cuanto tiempo tomará.
—¿Saldré muy herida?—pregunto cambiando el tema con nerviosismo, Lenizah tuvo una época en la que fue aprendiz de un doctor muy amigo de su hermana, si los desafíos son peligrosos y ninguna de mis curanderas puede borrarme las marcas, ella lo notará de inmediato y puede que se imagine mil cosas, que me corto, que me uní a una pandilla o que me amenazan. Pero no la verdad, jamás la verdad. No sabría cómo lidiar con eso.
—No podríamos decirte—habla Laurel con las palabras secas—. El riesgo que La Prueba decida para ti, puede ser muy severo si tienes la fuerza suficiente para ganar, tratará de corromperte y destruirte, pero no sabemos cómo ni cuánto.
Esa respuesta me sienta más amarga que el veneno. De repente Pecora y Selvaggia sueltan un grito ahogado y caen de rodillas al suelo; Pecora se cubre el rostro con sus manos regordetas mientras que Selvaggia coloca ambas manos en el suelo y gruñe como si fuera un animal salvaje rechinando los dientes.
—¿Qué ocurre?—pregunto asustada por la forma en la que se derrumbaron, Laurel está perfectamente serena e incluso diría que un poco entristecida.
—Suenan su canción—responde sin más, como si fuera lo más normal, y me temo que para ella es posible que sí—. Cada que tu canción es cantada en el otro mundo, sientes dolor. En diferentes manifestaciones. En diferentes magnitudes. Es más insoportable si has pasado más tiempo aquí.
Me estremezco al ver a las dos en el suelo, temblando y sufriendo sin que yo pueda hacer nada. Sin que nadie las pueda frenar del dolor. Ese es mi futuro si no salgo de aquí, si no lucho contra La Prueba y me dejo romper. Creo que jamás en mi vida he tenido tanto miedo.
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