5. Su pesadilla, nuestra tortura
El silencio ensordecedor ruge en mis oídos y mi nariz aspira el olor inconfundible de la tierra mojada y el barro. Por ahora no tengo más que esos dos sentidos agudizados pues mis ojos están vendados o quizá inservibles y mis manos cubiertas por un par de guantes aunque no reconozco la tela.
Mis últimos recuerdos vagan de un gato negro a un dolor infernal en mi ojo derecho, luego no hay más que oscuridad y un cansancio descomunal.
Me encuentro en un lugar que no conozco y no me atrevo ni a moverme de lo que yo supongo es, una cama donde estoy recostada; escucho murmullos cerca de mí aunque no distingo una sola palabra, por el timbre de voz me atrevo a decir que es una mujer.
—¿Ya despertó?
Sí, una mujer sin duda alguna. Oigo un rechinido de una puerta abriéndose y un par de voces ansiosas y agudas balbuceando. Escucho pisadas y luego siento un peso a mis pies.
El terror me hace retorcerme como si me quemara y siento una mano ponerse sobre la mía.
—Hey, tranquila, no te haremos daño.
Aunque sus palabras se oyen sinceras no me fío, nadie lo haría. Siento la mano de la mujer viajar a mi rostro y acariciarme la barbilla murmurando lo suave que tengo la piel.
—Que labios tan delineados—escucho que dice otra voz—. Parece que se los han dibujado con pincel.
Todo me da terror y coraje pero estoy tan congelada de miedo que no puedo ni hablar, no ver es uno de mis mayores miedos, te deja a merced del mundo.
Un par de manos más me toman por los brazos y me levantan de donde fuera que estuviera sentada luego empiezan a caminar conmigo hacia dios sabe dónde.
—Laurel ¿no crees que deberíamos lavarla primero?
—No. Ella la recibirá sin peros, y está mucho más presentable que otros que han venido.
Siento que atravieso el umbral de una puerta y me llevan con empujones cariñosos hacia adelante, sin mi vista no sé nada, me siento perdida, una intrusa.
—Ábrela.
Oigo que una puerta se abre, por los quejidos del esfuerzo debe de ser muy pesada. Me pasan por esa nueva puerta o portón y escucho un millar de voces, mezcladas de alguna forma con un silencio sepulcral. «Mira esa pobre alma, se ve tan mal» «Qué guapa que es» «¿Porqué le vendaron los ojos?»
Las frases siguen y siguen hasta que las manos que me llevan me sientan y yo caigo de rodillas en el suelo, por alguna razón es mi piel la que lo toca. Mi alma se oprime de repulsión, entiendo todo, me han raptado ¿cierto? Una de esas crueles historias donde se llevan a las chicas y las vuelven esclavas sexuales o algo peor. Escucho que un martillo golpea una superficie y todo se calma. Espera, ¿un tribunal?
—Mi Señora—dice la voz de la mujer que me acarició el rostro, creo que empiezo a hiperventilar.
—Quítenle las vendas.
Es la voz más hermosa y furiosa que he escuchado en mi vida; de nuevo hay manos sobre mí que me quitan los guantes y siento mi piel liberada del desconocido material. Otro par de manos se dirigen detrás de mi cabeza y me quitan lo que cubría mis ojos, tardo un momento en acostumbrarme a ver de nuevo, mi ojo derecho aún arde un poco y siento mi mirada acuosa pero puedo ver. Eso es un regalo.
Veo un techo de cristal azul que hace que la luz sobre mí se vea del mismo tono, el suelo es de resbaladizo barro y miles de ojos me ven desde más arriba, todos murmuran entre ellos.
Frente a mí está una mujer con la piel oscura y un par de ojos brillantes de color azul, lleva el cabello negro apretado en trenzas con cuentas y bayas venenosas y, va enfundada en un vestido largo de seda de color blanco con orquídeas. Tiene un porte orgulloso que yo solo he visto en los militares de más altos rangos.
—Tiene un hermoso color de ojos—dice caminando hacia mí y viéndome con atención—. La corteza de un árbol.
Empieza a rodearme como si fuera un animal exuberante y desconocido.
—No tiene fama de guapa en balde—dice tomando un mechón de mi cabello—. Se ve fuerte. Buen trabajo.
La sangre se me hiela al oír las risas que siguen después de eso, son las risas en donde yo soy el chiste.
—Soy Anjali, comandante de las estrellas, ¿cuál es tu nombre?
—Soy... Tara—murmuro viendo como Anjali
regresa a su pequeña plataforma frente a mí.
Ella sonríe y aparta su falda en un movimiento elegante, detrás de ella veo como un gato negro de ojos imposiblemente verdes emerge con paso petulante.
«¡Es él! ¡El gato! ¡Tú, miserable criatura! Esto es tu culpa»
El gato sigue caminando en círculo y una luz blanca de repente lo cubre. ¡Qué está pasando! ¡Qué es esto! El animal cuadrúpedo de repente se ha esfumado y en su lugar está un joven al que no le calculo más de veintisiete años, el cabello igual de negro que el carbón y un par de ojos verdes felinos, vestido con cuero y un cinturón de donde salen empuñaduras de cuchillos.
¡Qué magia negra es esta! ¡Es humano! ¡Humano! Es imposible, no existe ninguna explicación para esto.
—Hermoso trabajo Sameer, pero esas marcas en su ojo te costarán caro.
—Era necesario—dice el antes gato ahora hombre con voz sedosa—, su resistencia es demasiada, mis rasguños anteriores no lograron traerla.
Anjali se coloca justo en medio de mis ojos meditando a fondo su color. No considero que tenga un lindo color de ojos, son castaños, comunes y sin duda alguna fáciles de encontrar en cualquier lado del mundo.
—¿Tú qué piensas?—dice ella y a continuación tengo a el hombre demonio a mi lado, mi terror es tal que me tiro de espaldas tratando de correr pero de nuevo un par de manos me colocan en mi lugar y noto un peso en el pie, desnudo gracias a que llevo un vestido blanco que me llega unos diez centímetros arriba de los tobillos.
—Es un grillete muy pesado, Befana—dice el antiguo gato viendo a una mujer menuda de cabello rubio y ojos negros—. No creo que esté tan asustada.
—Acaba de verte convertirte a tu forma humana, Sameer, desde luego está asustada.
Sameer se gira y regresa a mi lado junto con Anjali y estudia mi rostro unos momentos.
—Pienso que yo debo ser su guardián.
Anjali lo ve con rostro sereno y se aleja llevándolo detrás. No dice ni una palabra.
—De verdad, Mi Señora, no creo que nadie más esté a su altura para instruirla—dice viendo a la morena siguiéndola—. Su alma es demasiado compleja para que otro logre comprenderla.
—¿Y porqué crees que tú puedes entenderla?
—Yo la traje hasta aquí ¿no? Puedo entenderla, créame.
Ella parece meditarlo un segundo y dirige su mirada a mí, estoy temblando, quiero correr y alejarme por siempre pero ese maldito trozo de metal en mi tobillo no me deja ni respirar a gusto.
—No—su respuesta hace que todos enmudezcan de repente y Sameer ve a Anjali preocupado—. No tendrá instructor, como ninguno antes que ella, Ella no lo permitirá.
—Mi Señora—empieza Sameer tratando de convencerla—. Le suplico que...
—Mi palabra es final Katze, no tendrá un instructor. Debe hacer La Prueba sola.
Sameer hace algo muy parecido al gruñido de una bestia, sus dientes son puntiagudos en los colmillos cual dentadura de depredador; luego se arrodilla de mala gana frente a Anjali.
—Muy bien, Mi Señora, así lo llevaré a cabo.
El murmullo colectivo se reanuda luego de eso, esta vez más rápido por lo que no puedo entender nada. No entiendo nada, pero no sé si es peor el hecho de que no lo quiero entender.
—¡Todos fuera!—grita Anjali y la multitud empieza a salir por las puertas amontonándose y empujándose, no veo más que miles de tonos de pieles y telas coloridas y estridentes. Al final no queda nadie más que tres mujeres y Sameer a mi lado.
—¿Qué....? ¿Qué es esto? ¿Qué hago aquí?—mi voz suena tan temblorosa que no la reconozco como mía, me siento igual de enjaulada que un ratón, un ratón estúpido que cayó en una trampa y no sabe cómo.
—Tranquila, mi alma. No dejes que tus ojos se vuelvan lagunas de preocupación. Estás en Somnum—dice Anjali.
Ante mi cara de preocupación y confusión ella observa mis ojos, fijamente y de forma pura. Suelta un suspiro cuando se da cuenta de que debe de explicarse más.
—Somnum ha existido desde el inicio de los tiempos, aquí lo que es pesadilla para un humano para nosotros es tortura. Existe algo llamado La Prueba, es una serie de desafíos que Somnum ha diseñado para alimentarse, cada año un humano debe cumplirlos para salvar su vida, el precio a pagar por cada desafío fallido, además de terribles heridas, es un recuerdo.
—¿Qué pasa si fallas?—le pregunto y ella aprieta su mandíbula antes de contestarme:
—Se convierten en una de estas.— Su mano hace un elegante giro de muñeca y entonces escucho los acordes chisporroteantes de "Los Maderos de San Juan" tocados por lo que se oye como un desafinado violín. ¿Te vuelves una... Canción infantil?
—Año tras año La Prueba elige a un humano al azar del mundo y debe realizar las pruebas para continuar con su vida. Este año, esa persona eres tú.
Siento que el aire se escapa de mis pulmones. De siete mil millones de personas en el mundo entero, luego de veinticinco años de vida, me eligen a mí para formar parte de este juego macabro.
—¿Soy una... Elegida?—mi voz tiembla no sé si de sorpresa, de miedo, de rabia o quizá simple impotencia ante el semblante serio de Anjali—. Soy otra hija del azar, ¿nada más?
Anjali no parece alterarse en absoluto, se acerca con calma a mí y siento la presión del grillete.
—No sabemos cómo es que La Prueba elige a sus víctimas ni porque—empieza con calma—. Nuestro deber es llevar a el elegido a los desafíos, y, si falla, convertirlo en su canción.
—Así que son mis verdugos.
Anjali no responde y les hace una seña a las tres mujeres que se quedaron, una de complexión delgada y angulosa como hecha de ramitas, otra algo más regordeta con mejillas adorables y labios delgados y la última con un cuerpo curvilíneo y un par de ojos dorados penetrantes.
—Ellas serán las encargadas de tus heridas, todo lo que entre en territorio mundano de curación desde luego—dice y luego ve a Sameer con ojos filosos—. En cuanto a ti Sameer, serás el supervisor como siempre, y como siempre no interferirás.
—Mi Señora...
—No interferirás Katze—dice levantando su voz—. Fin del asunto.
Sameer hace rechinar sus dientes con enfado pero ya no dice absolutamente nada más.
—Ahora déjenos solas—las tres mujeres salen por las pesadas puertas, Sameer no se mueve de su sitio—. Y tu, Sameer, ve a la sala de hierro, ya me encontraré contigo.
Él hace una expresión facial que delata miedo pedo no vuelve a replicar, sale del lugar con el paso del gato que hoy conocí.
—¿Pero porqué yo?—sigo tan en shock que me resulta imposible digerirlo—. ¡Porqué tuve que ser yo! ¡Qué tengo yo que no tenga otro!
—Escucha y recuerda, Somnum te ha elegido, quizá para el mundo no tienes nada extraordinario, quizá para ellos resultas indiferente y nunca harás algo que te inmortalice en la historia—la mirada de Anjali es fría cuando se acerca a a mí—. Y solo se que para Somnum tienes algo valioso. Mucho dolor.
Se acerca a mi pierna y quita el grillete con una llave en su muñeca. Siento el aire y la libertad luego de que el acero aprisionador se aparta de mi piel.
—Pero... Mi vida, mi trabajo. ¿Qué hay de eso? ¿Qué pasa con esos veinticinco años? Mi hogar, mi familia, ¿le diré adiós a eso?
—No—responde extendiéndom su mano para que la acompañe—. Ven. Te explicaré todo.
Tomo su mano con cierto temor, hasta donde sé me puede llevar a donde le de la gana y matarme o algo peor. Su mano es larga y delgada pero está tan rasposa y tiene tantos callos que ni de chiste puedes decir que sea una mujer frágil; me lleva a través de las puertas y veo un pasillo hecho de lianas y guirnaldas con suelo de barro, resbaladizo pero, por alguna razón, no sucio.
—Tendrás que pasar catorce pruebas, siempre cambian dependiendo la resistencia de la persona.
—¿Son peligrosas?
—Están hechas para corromper la voluntad así que eso depende de qué tan recia eres a rendirte.
Es entonces cuándo sé que sí, que son mortales. Siempre me sentí orgullosa de llegar como campeona después de que me dijeran que me rindiera. Quién diría que esas cualidades que todos anhelamos y consideramos virtudes serían en algún momento armas para dañar.
—No perderás tu vieja vida—me dice mientras seguimos caminando por el infinito pasillo—, ni siquiera te quedarás aquí, cada día, tú volverás a tu mundo al triunfar o al fallar una prueba. Ahí Sameer te volverá a traer cuando la siguiente prueba esté lista.
Me tiemblan las piernas y no me atrevo a hablar. Ahora, en este momento, parece que este túnel es lo único en mi vida.
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