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12. Solo habrá un funeral

Lenizah me observa con los ojos llorosos, los labios apretados, sus mejillas descoloridas y una pesada sombra negra que envuelve su mirada, aún así, sigue siendo salvajemente hermosa. Tiene el cabello recogido de una forma pulcra y un vestido negro le llega hasta el cuello.

Lleva un par de guantes de encaje y un tulipán en la mano de un precioso tono anaranjado que me recuerda al atardecer.

Yo le regreso la mirada tumbada boca arriba, siento las manos frías y el cuello me duele por la posición en la que estoy pero tampoco puedo esperar mucha comodidad dentro de un ataúd.

Se inclina sobre mi cabeza con las lagrimas deslizándose sobre sus mejillas arrastrando el resto del maquillaje que seguía en sus ojos; deja el tulipán a mi lado y me da un beso en la frente cargado de dolor. Lenizah, mi pobre amiga, perdóname por hacerte llorar, no era mi intención morir.

   *

Abro los ojos acostada en hierba fresca que se me pega al rostro, el follaje es abundante y a través de las ramas se filtra la luz del sol con debilidad.

Siento todo el cuerpo pesado y mis articulaciones parecen hechas de madera, el simple hecho de llevarme la mano a la mejilla ya me gasta una energía similar a la de correr una maratón. Me toqueteo la mejilla buscando rastros de sangre seca o de algún corte pero mis dedos solo se topan con piel lisa y sana.

Me quedo tumbada durante mucho rato, quizá solo son unos minutos o quizá son horas no lo sé, pero no tengo intención alguna de levantarme de aquí aún.

Mi mente recuerda a Lysa estrellando el auto de frente contra un callejón sin salida y luego reventándome la bolsa de aire que me había resguardado de no salir volando por el parabrisas.

No sé si fue un sueño, no sé si esto es un sueño, no sé ni siquiera si sigo con vida, aunque si es así sería una pena porque no puedo recordar como llegue aquí.

Por fin luego de una eternidad, decido sentarme; me cuesta trabajo y esfuerzo hacer que mis extremidades me obedezcan y me ayuden a levantarme del suelo pero al final lo logro, o algo parecido a lograrlo. Me duele todo una barbaridad cuando me pongo de pie, estoy sudando como una loca y el aire se siente caluroso y húmedo, la tela de la falda se me pegó a las piernas con el sudor y la blusa me parece ridículamente caliente.

Intento dar algunos pasos apoyando mis manos en los troncos de los árboles que me quedan cerca, no avanzo mucho sinceramente y siento que las piernas se me van a romper a cada paso que doy, quizá me muevo uno o dos metros antes de verme obligada a parar.

La vegetación es tan densa que no puedo ver en ninguna dirección más que árbol tras árbol y un constante sentimiento de incertidumbre. Por el calor, el dolor, el pesar, podría decir que estoy en el infierno, y eso es lo más lógico ¿a donde más iría a parar alguien como yo?

Sigo avanzando de forma lenta, muy lenta y haciendo muchas pausas para recuperar el aire,  voy de metro en metro y en más o menos una hora —o lo que yo siento como una hora— he logrado moverme al menos unos quince metros  y el dolor en las piernas ya no es tan penetrante, sin embargo aún siento los brazos como pesos muertos pegados a mis hombros y mi cuello me arde como si estuviera expuesto a un violento sol.

El calor se ha vuelto más insoportable y me absorbe muchas más fuerzas de las que tengo, además tengo sed, siento la garganta pegada lado a lado por lo seca que está y los labios agrietados; así que el sudor me arrebata la poca agua que me queda en el cuerpo e interiormente me muero de sed.

De repente una nota, una sola nota suspendida en el aire emanada por una flauta: un si bemol.

Tras ella sigue una secuencia de notas que forman una melodía muy familiar, de una vida anterior, de cuando era feliz y pequeña, bondadosa y sin rencor.

Esa melodía de alguna forma me renueva las fuerzas y decido ir en esa dirección, si tuviera una brújula podría decir que voy al sur así que camino hacia ahí. Avanzo penosamente mientras el volumen va aumentando hasta que puedo distinguir los instrumentos que componen la pieza musical; a medida que la melodía iba in crescendo, la vegetación a mi alrededor ha ido in descenso.

Al final puedo ver una luz del alba y salgo completamente del horrible y caluroso lugar para toparme con una Villa que se concentra en el zócalo y sus calles surgen de el como rayos de sol, lleno de árboles y alumbrada con lámparas de aceite, hay una pequeña multitud en torno a uno de los edificios más grandes atenta a algo muy importante que pasa frente a ellos.

Decido ir hacia el lugar empujando con suavidad a los que me encuentro en el camino y quitando telas coloridas de mi paso, cuando llego a ver un poco mejor qué pasa en el centro de la multitud un hombre gigante me empuja por accidente haciendo que quede en el frente de todo y vea el espectáculo a la perfección.

Una chica de cabello lacio y negro se revuelca en el suelo arruinando su vestido verde oscuro mientras una mini tropa de soldados la toman de los brazos intentando frenarla de que escape y poniéndola de pie al mismo tiempo.

—¡Comandante Anjali!—anuncia con voz potente uno de los soldados más robustos y de repente todo se queda inundado en un mortal silencio; una mujer enorme de piel oscura y vestido blanco camina en dirección a la chica que la ve aterrada a la vez que furiosa.

—Geliebte Marlowe.— La voz de Anjali resuena sin ningún amplificador por entre la multitud que, puedo apostar, se le ha erizado la piel de puro respeto como a mí.

La chica, ahora de pie sujeta por dos soldados, le lanza una mirada de rabia, lleva varios puntos que le suben por el cuello del vestido, un tatuaje.

—¿Qué voy a hacer contigo?—dice Anjali con un tono de cansancio en su voz, como una madre que ha reprendido a su hijo por al misma travesura más de tres veces; la chica solo la mira sin responder nada—. Katze, ven aquí quieres.

Un gato negro de ojos verdes se desliza entre las piernas de las personas y se coloca a los pies de la comandante, ella se agacha y le acaricia el lomo lustroso.

—Ahora mi alma, quizá quieras explicarle a Somnum que había detrás de tus acciones—dice recogiendo al gato del suelo y acomodándolo entre sus brazos. Los brazos fuertes y toscos enmascarados por seda blanca de Anjali y los ojos turbios de Sameer componen una escena inquietante.

—No tengo ganas de explicar motivos, Mi Señora—dice la chica poniendo especial énfasis en «Mi Señora» como si fuera una burla o una palabrota que le está escupiendo a la cara en medio de una discusión.
—Y yo no tengo ganas de llevar esto a un juicio, Marlowe—dice con el mismo énfasis que ella uso, los ojos azules de la comandante chisporrotean con astucia—. Has cometido uno de los peores crímenes existentes, y por eso...

Se acerca mucho más a ella segura de que los guardias la mantendrán en su lugar y deja su cuerpo a menos de treinta centímetros de distancia, la mujer está hecha una reverenda amazona que intimida hasta a sus militares, y desde luego, a la chica a la que le tiembla todo menos los ojos.

—Tendrás un castigo ejemplar.

Sameer lanza un pequeño maullido en los brazos de Anjali como si apoyara su decisión. La situación se ha tornado en un juicio callejero y empiezo a caminar fuera del círculo hasta que una mano me frena por la falda.

—No hay salida de ese lado.—Se trata de una adolescente de quizá quince o más, el cabello completamente lacio le cae hasta por debajo de la cadera y lleva un precioso vestido de tul de un azul vibrante que le llega por encima de la rodilla. Su cabeza se inclina un poco hacia un lado al verme a la cara.

—Ah, pero si eres årligt offer—dice con una perfecta pronunciación de sea el idioma que sea con el que ha hablado.
—¿Soy quién?
—No quién, qué—dice ella sacudiendo la cabeza—. Tú eres la elegida para La Prueba.

Abro la boca aunque no sé que es lo que voy a decir pero un hombre robusto con el cabello rubio y las orejas perforadas se acerca a la adolescente que aún me sujeta la falda.

—No me digas—su voz suena rasposa, como si tuviera la necesidad de desgarrarse la lengua cada que dice una palabra, lleva una insignia a la altura del pecho de color bronce con una estrella fugaz en ella—. Esto lo debe saber la comandante.

Ante la mención de la mujer los nervios se apoderan de mis instintos más básicos de protección en donde intento huir del lugar pero las personas a mi alrededor abren paso a Anjali y su porte de milicia que guía a los dos guardias  que llevan a la chica de los brazos quien camina a regañadientes y arrastra su vestido del color de las hojas de menta. Anjali voltea y alcanza a verme aún con Sameer en los brazos quien también gira la cabeza de forma sincronizada con la mujer.

—Oh, las sorpresas—dice ella con una voz en absoluto sorprendida, la chica voltea a verme con un par de ojos marrones; casi enseguida esto tiene un efecto animal en su sistema y se arranca de las manos de uno de los guardias quedando con el brazo tremendamente herido y rojo, extiende su mano con uñas cortas a mi dirección en esos pequeños segundos de distracción pero un golpe en su espalda la derriba al suelo, más que eso, la desploma.

El otro guardia sostiene en alto una macana con la que le ha atizado el golpe y Anjali la levanta de uno de sus brazos con violencia, dejando caer al felino oscuro que llevaba de forma maternal. La mujer de piel oscura sostiene el brazo de la chica en alto como si hubiera ganado un torneo de box pero la ve con intensidad y hasta diría que con decepción.

—Lo siento querida—dice bajando su brazo de tal forma que hace que sus huesos crujan como si fuera madera vieja y le arrebata un alarido de dolor—. Hoy sólo habrá un funeral.

Arroja a la chica de nuevo a brazos de su guardias y Sameer vuelve a sus pies pero ella ya no se inclina a recogerlo.

—Si con fuego se ataca, con fuego se castiga.

Y con esa última frase la multitud se enfurece, se escuchan gritos de protesta, hay caos entre las personas y Anjali me toma de los hombros escoltándome. Si solo habrá un funeral, entonces me pregunto si será el mío.

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