LULLABY OF WOE
CANCIÓN DE CUNA DE DOLOR.
❝Él viene, él va, sin dejar nada atrás. Excepto angustia y dolor, profundo, profundo dolor❞
•••
Advertencia: esto podría contener gore y escenas un poco perturbadoras.
1683.
Bien, ¿por dónde empezamos? ¿son de seguir reglas y de obedecer a sus padres? Si no lo son espero que al menos escuches esta o sufrirás una muerte espantosa.
Existían muchas historias y leyendas, no era extraño escuchar sobre ello en cualquier parte del continente, la gente se dejaba llevar dándole un signficado malvado a las cosas que no entendían, asociandolo con Satanás, demonios o brujas. La mayoría de todas sus habladurías eran falsas pero en aquel pueblo escondido al sur de Québec temían a algo mucho más aterrador que simples y falsas brujas que no eran nada más que mujeres rechazadas por la sociedad de la época. Ellos sabían lo que era tener al mismo demonio en sus bosques, acechandolos, esperando a su llamado, sin poder salir, presos en su propio hogar.
Los pueblerinos eran, como todos en aquella época, bastantes prejuicios, conservadores y religiosos hasta el más mínimo pelo de sus cabezas. Pero eso no es lo que importa en esta historia, tal vez la cuente en otra, lo importante era que aunque todos eran diferentes unos de los otros tenían una buena relación, a los ojos de cualquiera que entrara y ya no podía salir claro está.
En ese pueblo pasaban muchas cosas, en su cárcel personal, en su terror de día a día. Trataban de ignorar aquello, dando por hecho que eso —ni siquiera sabían qué era— ya no habitaba en las profundidades del bosque, que ya había muerto hace tiempo y que sus hijos estaban seguros.
En aquel pequeño condado al sur solo tenían una regla: No entrar al bosque o te comerían vivo.
Pero, ¿cómo había iniciado eso?
Una pequeña niña rubia de unos nueve años se encontraba sentada sobre una carreta observando como su padre llevaba las ovejas al corral para que duerman y ninguna se escape al anochecer, movía sus piernas debajo del vestido confeccionado por su madre, era de un color marfil que la hacía brillar al mostrar toda su inocencia y pureza, que ni vivir en aquel podrido pueblo la podría apagar.
El atardecer caía tras ellos mientras el viento movía los árboles unos contra otros de forma que parecían crujir al tocarse, las hojas secas se mecían y caían creando en el suelo una alfombra color marrón, teniendo a la vez un toque naranja. El cielo oculto tras las oscuras nubes del próximo invierno daba un aspecto gris y triste, la brisa otoñal movía los cabellos dorados de la niña quien desvió su mirada hasta el bosque que se levantaba a unos largos metros de donde estaba. Un escalofrío le recorrió desde la punta del dedo más pequeño del pie hasta los pelos de la cabeza, el frío cayó sobre ella de repente anunciando así que el sol ya se había ocultado totalmente, dando paso así al crepusculo.
Se abrazó antes de saltar de la carreta para dirigirse hasta la pequeña cabaña donde vivía junto a sus padres, solo eran ellos tres, sus tios y primos vivían al otro lado de la ciudad o fuera de esta, aunque nunca fueron tan cercanos por lo que la vida solitaria junto a sus progenitores no era tan mala para ella. Se adentró a su hogar donde la calidez la envolvió con un abrazo y el aroma del cerdo asado que su madre cocinaba causó que su estómago gruñera con emoción, adoraba las comidas que la mayor con tanto amor hacía.
Ayudó obedientemente a preparar la mesa como todos los días justo antes de que su padre llegara, cenaron entre los comentarios de los mayores sobre las pocas cosas interesantes que sucedían en la ciudad, especialmente de como habían quemado a una mujer en la hoguera temprano en la mañana bajo la acusación de práctica de brujería. No hace falta añadir que aquello era falso. La niña oía sin decir ninguna sola palabra, solo pensaba en cuantas brujas debían existir ya que no era la primera vez que escuchaba como mataban mujeres bajo esa delación.
Luego de aquella deliciosa cena volvió a recoger la mesa y ayudó con los cubiertos sucios recibiendo una sonrisa cansada de su madre, la pequeña rubia a su corta edad entendía que ella podría estar cansada al hacer prácticamente todo en la casa. La noche había caído ya para ese entonces, una brisa fría entraba por la ventana abierta helando su menudo cuerpo y la luz de la luna llena iluminaba el bosque delante de donde se podía escuchar el cuchilleo de todo tipo de criaturas. Levantó la vista al oír el aullido de un lobo en la lejanía, dándole su saludo a la roca blanca del cielo.
Pero sentía algo más que no comprendía, era una sensación poco agradable de alguien observandote. La muñequita no hizo nada más que retirarse de la ventana al terminar con sus deberes e ir a la habitación que compartían los tres, la cabaña era pequeña y debían ahorrar espacio, de todos modos así se sentía segura. Se alejó de la ventana cuando la brisa fría logró entrar, su padre rápidamente abandonó su lugar del fogón que mantenía encendido para saltar frente a la abertura y así cerrarla, la niña suspiró y le regaló una pequeña sonrisa cuando el mayor giró a verla.
Rápidamente la hora de dormir había llegado, las velas se habían apagado y solo el pequeño fogón se mantuvo encendido para brindarles un poco de calor. Solo había dos camas, como supondrán, en la más grande dormían los mayores y en la pequeña y pegada a la pared la niña abrazando a su muñeca de trapo. Había una calma tranquilizante, a lo lejos como una canción resonaban los ronquidos de los animales de la granja y en los bosques los susurros de las criaturas de la noche eran el centro de atención.
Los lobos dormidos entre los árboles. Los murciélagos balanceándose en la brisa. Los pájaros están en silencio durante la noche, acurrucados en sus nidos. Las vacas y ovejas acostadas en el granero y en el corral. Pero un alma inquieta yace completamente despierta en la profundidad del bosque sin temer a necrófagos, brujas o espectros. El ambiente cambió a medianoche, todo se puso en un silencio terrible y la temperatura pareció bajar, un vendaval recorrió desde la floresta hasta la cabaña abriendo las ventanas y apagando el fogón que despertó a nuestra niña.
Nadie parecía estar al tanto de aquello, sus padres seguían dormidos al igual que todos. Adormilada se puso de pie acercándose a la madera quemada y cenizas que yacían debajo para intentar volver a encenderlo, debería cerrar la ventana pero estaba muy alta para su altura así que fue casi imposible querer prender un poco de fuego. Cuando se aproximaba hasta la cama de los mayores para acurrucarse en medio de ellos el viento trajo consigo una palabra, su nombre.
Se quedó quieta girando su cabeza hasta el ventanal y la voz gutural volvió a oírse, la llamaban, era casi melodiosa, intrigante y la obligaba a seguirla. Quería hacerlo, debía hacerlo.
— Polly. Polly. Polly. Ven conmigo.
Extasiada y fuera de si, abrazó su muñeca y caminó hasta la puerta para salir, al abrirla el suave y frío ambiente le dio le bienvenida. ¡Polly! Sin molestarse en cerrar la entrada a su hogar caminó lentamente hasta donde se oía aquel sonido parecido a un canto, donde su nombre era el principal personaje. La luz de la luna brillaba sobre el suelo, iluminando de una fulgurante luz plateada todo el territorio llano de las tierras de su familia.
La voz jamás cesó cuando cruzó el alambrado, rompiendo unos centímetros el vestido que llevaba y el extasis de saber quien tenía aquella majestuosa y gruesa voz aumentaba, la curiosidad también la sucumbía, que no la dejaba pensar en el peligro que corría al seguir una misteriosa voz al bosque de noche, por más bella que esta fuera. No pensaba, no razonaba, tenía un efecto electrizante que la estiraba hasta estar en medio de los altos árboles que hablaban entre si. El ulular de un búho la acompañaba mientras su caminata continuaba en marcha, sin parar ni para descansar.
La brisa comenzaba a ser más seca, más fuerte, que creía cortaría su piel con otro de aquellos gritos a la nada. El bosque oscuro e iluminado por aquel satélite la confundió al no saber cuanto tiempo había estado caminando cuando todo sonido de toda criatura nocturna dejó de oírse, tampoco supo hace cuanto había estado todo en silencio. Se detuvo solamente cuando la voz también lo hizo, quedándose en un claro en lo más profundo entre ramas secas, negras, algunas caídas, árboles sin vida que parecían chillar cuando sus ramas tocaban las del otro, troncos manchados en un color rojo trazados en el aire como una pintura siniestra rodeada de oscuridad.
Solo ahí, con la ausencia de la brillante voz que la hipnotizó, comenzó a sentir miedo.
Miró a los lados sin reconocer absolutamente nada, su labio tembló cuando el único sonido que pudo apreciarse era el palpitar de su corazón contra su pecho. Dio un paso hacia atrás sintiendo como estaba parada sobre una superficie lisa que supuso se trataba de una roca, bajó la mirada notando que el suelo estaba cubierto por hojas secas que se rompían por su peso causando más sonido de lo recomendado. La poca luz alumbró sobre lo que había estado su pie derecho dejando ver que la roca era de un sucio color blanco, ladeó la cabeza al no ver nunca un material de aquel color por lo de nuevo su curiosidad tomó parte de ella al ponerse de cuclillas para tomar en manos aquella cosa lisa.
Forzó su brazo para sacarlo ya que estaba metido muy por debajo pero cuando pudo hacerlo no esperó que lo que ella pensaba era una roca, en realidad hubiera sido un hueso roto y sucio por la tierra y el tiempo que había pasado ahí. Ahogó un gritó soltandolo y dio un salto para alejarse de aquello solo para que más rocas crujieran bajo ella. Por cada paso que daba más huesos encontraba, más cráneos rompía hasta darse cuenta que todo el lugar estaba cubierto y que solo las hojas tapaban la escena de una gran masacre. Su respiración casi le falló y su corazón parecía que saldría por su garganta.
Oh, mi querida Polly, ¿en donde te metiste?
Apretó su muñeca contra si, una versión de trapo de ella que su madre le había hecho. Oh, mi querida Polly, abrázala, no dejes que tiemble sola.
Dejó de respirar un momento al oír el crujido de las hojas caídas y los cráneos romperse bajo un peso prominente, no era ella esta vez, esta vez estaba tan quieta que apenas respiraba. Giró de un lado cuando la voz melodiosa volvió a resonar esta vez mucho más cerca, esta vez no le dio paz ni le pareció bella, al segundo llamado se aferró con más fuerza al abrazo de su muñeca cuando la voz se distorcionó en un lamento desolador y tétrico que hizo eco en el silencioso lugar.
El miedo le impedía salir corriendo, sus pies se aferraron al suelo sin intenciones de querer soltarlo, su garganta se secó y su cuerpo tembló cuando una criatura, alta y huesuda cruzó el umbral de la oscuridad hasta el claro. Este se quedó quieto y bajó su mirada hasta ella en un silencio lugubre.
Tenía como tres metros de alto, sus extremidades eran tan largas que casi alcanzaban el suelo, de estos salían dedos huesudos y largos parecidos a garras que podrían cortarla a la mitad en un solo toque, eran tan blancos como los huesos, sin embargo, estaba manchado de un rojo parecido al de los troncos que la rodeaban. Su rostro era una mezcla de un humano mutado con una criatura, era alargado, también huesudo y de su cabeza parecía salir dos grandes cuernos de alce rodeado de algunos pocos pelos sueltos.
Mi querida muñequita Polly, cierra tus ojos. Sigue yaciendo, yace en silencio, sin expresar llanto.
Y en su gran mayoría lo que realmente la aterró fueron sus ojos, blancos, lechosos, sin vida parecían salirse de orbita aunque sabía que la estaban mirando fijamente, parecían hundirse en ella, ahogarla. El monstruo abrió la boca dejando ver una hilera de dientes puntiagudos, malformados y amarillentos solamente para soltar de la forma más aterradora su nombre y solo ahí, Polly se permitió gritar.
El grito fue cortado de raíz cuando uno de los largos dedos manchados en sangre seca le atravesó la garganta. La sangre saltó por los dedos, el tronco tras ella y por su muñeca que cayó al suelo en un sonido sordo. La niña dio el poco de su esfuerzo en tratar de respirar pero la sangre tapaba todo, salía por su herida y subía hasta salir por su boca a borbotones ya que la garra seguía ahí. La bestia la alzó desgarrando su cuello hasta quedar en la misma altura, tenía la boca abierta de una manera que parecía vulgar mientras la sangre seguía saliendo al no tener otro lugar más en donde espacirse.
Ahogada no solo en su propia sangre también en los ojos lechosos de aquella bestia que le estaba quebrando su garganta, la miró unos segundos evaluando tal vez lo pequeña que era su presa y que no saciaría con ella, o tal vez por la pureza de aquella sangre que se derramaba por sus garras. Nadie sabría que le cruzó por la mente mientras alzaba su otra mano y con su garra comenzó a abrirle el pecho hasta el estómago de una rajada rápida y limpia, sacándole los últimos suspiros a la niña sangrante cuando sus intestinos saltaron de su cuerpo.
La pequeña muñeca, manchada por las gotas de su dueña, fue la única que pudo presenciar como la cabeza de la niña finalmente cedía y se separaba del cuello, el cuerpo cayó en un sonido horrendo al igual que la cabeza que el monstruo no desaprovechó. Agarrando el menudo cuerpo con su dos manos inició a devorarla con salvajismo marchándose de su sangre, sin dejar nada atrás más que nuevos huesos en aquel cementerio. Dejando atrás una vida nueva y joven que terminó en un final desgarrador.
A la mañana siguiente los pueblerinos fueron testigos de los lamentos de la madre y los gritos del padre que la llamaban con desespero, Polly nunca volvió y nadie supo que pasó con ella hasta que los desaparecidos aumentaron al igual que los huesos en aquel claro. Hasta que prohibieron salir al bosque, hasta que quedaron aislados, hasta que comenzaron a oir el rugido de la bestia a lo lejos mientras comía el cerebro de algún pobre hijo y absorbia los jugos gástricos de alguna viuda, un lamento bajo la luna como si fuera alguna canción de cuna.
Él te matará, te destripará, en mil pedazos te cortará. Él te devorará entero. Entonces, ¿seguirán las reglas ahora?
FIN.
NA: es mi primera vez escribiendo algo de terror, así que xfa no sean tan duros ):
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