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KARMA PARTE 3

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Karma parte 3

Christopher.

La espera me harta, el tener que regirme a un código, a una conducta como el proceso electoral me frustra, me desgasta y me quita tiempo. Faltan semanas y ya no soporto el cargo de coronel sabiendo que en estos momentos tengo hasta más poder que Alex.

Recibo el cigarro que me pasan llenando mis pulmones de nicotina. La mujer a mi lado ya le dio dos caladas y yo voy por la tercera saboreando el humo.

—No tienes de qué preocuparte, estudié todo con lupa y no hay peligro —asegura—. Respecto a tu salud, tienes todas las habilidades para empezar una guerra. Supe lo que era cuando me contaste que todo empezó desde que visitaste el CCT y la respuesta fue muy obvia —se ríe—. Tus hijos son una pesadilla igual que tú, aún estando en el vientre ya te dan dolores de cabeza.

Acabo con el cigarro aplastandolo en el suelo, descartado esto debo proceder con lo que sigue. Un destartalado automóvil se estaciona a pocos metros y el cuerpo de Death sale con un chaleco mostrando los brazos tatuados. Como la última vez, siento que su cara no me dirá lo que quiero.

—¿Ya mató al Boss? —pregunta la mujer a mi lado— ¿O estamos cerca?

El peleador del Mortal Cage se mete las manos en el bolsillo mirándose los pies llenándome de rabia.

—Lo siento Legión, pero se lo tengo que decir a Rachel —empieza con la voz temblorosa—. Ella la está pasando muy mal y no ha tenido muchos avances...

—Ya sabes lo que tienes que hacer —le informo a mi acompañante y ella se mueve, pero Death la toma haciendo que me devuelva cuando la lleva al suelo— ¡Sueltala!

Le pido, pero niega dejando que las lágrimas caigan sobre ella mientras solloza cual niñato como si no tuviera dos metros de estatura llena de testosterona.

—¡Ella es mi amiga! —reclama— ¡Y le dije que confiara en sus capacidades porque podía lograrlo!

—¡Que la sueltes! —exijo de nuevo y no me hace caso.

Lo tomo de los brazos apartándolo de la mujer que tiene contra el suelo. El que vive en la oscuridad se aferra a cualquier atisbo de luz, a cualquiera que le sonríe y le es amable. «Eso hizo Emma con Death».

—Es necesario y lo sabes —le digo al peleador sujetándolo para que se aparte—. Hemos llegado a la etapa de las muertes que son inevitables —manifiesto—. Y yo ya dije que muera el que tiene que morir, ¡Pero lo mío es intocable!

Sigue llorando negándose a soltarla y debo empujarlo para que lo haga.

—Que Ilenko sepa que sé que secuestró a Emma James —le digo a la mujer que se levanta mirando mal a Death—. Y por ello quiero un cara a cara con él.

La rubia se levanta obedeciendo mientras que Death se queda en la sucia calle sin poder contener el llanto tapándose los ojos. Sabe lo que sucederá, sabe que no hay solución, porque cuando los animales como Antoni, Ilenko o como yo toman la presa no la dejan ir nunca.

Abordo mi auto dejándolo en el sitio. El cuello me arde por la confrontación con Rachel hace dos horas.

Por primera vez le vi esa mirada letal la cual no me mostró ni cuando recayó en las drogas y así, ansiosa por mí, hace que salive por ella. Sin embargo, me sigue jodiendo que quiera ir por todo el mundo y por ello debo asegurarme de que no vuelva a exponer a mis hijos quitándome a los rusos de encima.

Tomo la carretera, pedí que me acondicionaran uno de los apartamentos que tengo en Chelsea el cual ya está listo y, por ende, me quedaré allí hasta que... El móvil se enciende en la guantera con una llamada de Dalton y giro el volante antes de deslizar el dedo en el táctil.

—¿Qué quieres? —contesto.

—Mi coronel, requerimos su presencia. La teniente James me preocupa y el ministro no está en la ciudad —freno en seco con lo que dice —. No logró calmarse, entró en una crisis de ira y luego tuvo un sangrado nasal que...

Cuelgo girando en plena avenida sin importarme qué malditas leyes incumplo, simplemente me muevo a Hampstead con ese horrible y aplastante peso en el pecho que ella no deja de desatar... «¡Maldita sea!» Golpeo el volante en medio del desespero que me provoca no poder llegar tan rápido como quisiera.

Las luces pasan rápido en tanto el corazón me martillea contando cada segundo. Mi vecindario me recibe y no me he detenido de un todo cuando ya estoy abriendo la puerta dejando el auto detrás de la ambulancia que descarga el equipo médico.

No sé ni cómo subo las escaleras, pero en menos de nada estoy atravesando las puertas de mi casa buscándola. No pongo atención a lo que me dicen los escoltas, solo me importa una sola cosa y la hallo inconsciente y acostada en la cama junto a la obstetra.

—¿Qué le hizo? —me voy a su puesto revisando los signos.

—Tuve que darle un calmante, sabe como se pone cada vez que se siente en riesgo y no pude calmar la crisis de llanto.

El equipo médico empieza a hacerse presente ubicando un ecógrafo entre los distintos aparatos.

—¿Cuándo va a despertar?

—En un par de horas —informa—. Le haré una ecografía para añadir al control, se me informó que ya sintieron movimientos...

Asiento ante lo que dice dándole espacio al personal que conecta todo. La doctora le pide a Miranda que le ayude a ponerle ropa cómoda y la última afirmación de la obstetra hace que me mire la mano recordando lo que sentí esta mañana.

¿Qué tanta sed de desgracia tiene el mundo como para permitirme engendrar y darme el efecto que avasalla mis extremidades cada que pienso en eso?

Hubo un latido cuando supe sobre el embarazo, dicho latido tomó fuerza cuando lo noté y ahora siento que se está convirtiendo en el propulsor que me tiene a mil.

Miranda se retira mientras que la doctora se queda con la asistente que esparce un líquido transparente a lo largo del abdomen de Rachel.

Concentro la vista en el aparato y las pulsaciones no tardan en tomarse la alcoba con un sonido claro y alto. «¡Joder!» Paso lo que se me atora en la garganta. La asistente toma nota de lo que le dicta la obstetra la cual maneja los instrumentos de última tecnología dados por el hospital militar.

—Todo normal en lo que cabe —informa—. Seguimos presentado un crecimiento más alto en uno que en otro, así como los latidos, que son más sonoros en uno que en otro, sin embargo, los veo... Bien, aunque a Rachel sí la siento débil...

¿Cómo no va a estarlo después de tanta cosa? Me muevo por la alcoba lidiando con el sonido de los latidos que sueltan una electrizante sensación a lo largo de mi cuerpo.

—¿Es grave? —pregunto.

—No por el momento, puede ser pasajero y hasta ahora no tiene ningún signo de alarma.

Tarda más tiempo asegurándose mientras arruga las cejas empeorando mi desespero. Pide muestras sanguíneas, vuelve al ecógrafo, toma nota...

—Me dice que no es grave, pero tanto misterio suyo me da a entender lo contrario —no me callo—. Sea sincera y déjese de rodeos con silencios incómodos.

—Estoy analizando...

—¿Analizando qué?

—El sexo de sus hijos —contesta enderezandome de inmediato—. El equipo médico me permite detectarlo desde ya basándome en la fisiología, la cual me da una respuesta clara y no hay duda de que son....

Señala la pantalla soltando la respuesta que me hace tocar las piedras que tengo en el bolsillo, las cuales tiré y volví a sacar no sé ni para qué mierdas. Sigue hablando y no hago más que mirar a la pantalla que desata «Más latidos», más propulsiones las cuales no se detienen ni al momento de contestar con el sonido sordo que avasalla mis oídos.

La obstetra asiente con la respuesta que la hace seguir culminando con los estudios.

—Procedemos a imprimir el resultado...

Tomo el papel que intenta meter en el historial médico arrancando la parte que contiene la información verídica.

—Se sabrá cuando yo quiera que se sepa —reitero y la mujer asiente.

Me voy a la sala, el corazón no me late a un ritmo normal y la palma me pica con esa extraña sensación que no desaparece de mi mano. «¿Qué diablos me pasa?» Siento que me están creciendo órganos nuevos, así como mi ego se eleva sopesando un sinfín de acontecimientos.

—Coronel, las emociones fuertes, las alteraciones y situaciones de estrés como la que tuvo hoy no se pueden volver a presentar —indica la doctora mientras me sirvo un trago—. Su esposa no puede estar sola a ninguna hora del día. Nada de rabietas, discusiones o situaciones de riesgo.

Poso el borde del vaso en mis labios.

—Otro episodio como el que tuvo es una pérdida segura —advierte—. El estrés ya se está notando en cambios que no estaban antes, así que háganme caso y eviten una tragedia —sigue dejando una lista de precauciones—. Puede ejercitarse en casa, pero no ir a combates. Créame coronel, que hasta los sentimientos de tristeza le afectan en estos momentos al estar tan receptiva.

Termina. El personal médico se retira y mientras lo hace recibo la llamada del otro jodido problema. La casa se desocupa, no puedo posponer lo que tengo pactado así que me apresuro a la puerta no sin antes ser claro con los escoltas.

Estando afuera me alejo de mi edificio controlando el sistema de cámaras del vecindario a través de mi reloj. Me niego a que los guardaespaldas me sigan y después de caminar varias cuadras hallo el callejón oscuro donde dejo caer el intercomunicador que me dará el cara a cara con Ilenko Romanov.

Él, Antoni y yo sabemos que si nos vemos la cara nos matamos. El dispositivo se enciende iniciando el conteo regresivo.

Si Emma James fuera Rachel ya hubiese acabado con Ilenko, pero no lo hizo y le pesa porque las cosas tienen que seguir su rumbo.

—Contacto en 6,5,4,3,2,...

Descubierta la noticia supongo que viene la persecución —dicen a mi espalda y volteo cuando se alza el holograma que me muestra a Ilenko Romanov detrás de un enorme escritorio con Emma James encima.

La barbarie del ruso se impone sobre la candidez de la menor de las James que empieza a verse diferente. Porta un enorme collar de esclava sobre el cuello el cual el ruso sujeta acercando la mejilla a sus labios logrando que respire mal.

Paso por alto los detalles, yo vine a lo que vine.

—Dile a Rachel que su hermanita es muy resistente —le sujeta la cara y ella da un respingo con el agarre del hombre que enfoca los ojos en mí—. Demasiado diría.

—¡Ya basta! —forcejea ella y este la agarra con más fuerza dejándole el arma bajo el mentón.

—¿Por qué no la matas ya y te dejas de tantas pendejadas? —muerto el perro se acaba la rabia y a mi no me gusta que me estén cogiendo los cojones.

—¿Cuál es el afán?

—Saciate de una puta vez —contesto—. Cometela...

—¿Que me la qué...?

Ni la mata ni deja de joder. Ella se tensa sobre él que mantiene el arma bajo su mentón luciendo desesperada, ¿Quién no lo estaría con Ilenko que es un hijo de puta?

—Que te la comas viva como lo haces con todas tus víctimas. Es lo único que te da paz y yo espero que lo hagas ya, porque si vuelves a atacar a Rachel te juro que...

—¿Me juras que? —refuta el ruso— Yo daño a mi modo y me está gustando este maldito modo... Así que si esto es psicología inversa déjate de idioteces que no aceptaré negociaciones de rescate.

Los actos heroicos me saben a mierda.

—Está allí porque yo quiero, ¿Qué te hace creer que la quiero rescatar? —soy sincero — De querer ya lo hubiese hecho, pero como te conozco le doy el borrego al león para que sacies tu maldita venganza y dejes de joder a mi mujer, ¡Pero le estás dando vuelta al asunto sin tener claro que es su sangre por la de ella!

Mis palabras desencadenan el llanto de su víctima y aunque duela es la verdad.

—¡¿Quien te crees tú para decidir cuál de las dos es la que debe morir?! —responde el mafioso— Siento que estás definiendo precios, y cuidado Christopher que a mí me encanta cerrar bocas a la hora demostrar lo mucho que se equivoca la gente....

—Las cosas como son, Ilenko —respondo—. Tu ruleta la marcó y las culpas de Rachel quedan lavadas con ella, así que ten palabra y conformate con lo que te tocó. Son códigos criminales que aunque no nos conformen tienen que bastar.

En este mundo siempre los débiles son los primeros en morir y yo ya dije que por ella no voy a perder lo que tanto me costó conseguir.

La observo a ella que tiene los ojos oscuros mirándome con odio.

Odiame —termino—. Pero ellos son tres, tú una...

—¡Eres un hijo de puta! —se mueve arrasando con lo que hay en el escritorio e Ilenko trata de controlarla, pero se le termina saliendo de control al punto que debe rodearla con un solo brazo dejándole la cabeza contra su pecho — ¡Un hijo de puta!

—Es tuya —culmino—. Tu presa, tu venganza.

Baja los labios a su coronilla sin dejar de mirarme antes de decir:

Я собираюсь разделить ее — la conexión se rompe.

«Я собираюсь разделить ее: La voy a partir»

Salgo del callejón dejando que el aparato se autodestruya. Sigo pensando que morir era la opción más inteligente que hubiese podido tomar, pero no quiso y le di una solución; lograr que Vladimir matara a su padre, pero falló y si él no se sacia seguirá jodiendo.

Vuelvo al Penthouse con esa maldita sensación de hormigueo en la mano. El inconveniente de todo esto es que me importe, ya que lo que me importa no lo pierdo porque no conozco el significado de la palabra "Caída".

Avanzo a la alcoba aprovechando el estar aquí para tomar la ropa de cambio que me llevaré. El sedante va perdiendo efecto mientras dejo varias camisas en el sofá en tanto ella se mueve llevándose la mano a la cabeza.

—¿Dormí mucho? —pregunta cuando me ve.

—No.

El cabello largo le tapa los hombros y va apartando las sábanas sacando las piernas de la cama. Se hace un silencio absoluto en lo que sigo escogiendo.

—¿Cómo están los bebés? —indaga— ¿Te dejaron escucharlos?

—Sí —respondo con sequedad—. Para tu suerte están bien, porque si en combate los hubieses...

Algo me da cada que pienso en las mil y una formas de estropearlo y el que mis reacciones sean tan notorias hace que se ponga de pie.

—Lo voy a mantener a salvo —asegura

Busco la puerta para largarme evitando arrebatos, pero ella sujeta la manga de mi camisa cuando paso por su lado.

—Los escoltas tienen órdenes claras de vigilarte —digo y me mueve dejándome frente a ella.

—No quiero que me vigilen los escoltas, quiero que me vigile mi marido —reconoce mermando la distancia a la vez que pasa la mano por mi torso.

La caricia desciende adoptando esa mirada llena de lujuria que me pone al cien.

—Extraño esto —refriega la mano en el bulto duro que emerge en mi pantalón— y a ti...

Se levanta dejando las manos en lo que le pertenece antes de posar sus labios sobre los míos en busca del beso que rechazo.

—No te quiero lejos, en operativos o con otra porque tu lugar es aquí conmigo —susurra con braveza —. Me equivoqué, lo reconozco, pero tú te atreviste a...

—Ya dije que estaba trabajando —no miento— y me alegra que sepas lo que se siente...

—Horrible se siente —aprieta mi camisa— pensar que no soy la dueña de esto...

Vuelve a buscar mi boca dejando un beso caliente y feroz el cual logra que anhele chuparle el coño con la misma intensidad que me está besando ella ahora. Las ganas empiezan a ganarme y...

—Me voy...

La aparto haciendo que se le humedezcan los ojos.

—Dime la verdad y ya está —se aleja—. No soy la misma fisicamente y como no tengo las medidas que te deslumbran ya no te sirvo.

—No empieces...

La obligo a encararme cosa que aprovecha para sacarse la bata en segundos, da un paso atrás mostrando las bragas que compré antes de viajar a la isla, «Joder». Tantos días repercuten poniéndome más duro de lo que ya estaba.

—No te gusto así, embarazada de tus hijos, ese es el maldito problema Christopher —se humecta los labios—. Era obvio que la situación sería así y no sé porqué aluciné creyendo que actuarías diferente...

Busca el balcón y automáticamente mi instinto masculino la detiene cuando llega a la puerta. El paisaje nocturno de Londres se extiende frente a nosotros y dejo las manos en su vientre con mi ego montado en un ascensor el cual sube a velocidades alarmantes.

No tiene idea de lo mucho que me gusta así, albergando lo mio. Toco a mis hijos mientras me ofrece el cuello y meto los dedos en sus bragas en tanto separa las piernas dejando que la masturbe, disfrutando de la suavidad que emana al estar tan mojada.

La cabeza choca contra mi hombro y nuestros labios se unen con ese beso que tanto desea.

—Dime lo que quiero oír —exijo.

—Que el mundo se joda, que el tiempo se detenga —responde segura— porque todo lo que quiero lo tengo aquí y ahora contigo así.

Se voltea volviendo a mi boca. Mi orgullo me pide que me vaya, pero sus labios me exigen que me quede soltando los botones de la camisa que me saca antes de llevarme a la tumbona. Caigo cuando me empuja y se abre de piernas marcándome el cuello mientras batalla por sacar la polla erecta que está lista para penetrarla.

Traigo sus caderas hacia adelante para que suba, pero se resiste.

—¿Te sigo gustando así? —reparte besos por mi mandíbula— Mirame, no soy la misma.

—No me importa —se niega a que la bese.

Simplemente balancea las caderas sobre mí dejando que la tela de las bragas sea el único impedimento que hay entre los dos y tomo uno de sus pechos rodeando su pezón con la lengua posando las manos en su espalda y deja que succione antes de tomarme el mentón ofreciendome el otro para que haga lo mismo.

—Me gusta tu boca aquí —jadea.

—Y a mí tu coño aquí —sujeto el tallo de mi polla corriendo la tanga antes de penetrarla a la vez que deja las manos sobre mis hombros mojándome con su humedad. No baja despacio, se la mete toda.

—Me siento horrible —se sigue quejando moviéndose de adelante hacia atrás.

—De estarlo no me tendrías como me tienes —paseo la boca por sus hombros manejando la cabalgata que ejerce sobre mi miembro, dejando que su canal se deslice una y otra vez sobre mi polla brindándome una escena digna de retratar con la figura de ella sobre mi falo iluminada por la luz de la luna.

Nos besamos solo como los dos sabemos, juntando nuestras lenguas con caricias vivaces en tanto mi glande llega a lo más hondo haciéndola gemir sobre mi boca.

—¿Te gusta? —inquiere— ¿Te gusto?

—Si —mi respuesta la hace dar saltos acelerados que la aferran a mi cuello en tanto toco el hilo de las bragas jugando y tirando de la prenda que me pone peor. El ritmo aumenta más y abro sus glúteos disfrutando de los estrellones.

Por más que quiero mantener las manos ahí no puedo porque, como si tuvieran inteligencia propia, se deslizan a su abdomen tocando a mi legado. He hecho muchas cosas en la vida, pero esto es lo que más me llena de orgullo, lo que más me enaltece conviertiéndome en una máquina que ahora quiere joder al mundo doblemente.

No se mide sobre mí y mi polla lo disfruta complaciendose con el roce de sus paredes, con el líquido caliente que me unta la pelvis y con esa sensación de calor intenso que ahora desprende su coño. Lo que son se repite en mi cabeza y ella no deja de darme placer arañandome, besándome y marcándome desatando que me corra demostrando la abstinencia en la que estaba.

—Quiero más —me susurra.

—Y yo...

Se levanta invitándome a la cama y me quito lo que queda de ropa uniéndome a ella. Las piernas abiertas me reciben y me es tan fácil deslizarme que no paro de embestirla cuatro veces más en lo que queda de la noche.

Besos, montadas, embestidas y yo sudando sobre ella llenándola de mí.

A la mañana siguiente el elástico del boxer cede ante los dedos que se entierran liberándome la polla. Una mano se pasea por los cuadros de mi abdomen y una deliciosa boca se adueña del glande mamando, despertándome de inmediato con la urgencia que desprende.

«Rachel». Es lo primero que veo cuando abro los ojos, a mi mujer prendida como si mi miembro fuera un antojo lamiéndola de semejante manera. Le da un leve mordisco mientras dejo un brazo bajo mi cuello disfrutando del oral que la empecina y desespera en tanto le aparto el cabello complaciendome con el hambre que desprende de su lengua.

—¿Te gusta? —pregunto al verla tan ansiosa.

—Si —sigue chupando dándome el control del ritmo con el sube y baja que ejerce a lo largo del falo sin darse pausa.

Tan experta, tan hambrienta que me hace cerrar los ojos disfrutando como se la come, como la lame, muerde y chupa demostrando que no me equivoqué al querer atraparla. Chupa otra vez arremolinando la lengua que me exige que le dé lo que quiere y...

—Ten —elevo la pelvis desbordandome en su boca y ella no la suelta, por el contrario, traga borrando los rastros.

Se limpia los bordes de la boca antes de subir acomodándose sobre mí. La alarma empieza a sonar e intento tomarla, pero la tira al piso.

—No vayas a trabajar —me llena el cuello de besos pequeños—. No me siento bien...

—Lo estás...

—No por mucho cuando te vayas —se ofrece para que le embista y es lo mejor del amanecer—. Lo eché de menos coronel.

—¿Echaste de menos esto?—cambio los papeles paseando la cabeza de mi polla en su entrada y está más que empapada, así que me deslizo dentro de ella en tanto pasea las manos por mis brazos dejando que la folle.

Estoy demasiado ocupado para contestar el teléfono o para viajar donde tengo que viajar. «Tiene el canal tan caliente» que mi miembro no quiere salir y en lo único que piensa es en vaciarse hasta hastiarme, «O sea nunca».

—Señora Morgan, ¿Desayunará? —pregunta Miranda afuera.

—Si —contesta Rachel y el que no contradiga el término solo logra que le dé más duro.

Gimotea recibiendo los estrellones que le doy, nuestras lenguas se acarician en tanto se aferra a las placas del ejército queriendo apaciguar la dicha que desata mi miembro entrando y saliendo las veces que me place mientras ignoro los golpes de la puerta.

—Déjame recibir el desayuno —jadea.

—Luego...

—Tengo hambre de los dos —se mueve consiguiendo que quedemos de medio lado negándose a que salga— ¡Sigue Miranda!

Las sábanas nos tapan y la empleada deja la bandeja en la mesa mientras la sigo besando. Me obliga a trabajar en la cama con el MacBook sobre las piernas dejando que me dé el desayuno en la boca. Es poco lo que me provoca, pero tanta insistencia acaba con todo lo que hay.

Los platos quedan de lado y mientras yo atiendo los asuntos matutinos del comando ella revisa la carpeta con su historial médico.

—¿Por qué esto está así ? —pregunta cuando ve la hoja a la que le arranqué el resultado— ¿Un perro imaginario se comió la mitad de la ecografía?

—Un perro no —reconozco tecleando como si nada—. Yo si.

—¿Para que la arrancas? Si es una parte primordial de la ecografía —se molesta— ¿Qué dice?

—El sexo de tus hijos...

Solo falta que diga eso para que se ponga en modo trágica saliendo de la cama a la velocidad de un rayo haciendo drama.

—Te enteras y te lo guardas como si —se ofusca—... Quería que fuera especial y lo arruinaste enterandote solo.

Arrugo las cejas cuando se transforma buscando su patético álbum de maternidad renegando como si alguien le estuviera poniendo atención.

—Tenía pensado grabar ese momento —pasa las páginas con rabia—. Iba a ser memorable, pero te encanta arruinar todo...

—Ajá.

—¡¿Qué esperas para decirme?!

—¿Qué? —no aparto la vista de la pantalla.

—¿Qué son?

—Seres humanos... Por ahora....

—Estoy hablando en serio Christopher—se molesta.

—Yo también.

—¿Qué son? —insiste.

—Personas.

La exaspero al punto que termina peleando sola. La obstetra no contradice mis órdenes y se pone peor llamando no sé a quién en el balcón alegando que soy un insensible. Alex me llama.

—Sé que son —es lo primero que dice—, pero Sara quiere que lo confirmes, así que di que son...

—Que te importa —cuelgo y a los dos minutos me llama Rick, pero no le contesto y termina enviando un mensaje.

"¿Qué son?"

Alex empieza a joder y termino metiendome a la ducha. Todos son un montón de cotillos y Rachel termina abriendo la puerta.

—En serio, ya —reclama—. Merezco saber, soy la madre. No eres tú el que parece una cerda como para que te andes callando cosas.

La meto a la ducha empapándola de agua tibia para que se calle. «Sexo bajo el agua», así termina el reclamo por saber el sexo de los hijos y mientras yo me cambio para trabajar desde mi despacho, ella se vuelve a meter bajo las sábanas alegando que está cansada.

Contesto la llamada de Patrick que se pone en contacto cuando entro a mi oficina.

—¡Ay, ya! Di que son, maldito cabrón —reclama y le cuelgo también.

Me dedico a trabajar, no tengo noticias de Death y mi campaña sigue adelante estando con 51% a mi favor con Leonel haciendo lo imposible por superarme. Gema está de nuevo en el ruedo cumpliendo su tarea, «Hablamos poco», según ella, volveremos a ser los mismos cuando entre en razón.

El teléfono no deja de sonar en toda la mañana con el montón de cotillos y busco a Rachel para que pare todo esto, pero es la que está más loca buscando no sé que en la bolsa de la aspiradora.

—¿Qué diablos haces?

—Soy criminóloga, no descarto nada y necesito saber el sexo de mis hijos —enfurece.

—Superalo...

—¿Ay sabes qué? Me voy a hacer otra ecografia y ya está, no sé para qué pierdo el tiempo contigo.

La sigo a la alcoba y mientras ella se empieza a arreglar yo me empiezo a desvestir tirándome a la cama. Se apresura a la puerta sin querer mirarme, pero...

—Eso, vete y pierdete esto —la hago voltear cuando saco la erección endurecida.

—Como te odio, maldito hijo de puta —empieza a desvestirse y mi tarde se resume en ella y yo en la cama haciendo lo que mejor sabemos hacer.

Duerme por horas en mis brazos bajo la excusa de "Estoy cansada", y mientras lo hace acomodo lo que necesito para la noche.

—Vamos a salir —le aparto el cabello de las mejillas antes de besarla— ya.

—¿A comer?

—No.

—Entonces no me interesa.

—Bien, me iré solo a hacerme cargo del operativo...

Aparta las sábanas de inmediato haciéndome reír. No le digo a donde vamos, simplemente abordamos el auto juntos.

—¿Qué son? —vuelve a lo mismo.

—Tus hijos.

Luce una chaqueta de lana mientras que yo luzco una de cuero. El trayecto dura poco ya que me detengo frente al Támesis sujetando su mano cuando nos encaminamos a la calle empedrada.

—¿Me harás una propuesta de divorcio? —se exaspera— Dios, contigo nunca se sabe...

Me detengo en el punto que me da la vista perfecta al puente Tower Bridge. Patrick aparece y Rachel intenta empezar con el interrogatorio, pero la volteo dejándole la espalda contra mi pecho tapándole la boca.

—Calla —exijo.

—Merezco un retrato en medio de su sala —se queja Patrick.

—Apurate que no tengo toda la noche —lo regaño.

—Todo listo —informa a través del auricular—. Rick, Alex, Sara, ¿Están en su punto?

—¿Qué carajos pasa Linguini? —se queja Alex en la radio y tuerzo los ojos.

—Solo espero que no sea para informar que compró North Central —alega Rick en el otro lado.

Aparto la mano de la boca de mi mujer.

—¿Querías saberlo? —susurro en su oído entregandole las piedras hindúes— Pues entérate tú y todo el maldito mundo.

Patrick le señala las luces del puente colgante las cuales parpadean antes de teñirse de un solo color. En cada torre aparece la M y ...

—Te dije que no exageraras —reclamo y me manda a callar.

Ella aprieta mis dedos ansiosa por lo que se viene y son las luces que se toman la estructura dejando que un solo tono predomine haciéndola llorar con el espectáculo que deslumbra a los transeúntes y conductores. Y no solo sucede en Londres, pasa lo mismo en el North Central en Phoenix que le da la noticia a los James.

También en la Catedral de la Basílica de San Pedro en Roma, el cual le transmite el mensaje a los Mascherano. Ocurre lo mismo en la plaza roja de Moscú que le da la noticia a la Bratva al igual que me tomo Budapest informando a los búlgaros. Es así como le transmito el mensaje a las distintas capitales donde yacen las grandes mafias; París, Madrid, Chicago... Todos iluminados con el color que da a entender el sexo de mi legado y es el azul.

Ella repara las piedras que le dejé en los guantes de lana y le cierro los dedos.

—Dos niños —susurra alzando la vista hacia el puente al tiempo que los gritos no se hacen esperar en la radio por parte de Sara y sus amigas.

—Dos niños, teniente James —le confirmo y ella se voltea a abrazarme dejando que nuestras bocas se junten con el beso que nos damos frente a las luces.

Se lo grito al mundo porque no tengo miedo. Al igual, ellos van a buscar la forma de saberlo y por ello les informo para que no se desgasten reiterando que siempre voy un paso adelante.

Mantengo a Rachel en mis brazos que no deja de repartir besos por mi cara y así como vi esa mirada llena de odio ahora la veo llena de alegría. Me estrecha contra ella antes de notar que Patrick está presente yéndose a abrazarlo también.

—Que no sean como el padre es lo único que pido —le dice el capitán y ella no cabe de la dicha recibiendo el radio para hablar con sus padres mientras él mantiene el brazo sobre sus hombros—. Dile a tu padre que fui yo el que hizo magia.

Suelta a reír dejando que la ponga en contacto con todos a través del Ipad; Alex, Sara, Rick, Luciana, su hermana y Luisa le hablan al mismo tiempo llenándola de halagos. La pierdo totalmente porque, pese a ser el de la idea, ella no deja de hablar hasta por los codos.

—Felicitaciones hermano —Patrick me palmea la espalda—. Para lo que necesites aquí estoy: Dudas, miedos, sorpresas... Los problemas paranormales son con Simon.

Rachel no se despega del teléfono y debo bancarme la misma explicación una y otra vez cada que habla. Está más inquieta ahora que cuando no lo sabía.

—Nena, ya —pido hastiado de lo mismo mientras conduzco—. Parece que no estuviera aquí.

—Una llamada más —me da un beso en el dorso de la mano y ruedo los ojos con el truco que usa para "Evadirme".

Entra al penthouse hablando por teléfono. Los escoltas desaparecen, me cambio volviendo a la sala en boxer, está charlando no sé con quién, pero le quito el aparato apoderándome de sus labios.

—La atención es en mí ahora —empiezo a quitarle la ropa y se queda con las piedras mirándolas una y otra vez sin dejar de sonreír.

—Únicos como tú y como yo —me dice.

La desnudo y sus manos recorren mis muslos mordiéndose los labios antes de llevarme al comedor donde aparto la silla antes de sentarla en la mesa. La cabeza de mi polla queda expuesta y ella me recibe estando placenteramente caliente, sujeto sus caderas y como siempre mi mano se pasea por su abdomen por instinto propio.

—¿De quién son? —la embisto mordiéndole los labios.

—Tuyos y míos—me lleva contra ella acomodando la cara en mi cuello mientras le hago lo que más me gusta hacerle y es embestirla hasta sudar, hasta vaciarme provocando que mis besos le dejen la boca roja.

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"El poderío Morgan tiene dos herederos varones. Así lo anunció públicamente el ministro Alex Morgan que orgullosamente dio a conocer el sexo de sus nietos".

Como lo supuse, la noticia ronda en todos los medios y me gusta que sea así, porque no es para menos algo que venga de mí. Bajo el audífono manteniendo el trote al lado de Rachel que se ejercita con un libro de maternidad en la mano.

El aire fresco avasalla mis pulmones y los escoltas están a lo largo del área mientras las mujeres del parque Hampstead me comen con los ojos.

—Aquí dice que los bebés pueden heredar las inseguridades que le surgen a la madre en el embarazo —me dice Rachel—. Hay que hacer algo...

—Los Morgan no tenemos inseguridades...

—No es cuestión de apellidos —me señala un párrafo sin dejar de correr—. Lee que la teoría lo confirma...

Recibo el libro arrojándolo al lago, pasa todo el día leyendo pendejadas que a nadie le interesan. Me come con los ojos, volteo con la alarma que salta en la tobillera de una transeúnte y....

—¿Sabes qué? Mejor me voy a casa asi ves lo que te apetezca tranquilo —se enoja de un momento a otro devolviendose por donde veníamos—. Nada de esto me ayuda...

¿De qué habla ahora? Es obvio que no paso desapercibido entre las tantas que, pese a estar con ella, me coquetean, pero mi concentración está en otras cosas. Varias me sonríen y alcanzo a la teniente tomándola por detrás antes de besarla en medio del parque lleno de mujeres.

—La miraste —se queja haciéndome reír—. No es un maldito chiste...

Me manotea dándose la vuelta y tomo su cara apagándole la reprimenda con un beso que extiendo demostrando que solo alucina.

—Te odio —dice contra mi boca.

—Me amas...

Sigue trotando conmigo, es uno de los soldados más resistentes que conozco cuando de ejercicio se trata, pero a la décima vuelta se detiene pálida y no es que mantuviéramos el trote que acostumbramos día a día.

La sostengo cuando se marea mientras que el escolta le entrega una botella con agua.

—Te dije que te quedaras en casa...

Se descompone y debo llevarla al penthouse. La obstetra le dijo que podía mantener una rutina suave, pero al parecer esta no es tan suave. La sigo viendo pálida y está tan mareada que debo quitarle la playera cuando entramos a la alcoba.

Se duerme casi de inmediato y la dejo a cargo de Dalton ya que tengo asuntos pendientes (reuniones, tratados y convenios) que no puedo posponer, pero procuro tratarlos en el menor tiempo posible mientras que Alex está trabajando doblemente ocupando el puesto de Olimpia.

Las encuestas suben y bajan constantemente. Leonel me toma ventaja en ciertos parámetros y yo se los tomo en otros aspectos. Rachel no me contesta cuando la llamo después del mediodía y es Dalton quien me devuelve la llamada a los pocos segundos.

—Sigue dormida, mi coronel —me informa—. Dice que está cansada.

Respiro hondo acabando con lo que tengo pendiente y me doy una vuelta por la central ocupándome de lo más urgente. No le doy muchas vueltas a la hora de volver a la ciudad, Cristal se pone en contacto alegando que es necesario que Rachel le haga frente a los medios.

Le cuelgo cuando me entregan la comida para llevar que recibo mediante la ventanilla de mi auto, pago y echo a andar tirando las llaves en la mesa cuando entro a la casa.

—Rachel —la llamo, pero es Dalton el que sale.

—Sigue descansando, mi coronel —anuncia y muevo la cabeza para que se retire.

Sigo de largo dejando lo que traje en el piso, las luces están apagadas y quito las sábanas moviéndola para que despierte.

—Nena —le insisto—. Rachel...

Le aparto el cabello moviéndola de nuevo, pero sigue sin contestarme.

—Rachel —insisto. Está respirando, los signos vitales están bien, pero no abre los ojos— ¡Rachel!

Se mueve abriendo los párpados y medio me sonríe adormilada acomodándose de medio lado.

—¿Qué tienes?

—Nada, solo que siento que no he dormido en días —pasa los nudillos por mi cara cerrando los ojos de nuevo—. Huelo la comida.

Se la entrego y no se incorpora, parece que unos cuantos minutos de trote le robaron toda la energía. Come y la oigo llenar la bañera para darse un baño. No quiero armarme películas en la cabeza ya que centrado es lo que debo estar ahora.

Sin embargo, presiento que aquí algo anda mal. Mi cabeza empieza a esperar algo y dicha inquietud me mueve a mi despacho encerrandome en él. Esto es una carrera, una competencia desleal.

Ya pasó un día desde que se dio la noticia y siempre hay una repercusión, una carta escondida por parte del más afectado y dicha jugada siempre se da dentro de un rango de 24 horas (Si eres poderoso). Si tardas más que eso estarías demostrando ser un lento sin capacidades para mostrarte.

Me sirvo un Whisky, aquí todo es predecible y mi enemigo número uno obviamente se veía venir el... El móvil me vibra en el bolsillo y la pantalla me confirma esa teoría de las 24 horas que ahora está más que comprobada.

—Colonnello —saludan en italiano cuando contesto—¿Llegué tarde a las felicitaciones?

Lo detesto tanto que el odio se refleja en la fuerza con la que sujeto el móvil.

—Esto es caer bajo, llamarme para que te cuente cómo va la vida de Rachel siendo mi mujer —me le burlo—. Está preñada, casada y satisfecha, ¿Qué más quieres saber?

—Ella no es tu mujer —noto el tinte de ira—. Es la mía.

Sé que no es verdad, pero cada que lo dice siento que puedo matarme con mi propio veneno.

—¿Estás en la cárcel o en el circo?

—Esté donde esté al igual te estoy acechando —empieza—. Dime Christopher, la batalla entre el legado de los Romanov, Morgan y Mascherano, ¿Será tan sangrienta como la que libramos nosotros?

—Confío en mi letalidad —manifiesto seguro— y sé que ellos son diez veces peor, porque vienen de mí y de mí nunca salen cosas buenas.

—No te voy a contradecir esta vez —confiesa—. Son más letales que tú, más letales que yo y esa letalidad matará a la madre si no vas buscando la manera de sacarle las dos bestias que no debiste engendrar, porque mientras más crecen, más perjudiciales se van volviendo.

No contengo la risa por más rabia que me provoque.

—¿Te reirás igual cuando tengas que decidir entre tus hijos y ella? Porque es mi mujer y prefiero que muera a que tenga hijos contigo...

—Tarde, porque ya los tiene. Así que jodete...

Es él quien suelta la carcajada ahora...

—Zio Reece ya no es un salvador y los voy a matar porque de Rachel James no sale un Morgan y si salen serán de su cadáver.

Le cuelgo cuando la ira me inunda con la mera idea de sopesarlo. Mal por él, mal por ella, mal por todos, porque si pierdo aunque sea a uno el mundo arderá cuando lo acabe demostrando quién es el verdadero Christopher Morgan.

Cree que me está jodiendo, pero solo me está quitando el disfraz. 

════ ⋆★⋆ ════

Recuerden que esto es un borrador

Tengo un extra guardado que era por los 20M, pero al no alcanzar para esas fechas me gustaría subirlo para navidad.

No siendo más, me despido con esta ultima parte.

Con amor.

Besitos.

Eva.


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