CAPITULO 92
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Obsesiones que matan.
Stefan.
Dicen que lo ideal es seguir a tu familia, a tu pareja, pero algunos preferimos ir detrás de aquellos que nunca nos dan la espalda.
Yo le tomé cariño a Rachel desde que la conocí en París. Se puede decir que la desee cómo la mayoría de los hombres que la rodean prendiéndose de su belleza, pero noté que nunca podría darle lo que ella se merece y preferí seguirla en vez de envidiar a otros por tenerla.
Preferí amarla como un amigo, elegí apreciar la bendición de contar con ella y siempre agradeceré todo lo que me ha dado, ya que hay quienes te conocen de toda la vida y no recibes ni un mendrugo de pan por parte de ellos. «El hambre me enseñó eso».
Consuelo a sus bebés en mis brazos pensando qué rumbo tomar. Maricarmen está en la lancha y no voy a dudar en dispararle ante la mínima sospecha.
—Deja de mirarme mal —pide— ¿No ves cómo estoy?
Estuvo unos días conmigo en el programa de protección a testigos despues de que su jefe fuera apresado
—No confío en ti —confieso— ¿Por qué estás huyendo?
—Caí en las manos de la Bratva que me tuvo como prisionera obligándome a llevar la contabilidad de sus negocios —espeta molesta—. Hubo una disputa entre rusos e italianos donde ese tal Alí me llevó con él y me torturaron queriendo sacar información sobre los rusos —muestra las cadenas y los maltratos—. Me le zafé a un antonegra en medio del bosque y empecé a huir hasta que me topé con la mujer de ojos azules.
Guardo el collar y armo un cargador improvisado con una de las sábanas para que me permita cargar a los dos bebés y así no tener que dárselos a nadie. Lo logro después de varias vueltas y la quito del mando de la lancha buscando tierra firme.
No le permito que toque las mochilas acomodandolas en mi espalda, apago el motor y bajo de un salto cuando estamos en la orilla mientras los bebés no dejan de llorar.
No creo que el oxígeno pueda durar mucho.
—Vete —le digo a Maricarmen bajando el perro.
—¿A dónde? —me sigue— Me están buscando a mí también —corre detrás de mí—. Y si suelto la lengua con los italianos, los rusos me hallarán y me meterán en su maldita trituradora.
Sigo avanzando queriendo ubicarme. Los bebés no dejan de llorar y tomo la orilla del sendero sin césped, el arma la tengo en la parte baja de la espalda y no camino, troto varios kilómetros con el perro atrás y con Maricarmen a pocos pasos.
—¡Deja de seguirme! —espeto y... un proyectil me zumba en los oídos llevándome abajo.
La corteza del tronco de un árbol se levanta y busco escabullirme entre el bosque, pero tengo un halcón negro atrás. Me aferro a los niños corriendo tan rápido como puedo mientras Hodor no deja de ladrar. El peso de la carga me quita las posibilidades de apuntar...
—¡Cuidado con las enredaderas! —advierte Maricarmen y sigo corriendo.
No veo la bajada de la pequeña colina que me desliza abajo dejándome en un riachuelo seco. Pierdo el arma, el perro ladra desde arriba y Maricarmen sigue detrás de mí. Los disparos del hombre no cesan y las piernas me duelen de tanto correr.
—¡Corre Hodor! —le grito ya que sigue arriba.
No deja de ladrar, sigo huyendo, el Halcón se adelanta deslizándose y tapando el paso que me hace devolverme, sobrepaso a Maricarmen y este le dispara descargando el arma en su espalda.
Medio volteo, deja caer la pistola y ver el enorme cuchillo que tiene en la mano me apresura. El peso de los mellizos me resta velocidad, sin embargo, me esfuerzo, me esmero por salvarlos, pero él me está pisando los talones, alza el cuchillo contra mí y...
Cae con el perro encima quien le salta desde arriba enterrándole los dientes en la cara, arrancándole la piel. Le muerde la garganta matándolo en segundos, la mandíbula le queda ensangrentada mientras continúa mordiendo y desgarrando lo que le queda del rostro.
—¡Vamos Hodor! —lo llamo cuando se empecina con el cadáver y sigo avanzando.
Continúo por el riachuelo hasta que vuelvo a trepar, paso horas en el bosque y los ángeles están de mi lado ya que hallo la carretera.
No pierdo la oportunidad de atravesarme al primer vehículo que encuentro, el cual me ignora. Con los dos siguientes pasa lo mismo hasta que un camionero se detiene y le suplico que me deje ir atrás contando con la suerte de que su destino es un pueblo que está a minutos de París.
Termino en la parte trasera del camión, el perro no se aleja de los mellizos y todavía estoy agitado por la huida.
No confío en la FEMF con los bebés, aparte de que Rachel no hubiese querido que se los entregue a los cobardes que les jugaron sucio y si confió en mí no le voy a fallar ahora.
Empiezan a llorar, me las apaño para preparar los biberones que están en la mochila y parte de la fórmula se me derrama con lo nervioso que estoy.
No dejan de sollozar aunque estén llenos, cambio al más grande primero y saco al más pequeño, sigue con fiebre y debo bajarle el nivel al oxígeno ya que queda poco. Llora como si tuviera mucho dolor y trato de consolarlo mientras mantengo a su hermano en mis piernas.
—¡Llegamos! —informan después de un par de horas.
Le agradezco al camionero, pido ayuda a un granjero el cual me deja en la entrada de París y desde ahí me valgo de mis piernas para llegar al orfanato. El amanecer me toma caminando con el perro a mi lado. Tengo sed, hambre, estoy sudado, cansado, necesito oxígeno cuanto antes y ellos no dejan de llorar.
Acorto el camino metiéndome entre el viejo campo de girasoles y el orfanato se ve como el lugar más agradable del planeta.
—Te daré de comer, Hodor.
Me muevo entre los girasoles y troto con el perro a la entrada subiendo los escalones de madera, busco la perilla con urgencia y...
El corazón se me destroza con la imagen de mi hermana en medio de la sala con un tiro en la cabeza, los niños están igual en un charco de sangre y en la pared...
"Muerte a los Morgan, a sus hijos y los hijos de sus hijos".
—¡Miriam! —me voy a su puesto vuelto un mar de llanto—. Cariño.
La bala sigue en su frente, está fría y me muevo hacia el puesto de los niños sacudiéndolos para que despierten mientras los sollozos me inundan. Ninguno despierta, ninguno está vivo y no hay más que sangre en el piso y balas en sus cabezas. «Han matado a todos mis pequeños».
—Miriam —vuelvo al puesto de mi hermana mientras mis hombros suben y bajan sin dejar de llorar lamentando la muerte de mi única familia. Oigo quejidos y me pongo en pie revisando a todos los niños, «No son ellos». Se siguen quejando y me apresuro a la cocina.
—Step —me llaman.
Dejo a los bebés sobre la mesa cuando veo a mi tía Cayetana con un disparo en el abdomen.
—Cielo, te están buscando. Así que vete —pide.
Trato de ir por el botiquín, pero el perro empieza a ladrar en la entrada encendiendo las alertas de amenaza. Me asomo en la ventana, hay tres personas saliendo de los campos de girasoles los cuales hacen que me devuelva por los bebés y la mochila.
—Apoyate y levántate —le pido a mi tía que chilla, pero lo logra arrastrándose apoyada en mí.
Patean la puerta de la cocina, el perro ataca antes de que el sujeto pueda disparar y huyo en busca de un escondite, pero el otro Halcón ya está en la sala apuntando. Cayetana se me cae débil, retrocedo con los niños en brazos que no dejan de llorar, él lleva el dedo al gatillo...
Muere en manos de una mujer rubia que da la orden de disparar. No sé de dónde sale, pero viene con cinco hombres que visten igual que Death, los cuales se adueñan del orfanato.
—Dámelos —se acerca y me rehúso llevándolos contra mi pecho.
—No.
Me abordan por detrás y ella me los quita a las malas mientras observo a Cayetana que está a punto de desfallecer.
—¿Dónde está ella? —pregunta la rubia— ¡Vengo siguiendo el maldito collar!
Los niños dejan de llorar en sus brazos, el perro no la ataca y ponen un arma en mi frente.
—Que dónde está te preguntó —exige el miembro del Mortal Cage.
—Con Antoni, se entregó para salvarnos, pero va a volver por ellos.
La rubia sacude la cabeza con los ojos llorosos dándole amor a los bebés.
—Christopher murió y ella sabe de quién es la custodia ahora que él no está —asegura.
Me empujan, ellos son más así que me agacho a ayudar a mi tía que está a punto de morir mientras ellos me arrebatan la mochila.
—Por favor, cuidalos —les suplico en el piso—. No los lastimes que ella prometió volver por ellos y se entregó para que huyeramos.
La rubia observa el entorno, a mi hermana, a los niños y a la mujer que tengo en los brazos. Las lágrimas se me salen y vacila a la hora de darse la vuelta.
—Traiganlos al furgón —demanda y sus hombres me levantan junto con Cayetana.
Observo dolido el cadáver de mi hermana muerta, los niños son otro trago amargo el cual debo pasar quiera o no. Encargo sus almas a los ángeles sin dejar de llorar.
El vehículo negro tiene una camilla adentro, suben a Hodor y dejan a mi tía en el suelo antes de arrancar mientras ella desenvuelve a los bebés antes de canalizarlos. Le pone oxígeno al más pequeño dándole gotas y luego lo inyecta.
—Vigilalos —demanda la rubia dándole primeros auxilios a Cayetana.
La fiebre del mellizo empieza a bajar y su saturación se va normalizando.
—¿Quién eres tú? —le pregunto a la mujer que luce como si hubiese llorado mucho.
—Tengo el mismo trabajo que tú —responde—. Cuidarlos y encargarme de mantenerlos con vida.
Asiento acariciando la cabecita de ambos. El vehículo nos saca de Francia y obedezco a todo lo que me piden sin hacer preguntas. La amenaza de muerte está en el aire y haré todo lo que esté en mis manos hasta que ella vuelva por ellos.
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Rachel.
Siento que me hace falta la mitad del corazón, la mitad del alma, la mitad de la vida. Me han lanzado un disparo al pecho que me tiene agonizando.
Dijo que no puede vivir sin mí sin saber que yo tampoco puedo vivir sin él y lo estoy comprobando con el ardor que me vuelve cenizas adentro. La garganta me quema cada que paso saliva y siento que no puedo, que no lo voy a lograr. He muerto con él y aunque mi corazón lata no quiero una vida sin Christopher.
Alzo la cara con los labios temblorosos, Antoni es el nuevo líder teniendo el control total al matar a Philippe, el clan Francés se le arrodilló y ahora su pueblo lo recibe bajando la cabeza mientras avanza.
Alí es como su sombra, camina a su lado acompañado de los halcones que llevan a mis amigos atados.
—Nos tienes a todos nosotros —me susurra Brenda atrás—, donde sea que estemos, siempre nos tendrás.
Sus palabras me suenan a despedida y Harry se me viene a la cabeza, Alexa no ha dejado de sollozar y los demás ya están resignados. He maldecido tanto a Gema y a Bratt...
—El Les beaux voyous es mío —nos detenemos y Antoni muestra la cabeza de su hermano en pleno centro del pueblo lleno de criminales—. El último clan que faltaba.
—Larga vida a Antoni Mascherano —responde el clan—. Larga vida al líder.
Deja caer la cabeza en las escaleras limpiándose las manos con el pañuelo que le pasan y se acomoda el traje antes de avanzar a la propiedad más grande, la cual le abren las puertas. Del grupo de Londres soy la única que no tiene cadenas y el italiano sigue actuando con indiferencia.
—Necesito que se asee, ya que huele a él —es lo primero que demanda y sus hombres me toman llevándome escalera arriba.
Volteo a ver a mis compañeros y la cara de todos refleja el peso de la derrota a la cual tanto le huimos, pero nos sumió a las malas.
No soy más que un robot que se baña y se viste como le dicen quedando con un vestido negro y el cabello recogido. Vuelven a sacarme y me quedo mirando el fuego de la chimenea que arde en la sala.
—Hoy estás de luto, bellissima la mia principessa —comentan a mi espalda—. Mi más sentido pésame.
Volteo a verlo, es el mismo de antes con los rasgos elegantes que lo hacen lucir como un ser oscuro y maligno, el cual luce un traje de luto al igual que sus hombres y mis amigos, quienes siguen encadenados vistiendo de negro tambien.
Alexa no puede ni abrir los ojos de lo hinchados que los tiene y entiendo tanto su dolor, porque yo también quiero irme con mi esposo.
—Mi pésame también es para ustedes —le habla a mis amigos—. Han sido fieles a mi principessa y eso es algo que agradezco.
No lo paso, no lo supero y mi cerebro empieza a divagar imaginandolo al lado de los mellizos.
—Él no está muerto.
Entro en negación y el italiano acorta la distancia entre ambos sin dejar de verme a los ojos. Tengo tantas ganas de matarlo, de volverlo pedazos, pero...
—Linda inscripción.
Me muestra el anillo de bodas del coronel lanzando el golpe que me agrieta mientras lo tomo entendiendo lo que significa que él lo tenga y es que no lo volveré a ver jamás, ya que él nunca lo dejaría vivir.
—He traído unas palabras para ti, amore—sigue mientras recibo el anillo de mi esposo—. Imaginé que querías saber de la pequeña Emma y lo valiente que ha sido.
La barbilla me tiembla.
—Tiene mis respetos por ser digna hermana tuya demostrando que la sangre de tu apellido es algo maravilloso.
Recibe la libreta que le dan mientras las lágrimas empiezan a desbordarse.
—Diario de un cazador, 14 de enero del presente año. Ejecutor: Ilenko Romanov. Víctima: Emma James —empieza—. Rachel James siendo una de las mejores tenientes de la FEMF una vez declaró en un discurso que debía aprender a vivir con sus cicatrices, no con las físicas. Las físicas sanan, sin embargo, las del alma son las que se perpetúan y con ellas se vive para siempre. Una creencia sabía porque pienso lo mismo, es en lo único que coincidimos esa perra y yo. Así que le voy a contar las heridas en el alma con las que cargará su hermanita de ahora en adelante.
Empuño el anillo mientras sigue hablando, narrando el padecimiento de mi Emma. Día tras día, detalle a detalle, que va aumentando la grieta de mi coraza y los jodidos acontecimientos son puñales que me sumen a la peor de las torturas.
Miro al techo pidiéndole a mi hermana que me perdone porque no tenía porqué lidiar con el peso de mis actos y Antoni continúa soltando las palabras que se me quedan en la cabeza.
"Intento de suicidio". "Torturas". "Alcohol". "Drogas"
Entre más avanza, más duele y quiero detenerlo, pero... «¡Me jodió!», Ilenko me jodió metiéndose con lo que más quiero y todo se junta; la muerte de Christopher, la ausencia de mis hijos, el padecimiento de mi hermana, el encarcelamiento de mi padre...
—Esto es muy triste, principessa —el italiano cierra la libreta —¿Pero sabes qué es más triste? El que tú coronel le mandara el borrego al león —confiesa parando mis sollozos—. Aprobó la ley de sangre por sangre y el ruso te apuñaló, pero él lo apoyó.
Todo arde con más intensidad, la imagen de Christopher se me cae a pedazos mientras me veo en el iris de sus ojos oscuros y ya no puedo saber cuál de los tres es peor. La sangre me burbujea, el cólera se extiende y me voy convirtiéndome en un explosivo de alto calibre, el cual es más odio que persona...
—Tu hijo no va a vivir —espeta—. Le doy un año de vida como mucho y yo estaré contigo cuando tengas que enterrarlos porque no dejaré vivo a ninguno de los dos.
Mis vías respiratorias se encogen y la presión que había en el centro de mi pecho sale disparada como el estallido de una bomba. El imaginarme a mis hijos muertos me agudiza la vista, el atizador de leña está cerca, él me da la espalda y en nanosegundos tomo el mango de madera enterrando el hierro del atizador en las costillas del italiano que cae.
El empujón de Alí me manda atrás y soy rápida a la hora de sacarle una de las armas que carga arremetiendo contra los hombres que yacen en la sala mientras el líder de los halcones se tira al piso.
El corazón me late en los oídos y uno de los mercenarios se me viene encima, pero mi furia previene cada uno de sus movimientos dando pelea. Le arrebato el cuchillo que intenta marcarme y se lo clavo en el pecho sacándolo otra vez. Pateo, lanzo puños y corto la garganta de los que intentan tocarme. No veo, no oigo, solo ardo en llamas evadiendo, apuñalando y disparando sin noción de nada. Me apuntan y le quito el arma en cuestión de nada matándolo en el acto
—¡Rachel! —capto a lo lejos la voz de Parker en el suelo— ¡Rachel, míranos!
—¡Fuera de aquí! —les grito llorando con un arma en cada mano— ¡Fuera de aquí que hoy muero, pero me cargo a todos estos hijos de puta!
Le apunto al ventanal de vidrio dándoles una vía de escape, son agentes, pueden zafarse las cadenas y, mientras lo hacen, sigo disparando despejando el área para que huyan derribando a los hombres que intentan reducirme.
Ataco, mis años en la milicia salen a flote uniéndose con la furia, con el ardor de mis heridas. Me han mentido, me han lastimado y por ello no paro, sigo con la imagen de mis hijos y mi hermana en la cabeza, con el sabor de la traición en la garganta y con un vacío en mi ser el cual oscurece mi mundo.
Respiro inquina, mi mente va y viene con Gema, Christopher, el ruso, Antoni, Bratt... con todos aquellos que me han jodido y de un momento a otro estoy bañada en sangre rodeada de llamas.
Me duele el pecho, el alma, la cabeza, a la vez que ardo como si el fuego me tocara y es que estoy tan harta de la vida que ya no lo soporto. No soporto no tener a mis bebés, el hombre que amé está muerto, mi hermana me odia, mi familia se ha ido al piso y el dolor es algo que no tolero, que quiero apagar.
Vuelvo a recuperar la razón, Antoni está inconsciente a pocos metros y me preparo para derribarlo, pero vuelven a darme pelea. Alí me lanza un puño al mentón que me lleva al piso pateandome. Me levanto con más fuerzas, no me importa él, me importa el italiano, así que le lanzo un codazo, lo esquiva y me toma del cuello derribándome.
Forcejeo, alguien me inmoviliza las piernas, sin embargo, sigo luchando. Estoy a punto de zafarme, pero él lleva mi cabeza contra el suelo y... El primer golpe me taponan los oídos y ya no oigo el llanto de mis bebés haciendo eco.
El segundo me enceguece y no veo a mi hermana, tampoco veo al coronel.
El tercero me apaga dejándome en tinieblas con el crujido de mi cráneo.
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La cabeza me duele demasiado, es lo que me hace abrir los ojos a la vez que una inmensas ganas de llorar me calan en el tórax, las lágrimas me bañan la cara. Miro a todos lados perdida, confundida y sin idea de nada.
Tengo mucha rabia, mucho dolor. Estoy en la camilla de un hospital, alguien entra y me levanto de inmediato a la vez que enceguezco.
No veo, solo oigo gritos, disparos, alarmas. Mis ojos se aclaran y estoy de pie en un pasillo, con la bata y las manos manchada de liquido carmesí y con varias enfermeras muertas en el piso al igual que los hombres vestido de negro.
El personal corre hacia mí, las luces del hospital parpadean y empiezo a correr escabulléndome por la primera ventana que encuentro huyendo lejos, metiendome en callejones que desconozco mientras me desespero sin poder quitar la mano de mi vientre.
Desconozco el nombre que hay en mi manilla y sigo corriendo como si le huyera a alguien. Intento ubicarme, pero me duele mucho la cabeza, tengo una nube blanca en el cerebro y la luz me molesta.
Intercepto a la primera mujer que se me atraviesa en uno de los callejones amenazandola para que me dé su ropa, la dejo sin nada y sigo vagando por las extrañas calles con la cara bañada de lágrimas.
El mundo se ve raro y alzo la capota de la sudadera. No me hallo, hay vacíos en mi cabeza, el ruido aumenta las pulsaciones en mi cerebro y de un momento a otro estoy en la azotea de un edificio con el viento agitándome el cabello.
Poso las manos en la baranda, el anillo brilla en mi dedo y lo toco antes de sacarlo.
"Siempre mía, nena" M.
Leo la inscripción y vuelvo a romper en llanto empuñando la pieza a la vez que dejo la otra mano en mi vientre.
—Hola —habla una mujer a mi lado.
Vuelvo la vista hacia ella, tiene una chaqueta que le llega hasta la barbilla.
—¿Cómo estás?
Algo en ella me hace repararla mientras no dejo de llorar, estoy ardiendo y quiero que lo de adentro deje de doler.
—¿Quién soy? —le pregunto y se acerca a acariciarme el rostro con los labios temblorosos— ¿Quién eres tú?
—Soy Angela Klein y tú eres la teniente Rachel James.
Asegura antes de abrazarme con fuerza y la dejo cerrando los ojos queriendo recordar, pero no hay nada en mi mente.
—Duele, ¿Verdad? —pregunta y asiento— Duele, pero ya va a pasar, tiene que pasar, porque debemos matar a Gema y a Bratt.
Los nombres son un trueno en mi cabeza, el cual me aumenta la ira. «Quiero hacer eso», no recuerdo nada, pero comparto su idea. El ardor de adentro se vuelve insoportable y no hago más que sollozar, el vacío es demasiado grande, el abismo se ve como algo demasiado profundo y ella se aparta mostrandome al hombre de ojos negros que espera a su espalda.
Es alto, atractivo y elegante. Mi mirada se encuentra con la suya, toca mi cabello y lo único que puedo detallar es el anillo que se parece al mío.
—Mi amor —las palabras se escapan de mis labios al igual que las lágrimas sin perder de vista la joya.
—Nena.
La palabra acaricia mis oídos haciéndome sonreír en medio del llanto. Amo esa palabra, amo la joya que tiene, pero algo me falta y vuelvo a poner la mano en mi abdomen.
—Yo también los extraño, pero todos pagarán por el daño que nos hicieron —confiesa dejando su mano sobre la mía.
El sentimentalismo me recorre quitándome el habla.
—Todo estará bien, amore —junta mi frente con la suya embelesándome con el acento italiano.
—¿Eres...?
—Tu esposo, tu salvador y el hombre que pondrá el mundo a tus pies, mi bella princesa.
Sus palabras suenan a juramento y junta sus labios con los míos besándome en medio de la noche. No recuerdo nada, el odio sigue en mis venas. Me siento ardida, rabiosa, fría y con unas inmensas ganas de poner a arder el universo.
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Boletín informativo de la Fuerza Especial Militar del FBI.
Noticia de última hora.
Los agentes Brenda Franco, Dominick Parker, Alexandra Johnson, Make Wood, Dalton Anderson e Ivan Gagnon se han entregado a las autoridades después de haber escapado de la mafia Italiana.
Su salida ha confirmado la muerte de Christopher Morgan y Patrick Linguini. Por otra parte, Stefan Gelcem y Tyler Roy siguen desaparecidos.
El actual ministro Bratt Lewis confirma que no guarda ningún tipo de rencor hacia sus compañeros y le atribuye su comportamiento al difunto coronel a quien señala como un manipulador nato, por ende, dará todo de sí con el fin de pactar acuerdos que les facilite esta nueva etapa.
En otras noticias, Antoni Mascherano se ha vuelto a posicionar como líder de la pirámide de la mafia y lo más sorprendente de todo esto es que fuentes confiables aseguran que tienen a Angela Klein y Rachel James de su lado. Por otro lado, Lucian Mascherano le ha jurado fidelidad a la FEMF y su tutor se ha comprometido a mantenerlo lejos de su padre.
Se presume que los mellizos Morgan, a causa de las malformaciones de nacimiento, fallecieron y el ex ministro no ha querido dar declaraciones sobre la muerte de sus familiares, así como Rick James asegura no saber nada sobre las decisiones de Rachel y Emma James. Ambos siguen privados de su libertad al igual que Roger Gauna, Laila Lincorp, Simón Miller y Alan Oliveira sumándose los últimos seis detenidos a la espera de ser enjuiciados por un tribunal regido por el Concejo.
La pirámide de la mafia ha tomado fuerza y se nos ha informado que se juró arrasar con el único clan que les hace resistencia (La Bratva), lo cual conlleva una despiadada persecución hacia la familia que la dirige, Los Romanov. No se sabe el paradero del antiguo cabecilla y expertos aseguran que está acabado y ha dejado las armas al igual que los nexos con la mafia.
La Bratva tiene un nuevo Boss y es Yura Oniania, quien al lado de Antoni Mascherano y Rachel James son las únicas amenazas para la Fuerza Especial Militar del FBI.
Los jerarcas Bratt Lewis, Gema Lancaster y Kazuki Shima aseguran no tenerle miedo a ninguno de los tres, están enfocados en acabar con el mundo criminal. La viceministra confirma que no descansará hasta que Rachel James esté tras las rejas y no sabemos qué nos espera, pero confiamos en la entidad y en que los criminales sean capturados.
La FEMF promete una nueva era, la imagen de los nuevos gobernantes es intachable, la justicia confía en ellos, sin embargo, algunos presagian y aseguran que esto es solo un momento efímero de paz antes de que se desate la guerra final, la cual no importa si pasan semanas, meses o años.
Llegará de una forma sádica y sangrienta arrasando con todo. Los jerarcas lo toman como suposiciones y otros miran al cielo rogando que nos tome preparado.
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Nos vemos el jueves con el epilogo.
Besitos
Con amor.
Eva.
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