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CAPITULO 91

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Antes de empezar a leer recuerden que esta obra es de y para el autor. Por ende, hago un llamado al respeto y a la tolerancia ya que no se busca convencer a nadie de nada, ni pretender ser buena, correcta o ejemplar.

Pecados placenteros es una saga que está en borrador, más adelante tendrá que pulirse y mientras tanto seguirá siendo para mí. No me urge nada porque es la historia que siempre he querido leer con acontecimientos que pide mi imaginación.

Evitemos el hate y los insultos, por favor. 

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Tres motivos.

Christopher.

La jaqueca me puede, las ganas de retorcerle la garganta a alguien y las ansias de sacarle la tráquea a Gema por traidora. Necesito volarle los sesos a Bratt y colgarlos en la entrada del comando por cobarde.

«Me las van a pagar».

No aguanto la espera, el tener que estar huyendo y que entre más tiempo, más trabas. La anomalía de mi hijo es un conteo regresivo el cual no sé qué pueda desencadenar. Antoni está creciendo cada vez más y maldigo a la FEMF por no haberlo matado cuando tenía que hacerse.

El general de Francia tiene al Concejo encima truncando los planes, termino pateando la silla frente a mí y las paredes empiezan a acorralarme cuando asimilo que me he quedado sin gente.

«No los necesito», repite mi cerebro, no necesito a nadie y puedo hacerlo solo.

—Hay que buscar otro comando —comenta Patrick en la entrada.

—¿Qué otro? —la ira se denota en cada palabra que suelto— ¿Qué comando no le está lamiendo los pies a esos hijos de puta?

La masacre me dejó el nombre por el piso, los que me apoyaban yacen en prisión y el Concejo está vigilando todo con lupa. He recalculado, analizado, las conclusiones son las mismas y es que tomar fuerzas me va a tomar meses y tiempo es lo que no tengo ahora.

—¿Hay pistas de Death? —pregunto.

—Ni idea.

Prefirió irse con esa fracasada cuando más se necesita, «Su influencia con el mundo criminal americano es importante».

—Reúnelos a todos —le indico a Patrick— ¡Ya!

—Como ordenes, hermano.

Se larga y espero un par de minutos tratando de aclarar las ideas. Todas las malditas posibilidades están truncadas con el ojo de la FEMF puesto sobre el Mortal Cage. Encima, mis propiedades están en manos de las autoridades incluyendo las casas inteligentes.

Salgo y las viejas escaleras rechinan cuando las bajo rápido, todos a excepción de Rachel están alrededor de la mesa mientras el pordiosero limpia el armamento. Los escoltas vigilan afuera, hago un repaso de todo y...

—¿Dónde está Angela? —pregunto.

Se miran entre ellos tratando de enfocarse en el material de la mesa.

—Vendrá en la tarde —responde Alexandra y la postura de Franco me sube el cólera.

—¿Di la autorización u orden de salir? —le pregunto a los capitanes— Diganme, ¿Salió?

«Creo que voy a explotar». Su silencio me rectifica que no está cerca y las fibras internas empiezan a vibrarme.

—¡¿Di la autorización de salir?!

—Se lo advertí—contesta Parker—, pero insistió en traer a Santiago...

Levanto la mesa enceguecido mientras mis arterias se tapan de inmediato ¡Perra estupida! Tenga el plan que tenga me esta trayendo la FEMF aquí.

—¡Me largo! ¡Que cada quien se defienda como pueda! —espeto buscando las escaleras y Tyler entra agitado.

—¡Hay movimientos sospechosos a veinte kilómetros, mi coronel!

Todos se mueven y me apresuro a la alcoba donde Rachel se levanta de inmediato.

—¡Vamonos!

Busco las armas mientras ella recoge lo poco que tiene afuera y por este tipo de mierdas es que reitero que no se debe cargar con lo que no sirva y es lo que acaba de hacer Angela.

Patrick grita abajo a cuantos kilómetros están y Rachel carga su glock arrojandome el cargador infantil que ato a mi cuerpo antes de tomar al bebé que meto en él antes de ponerme la chaqueta.

La teniente hace lo mismo con el otro bebé acercándose a ponerle tapones para los oídos al que tengo. Me engancho la mochila que guarda el oxígeno atrás dejando las inyecciones a la mano y ella toma lo que falta saliendo conmigo seguida del perro.

—¡Por atrás que ya están aquí! —me grita Patrick devolviendose con Alexandra y doy la vuelta.

Dominick, Gelcem y Franco salieron primero y preparo la ametralladora que empieza a acabar con los soldados que aparecen mientras los escoltas me cubren la espalda.

El dron de Patrick alza el vuelo sobre nosotros luciendo como un animal, el sonido de las aeronaves me quita cualquier tipo de piedad mientras que Rachel arremete con fuerza a mi izquierda.

—¡Alto! —exigen.

—Corre —le pido— ¡Muévete al bosque!

Le abro paso pisándole los talones. El ataque desde el aire es inminente, las balas levantan el césped y una tropa viene tras nosotros, pero Parker la derriba con dos granadas que nos dan tiempo de pasar la línea de árboles por la que nos perdemos en conjunto.

No dejo de dispararle a todos los soldados que se me aparecen aniquilando al que esté dentro; leñadores, habitantes, gente que no sé de dónde diablos sale, pero el olor a sangre avasalla mi olfato a la vez que las balas centellean desplomando cuerpos. Al que se me atraviese lo mato porque no sé quién es quién, lo único que me importa es la mujer que tengo a mi lado y los bebés que tenemos cada uno.

—¡Suficiente! —Rachel deja la mano sobre mi arma mientras el pecho me sube y baja agitado— El área está despejada.

—Camina —la tomo de la mano avanzando con ella que lleva la correa del perro amarrada a la mochila

No hay manera de devolverse, los pocos cuervos que sobrevuelan me afanan más con la vista distorsionada, con la ira latiendome en el sistema y con los demás siguiéndome el paso por horas donde no paramos.

—¿Quieres que te ayude con el bebé? —se ofrece Franco encaminandose al puesto de Rachel y...

—¡Alejate! —le apunto— No te acerques...

—¡Calmate que no somos el enemigo! —se altera Dominick y me da igual, tampoco dejo que Patrick me toque, solo desfundo la jeringa que inyecto en la pierna de mi hijo cuando empieza a respirar mal contra mi pecho.

—Que nadie se acerque.

Tomo distancia queriendo saber dónde diablos estoy y el enojo incrementa al reconocer el terreno que Patrick está identificando también mirándome desde su puesto.

—Tenemos que salir de aquí —avisa—. Esto es terreno de Les beaux voyous.

«El clan francés». Maldigo para mis adentros sin poder esclarecer mi cabeza. Estoy rodeado de la mafia italiana, ya que Antoni está persiguiendo al hermano y a Rachel al mismo tiempo.

Aparto a Tyler buscando el puesto de la teniente que no suelta el arma acunando al bebé.

—Escúchame —sujeto la cara de mi mujer con fiereza—, a mi lado siempre, ¿Lo captas? No mires a ningún lado y solo sígueme.

No espero su respuesta, solo sigo avanzando tomando otra vez su mano y buscando la forma de salir de aquí. Me alejo de los disparos que se oyen a pocos metros mientras que por mi parte sigo acabando con la vida de todo el que aparece y pueda revelar mi posición.

—Está adentro —avisa Patrick quien puede interceptar todo los radios del área y Rachel aprieta mi mano —. Solo le falta Phillippe para adueñarse de la pirámide.

Apresuro el paso queriendo salir de esta mierda. La tarde llega y ni siquiera paro para alimentar a los mellizos, los cuales comen mientras camino.

No dejo de avanzar entre árboles, maleza, subidas y bajadas donde por más que recalculo no sé qué diablos hacer, pero no se lo digo a nadie porque no me queda grande matar a ninguno de los malditos que me persiguen.

Patrick me guía a las áreas más despejadas, el menor de los hermanos Mascheranos le está siendo frente a su hermano y el tronar de las balas se oye a pocos kilómetros mientras sigo avanzando en busca de la salida.

Cuervo que se me atraviesa cae bajo el peso de mis armas, son horas en las que nadie descansa y el cielo se oscurece con la llegada de la noche.

—Tengo que cambiarlos —me pide Rachel—. Pueden enfermarse.

Miro al niño que tengo contra el pecho el cual no puede debilitarse más de lo que ya está. Patrick me indica que podemos hacer una pausa revisando la pantalla que tiene en la mano, su dron es quien vigila desde arriba.

Suelto la mano de la teniente que se hace a un lado con el perro ocupándose de los mellizos a la vez que los otros aprovechan para repartirse el agua que había en las mochilas de cada uno.

No recibo nada, simplemente me concentro en vigilar detectando a la persona que se asoma a través de los árboles y no dudo en soltar los disparos que se entierran en el árbol cuando se oculta.

—¡A ti te estaba esperando, hija de puta!

Huye, voy por ella mientras Rachel me grita que pare y Patrick con Parker se atraviesan entorpeciendo la tarea de matar a Angela que sigue corriendo. Dominick sujeta la ametralladora logrando que las balas se entierren en el piso y saco la Beretta...

—¡Está con nosotros! —me grita Patrick.

—¡Sabías que me estaban siguiendo y la dejaste! —le reclamo quitándomelos de encima, pero ya no está cuando recupero el control— ¡Que no se aparezca porque le vuelo la cabeza!

—Solo se equivocó, Christopher, y acaba de perder a Santiago—Patrick intenta que razone, pero me devuelvo por mi mujer.

No es mi problema si se equivocó o no, si se me atraviesa la mato por estúpida, por ilusa y por desobedecerme. Sabía que a ese cura no lo necesitábamos, que no valía más que la vida de mis hijos.

—No la vas a matar —es lo primero que me dice Rachel cuando vuelvo a su lado—. Tú también hubieses mandado por mí.

—Ese imbécil no vale lo que vales tú y no tiene quien lo cuide como te cuido yo —soy claro—. De qué le sirvió traerlo si no pudo protegerlo, ¡Porque murió!

La encaro.

—Si tienes a alguien a tu lado es porque tienes las capacidades que se requieren para mantenerlo con vida —confieso—. De lo contrario, debes dejarlo de lado porque no va a servir para una puta mierda.

—No eres quien para decidir sobre la vida de alguien —advierte.

—Rachel —le habla Patrick—, Rick está preso...

Se le desfigura el rostro de inmediato. Intenta pedir más información, pero la jaqueca me tambalea y me termina tomando.

—Siéntate un momento —me lleva contra el árbol obligándome a que beba agua pero me rehúso— ¿Crees que así vamos a llegar lejos? —me regaña— Si llegas a colapsar, ¿Qué diablos vamos a hacer?

—Silencio —pide Make.

—Hay más de cuarenta persona a pocos metros —indica Patrick en voz baja y cada quien toma maniobra de camuflaje.

Ivan con Dalton, Tyler y Make, Gelcem con Franco y Dominick y Patrick con Alexadra. Quedo detrás del enorme árbol con el arma lista sujetando a uno de los mellizos mientras Rachel hace lo mismo.

—Están cerca—reconozco la voz de Alí Mahala a pocos pasos— ¿Quién va a reclamar la recompensa de los mellizos?

—¡Muerte a los Morgan, a los hijos y a los hijos de sus hijos! —un coro se alza.

Poso la vista en Rachel que está estática con el bebé en brazos y con los ojos le indico que ni se le ocurra moverse, pero la barbilla le tiembla, sin embargo, logra respirar hondo con el arma en la mano y el perro al lado.

—No le hagan daño a ella.

Se mueven y espero varios minutos antes de tomar la dirección contraria con el resto. La madrugada nos absorbe, las subidas y bajadas se vuelven cada vez más difíciles, el reloj me indica que el nivel de oxígeno está llegando a la mitad y es cuando más me apuro.

—¡¿Dónde está la maldita salida?! —le exijo a Patrick.

—Faltan varios kilómetros todavía...

El llanto y la tensión de las extremidades del niño me mueven a un lado sacándolo para suministrarle el medicamento dejándolo en el suelo en tanto Rachel me sigue de inmediato cubriéndome y negándose a que nadie lo vea.

Las venas son notorias sobre la piel que está perdiendo color, tiene fiebre y el oxígeno parece que no está siendo suficiente.

—No estaba así ayer —se preocupa ella mientras el otro mellizo no deja de llorar— ¿Qué tiene?

—¡No sé!

Necesito hallar a Uda y por ello vuelvo arriba tapando al niño, indicandole a Rachel que se apure. Toma mi mano queriendo correr, pero...

El dron de Patrick me cierra el paso cuando cae hecho pedazos, me miro con él y la huida se da de forma inmediata mientras las ramas crujen. No hallo una maldita solución, tampoco un plan B que por más que trato de idearlo no tengo nada en este maldito círculo, el cual estoy inmerso.

El río aparece a mi izquierda, subo y bajo una colina y de nuevo en tierra firme sigo corriendo con la teniente a mi lado y los otros a pocos pasos.

Por el rabillo del ojo capto las sombras de las personas que nos siguen y paro para entregarle el niño a Rachel, los cubre a ambos recibiendo la mochila que tenía mientras Dominick trata de armar el arsenal de emergencia en el suelo.

—¡Maniobra de defensa militar, ya!

Ordeno uniendo las piezas del otro dispositivo que cargaba Ivan y ellos arman un círculo a mi alrededor con las rodillas en el suelo con el fin de que las municiones de la Barrett M95 que preparo no les impacten.

—¡No te muevas! —le exijo a Rachel, pero no me obedece pidiéndole a Stefan que la siga y la proximidad de los otros no me dejan ir por ella, ya que debo empezar a disparar.

Brenda y Alexa se tiran cuerpo a tierra con ametralladora en mano y arremeten a los hombres que bajan de las colinas. Tyler, Ivan y Make disparan con tiros certeros a los que evaden los disparos de las tenientes.

Son un grupo grande y Dominick se encarga de los que están entre los árboles mientras Dalton se levanta a devolver la granada que nos lanzan.

Mi arsenal queda listo, pero entre más disparos más gente sale. Patrick me pasa las municiones, las mujeres cambian la maniobra moviéndose entre los pinos queriendo acabar con los que se aproximan, sin embargo, son demasiados.

El dispositivo se atasca con la furia de las balas e intento maniobrar, pero ellos no me dan tregua, así que tomo la ametralladora.

—¡Dominick! —grita Patrick y desvía el cañón del armamento hacia las personas que lo apuntan, pero no tiene municiones y....

Las balas de Rachel impactan contra los cuerpos de los sujetos que caen y ella no deja de arremeter sumándose al grupo sin los mellizos. Miro la dirección en la que apareció y no los veo por ningún lado, ni a ellos, ni al perro y mucho menos a Gelcem.

—¡¿Dónde están?!

—¡A tu derecha! —previene y apunto a la dirección acabando con los que tengo en la mira, sigue apareciendo gente y la retirada es la única alternativa.

—¡Corre! —me pide ella.

El trote que hace temblar el suelo me apresura y tomo la mano de la teniente mientras los otros intentan huir. Corre conmigo en medio del bosque y quiero hallar la maldita salida de este caos, pero vuelven a acorralarme yéndose contra la Élite y los escoltas.

Alexandra es la primera que alcanzan a tomar, Make es el siguiente y mis intentos de disparar quedan a medias con la red eléctrica que me cae encima atrapándome con Rachel.

La descarga nos inmoviliza arrastrandonos mientras forcejeamos, pero no hay escapatoria estando envueltos en un montón de cables que no me dejan mover las extremidades.

Los captores hablan en francés y en medio del aturdimiento de las descargas se aprovechan para ponerme las cadenas despojándonos de las armas. Levantan la red y se me vienen encima con golpes y patadas que me sacan sangre. No puedo moverme con el peso de las cadenas, las botas impactan en mi tórax y Rachel no se salva de lo mismo.

—Vas a correr —le indico cuando nos levantan— ¡A la más mínima oportunidad lo vas a hacer y vas a poner a mis hijos a salvo!

—¡Habla en plural! —exige.

Los captores se mueven cuando uno de ellos lanza una alarma y entre varios soy arrastrado junto con ella que no deja de forcejear al igual que los otros, «Patrick, Alexandra, Franco, Parker, Make, Tyler, Dalton e Ivan». No somos los únicos que están huyendo y queda demostrado en el afán que toman los franceses.

Nos obligan a avanzar varios kilómetros, quienes lo hacen no dejan de mirar atrás apuntandonos con las armas que tienen y después de casi media hora nos adentran en una propiedad en ruina con pinta de matadero.

Las puertas se abren dándonos pasos y un pasillo lleno de hojas aparece. Sigo encadenado, hay gente armada por todos lados y en el fondo del salón lleno de mesas oxidadas está Phillippe Mascherano.

—Que inesperada sorpresa —saluda—. Bienvenidos a la casa del líder.

Suelto a reír, pena es lo que me da este payaso. Vuelvo a luchar con las cadenas y su clan las tensa mientras que Rachel no deja de evaluar el sitio en busca de una salida.

—¿Dónde están los mellizos? —es lo primero que pregunta cuando me encara.

—¿Tan mal estás que necesitas la recompensa de tu hermano? — contesto y toma el mentón de mi mujer, pero esta se le zafa.

—No necesito el dinero de mi hermano —advierte—. Acabo de conseguir un pase directo que me devolverá la pirámide y eso lo lograré matandolos a todos ustedes.

—¡No sabes ni qué mierdas estás haciendo! —le grita Rachel— Estás acabado y esto no es más que una medida desesperada, así que piensa, recalcula y huye que es lo mejor que podemos hacer ahora.

Sacude la cabeza en señal de negación.

—A las jaulas —pide y trato de quitarme las cadenas, pero me llevan a las malas con un cañón clavado en la cabeza.

Rachel es otra que tampoco deja de forcejear ni las ocho personas capturadas. Nos hacen subir varias escaleras y una fila de celdas aparecen en el pasillo que tomamos. Hay presos que sacan las manos entre los barrotes pidiendo que los saquen.

Sé lo que va a pasar, lo que se aproxima y más peleo con las cadenas zafando una mano sin importarme si me arranco la piel o no, simplemente me suelto lanzandole un codazo al que tengo atrás, desvío el cañón que me apunta matando al que tengo al frente y con la misma cadena ahorco el que tengo a la derecha, pero vuelven a reducirme cuando más de diez pandilleros se me vienen encima.

—Hay que saber perder, coronel —me empujan a una prisión con cuarenta personas más las cuales tienen cara de horror—. Vamos por partes, dejaré vivo el que sobreviva en cada tanda de lo mejor que sabes hacer y es el Mortal Cage, nuestro deporte favorito en la mafia.

No quiero voltear, no quiero ver a las dos personas que entran detrás de mí, pero el instinto me obliga a hacerlo hallando a Patrick en un lado y a Rachel en el otro.

—Sácame —se devuelve Rachel hacia los barrotes— ¡Sácanos y deja de lado tu maldita falta de agallas!

—Ah, que casualidad que tu hermana también pidió lo mismo —contesta— ¿Serás mejor que ella?

—No seas cobarde —le exige— ¡Sácanos!

—Después del juego predilecto de tu marido —espeta el italiano—. Si no hay un solo sobreviviente cuando finalice el reloj los mataré a todos.

Alexandra se pega a la reja de mi izquierda donde ingresan al resto de la Élite con los escoltas sacando la mano para alcanzar a Patrick, pero este no la mira.

—No le hagas daño —me empieza a suplicar — ¡Por Abby, no le hagas daño, por favor!

—¡Armas! —se retira Phillippe mientras que sus hombres deslizan armas blancas y una sola de fuego por los lados. Los otros miembros se apresuran por ellas mientras yo alcanzo a tomar la pistola y activan el reloj comenzado la cuenta regresiva.

—¡Solo uno sale! —grita y tres se me vienen encima, le rompo el cuello al primero cortándole la garganta del segundo con su propio puñal.

Patrick se defiende con un mazo y Rachel con un sable que se mancha cada que lo desliza matando a todo el que se le atraviesa. Todos están desesperados por ganar, pero no más que yo...

Me atacan por la espalda y tomo al que intenta golpearme estrellando las dos cabezas que se fracturan a sí misma con el impacto.

La situación me aturde a tal grado que no soy consciente de lo que hago matando a diestra y siniestra. Me llevo a uno contra las rejas matándolo a golpes contra esta y tomo el cuchillo que se le cae atravesando los cuellos de varios. La sangre me baña, el pecho me galopa y el que se me cruza no vive para contarlo porque lo acabo, ya que llevo años haciendo esto.

Mato uno a martillazos reventándole la cabeza que desparrama el cerebro que piso y acabo con cuatro volviendo a tomar el cuchillo que los apuñala en puntos mortales cayendo sin vida mientras el tiempo se agota y la cara del italiano que observa me deja clara su decisión cuando sus hombres cargan armas.

Detecto a Patrick en mi radar y me afano por acabar con los que quedan.

—¡Vamos a encontrar una solución! —me grita Rachel defendiéndose— ¡Christopher, escúchame!

Llevo contra el piso al que me agrede asfixiándolo sin dejar de mirar a Patrick que sigue atacando.

—¡No le hagas daño! —insiste Alexandra— ¡No le hagas daño, te lo suplico!

La mano estirada no deja de querer alcanzar a su esposo, pero ella no sabe que sus súplicas me dan igual. Franco se da la vuelta con Parker negándose a ver y no pierdo de vista al capitán aniquilando a los pocos que me rodean

Acaba con el preso que tenía entre las manos y saco el arma que tomé mientras deja caer el mazo detallando a su esposa que no deja de agitar la reja.

—Te adoro chiquita.

Le confiesa antes de mirarme moviendo la cabeza en señal de asentimiento mientras le apunto.

—Está bien, hermano —me dice—. Lo entiendo.

—¡Christoper, no! —suelto el disparo que le atraviesa el tórax y el cuerpo de Rachel impacta contra el mío a la vez que suelto los otros tiros que lo desploman en el suelo.

—¡¿Qué haces?! —estrella los puños en mi pecho y solo puedo mirar la sangre que emerge de su cuerpo en tanto los gritos de Alexandra le desgarran la garganta clamando por su nombre— ¡Es tu amigo!

Los minutos en el reloj me termina de enfriar haciendo que todo deje de valerme.

—¡Lo mataste! —sigue— ¡Mataste a Pack! ¡Lo mataste!

Rachel no deja de golpearme llevándome contra la pared.

—¡Ya cállate, no seas ridícula! —la tomo sacudiendola y está vuelta un mar de llanto, pero la obligo a tomar el arma que tengo en la mano— ¡Por primera vez en tu vida suelta el papel de cobarde!

Deja caer el arma, pero la vuelvo a tomar haciendo que la agarre a las malas mientras la pongo contra mi pecho y ella forcejea queriendo que me aparte.

—¡¿Qué haces?! —me grita— ¡Suéltame!

—¡Eres tú o yo y yo no puedo vivir sin ti! —espeto— Lo sabes, así que aprieta ese puto gatillo.

Sacude la cabeza temblando y no la dejo bajar el arma pidiéndole que lo haga, pero se rehúsa y sujeto sus muñecas con fuerza clavando el cañón.

—Suéltame, Christopher...

No es capaz, así que cubro sus manos con las mías. Su negación me hace emplear más fuerza cuando quiere soltarla y le pongo fin al asunto tirando del gatillo que desata el primer impacto que me atraviesa a la vez que grabo en mi cabeza la belleza de su rostro.

La sangre me corre en el pecho, el disparo nos deja quietos a los dos y aprieto el gatillo otra vez concentrándome en los únicos ojos por los que soy capaz de poner a arder el mundo.

—No está pasando —empieza— ¡Nada de esto está pasando!

—Dilo —el cuerpo se me debilita cuando pierdo fuerza—. Dilo, Rachel...

Mis rodillas tocan el piso con ella frente a mí y los disparos no me duelen aún sabiendo que hacen estragos dentro de mí desangrándome, partiéndome. El sabor metálico de la sangre me invade la boca y ella no deja de reparar lo que acabo de hacer.

—No me dejes —me ruega—. Amor no me dejes, por favor...

Suelta la pistola sujetando mi rostro sin dejar de llorar alternando la vista entre las heridas y mi cara.

—Dilo —vuelvo a pedir con el poco aliento que me queda— ¡Dilo, maldita sea!

—¡Te amo! —me grita— ¡Te amo y no quiero que me dejes!

Me abraza empapandose de mi sangre mientras me termino de ir al suelo con sus sollozos perforandome en los oídos y en vez de ver el techo me veo llegando al nacimiento de mis hijos.

—No cierres los ojos —suplica— ¡Me prometiste algo, Christopher!

Mi entorno se oscurece, las heridas me arden y me veo colocándole el collar, el anillo que le volvió a gritar al mundo que ella era mía.

Veo a Alex llegando a High Garden con su uniforme, a Sara yéndose, a los mellizos mirándome al mismo tiempo y siento que la vida se me escapa mientras pierdo poder, fuerza y energía.

—Te amo —ella me llena la cara de besos abrazándome con fuerza —. Lo amamos mucho, coronel...

Su llanto no impide que mis ojos empiecen a cerrarse, sus te amo son un eco mientras siento su angustia, su desespero, sus lamentos y esa voz que me dice que he perdido por primera vez en mi vida.

—Mi amor, por favor no me dejes —sigue—. No me dejes... por favor, Chris...

Dejo de verla, de sentirla, de escucharla y mi mente solo emite recuerdos repetitivos donde ella es la protagonista. La herida deja de arder, el peso de todo desaparece y la imagen de Reece y Regina me dejan en un escenario totalmente diferente.

—Muñequito —saluda Reece mientras Regina no deja de abanicarse—, llegaste temprano.

Asiento y ella enarca una ceja, no digo nada, simplemente los sigo.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Rachel.

Han habido dolores que me han dejado en el piso, que me han hecho arder el alma, los ojos, el corazón, pero ninguno como este, el cual siento que se lleva mi espíritu fragmentándose en miles de pedazos dejándome en un montón de ruinas.

No quiero seguir, no quiero avanzar y solo deseo irme con el hombre que ha muerto en mis brazos, el cual no dejo de besar con el rostro lleno de lágrimas.

—Mi amor, por favor —le suplico—. Vuelve a gritarle al mundo que soy tuya.

No me responde y siento que me he ido con él. Lo abrazo con fuerza como si eso me lo fuera a devolver, como si eso me lo fuera a traer de regreso. El llanto de Alexa se oye a lo lejos y no me importa otra cosa que no sea traerlo de vuelta porque lo necesito tanto como respirar.

—Chris, te amo mucho mi amor —sigo— ¿Lo oyes? ¡Te amo con mi vida!

Hay gritos por todos lados, pero el mundo dejó de existir para mí. Ya no es lo mismo sin él y no habrá nadie que llene su espacio, no habrá nadie que me haga sentir como lo hace él.

Alguien me atrapa por detrás colocándome contra el piso entre dos mientras otros dos sujetos arrastran el cuerpo del coronel afuera junto con el de Patrick.

—¡Suéltame! —les grito sin perderlos de vista, pero no lo hacen y me sumerjo en el llanto desesperado no sé por cuánto tiempo.

«No está pasando me repito», él no puede dejarme. El piso tiembla con las detonaciones, el fuego se alza en la prisión de la derecha y sigo en el piso.

—¡Rachel, es Antoni! —me grita Brenda y los hombres me levantan de inmediato.

La imagen de Alexa en el suelo siendo abrazada por Tyler es otra patada. Me siento perdida e intentan arrastrarme no sé a dónde, pero me suelto sacando el cuchillo que tiene uno de los captores con que apuñalo a su compañero antes de abrirle la garganta a él logrando que ambos caigan.

Salgo de la prisión, hay humo por todos lados, gente gritando y veo un manojo de llaves colgadas al final del pasillo.

Intento ir por ellas para abrir la celda donde yace la elite, pero los pies se me resbalan cuando Alí Mahala aparece con cuatro hombres más y vuelvo a incorporarme yendo por el otro lado mientras envía a sus hombres por mí.

—¡Deja de agotar energías! —me grita y sigo corriendo.

Las piernas no me fallan a la hora de huir saltando por encima de los cuerpos franceses que yacen en el suelo.

Al que se me cruza lo reduzco con golpes o dándoles con lo primero que se me atraviesa llegando a la primera planta con un mero puñal en la mano. Ellos no me pueden matar y corro más rápido cuando las puertas principales empiezan a cerrarse.

Las posibilidades empiezan a agotarse y le sumo velocidad a mis piernas traspasando el umbral con la imagen de mis hijos en la cabeza perdiéndome en el bosque. El recuerdo de Christopher me hace caer y siento que no puedo... «No puedo seguir sin él». Los dedos se me entierran en la maleza mientras lloro y me obligo a levantarme huyendo otra vez.

La respiración se me acelera mientras sigo avanzando, la oscuridad no me ayuda, sin embargo, sigo corriendo hasta que choco con alguien, la cual me manda a volar el puñal que cargaba.

Me apunta con la muñeca temblorosa y me levanto para reducirla, pero ella baja la pistola antes de que pueda hacer algo.

—No voy a disparar —dice. Está golpeada y con varias cadenas en el cuello— ¡Los italianos me tenían!

Una linterna alumbra uno de los árboles, encuentro el puñal y ambos salimos corriendo, ella detrás de mí.

—¡Lárgate! —le exijo, pero no deja de seguirme y a mí no me importa otra cosa que no sea llegar a ver a mis hijos.

Sigo corriendo hasta hallar la casa desolada en la cumbre cerca del río, a simple vista no es más que un pedazo de desecho de madera. Entro y me agacho a mover las tablas que llevan al pequeño sótano donde espera el soldado con mis bebés acostados en una pequeña base de madera con el perro al lado.

Guardo el puñal en mi espalda y me voy contra ellos abrazándolo a los dos mientras lloro sobre ellos.

—¿Qué pasó? —pregunta Step— ¿Dónde están los demás?

Las palabras no me salen, la agitación en el pecho no me deja hablar y Christopher es una herida abierta la cual me está desangrando.

—Perdí al coronel — me llevo las manos a la nuca reparando a mis bebés— ¡Me he quedado sin Christopher!

Siento que es algo que no voy a superar jamás, que es un dolor el cual nunca se apagará. Él trata de consolarme, pero no lo dejo pidiéndole que tome a uno de los niños antes de quitarle el arma que tiene.

Me engancho la mochila apresurandome a fuera y alzo la pistola cuando la misma mujer que me perseguía se asoma en la puerta.

—¿Maricarmen? —inquiere Stefan.

—Ya vienen —avisa ella—. Hay que correr.

La paso por encima enfocada en poner a los mellizos a salvo mientras que Stefan le quita el arma que tiene. Está golpeada, andrajosa y algo en ella me recuerda a Fiorella.

El perro me sigue y con Stefan avanzo corriendo entre árboles, siento que me están respirando en la nuca y el tramo de río me quita cualquier tipo de salida. Miro hacia todos lados buscando escapatoria, hay un hombre desembarcando baldes en una pequeña lancha y le disparo desde mi punto yendo por ella seguida por Stefan y la otra mujer.

—¡Piérdete! —le pido a la española que me muestra la herida que tiene.

—¡No soy un peligro, se lo juro y me arranque el dispositivo de rastreo! —asegura— Le ayudaré a cargar...

Los silbidos del grupo terrorista comunicándose entre ellos me suman afán siendo consciente de que ya vienen.

—Sube rápido —le pido a Stefan acomodando las mochilas en la lancha.

La española ayuda a subir el perro antes de meterse al agua sacando el ancla. Acuno al niño que tengo antes de pedirle al soldado que me acerque el otro queriendo besar la cabecita de ambos.

«Esto es otra forma de morir».

—Sube—me pide Step y sacudo la cabeza soltando el collar que envuelvo en la cobija de mi bebé.

—Él no va a dejar de perseguirme y si me encuentra con ellos los va a matar —se me quiebra la voz—. Así que vete y apenas pueda los buscaré...

—Rachel...

—¡Vete! —se los entrego dándole el arma.

El nuevo silbido hace que los reciba rápido, la española sube y empujo la lancha mientras la mujer se las apaña para encender el motor.

—Cuidalos mucho, por favor — vuelvo a pedir cuando el motor ruge— ¡Los buscaré pronto!

La lancha se mueve, los veo partir y él asiente demostrando una vez más que su manera de ser siempre me gritó que nunca deje de ayudarlo porque todo lo que hice lo vería compensado algún día.

Espero que se pierdan en el río y me devuelvo por donde venía corriendo otra vez, logrando que los halcones me persigan. «Conozco a Antoni», sé lo que hará para hacerme volver y es matar a mis amigos uno por uno hasta que dé la cara.

Mi velocidad se compara con la de Alí y serpenteo entre árboles desesperándolo y logrando que sus silbidos pongan a todos sus hombres detrás de mí mientras sangro por dentro con la brecha que provoca el dejar a mi familia, el perder a mi marido.

Sigo atrayendo a los Halcones, necesito ser su objetivo y no Stefan con los mellizos. La propiedad de donde salí aparece frente a mí y me adentro en ella, pero solo encuentro el cadáver de Phillippe decapitado en una de las salas.

Con el mismo afán me devuelvo queriendo hallar al italiano. Los pasos de sus hombres marcan la tierra y conozco tanto una parte de él que no me equivoco al toparme a sus seguidores en la salida del bosque.

Hay un círculo de ellos y entre los cuerpos vislumbro a mis amigos de rodillas en el piso y con las armas en la cabeza listos para ser ejecutados.

Dejo de correr acercándome cansada y los halcones miran atrás abriéndome paso. Alexa está destrozada, Brenda mantiene la mirada en el piso al igual que el resto y Antoni está a pocos pasos con las manos atrás luciendo un traje a la medida.

No me dice nada, pero sus ojos me acribillan denotando el enojo que arde en su mirada. Sus hombres no bajan las armas con mi llegada y me acerco despacio sacando el puñal que tengo atrás.

Los gestos no se le suavizan con mi proximidad y las lágrimas me caen en el pecho con cada paso.

Su colonia llega a mi olfato, pierdo las fuerzas, no tengo a mis hijos, no tengo al coronel, me he quedado sin nada y el peso de la promesa me debilita las piernas haciendo que las rodillas me caigan al suelo. Está a centímetros de mí, el puñal sigue en mi mano y...

—Lunga vita al leader —digo enterrando el puñal en la arena.

—La dama ha vuelto —contesta y todos alzan las armas en señal de triunfo.

«Lunga vita al leader: Larga vida al líder». 

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Nos vemos el martes (Con las que sigan). Pronto final, epilogo y regalo. 

Besitos. 

con amor. 

Eva. 



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