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CAPITULO 90

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Estrategias, obras y apellidos.

Rachel.

Dos semanas después del parto.

Siento que mi sistema empieza a reposar con el pasar de los días. El parto me dejó en cama, sin embargo, las energías se van recuperando, el dolor de cabeza se ha ido, la tensión se me está regularizando, el sangrado nasal cesó y llevo más de setenta y dos horas sin oxígeno.

Por mi tranquilidad y para una recuperación más rápida no he tenido contacto con el exterior, solo he estado recibiendo los masajes post parto que van dejando mi cuerpo igual que antes y a la semana empecé débilmente con los ejercicios enfocada en salir de esta habitación. Muero de ganas por ver a mis bebés y hoy es ese día.

Christopher está recostado en el umbral tenso y más estresado que nunca, no duerme, no descansa; sólo trabaja día y noche.

—Vamos —pide.

Me limpio las manos en la sudadera siguiéndolo a alcoba acompañada de Pucki que también los verá por primera vez. Debo respirar varias veces de lo ansiosa que estoy. Saludo a Make, el coronel abre la puerta y el olor a bebé se percibe de inmediato.

La pequeña caja de cristal yace en el fondo, la luz es tenue y...

—Ambos están bien, ¿Cierto? —lo freno antes de avanzar— Es que llevo días pensando en...

Sacudo la cabeza y sigo avanzando al convencerme de que pase lo que pase los adoraré igual.

El corazón me martillea enloquecido, sé que uno de ellos no está bien por haber absorbido el 50% del veneno dándole más posibilidades al otro mellizo. Por otro lado, el haber sido dependiente del HACOC era una clara advertencia de que perfectos no serían.

Los miedos de madre no se hacen esperar con cada paso, Christopher no me ha hablado de nada y yo tampoco quería malas respuestas de su parte. El perro ladra, me acerco despacio preparada para lo que sea y los dos aparecen en mi campo de visión metidos en la incubadora.

La punzada en el pecho duele, las lágrimas empiezan a nublarme los ojos y las aparto paseando la vista del uno al otro mientras que vuelvo a sentir las raíces que saca mi corazón albergando la imagen de ambos. Es como si a mi cuerpo se le sumarán dos órganos vitales más y estos latieran al mismo tiempo.

Meto la mano tomándome el tiempo de tocar al primero que nació y ya conocía, «Sigue estando perfecto».

Su hermano me hace moverme cuando se despierta y se me vuelve a nublar la vista con mi pequeño valiente que ha sabido subsistir todo lo que le ha pasado salvandonos a los tres. Tengo tantas ganas de tomarlo que no me aguanto las ganas de abrir la incubadora quitando los cables para tomarlo, dándole el recibimiento que no pude darle cuando nació.

Solo le dejo el oxígeno puesto detallando cada parte de él; el cabello negro, su cara, su piel, sus extremidades... deteniendome cuando su anomalía me hace mirar al coronel que está frente a mí sin decir nada y debo tomarme una pausa para hablar.

—Creo que se va a parecer a ti —le digo reparandolo otra vez—. Mi amor, es...

Se me acerca besándome la sien detallándolo conmigo y lo llevo contra mi pecho feliz de tenerlo.

—Es muy hermoso... Ambos son hermosos.

—¿Que Morgan no lo es? —contesta airoso— ¿Y desde cuando lloras por lo obvio? Ya no estás embarazada, así que déjate de tonterías.

Lo muevo cuando llora en mis brazos y le beso la cabecita amándolo más con cada segundo que pasa, porque si no fuera por él no hubiesen nacido ninguno de los dos y yo no estuviera tan feliz ahora.

—Hay que devolverlo —me indica el coronel y me niego.

—Ellos necesitan a su madre.

Me las apaño para tomar el otro obligándolo a que mueva el oxígeno cuando busco la mecedora con mis bebés en cada brazo saboreando el indescriptible sentimiento de llenura.

Vuelvo a besar la cabecita de cada uno estando sentada y es que no los quiero soltar.

—Ahora tú —le digo a mi marido y este se inclina uniendo su boca a la mía.

Quién diría que la cena en Londres terminaría así, casados y con dos bebés que ahora son todo lo que necesito en la vida para ser feliz.

—¿Quién les da calor? —pregunto.

—La incubadora —responde él y lo miro mal.

—¿No los has cargado?

—¿Para qué?

—Christopher, son prematuros. Hay que cargarlos, darles amor y hablarles bonito.

—Ajá.

—¿En verdad no los has cargado? —lo regaño.

—No.

Los acuno queriendo compensar al espécimen cavernícola que tienen como padre y me dedico a mirarlos todo el dia viviendo mis primeras experiencias como madre mientras Christopher le acerca la ropa de ambos al perro para que la olfatee y los reconozca.

—Que nadie los vea —advierte el coronel antes de irse y asiento estando de acuerdo.

Tampoco me apetece que nadie los vea ahora con Antoni suelto, ya que querrá hacerles daño y me niego a que me quiten la creación más bella que he podido lograr.

"Muerte a los Morgan, a sus hijos y a los hijos de sus hijos". Esa amenaza sigue latente en mi pecho.

Dejo uno en la incubadora mientras le doy de comer al otro la fórmula alternándome para que ambos reciban mi calor y sientan mi amor de igual manera. El baño está aquí, el coronel me sube la comida y solo me enfoco en ellos durante los días siguientes.

No hay nada más importante que no sea el que superen la etapa de prematuros y los cuido con tanto esmero que el mundo deja de existir para mí.

—¿Ya hay un diagnóstico? —le pregunto al coronel mientras enjuago la cabecita de mi primer radiador.

—No, es cuestión de semanas, meses, años, no sé —responde alterado inyectando al bebé que se pone a llorar y hace que agilice la tarea con el que tengo en la bañera.

Hago el cambio para que el siguiente se relaje en el agua tibia masajeando el área de los piquetes diarios. No sabemos lo que tiene, si hay una cura, si puede empeorar o mejorar y eso me preocupa, ya que no hay casos como el suyo. Lo que me hace suponer que es una anomalía propia del veneno italiano.

—Necesito que solo estés concentrada en esto —Christopher me abraza la cintura reiterando lo mismo de siempre —. Tú atención en ello y en nadie más.

—Vale —no es necesario que me lo diga, pero se lo confirmo para que se vaya tranquilo.

No veo las noticias, no toco el celular, tampoco la laptop y no hablo con nadie en las dos semanas siguientes. La faja posparto va moldeando mi figura, a las 3: 30 ya estoy despierta y hago dos horas de ejercicio en el balcón con el fin de que me devuelvan el estado físico que necesito, además, sudar me ayuda a sacar las toxinas que tenga mi sistema.

«Mi tensión arterial vuelve a estar estable». La dieta con la comida me fortalece más y es que tengo claro que para ser útil debo ser la misma de antes.

El peso del trabajo recae en Christopher, sus gritos en ocasiones me llegan hasta acá y le subo el volumen a la música de cuna para no oírlo. Los problemas harán que pierda el enfoque en mis hijos y es algo que no me puedo permitir ahora, estando tan pequeños.

Hago que tomen el sol mañanero todas los días con el mero pañal puesto mientras Pucki nos observa, «no se nos despega». Al más pequeño le cuesta mucho respirar, parece que tuviera dolores constantes ya que se tensa llorando a cada nada y eso me pone sensible la mayoría de las veces.

Estimulo sus sentidos como aprendí y, por sencillo o normal que se vea, para mí es lo mejor del mundo disfrutar de ellos en todo momento, así sea colocandole las medias o darles baños nocturnos que los relajan.

Los dejo dormidos y monitoreados como todas las noches antes de irme a mi habitación a tomar una ducha, no sin antes encender la pantalla de la cámara que tengo en la alcoba.

Me doy un baño completo, salgo y Christopher ya está en la alcoba pasándose la mano por el cuello estresado. Cada día lo veo más agotado, malgeniado e histérico.

Me acerco a voltearlo y su tensión es tan palpable que paso las manos por su torso queriendo que le merme, ya que no se ha dado tregua con nada. A la semana de estar aquí se largó no sé a dónde, pero volvió golpeado y con una herida en el brazo a la cual no le quiso poner atención.

—¿Mal día? —le pregunto y asiente— Déjalo pasar, ya lo vamos a solucionar cuando pueda ayudarte.

—Cada quien tiene sus tareas. No necesito que me ayudes en nada.

—Sabes que si.

—No —replica.

Le saco la playera repartiendo besos por su cuello y él lleva las manos a mi bata de baño llevándome a su boca con un beso largo y húmedo.

—Faltan diez días—digo contra su boca al sentir lo duro que está.

—Necesito a mi mujer —camina conmigo a la cama—. Ya estoy harto de pajazos y toqueteos de medianoche.

—Pero...

—Lo necesito.

Su impaciencia me deja desnuda y le termino de soltar el pantalón mientras desliza las manos por mis glúteos. No tengo nada de qué avergonzarme, ya que mi cuerpo está casi igual que antes gracias a la genética de las Mitchels que nos deja en nuestra forma natural de una manera rápida.

Soy yo la que lo llevo a las sábanas cuando lo dejo sin ropa y gateo sobre estas ansiosa por volver a lo de antes. El que esté sin nada aumenta mi hambre por él y paseo las manos por la maravilla masculina que tiene como cuerpo.

—Mío —atrapo su miembro agitando la mano sobre este y su cara me seca la boca— ¿Lo tienes claro?

—No sé...

Le pego en la cara para que no se ande con bobadas y nuestros labios se niegan a separarse cuando nos besamos uno arriba del otro en tanto mis caderas se contonean dedicandole el tiempo que se merece.

No deja de magrear todo lo que se le atraviesa y quedo de rodillas abierta sobre su cintura dejando que se siente en busca de lo que más le gusta y ya no me importa mojarlo, solo disfruto el calor de su boca en mis pezones endurecidos.

El matrimonio no me cohibe, no me resta, de hecho, me excita saber que soy la madre de sus hijos.

Lo abrazo llevándolo de nuevo a la cama saboreando su boca. La cabeza de su miembro da pinceladas en mi sexo, se lo quito dejandolo sobre su abdomen y vuelvo a levantarme dejando que mi coño lo repase sin penetración mientras le doy un espectáculo visual echando la cabeza hacia atrás totalmete desnuda.

—Nena, joder. Qué buena estás —desliza las manos por mi abdomen y reafirmo las caderas en su falo.

—¿Más que antes?

Se muerde los labios antes de afirmar y la mera erección bastaría para el más exquisito de los orgasmos. La mano sube por el canal de mis senos y la tomo chupando el dedo donde tiene el anillo de bodas.

Como amante me enciende, como novio me aviva y como marido me convierte en una auténtica hoguera.

Mi cabello nos tapa a ambos cuando bajo de nuevo dejando besos húmedos a lo largo de su torso y en la V de sus caderas antes de chupar el capullo que alberga las gotas brillantes que se le han escapado.

—Se me olvidó algo con los niños —lo suelto bromeando y el amago de irme hace que me atrape dejándome de espaldas bajo él.

—Yo también existo teniente, así que déjese de juegos—reclama abriéndome las piernas con la rodilla—. Necesito arremeter contra ese coño, Rachel.

Su cabeza se expande en el borde de mi sexo y elevo la pelvis dejando que entre con choques salvajes llenos de gruñidos masculinos los cuales me dicen que está apretando los dientes.

Me pongo en cuatro y se aferra a la parte trasera de mi cuello follando a lo animal, con una dureza que desencadena el sonido del choque de su cuerpo contra el mío en tanto su miembro entra y sale con desespero.

—Mía —arremete con un salvajismo exagerado.

Jadea dejando el glande en lo más hondo y babeo mentalmente con la tunda de sexo brusco lleno de embesitidas sonoras.

—Solo mía —baja a mi oído sin parar—. Mía, porque eres mi mujer y de nadie más.

—Sí.

A la mierda todo, es mi marido y punto. Me gusta que lo sea y que lo reitere cada que le place y más cuando me coge como ahora. El aguante que tiene hace que el sudor corra por el cuerpo de ambos y echo el culo hacia atrás pidiéndole más, disfrutando de las venas que le adornan el miembro haciendo magia en mi coño.

Siempre duro, siempre grande y siempre es un maldito experto que sabe como meterlo y sacarlo haciendo que pringue la cama cuando acabo disfrutando de la tibieza de su derrame.

Nos vamos a la almohada abrazados y no tardo en entrelazar mis piernas con las suyas. Eleva mi mentón para besarme y ese mero acto logra que volvamos a repetir tres veces más a lo largo de la noche.

La nueva semana comienza siendo más estresante que la anterior, para mí con mi segundo bebé y para él con lo que pasa y no quiero enterarme, pero ya lo oí discutiendo con la Élite.

—Atenta aquí, no sé cuando vuelva —besa mis labios y lo abrazo detestando a Gema, a Bratt y Antoni por tenernos en esta situación de porquería.

—Cuidate —vuelve a besarme mirando a los bebés antes de marcharse.

Se va por unos días en los que vuelvo a mi alcoba a altas horas de la noche y a primera hora estoy de nuevo frente a las incubadoras mientras el resto mantiene la misma rutina entrando, saliendo y es que no es fácil para ninguno.

Debo lidiar con las fiebres constantes que atraviesa mi bebé más pequeño y odio inyectarle el veneno que lo ayuda a vivir alivianando los dolores y las afecciones respiratorias. Le cuesta adaptarse al biberón ya que el reflujo no le ayuda, sin embargo le insisto para que se alimente.

Su mellizo ya dejó el oxígeno, pero él no puede respirar por sí solo y en ocasiones la madrugada me toma con él en una mecedora con miedo a que deje de respirar.

—Ya va a pasar —lo consuelo con lágrimas en los ojos mientras llora tensandose como si tuviera mucho dolor—. Ya va a pasar, tranquilo.

He de estar siendo egoísta que entre más discusiones oigo más me niego a salir. No quiero saber de Antoni, ni de Gema, ni de nadie; solo me empecino en los mellizos desconfiando hasta del pediatra que hace la revisión semanal.

—Ya pueden dejar la incubadora —me avisa—. Reitero que el segundo debe estar en una clínica especializada en investigación y desarrollo debido a que su malformación no aparece en ninguna enciclopedia o fuente médica. Puede morir en cualquier momento y su sangre...

—Gracias —le muestro la puerta—. Seguiremos trabajando a nuestra manera.

La palabra "Adicta", "Aborto" y "Malformacion" me repugnan a un grado que no las tolero. Toco la nariz de mi hijo amándolo más. Sin Christopher he estado durmiendo con ellos en la cama que hay en la alcoba de ambos.

—Eres la cosita más hermosa del mundo —le digo—. Y tú también, así no me dejes dormir y andes con rabietas todo el tiempo.

El primer bebé al ser más sano come más, exige más y odia no estar en mis brazos mientras que su hermano es más calmado, ya hasta se acostumbró a las inyecciones demostrando lo valiente que es.

Me acuerdo de Alex y lo loco que estaría al igual que Sara y mi familia.

Me voy a la mecedora con ellos y Hodor es el único que me acompaña dejando el hocico en mi rodilla mientras los bebés se mantienen contra mi pecho. El coronel lleva cuatro días fuera y desde el segundo día ya estoy preocupada.

La impaciencia no me deja tranquila a lo largo de la tarde y me levanto a cambiar los pañales de ambos. Faltan dos días para que tengan dos meses y se está notando en los bracitos y las piernas que toman grosor hasta en el más pequeño.

—¿Todo bien? —entra el coronel logrando que respire hondo.

—¿Cómo te fue? —pregunto dejando que me de un beso en la boca y tomo su silencio como un "Mal".

Revisa a sus hijos antes de entregarme la medicina de Gehena y ambos se enfocan en él mirándolo fijamente acostados en la plataforma donde se cambian los pañales. No sé si son cosas de bebé, pero hacen cosas raras como ponerse a llorar cuando los ubico en sitios diferentes o despertarse al mismo tiempo.

—Creo que te empiezan a conocer —comento al notar que no lo pierden de vista y lo siento tan frustrado que busco distraerlo— ¿Cuál crees que se parece más a ti?

Sigue serio correspondiendo la mirada de ambos y se frota el mentón tomando una bocanada de aire antes de tomar al primero alzándolo como si fuera algún cachorro que no se merece tocar su pecho.

—Diría que este...

—No lo tomes así, no seas animal —se lo quito.

—Pero este también. Me hace dudar —toma al pequeño Chris y ruedo los ojos. No tiene ni una pizca de sensibilidad—. Están rosados y no puedo emitir una opinión clara porque no soy rosado.

—Están rosados porque son bebés, idiota y son solo las mejillas —le reclamo—. Pero qué vas a saber tú que ni alzarlo sabes.

—Agradece que al menos los miro.

—Oh, qué pena —espeto con sarcasmo—. Qué vergüenza el que tus preciosos ojos VEAN A TUS HIJOS como lo exige la ley PATERNAL.

—¿Crees que mis ojos son preciosos? —se me acerca con un aire coqueto y me quedo quieta cuando inconscientemente voltea al bebé dejando su espaldita contra su pecho rodeandole el pequeño torso con el brazo— Es obvio que si, sin embargo, quiero que lo digas.

Sus coqueteos lo tornan más irresistibles.

—Si, tus ojos son muy sexys —le subo el ego—, pero no hay cosa más sexy que verte cargar a un bebé, más si es tu hijo y aún mejor si lo haces de una forma normal.

Blanquea los ojos al percatarse de lo que está haciendo.

—Me joden tus cursilerias —lo deja y suelto a reír con ganas—. Medicate y deja de ponerle atención a todo.

—Ok.

Deja dos actas de nacimiento sobre la mesa antes de irse y las aseguro para que no se pierdan.

Sin las incubadoras el vínculo se fortalece más, ya que tomo pequeñas siestas con ellos. La nueva fórmula especial les abre el apetito y la ropa les empieza a lucir, ya que cada día están más rellenitos.

Estamos en el ojo de la hoguera, pero lo mejor de abrir los ojos son los maña... cariños sexuales matutinos con Christopher se oye mejor. Nos tomamos un tiempo juntos al despertar, el cual pasa en medio de besos, uno arriba del otro, abrazados, yo con la cabeza recostada en su pecho, pero juntos como marido y mujer.

Todos los días tomo una ducha temprano después de estar con él y me apresuro a despertar a los mellizos que ya me conocen y se despiertan cada que abro las cortinas.

Los desenvuelvo, los baño y les doy de comer sentándome en la mecedora. Estoy todo el tiempo con ellos y Pucki, aprovechando cada momento, ya sea al cortarle las uñas, cepillarles el cabello o cambiarlos tres veces al día solo para disfrutar lo bello que se les ven los mamelucos.

Escuchamos música para bebé, les hago masajes, les hablo todo el tiempo y con esa rutina llegamos a los tres meses donde mis hijos son una cosa preciosa de brazos y piernas gordas que me provocan morder.

—Te amo —beso las mejillas llenas de carnita—. Y a ti también.

Acomodo la manguera de oxígeno. Pese a las inyecciones, los resfriados constantes y las malas saturaciones, lo está haciendo bien subsistiendo cada día al lado de su mellizo que es la cosita más volátil y malhumorada del universo llorando por todo a cada a nada.

Las pestañas negras y largas les decoran los ojos hermosamente grandes, los labios rosados resaltan en la piel blanca y limpia mientras que los rollitos de carne decoran sus brazos y piernas. Le acomodo los gorros, no se han querido dormir, así que agarro sus cosas y tomo a uno ganándome que el otro se ponga a llorar.

—Un segundo.

Le pido acomodando a su hermano y lo alzo llevándolos a mi alcoba. Acomodo las almohadas dejándolos en la cama y me devuelvo rápido por el oxígeno que ubico antes de echarme en la cama lista para consentirlos.

—¿Cómo vamos a follar con ellos ahí?

—¡Sé culto que son niños y los vas a dañar con tus obscenidades! —lo regaño y se ponen a llorar cuando me levanto.

El coronel se pellizca el puente de la nariz con el escándalo y me quito los zapatos queriendo tomar un baño aprovechando que está aquí. Vuelven a callarse cuando me acerco a besarles la frentecita y Christopher arruga las cejas.

—No voy a lidiar con gente tóxica ahora y espero que quede claro—advierte cuando me vuelvo a levantar—. Te están manipulando y lo estás alcahueteando.

—Si y no me importa.

Me quito el saco antes de despuntar el vaquero y se me viene detrás en busca de lo único que piensa, pero lo empujo atrás cerrándole la puerta en la cara.

—No se van a quedar solos, coronel —digo desnudándome en el baño—. Ocúpese y deje de pensar con el pito.

Me doy un tiempo usando la preparación militar para olvidarme del llanto de afuera. Exfolio mi piel, me lavo el cabello desenredandolo frente al espejo y reviso mis medidas. «Estoy tal cual antes» con el abdomen totalmente plano, los senos en su sitio y sin la más mínima secuela del embarazo.

El cabello me quedó más largo y las manchas o marcas son algo nulo que no se ven por ningún lado. Me asomo con la pijama puesta antes de salir y el coronel está con los dos hijos al lado trabajando con la laptop de Patrick mientras los mellizos están en silencio con un chupo en la boca sin dejar de mirarlo.

Reparo la escena por un par de segundos queriendo que él los mire también y lo hace por mínimos segundos que me encogen el corazón hasta que.... Les baja los gorros de lana tapándoles los ojos.

—¿Por qué eres tan cabrón? —salgo.

—Los odio.

Eso no se lo cree ni él que es quien se levanta a supervisarlos en la madrugada creyendo que no me doy cuenta cuando le toma los signos vitales a ambos. Me acerco a quitarles el chupo.

—Eso es malo para el paladar —lo regaño subiéndome a la cama— ¿Lo desinfectaste? ¿Cómo los encontraste si los había escondido en el cajón?

—Nena, estoy trabajando —lo exaspero más y lo dejo tranquilo con lo estresado que se ve pasándose la mano por la cara.

Cambio a los bebés en la cama peleando con los mamelucos que ya no les quedan y les termino llenando la pancita de besos y haciéndole cosquillas en las plantas de los pies alternando los besos entre ellos y el coronel.

—Mira esta mirada tan preciosa —pego mi cara a uno antes de tomar al otro— o está divinura de ojos.

—Ya superalo.

Los bebés son tan hermosos que me dan ganas de volverlos a meter en mi vientre y por ello me los quiero comer a besos, pero paro con las caricias cuando al más pequeño lo ataca el asma y debo dejarlo tranquilo mientras que Christopher se apresura por la medicina que le pone.

—Me hubiese gustado amamantar —respiro hondo cuando termina—. Siento que hubiese servido de algo.

Los labios del coronel se posan en mi hombro bajándome la parte delantera de la pijama.

—Amamantame a mí y ya está...

—Están los niños despiertos y oyendo —lo aparto—. Quiero ser una buena madre, la cual no da malos ejemplos.

Los acomodo y toma mi cara.

—Mírame a mí también —me planta un beso en la boca y correspondo para que se quede quieto y yo pueda seguir cuidando a los bebés mientras él sigue trabajando en la cama.

Se quedan hasta tarde conmigo y los traslado a su alcoba volviendo al lado del coronel, el cual deja que le aparte la computadora y me suba sobre él quitándole el estrés solo como los dos sabemos.

—Ahora no das buenos ejemplos —me dice mientras me embiste y me río.

—Cada cosa a su momento —lo abrazo con fuerza llenandole la cara de besos.

Quiero ser la mejor esposa, la mejor madre, la mejor soldado y no me queda grande ser las tres al mismo tiempo. Me lo quedo para mí en lo que queda de la noche, se levanta de la cama antes que yo y me despierto temprano a cumplir con la misma rutina de siempre.

Cambiada abro la puerta de los mellizos que ya están despiertos en la misma cuna y les sonrió a ambos antes de irme a correr las cortinas que rompen mi rutina y estado de ánimo en segundos con el vacío que se me forma en el estómago dejándome helada.

El cuervo que yace afuera le lanza un picotazo al vidrio y tras él hay varios más en el árbol, los cuales caen con los disparos de los escoltas. El de la ventana alza el vuelo y me apresuro a empacar todo lo que los bebés necesitan.

—Muévete —entra el coronel afanándome mientras abajo todo se vuelve un caos.

La pañalera queda llena, Christopher está preparando el auto junto con la Élite que guarda armas, equipos de comunicación y municiones. Make baja el oxígeno mientras cargo mi Glock metiendola en la parte baja de mi espalda.

Tomo a los bebés tapándolos con la sábana y bajo rápido lista para llevarlos al auto con Pucki siguiéndome, pero algo me frena en el cruce de la sala y es la pantalla encendida que me quita el afán al ver el nombre y el rostro de mi hermana menor en televisión.

"Se revela el diario del cazador el cual relata abiertamente las torturas dadas a Emma James durante sus seis meses de cautiverio en manos de la mafia roja".

Mis brazos pierden fuerza a la vez que una bola enorme se atora en mi garganta y debo volver a leer el enunciado sin captarlo, sin entenderlo, sin creer que sea la misma persona porque mi Emma ha estado patinando y nunca ha sido secuestrada.

—Rachel —Brenda intenta moverme—, hay que irnos...

—¿Dónde está mi hermana? —se me rompe la voz— ¿Cómo que estaba secuestrada? ¡Death!

Intento buscarlo, pero mi amiga me detiene.

—Ya la liberaron y está bien —me insiste—. Te explicaré todo, pero hay que irnos ahora.

La aparto moviendome al televisor y la perra asquerosa de Gema aparece dando declaraciones en una rueda de prensa.

—El secuestro de la menor de las James se dio por la ley de ojo por ojo. Rachel James asesinó a Sasha Romanova, hermana de la cabeza de la Bratva, y este cobró venganza —informa haciéndome sentir como una cucaracha—. Por suerte, la FEMF logró rescatarla, sin embargo, los traumas de la víctima la tienen aislada y sumida.

—¿Qué se sabe de ella?

—Me pidió que capturara a su hermana, que no descansara hasta ponerla tras las rejas. Le pide que se entregue ya que por su culpa fue abusada y pasó por torturas atroces como la crucifixión de la mafiya—sigue desencadenando el golpe interno que me tambalea—. Fueron seis meses donde no salió de una sucia prisión siendo sometida por el Boss de la mafia rusa quien en el diario consignó cada una de sus vivencias...

—Hay que irnos...

Christopher me aparta a las malas llevándome al auto por la fuerza mientras las lágrimas se me escapan y me cuesta forcejear con él con mis hijos en brazos. Me los quita para acomodarlos en las sillas dejando espacio para el perro que sube y solo puedo pensar en nuestra última vez juntas, en su cara de tristeza antes de irse y en mis pensamientos estúpidos creyendo que estaba bien.

—Yo necesito ver a mi hermana —me devuelvo sin saber qué rumbo tomar y el coronel me toma cerrándome el paso.

—¡Hay que irnos!

—Emma me adora —lloro—. Ella jamás diría...

—Pero lo dijo y no importa.

—¡A mí sí me importa! —la garganta me arde y no contengo los sollozos— ¡¿Cómo diablos no me di cuenta?! ¡¿Por qué carajos no fue nadie por ella?!

Me llevo las manos a la cabeza dándole la espalda... Em, es todo lo hermoso de este mundo, es mi hermanita y no puedo sopesar que me le hayan hecho daño porque ella es incapaz de desearle el mal a nadie, ella solo quiere divertirse, solo quiere ser una chica feliz...

Pateo las ruedas de la camioneta furiosa sin dejar de llorar odiándome por no haberla sacado de ese maldito infierno el cual ha logrado que ahora me odie...

—¡Escuchame! —me toma el coronel— Te odie o no, eso es lo de menos estando tus hijos en peligro —empieza—. Ya la sacaron, está libre y hagas lo que hagas no vas a poder cambiar lo que le pasó o pasará porque está fichada y tú sabes cómo son ellos...

Las consecuencias de mis actos son un saco de plomo que me reduce.

—La crucificaron —digo dolida—. Me la maltrataron y fui por Olimpia, pero no por ella. Me la jodieron, ¡Dañaron a mi hermana por mi culpa!

Lloro contra su pecho con las células ardiendome, con el corazón marchito y con los recuerdos de Em que siempre ha sido mi hermana favorita, porque tiene esa capacidad de iluminarte el día con una mera llamada o con un simple mensaje lleno de caritas felices.

—Tus hijos van a pasar por lo mismo si no nos movemos ahora —Christopher me toma la cara— ¿Quieres lo mismo?

Sacudo la cabeza.

—Entonces céntrate que las debilidades no tienen cabida ahora —insiste—. No hay tiempo para esto, Rachel.

Me mete en la camioneta que nos mueve a una avioneta comercial que abordamos con los escoltas y la Élite. Hallar a mi hermana es en lo único que pienso. «Tiene que venir conmigo y estar donde yo esté junto con mis bebés».

Tengo la cabeza vuelta un revoltijo y el ver las noticias en el móvil me pone peor. No dejo de odiarme. Las declaraciones de mi madre merman el cariño que le tengo y me resiento con Rick por no haberse percatado de algo tan importante.

Me mintieron asegurando que hablaban con ella, que estaba bien y no estaba bien... Mi Em, no estaba bien, nadie lo notó y terminó cayendo en manos de la mafia más sádica de todas.

Me seco las lágrimas respirando hondo, los bebés están dormidos y tengo que salir de este pantano si quiero hallarla y darle algo seguro. Christopher está piloteando y mis amigas se levantan a abrazarme una por una.

—Vamos a salir de esta —me anima Ángela.

—Yo necesito hablar con ella —vuelvo a llorar—. Tiene que escucharme...

—Nadie sabe de su paradero —indica Patrick—. He tratado de rastrearla, pero no hay pistas.

—¿Death?

—Desapareció desde que supo que la liberaron —informa Tyler.

Procuro serenarme,si no salgo de este lío no podré hacer nada y por ello respiro hondo. En la milicia podemos tener el puñal enterrado en el pecho y, sin embargo, hay que seguir patrullando.

—¿Cómo vamos a proceder? —pregunto y Dominick me señala la mesa.

—El sistema de la FEMF se está reestructurando, los generales que le juraron fidelidad al coronel fueron apresados por intento de rebelión —explica Brenda—. Todo el trabajo logrado en los meses anteriores se fue a la basura, ya que algunos temen después de la masacre de Ucrania.

—El resto de la Élite también sigue en prisión —añade Alexa.

—Tenemos una única esperanza con el general del comando Francés —indica Patrick —. Silenciosamente nos está colaborando y nos ofreció su apoyo. Con este comando podremos intentar tomarnos el poder por la fuerza, pero hay que darles tiempo de reunir más soldados. Ya pagamos por el armamento que los surtirá.

Doy mis ideas, hago correcciones y me sincronizo con Parker reestructurando lo que no está muy sólido.

Es difícil con una sola central, pero con paciencia podemos convencer a más. No puedo seguir escondiéndome con la anomalía de mi bebé, ni con Emma metida quien sabe en donde. La Élite está en prisión, por ende, hay que recuperar el poder si o si.

Antoni tiene más del 70% por ciento de la pirámide. Lo único bueno que ha hecho es derribar a Ilenko Romanov que por muy acabado que esté, nada borra lo que le hicieron a mi hermana y es que quiero tenerlo frente a frente para masacrarlo con mis propias manos.

—No hay combustible de reserva —informa Stefan cuando Make exige más.

—Parece que uno de los motores está fallando —secunda Tyler—. El ruido que emite no es normal.

Aterrizamos en suelo Francés cerca de una casa de campo situada en Ardenas, la cual no tiene muchas comodidades, pero se logra negociar sin tantas preguntas. No es nuestro destino, sin embargo, pasa desapercibida. Cuenta con dos plantas y Christopher se encarga de bajar a los mellizos tomando una alcoba para ellos.

—Me veré con el general, nos encontraremos en un punto ciego —indica—. No los pierdas de vista.

—Si sabes que hay que ir por mi hermana y matar a Ilenko después de esto, ¿Cierto? —le digo y se queda en el umbral— No me voy a quedar con las ganas de nada, si él odia mi apellido, el mío lo odia más y ambos sabemos que va a volver a joder si no lo matamos.

Respira hondo sin decir nada y dejo que se vaya con Parker y Patrick. El perro está supervisando a los bebés y mis amigas están trabajando abajo mientras los escoltas entran lo que falta.

—Stefan, ven un momento por favor —le pido con disimulo.

Con cautela lo dejo entrar a la alcoba donde yacen mis hijos. Es una de las personas en las que más confío y tiene experiencia en esto. Los mellizos necesitan supervisión 24/7 y no sé cuándo tendré que salir a apoyar a los de abajo.

Se queda en silencio por un momento reparando y dejo que se adapte, ya que la primera impresión no es fácil para quien no tiene un lazo parental.

—Angel, son bellísimos —se agacha a conocerlos demostrando que con él nunca me equivoco, porque para Step todos los niños son perfectos tengan lo que tengan.

Le explico absolutamente todo y él asiente captando como si no quisiera perderse detalles. El cambio de clima pone mal al pequeño Chris y él alza al otro mientras inyecto a su hermano, al cual debo subirle el nivel del oxígeno.

—Tranquila, te ayudaré en lo que pueda. No te preocupes —indica cuando me estreso—. Hay que limpiar esto, el polvo le hará más daño.

Dejo que me colabore y hasta los consiente a ambos. No se ríen, pero tampoco se alteran al estar frente a un desconocido. Me termina de contar lo que ha oído sobre mi hermana.

—Le dio una declaración en privado a Gema —me cuenta— donde explícitamente comentó que solo quiere que te entregues y pagues como se debe.

—Emma no es así —se me vuelven a salir las lágrimas—. Yo sé que debe haber algo detrás de todo esto.

—Está rabiosa...

—Ni rabiosa lo diría —sigo en negación—. Ella me adora como yo a ella.

Aprieta mi rodilla. Mis ganas de buscarla surge con más fuerza.

—Tienen hambre —comenta al ver como se chupan los dedos.

Los dejo con él mientras bajo a llenar el termo de agua con el que preparo las fórmulas. Lo de Emma me duele con cada paso y es que quisiera traerla conmigo ya, no soporto esta zozobra.

Angela, Alexa y Brenda están bebiendo café y pongo a hervir el agua.

—Lulú te dejó saludos —comenta Brenda—. Partió a México tres días antes de la gran hazaña de Bratt y por suerte alcanzamos a darle una buena despedida.

Trato de sonreír, pero no puedo.

—El destino nos estaba diciendo "Gozenlo" y no lo hicimos —se queja Alexa—. Yo no debí irme a dormir tan temprano y debí pasar más tiempo con Abby...

Prefiere callarse cuando la voz se le quiebra. Volver a la FEMF no es una opción, es una obligación.

—Santiago quiere venirse conmigo —confiesa Ángela— y le dije que sí. Cualquier palabra de aliento es buena ahora y puede ser de ayuda para los enfermos, para dar aliento o lo que sea.

—¿Estás segura? —indago apagando la estufa— Somos fugitivos...

—Pero es la única persona que tengo —contrarresta—. Tú tienes a Christopher, a tus hijos, Brenda a Parker, Alexa a Patrick y yo necesito un pilar que me fortalezca también y él es tan...

Asiento cuando veo que no puede seguir hablando. Cada quien busca fuerza a su manera y si ella se siente mejor con él está bien, entre mejor se esté mejor resultado se da.

—No sabia que estabas enamorada —busco un tema normal en todo este lío y ella se ríe—. Son chismes que ameritan que me envíes una paloma mensajera esté donde esté y he pasado más de dos meses sin saberlo.

—A nosotras nos contó al mes —replica Alexa— y eso porque Patrick los vio en una floristería.

—¿Cómo es? —le pregunto.

—Perfecto —contesta ella—. Me espera en la puerta de la recepción cada que sabe que voy a llegar, me abre la puerta del auto, me lleva el desayuno a la cama —se le iluminan los ojos—. Las flores nunca faltan en la casa y me hace sentir como una dama...

—Eres una dama — Brenda se encoge de hombros.

—Pero otros no me ven así y Santiago si. Él mira mi cara y no mi cuerpo —se ilusiona—. Piensa en los buenos momentos que tiene conmigo y no en como follo.

Nos cuenta todo lo que ha pasado con él y me alegra el que tenga a alguien que la valore porque se lo merece.

—¿Podemos ver a los bebés?

No alcanzo a contestar ya que me apresuro arriba cuando Christopher vuelve con Patrick y Dominick. Stefan sale rápido de la alcoba y el coronel no tarda en subir encontrándome con los mellizos en la cama.

—En cinco días nos tomaremos el comando de Francia, luego iremos por Londres— me avisa y muevo la cabeza en señal de afirmación.

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Gema.

Entendí que la aristocracia de los Morgan hicieran de menos a mi madre durante años. Asimilé que Christopher no era el tipo de hombre que cambiaría de la noche a la mañana. Comprendí el que cayera en las redes de Rachel James e intente sacarlo, ayudarlo y apoyarlo.

Pero el que acolitara la muerte de Liz sabiendo lo importante que era para mí fue la gota que desbordó el vaso. El que quisiera convertir lo bueno en malo y el que no apreciara lo que hice por él fue lo que logró que dejara de seguirlo.

Detesto a Rachel James por perra, por asesina, por falsa, por quedarse con la vida en la que estaba trabajando, por matar a mi mejor amiga y luego tener la osadía de casarse con el hombre que amaba y le acolito todo sabiendo que me lastimó.

Paso el amargo sabor del resentimiento antes de entrar a la reunión del Concejo donde espera Leonel con Bratt y el resto de integrantes.

—Buenos días —saludo— ¿Cómo va la reestructuración?

—Estamos en eso —contesta uno de los miembros del concejo—. No sabemos si dejarle el mandato a Leonel y Kazuki por ser la única fórmula candidata que queda o replantear nuevas estrategias.

—Habría que modificar la constitución y los parámetros de la entidad —se queja Leonel.

—Lo importante es proteger al sistema —interfiero—. Conociendo a Christopher tratará de planear algo.

—Eso es algo que no podemos permitir —Leonel se seca la frente con el pañuelo—. No tengo ningún problema en tomar la dirección de forma definitiva y hacerle frente.

—O podríamos trabajar en conjunto y luego ver qué hacemos con más calma cuando no haya ningún tipo de amenaza —sugiere Bratt— ¿Qué dice el Concejo?

—Estamos de acuerdo —contestan ellos y a Leonel no le gusta la respuesta—. En estos momentos no es cuestión de logros. Con esta difícil situación el amor a la entidad es lo que más destaca —coinciden—. Miren a Bratt, de no ser por el compromiso que tiene con la milicia no hubiésemos notado el peligro que corríamos con los Morgan.

Cruza miradas conmigo, aún no le perdono lo que hizo, pero era la única solución. La reunión avanza, Milla trae los aportes que ha conseguido para Bratt y discutimos los temas que están en el aire.

—Dalila Mascherano está muerta —informo llena de alegría. Esa loca intentó matarme una vez, pero no lo logró gracias a Liz.

Me levanto a encender las pantallas mostrando cómo la dejaron.

—Murió en manos de la mafia rusa bajo la famosa tortura del águila de sangre, lo que quiere decir que la mafia italiana esta debil —paso las imágenes y...

—Si me disculpan —se levanta Milla—. Tengo una llamada pendiente.

Bratt la sigue con los ojos mientras desaparece y sigo con lo mío.

—Philippe solo cuenta con el apoyo del clan francés Les beaux voyous —informo—, el cual es un buen clan que operan dentro de Le Milieu, pero no le da la suficiente fuerza. Por lo tanto, sigue siendo el líder hasta que muera o se arrodille, sin embargo, tener la punta de la pirámide no quita que esté sin fuerzas.

—Pero Antoni no está débil, de hecho, se está apoderando de todo el sistema criminal. Vamos a morir todos y aún me sigo preguntando cómo carajos se escapó —se altera Leonel.

—No es una amenaza para nosotros, su locura lo va a llevar a la muerte —contesto—. Cuando Christopher no esté en el camino lo atraparemos en un abrir y cerrar de ojos.

—La Bratva cayó, los negocios de la mafia rusa se están viniendo abajo. Su líder está desaparecido, ya que está siendo perseguido por todos los clanes al rebelarse —secunda Bratt—. Se están matando entre ellos y eso es una ventaja para nosotros que nos permite concentrarnos en los fugitivos.

—Insisto en que no debemos subestimar a Antoni —sigue Leonel—. Él...

—Christopher es el enfoque ahora —lo calla Bratt—. Deja que las mafias se extingan entre ellas mismas, ya los italianos pidieron muerte para todos los Romanov.

El candidato parece estar a punto de un colapso, sin embargo, coopera y se compromete a trabajar en conjunto. La reunión acaba y me uno a Bratt con el fin de hallar ideas que contribuyan a la búsqueda que llevamos tras la pista de los delincuentes.

—Lau, traenos café por favor —pido antes de entrar a la oficina de Christopher. Está desocupada y mientras se definen los puestos la estoy utilizando.

—¿Al capitán Lewis también le apetece?

—Sin azúcar Laurens, gracias —cierra la puerta.

Laurens no tenía un buen empleo y la volví a contratar, ya que no se merecía ser echada como lo hicieron. Trae el café y junto a Bratt desplegamos más escuadrones de búsqueda.

El dinero Morgan está confiscado al igual que las propiedades. Cristal también está trabajando conmigo en una campaña que me ayude a convencer a los no creyentes de las asquerosidades que tendríamos como gobernantes.

La tarde nos absorbe y busco otra herramienta que me dé más apoyo llamando a Rick James para que públicamente le pida a su hija que se entregue, pero éste se rehúsa.

—General —trata de convencerlo Bratt en el altavoz—, sus nietos están en peligro y siento que Emma no fue del todo sincera con nosotros.

—Ella ya cumplió con la tarea que le tocaba, así que...

—¿Dónde está? —le insiste Bratt— Tenía prohibido perderse con una investigación de por medio.

—No sé, si sabes algo de ella me avisas —nos cuelga y el capitán deja caer el puño en la mesa.

—Así nos pagan esos malagradecidos.

—Tranquilo —alcanzo su mano—, ya veremos qué hacer. Debemos ganarnos la credibilidad de las otras centrales.

Milla nos apoya en todo lo que se requiere junto con Leonel, en conjunto le cerramos a Christopher cualquier posibilidad de conseguir armamento fácil y logramos restablecer el sistema que Patrick dejó en el suelo.

La FEMF posa los ojos en él tal Death y sus secuaces, por ende, iniciamos emboscadas de desmantelamiento que se toman las jaulas mortales arrestando gente.

Nos trasladamos a las posibles ciudades donde se sospecha del paradero de los fugitivos, pero no hallamos nada con los operativos que montamos aquí y allá. Las trampas se caen, recibimos más información falsa que real y a Londres volvemos agotados.

—¡Tienen que aparecer! —espeto en la sala de estrategias— ¡Deben pagar por asesinos y la Élite por alcahueta!

—¡Que Harry y Abby envien mensajes por la radio para Linguini y Franco! —exige Bratt— Hay que debilitarlos al nivel emocional.

Buscamos a los niños y la primera pregunta de Harry es preguntar por la madre al igual que Abby por Patrick y Alexa mientras los movemos a la sala de comunicaciones.

—Ya van a volver —los consuelo a ambos—. Pero para que lo hagan más rápido, necesitamos que le digan lo mucho que los extrañan.

Los pongo al micrófono siendo clara al pedirles que se entreguen, que todo saldrá bien e intentaré darle buenas posibilidades, pero la sesión acaba antes cuando Luisa Banner empieza a tocar el vidrio de afuera embravecida.

—Estamos ocupados —indico, pero insiste mostrando un sobre, el cual hace que Bratt la deje seguir.

—Que bien —nos aplaude cuando le abren la puerta—. Es muy honesto de su parte no saber trabajar limpiamente y valerse de la susceptibilidad de dos niños con heridas emocionales causadas por la ausencia de sus padres.

Se planta frente a Bratt.

—Bravo capitán, no me sorprende nada de usted, ya que siempre he sabido que es un pedante, un patético mal nacido incapaz de avanzar en su frustrada vida —lo insulta y él no se rebaja, así que se enfoca en mí—. De ti no tengo nada que decir, no vales ni una mísera palabra.

Toma a Abby y a Harry antes de tirarnos la hoja que carga en la cara.

—Esto se llama manipulación psicológica infantil —aclara—. Está penado y ya que no están jugando limpio logré que la familia con ayuda de un juez me permitiera llevármelos, así que se irán con quien tienen que estar y es con la gente que se preocupa por ellos.

Le pido a los cadetes que la saquen.

—¡Arribistas los dos! —espeta— ¡Y me sentaré a ver como mi amiga les va a bombardear el culo!

—Tía, no uses malas palabras —le dice Harry.

—Cariño, los modales son para la gente y ellos no son gente —el cadete la toma— ¡Son unos hipócritas cornudos!

La dejo ir ya que no estoy para perder el tiempo y Bratt me da palmadas en la espalda siguiendo mi ejemplo.

—¿Patrullamos por Escocia? —indaga.

—Si.

El trabajo no cesa, junto con Milla y Leonel que nos apoyan en todo. El Concejo de la FEMF exige la captura para poder tomar decisiones con la cabeza fría y Kazuki también mueve sus tropas de búsqueda.

Milla me habla de las novedades y a lo lejos veo al hijo de Antoni Mascherano reintegrandose a las filas.

—¡Lucian! —lo llamo

—Tengo una reunión en cinco minutos —se marcha. Bratt, que está saliendo del edificio, la llama encaminandose a mi sitio, pero ella se apresura adentro alegando que la están esperando.

—Bienvenido al comando de nuevo —le digo al niño que le dedica un saludo a Bratt y no deja de mirar el camino que tomó Milla.

Vuelvo a mis labores dejando al italiano con el capitán y todas las mañanas reproduzco la petición de Harry y Abby queriendo que Alexa y Brenda salgan de su escondite.

Las fronteras están alertas, así como los países latinos y los hospitales donde probablemente puedan llevar a los hijos de la adicta asesina, pero sigo sin hallar noticias de su paradero.

Sus fotos rondan en todo el sistema y todas las entidades, los busca desde la policía, hasta la Interpol. Emma James es otra que se niega a dar la cara y Milla se encarga de su búsqueda con el fin de que juegue en nuestro equipo, pero parece que se la tragó la tierra.

—Nos llegó esto, lo soltó Yura Oniani —Bratt entra afanado a mi oficina después de tres semanas de búsqueda—. Es el diario del cazador, el cual revela todas las torturas dadas a Emma James en cautiverio.

Lo tomo sentandome a revisarlo con lupa y...

—Tómalo con calma —me pide Bratt.

Debo parar en varias ocasiones por la intensidad de las descripciones bárbaras narradas para la familia de la víctima, «Son unos sanguinarios». Todo está escrito a puño y letra por el Boss, el cuaderno tiene su sello. Algunas páginas me sacan lágrimas y tardo más de dos horas junto con Bratt que me pide pausas de vez en cuando.

—Esto va a romper a los James —digo—. Es demasiado, incluso para nosotros....

Lleno mis pulmones de aire, Rick no quiso colaborar y estamos siendo benevolentes, pero si ellos no aceptan nuestra ayuda no nos queda más alternativa que cumplir con las leyes.

—¿Tienes las pruebas faltantes?

—Si, iba ir por él, pero el diario me pareció más importante —contesta.

—Hay que publicarlo. Daré una rueda de prensa al respecto —tomo el teléfono—. Usaremos la misma estrategia de los niños.

En menos de cinco horas los periódicos se llenan con el diario, lo leen en la radio y hasta los medios públicos montan la noticia que se vuelve viral exponiendo las barbaries que vivió Emma James con el Boss de la mafia rusa.

—¿Cómo salió del cautiverio? —me pregunta una periodista.

—La FEMF obviamente logro ponerla a salvo —digo—. Emma solo quiere justicia y pide que apresemos a su hermana.

En la rueda de prensa doy las mismas declaraciones apegándome al discurso lleno de mentiras, el cual no me importa. Rachel también miente, sé que ella va a escuchar, por Liz quiero que sufra y crea que su hermana, la cual no hizo más que defenderla, la odia como yo la odio a ella.

Termino con mi discurso, me reúno con la tropa para alentarlos que sigan con la búsqueda y me adentro a una reunión de hora y media con los capitanes. Me enrumbo a mi oficina junto con Bratt y Milla que se mueve cuando Rick James aparece con su hija en el comando encaminandose a mi sitio enfurecido, con los ojos rojos e hinchados por el llanto supongo.

—¿A qué estás jugando? —espeta— Estás publicando información que no hemos autorizado —me muestra el periódico con la voz temblorosa — ¡Estás enemistando a mis hijas porque Emma no ha dicho nada y soportó todo esto por Rachel!

Arroja el periódico a mi pecho sin notar a los soldados que empiezan a acercarse.

—¿Por qué no da la cara?

—¡Porque no quiere toparse con alimañas como tú!

—Me has decepcionado Rick —le dice Bratt—. Tenía una buena imagen de ti, pero resulta que te niegas a colaborar con la entidad que está protegiendo a tu familia.

—Mi familia no le debe fidelidad a nadie —intenta irse, pero deja de moverse con los hombres que viene hacia él.

—Viste que había gente del Mortal Cage en Phoenix, no lo informaste y eso te convierte en cómplice de Christopher.

Los soldados lo toman por detrás esposándole las manos mientras Milla llega con la orden de captura que ya estaba emitida.

—Iba a ir por ti, pero me ahorraste el trabajo —termina Bratt antes de leerle los derechos—. Llévenselo, está detenido por ocultar información contundente a la justicia.

Lo único que hace es sacudir la cabeza mientras que su hija observa la escena desde lejos ya que no la dejan pasar.

—¡Vete a casa Sam! —espeta— ¡Vete antes de que te metan en esto a ti también!

Bratt se va a su punto a pedirle que por favor se retire y ella se acomoda la chaqueta de paño obedeciendo sin tener que usar la fuerza. Paso la noche con Leonel, Milla y el capitán en mi apartamento tomando decisiones.

A mamá le duele lo de Christopher, pero después de muchas noches ha sabido entenderlo apoyándome como la buena madre que es. Tenemos una cena de trabajo y el compenetrar ideas funciona, ya que al día siguiente recibimos un rayo de esperanza.

—Al ex cura Santiago Lombardi, la pareja de Angela Klein, se le han detectado movimientos sospechosos —me indica uno de los capitanes—. Compró un tiquete con rumbo a Francia.

—Hay que seguirlo —demanda Bratt—. Alisten el operativo encubierto.

—Voy contigo —pide Milla.

—Y yo —se ofrece Leonel.

La gente se prepara, no nos cuesta nada conseguir un tiquete en el mismo vuelo.

—Parece que será un viaje corto, ya que no lleva equipaje —avisa Milla en el intercomunicador.

—Angela es una agente con experiencia, es obvio que buscará la forma de que no levante sospechas.

Las horas de vuelo transcurren rápido y los entes competentes ya están alerta dejándolo pasar como si nada, pero como bien lo dijo Bratt, Angela no es estúpida, ya que el padre se queda un día entero en un hotel sin recibir visitas de nadie.

—Paciencia —me pide Bratt mientras lo vigilamos.

Sale a caminar y al día siguiente se toma un día como turista.

—Ya me estoy cansando —le aviso a la FEMF.

—Confía en mí —insiste Bratt.

Tiene razón, porque a la mañana siguiente se mueve a primera hora tomando una ruta rural y, mientras se transporta, Bratt, Milla, Leonel y yo le seguimos los pasos en tanto los entes judiciales se preparan escabulléndose como pueden.

Llega a un pueblo. Milla cruza miradas con Leonel y Santiago da varias vueltas en la zona, se adentra en una iglesia y no vuelve a salir.

—Atentos todos —pido—, rodeen el área. Repito, rodeen el área.

Sincronizo con mis colegas y después de media hora, reconozco al padre saliendo acompañado de una mujer y es Angela que avanza varios pasos antes de detectar el operativo y empezar a moverse en pleno mercado.

La empezamos a acorralar y ella sabe moverse entre calles emprendiendo la huida.

—¡Alto! —le pido a lo lejos, pero avanza más rápido evadiendo todo lo que se le atraviesa.

Las personas empiezan a desaparecer con la llegada de las autoridades y Ángela pone de cuanto obstáculo en el camino para impedir que la alcancemos. Continúa corriendo e ignorando el llamado que le exige llevarse las manos a la cabeza.

Saca el arma que mueven a los soldados con los disparos y evade maniobras sin soltar la mano de Santiago obligándome a correr tras ella entre callejones, «Perra prostituta». Bratt se va por el otro lado, toma un camino con una sola salida y está por llegar a la carretera...

—¡Alto! —exijo— ¡De rodillas y manos a la nuca!

Sigue corriendo y ubico el ojo izquierdo en el lente de mi arma al ver que no se detiene, no suelta la mano de Santiago y se lo freno con un tiro en la espalda, las piernas se le debilitan, ella trata de sostenerlo y atino a su cabeza soltando el siguiente disparo que lo derriba.

—Santiago —intenta llevárselo arrastrándolo, pero el intento queda a medias cuando nota que murió y arremete contra mí— ¡¿Qué hiciste?! ¡Soy yo la prófuga de la justicia, no él!

Alcanzo a cubrirme dejando que las balas centellen en la pared y ella no deja de llorar al lado de su cuerpo.

—¡Entrégate ya, maldita sea! —ataco de nuevo y se termina levantando huyendo cuando se ve acorralada de nuevo.

—¡Están en una casa de campo a 40 km! —comunica Bratt— Me acaban de informar y las patrullas se están moviendo hacia allá.

Me uno a ellos, Angela se pierde en el radar, pero es lo que menos me importa ahora. Bratt y yo tenemos el mismo pensar y es apresurarnos al sitio con todos los medios disponibles que podemos contactar.

Rodeamos por todos los medios, la casa de campo aparece y Bratt activa los radios.

—Bombardeen —exige el capitán y desde el aire se arremete con todo lo que hay.

Los soldados preparan la emboscada y bajo del tanque apresurándome a abrir las puertas cuando la lluvia de disparos cesa. Milla derriba la puerta y entramos con armas en alto y...

—¡Malditos! —grita Bratt al ver que no hay nadie.

Leonel sale sacando el IPad, hay un frondoso bosque tipo selva detrás y Bratt ordena que se muevan adentro, pero el candidato lo detiene.

—Es territorio de Les beaux voyous —avisa.

—¿Ese es el clan que está con Phillippe? —pregunto y asiente viendo los cuervos del cableado.

—Antoni le está siguiendo los pasos a Phillippe, así que larguémonos de aquí—dispone—. Una guerra por la punta de la pirámide es lo que se aproxima...

Una bala impacta contra los pies del candidato y este retrocede queriendo sacar su arma. Milla se devuelve a los tanques y corro tras ella queriendo refugiarme otra vez, pero la bandada de cuervos me dejan dentro de la casa temerosa de las fobias que les tomé. Están disparando no sé desde dónde, la FEMF contraataca en tanto Milla se desploma con un disparo en la pierna y...

Leonel sale a su rescate con una velocidad exagerada que me deja neutra.

—¡Una camilla! —exige mientras los soldados lo cubren del ataque.

—Los halcones negros están en el área —nos avisan en el sistema de comunicacion—. Nos han atacado desde un punto fantasma.

Bratt se posa a mi lado con la misma cara que yo, la rubia no hace más que pedir que la saquen y no es difícil deducir.

¿Quién ha estado trayendo información de la mafia de una forma detallada? Milla.

¿Quién tuvo un bajón anímico después de la muerte de Dalila Mascherano? Milla.

¿Quién hirió a Laila Lincorp el día del operativo de la isla? Milla.

Leonel recupera la compostura cuando la suben a una de las camionetas y vuelvo a cruzar miradas con el capitán que me indica que suba al auto con la sospecha latente. La rubia recibe atención médica, a Leonel le entra el afán de irse a los Ángeles con sus tropas cuando llegamos a Londres y mientras se prepara busco a Lucian Mascherano.

Está en el área de cadetes y a Bratt le cuesta sacarlo de la cama llevándolo al hospital tomado del brazo. Milla está siendo atendida y él actúa como si nada mientras Bratt lo avasalla de preguntas.

—¿Quieres ser o no un soldado? —empieza— Hacemos justicia, Gema está persiguiendo al hombre que ama, yo expuse mi vida por ti para que no fueran injustos y ahora es tu turno.

Mira a través del vidrio. La rubia está afanada porque la atiendan rápido y él no deja de mirarla mientras Bratt le cuenta cómo la conoció y el porqué de sus sospechas.

—Han matado a mi padre, Lucian —termina—. No puedes darme la espalda después de todo lo que he hecho por ti.

El niño respira hondo.

—Dime, ¿Puedo o no confiar en ella?

Tarda, pero Bratt lo ablanda. Por él es que está vivo y no ha hecho más que defenderlo.

—Si no hablas me estarías demostrando que estás del lado de la mafia...

—No se llama Milla, su nombre es Ivana Mascherano y es mi prima, su esposo es Leonel Waters quien pertenece a los clanes mafiosos de Chicago —confiesa—. Varias veces se reunieron en casa para hablar de la candidatura y usaron la creación de mi padre para provocar los infartos de los otros candidatos.

Mantiene la mirada en ella soltando todo y busco los agentes que la arrestan antes de que baje de la camilla.

—Traeremos a Naomi para que esté contigo, ¿Quieres? —afirma con la pregunta del capitán y lo abrazo para que no se sienta solo— No dejaremos que tu padre te lleve con él.

El despegue de Leonel queda a medias cuando intervengo con orden de captura en mano y los medios se revolucionan con la máscara caída. Milla entró usando la misma estrategia que Phillippe, aliándose con Leonel que ya tenía influencias.

Nunca habíamos tenido una crisis como esta, nuestro sistema nunca ha estado tan dañado y el Concejo no sabe qué decisiones tomar.

La Fuerza Especial Militar del FBI quiere soluciones que se toman en una reunión de medianoche entre debates que modifican nuestra constitución.

Se comprueba que Kazuki no sabía nada sobre los delitos cometidos por Leonel. El sistema judicial está de acuerdo en que el amor a la ley es lo que importa ahora, ya que con Christopher y Alex quedó demostrado que no importa cuántas medallas tengas si eres una mierda como persona.

Todos asentimos con la decisión final y a la una de la tarde del día siguiente salimos todos juntos a darle la cara a la entidad. Las tropas están presentes con su uniforme de gala, también se han reunido los presidentes de todos los países y los representantes de cada rama de la ley (Cia, Policia, SVR, etc).

—Son tiempos difíciles para la máxima rama de la ley. Nos han traicionado, hemos perdido gente —habla uno de los miembros del Concejo—, nos hemos topado con personas inescrupulosas y hemos tenido que tomar decisiones definitivas.

Todos se mantienen en una posición recta manteniendo el debido respeto.

—Lo único bueno es que sobre todo esto han prevalecido dos héroes, ejemplo de lealtad, benevolencia y sinceridad. La entidad se ha mantenido gracias a estas dos personas.

Se hace silencio absoluto.

—Nos han salvado del enemigo y confiamos en ellos. Sin más preámbulos, el Concejo general nombra a Bratt Lewis como el nuevo Ministro de la FEMF, portando las medallas obtenidas que en la madrugada de hoy lo ascendieron a coronel y esto lo deja apto para asumir el puesto, añadiendo que es el representante del Concejo además de contar con los títulos administrativos exigidos —anuncia y camino junto a él—. Gobernará al lado de la actual viceministra Gema Lancaster quien se ha ganado la admiración de los militantes convirtiéndose en la mujer ejemplar que necesita la Milicia.

La tropa nos dedica el saludo militar cuando aparecemos en la tarima y Kazuki nos acompaña como el nuevo general de la central de Londres.

—A ellos le debemos la caída de la dictadura Morgan —informan—. Ellos han sido los que han sacado la mafia de nuestras filas y ellos serán nuestros nuevos gobernantes.

El saludo militar se da de forma masiva y Bratt sujeta mi mano mientras alzo el mentón asumiendo que somos los máximos jerarcas de la FEMF. 

════ ⋆★⋆ ════

«Recuerden que esto es un primer borrador el cual debe ser corregido en múltiples sentidos como linea de tiempo, contexto y de más  » 

Feliz cumpleaños, para Ivana, Genesis, Lety y todas las cumpleañeras de enero.

Nos vemos pronto.

Con amor.

Besitos .

Eva.

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