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CAPITULO 88


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Mascara y veneno. 

Christopher.

«Mentón en alto, espalda recta, mirada altiva y máscara de hielo. Si no saben lo que sientes, nunca hallarán la manera de como joderte».

Regina repetía eso a cada nada, sin embargo, nunca explicó qué pasa cuando el que sabe todo soy yo y tal cosa me está incinerando apegado a esta mierda que va de mal en peor.

Apoyo las manos en la mesa. He sido testigo de lo que hace Antoni, de lo que es capaz de lograr, pero ese hijo de puta no es mejor que yo y por ello me niego a elegir nada.

Me encamino a la alcoba rabioso y el ver a Rachel durmiendo otra vez es una cuchilla que me corta el tórax.

—Rachel —quito las sábanas queriendo que se despierte, pero parece que llevara una década sin descansar.

La muevo, pero no reacciona y debo insistir moviendole la cara.

—¡Despierta! —alzo la voz y abre los ojos— Levántate.

Le saco los pies de la cama dejándola en la orilla de la misma mientras saco las maletas y llamo a Miranda poniéndola a empacar.

—¿Qué pasa? —pregunta ella somnolienta y no contesto, solo me enfoco en hacer las llamadas que se requieren, entre esos a Alex.

Mi odio hacia Antoni aumenta en cantidades exageradas y los nudillos se me revientan con el puño que le lanzo a la puerta.

—Eh, ¿Qué pasa? —ella me sujeta el brazo y termino colgando la llamada del ministro.

Le miro el vientre y luego la cara. Interrumpir esta mierda es la solución más fácil, sin problemas, sin dolores de cabeza, ya que tengo lo que quiero y es a ella.

—Es más fácil explicarme lo que pasa que romperte la mano contra la pared.

Busca mis ojos los cuales se conectan con los suyos y ese es el puto problema... Que ella no es lo único que me satisface ahora...

—Antoni lo jodió otra vez —confieso— ¡La maldita obsesión que tiene contigo nunca

me va a dejar vivir en paz!

Me termino alejando al no poder callar lo que tengo dentro.

—Maldigo la hora en la que no me escuchaste y quisiste ir a verle la cara en ese operativo de Moscú —espeto—. Esa es una de las tantas cosas que nunca voy a dejar pasar y es el que nunca me escuchas cuando te hablo.

—No tiene sentido relucir eso ahora.

—¡Si lo tiene! —enfurezco más— Aunque lo niegues no has hecho más que alimentar lo que siente por ti y a veces actúas como si eso fuera importante para ti. Por eso es que se cree con tantos derechos.

Se da la vuelta como si no creyera lo que acabo de decir.

—Solo actúo, ¿Cómo no puedes entenderlo? —me recrimina y la ira no me deja pensar— Es mi jodido trabajo.

—¡Pues tu jodido trabajo tiene a mis hijos en riesgo!

Afano a Miranda para que termine mientras Alex, como ministro, se encarga de los permisos que se requieren para llegar directamente al CCT. No puedo hablar, no puedo razonar y solo puedo concentrarme en pilotear sobrepasando los estándares protocolarios.

Ella se mantiene atrás con los escoltas en tanto yo maniobro el Jet con el afán de llegar rápido. Entraré en contienda si hablo, si me muevo de aquí y lo único que necesito es saber qué fue lo que hizo ese maldito demente.

La isla no ha cambiado mucho, ella me sigue cuando aterrizamos y se adelanta a abrazar a Cho que nos esperan en la orilla donde se abordan las lanchas.

—Que alegría verte —le dan la bienvenida.

—Al bote, rápido —exijo. No hay tiempo para saludos porque cuando de Ilenko y Antoni se trata cada minuto vale.

El CCT nos recibe como la primera vez, con la gran diferencia de que Reece ya no es el director, sin embargo, los antiguos médicos ya tienen el historial médico de Rachel en mano.

—Necesito examenes de absolutamente todo —ordeno—. Análisis exhaustivos, estudio de las células, de los fetos, de ADN...todas las malditas cosas que se puedan estudiar tienen que analizarse en profundidad.

Ese italiano de mierda no es predecible, las cosas que crea fácilmente pueden pasar desapercibidas, pero luego se convierten en algo peor que el cáncer.

—El Hacoc está tratado —ignoro el comentario de Rachel que ha empezado a usar más el inhalador a lo largo de las horas—. No he vuelto a consumir, tomo el medicamento y mi obstetra tiene todo bajo control.

—Quiero los estudios antes del amanecer —es lo único que contesto.

Vienen por ella y la acompaño en cada proceso sin decir nada, pero con el enojo presente.

Son horas entre muestras de sangre, ecografías, exámenes exhaustivos y reuniones entre los mejores toxicólogos del CCT. Son titulados, graduados con honores, expertos en la rama, pero no me dejan tranquilo porque ninguno de ellos es Reece Morgan.

Se hacen más estudios prenatales los cuales toman muestra de los fetos y del líquido amniótico que agregan a una carpeta. Esperamos en la sala de junta médica y ella sacude el inhalador del asma guardándolo cuando llega Cho con dos médicos más.

La cara de Rachel se desfigura al ver que la coreana le indica a los otros que ella se encarga adoptando el tipo de aire que asumes cuando sabes que darás la peor de las noticias.

—Todo en orden, ¿Cierto? —pregunta la teniente.

La coreana toma asiento frente a nosotros y desvío la vista a otro lado cuando presiento lo que dirá. «Mil veces maldito, él y todas sus porquerias».

—Lo siento, Rachel —empieza—. Hay que interrumpir el embarazo cuanto antes o tu vida corre peligro.

La afirmación es un topetazo directo a la mandíbula y ella se congela en su sitio mirándose el vientre.

—Hay un componente químico altamente peligroso en tu sistema que no conocemos, pero asociado con las hormonas prenatales te empezará a perjudicar entre más avance el embarazo —explica—. No hay manera de sacarlo de tu organismo y añadido a las marcas que te ha dejado el Hacoc...

—Pero yo me siento bien —contrarresta ella con la voz quebrada—. Ellos se movieron hace poco y ya sabemos el sexo.

—Eso no quita que estén contaminados —sigue mostrando la ecografía—. Este feto ya está en peligro y no va a sobrevivir porque mientras más crece, más se deteriora...

Observa la imagen con lágrimas en los ojos entrando en negación.

—No —se rehusa—. Decían lo mismo del HACOC y mírame...

—Esta vez es diferente porque no estás lo suficientemente fuerte ¡Entiéndelo! —contesta la coreana desencadenando el asma que la empieza a desmoronar— ¿Cómo vas a batallar con algo que no conoces? ¿Cómo vamos a lidiar sin antecedentes, sin saber qué es y cómo tratarlo? Porque ninguno de los toxicólogos había visto algo así antes...

—Todo lo que quería saber ya está aquí —recojo la carpeta que trajo y levanto a Rachel sacándola del consultorio.

—¿A dónde la vas a llevar? —sigue— La vida de ella está en riesgo, Christopher.

Abandono el sitio con ella de la mano, «¡No sé qué diablos hacer!» La ayudo a subir al bote poniéndole el chaleco salvavidas, se ha quedado ida y en silencio mientras yo doy órdenes como si estuviera en una carrera contra el tiempo.

—¿Cómo te sientes? —sujeto su cara— ¿Estás respirando bien?

Me aparta sacando la cabeza del bote cuando el vómito la abarca tiñendo la arena con los jugos gástricos que salen manchados de coágulos carmesí. Se limpia la boca a la vez que la respiración se le empeora y las manos se le mueven como si estuviera en medio de una hipotermia.

—Cálmate y mirame —la tranquilizo—. Voy a encontrar una solución, ¿Me oyes? Siempre la tengo.

Se quiebra presa del llanto y la traigo a mi pecho mientras la lancha se sumerge en el mar. Volvemos al Jet y la dejo en la cama.

—Vigílala —le ordeno a Tyler mientras vuelvo al cielo activando el piloto automático.

Me comunico con los distintos hospitales a los que les envío el historial médico, Alex me apoya moviendo todos sus contactos, pero solo hallo una respuesta.

"No tenemos lo que se requiere, coronel —informan—. La medicina no ha desarrollado algo que lo contrarreste".

"Lo sentimos nos tomará meses patentar algo que esté a la altura y no sé puede asegurar nada".

"Indagando en los mejores hospitales nos confirman que no tienen las herramientas necesarias".

Alex se mantiene en la línea y me voy quedando sin opciones cuando todo el mundo me repite lo mismo, "No hay antídoto para esto".

Le cuelgo al ministro cuando me entra una de las llamadas que espero.

—¿Qué me conseguiste? —pregunto.

—Nada que sirva en lo que compete a la ciencia.

Me peino el cabello con las manos conteniendo las ganas de lanzarme al vacío.

—Por mi parte puedo ayudarte con algo que puede funcionar trabajando a mi modo.

Asegura desesperandome más.

—Hallé algo muy poderoso y sé que no eres creyente de nada, pero necesito mente abierta y el mejor equipo médico que me puedas conseguir —indica.

—Tiempo para tonterías no tengo ahora.

—Confía en mí, nada perdemos con intentarlo —asegura—. Te estoy enviando las coordenadas para que llegues.

Vuelvo a la cabina desviándome como me lo indica el mapa que me adentra en un área desconocida. Son horas sobrevolando el inmenso océano que parece de fantasía mientras Rachel se mantiene atrás.

El amanecer me muestra las grandes cumbres naranjas que aparecen a lo lejos y con ellas una reluciente estatua dorada que se ve desde el aire. Aguas cristalinas emergen de las montañas y calibro los motores para el aterrizaje.

—Nena —voy por Rachel mientras los escoltas bajan el equipaje. Está más agitada y tiene los ojos hinchados de tanto llorar— ¿Volviste a vomitar?

Asiente y la ayudo a levantarse sacándola del Jet. No me pongo a detallar lo que nos rodea, simplemente subo en la carroza con dos caballos que nos esperan movilizándonos entre los árboles.

Ella no me pone ningún tema de conversación, se ha quedado en silencio y

prefiero que sea así porque presiento que si habla no escucharé más que llanto. Los caballos se detienen y soy el primero en bajar.

—Sigan —nos recibe la mujer que aguarda en el sendero que lleva a su casa.

Rachel reacciona mirando mal a la rubia y debo tomarla del brazo para que avance a la alcoba que le tienen lista. Ivan le ayuda con los zapatos mientras Tyler se encarga del abrigo.

—Tiene la tensión alta —dice la dueña de la vivienda en la puerta—. Que se beba esto.

—Haz lo que dice —le entrego la bebida a Rachel y la rubia observa como se la toma toda antes de recostarse dándome la espalda.

Sigo a la rubia dejándola a cargo de los escoltas.

—El equipo llegará en un par de horas —informo— ¿Cuál será el proceder de todo esto? Porque ha de ser muy efectivo si me haces viajar a las pelotas del mundo.

—Estás en Gehena, te he hablado de mis tierras antes...

Ignoro la presentación tomando el móvil para confirmar la llegada de los suministros.

—No puedo quitarselo, busqué diversas formas, pero no hallé nada. La única opción es contrarrestarlo.

—¿Cómo? —pregunto y mira la enorme serpiente que baja del poste que yace en el centro de la casa.

—No hay un bioquímico que supere las creaciones de Antoni —explica— y no queda de otra que atacar veneno con veneno.

Me acaricio el puente de la nariz, no es que no confie en ella. Después de Reece es la persona más capaz que he conocido, aunque sus métodos sean obsoletos.

Suelta el discurso explicando con detalles cómo procederá, basándose en no sé qué cosa mística medicinal y mientras lo asimilo, subo a ver a Rachel que está en la misma posición sin querer hablar.

Vuelvo a bajar donde la rubia, que está extrayendo néctar de distintas especias con el cabello trenzado atrás luciendo un vestido largo que se amarra a su cintura.

—No debería estar aquí escuchando cuentos, debería estar pendiente de la maldita campaña, pero ese hijo de puta italiano —le suelto—. No lo soporto y gane o no le voy a cortar la maldita cabeza.

Ya no tolero nada, se supone que con el matrimonio y el puesto tendría todo solucionado, pero no. Encima Ilenko no mata a la otra inútil y sus vueltas con ese asunto me dan jaqueca también.

—¿Qué estás haciendo? —indago.

—Preparo medicina que le aporte nutrientes —explica—. Se lo pondré como un suero, es algo propio de aquí, hecho por los ancestros de los reyes Skagen y para hacerle resistencia al veneno usaré a la serpiente nativa de las cavernas.

—¿Qué tan potente es lo que tiene?

—No me preguntes lo que sabes conociendo a Antoni Mascherano, que se caracteriza por alinear compuestos que alteran la forma natural de las cosas —contesta—. De por si, el Hacoc ya es complejo, ahora sumale esta porquería que no sé de dónde carajos la sacó, pero juraría que ha de ser alguna toxina animal con algún elemento mutacional el cual crece con los fetos.

Busca las hojas que le envié.

—Lo que creó está hecho para debilitarla desde que lo ingirió —explica—, pero por alguna razón el veneno se dividió entre ella y este feto que retrasó los efectos —me muestra—. Te seré sincera al decir que no creo que sobreviva y si lo hace no sé qué esperar.

—Son los tres o los tres —advierto de una vez—. Eso no tiene negociación.

Rachel siempre me obliga a usar herramientas que no creí necesitar nunca como venir a las tierras de Gehena a valerme de medicina ancestral y creencias que sabrá quién si son ciertas.

Me topé con Uda (su apodo) hace mucho por medio de Thomas. Me tocó hacerme el de la vista gorda cuando casi apreso a mi propio tío quien estaba con la rubia, la cual me siguió contactando cada que se requería.

Los suministros llegan y se hace la debida instalación que nos permita estar preparados ante cualquier tipo de emergencia. A Rachel se le despierta para que coma y beba, pero lo hace solo porque le toca, ya que aparte de sentirse cansada, también se ve decaída y no tarda en quedarse dormida.

Tengo que volver a Londres y eso me amarga tanto que me acuesto a su lado vigilando que todo esté bien, «En vano», porque a la mañana siguiente empieza la batalla que me harta y nunca nos abandona; «Tensión alta» que se logra controlar, pero no los pies hinchados y tampoco la dificultad respiratoria. Por ello la conectan a una bala de oxigeno empeorando el estado anímico.

No le veo atisbo emocionales de nada hasta que Uda aparece con la bebida mañanera.

—Tu desayuno está abajo.

Me avisa antes de irse y Rachel se queda mirando la puerta.

—¿Algo que deba saber? —pregunta— ¿O algo que me quieras decir antes de que me entere?

—Desde que me levanté no he dejado de pensar en las ganas que tengo de follar —me come con los ojos con la respuesta y sujeto su mano cuando me empuja— con mi mujer.

—Mentiroso —me reta con la respiración acelerada y alcanzo su boca demostrando que no miento.

Sé que está enferma y que yo estoy rabioso, pero la necesito. Por ello me deshago de la ropa apartando las sábanas, queriendo perpetuarme en ella antes de partir. Estamos más que dispuestos y queda demostrado en la urgencia con la que me abre las piernas cuando busco lo que más me gusta de ella.

—Nena, dame —me ofrece sus pechos y sujeto mi falo mientras me prendo a chupar punteando abajo, apoyando mi peso sobre uno de mis brazos viendo como se saborea.

Puede estar indispuesta, moribunda o lo que sea, pero nunca dejo de tenerle ganas. Mi polla se sumerge moviendome desnudo sobre ella a la vez que sus uñas se pasean por mis costillas cuando acerco mi boca a su oído trasladando las manos a los glúteos que aprieto rozando mis genitales en su sexo.

Está tan caliente, tan derretida ahí abajo que no me queda duda de lo mucho que le gusta tenerme adentro con mi lengua entrelazada con la suya. Muerde mi labio inferior y lo mantiene así mientras los gruñidos se me escapan cada que mi polla se desliza adentro, afuera con las venas remarcadas y el glande hinchado.

—Míos —proclamo con los dientes apretados a la vez que sujeto sus caderas queriendo que resista los empellones que le suelto.

—Tú eres nuestro —me abraza y siento como se carga de sentimiento acoplándose conmigo mientras la follo con las ventanas abiertas y el viento entrando a través de ellas.

—Ya deja de llorar —le susurro llenándole la cara de besos.

Lo único que me importa lo tengo bajo mi cuerpo y lo dejo en claro arremetiendo mientras ella desliza el pie en las sábanas dejando que me aferre a la carne de sus muslos. La cabeza de mi polla se agranda y la vuelvo a besar cuando el derrame se extiende en su interior.

—Vendré el fin de semana —le digo y asiente.

Se viste quedándose en la cama y la vuelvo a besar antes de vestirme. Las ganas surgen de nuevo y vuelvo a estar dentro de ella con un polvo más rápido, pero no menos placenteros. «Me gusta tanto follarla así», de espaldas con mis manos sobre su abdomen y mis piernas entre las suyas escuchándola gemir.

No puede quedarse sola como en la rehabilitación y por ello me trago el desagrado que me provocan los James que mandé a traer y llegan al mediodía.

—No quiero que la estés amargando, preocupando, ni que te estés metiendo en lo que no te importa —le advierto a Luciana—. A la primera disputa se largan y no la van a andar agobiando con los problemas que tienen con la fracasada que está en Alaska.

—No discuto con cerdos —advierte Luciana y encaro a Rick.

—Si están aquí es por ella, por ende, la atención tiene que estar en ella y en mis hijos, ¿Te queda claro?

—No tienes que decirme cómo ser un padre...

Me aparta cuando le entra el afán que tiene por verla al igual que su otra hermana. Le pido a Uda que me mantengan informado de todo recalcando que los saque ante la primera contienda.

—¿Y Em? —pregunta Rachel después de saludarlos.

—Está en uno de esos tontos concursos —responde Luciana masajeando los pies—. Sabes como se empecina con eso y no le pone atención a nada más.

—No son tontos mamá, eso es un deporte complicado —alega ella y me acerco a despedirme para que se cierre el tema.

Tyler, Dalton, Make e Ivan se quedan con ella.

El viaje se me hace eterno, llamo cada dos horas, no sé lo que es dormir ni lo que es tener hambre al tener todo el peso de la candidatura encima y lo primero que hago al llegar es reunirme con los cadetes de la escuela de preparación, están en prácticas y me paseo por el área sin hallar lo que busco.

—¿Dónde está Lucian Mascherano? —le pregunto al encargado.

—Con su tutor, mi coronel —responde el sargento—. Mi capitán Bratt Lewis.

Todo me estorba, no saludo a nadie y solo doy órdenes depurando lo que está pendiente exigiendo a la Élite que entrene a los soldados bajo mis métodos.

—¿Dónde está Lucian? —repito la pregunta en la oficina de Bratt— Me informan que su tutor se lo llevó, ¿Quieres reemplazar al hijo que murió apuñalado en el vientre de la perra de su madre o a qué estás jugando?

Levanta la vista del teclado.

—Huyó —contesta.

—¿Huyó? —hago de cuenta que le creo apoyándome en la mesa— Ordenaré esto una sola vez y es que quiero al niño aquí lo antes posible o habrán consecuencias.

—Ya te dije que no sé dónde está.

—Ya te dije que habrán consecuencias — me largo.

Los eventos de la candidatura no se hacen esperar a lo largo de la semana y Alex es quien se esmera por sacar todo adelante mientras yo solo quiero largarme a ver a mi mujer. Tengo jaqueca, náuseas y un horrible ardor en el estómago que no me deja probar nada.

Lo único bueno de la mañana es el submarino que confisco repleto de arsenal altamente peligroso. Saco una de las ametralladoras revisando los artefactos nuevos que tiene y en las cajas también hay detonadores, misiles y fusiles.

—Agregalo al inventario —le ordeno a Laila que anota la orden.

—Eso son armas rusas las cuales son demasiado violentas para la milicia —dice Brattt

—Ahora son londinense —contesto demostrando que me vale una mierda su comentario.

El ejército me estresa como así también las vueltas de Bratt reiterando que no sabe dónde está Lucian y la insistencia de Gema dando opciones que nadie le pide y siempre paso por alto.

—¡No sé porqué te pones con vueltas en operativos que exigen exterminio total y son para llegar aniquilando como lo exigí! — regaño a Bratt en la reunión con la Élite.

—Hay algo que se llama protocolo.

—¡Me derribaron un convoy! —alzo más la voz — ¡Y no me contestes cuando no te he dado permiso, maldita basura!

Me muevo para encararlo y Patrick es el que se atraviesa mientras él se mantiene en silencio.

—Tantos presos me bajan el presupuesto del equipo y el arsenal — dejo en claro con el cólera a mil—. Es algo que necesito ahora y no lo voy a perder con criminales de poca monta que no sirven para una mierda. Por eso la orden es aniquilar y así me ahorran papeleo e intentos de escape.

—Sí, mi coronel —contestan todos.

—Largo de aquí —demando.

El fin de semana llega, viajo con Alex y Sara a ver a Rachel que sigue saturando mal. La tensión se mantiene alta y los niveles de oxígeno ahora son más altos.

Duerme más de doce horas al día y ha empezado a vomitar todo lo que come.

—Intenta retener algo —le insisto mientras vacía el estómago en el retrete.

—La migraña no me deja dormir —recuesta la cabeza en mi hombro y la ayudo a levantarse—. Estoy muy mareada.

Los James se mantienen a su lado mientras Sara le cocina algo que por suerte mantiene hasta el atardecer. Y si me fue difícil partir la primera vez, la segunda más al verla más deteriorada.

—Me quedaré —se ofrece Sara—. Ustedes concéntrense en la candidatura y yo haré más cosas que pueda retener.

Alex la besa antes de marcharse y yo subo a verla antes de irme. El vientre no deja de crecerle y dejo la mano sobre él besándole los labios.

—Dilo —le pido.

—Lo amamos mucho, coronel —me envuelve en sus brazos y la camisa me queda manchada con la hemorragia nasal que me hace volver al comando peor de lo que estaba.

No me interesan las reuniones, no me interesa la hipocresía, solo quiero desaforar la rabia que tengo con el mundo y con Antoni. Bratt sigue con la excusa de que no sabe dónde está Lucian.

—¡No quiero prisioneros! —advierto antes de entrar a uno de los operativos acabando a todo el que se me atraviesa seguido de la Élite.

Gema sale con el líder de la banda de jíbaros que atrapó y se lo aniquilo con un tiro en la cabeza.

—No quiero presos, dije.

Se queda helada y no le queda más alternativa que callar cuando mi dictadura se extiende al comando de Washington, París, Escocia y Alemania, que se acoplan a mi modo de operar. Leonel alega e insiste con que se me ha subido el cargo a la cabeza creyéndome el mejor.

No me creo, soy el mejor. Las medallas en mi pecho lo demuestran, el alineamiento de los soldados me lo confirma, nadie me refuta, nadie me protesta y los operativos se van tornando cada vez más sangrientos.

—Este no es nuestro ideal —dice Gema a mi lado mientras superviso el entrenamiento matutino.

Hay más de mil hombres trotando con las armas contra el pecho.

—¡No somos héroes de guerra, somos los ejecutores que acaba con aquellos que van contra las leyes que nos rigen! —dicen todos al mismo tiempo.

Bratt está al otro lado y el resto de la Élite lidera las escuadras.

¡Somos fríos como el hielo, nos reímos del dolor! —canta la tropa— ¡No tenemos compasión porque somos militantes que marchan con honor!

—Este es el único ideal ahora —le advierto a Gema— y la ley es para todos. El que no le gusta que se vaya porque el único irremplazable aquí soy yo.

Dejo en claro antes de retirarme. Estoy en un punto donde no sopeso el punto de opinión de nadie.

Más de cinco semanas han pasado y cada que voy a verla el deterioro es más evidente. No puede respirar sin la ayuda del respirador, sigue presentando hemorragias nasales, la tensión arterial no baja y los mareos son más frecuentes al igual que los desmayos.

Insiste en que la migraña no la deja dormir. Sara, Luciana, Sam y Rick le preparan todo lo que le gusta, pero lo termina vomitando la mayoría de las veces.

—Tiene anemia —me informa Uda en la última visita—. Los latidos cardíacos de los mellizos han bajado, pero están dentro de lo normal todavía.

Las elecciones me están respirando en la nuca, las reuniones no paran y de lunes a viernes no conozco el significado de la palabra tranquilidad.

—Yo lo hago, tranquilo hermano —se ofrece Patrick con la tarea de pedir suministro para el ejército—. Descansa un poco o te vas a morir y no podremos disfrutar de la buena pensión que tendrás.

No puedo descansar con la asamblea que tengo en la puerta. Gema se ubica a mi derecha, Alex toma el puesto principal y Bratt entra con el Concejo, hablan de cosas que no me interesan y solo me encienden más la rabia cuando lo eligen como su nuevo presidente.

—Joset estaría muy orgulloso, Bratt —comentan y él se levanta dando las gracias.

Me dan ganas de pegarle un tiro, ya que tengo acumulado lo de Lucian, pero la llamada de Rick hace que me voltee a contestar.

—¿Qué? —contesto.

—Necesito que vengas, estamos a punto de presentar una urgencia —me pongo de pie de inmediato buscando la puerta.

—¿Está bien? —me pregunta Alex y no estoy para respuestas, simplemente ordeno que me preparen la aeronave militar.

El avión despega y me mantengo en contacto con Patrick y Dominick que están tomando mi lugar mientras Ángela está lidiando con las tareas de ella y de Rachel, siendo apoyada por Brenda, Laila y Alexa.

Aterrizo en las tierras de Gehena y con el uniforme puesto me adentro en el camino que me lleva donde está.

—Está presentando contracciones prematuras —me explica Sara— y los mellizos aún no están listos para sobrevivir fuera del vientre...

La aparto y subo rápido. La rubia le está dando no sé qué, Rachel está con respirador artificial ya que el oxígeno no es suficiente, el dolor la tiene mal y lo peor de esto es que no sé cómo hacer, cómo detenerlo o cómo evitarlo.

—Dijiste que podías —la regaño— ¡Y estás quedando con una maldita cobarde otra vez!

—Christopher —interviene Rick y lo mando a callar mientras siguen las contracciones.

—¡No te metas! —espeto— Heredó tu maldita debilidad y ahora mira, no es capaz de cumplir ni una maldita promesa.

Me desespero a tal punto que no sé qué hacer o dónde meter la maldita cabeza. Estoy dando todo lo que tengo en las manos, pero no es suficiente y de qué me vale todo lo que he hecho si no puedo mantener esto.

La ira me absorbe y mis oídos se niegan a escuchar quedándome fuera, convenciéndome de que interrumpirlo no es nada del otro mundo, pero cada que quiero asumirlo se me atoran mil cosas en las costillas.

—Ve y apoya a Rachel que te necesita —aparece Sara—. Esto no está pasando porque ella quiera...

«Si está pasando por la terquedad de ella y ese italiano hijo de las mil putas».

—No te he pedido consejos.

Siento que el que se está viendo como un cobarde soy yo y me convenzo de que tengo que tomar decisiones.

Subo a dar la cara y termino equivocándome, ya que las sábanas sucias de sangre sumadas al llanto de Rachel son el detonador que me hace devolverme en busca de la aeronave donde llegué cuando siento que todos mis órganos están siendo aplastados.

—Christopher, espera —me llama Uda—. Voy a controlarlo, solo confía en mí...

No estoy preparado para la angustia, para el drama, para la lección de la vida que me dice "Has perdido esta vez". No sé ni cómo despego, solo me alzo en los cielos a una velocidad alarmante.

Sin contestar los llamados, sin hablar con nadie, me alejo de todo lo que me daña y es ella que me hiere de una manera que siempre deja cicatriz. El camino no parece acabar nunca en las horas que me mantengo en el aire cuestionando el haber dejado que esto me inundara tanto.

Londres aparece y busco a Bratt repitiendo la misma pregunta de hace unas semanas atrás.

—¿Dónde está Lucian? —pregunto en la puerta de su oficina.

—Ya te dije que huyó.

Asiento enardecido y me devuelvo por donde venía en busca de mi auto mientras llamo a Death estipulando donde y cuando quiero verlo. Siempre es rápido a la hora de moverse y dejo el vehículo frente a High Garden, pero ese no es mi destino.

—Acaba con esa puta casa —señalo la mansion Lewis— y tráeme a Lucian Mascherano.

Mueve la cabeza indicándole a su gente que lo siga y se toman la vivienda pasando por encima de Sabrina que está con su enfermera. Rompen, quiebran y hago lo mismo buscando al italiano que no aparece.

No me importan las reliquias familiares, las cenizas de Joset, Marta, los recuerdos de la infancia o la crisis de la loca. Si me joden a mí, pues yo jodo también y por eso acabo con la pared del cuarto de resguardo que mandó a construir Joset con un martillo demoledor.

Me resbala que esté en la habitación principal como tampoco me interesa que esta sea la alcoba que más nostalgia le causa a Bratt conociéndolo como lo conozco. Los ladrillos caen, Lucian no está y continúo acabando con la pared arrasando también con lo que hay en las mesas.

—¡Te dije que no lo tengo! —me frenan y me tambaleo con el martillo lleno de sudor.

—Dije que iban a ver consecuencias —reitero—. Lo escondes en vano porque lo voy a matar cuando lo vea y entre más me tarde, más violento será.

Los peores demonios aparecen en los peores momentos y este soy yo quitándome el disfraz por partes, queriendo derramar sangre así como quieren derramar la mía. El Mortal Cage acaba con lo que queda y me largo a mi casa, a la que no quería volver solo y por ello me mantuve en el comando.

Lo peor decisión que se puede tomar es dejar que alguien se convierta en una parte de tu alma compenetrandose como si fuera un órgano vital en tu cuerpo.

No puedes vivir sin un corazón... Bueno, yo no puedo vivir sin Rachel James y lo que tiene adentro, así funciono ahora. No me joden las balas, no me joden otros; me jode su ausencia y el enojo de sopesar que puedo perderla.

Me encamino a la alcoba. El destino me está detestando y queda comprobado con la ropa de recién nacido que está organizando Miranda sobre la cama.

—No sabía que venía —intenta despojar todo.

—Sal de aquí —la echo buscando la botella que me empino.

Tengo tanta rabia que lo único en que pienso es en como me estoy aplastando a mi mismo. Paso el licor que me marea al instante cuando la botella se acaba y me paso la mano por la cara sintiendo el roce del anillo en el rostro y con un par de tragos encima tengo el coraje de encender el móvil.

El mensaje de la rubia es lo primero que aparece: "Estado: Controlado"

Dejo que mi espalda toque la cama antes de taparme los ojos con el brazo respirando hondo. Si así es el comienzo no quiero saber como será el final, lo único que sé es que debo valerme de todo y por ello busco lo que tengo en la cajonera del estudio.

La mañana llega, empaco lo que está en la cama y llamo nuevamente a Death para que me vea en la pista privada de High Garden.

Meto la maleta en el interior quedándome con la playera de Rachel mientras el peleador llega con la caja que le ayudan a cargar sus colegas.

—Buenos días, Legión —saluda Death con un tono no típico de él.

—Ya superalo —me coloco los lentes al ver la cara que trae. Sigue jodiendo con lo de la hermana de Rachel—. A nadie le importa y eres el único haciendo drama como un ridículo.

—Si, lo que digas.

Se aparta cuando el guacal gigante aterriza en el suelo y suelta el candado liberando al perro que sale disparado, pero que es retenido por las gruesas cadenas que sostiene Death.

Los esteroides y vitaminas caninas del Mortal Cage (Tienen peleas de perros) son evidentes en las largas patas peludas, en la fuerza de cada impulso y el tamaño que me llega casi a la cintura siendo un cachorro todavía.

Le sueltan el bozal junto con la barrera que lo priva del olfato y el ladrido atronador se extiende en el jardín mostrando los dientes limados y afilados capaz de desgarrar cualquier garganta.

Está entrenado para ser un perro guardián y me acerco despacio tirando la playera de Rachel para que la huela. Se les priva del olfato durante días para que sus sentidos vuelvan a despertarse con el olor de los amos y así empiece a crearse el instinto protector.

Con paciencia me voy acercando para que me vaya reconociendo, las jaulas se han encargado de adiestrarlo para que responda ágilmente a cualquier tipo de amenaza.

No deja de pelarme los dientes, sin embargo, soy paciente dejando que le llegue mi aroma el cual lo va calmando poco a poco y termino colocando el bozal de nuevo antes de atarle el collar.

—Le pediré al padre que también ore por tu esposa — me dice Death antes de irse.

Subo el perro a la avioneta donde se desespera con el encierro que nos mueve a tierras extranjeras. Nadie me está esperando, así que me toca caminar varios kilómetros, predominados por subidas y bajadas, árboles enormes y un inmenso océano que se puede ver desde cualquier punto.

Analizando el terreno la casa de la rubia está bastante apartada del núcleo de estas tierras, ya que no hay personas rondando y la estatua dorada se sigue viendo como algo lejano.

Entro sin saludar a nadie, los escoltas están en su posición y Rick se sale con Luciana cuando abro la puerta de la alcoba donde ella está acostada junto a la ventana. El perro se impacienta y le suelto la cadena dejando que la busque, desatando la sonrisa que quería ver hace semanas.

—Pucki —le acaricia el pelaje con el oxígeno puesto y me tranquiliza un poco verla sin el respirador—. Pero qué grande estás.

Lo llena de caricias caninas mientras me acerco detallando cómo extiende más la sonrisa al identificar lo que tiene el perro en el cuello.

—¿Esto es una forma de decir que el perro es más valiente que yo? —me muestra la medalla que le quité en nuestro segundo cara a cara y que ahora hace parte del collar del perro.

—Es tuyo —me encojo de hombros— y la medalla también, solo te estoy devolviendo tus cosas.

Bajo el animal sentandome en la orilla de la cama. No quiero dramas ni discursos, como tampoco quiero explicar como me siento con todo esto y que no soy capaz de presenciar la pérdida de uno de los tres.

—Parece que tuvieras frío —me dice abriéndome espacio y entiendo el mensaje acomodandome a su lado para abrazarla mientras dejo la cabeza sobre su pecho rodeándola con el brazo.

Ella me corresponde también y no hay nada que decir cuando la forma de fundirnos lo grita todo.

—Ahora soy yo la que te pide que no huyas esta vez.

—Vuelves a saber lo que se siente estar en mis zapatos.

—Ya no quiero más lecciones, coronel —sujeto su cara dejando mi frente contra la suya antes de besarla y volver a su pecho quedándome ahí hasta que se queda dormida.

En las siguientes tres semanas me sigo dividiendo viajando por horas para venir a verla; de lunes a miércoles estoy en la central y el resto de los días en Gehena durmiendo con ella, ya que es la única forma de tener una pizca de paz para ambos.

—Come —insiste cada que me levanto y dejo que me dé la comida en la boca estando ambos en la cama—. Deberías hacerlo tú conmigo, pero bueno, el afán con las tetas confirma que no creces todavía.

La beso en la boca y me pide más. Mi problema resurge, así que debo estimularme para descargarme bajo las sábanas prendido de sus labios y con sus dedos recorriendo la línea de mis músculos.

Le gusta ver como me masturbo levantando la sábana y ladeando la cabeza mientras el derrame abarca mi mano.

—Rico —dice y vuelvo a besarla acariciándole el abdomen, pese a todo lo que ha pasado no ha dejado de crecer.

Hay alguien más fuerte que los dos y es el mellizo que sigue sobreviviendo contra todo pronóstico al igual que su madre, sus latidos suben y bajan, no se mueve mucho, pero lo hace de vez en cuando y la rubia no deja de reiterarme que no me asegura nada con él..

—Creo que si son quintillizos —molesto a Rachel al ver lo grande que está el vientre.

—Los chistes de autoestima en este punto no dan risa cuando tienes 29 semanas de embarazo.

—Pues a mi si.

Su familia la consciente en todo lo que quiere, sus amigas la llaman cada que pueden y Rick le ratifica que la casera confirmó que su otra hermana está bien.

—¿Sabes si Em ha ganado algo? —le pregunta a Sam mientras esta le hace masajes en las piernas.

—Deudas familiares seguramente —contesta Luciana— con todo lo que se ha invertido en algo que no progresa.

—¿De qué hablas?

—De la verdad —contesta su madre—. Emma no produce, no enorgullece, a diferencia de Sam y tú que nos han retribuido todo con creces siendo hijas ejemplares.

—Me casé con Christopher que era el mejor amigo de mi ex —se enoja Rachel y en vez de ofenderme me sube el ego—. Eso no me hace ninguna hija ejemplar y, pese a no serlo, amo mucho a mi hermana —mira a Sam—. Em no tiene que retribuir nada, solo tiene que sentirse cómoda con ella misma y ya está.

Luciana sale evitando una discusión.

—Sam, ven y deja que se le pase el amargo sabor de la verdad —pide su madre—. Quererla no borra los fracasos y las decepciones provocadas por Emma.

—Habla por ti que a mi no me ha decepcionado en nada.

—Ya basta —pido cuando enfurece saturando mal y por este tipo de cosas es que hago lo que hago.

Ella le da la espalda a todos enojada y, al igual que Death, arma una tormenta en un vaso de agua por quien no le importa ni a su madre. Su otra hermana se larga también y me abro espacio a su lado, ya que solo puede levantarse en casos extremadamente necesarios.

El enojo va mermando cuando no me muevo de su lado.

—¿Ya tienes tu nombre? —me pregunta y ruedo los ojos.

—Ambos; Christopher Morgan —establezco—, Morgan Christopher.

Suelta a reír dándose la vuelta y paseo la mano por su abdomen descubierto. Casi treinta semanas y su piel sigue tal cual, sin una sola marca en ninguna parte del cuerpo.

—¿Estás listo para el resultado de mañana? —indaga y agradezco que ya se acabe esta mierda— No estaré, pero mis padres te apoyarán en lo que se pueda.

Da igual, si no está ella no es lo mismo, sin embargo, se requiere por protocolo. Debo irme en la madrugada, ya que mañana iré nuevamente a las urnas con Leonel.

Pasamos el resto de la tarde durmiendo juntos y en la noche Sara organiza una cena con Luciana dónde está Alex y los James.

El ministro no deja de presumir lo mismo de siempre, hablando de su rol de padre que a nadie le interesa.

Faltan más de dos meses para el nacimiento, Rachel se sigue agotando con nada y termina volviendo a la cama dejando que sus padres y hermana le besen la frente antes de irse a empacar.

Me acuesto en boxer y ella me abre espacio afanandose para que vaya rápido. Los besos calientes no se hacen esperar y este es el dilema de venir aquí; no poder follarla, ya que me gusta su boca, pero me fascina su coño, el cual se mantiene húmedo.

No hay sangrado hace más de una semana y estoy tan urgido que empiezo a acomodarla liberando mi polla.

—No podemos —le marco el cuello colocandola de medio lado frente a mí.

—Solo déjame pasarlo —digo.

Mi lengua no deja de tocar la suya y sujeto el tallo deslizandolo a través de los labios del sexo mojado y dispuesto. Todo en ella últimamente es tan caliente y he esperado tanto tiempo que mi glande busca su abertura de forma inmediata.

—Oye...

Acaricia mi espalda y me sigo paseando alternando con la estimulación manual que me empeora, pero me basta con verla para darme placer.

Los fluidos de ella yacen en la punta de mi polla y se lleva los dedos al coño dejando esa sensación cremosa que me permite masturbarme con la humedad de mi mujer. Nuestras bocas no se separan y con mi derrame desencadeno el suyo logrando que se corra con mis dedos.

Dejo que recueste la cabeza en mi pecho e ignoro el teléfono que empieza a sonar, insisten y Rachel me lo pasa al ver el número de Angela.

—¿Qué pasa? —contesto recibiendo la noticia que me pone en pie de inmediato.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Bratt.

Teníamos doce años cuando Christopher me dijo que sería el más grande de los Morgan y mi respuesta fue darle una palmada en el hombro confesandole que yo también quería superar a Joset con el fin de darle más medallas a los Lewis.

Me inclino la botella de agua limpiando el sudor que me recorre la sien. El coronel no tenía el mismo pensar que yo y no supuse que con ser el mejor se refería a tomar la jerarquía de todo el sistema judicial del planeta, imponiendo la dictadura que ha venido labrando en silencio desde que se reincorporó.

No está quedando nada del comando donde me formé y más que soldados siento que nos estamos convirtiendo en una ola de mercenarios, la cual es peligrosa para la ciudadanía que juramos proteger.

Dañó a mi hermana, mi relación, mi familia, mi ejército.

Mentiría si digo que no tengo miedo, ya que Londres es su coraza teniendo tantos militantes apoyándolo. Vuelve mañana con una alta probabilidad de ganar y el que eso suceda no me deja más alternativa que proceder.

—Solicito números de soldados en base temporal— requiero a través de la radio— e informe del operativo.

Me indican el número y aprieto el aparato deseando hallar otra solución, pero no la hay y las situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas.

—Operativo fallido, mi capitán —avisa el teniente a cargo—. Las caletas con alucinógeno fueron recogidas antes de nuestra llegada.

—Recibido. Presenta novedades en la mañana.

—Como ordene, mi capitán.

Una gran parte del ejército londinense está en la temporal ucraniana después de fallar en el operativo que se les ordenó. «Al coronel no le gusta que fallemos» y ellos fallaron.

Un ataque a una unidad militar tan grande desestabiliza el ejército y reponer soldados tomará semanas, además de que disminuye el número de votantes en las elecciones. Observo su ubicación y los imagino bajando mochilas mientras apago la radio antes de encender el auricular que tengo en el oído.

Cierro los ojos contando el tiempo que se necesita para que entre hasta el último soldado.

—Fuego —le ordeno a la persona que espera al otro lado de la línea confirmando el desplome.

—En curso...

La voz se corta y la línea se inunda con las detonaciones que acaban con la base temporal ucraniana que se viene abajo con los explosivos que la acaban en segundos. No eran soldados, eran mercenarios con chip de asesinos y seguidores de un dictador.

No hablaron, tampoco se quejaron del arsenal ruso sin saber que esos mismos explosivos acabarían con sus vidas, porque mandé a volar la base con los mismos detonadores para que no queden dudas de lo potentes y peligrosos que son.

Echa la jugada me apresuro a la oficina donde yace la Élite en shock junto con Milla que les da apoyo.

—¿Qué diablos pasó? —me hago el desentendido mientras Patrick mueve los dedos en el teclado y Dominick trata de ponerse en contacto.

— Confirma —se desespera Angela moviendo a Gema que se pone al teléfono preocupada—¡No se pueden perder tantos soldados!

Me pongo en la tarea que me corresponde con la respuesta en mi cabeza, no hay sobrevivientes con un explosivo tan potente.

—¡¿Quién mierda nos atacó?! —espeta Gauna.

—A lo mejor fue Christopher —comento despacio—. Fallamos...

—Deja de decir estupideces —se enoja Patrick y el que los otros adopten su misma actitud me deja claro en quienes puedo confiar—. Hay que rastrear e identificar de dónde proviene el atentado.

Los dejo dejando que labren su propia tumba. El misil proviene de la FEMF, de los que Christopher había añadido al armamento y el inventario está firmado por él. Por lo tanto, quien tiene derecho a distribuirlo y manejarlo es él.

—Algo me dice que ese explosivo no era de la FEMF —aseguro— y como presidente del concejo me veo obligado a investigar, porque si esto es uno de los tantos castigos de Christopher déjenme decirles que es inaudito aplaudir semejante masacre.

—¡Calla Lewis, que el asunto es serio y a nadie le interesan tus comentarios de marica! —me grita Gauna poniéndose de pie— ¡Siento que me aprietan las pelotas cada que actúas como un quejica!

Gema es la única que se mantiene en silencio como si creyera que mis afirmaciones no son tan absurdas. El centro de operaciones se activa con la pérdida y Gauna es el primero que se larga seguido de los demás.

—Gema —la llamo quedándome con ella y Milla—, hay algo que quiero comentarte.

Hace mucho que la veo igual de harta que yo y la invito a tomar asiento.

—Sabes que están pasando sucesos que van contra nuestros principios —soy claro—. Christopher no está bien hace mucho, eres tú la que tiene la central en los hombros dándoles un trato humano y ambos sabemos que te botará cuando gane. Mira lo que me hizo a mí.

No me contesta nada manteniendo los dedos entrelazados en la mesa.

—Tu madre crió a Christopher y mira cómo la tratan, Alex es otro narcisista y ninguno de los dos han sabido apreciar lo afortunado que son al tenerte —continúo— y te lo comento porque me dan rabia las injusticias. Tanto Rachel como él son felices después de haberte engañado con ella y no me digas que están juntos por el embarazo porque ambos sabemos que no es así.

Saca el pañuelo limpiándose las lágrimas que le sacan mis palabras.

—Es un peligro Gema, va acabar con toda la FEMF y por eso tuve que sacrificar la unidad militar para que noten el peligro de esas armas y no es un secreto que Christopher es capaz de dar un castigo así —confieso dejándola anonadada y sujeto su mano para que sienta que a mí también me duele—. Lo que hice no es nada comparado con lo que te han hecho a ti, a mí y con lo que puede hacer él en el poder.

Trato de que me mire a la cara y no quiere hacerlo.

—Cuando se llevaron a Marie él no quería que Rachel interviniera, con lo de Meredith he tenido que callar al no tener pruebas sabiendo que la mataron embarazada —sigo sin dejarla procesar— Y lo de Nate... te entregó a él solo porque le dio la gana. Te dejó en ridículo con el compromiso y sé que lo amas como yo amé una vez a Rachel, pero debes abrir los ojos porque nunca la dejará por ti, solo le importa ella y aunque me duela admitirlo lo supe desde el rescate en Positano.

Milla se acerca cuando se lo indico dispuesta a contarle todo lo que habíamos indagado.

—¿Sabías que el día de la muerte de Liz, Rachel estaba en el centro comercial? —le suelta— Ni Christopher ni Alex ahondaron en el tema por obvias razones.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Gema. La rubia me mira y asiento.

—Estuve estudiando las cintas, el patrón, sus actitudes y llegué a la conclusión de que el sicario la estaba buscando a ella y lo sabía —explica—. No tengo claro cómo lo hizo, pero se las arregló para que mataran a tu mejor amiga, ya que los rusos no tenían asuntos pendientes con Molina.

La cara se le desfigura cuando mi afirmación le dice que también creo lo mismo e intenta entrar en negación, pero ella más que nadie tiene claro los métodos de manipulación de Rachel y por ello se tapa la cara llorando con desconsuelo.

—El comando ha cambiado gracias a ti, muchos confían en ti y yo estoy dispuesto a apoyarte con tal de que no te tiren al basurero —añado—. Son demasiadas muertes impunes.

Vuelve a taparse la cara despertándome las ganas de acariciarle la espalda, pero lo cierto es que tenía una venda que no se quiso quitar y ahora no queda más que lamentarse.

—Necesito aire —se levanta dejándome en la oficina y Milla intenta detenerla, pero le pido que la deje. A mí también me costó asimilar las cosas.

Si quiere delatarme es un riesgo que voy a correr, lo único que deseo es que el mundo vea la verdadera cara de los dos y no creo que Gema deje pasar lo de Liz con lo mucho que la quería.

—Gracias por la investigación —le digo a Milla que se tomó el tiempo de indagar sobre el tema de Liz.

—Ve y descansa —me despido de ella. La he visto cansada y desanimada en los últimos días — que mañana son las elecciones.

No tolero el escándalo del comando, la angustia de la Élite y el pánico a la llegada de Christopher que viene en camino, simplemente ordeno investigar de dónde provienen los misiles que aniquilaron a los soldados.

—Quiero información detallada —demando—. De dónde proviene, de dónde salió, dónde estaban los misiles y quién era el propietario.

Estipulo antes de irme abordando el auto con el manos libres conectado. La noticia de los soldados ya está en todos los medios y compro una sopa en el camino antes de llegar a la mansión destruida por el Mortal Cage.

Dejo todo de lado y busco el salón de lavado al cual le corro las máquinas antes de mover la rejilla de ventilación donde tengo escondido a Lucian Mascherano hace varios días.

—Gracias capitán —me dice cuando lo ayudo a bajar y lo veo tomarse la sopa.

No parece hijo del italiano con toda la bondad que se carga, no es un mal cadete ni tiene pinta ser una mala persona.

—No soy como él si es lo que está pensando—aclara sin dejar de comer—. Se lo puedo asegurar.

Lo escondo porque no tiene la culpa de lo que sucede a su alrededor.

—¿Por qué no te está protegiendo tu padre? — suelto— ¿Por qué no te pone a salvo?

Pregunto y se saca el zapato rebuscando en el interior el papel arrugado que me extiende.

—Sí me ha buscado, soy yo el que no quiere irse —confiesa entregándome el número de teléfono escrito—. Y para mí no es mi padre, es el asesino de mi madre, por ello no quiero tener nada que ver con él.

Sigue comiendo y le doy una cobija extra para que no pase frío antes de ayudarlo a entrar.

Nada es igual desde que mi madre partió, el vacío empeoró cuando papá murió y lo cierto es que Christopher ha acabado con mi vida, ya que Joset murió por demostrarle fidelidad a los Morgan. Observo el desastre que causó el coronel a quien no le bastó dañarme emocionalmente, sino que también vino por lo material.

Visito a Sabrina que se mantiene encerrada en su alcoba con su enfermera personal.

Es la única familia cercana que me queda y me siento con ella en su sofá ayudando a desenredar la lana que teje. Los momentos de shock suelen afectarle y con esto es que se entretiene.

—Pronto nos mudaremos —aseguro.

No siento que esté actuando mal porque no es por mi bien, en si es por el bienestar de todos, en especial el de la FEMF.

Me llevo el teléfono a la cama marcandole a Gema quien está afligida y no la presiono, solo le explico mis motivos y ella escucha sin inmutar una palabra.

—Nadie te obligará a nada y si quieres delatarme, hazlo —le digo—. Me llevo la satisfacción de haberle abierto los ojos a una amiga.

Cuelgo y a la mañana siguiente madrugo para llegar a la central a primera hora. Los investigadores se están tardando en darme el resultado que solicité y el comando se prepara para la jornada electoral.

Las banderas están izadas en el aire por los colegas fallecidos y por primera vez no siento la pérdida porque, como lo dije, no eran más que soldados con chip asesino.

Abro las persianas de mi oficina supervisando la llegada de los Morgan que están por llegar y en fondo anhelo que se accidenten en la maldita avioneta, pero no, aterrizan diez minutos antes de que se inicien las votaciones y no vienen solos, llegan con los James.

Los soldados están dispersos por la tragedia, ya que se perdieron un número considerable de vidas. Patrick es quien los recibe y presiono más por el puto resultado del atentado que no llega todavía.

Christopher exige reunión inmediata, pero Alex se interpone sacándolo del comando. «Hipócrita», no le conviene un escándalo ahora y mucho menos que al hijo se le empeore la fama en plena jornada.

—¿Ya? —pregunta Milla y sacudo la cabeza informando al Concejo sobre mis sospechas mientras la rubia me ayuda a esparcir el rumor entre los cadetes que no le creen, pero ya se convencerán cuando les muestre las pruebas.

La jornada electoral marcha sin ningún inconveniente mientras las pantallas se encienden alternándose entre la tragedia y el informe del periodo de votación. Los James son los que le ponen la cara a la prensa mientras los Morgan se mantienen en High Garden y sigo presionando por el maldito informe.

Observo a la tropa Élite con la que he compartido años y ahora se esmera por sacar todo adelante; Ángela con el listón, Patrick y Alexa saludando, Brenda y Parker respondiendo preguntas de la prensa mientras que Simon está votando.

—¡Necesito el informe que pedí! —solicito en el teléfono. La jornada va a cerrar, el Concejo está por llegar y no tengo nada todavía.

Milla viene a darme apoyo reuniendo papeles, adelantando las órdenes que necesitaré mientras la Élite abandona el comando después de votar. «No quería que se fueran».

Gema se ocupa de la prensa y mientras se le da fin a la jornada iniciando el conteo recibo el informe que explica clara y detalladamente que el misil salió de esta central perteneciendo al inventario de Christopher Morgan.

Le presento la evidencia al concejo complementando con las pruebas que demuestran la complicidad de Alex, Gauna y la Élite. Se revisa la veracidad de los hechos mientras el conteo continúa.

Los miembros del Concejo se miran entre ellos antes de poner los sellos y las firmas en la hoja que me entregan. Discretamente preparo los operativos con la ayuda de Milla que va planificando la estrategia.

El comando se mantiene expectante a la espera del resultado y mientras mis órdenes proceden salgo al conteo final que lo da un delegado desde la central de Londres. El campo está lleno de cadetes enfocados en el hombre que dará el resultado y me quedo junto a Gema haciéndole compañía.

—Después de varios meses y dos jornadas de votación la FEMF ha elegido —anuncia el delegado abriendo el sobre—... Los resultados arrojan un porcentaje del 27% contra un 73%.

La tensión nos abarca a todos y él continúa.

—Un 27% para el candidato Leonel Waters y un 73% para el candidato Christopher Morgan —anuncia—. Por lo tanto, el nuevo ministro de la Fuerza Especial Militar del FBI es el coronel Christopher Morgan Harts.

Todos celebran mientras ardo de rabia con el desorden que se forma. Tenía la esperanza de que la gente no fuera tan estúpida.

—Felicidades viceministra —la hoja que me dio el concejo se la entrego a Gema— ¿Que demanda la segunda mayor autoridad de la fuerza especial?

Pongo toda mi fe en ella que alza el mentón recibiendo el aplauso que le dedican.

—Procede. Hablaré con las tropas para que sepan cómo los han masacrado.

No da declaraciones a la prensa, simplemente los saca por un asunto de seguridad cerrando las puertas del comando y dándole salida solo a mis hombres mientras Alex ha de estar adelantando lo que se requiere para entregarle el puesto a Christopher lo antes posible.

—Unidades 6, 9 y 14, prepárense para la captura a los soldados de la tropa Élite —ordeno—. Responden al nombre de: Angela Klein, Simon Miller, Patrick Linguini, Roger Gauna, Laila Lincorp, Dominick Parker, Brenda Franco, Alexandra Johnson y Alan Oliveira.

Hace mucho que quería hacer esto. Acelero la marcha preparando las unidades y los helicópteros levantan vuelo, listos para tomarlos por sorpresa.

Gema ya se está reuniendo con la periodista que publicará todo y silenciosamente retira la seguridad de High Garden poniéndolos al tanto sobre cómo mataron a los nuestros.

Rodeamos la mansión desde todos los ángulos resguardando todas las posibles salidas mientras mando a volar la puerta principal alistando arma y chaleco. Los soldados ya están en la casa y me tomo la escalera con ellos buscando el despacho.

Rompen la puerta y la guardia de Alex cae cuando atacan a los soldados que se entran tomándose el sitio.

—¡Manos a la cabeza!

Ordeno y ninguno de los dos se inmuta cuando los levantan entre varios colocando las esposas.

—Coronel Christopher Morgan Harts, queda usted arrestado por asesinato masivo, conspiración, uso de armas ilegales, abuso de autoridad y nexos con grupos criminales —procedo—. Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado y que un abogado esté presente durante cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno pagado por el gobierno ¿Le han quedado claro los derechos previamente mencionados?

La mirada se le oscurece mientras procedo con Alex.

—Alex Morgan Davis, queda usted arrestado por encubrir pruebas claves para la entidad. Patrocinar y acolitar los delitos y fallas de Christopher Morgan Harts traicionando la Fuerza Especial Militar del FBI, —dicto—. Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado y que un abogado esté presente durante cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno pagado por el gobierno ¿Le han quedado claro los derechos previamente mencionados?

Los mando a sacar al ver que no me dicen nada. incumplir las leyes del ejército como lo hicieron ellos da para cadena perpetua y eso me llena de adrenalina. El coronel sale primero y me encargo del ministro que tomo bajando al vestíbulo detrás de su hijo.

Es satisfactorio ver esposada la soberbia y tiranía de los Morgan después de haberles soportando tanta mierda. Solo me falta la puta de Rachel para...

Me llevan contra la una de las columnas inmovilizándome en segundos mientras me sacan el arma, le echo mano a la otra, pero debo tomar a uno de mis hombres para evitar las balas cuando Alex y Christopher me reducen la guardia en segundos con tiros certeros que los dan de baja.

El refuerzo entra de inmediato mientras el coronel me sigue disparando enceguecido, pero las balas impactan en el escudo que tomo rápido.

—¡Vete Christopher! —grita Alex y este emprende la huida al verse rodeado mientras Alex le abre camino.

—¡Mantenlo! —ordeno cuando los disparos cesan. La escalera se llena de más militantes que prefieren mandarlo al suelo, ya que son incapaces de acabar con la vida del hombre que los ha gobernado durante años.

Sigo a Christopher que se pierde en el comedor sin dejar de disparar y alzo el fusil atinandole en la cocina que él traspasa, pero el hijo de puta me evade y alcanzo a apartarme antes de que su proyectil me atraviese el cráneo.

—¡Estás rodeado! —lo sigo, pero lo pierdo de vista en la puerta que lo lleva al estacionamiento lleno de autos y corro tras él.

Cargo el arma disparándoles a todos, el rugido de un motor no se hace esperar y le apunto soltando una lluvia de balas sobre el McLaren que las recibe como si fueran meras gotas de agua.

El techo medio se levanta y debo resguardarme cuando suelta los proyectiles que agujerean el piso mientras se da a la huida rompiendo los paneles de madera del estacionamiento.

—¡Unidades listas y preparadas para operativo de captura!

Corro lo que más puedo mientras el auto sigue recibiendo balas y sale llevándose por delante todo lo que se le atraviesa. Saco al soldado de la camioneta militar que está a punto de arrancar y emprendo la persecución con doce vehículos respaldandome.

Los helicópteros sobrevuelan el lugar e identifican el objetivo, prendo la radio para dar la orden de fuego, pero...

—No tenemos paneles de control en función —informan las aeronaves—. Los sistemas de defensa y ataque han sido desactivados.

«Patrick». Doy la orden que se devuelvan al comando antes de ser dados de baja. La velocidad del McLaren triplica la de la camioneta y las unidades intentan rodearlo, pero el sistema de defensa del auto es potente aún para los vehículos especiales de la FEMF.

Sus proyectiles atraviesan la camioneta que me adelanta por la izquierda y esta patina estrellándose y tapándome el paso. Bajo queriendo abordar la que viene más atrás, pero para cuando quiero arrancar ya el McLaren no está a la vista.

—Ubicación —me pego al radio de emergencia— ¡Ubicación ya!

—Objetivo perdido, mi capitán. No hay sistema de búsqueda...

Estrello los puños contra el volante de la camioneta recibiendo el informe por medio de un maldito radio de porqueria. Patrick ha acabado con todo el sistema inteligente de la FEMF y eso es como dejarme sin energía eléctrica.

El entorno me enceguece y me alejo de la tropa mientras tomo el teléfono haciendo una llamada, hablo cuelgo y cuadro. Mientras emito la segunda orden, la cual exijo que se cumpla de forma inmediata.

—Angela, Parker, Brenda, Alexa y Patrick huyeron —me informa Gema y estrello más los puños en el volante—. Tenemos al resto.

«Me va a aniquilar». Christopher me dejará en pedazos si permito que tome ventaja al volver. Reitero la orden que solicité mediante la radio y confirmo en el teléfono saliendo de la ciudad con el velocímetro en máxima potencia. No pienso en nada que no sea llegar a mi destino. La carretera desolada aparece y varias camionetas de la FEMF vienen en dirección contraria.

El teléfono me vibra con un mensaje de confirmación y les cierro el paso al vehículo militar dándole paso a la emboscada improvisada que rodea las patrullas.

—Mi capitán —me reconoce uno de los soldados cuando bajo, pero los atacantes de la emboscada acaban con todos los reclutas mientras busco la llave del furgón blindado de alta seguridad.

Con rabia abro los candados explayando los paneles de acero y el hombre que yace dentro se ríe al verme.

—Capitán Lewis —me habla Antoni Mascherano con su acento italiano—, es muy satisfactorio para mí saludarlo.

Alí Mahala se posa a mi izquierda y él baja de un salto ofreciéndome las muñecas para que lo libere y así lo hago antes de encararlo.

—Necesito que mates a Christopher —estipulo—. Lo aniquilas o te vuelvo a encarcelar.

Se vuelve a reír de una forma macabra la cual hace que quiera irme.

—¿Dónde está Rachel? —es lo primero que pregunta— Aclaro que era una "bromilla" lo de compartir a la dama.

—No sé dónde está y ahora lárgate antes de que sea tarde.

Le señalo el camino dejando que sus hombres lo embarquen en su camioneta mientras estrello los paneles del furgón asimilando que acabé de liberar a uno de los mafiosos más peligrosos del momento. 

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¿Me extrañaron?

¡Feliz cumpleaños a todas mis lectoras de enero!

Lujuria ha entrado en recta final y pues no sé si estén lista para otro capiiiiiiiii. 


Con amor.

Besitos.

Eva 



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