CAPÍTULO 84
Dulce y empalagosa miel.
Christopher.
Los pasos de ambos resuenan a lo largo de los pasillos con la huida, la distracción no durará mucho y, por ende, debo perderme antes de que a Alex se le dé por desplegar todas las ramas judiciales del mundo.
—¡¿Qué haces?! —regaño a Rachel cuando se devuelve a la escalera.
—Hay que decirle a Death que no los lastime —contesta.
—¡¿Eso qué importa?! —la tomo de nuevo.
—Christopher...
—¡Nos vamos y ya está!
Continuamos con la huida, estoy vuelto mierda en todos los sentidos y entre más presión, más peligroso será. Paro el taxi que me encuentro en la avenida exigiéndole que me lleve al primer hotel que se me viene a la cabeza.
Adentro dejo de lado el maletín que me dio Death y subo a Rachel en mis piernas. Me siento mal, asfixiado y nunca en la vida había estado tan cargado. Me prendo de su boca en el trayecto apretujándole las caderas, pasando los nudillos por el valle de sus senos.
—Espera... —musita.
—Solo un poco —insisto— Lo necesito...
Acomoda el cuerpo para que con disimulo pueda mover la tela que me da vía libre a su pezón, el cual toco con la lengua. Mi saliva se aliviana mientras mi miembro duele con la urgencia que me abarca.
—Chris —susurra, pero sus pezones son tan deliciosos que quiero chupar libremente y el que no pueda me cabrea— ... Ya vamos a llegar
Cuando la desnude y la embista se le acabará el modo pasivo que no me agrada para nada. A mí me apetece que sea insaciable ya que para estar conmigo se debe tener el mismo hambre, el mismo problema, la misma enfermedad. Por ello tengo muy claro que los matrimonios conmigo nunca serán un cuento de hadas.
Los chips de rastreo están deshabilitados y el taxista da un par de vueltas dejándonos en la entrada del hotel. Entramos y pago por la suite presidencial registrándome con los documentos falsos que pedí.
—Bienvenido señor y señora Banks —comentan sacándole una sonrisa a Rachel.
La recepcionista trata de encontrar lo gracioso.
—Es un chiste familiar —aclara ella mientras la arrastro al ascensor.
Abordamos el aparato y abrazo su cintura recalcando mi erección apretando el vestido. Quiero arrancárselo y a la vez follarla con él puesto.
— Es aquí cuando me alzas —pide cuando se abren las puertas.
—¿Le paso algo a tus piernas? —salgo.
Se queda adentro desesperándome más de lo que ya estoy.
—No me jodas y sal de ahí —avanzo y hunde el botón que cierra las puertas haciendo que me devuelva.
—Es nuestra noche de bodas, es necesario concluirla lindamente.
—Rachel...
—Christopher.
Me enfurece y sin arandelas entro por ella echándomela en el hombro a las malas. Suelta a reír mientras me las apaño para meter la tarjeta en la puerta bajándola cuando estamos adentro.
—Un gramo de romance no te va a desvanecer la hombría —me arrebata el maletín de cuero.
—Ahora sí —desencajo la camisa— ¿Cómo es que me vas a agradecer?
Sonríe con picardía llevándome a la cama doble con sábanas blancas.
—Espera aquí, necesito unos minutos —susurra.
—Te voy a...
—Unos minutos —me interrumpe con un leve beso.
Entra al baño y a los pocos segundos oigo el sonido de la ducha.
«Vueltas y vueltas»
Me quedo en bóxer sirviendo el trago que me llevo a la cama. El miembro endurecido se dibuja por encima de la tela mientras bebo el contenido del vaso.
«Necesito que salga ya o entraré a embestirla en ese jodido baño»
—Rachel...
Los músculos se me contraen acelerándome el pecho cuando sale con una bata abierta de encaje blanco la cual deja ver el corset que le llega a mitad del abdomen y las pequeñas bragas del mismo material.
—¿Eso también lo compraste para mí? —pregunto perdido en la imagen que me ofrece.
Mi ego se eleva cuando asiente encendiendo el estéreo con el control a distancia.
—Ven —le muestro como me tiene bajando elástico del bóxer.
Pero ella cierra los ojos moviéndose despacio, disfrutando las notas de la canción que eligió y esta vez la ansiedad me ha dejado quieto detallando lo que hace.
La caminata lenta me embelesa con el inicio del baile sensual. Es la primera vez que baila directamente para mí siendo nosotros y no niego que lo quería hace mucho.
Avanza tres pasos tocando la figura de sus caderas, el piercing del ombligo le brilla en medio del erótico sube y baja que le hace soltar la bata.
Se toca los labios antes de desplazar las manos por su cuello acariciando el corset mientras yo paso la yema de los dedos a lo largo del falo endurecido que reposa en mi abdomen conteniendo las ganas de agitar la mano sobre él cuando se da la vuelta.
Fijo la vista en el hilo que se pierde en su trasero. Mantiene el baile y de espaldas suelta el corset jugando con las tiras de las bragas. Gira nuevamente dibujando las aureolas de lo que más me gusta.
Duele ansiar tanto, pero lo que hace distrae, ese constante contoneo que se sincroniza con cada pieza de su cuerpo bailando mejor que una nórdica y mejor que todas las mujeres que me ofrecieron ayer.
Mi corazón empieza a desbocarse con los impulsos que me gritan que vaya por ella, la tome y la folle a lo bruto.
—Ven...
Acaricio el glande manchado de los jugos que no he parado de soltar y la agitación me hace mirar al techo buscando el control que nunca ha sido algo propio en mi naturaleza.
Viene a mí hundiendo las rodillas en la cama, iniciando un recorrido de besos a lo largo de mis piernas hasta llegar a la ingle que levanto ansioso enredando los dedos en su cabello.
—Solo a mí me bailas, solo a mí me piensas —dejo claro.
Sube apoderándose de mi boca con decisión desatando un jadeo por parte de los dos mientras las bragas se vuelven nada en mis manos al romperlas antes de abrirle las piernas sobre mi regazo sin medir nada a la hora de ensartarla en mi polla.
«¡Joder!» Su canal me aprieta, el sudor me recorre y de la nada todo se va oscureciendo con el balanceo que me va poniendo violento. Se me va nublando la vista y coacciono sujetando su cara con una fuerza que ni yo mismo puedo contener.
Intento levantarme queriendo embestirla contra la pared, pero sus piernas me acorralan apaciguando el impulso.
—Te amo mucho —susurra envolviendo mi muñeca en sus dedos— Relájate y deja que te lo demuestre.
Paso saliva con el diestro beso que me recalca todo lo que siente, cosa que me hace sujetarle los pechos reclamándolos como míos.
—Lo necesito Rachel... Estoy tan...
Su canal sube y baja a lo largo de mi polla con saltos que la hacen gemir arañando mis hombros.
—¿Qué necesitas? —musita— ¿Esto?
Me cabalga uniendo nuestras bocas, besándome con lengüetazos y mordidas que me hacen ansiarla más, que hacen que mi polla crezca en el delicioso coño que nunca dejare de llenar.
—¿Te complace? —gruño— ¿Te gusta satisfacer a tu marido?
—Si...
Saber que la estoy y me está complaciendo tensa mi mandíbula. Me tiene al borde desde que la vi con ese vestido rojo. Mi glande palpita dentro de ella con el balanceo y sujeto sus caderas negándome al derrame, pero el que lance movimientos tan expertos desata el desbordamiento de mis jugos en menos de nada.
Es la primera vez que sucede tan rápido, la espesa humedad me asegura lo largo del derrame y siento que no he soltado ni un gramo de la carga.
Chupeteo su cuello, sus ojos se oscurecen apoyando las manos en mis pectorales y es ella la que ahora se mueve con violencia estrellándose una y otra vez, de arriba abajo, de un lado a otro haciendo magia con las caderas en tanto sus fluidos me untan... Me tensa todo otra vez erizándome la piel, el bamboleo de sus pechos, el que no pierda el contacto visual...
Disfruto la fricción de su piel con mi piel. La imagen de su coño recibiendo mi polla, aún estando embarazada la recibe toda, siempre la ha hecho, pese a lo dura, grande y gruesa. Monta diestramente en el miembro adornado con las venas que se hinchan con las ganas.
Quiere resistir, sin embargo, su canal se resiste soltando las contracciones previas al orgasmo.
La llevo contra la cama negándole la dicha, dejando mi brazo bajo su nuca y una mínima parte de mi polla dentro de ella, tortura carnal que la contonea y es mi forma de hacerle entender lo que siento cada que me pone a esperar.
—Por favor —jadea.
—¿Qué?
—Dame más.
Susurro en su oído todas las perversiones que quiero hacerle, describo con detalle cómo la voy a llenar, cómo la voy a despertar todas las mañanas. Eso la hace arañarme y mordisquearme los labios con la mitad de mi miembro dentro.
Pero lo estipulado juega en mi contra con el roce de su mano en mis bíceps. El anillo de casada me grita que es mi mujer, que he conseguido lo que otros no pudieron y termino entrando de un todo con estocadas brutales que ella disfruta moviéndose abajo cuando le recuerdo porqué somos lo que somos.
No me importa que sus uñas me abran la piel, por el contrario, las marcas son el detonador del segundo derrame el cual se acompasa con su orgasmo y no me aparto, me quedo sobre ella besándola por largo rato.
La follo las veces que me apetecen despertando el libido de la Rachel que me gusta, de la que aclama y se me sube encima en busca de su propio placer. No sé ni cuantas veces entro y salgo de ella, cuantas veces me monta, cuantas veces nos besamos.
Solo sé que no hay distancia entre los dos.
Los rayos solares me toman con ella jadeando de medio lado. El agotamiento nos gana por un momento, pero pese a eso no dejo de tocarla, de saborearla, yo a ella y ella a mí. Besos somnolientos, chupetones perezosos.
No me sacio, por el contrario, creo que dormir es una pérdida de tiempo, sin embargo, la jaqueca me detiene obligándome a cerrar los ojos.
Medio duermo, no por mucho ya que percibir que se levanta me despierta de inmediato.
—Tengo hambre —dice.
Dejo la cabeza en la almohada viendo como ordena mientras busca lo que se pondrá.
—Quiero verte con lo mismo de ayer —establezco.
Tiene los labios enrojecidos, la piel erizada y las mejillas sonrojadas gritándome que un par de horas no ha sido suficiente.
—No voy andar con ropa de gala todo el día —se recoge el cabello reluciendo su desnudez— La gente notará como me tienes por lo delgado del material.
Me imagino los pezones erectos dibujados en la tela roja y me quedo saboreando esa imagen mientras se baña. Sale justo cuando traen el desayuno.
No quiero levantarme, pero la situación me obliga. Rachel empieza a meterse en un horrible enterizo el cual no hará más que empeorarme la jaqueca.
—Quítate eso que no me gusta —me levanto desnudo— Ya te dije que quiero verte con lo mismo de ayer.
Finge que no existo atiborrándose de comida y entro a la ducha dejando que el agua fría me ponga alerta. Es necesario abandonar Reino Unido si quiero descansar, las elecciones serán dentro de poco y necesito la mente clara para resistir el estrés de esos días.
Las pertenencias están en el maletín del baño «Armas, municiones, dinero en efectivo y documentos» Me coloco los vaqueros y salgo colocándome la playera.
—Se te enfriará el desayuno —me dice ella.
¿Qué, no era un desayuno para dos? Reparo la miserablezas que dejó, eso lo paso por alto, pero el que siga con el enterizo no.
—Pensarás que te deje las sobras, sin embargo...
—Cámbiate que me quiero ir —tomo mi reloj.
—Estoy cambiada, coronel. Solo falta que usted coma.
—No quiero verte con eso —insisto.
—Es cómodo y no traje nada más —se levanta— Quería verme sexy ayer, no hoy.
El vestido rojo está en el brazo del sofá y ella se acerca paseando las manos por mi torso provocando que la sujete de las caderas mermando la distancia.
—No fueras mi mujer si no te vieras candente con todo lo que te pones —digo y baja la mano a mi entrepierna— Mira como me tienes ya.
—Es algo que no me desagrada —refriega la palma— Al igual, siempre estoy dispuesta.
Sujeto su nuca besándola con fiereza, mis manos acarician su trasero antes de subir a su espalda. Está distraída y no nota los dedos que envuelvo en el inicio del atuendo.
—Muy excitante y todo, pero sabes como soy con lo que no me gusta —la tela cruje cuando tiro de ella desencadenando una brecha imposible de disimular.
Me empuja y lo empeoro haciendo que caiga la parte delantera.
—¡¿Por qué eres tan hijo de puta?!
Arde de ira comiéndome con los ojos, es obvio que no le gustó, pero a mí no me importa si está o no enojada, simplemente la tomo dejándola de espaldas contra mi pecho.
—Compláceme —meto los dedos en sus bragas llenándole el cuello de besos— Es lo único que pido y no te cuesta nada dármelo...
—No te pongas tóxico...
La estimulo con suavidad y su cabeza choca contra mi hombro mientras me apodero de sus labios sumiéndola en mi infierno.
—¿Qué te costó el vestido y te compro mil más? —digo contra su piel— ¿O quieres la puta tienda? ¿El centro comercial? ¿Qué quieres?
Aprieta mi antebrazo enloquecida con lo que hago en su interior, la tengo tan vulnerable, tan expuesta y tan sumida. Un par de horas no bastan para saciarnos, pero sí para tocar el fondo del pozo de las dependencias.
La llevo contra el sofá y la volteo quitándole los restos del enterizo, pero es ella la que lo hace a un lado volviendo a mis labios.
—Cedo solo porque me diste la boda de mis sueños.
—Ajá —me burlo— Te gusta complacerme, reconocelo.
Deja que se lo coloque y pasee los labios por el muslo descubierto, lo acomodo y ella se aparta el cabello de los hombros.
—Mira —me muestra el escote delantero y respiro hondo con la fantasía de los pezones dibujados en la tela roja.
El reloj nos avisa que ya estamos tardando demasiado. Se coloca los lentes, me coloco los míos y salimos tomados de la mano rumbo al aeropuerto.
No haré uso de las aeronaves, Alex no es pendejo y es obvio que buscará la manera de rastrearme y, por ello, prefiero pagar dos tiquetes en primera clase.
Muestro los permisos falsos que me permiten cargar armas y la gran suma de dinero en efectivo. El que sea una de las mejores aerolíneas nos da puestos los cuales harán las once horas de vuelo más llevaderas.
Rachel se quita los zapatos dejando los pies sobre mis piernas.
—¿Champagne? —pregunta la azafata.
—Solo para mí —contesto paseando los labios por los muslos de mi esposa.
—Yo quiero del postre que comía la señora que está cuatro puestos más adelante de la entrada —indica Rachel— En doble porción y con salsa de chocolate, tibia si se puede.
—De acuerdo.
—Para el almuerzo quiero pollo, frito preferiblemente —empieza a saborearse— O apanado, bueno, no importa cómo esté siempre y cuando me lo traigan crujiente.
—Tenemos varios platos gourmets —propone la azafata— El caviar...
La negación de Rachel no la deja continuar.
—El pollo está bien, gracias —establece— Para el señor aquí presente y para mí.
La aeromoza asiente antes de marcharse.
—¿Cómo qué señor? —reclamo.
—Es un término...
—Soy tu marido —dejo claro— No el señor aquí presente.
—Es mientras me acostumbro coronel...
—Empieza acostumbrarte desde ya —cuando era novia de Bratt lo recalcaba cada cinco segundos— Son cosas que asumes de inmediato.
—Como ordene, coronel —empieza— ¿Alguna otra demanda?
—Bésame.
Obedece, vuelve a su puesto cuando el avión enciende motores emprendiendo el vuelo y la atraigo a mis brazos cuando estamos arriba.
—¿Ves porque quería esto? —hundo los dedos en ella— Me da acceso a mis partes favoritas.
Abro sus pliegues, llevo días queriendo pasar mi lengua por ahí y no sé porqué carajos no lo hice en el hotel, creo que estaba tan preocupado por darle placer a mi miembro que obvie lo importante y el coño de mi mujer es algo que siempre me hace salivar.
Fue una de las cosas que más encendió mis celos cuando estaba con los balurdos que tenía, desde que la probé por primera vez empezó a molestarme el que otro la tocara y la tuviera.
Las caricias terminan cargadas de rabia, estoy tan posesivo que me aumenta las ganas de despedazar a Antoni solo por haberla tocado, a Stefan y a Bratt. Quiero desaparecer a todos para que solo piense en mí y en lo que tiene en el vientre.
El vuelo se extiende cuando el avión hace escala y tarda en volver a despegar. Rachel recuesta la cabeza en mi pecho buscando la manera de dormir y mi pulgar toca inconscientemente el anillo que ahora porto.
Y pensar que con Sabrina nunca me lo puse. Lo saco detallando el azul que se funde con el gris el cual alberga la inscripción adentro.
"Te amo" R.J
La estrecho con fuerza reiterando que solo a mi tiene que ir dirigido ese mensaje y no me importa que esté dormida, alzo su mentón besándola en la boca una y otra vez hasta que la despierto.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Aeropuerto Internacional Chhatrapati Shivaji. Bombay, India.
El ruido y el sol son asfixiantes. Bajamos las escaleras del avión con los lentes puestos y mi jaqueca empeora con cada paso. El aeropuerto está lleno, todo el mundo nos tropieza y trato de salir del mar de personas con Rachel sujeta de la mano, pero ella tampoco me ayuda distrayéndose con el gentío.
Recibe el mapa turístico dando las gracias mientras trato de no irme sobre los indios depravados que quieren follarla con los ojos. «Paciencia»
Logro salir y no está el vehículo que debía esperarme, solo hay un montón de motos y taxis que pitan enviando palpitaciones a mi cerebro.
Camino asegurándome de que esté más adelante en vano porque no está. A Rachel no la pierden de vista y...
—¿Qué miran? —espeto molesto y los sujetos fingen que no es con ellos.
—Deja que me eleven el autoestima —espeta ella— Dime, si fueras ellos y pasara por tu lado, ¿No me mirarías?
—Y te follaría también —acorto el espacio— Por eso me pongo como me pongo.
—¿Sin conocerme?
—Si.
La beso, no me interesa que esté mal visto aquí. Tiene un moño improvisado el cual le deja varias hebras sueltas y está haciendo tanto calor que la piel le brilla cubierta de sudor.
Reparo el reloj maldiciendo al imbécil que no puede cumplir con su puto trabajo.
—¿Qué haremos? —me pregunta—¿Comemos?
—¿Desde cuándo se come ocho veces al día? —en el avión cuando no estaba dormida, estaba atragantándose con todo lo que le ofrecían.
—Necesito algunas cosas como ropa, calzado cómodo...
—En la casa no la necesitamos.
—¿Cuántas casas tienes? —avanza conmigo— ¿Está cerca?
—No, no está cerca, así que camina que por lo que veo tengo que conseguir el helicóptero yo mismo.
—No nos encerramos en High Garden, pero si nos vamos encerrar en la India —se va a ver los velos que venden en la calle.
Lleno mis pulmones de aire, los olores me asquean y termino sentado en el andén mientras elige.
—Ok, ya me siento más cómoda —vuelve.
Da gracia que se tape la cabeza y no el escote.
—Me parece que tendré que coser la abertura del vestido para hacerlo más decente.
—Inténtalo y le hago una más grande —no miento.
Vuelvo a ser ignorado cuando me da la espalda llevándose las manos a la cintura.
—Bien, un poco de caminata no estaría mal.
—¿Caminar luciendo como si fuéramos a la entrega de un Oscar?
—Analiza el panorama —empieza— Cuando nazcan los bebés seré madre y teniente de tiempo completo. Seguramente no tendré tiempo para ti ni para este tipo de entretenimiento.
Puede contratar los empleados que quiera solo está siendo dramática como siempre. Echa andar y quisiera que se pusiera en mis zapatos notando que mi estado y esta cultura solo harán que haga cortocircuito.
La sigo procurando no mirar a los alrededores, entramos a una tienda y espero en la recepción mientras elige ropa para los dos.
—¿Te gusta esta camisa? —pregunta— Las prendas blancas te quedan bien.
—A mi todo me queda bien —contesto—¿Es mucho pedir irnos a casa y no hacer uso de esta maldita ropa?
Rueda los ojos sacando el dinero para pagar y la abrazo en la fila preguntándome porqué me casé con esta maldita fastidiosa.
—¿Nos divertimos juntos? —acaricia mi torso— Prometiste darme todo lo que yo quisiera... Al igual yo luego lo compenso.
—¿Como yo quiera? —pregunto contra su boca.
Asiente y accedo. Le compro una cámara, nos proveemos de lo que necesitará en los próximos días y nos adentramos a la zona privada predominada por hoteles de lujo.
Área de Bombay donde se pasea con animales exóticos, limusinas, autos enchapados en oro, edificios gigantes.
Te encuentras famosos, corruptos, gobernantes, magnates u homicidas que usan este sitio para alardear. Gente que se cree grande por un país, negocio o acto delictivo, pero a mí me da igual. Ellos creen ser el dueño de Asia y yo soy dueño del puto mundo si se me da la gana.
Rachel camina adelante, todo es tan llamativo que no sabe ni a dónde mirar.
Hay una diferencia entre millonarios y billonarios. Los segundos se dan gustos casi inalcanzables y me gusta que ella también haga parte del segundo grupo ahora.
El lujo corroe y yo quiero que se acostumbre a que como yo, nadie.
—Escoge el sitio que quieras —digo.
El atardecer tiñe el cielo de púrpura dando un espectáculo que ni me molesto en detallar ya que Rachel se lleva toda mi atención cuando voltea caminando de espaldas.
—El hotel de allá se ve bien—mueve la cabeza señalando el más lujoso de la zona.
—Entonces vamos allá.
La fachada es una copia del Hawa Mahal y cuyo sitio da la bienvenida con champagne que ella rechaza y yo recibo mientras nos asignan la habitación.
—Estos tacones me tienen harta—se queja Rachel.
—¿Y los tienes por?
—Te haría quedar mal con tanta gente pulcra — mueve las manos para que vea las personas que nos rodean.
—Haz lo que quieras, aquí nadie nos mantiene como para que nos importe —contesto y se los quita en pleno vestíbulo captando la atención de los presentes y no le basta.
Se arroja a mis brazos obligándome a soltar lo que traigo cuando me besa abrazándome la cintura con las piernas.
—También quería hacer esto —reparte besos por mi cara sin bajarse— Mírame solo a mí, a nadie más. Aquí, en Londres y donde vayamos ¿Entendido?
—No prometo nada...
Me da una palmada suave en la cara y le aprieto el trasero paseando la nariz por su cuello, pero ella me suelta cuando un grupo de hombres se toma la recepción.
El tipo de escoltas de narcos o bandas delictivas que usa gente con camisas abiertas y armas a la vista para intimidar. Le abren paso a un sujeto moreno, indio, con anillos y gruesas cadenas de oro.
No sé qué es más ridículo, si él o la pantera que trae como si fuera un cirquero. Reconozco su rostro cuando le da órdenes a sus hombres antes de recibir la tarjeta que le entregan, no está solo, viene con una mujer con la cara amoratada que lo acompaña.
—Hari —me la presenta como si yo fuera a hacer lo mismo con la mía.
No lo determino, solo recibo mi tarjeta llevándome a mi mujer mientras él empuja a la suya entrando en el mismo ascensor que nosotros.
—Hari —me la vuelve a presentar y vuelvo a demostrar que no me interesa.
La mujer no deja de temblar tragándose los sollozos, pero al indio no le importa ya que está más concentrado en el escote de Rachel que se agacha a pasar la mano por la pantera, cosa que me cabrea haciendo que la levante y la saque cuando las puertas se abren.
—Bonita pantera —se atreve a voltear poniéndome a caminar más rápido.
—Gracias —contesta él.
La puerta de ellos está al lado de la mía y entro a Rachel encarándola en la alcoba.
—Tus espectáculos no te dejaron ver las marcas que tenía esa mujer—me reclama— Es obvio que alguien la está maltratando.
—Tú también tienes moretones —la acorralo.
—¿En dónde?
Bajo las tiras del vestido sin ningún tipo de sutileza y empiezo a marcarle los pechos con la boca, trata de apartarme, pero hundo la mano en su espalda oponiéndome a que se aleje.
—Ahora cuando los veas sabrás que solo mi boca los toca —espeto antes de desnudarla y desnudarme— Ellos y todos sabrán quien es el único que se prende de aquí.
La hago retroceder al baño metiéndonos en la regadera, el agua cae sobre nosotros y ella hace lo mismo en mi cuello mientras alzo una de sus piernas poniéndola contra la pared.
—¿Estás celoso? —pregunta.
—No se me compara y tus ganas son solo para mí
El gesto en su cara quiere bajarme el ego, entro en ella con un solo empellón dejando claro que no me equivoco ya que está más que dilatada. La intensa adrenalina aumenta el ritmo de los embates que recibe gustosa, mi boca se une a la suya mientras mi polla va entrando y saliendo follandola una y otra vez-
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Rachel.
Los gritos y sollozos de la habitación de al lado me tienen los nervios alterados, ¿Qué tan alto han de gritar como para que traspasen las paredes?
Termino de vestirme con el conjunto hindú de falda larga y blusa de abdomen descubierto.
Mi pecho lanza un azote cuando en la otra alcoba estrellan algo contra la pared, capto la súplica de "No lo vuelvo a hacer" y las manos me cosquillean con las oraciones que empiezan a cortarse.
«La están golpeando»
—Christopher —lo llamo— ¿Tardas?
El olor de su loción masculina impregna la alcoba y tomo la camisa ayudándosela a poner e involuntariamente doy un pequeño salto cuando estrellan algo en la pared.
Y no es el ruido, ya que el tronar de una bala es más violento. Es el miedo a que en cualquier momento maten a esa mujer en mis propias narices.
—Haz algo —le pido al coronel.
—No —contesta con sequedad— No somos la leyenda de zorro y zorra como para estar con planes justicieros que no nos incumben. En discusiones de pareja los perjudicados son los que se meten.
—Haré de cuenta que dijiste el zorro y Elena —aclaro— Habría que estar muy loco como para ponerse un seudónimo como "Zorra" para hacer justicia.
—Bueno, tú no estás muy cuerda que digamos —se mete el arma en la parte baja de la espalda—Nadie en su sano juicio prefiere esto a estar nadando desnudos en otro lado.
Acomodo el cuello de la camisa bajando los ojos, no quería hacerlo, pero me esta obligando.
—Últimamente todo lo que sugiero te molesta — miento— En vez de tu esposa estoy siendo una carga que no te deja en paz...
—¿Carga? Carga es que haya más de dos metros entre tú y yo —toma mi cara rozando mi nariz con la suya— Y pesa como una mierda.
Le rodeo el cuello con los brazos.
—¿Me amas?
Recibo un beso en vez de una respuesta, dejo que tarde todo lo que quiera mientras preparo tácticas de manipulación. La discusión de al lado continua y me encojo en sus brazos como si tuviera mucho miedo.
—¿Me parezco a Dalton? —susurra dejándome quieta.
Sacudo la cabeza.
—Entonces deja de lado tus trucos y más bien piensa cuántas cenas necesitas.
Se aleja en busca de la puerta desbordándome de ira. Christopher es un maldito témpano de hielo y no me queda más alternativa que seguirlo después de tomar y esconder la glock que cargo como arma.
El restaurante nos ofrece una mesa para dos. Los puestos son tipo sofá los cuales te dan la comodidad de estar al lado de tu pareja y el coronel no me quita el brazo de los hombros cuando nos sentamos.
Aprueba el vino mientras ordeno por los dos. La gente murmura y mi vista se levanta con la llegada de la pareja conflictiva de la recepción.
Ella toma su mano hablándole en su lengua materna y termino sacudiendo la cabeza.
—Es un masacrador poseedor de todas las fábricas de municiones en la India —habla el coronel— Pero no me importará, ¿Sabes?
—Ha de tener mucho dinero —comento curiosa— Y mucho poder también.
Christopher sonríe con ironía inclinándose la copa de vino.
—Tiene una pantera de mascota —sacudo la cabeza— Y todas esas joyas de oro bastante ostentosas.
—¿Me compro unas o...?
—Hay cosas que no se le ven bien a todo el mundo —cambio de tema cuando nos traen la comida— En fin, comamos.
Al coronel no le gusta que nadie lo sobrepase y ese es el motivo de tanta peleadera con Alex, ya que no tolera que tenga más autoridad.
—Amor, solo digo lo que veo —lo calmo con un beso— Estamos de luna de miel, no lo arruinemos.
Compartimos los platos y le insisto en que coma. Me traen fresas con chocolate a modo de postre y engullo varias mientras él sigue tomando vino.
—El apartamento de Belgravia será remodelado la próxima semana —comenta— Así que dile a Stefan que se largue, no lo quiero viviendo en mis propiedades.
«Maldita sea»
—Ese apartamento es mío, me lo regaló mi papá —alego— Y a él no le molesta que viva ahí...
—No tenemos capitulaciones —se enoja— Mis propiedades no pueden estar en mal estado, así que dile que se largue porque lo voy a remodelar y la Ducati que usa como medio de transporte será llevada al estacionamiento del pent-house.
—Christopher, son mis cosas y tú no necesitas nada de eso...
—Nuestras cosas —apoya los labios en mi boca— Los Morgan no tienen lo que tienen dándole caridad a los pordioseros y estoy harto de que lo mantengas. No es tu hijo.
Saborea el chocolate de mis labios.
—¿Cuántos apartamentos quieres unir? —indaga.
—¿Unir?
—Andrés compró el edificio y ahora tenemos otra fuente de ingresos.
«Dios» Casado es más posesivo y controlador.
—¿Es broma?
—No—se levanta—Vamos al casino.
Me hago una imagen mental de lo bien que quedaría mi antigua casa, si Sam o Emma lo quieren utilizar, estarían mucho más cómodas.
Los magnates se pavonean aquí y allá, el coronel pide un trago y un cóctel sin alcohol para mí antes de invertir 50 sueldos de Stefan en fichas.
—Mira y aprende —alardea.
No sé de esto, pero lo acompaño a lo largo de la noche y me pregunto si esta gente tiene la maldición Gemino de Harry Potter ya que todo lo multiplican.
«Ni siquiera pudo hacerme un solo hijo como lo harían el 80% por ciento de los hombres ingleses»
Me entusiasma ver todo lo que gana en la ruleta, Black Jack y dados mientras bebe whisky y yo cócteles. Apuesta una buena suma tentándome a participar.
—Yo los lanzo.
Le quito los dados que sacudo con miedo.
—No es un sonajero —se me burla— ¡Lánzalos!
Obedezco y termino gritando cuando desplazan las fichas a nuestro puesto. Continuamos jugando y no sé si llamamos la atención por las cantidades que ganamos o por los besos pornográficos.
—La suerte la tengo yo —quita otro trago de las bandejas— No presumas.
El alcohol lo tiene relajado, le devuelvo la batuta al no sentirme confiada con el poker y es donde mejor nos va. Los jugadores se quejan cuando lo declaran como ganador por décima vez consecutiva, pero la atención se pierde con la llegada de la pantera negra que lo hace empinarse otro trago.
Él animal infunde poder causando admiración hacia su dueño, ellos son los protagonistas ahora cuando se acercan a nuestra mesa.
—Todo o nada —propone el indio sujetando la mano de su pareja— Así jugamos en Bombay.
Acomoda sus fichas en siete hileras largas que sacan a todos los jugadores.
—También apostamos personas cuando no se tiene el dinero suficiente —comenta.
Se mezclan y reparten las cartas preguntando cuánto van apostar. El indio desplaza todo lo suyo y Christopher hace lo mismo sin titubear. Yo solo me pregunto cuantos golpes recibirá a diario la pobre mujer que muy poco habla.
Organizan las partidas, Christopher es el primero en mostrar un buen juego, sin embargo, no le gana a su contrincante.
La expresión corporal del coronel pone a los dos guardianes del indio a la defensiva, así que trato de relajar el ambiente.
—Buen juego —poso la mano sobre la de mi esposo.
—¿Una copa? —ofrece— Yo invito.
—Claro...
—No bebo con cirqueros —Christopher sujeta mi mano llevándome con él.
El rugido de la pantera impresiona a todo el mundo, varios la tocan y cruzo miradas con el dueño en un gesto de irreverente coquetería. Christopher deja la cara en mi cuello sentado en el banquillo de la barra.
—¿Por qué no aceptamos el trago? —le pregunto— Los países son más agradables cuando conoces gente.
Sigue bebiendo sujetándome de la cintura.
Nos quedamos hasta tarde, el coronel está tomado y no me molestan los besos largos que sé que han de tener babeando a todo el mundo. Me abraza paseando las manos a lo largo de mi espalda.
No estamos siendo una pareja decente y como que tampoco me interesa serlo. Tengo varias miradas encima y entre esas la del indio golpeador al cual le guiño un ojo recostando la barbilla en el hombro de mi esposo.
—Estoy mareado —me dice Christopher.
—Es señal de que ya fue suficiente —me niego a que le sirvan más whisky.
Está bastante pasado de tragos, camina bien, pero me toca quitarle los zapatos cuando cae en la cama. La siguiente pareja no tarda en subir y con ellos los gritos acompañados del escándalo.
A la mañana siguiente opto por comodidad luciendo unos shorts cortos con zapatillas, playera y una mochila liviana. El coronel camina a mi lado con los lentes oscuros mientras nos adentramos en el mercado hindú lleno de todo tipo de curiosidades.
La policía está en todos lados evitando los atracos y me detengo en uno de los puestos en busca de esencias para el Pent-House.
—¿Quieres un chal que te meta más en el papel de anciana? —pregunta el coronel— ¿Comprarás una maceta también?
—Oler esencias no es de ancianos —sigo destapando— ¿Nunca hueles el aromatizante en el supermercado?
—No hago cosas de pobres —responde airoso.
Pago echando las esencias en las mochilas y avanzamos entre el gentío viendo accesorios, pequeñeces y artesanías.
—Prueba esto —me mete algo en la boca y me da más al ver que me gusta.
—¿Qué es? —pregunto.
—Otra más —me llena la boca— Y esta otra también.
—Está delicioso.
—Bastante para ser un afrodisíaco —dice y trago grueso.
—¡¿No te das cuenta que estoy embarazada?! —lo regaño.
—O sea, ¿Qué quieres más?
—Idiota.
Me atrapa en sus brazos dejando las manos en mi cintura, me besa la coronilla y me traslado al puesto de atrapasueños para bebés.
—Le diré el sexo —asegura mercader— Está comprando para usted, no para regalar.
—Me oyó decirlo, no intente embaucarme.
—Claro que no, le diré el sexo de los dos.
—Ya lo sabemos —responde el coronel.
—No sabemos nada —alego, ya se esta pareciendo a Alex con aseguraciones ególatras.
El mercader va sacando piedras blancas y negras y a mí me entusiasma que le atinara al número. Christopher rueda los ojos cuando me quedo observando cómo mete las piedras en una bolsa negra.
— Las piedras hindúes nunca se equivocan.
Agita la bolsa de lona con los ojos cerrados soltando un pequeño rezo.
—Meta la mano, revuelva hasta que le diga y el color lo dirá todo —explica— Blanco para niña, negro para niño.
Hago caso, pero Christopher me aparta revolviendo él.
—Deja esa cara que es obvio —dice.
—No es obvio...
—Ya —le indica el indio.
Saca, pero no me deja ver, solo echa a andar poniéndome a correr tras él después de pagarle al mercader.
—¿Qué colores eran? —lo reviso en busca de las piedras— ¿Blanco o negro?
—Rojas.
—¡No seas imbécil porque no había piedras rojas! —me desespera— Solo dime qué colores salieron.
Su sonrisa de satisfacción me recuerda la seguridad de Alex cada que asegura cosas como si todo lo supiera y me enerva que las cosas sean como ellos quieren.
Almorzamos y seguimos caminando mientras insisto en que me deje ver las piedras, pero sale con que las "botó" y me dan ganas de darle en el cráneo con una piedra de verdad, más cuando no quita la sonrisa victoriosa por más que le insisto.
Entramos a un carnaval de calle cerrada llena de niños, músicos, ancianos y bailarines.
Da pesar que varios infantes te rodeen pidiendo limosna. Christopher me hace reír cuando me alza como si fuera una mascota evitando que interactúe.
—¡Oyeee! —le reclamo.
—No quiero que saludes al ex novio de Sara —dice.
Miro a todos lados buscando al señor Ferrec, pero no veo a nadie.
—¿Dónde está?
—La vaca que está en el andén, aparte de loca, ciega.
Sé que no debo reírme de esto, pero me parten de risa sus pendejadas. Están arrojando, agua, harina, polvos de colores. Trato de serenarme y me vuelve a dar risa el chiste de la vaca, pero callo con el rugido de la pantera que se toma el carnaval.
La gente se sube en los andenes mientras el animal felino trota con el collar dorado de su opulento dueño, el rugido es magnífico mostrando los colmillos.
Los escoltas arrojan dinero que le patean a los pobres que se matan por una moneda. Le suelta la cadena sin quitarme los ojos de encima y me quedo embelesada cuando el animal viene a mí, me agacho para tocarlo, pero un tiro en el cráneo desploma la pantera a menos de medio metro.
Todo sucede en un parpadeo. El tiro en la pantera, los mismos reflejos de Christopher lanzando un disparo al corazón del indio mientras mi instinto responde empuñando la Glock que derriba a los dos escoltas que intentan arremeter contra el coronel.
La harina se tiñe de rojo, la gente huye despavorida y la policía no tarda en rodearnos, cosa que ni lo inmuta a él.
—Coronel Christopher Morgan —se identifica sacando la placa—Ejercito élite de la fuerza especial militar del FBI.
—Teniente Rachel James —lo secundo haciendo lo mismo.
La FEMF rige sobre todas las entidades judiciales del planeta.
—Mi coronel —se acerca un oficial— Por protocolo debe acompañarnos a la estación.
Bueno, no quería que las cosas pasaran así con tanta gente, pero se logró el cometido. Una escoria menos, una escoria más ¿Qué más da?
—¿Ibas a recibir ese animal? —Christopher se vuelve hacia mí.
—Las cosas serían mejores si hicieras las cosas por sentido común y no por celos —alego.
—Nos vamos de aquí —es lo único que dice antes de subir a la patrulla.
La estadía se vuelve corta cuando identifican el nombre del muerto. Pasamos por el papeleo. Christopher habla con los de mayor rango, el ministro ya está al tanto, cosa que pone al coronel peor.
Recoge todo cuando llegamos al hotel y no me habla en el trayecto que toma no sé a dónde. Consigue un helicóptero donde solo volamos los dos en medio de la madrugada.
—Yo tengo dos hermanas, ¿Sabes? —rompo el silencio— Odiaría que estuvieran en la piel de esa chica.
—¿Y hasta donde ibas a llegar si no lo mato? —me reclama.
—Donde sea con tal de salirme con la mía —contesto— Primero fui soldado y luego tu mujer, has de imaginarte a que le voy a dar prioridad.
Endurece la mandíbula volviendo la vista al otro lado. El sol se asoma, la arena blanca aparece y el helicóptero aterriza en Las Maldivas.
Ninguno de los dos dice nada a la hora de descender. Estoy de mal humor y con una irritabilidad bastante alta. Los de la pista se encargan del helicóptero y yo sigo al coronel a lo largo de la playa. El viento está fuerte, la arena suave, pero, aunque el sitio se vea paradisíaco, no me merma el mal genio.
Nos adentramos a un complejo de condominios privados tomando el sendero de piedra que nos deja frente a una hermosa casa playera.
Él ingresa una serie de números entrando sin asegurarse si lo sigo o no, solo tira las cosas yéndose arriba dejando que aprecie el enorme espacio que enciende automáticamente los aparatos que se requieren para estar cómodo.
Los muebles son blancos, el piso es de madera, hay grandes ventanales, una enorme cocina, sauna y una piscina gigante. Alzo las cejas con el tramo de playa que hay a pocos metros.
La puerta del dormitorio principal está cerrada, así que me apodero de la habitación siguiente tomando un baño. Echo a lavar las pocas pertenencias, como fruta de la que hay en la nevera notando que el sistema de la vivienda es el mismo que maneja el McLaren.
A cada nada miro la escalera queriendo que Christopher baje, pero no lo hace. Me voy a hacer toples a la piscina, no por mucho ya que el agua se ve deliciosa y termino nadando por largo rato.
La presencia del coronel me distrae cuando al fin se le da la gana de bajar, surge la emoción de verlo entrar al agua, cosa que no pasa quedándose en una de las tumbonas con una mera pantaloneta puesta.
Sigo con lo mío, con él en mi cabeza ¿Es que no puedo mantenerme distante por un día?
¿Al menos por ocho horas? No han pasado nada y ya quiero encaramármele encima.
Parece mi maldito guardaespaldas acechándome a toda hora y ni así clamo por mi espacio.
Me quedo un rato en la orilla, tiene la cabeza recostada en la tumbona y mis ojos no dejan de mirarlo, ¿Cuántos años tengo?
Es mi marido, lo nuestro no es nuevo. No es para que sienta emociones con tensión sexual tipo crush a estas alturas.
La nariz me arde, al igual que los ojos ¿Voy a llorar? Salgo llenándome de paciencia, mi dependencia emocional y sexual no me deja tranquila, así que no pierdo tiempo en lo inevitable.
Hay una tumbona al lado, pero no hago uso de ella, simplemente me abro de piernas sobre su regazo. Como es de esperarse, su maldito orgullo de acero lo deja quieto.
Recuesto la cabeza en su pecho recorriendo su cuello con la nariz mientras finge "Dormir", algo absurdo primeramente porque es de sueño liviano.
La única barrera es la tela que tapa las partes de cada uno. La boca se me seca, todo me cosquillea y empiezo a repartir besos húmedos por su torso.
Es mi luna de miel, me apetece la polla de mi marido y no me cohíbo descendiendo hasta encontrarla. Lentamente bajo la pantaloneta salivando con lo lista que está.
No hay afán como otras veces, solo curvo los dedos alrededor de la base lamiendo despacio, como cuando te tomas el tiempo de saborear cada bocado de los alimentos que más te apetecen.
Mueve la cabeza a un lado con la atención de mi mano sobre sus testículos en tanto mi boca sube y baja a lo largo de su miembro, el que jadee hace cosquillear mis senos y lo siento respirar mal.
Es de sexo rudo, Christopher te folla la garganta siempre, pero no se queja de la suavidad que estoy empleando ahora. Busco apoyo en mi mano estimulándolo sin apartar la vista de su rostro.
—Te echo de menos —confieso— ¿Tú a mí no?
Vuelvo a engullir y sujeta un puñado de mi cabello tomando el control, manteniendo un ritmo constante, acariciándome la espalda con la mano libre.
—Si, así —vuelve a jadear y creo que lo hago yo también saboreando lo que desborda en mi paladar a los minutos siguientes.
Como si fuera un cachorro en busca de amor, vuelvo a su regazo abrazándolo otra vez.
Este hombre me puede demasiado, su calor, su aroma, él. Lo beso una y otra vez en busca de las paces.
—Tienes que querer también a la Rachel que trata de alcanzar sus objetivos.
—¿Qué pasó en tu último operativo como nórdica? —responde—Por ese maldito papel empezó mi maldito insomnio ya que no asumo que otro esté sobre ti.
—Hay que aprender...
—No aceptaré nada hasta no verte en el mismo lugar —se incorpora— Si eres capaz de soportarlo, felicitaciones. Has de quitarte un peso de encima porque no me estás queriendo como crees que lo haces.
No sé qué decir.
—A lo mejor solo me ves como el único capaz de mantenerte a salvo —me dice— Así es como me siento a veces.
—No es así, Christopher...
Me aparto cuando se levanta y se arroja a la piscina. Lo veo nadar y termino metiéndome yo también demostrando que no es así con un beso en el centro de la piscina.
—¿Con esto lo puedes notar?
—No lo sé —dice y lo vuelvo a besar y a besar hasta que deja de importarme si lo nota o no, solo nos fundimos uno con el otro en nuestra tóxica relación.
—No me exijas lo que no puedes hacer tú —musita.
Nos quedamos en la piscina el resto de la tarde y a las 6 sale a comprar comida en el vehículo playero que hay en el estacionamiento. Hay ingredientes en la nevera, pero ni me apetece ni sé cocinar.
Enciendo la pantalla gigante de la sala dejando la mesa lista para cuando vuelva, creo que lo hago demasiado pronto ya que tarda y tal cosa me impacienta.
Quemo tiempo asegurando las entradas, arreglando la cama para dormir, bajo quedándome en la ventana y soltando una bocanada de aire al ver las luces del vehículo playero que se llevó.
Lo recibo con un beso quitándole las bolsas.
—Siéntate, ya organicé la mesa.
Sirvo lo que trajo queriendo buscar un tema que no haga el silencio tan eterno.
—¿Hace cuanto compraste esta propiedad? —pregunto— No la vi en la lista de bienes que me diste.
—Esta de seguro la pasaste por alto —explica—La compré hace cinco años, pero la adecué hace tres.
—¿Adecuaste? —pregunto y se queda callado enfocándose en la comida.
El tipo de comportamiento que me dice que no va a dar explicaciones, por ende, hay que caer en cuenta por sí solo.
Con adecuar supongo que se refiere a los lujos y al sistema de seguridad, hago cálculos geográficos concluyendo con lo obvio. Las Maldivas son islas vecinas del CCT.
Esta tiene que ser la casa que me ofreció para la recuperación pasada.
—Vamos a la cama —me invita cuando terminamos — Estoy agotado.
Busco en la tele una película que no vemos ya que... La atención se emplea en nuestra actividad lúdica favorita con la recompensa de que recuperamos energía durmiendo hasta tarde.
Lo mejor es que siempre despierto con Christopher dentro de mí o él conmigo encajada en su erección. No importa como empieza, lo ideal es como termina y es con corridas mañaneras y nocturnas.
En la siesta, en la ducha, en la playa. Cuando no estoy comiendo, estoy durmiendo o follando con mi marido disfrutando de las hamacas que hay bajo las palmeras.
Sí hemos tenido momentos malos, pero también sumamos a cada nada instantes extraordinarios.
Salimos a explorar el complejo turístico, mañana en la noche debemos volver y no quise irme sin conocer, aunque sea un poco. El largo paseo nos dejó sedientos, así que compro dos bebidas dejando que me espere en la orilla de la playa llena de bañistas.
Pago y vuelvo, pero su vista se alza en mi dirección recorriéndome de arriba abajo y no sé porqué me encojo con eso. Se siente raro, su expresión es rara y no la siento como un vistazo común.
—Había fila —le entrego lo que traje.
—Eso noté —vuelve la vista hacia la playa y me dejo caer a su lado obviando el incómodo momento que surgió de la nada.
Paso las manos por mi cabello, no parezco una bruja como tampoco luzco mal con el short encima del bikini que me compré.
¿Me habrá estado comparando con alguien?
Disimuladamente paseo la vista por los alrededores y no hay malos prospectos, cosas que me enciende las neuronas.
—¿Qué hiciste mientras volvía? —pregunto.
—¿Ves esa choza de allá? —señala —La construí en los cuatro minutos que te fuiste.
—Oye, los chistes no le salen a todo el mundo —me empino la botella — Por ejemplo, los tuyos son un asco.
—Eres tú la que no tiene sentido del humor —me lleva a la arena llenándome la cara de besos y lo hago girar quedando sobre él.
—¿Estás listo para las elecciones? —le pregunto y respira hondo.
—¿Cuándo no he estado listo para algo?
Sacudo la cabeza poniéndome de pie, sigo creyendo que me miró raro y el que lo haga otra vez me incomoda.
—¡Vámonos!
Sujeta mi mano, pero lo noto pensativo en lo que volvemos a casa. Tampoco es de ponerse paranoico, si por mi fuera me quedaría viviendo aquí. Ordeno la comida cuando llegamos a la casa.
Tengo arena en todas partes así que me desnudo cuando llegamos a la propiedad, la alcoba principal tiene una moderna ducha al aire libre que te permite contemplar el mar mientras te bañas.
La enorme bola naranja se esconde tras el océano y dejo que el agua me recorra mermando el ardor en mis poros. Cierro la regadera, volteo y Christopher está observando en la orilla de la cama.
—¿Disfrutando la vista? —pregunto.
—Ven aquí —pide.
Me escurro el cabello, sé lo que quiere y yo lo quiero más. Me acerco y tira de mi mano dándome un leve beso en los labios antes de arrojarme a las sábanas recorriendo la curva de mis caderas.
Sus labios se pasean por el valle de mis senos, al igual que su nariz, lo siento mal y el que deje la frente apoyada en el centro de mi pecho me hace arder los ojos.
Respira hondo, el silencio se perpetúa mientras su mano se ubica en el bajo de mi abdomen.
—Ya se le nota el embarazo, teniente —susurra logrando que me ardan más los ojos.
Lo ha notado primero que yo, que llevo semanas pendiente de eso. Lo aparto rápidamente clavándome en el espejo y es una mínima cosa. Hay que mirar dos o tres veces, pero está esa pequeña diferencia en mi ex vientre plano.
Me abanico la cara mirando en todos los ángulos y si, ya está dando señales que...
—Tomame una foto —le arrojo la cámara.
—Ha de verse muy tierna una foto desnuda en tu patético álbum de maternidad —empieza.
—No me importa —no oculto la emoción y vuelvo a mirarme en el espejo.
Sus brazos me envuelven por detrás besándome la coronilla y quisiera estar en su cabeza para saber lo que se cruza por su mente ahora. Me doy la vuelta peinandole el cabello con las manos.
—¿Te hace feliz? —pregunto — Entiendo que seas de pocas palabras, pero no se lo diré a nadie...
Me calla con un ardiente beso y lo devuelvo a la cama donde se sienta, mis manos siguen en su cara, mis ojos se encuentran con los suyos azotando mi pecho cuando siento al Christopher de la isla, el mismo que me contó su pesadilla en High Garden.
Abraza mi cintura apoyando los labios en mi abdomen, no un beso, sino varios que acaban cuando me muerde donde no debe.
—Oye...
Se levanta cuando el timbre suena.
—La comida —se levanta— Cuando se vaya el repartidor, bajas tal cual.
—Ha de verme muy sutil cenando desnuda.
Me coloco un par de bragas y una de sus camisas. Nos sentamos frente a la tele, abrimos las cajas y está lo que yo ordené, pero no lo que pedí para él.
—¿Pasta con Langostinos? —pregunta viendo la pasta.
—La pedí napolitana —aclaro — Voy a llamar...
—Déjalo, da igual. —me detiene— ¿Quieres?
Sacudo la cabeza, soy alérgica a los langostinos. Me como la lasaña con ansias, por el contrario, Christopher medio come tres cucharadas ya que una arcada lo hace apartar el plato.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Si, solo que no tengo hambre —la arcada vuelve y esta vez si lo manda al baño vomitando todo.
No le insisto, solo dejo que suba a bañarse y lo espero en la cama mientras se baña. No sé ve bien estando tan pálido al punto de cerrar los ojos de inmediato.
Como siempre, me acomodo sobre su pecho y tomo su mano dejándola en mi abdomen, pero esta vez no duermo toda la noche ya que la ansiedad repentina me mueve varias veces, noto que no hay electricidad, algo esta latiendo en el aire y Christopher se incorpora mirando la puerta.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Feliz cumple a Elida, Daya Jahaziel, Melisa y todos los cumpleañeros de Septiembre que cumple en septiembre... Oigan yo siempre hago una lista y se me pierde.
Pero a todos los de agosto y septiembre un feliz, feliz cumpleaños.
Sé que hay mucha gente enojada, sin embargo, muchas chicas saben que normalmente actualizo en la madrugada. Pero resulta y pasa que a mi se me olvida que la madrugada del miércoles empieza el martes.
¿Por qué siempre llega tarde? Sencillo, después de las 12 es cuando hay paz en mi casa y me gusta dar esos toques que son necesarios.
Saben que veanme como esa amiga que llega tarde a todo lado.
No me odien, que miren que este capítulo me subió el azúcar.
Nos vemos pronto
Un beso.
Con amor.
Eva.
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