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CAPÍTULO 82

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Ebullición.

Rachel.

Llega un punto, un estado, un instante lleno de shock donde te ves cara a cara con la verdadera bestia. Lo pierdo, sus oídos no captan su propio nombre, mis uñas no despiertan la reacción humana que denota el enterrarlas en la carne de sus bíceps.

Su fuerza me lleva contra el vidrio de la pared y el cristal se rompe abriéndome la piel en el proceso cuando entra en mí con un embate brusco el cual no me brinda ningún tipo de placer. Duele mientras su mano maltrata mi cuello ignorando la suplica de ¡Para!

—¡Christopher! —lo vuelvo a llamar pero no oye, por el contrario, ejerce más fuerza marcándome el hombro con los dientes.

Vuelvo a enterrarle las uñas y esta vez inmovilizarlo me queda imposible por el arranque que lo tiene absorto.

— ¡Christopher!

Los embates vuelven a doler y se tornan cada vez más violentos, más salvajes. El dolor quema mi sexo mientras la sangre caliente baja por mi piel untándole la mano que mueve a lo largo de mi espalda.

—¡Christopher!

Caigo sobre los cristales cuando retrocede lleno de sudor. Los ojos parecen más negros que grises, su pecho es un ir y bajar y lo noto tan desorientado, tan brutal. Repara el arañazo que tiene a lo largo del brazo...

—Nena yo...—jadea peinándose el cabello con las manos.

Me da la espalda, los hombros le suben y bajan rápido mientras que yo intento ponerme de pie, pero para cuando trato de hacerlo de un todo ya lo tengo encima levantándome y dejándome en la cama.

Toma la sábana tratando de contener el líquido carmesí y no sé cómo tomar esto. Está desatado, negándose a poner los pies sobre la tierra. Busco sus ojos y me niega el contacto visual. Solo hace presión con una fuerza exagerada que lo termina poniendo nuevamente de pie.

—Christopher....

No me deja hablar, solo se acomoda el bóxer abandonando la alcoba y yo tomo la primera bata que encuentro abriendo la puerta del despacho donde se encierra. Como lo supuse, está frente a la licorera.

—Deja eso —pido.

—Largo.

Toma la botella con las manos manchadas de sangre y me ignora negándose hablar llenándose de alcohol. 

—¡Deja esa maldita mierda!  — en menos de nada estoy frente a él mandando la botella contra la pared.

Se vuelve hacia mí y le volteo la cara con un bofetón para que despierte de una puta vez.

— ¡Basta con eso! ¡Suficiente tienen los mellizos al tener una madre ex drogadicta como para que les demos un padre alcohólico también! —le grito— ¡Te estás matando y no estás pensando en ninguno de los cuatro! 

Me encara tomándome las muñecas, estremeciéndome el pecho con las ansias que me demuestra.

—Entonces ven y sáciame —se viene contra mí. 

Sus dientes atrapan mi labio pegándome a él con desespero, acorralando mis brazos contra su pecho y en menos de nada su mano viaja a mi sexo recogiendo mis jugos con sus dedos. 

Se los lleva a la boca y lo empujo saliendo de su agarre.

—Hablamos cuando salgas de ese maldito hueco en el que estás —espeto antes de volver a la alcoba.

Cierro la puerta con pestillo, el pecho me tiembla como si acabara de tener un encuentro con alguna aberración del demonio. Reparo el corte en el espejo del baño, es más un rasguño que una herida a la cual se le deba dar atención.

A los pocos minutos escucho como estrellan la puerta principal y logro asomarme en una de las ventanas viendo como las camionetas de la guardia se despliegan a lo largo de la calle.

Malo si, sí. Malo si no ¡Quiero hablar y dejar de hacer el papel de la marioneta que todos mueven a su antojo! Yo también tengo mis jodidas necesidades. Como dormir, por ejemplo, cosa que no pasa hace semanas.

Termino en el balcón envuelta en una manta, su reacción me da vueltas en la cabeza y la pregunta de lo que hubiese podido pasar de no haber sangre. Encojo los dedos en la tumbona imaginándome en un lugar totalmente diferente.

Extraño a Reece, extraño la isla y extraño la Rachel que sonreía a cada nada.

Me vuelvo un ovillo desconectándome no sé por cuánto tiempo, pero el sonido de alguien vomitando en el baño es lo que me hace abrir los ojos otra vez.

«Está amaneciendo»

Hay barro en la alfombra, la ropa está esparcida por el suelo y levanto el vaquero empapado de sangre. 

A pocos metros del umbral yace un maletín abierto con fajos de billete afuera. El sonido del vomito es reemplazado por el de la ducha. Sé lo que es, que no lo puedo cambiar, pero estas malditas peleas se me hacen innecesarias ya que solo le engrandecen el sadismo.

Aguardo donde estaba viendo como el sol empieza a aparecer y me mantengo ahí mientras se viste, ya que por lo visto, no soy algo sano para su estado.

—Nos veremos con mi abogado hoy en la tarde —me habla desde la alcoba— En la mesa dejo tus llaves, tu acceso a la caja fuerte y el móvil. Que Cristal te ponga al tanto de mi itinerario para que tengas todo listo.

—¿Cuándo hablaremos lo de anoche? —me vuelvo hacia él.

—Nunca.

Se termina de abrochar el reloj, su color es pésimo estando como si llevara una resaca de mil dias. Se va dejando la alcoba impregnada con su loción. Desde que comimos en Phoenix no lo he visto comer más. 

Me baño mientras Miranda recoge los vidrios y arreglada guardo el dinero en la caja fuerte. No solo tiene billetes, tiene documentos, artefactos de geolocalización y otros dispositivos de última tecnología.

—¿Rachel ya desayunó? —reconozco la voz de Alex en la sala y me apresuro a acabar con la tarea.

Paso las manos por el conjunto de falda y blusa dándome unos últimos toques antes de recibirlo, ¿Desde cuándo me emociona tanto? Salgo rápido hallándolo en el centro del vestíbulo.

Pruebo un toque de felicidad cuando me abre los brazos y no sé qué tiene este hombre, pero cada que lo siento cerca me entran unas estúpidas ganas de llorar.

—¿Cómo está todo? —posa la mano en mi abdomen— ¿Descansaste?

Asiento.

—Al fin vuelves —me besa la frente— Rick no hizo más que colgarme.

—Te extrañamos.

Me toma de la cintura reparando mi atuendo.

— Ya hay que comprar ropa de maternidad, lo que traes está muy ceñido y con esos tacones puedes caerte —saca el teléfono — ¿Qué talla eres?

—Alex, no tengo panza todavía así que no seas paranoico.

—Pues, deberías tener ya ¿Cuánto hay que esperar? —empieza— ¿Te estás tomando las vitaminas? ¿Estás siguiendo la dieta? Creo que es mejor que se vayan a vivir a High Garden.

Me hace reír y termino llevándolo al comedor para que desayunemos. Está deslumbrante como siempre, con un traje negro el cual se ajusta a su figura. Sigue con el interrogatorio y hasta se mete en la cocina supervisando que la nevera tenga lo que, según los médicos, no "Debe faltar"

Vuelve a abrazarme antes de volver a su puesto y otra vez me entra el palpito del anhelo deseando momentos así, pero con Christopher. Miranda sirve los alimentos.

—Cristal está trabajando en recuperar los puntos que perdimos —informa el ministro— Pórtate bien con la prensa y hazte ver, los últimos acontecimientos han desatado rumores en todos lados.

A muchos no le convence mi relación con Christopher todavía.

—Gobernarás de la mano con Christopher y, aunque Gema esté en la fórmula, ellos no aceptan que tengas más poder que ella.

«Adiós apetito» Nota que me molesta el comentario.

—Todos se apegan a una pantalla y no son razonables poniendo a Gema por encima de mí —soy sincera— Ella no tiene la mitad de los logros que tengo yo... Pero bueno, aquí estamos midiendo quién lleva mejor el papel de María Teresa de Calcuta.

—Rachel, toma esto con madurez. Nos guste o no es una ficha importante.

Asiento enarcando las cejas y él apoya los codos en la mesa.

—Lancaster tiene seguidores, gente que dejará de apoyarnos si ella se retira —explica— A mí me da igual, pero a los otros no, así que respira y asimila con calma lo que te voy a decir.

«Aquí vamos»

—Lo de Christopher fue una mala jugada según ella, por ello quiere una retribución la cual la aliente a seguir y dicha retribución es perdón y olvido para los actos de Liz Molina —espeta y parece que me apretaran los ovarios— La quiere de nuevo en la élite con un ascenso a teniente incluido.

Se me cierran las cuerdas vocales.

—Cristal ideó una disculpa pública por tu parte por todos los malos entendidos... Coincide con Gema que es una forma de elevar tu puntaje con los medios.

No, es una humillación. Dejo la servilleta de lado corriendo el plato del desayuno.

—¿Y le dijiste, que no? —pregunto. 

—Esto es el día a día en la política y más adelante te encontrarás con cosas peores —aclara— El poder absoluto cuesta, es de tomar decisiones que no nos gusten, como decirle a Brenda Franco que su ascenso se cancela. Es el precio de tener tanto poder, Rachel.

No lo asumo, pensé que a estas alturas ese bulto de basura ya estaría muerto. La euforia de la ira empieza a carcomerme, el retroceso de Brenda, una... ¿Disculpa pública?

—Alex, Liz intentó cortarme la cara dos veces y me agredió estando embarazada de tus nietos.

—Según Gema, no lo sabía en ese momento...

—¿Y? Embarazada o no, no tiene ningún derecho de tocarme.

—Rachel, es solo estrategia política, te juro que después...

—¿Christopher lo sabe? ¿Sabe que me agredió? Porque es ilógico que me arme un teatro con Antoni y Bratt cuando me golpearon y permita este tipo de cosas... Se supone que es un jodido coronel.

Comprimo las ganas de llorar y el ministro toma una bocanada de aire.

—No lo sabe y te voy a pedir que lo dejes así, porque ambos sabemos cómo se pone ¡No revolvamos la mierda poniéndolo a prueba! —me regaña— Solo cumple con tu papel que cuando todo esto pase yo te recompenso. Ya luego buscaremos la manera de sacarla y ya está.

Sacudo la cabeza, que la saque después no va a borrar una disculpa en público. En mi memoria va a quedar esa humillación y la esta poniendo a mi nivel así por que sí. 

—Ahora come —me señala el plato— Este tema va a morir aquí.

—Su amiga Luisa llamó para avisar que la están esperando en casa —avisa Miranda— Es importante que se acerque en horas de la mañana.

—Debe ser para los detalles de las nupcias —Alex intenta cambiar el tema— Si necesitas algo solo dime, ¿Vale?

No le doy respuesta alguna, sinceramente me parece injusto que las imposiciones de Gema valgan más que las mías. A mi me costo el ascenso a teniente y me esforcé a la hora de pretender el ascenso a capitana ganándome el respeto de la guardia. 

«Las cosas son fáciles para todos menos para mí» Se me salen las lágrimas y él me ofrece la servilleta.

—Por favor, no hagas eso —me pide— No le da paz a mis nietos y no quiero que creas que estoy de su parte. Es solo que Liz sonsaca a Gema y sacaron provecho el que Lancaster sea una pieza clave.

Asiento terminando de comer y finjo interés cuando me habla de los métodos administrativos de la primera dama. Gema quiere compartir sede con Christopher y por ello, en caso de ganar, gobernarán los dos en Londres.

—Teniente James, tiene una visita —avisa Dalton y Alex se levanta.

—Viajaré a Gales —se despide— La mansión está a tu disposición por si quieres ir a compartir con Sara.

Estampa los labios en mi frente cruzándose con Paolo «Mi investigador» El ministro desaparece en el ascensor mientras que el cojo se acerca con una carpeta bajo el brazo.

—Perdone mi teniente el atreverme a venir, pero su amigo me dio la dirección y como no contestaba el móvil. —le señalo la silla del comedor— Concluida la tarea de investigación la cual deja en limpio el nombre de sus colegas, la agencia quiere firmar los documentos de paz y salvo.

Me entrega una pluma, el trato siempre fue ese; Limpiar el nombre de todos y ayudarme a concluir quien era Phillippe. Firmo todo con el trago amargo de no tener el privilegio de firmárselo a Elliot.

—¿Novedades? —inquiero.

—Mató Sasha Romanov, la hermana de Ilenko —comenta— Dicen que al Boss le pesó al igual que a toda la Bratva.

«Le enterré siete tiros en el pecho el día del atentado en el debate»

—¿El Boss está enojado? —tamborileo los dedos en la mesa— ¿Dónde se encuentra?

Recoge los documentos que firmé.

—Ahora tiene el control de los negocios de su primo Dante y se le vio con su hijo mayor en Edimburgo —aclara— A los buenos clientes se les conserva, por eso le traje esto.

Recibo la tarjeta que alberga una dirección y un teléfono.

—El número de teléfono de Ilenko y la dirección del club de Edimburgo donde está en estos momentos —explica— Hallé el contacto en la agenda de Elliot, la dirección me la dio un buen informante.

Deja una foto del mafioso sobre la mesa antes de levantarse.

—Esta información siempre es útil en la FEMF —concluye. 

—Gracias. Te llamaré si necesito algo.

Miranda lo acompaña a la puerta en tanto yo me quedo reparando lo que me dejaron. Una foto del ruso con el cabello trenzado y un puro en la boca.

Si hay alguien que le haga competencia a Antoni y al coronel es este hombre, paso las uñas por su imagen. «Ilenko Romanov», el jefe de la bratva y el clan con el león en el apellido.

Guardo la información.

El enojo por las idioteces de Gema no se me pasa, sin embargo, trato de serenarme buscando el vestido que, según yo, se ajusta mejor en las "Nupcias"

Entubado, blanco y de manga larga «Al menos usaré el color que quiero ese día» Lo hecho en la cartera para mostrárselo a Luisa y bajo a abordar la camioneta con los escoltas mientras llamo a Cristal.

—Querida ¿Cómo estás? —saluda al otro lado de la linea— Tu soñado día está cerca ¿Estás lista?

Reconozco la voz de Gema al fondo y la oleada de risitas me hace arder el estómago «Se nota que me tiene en altavoz»

—Necesito el itinerario de Christopher, envíamelo al email.

—Oh, no te preocupes ya con Gema lo tenemos listo.

—Envíamelo —reitero molesta — Ya.

—Me apena, porque no sabía que querías ocuparte y solo te incluí en la disculpa pública ¿Me perdonas? —dice — Para que no te enojes, te aviso que ya te hice el discurso.

Aprieto el borde de mi falda.

—Solo envíalo.

Cuelgo alisándome el moño. Obedece, reviso y está invitado con los otros candidatos a un partido de la selección inglesa en el Wembley. Llamo a Miranda para preguntarle si tiene una prenda acorde, me dice que no y asumo que debo comprar algo.

—Mi teniente —me habla Tyler— Quería manifestarle mi agradecimiento al dejar que asista a la boda como un invitado más y no como un escolta.

El comentario me endereza la espalda.

—La invitación —alza el pulgar— Es estupenda, los chicos de la guardia piensan lo mismo ¿Cierto Dalton?

Codea al que conduce.

—¿Invitación?

Tyler queda algo confundido con mi pregunta y termina sacándola del traje ofreciéndomela «¡Oh, Diablos!»

El sobre negro con plateado y relieve me desacelera el pulso. Las letras MJ sobresalen en el botón que lo sella y con eso lo digo todo.

Las amígdalas me duelen cuando me trago la oleada de saliva que se desata al sacar la elegante tarjeta blanca con bordados.

Christopher Morgan y Rachel James.

Junto con nuestros padres.

Alex Morgan y Rick James.

Sara Harts  y Luciana Mitchels.

Tenemos el honor de comunicarles nuestro enlace matrimonial militar que...

No puedo seguir leyendo, ¿Qué diablos le pasa a Luisa? Esta tarjeta no es de una celebración cualquiera. Ni la de ella fue tan elegante.

La camioneta se estaciona frente a su casa y salgo disparada.

—¡¿Me la devolverá más tarde?! —me grita Tyler— ¡Abajo dice que toca mostrarla para entrar!

No me importa atropellar al cartero, la empleada tiene la puerta abierta y entro a la vivienda como alma que lleva el diablo. La sala está llena de cajas blancas, cintas y folletos.

—¡Luisa! —grito. 

—¡Hola novia! —Laila se asoma en la baranda del segundo piso con un velo— Te estábamos esperando.

—¿Qué carajos significa esto? —muestro la tarjeta.

—Significa que estás siendo invitado a una boda, sube que hay muchas cosas que hacer y tenemos que estar en el comando en una hora.

Yo no sé porque soy tan idiota encargándole esto a una manada de incoherentes. Están en la habitación de huéspedes con Lulú, Alexa, Brenda y un sujeto que no conozco. Hay encajes, vestidos y le están midiendo un traje a Harry.

Se ponen a gritar y el hombre afeminado se me viene encima.

—¡Oh, Dios al fin la conozco! —me quita el bolso—Será una novia preciosa. 

—Rachel, te presentamos a Mariano, tu suegra nos los envió —chilla Luisa —
¡Y es el amo de las bodas, si vieras todo lo que hemos logrado en tiempo récord!

—Mariano, es importante que el corset del vestido tenga encaje, es lo que está de moda —habla Alexa.

—Yo quiero verlo apenas lo tengas ya que debo idear el peinado —refuta Lulú.

—¿Tía, te gusta mi traje? —me pregunta Harry.

Trato de hablar y...

—El vestido tiene que destilar drama —dice Brenda— Pero que cuando la vean digan es la puta ama...

—La puta ama del drama —termina Laila.

El hombre anota todo, creo que me va a dar algo. Empiezan a tomarme las medidas, Peyton se pone a llorar, Harry se cae y en menos de nada me rodean hablándome al tiempo.

—¿Qué tal te parecen estos zapatos...?

—¡Chicas! —grito saliendo de la encerrona— ¡¿Qué es todo esto?!

—Pues necesitamos tomar las medidas del vestido —se queja Luisa.

—¡Yo ya tengo un vestido! —saco el que tengo en la cartera.

—¿Qué es eso? —Lulú me lo arrebata— ¡Es una boda, no un encuentro con Obrador! 

Lo arroja al balcón.

—Aquí nadie se va a casar en harapos. Tu eres una diosa y cenicienta ya tiene su cuento. 

Busco el inhalador pegándomelo en la boca. A Mariano no le importa, solo mide aquí y allá sin tener en cuenta que estoy a punto de desplomarme.

—Creo que fui clara al decir que era algo sencillo —hablo con la poca energía que me queda— ¿Qué de sencillo tiene esto?

—Rachel, una cosa es lo que tu digas y otra es lo que tú quieras —me sienta Luisa cuando Mariano acaba con las medidas— Lo siento, pero como tus mejores amigas no podemos dejar que tengas una boda de porquería sabiendo que tu sueño es hacerlo como una reina.

—¿Cómo te vas a casar con un vestido de ejecutiva en un evento con 1.500 invitados? —dice Lulú y creo que me voy a cagar en los pantalones.

—Alexa, dame tu arma —pido. Morir es la única solución.

—Aquí nadie ha dormido bien en los últimos cinco días —habla Laila— Queremos hacerte sentir bien y te pones como si lo hubiésemos arruinado.

—¡Es que lo arruinaron! —no puedo evitar elevar la voz— Chicas yo las amo, pero esto no fue lo que yo pedí y me fui a Phoenix confiando en ustedes.

—Ay, ya bájale al drama —me regaña Luisa— Es lo que te mereces y no tienes que conformarte con menos. Sara estuvo de acuerdo y está a cargo del banquete, Rick quiere una ceremonia militar, a Alex ya se le informó del protocolo y la revista semanal sacará el enunciado "La boda más esperada" en el ejemplar de mañana.

—No hay nada que hacer, así que no chingues —concluye Lulú.

—¿Y Christopher?—indago— ¿Alguien le dijo algo?

Se miran entre ellas.

—Es tu marido, no el de nosotras —Brenda se lava las manos— Tu eres la que sabe cómo hablarle.

Menudo problema el que me acabo de ganar, no es sólo bancarme el sermón del año y quedar como la patética del siglo, también es echar a la mierda el trabajo de todas. 

—Raichil, nos esforzamos mucho —se queja Luisa. 

Miro las imágenes que tienen en la pared la cual alberga la planeación de todo. Detallo los vestidos de damas en los maniquíes, Harry con su traje, la tarjeta de Tyler. 

Me levanto a ver lo que tienen en el escritorio y está el cuaderno de Brenda con un centenar de fotos de centros religiosos, recepciones e ideas de decorado.

— La iglesia Westminster te va a encantar —me dice Brenda— Me salieron ampollas en los pies de tanto caminar, pero no paré hasta que dije es esta y te imaginé con tu vestido blanco y tu velo de ensueño.

Me muestra y se me encharcan los ojos. Obvio que sí me va a encantar ya que parece que la hubiese escogido yo, pero Christopher no es de esto.

—Nené, la banda sonora y el artista sorpresa te van a encantar —se emociona Laila — Será el mejor día de tu vida o ninguna vuelve a tener sexo.

No las puedo culpar por darme lo que saben que quiero. Rodeo el cuello de ambas con el brazo besándoles la coronilla.

—Gracias. Gracias a todas chicas —digo.

Vuelvo a sentarme mientras la niñera saca a los niños.

—Es que...

—Es que nada —Lulú se sienta en el brazo del sofá— Me voy a ir y quiero disfrutar la boda de mi promotora número uno.

—¿Cómo que te vas?

— A México, ya es hora de volver a casa. Con Abel trasladaremos la peluquería, ya tenemos depa y el establecimiento.

La abrazo deseándole suerte. Lulú ama tanto sus raíces y siempre quiso volver.

—Ah, ya deja esa cara —me levanta Alexa— Es tu boda y es una experiencia que vale la pena vivir. Deja que Mariano te tome las medidas bien.

—Vas a ser una reina.

Empieza Mariano, sin embargo, no puedo emocionarme ya que terminaré desilusionada al igual que todos cuando vean que esto no pasará de una firma en una notaría u oficina del comando. Vuelven a rodearme dando ideas aquí y allá.

—Hay que irnos al comando —avisa Alexa asustada y todas se apresuran a tomar sus cosas incluyéndome.

—Nos tomaremos un día contigo para los preliminares —me dice Luisa.

Siendo sincera, solo estoy pensando en la cara del coronel que ahora solo tiene tiempo de desatarse, imponer dictaduras y matar gente.

—No olvides esto —Mariano chasquea los dedos entregándome una serie de hojas— Sin afanes y sin remordimientos, solo piensa que tu día vale cada libra.

Es una cuenta de cobro. Me salto a la última página y esto sí amerita una bala de oxígeno ya que ni con 7 cheques de mi papá voy a poder pagar todo esto.

«El presupuesto del vestido es de 100 mil dólares»

—¿Cómo se supone que le voy a mostrar al coronel?

—Rachel, tu marido es uno de los hombres más adinerados de este planeta —habla Laila— Solo ponte una tanga de encaje, te le plantas enfrente y le dices "Mi amor, esta es la boda que quiero y que tú vas a pagar"

—O dile a Alex, entre Rick y él pueden pagar todo —secunda Alexa.

Guardo la hoja, sería demasiado abusivo de mi parte pedir algo así. El embrollo es como una bola de nieve que no deja de crecer. A Christopher no le va a gustar y de igual forma tengo que pedirle dinero para pagar... «En verdad, no entiendo por qué Dios no me lleva»

Doy las gracias, bajo seguida de mis amigas que se van a ir en el auto de Alexa. Estamos sobre el tiempo, pero recuerdo la cita con el abogado.

—Brenda ¿Estás libre en la tarde? —pregunto— Tengo que pactar prenupciales y no tengo quien me represente.

Se queda en blanco, se supone que se graduó en derecho. No ha ejercido como tal, sin embargo, supongo que tiene los conocimientos todavía.

—No tengo nada que negociar, es solo protocolo.

—Bien —duda.

Abordo la camioneta y Alexa se me planta en la ventana antes de arrancar.

—Perdona —me dice— Hay que llevar los papeles de los padrinos a la iglesia y no has dicho quiénes son. Sé que tienes dudas por lo de Christopher, pero en dado caso es mejor tenerlos al día, ¿No crees?

Con tantas amigas es difícil elegir. No obstante, siento que mi mente solo trae un par de personas a la hora de imaginar ese rol.

—¿Patrick y tú tienen dichos documentos a la mano?

Se ríe.

—¿Eso es una propuesta?

—Por supuesto, Patrick es un buen colega de Christopher y tu eres mi amiga. 

—¡Y quiere serlo, bueno queremos! —me aprieta el hombro— Gracias. Si es necesario podemos contribuir en la cuenta...

—No —levanto la mano. Al coronel le daría algo si lo sabe— Déjalo, yo me encargo. 

—Vale. 

El vehículo se pone en marcha cuando se va. Sabemos que no va a pasar, pero me agrada el que sepan que los veo de esa manera. Brenda y yo tenemos un vínculo con Harry, Luisa es como mi hermana al igual que Laila. 

Alexa y Patrick fueron testigos de esta hecatombe y nunca han juzgado, por ello me parecen perfectos. 

Vuelvo a mirar la cuenta, quisiera que fuera algo fácil de ocultar. Aunque ya haya recibido mi mes de sueldo no me alcanza para pagar una deuda de millones «Tiene que saberlo» Ponga o no el grito en el cielo, es algo que se debe pagar.

Varias aeronaves sobrevuelan el comando cuando bajo de la camioneta revisando el itinerario del coronel. «Está en un tratado»  Me apresuro a cambiarme.

Con el uniforme de pila y el cabello bien recogido vuelvo a bajar encontrándome con el...

—Mi teniente, felicidades por su compromiso —dice uno que otro soldado.

—Suerte en las nupcias, mi teniente.

—En buena hora, mi teniente —buscan la manera de ver el anillo y yo solo asiento encaminándome a la sala de tenientes.

Make está a cargo de la guardia ahora, según el reglamento sigo en la escala de ascenso, pero al estar en la candidatura se congela todo hasta que no se tenga un veredicto definitivo. Tomo asiento en mi mesa notando la placa de Liz en el antiguo puesto de Harry.

El dolor de cabeza no tarda. «Se me es imposible no odiar este sitio en estas condiciones»

—Mi teniente —Edgar se acerca— Tengo cuatro perfiles los cuales cumplen con los requisitos que exige el puesto de la secretaria que busca.

—¡Colegas, buenos días! —entra Liz dejándome el desayuno en la garganta.

Luce la playera con las tres insignias y su mirada se cruza con la mía alzando el mentón con superioridad. Las vueltas de la vida dan enseñanzas dejándome en un punto donde estamos en el mismo escalafón.

—Mi teniente —carraspea Edgar.

— ¿Puedo entrevistarlas ya? —reacciono.

—Si, las llamaré para que suban —mira en su agenda— El capitán Lewis exige hablar con usted y ordenó verla...

—Ah, no le digas que llegué —no estoy de genio para reclamos. 

—Como ordene—se va y devuelve— Gracias por la invitación a la boda.

El nivel de asco que tengo ahora no me da para otra cosa que no sea odiar a la basura que se pavonea en el puesto de mi ex mejor amigo. Puesto que tenía que ser para Brenda.

—Vengo con enseñanzas hoy —Liz eleva el tono para que la escuchen— Nunca, pero nunca escupan para arriba gente —se centra en mí— Les puede caer en la cara.

Me largo a recibir a los postulados que se presentan en la sala de pruebas. Dos mujeres, un hombre y una señora. Todos tienen buenos estudios, pero para Christopher se necesita alguien con experiencia la cual no le robe la atención y obviamente tampoco le dé distracciones. 

—Señora Concepción —le echo un último vistazo a su perfil.

54 años, 35 trabajando para el comando, sin hijos y ni una sola falla en su currículum disciplinario. Le pongo la prueba de oro la cual analizo con detalle.

«Traerme un café mientras la miro como una cucaracha y la pongo a cargar carpetas» Es estúpido, pero si no soporta la mía mucho menos la de Christopher. 

Voy tachando lo que yo buscaba: 

No incita deseos sexuales: Cumplido. 

No tiene Parkinson: Cumplido. 

Ya lo ofendí tres veces y no dijo nada: Cumplido. 

No tartamudea ni escupe cuando habla: Cumplido. 

—Mi última pregunta es ¿Tolera usted los gritos?

—En la FEMF es común mi teniente.

Es administradora de empresas, teclea rápido, es despierta, atenta, tiene buen oído. Viste decente con trajes y zapatos acordes a su edad.

—Ascendida —le doy la mano— ¿Puede empezar mañana?

—Ya mismo si quiere.

—Es un amor. Pero vaya y medite el jodido lío que es esto. Sería útil que contrate algún programa para mantener la autoestima en alto, con Chris —me corrijo—... El coronel no está de más.

—Gracias, mi teniente —me da la mano— Felicidades por su compromiso.

—Rachel, están aterrizando tropas extranjeras —me avisa Brenda en la puerta— Y el coronel quiere a todo el comando reunido en menos de 10 minutos.

Dejo a la secretaria, si hay ejército internacional debo presentarme con el uniforme de combate, no con el de entrenamiento. Hago todo rápido colocándome la boina que se usa en este tipo de acto protocolario.

Los reclutas tratan de organizarse en tiempo récord formando filas de bienvenida. Gema está llegando también uniéndose a su escuadrón.

—¡Quiero todos esos uniformes decentes y el mentón en alto! —grita— ¡Londres no es un ejército cualquiera!

Los subalternos obedecen. 

—Christopher cierra tratados sin el concejo y sin el ministro —reclama Bratt— Y nadie dice nada. Gauna se hace el sordo.

—Encáralo —le pide Parker y lo mira mal volviéndose hacia mí— Ordené que fueras a mi oficina.

Reclama y me poso firme. 

—Estaba ocupada, mi capitán.

—¡Todos listos! —vuelve a gritar Gema. 

Christopher aparece con cinco generales. Quedo detrás de Parker que está al lado de Bratt, Angela me guiña un ojo a modo de saludo, las tropas descienden y el trote militar hace vibrar el césped con el retumbe de las botas de los que marchan alineados demostrando una perfecta disciplina.

Son tropas de cinco países y las banderas de las chaquetas es lo único que los diferencia. El coronel se mantiene quieto, nuestro ejército en silencio. La primera escuadra concluye la marcha dejando armas en el suelo y uno de los generales da un paso al frente.

—Polonia apoya y le ofrece sus tropas —declara con una voz firme y clara.

Prosiguen con la siguiente.

—Estados unidos apoya y le ofrece sus tropas —el protocolo se repite.

Bajo la mirada al suelo.

—Francia apoya y le ofrece sus tropas... —siguen.

Esto deja claro que están con él en caso de que se llegue a desatar una guerra, lo preocupante es que este juramento no se lo están haciendo a la FEMF, se lo están haciendo a Christopher directamente y este mismo juramento lo tiene Antoni e Ilenko con varios países europeos. Por eso, Ilenko es intocable en Rusia y Antoni en Italia, ya que las fuerzas judiciales los protegen.

«Se está convirtiendo en lo que se supone que debe destruir» Prosiguen.

—Honduras lo apoya y ofrece sus tropas. 

—India lo apoya y ofrece sus tropas. 

Los generales reúnen las banderas una encima de la otra preparándose para la entrega que ancla el juramento y el coronel vuelve la vista hacia la élite logrando que Parker se aparte dejándome expuesta. 

De la nada me siento observada por todos y por inercia avanzo dando un paso al frente encaminándome al lugar de mi superior.

—Rachel, no... —susurra Bratt.

No obedecer es decir "No te estoy apoyando".  Me poso firme ante los generales dando el debido saludo.

—Teniente Rachel James, tropa Alpha del ejército inglés a cargo del coronel Christopher Morgan —me presento llevando la mano a mi frente y ellos asienten entregándome las banderas.

Poso la mano en el centro en señal de respeto y me vuelvo hacia los militantes que nos dedican al coronel y a mí un saludo militar de forma masiva.

No tengo definición para explicar las sensaciones que me corroen ante tal muestra de supremacía, el que no esperen que me vaya para hacerlo es un mensaje el cual deja claro que la inmunidad es para los dos, que mi palabra también pesará.

—Pase lo que pase estamos con usted, coronel Morgan —hablan los generales— Y con usted, teniente James.

Se rompen las filas y Christopher mantiene la máscara de hielo indicando con un leve gesto que avance con él, camino con las banderas en la mano mientras que el comando nos capta en el radar hasta que nos adentramos en el edificio administrativo.

No lo noto bien, las ojeras están más marcadas y se apresura al baño cuando estamos en su oficina. Dejo las banderas en la mesa cuando lo oigo vomitando. «Otra vez»

Entro angustiándome con las arcadas violentas que no paran, le saco el arma que tiene atrás antes de quitarle la chaqueta, alzo la playera revisando que tenga algún golpe notorio. «No hay nada» El vómito no cesa y el miedo me corroe con los hilos de sangre que lo manchan.

Desde que llegué de la isla he notado que estos episodios son seguidos. 

—Vamos al hospital —pido y sacude la cabeza— Por favor, haré que te atiendan rápido.

Vuelve a negar, ignoro los golpes en la puerta, pero insisten tanto que termino saliendo a ver quién carajos es.

—El almuerzo del coronel —avisa la chica de la cafetería y eso está bien, el problema radica en el capitán que está detrás de la mujer.

«Bratt»

—Necesito hablar contigo —exige— Sal.

—Ahora no —recibo la bandeja, intento cerrar, pero pone la mano.

—¿No te dejan?

Me las apaño para cerrar la puerta a las malas ya que tengo las manos ocupadas, pero la sopa se me viene encima manchándome la playera. Dejo todo quitándola antes de que me queme.

Vuelvo al baño dispuesta a limpiar la prenda y ... ¡Oh, joder!... El vómito cesó, esta lavándose los dientes e inmediatamente aparta la mirada del espejo.

—Se ensució de sopa —trato de que se oiga casual.

Termina con la tarea y me acerco a quitar la mancha de la playera.

Christopher y yo estamos regidos por un hambre feroz que nunca se esfuma, ni estando enojados, fríos, enfermos o en crisis y de tal cosa no queda duda cuando tira de mi brazo dejándome entre su pecho y el lavado.

—Necesitas un médico.

—Todo lo que necesito está aquí —susurra en mi oído.

Reparo nuestro reflejo, su mano deslizándose por mi pecho bajando y posándose en mi abdomen.

—Nena, me prendes tanto ahora que los tienes —remarca la dureza que últimamente surge en nanosegundos.

«Hay que hablar» Quiero hablar, pero empieza a chupetearme el cuello acariciándome el vientre, suelta el sostén dejando mis pechos a la vista desatando el espiral de sensaciones que bajan a mi sexo.

—Quiero hablar, Christopher —pido, pero no me pone atención deslizando las manos por mi camuflado— Solo unos minutos...

Entra en mis bragas moviendo los dedos con esa gloria innata que me atonta y eso es tan tóxico. Que las putas ganas sobrepasen lo correcto quitándome el criterio.

Mi garganta libera el gemido y me voltea subiéndome al lavado. Repara la humedad que tiene en la mano y la esparce por mi pezón antes de chupármelo. Literalmente chupar, subiendo mis índices hormonales las cuales ansían deleitarme con su miembro tanto en mi canal como en mi garganta.

Suelta, baja y me llena el abdomen de besos antes de prenderse de mi otro pecho en tanto desfunda la polla erecta que empieza a estimular sin soltarme.

—Calma —musito disfrutando la mezcla de ardor mezclada con placer.

Muerde agitando la mano a lo largo de su falo, sigo mareada, abrumada, queriendo encontrar una solución a este insólito problema. Es como si estuviera en una jaula.

En una celda que tiene un cuervo encima el cual muere por mi sangre y dicha jaula la merodea un lobo hambriento que no deja de babear por mí y ansía comerme todo el tiempo.

—Tienes que tener los cojones de darme más —me marca el pecho tocándome el abdomen— Porque quiero más.

Se sigue estimulando cambiando la chupada por un incesante lameteo, empiezo a tragar grueso con su desespero y me meto la mano tocándome también «¡Carajo!» Estoy tan mojada, mi clítoris está tan hinchado que medio me toco e inmediatamente desato el orgasmo. Cosa que lo pone peor cuando gimo, la agitación lo hace medio apartarse mostrándome como se corre con chorros exagerados y lo tomo de la playera trayéndolo a mí.

Me da lo que tiene en los dedos haciendo que los chupe mientras me besa el hombro. Sus brazos me envuelven y su aroma me calienta más, un abrazo fuerte acompañado de susurros cargados de morbo que me contonean en el lavado actuando como una estúpida sumisa que anhela la polla de un posesivo.

Yo no sé si me prenden lo sentimientos que tengo por él, el físico o el dominio que desprende. Deja la cara en mi cuello rozando los labios con besos pequeños.

—¿Shrek? —llaman afuera— ¡Ogroooo!

El estómago me arde de inmediato ¿Esa estúpida tiene llaves de esta oficina?

El coronel se mueve a acomodarse el pantalón y bajo del lavado ocultando la molestia que me da verlo salir mientras me coloco el sostén limpiando la playera.

—Según vi en tu agenda, tienes una cita con Andrés hoy —hablan afuera— Salúdalo de mi parte y dile que espero que vuelva a reunirse contigo pronto.

Suelta a reír y dicha sonrisa desaparece cuando salgo. La arrastrada está acomodando la bandeja frente a él para que coma. No me saluda y obviamente yo tampoco lo voy a hacer.

—La secretaría empieza mañana —aviso y Gema se va al estante del archivero.

Rodeo el escritorio en busca de que la conversación sea más discreta. El tema de la boda es algo que debo decir antes de que se entere por otros.

Es ahora o ahora y no puedo andar atorándome con la noticia todo el día «Que me mate de una vez»

—¿Qué pasa? —pregunta serio apartando la comida— Tengo una reunión en tres minutos.

Me miro las botas.

—Como sabes, mis amigas se hicieron cargo de todos los preparativos de la boda y mi papá tiene algunas tradiciones —hablo— Yo no he vendido mi apartamento y el cheque que me dieron no me alcanza para costear los gastos ya que la ceremonia militar es en Westminster—me arden las mejillas— Y son 1500 invitados.

No me atrevo a mirarlo y solo paso el peso de un pie a otro.

—La cuenta de cobro es de 4.716.000 libras y mi cheque es de 100.000 dólares —concluyo.

Se pone al teléfono cuando recibe una llamada de Alex, la oficina se llena y él se pone de pie señalando el holograma como si yo fuera un cero a la izquierda. No dice nada y los silencios también son una respuesta.

No me queda más alternativa que hablar con papá, así que abandono la oficina buscando el comedor. Los reclutas me siguen felicitando por el compromiso y solamente asiento encontrándome con Stefan en la entrada de la cafetería.

—Ángel, ¿Qué tal el viaje? —me acompaña adentro— ¿Cómo están los radiadores y tu familia?

—Bien.

Pierdo la atención en Scott que está de civil sosteniendo a Maggie entre los brazos. 

—Le dieron salida hace dos días —me dice Stefan— Al demostrar que todo lo de asuntos internos era falso, abrieron su caso nuevamente.

—¡Gilipollas! —le grito antes de acercarme— ¿Embarazaste a algún macho en la cárcel?

Se ríe bajando a la niña y me apresuro a llenarle la cara de besos.

—O faltaba Harry o faltaba yo, pero los dos no nos podemos perder la fiesta.

Disimulo la decepción saludando a Maggie que abraza la pierna de su papá.

—Te presento a Margareth Scott Caistar —me dice— Le di el apellido esta mañana y déjame decirte que es muy, pero muy juiciosa.

Siempre he dicho que Irina no es una buena compañía. Me cuenta los planes y entre esos está afianzar los lazos con la niña y con Laurens. Dejo que almuercen conmigo mientras trato de obviar todo lo que ha pasado a lo largo del día, pero el móvil me vibra con un correo del banco.

Christopher Morgan Hars realizó una transferencia de 5.000.000 libras esterlinas a su cuenta N° 164956... Me ahogo con la bebida.

—¿Qué pasa novia? —pregunta Scott— ¿El peso del anillo que te decora el dedo te provoca problemas respiratorios?

Me llevo la servilleta a la boca cuando empiezo a toser mientras Scott me toma la mano.

—Pueden cortarte la cabeza por tenerlo. El de Bratt es basura frente a esto —mira a Stefan— Menos mal que nunca ofreciste nada.

Stefan baja la cara y yo sigo en el planeta de los simios reparando la cifra que acaba de entrar a mi cuenta... ¿Y si fue un error de dedo? Le envío un mensaje a las chicas que enloquecen con cosas que no vienen al caso. Acabo rápido despidiéndome de todos.

—Tengo cosas que hacer —miro el reloj.

«Todavía no me creo lo del dinero» ¿Eso significa que está de acuerdo con el despelote? ¿Me va a esperar frente a un altar? Le envío a Brenda los documentos que debe tener para hablar con Andrés.

Cambiada, abordo la camioneta de vuelta a la ciudad. Tengo que conseguirle la prenda que usara en el partido y por suerte no tengo que recorrer muchas tiendas deportivas ya que en Burlington Arcade hallo una edición limitada.

Sigo en las nubes ¿En verdad me voy a casar en una iglesia? La idea me emociona y termino sonriendo.

—¿Algo más? —me pregunta la dependienta de la tienda deportiva.

—Eh... Si, una playera de la selección para mí. 

Escojo, pago con mi última sueldo de la FEMF cayendo en cuenta que es la primera vez que le compro ropa ¿Y si no le gusta? Saco la prenda en la camioneta, por lo que he visto es algo que él usaría.

—¿Qué tal está? —le pregunto a los escoltas— No creo haberme equivocado de talla.

Si tengo dos niños supongo que este será el pan de cada día.

—Está perfecta, mi teniente —responde Tyler.

Entro al Penthouse con el tiempo exacto, el perro me salta encima cuando me ve y lo tomo para quitarle la ansiedad. Me quito los zapatos altos y Miranda se apresura a tomarlos.

—Yo los recojo —sigo de largo encontrándome con una sudadera masculina de la selección inglesa autografiada en la cama y Miranda entra atrás dejando el calzado en su lugar.

—¿Y eso? —señalo la cama.

—La señorita Gema la trajo en la mañana, dijo que era una sorpresa para el señor.

Bajo el perro soltando las bolsas.

—Miranda, esta no es la casa de Gema como para dejarla entrar.

Entra a la oficina, a la casa, ¿Es que la verga del coronel está entrando en su maldita vagina?

—¿Estando yo fuera, vino? ¿Se quedó? —pregunto— Sé que consideras a Marie, pero sé honesta conmigo.  

—Solo vino una noche y el señor no estaba en casa —informa. 

«¡La detesto

—No la quiero aquí. 

—No vuelve a suceder, solo que salí a hacer las compras y como tiene las llaves de Marie y los escoltas la conocen.

—Déjalo —arrojo la sudadera que compré al fondo del closet dejando mi playera afuera— Solo quítale las llaves cuando vuelva. 

Me jode sus mariconerias, conociendo a Christopher se va a colocar la autografiada, así que descarto la que compré antes de hacer el ridículo. «Gema como que también le lame los huevo a los jugadores de la FIFA»

—Helloooo —capto la voz de Brenda en el vestíbulo— Estoy buscando a Priyanka versión americana.

La recibo y no puedo obviar el atuendo que trae, el móvil le timbra en repetidas ocasiones, pero actúa como si no fuera con ella.

—¿Qué diablos te pasó?

—Dijiste que querías una abogada y estoy siendo una abogada —se ofende— Investigue a ese tal Andrés y no es un abogado, es un carroñero. Dejó el nombre de Martha Lewis por el suelo y el mío lo quiero intacto junto con el tuyo.

Trae un conjunto con tacones y el cabello alaciado, quien la ve cree que va a cerrar quién sabe qué negocio. Da igual, las cosas son sencillas cuando no tienes nada que perder.

—Oye, si mi novio me transfiere la cantidad que te dieron hoy, créeme que no tendría la cara que tú tienes ahora —se acerca a acomodarme el cuello de la blusa— A ver, sonríe un poquito.

Frunce los labios ignorando el móvil que no deja de sonar.

—¿Por qué no contestas?

—Es Dominick.

—¿Y?

—Que se enoja cuando no le contesto —me pega en el hombro alzando una ceja— Ya sabes, mouse herramientas que se usan en la noche.

Miranda le ofrece una bebida y a los 20 minutos llega Christopher con el abogado. La reunión es en el despacho, Brenda se presenta y tomamos asiento en las sillas que están frente al escritorio mientras Andrés se queda de pie al lado del coronel.

—En esta carpeta reposan las propiedades de mi cliente —empieza Brenda.

No sé para qué diablos metió eso en una carpeta. Si son las meras escrituras de mi apartamento y la carta de propiedad de la moto.

—Las pautas de mi cliente no tienen que ver con propiedades —manifiesta Andrés— Ni con temas monetarios, el coronel Christopher Morgan lo único que exige es la custodia absoluta de los hijos engendrados en dado caso de separación o abandono de hogar.

Mi espalda toca la silla de golpe. «Menudo...»

—La educación, preparación y seguridad dependerá netamente de Christopher Morgan —continúa Andrés— Si el coronel no puede estar presente por algún motivo de peso, dicha responsabilidad pasará a Thomas Morgan David.

No absorbo nada,o sea, ni siquiera conozco a ese señor.

—No seas hijo de puta, Christopher —espeto— No han nacido y ya me estás quitando mis derechos.

—Enojándote no vas a lograr que me retracte —dispone él— Ya lo decidí y si no te gusta, es tu problema.

Andrés clava la hoja en la mesa.

—Entiende que es algo nuestro, no tuyo —reclamo. 

—No, entiende tú que yo no voy a dejar que los limiten ni les impongan nada —refuta— Date cuenta de quien son hijos y a la hora de sobrevivir, será conmigo no contigo.

—Siempre me subestimas...

—No te subestimo, simplemente planteo las cosas como son porque no tienes más poder que yo y ni volviendo a nacer lo tendrás —impone— Ni tú, ni Rick, ni Alex...

Abandono la mesa sin tocar el papel.

—Tiene 24 horas para firmarlo teniente James —informa Andrés.

Brenda me sigue y tomo múltiples bocanadas de aire para no llorar.

—Estoy bien, no te preocupes —le digo a mi amiga evitando que se acerque.

Si lo hace me pongo peor. 

—¡¿Es que ninguna de nosotras puede tener un jodido embarazo feliz?!  —se pone a llorar como si fuera ella la embarazada— Luisa se la pasó amargada y yo triste...

—Solo es cuestión de que me tranquilice. Ve a casa y luego te llamo —le pido— Gracias por venir.

Se limpia la cara abrazando el bolso y sale cuando escucha los pasos del coronel en el pasillo.

—No voy a firmar nada, Christopher —dejo claro— Tu mandas en la FEMF, en el bajo mundo, en Saturno si se te da la puta gana, pero con mis hijos no te vas a meter.

—Yo no voy a discutir esto, es así y punto —impone— Patalea, llora, revuélcate, pero no hay vuelta atrás.

El pecho se me agita a tal punto que arde.

—Hablemos un minuto, hay muchas cosas que yo...

—¿Qué? ¿Otra pataleta de querer volver con mamá y papá? —se molesta— ¿Más pretextos, prejuicios? ¿Eso es de lo que quieres hablar?

«¡Odio esta maldita sensibilidad que me da el sentimentalismo de una niña pequeña!»

—Arréglate que nos vamos —ordena— Andrés viene mañana en la tarde por los documentos.

Siento que mi conteo regresivo descuenta un minuto más.

—No quiero salir...

—¡¿Cuál es el proceder entonces?!

Eleva el tono y respira hondo cuando me ve los ojos llorosos.

—¿Te amenazo, te golpeo, te dejo sin un misero peso o qué hago? —inquiere con rabia— ¿Mis llamados no tienen peso como los de Antoni? Porque cada que te llama corres a sus brazos demostrando que te importa mucho más de lo que te importo yo.

—A lo mejor solo quiero una vida sin cadenas e imposiciones. 

—Mal por ti, porque la tienes desde que te fijaste en mí —refuta— Ahora vístete que voy a ir con mi mujer al maldito partido. Decide tú si sales por las buenas o si tengo que pegarle un puto tiro al perro.

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Colorida es la llegada al estadio, hinchas con la cara pintada y el usual vocerío de los que quieren contagiar a otros con el espíritu futbolero. No hablamos durante el camino, pero su mano atrapa la mía cuando bajamos.

Los escoltas le abren paso y subimos la escalera a la última planta que alberga el palco privado reservado. Hay dos fotógrafos en la entrada que nos avasallan con el flash.

—Teniente James, déjenos ver el anillo —me pide uno y él me rodea los hombros con el brazo.

Sonrío dejando la mano sobre su pecho demostrando que estamos unidos "Aunque haya un océano de distancia". Me besa la coronilla antes de llevarme adentro.

Esplendida es la vista panorámica que ofrece el sitio, hay comida, licor y pantallas gigantes. Leonel está con Kazuki y su esposa, también hay varios generales importantes e ilustres personajes de la FEMF.

—Esta era la sudadera que les presumía —se levanta Gema— Traté un caso de la FIFA y tengo un montón de amigos jugadores.

En la misma tumbona donde yacía están Bratt, Sabrina, Cristal y Liz. Gema se pega al brazo de Christopher captando la atención de los camarógrafos que estaban afuera.

El coronel no me suelta la mano y debo bancarme las zalamerías cada que nos movemos en los distintos grupos hablando de sus barrabasadas.

"Estoy haciendo" "Estamos logrando" "A Christopher le encanta" "El compromiso es fundamental". Todas la aplauden, todos aludan sus buenas obras. 

No se calla metiendo la cucharada cada que comentan algo sobre el compromiso.

—¿Está feliz por la salida de su colega, el sargento Scott? —me preguntan y...

—Todos lo estamos —responde Gema— Scott y Liz fueron víctimas de una campaña hecha para hundirnos en el lodo, sin embargo, están afuera y eso es lo importante.

Christopher se aleja a hablar con un diputado y yo me siento como una tonta en medio de gente que centra toda la atención en Gema. Rechazo el trago que me ofrecen.

—Ella es de drogas, no de tragos —comenta Liz dejando a todo el mundo en silencio— Dicen que a los ex dependientes les cuesta mantenerse sobrios ¿Es cierto futura primera dama?

—Con permiso —abandono el grupo fingiendo que no oí ese comentario.

Christopher me vuelve a tomar de la mano sin dejar de dialogar con el sujeto que estaba hablando. Gema incluye a Sabrina en la conversación anterior, pero la rubia está más interesada en como el coronel mueve la boca cada que habla.

El cuchicheo me harta, que Liz levante su copa en mi dirección a cada nada comentándole a las otras no sé qué mientras Gema le sigue la cuerda. La venezolana le habla a cada nada en el oído y esta se ríe.

Nos invitan al sofá cuando le dan inicio al partido, Sabrina queda cerca y siento sus ojos en mi anillo de compromiso cuando el coronel se deja caer a mi lado.

—¿No me vas a dejar espacio? —Gema le reclama a Liz.

—Amiga, tengo el culo grande —hace que todos se rían.

Gema se sienta en el brazo del mueble posando el codo en el hombro del coronel. Todos se concentran en el juego, pero a mí me pica el que ella siga apoyada sobre él.

La palabrería de Liz me da pena ajena, el que grite, señale, se levante, se siente como si estuviéramos en alguna cancha de barrio. Apuesta pendejadas ganándole dinero a Leonel. Kazuki tampoco se ve muy cómodo con Liz y supongo que es por la muerte de su hija. 

—Me iré de compras con esto mañana —se jacta. 

Le ponen otro trago al coronel y le digo al chico que no más ya que no ha tocado los cuatro vasos que le han puesto.

—Se te va derretir el hielo, ogro —Gema le da uno de los vasos— La estamos pasando bien, no seas aburrido.

—¿Cómo hago para tener una primera dama como tú? —pregunta Leonel.

—Pásame el dato a mí también —apoya Kazuki.

—¡Ella tiene equipo! —alega Cristal.

Aumentando la ola de ovaciones, procuro no torcer los ojos y...

—Tengo hambre —me dice Christopher devolviendo el vaso a la mesa.

«Algo medianamente bueno» 

—Veré que hay.

Me levanto con el anhelo de encontrar pollo frito para tragar yo también, pero no. La mesa está llena de platos gourmet donde prevalecen quesos y ensaladas.

Reparo todo, pero NO HAY COMIDA CHATARRA, es un partido y no trajeron ni una salchicha.

Pido un plato con Roast beef el cual cortan en trozos cómodos de comer. El camarero pone el tenedor, me doy la vuelta con el plato en la mano y...

Presiento que las ganas de estallar terminarán como la detonación de una bomba nuclear cuando veo a Gema en mi puesto con la cabeza en el brazo del coronel.

El partido tiene toda la atención, excepto la de Bratt y Sabrina que no dejan de ver lo que hago. Me acerco a dejar la comida en la mesa, sin embargo, el coronel tira de mi muñeca sentándome en sus piernas. Un brazo me rodea la cintura tocando mi abdomen con la mano libre. 

Gema se acomoda empinándose uno de los tragos.

—Dame —pide Christopher.

Tomo el plato y es un tanto incómodo con la mirada de los ex de ambos encima, con disimulo quito la mano de mi vientre dejándola en mi pierna, pero él la vuelve a poner recibiendo lo que le doy.

Sabrina a duras penas espabila, sus expresiones corporales no denotan más que nerviosismo. Agita las piernas alisándose el moño una y otra vez con un balanceo sutil que me estresa «Está ansiosa»

—Me quiero ir ya —le susurro al coronel, pero me pega más a él estampándome un beso en la boca.

—No.

Medio se mueve a sacarse el arma que tiene en la espalda. La deja en la mesa y vuelve abrir la boca para que le siga dando de comer.

Empiezo a anhelar que el partido termine pronto. No me siento cómoda persuadiendo las manos de Christopher e intentando fingir que no capto las miradas de los Lewis.

Me mete las manos bajo la playera y es algo que notan varios, así que me levanto buscando el balcón del palco. Christopher me da agrieras teniendo que lidiar con su machismo, egocentrismo, dictadura y delirio sexoso. De por sí ya soy la manzana de discordia y causaré más especulaciones si saben que me casaré embarazada. 

El primer tiempo acaba y noto como Bratt le da el medicamento a su hermana mientras los demás siguen bebiendo.

El coronel no tarda en tomarme por detrás. Parece que tuviera las malditas tetas en el abdomen como para que me lo esté tocando todo el tiempo. Giro sobre sus brazos. 

—Es arriesgado lo que estás haciendo —alego— Hay un tiempo para todo. 

—Me da igual —me acorrala.

—Rachel ¿Podemos hablar un momento? —pregunta Bratt a pocos pasos.

—Está conmigo, así que no jodas —contesta Christopher.

Se queda y el coronel posa la mano en mi nuca apoderándose de mis labios con un beso que le abre paso a su lengua dentro de mi boca, húmedo, voraz y diestro, que me hace retumbar el pecho quitándome la sensatez cuando me toma de tal manera que se me olvida la presencia de mi ex.

Le acaricio las costillas en tanto mi garganta trae el hambre y el antojo que tengo por su miembro, su necesidad se fusiona con la mía, el control se antepone al razonamiento y...

—Dilo —susurra.

—Te amo —coacciono.

Sonríe volteando la cara para mirar a Bratt despertándome con sus malditos aires de creerse la mejor cosa del universo. Ver a Sabrina al lado de su hermano torna el trago más amargo e intento moverme, pero el agarre de Christopher no me lo permite. Me lleva con él atropellando a Bratt con el hombro mientras que la rubia nos mira con lágrimas en los ojos.

Me saca del palco y tomamos el pasillo adentrándome en los baños privados.

—De rodillas —me pone contra la pared soltándose el pantalón.

—No —rechazo su beso. Está demasiado posesivo— No quiero.

—¿Y lo estoy preguntando?

Vuelvo a rechazar ganándome el incesante agarre de sus dedos sobre mi mandíbula, se relame los labios y los míos hormiguean presos de la ansiedad que genera.

—No —reitero. 

Digo y contradice asintiendo seguro, doblegando mis deseos a su favor poniéndome a anhelar la necesidad de curar esto. Lo empujo y se la saca alardeando el tamaño, me avasallan los nervios y detesto tanto que sepa el dominio que tiene sobre mí en términos sexuales.

—Quiero nena ¿Es malo también? —me besa— ¿Qué desee la boca de mi mujer sobre mi miembro? ¿Qué quiera darte lo que a ti también te apetece?

Toca mis labios y dicha mano viaja por mi nuca bajándome despacio.

—Años y mira como me sigues poniendo —confiesa.  

Todo se me estremece con la sed que surge de la nada, hace calor y mi lengua lame lo que tiene en la mano mientras hunde los dedos en mi cabello dejando que se la chupe. «Yo estoy enferma también»

«Joder» Empiezo a mamársela con premura saboreando la verga que me hizo dos hijos. No sé si tal cosa es algo que ahora nos prende a los dos, ya que siento pálpitos en el pecho cada que recuerdo que soy la madre de sus hijos. Es tonto, estúpido y una bofetada a mi ego femenino.

¿Me siento más hembra solo por estar embarazada de Christopher Morgan?  Yo, Rachel James siendo una teniente de renombre, con títulos, con habilidades que cualquiera envidiaría ¿Se siente grande por cargar el legado de un criminal?

—Como te gusta prenderte —masculla. 

Y lo cierto es que sí, me gusta tenerla en mi boca, que me acaricie el cabello apretando las piernas. Chupo, devoro y azoto con mi lengua concentrándome en el glande que destila los líquidos previos al derrame. 

—Quiero —manifiesto y entiende a lo que me refiero cuando se la sacudo con fuerza. 

La devuelvo a mi boca y apoya la mano en la pared cuando lo miro a los ojos atiborrándome con el órgano viril que nunca deja de empaparme las bragas.

«Rico»

Recibo gustoso sus jugos e inmediatamente me pone de pie apoderándose de mi boca mientras se acomoda el pantalón. No me siento bien, el leve desequilibrio me hace añorar la cama y solo lo siento acomodarme el cabello antes de sacarme de nuevo al pasillo.

Su brazo rodea mi abdomen mientras camina pegado a mi espalda besándome el cuello, su loción abruma mis sentidos y en verdad quiero irme a casa para prenderme otra vez hasta cansarme.

—Quiero más —susurro girándome a besarle la boca.

—Lo sé.

Volvemos al palco, tengo mareos, las mejillas acaloradas y se queda conmigo en el balcón dejando que tome aire. Huele tan bien que mi nariz no deja de recorrer su cuello mientras lo abrazo.

—Me voy a comprar un balde de pollo frito con el dinero que me diste —digo— No me importa si el ministro se molesta.

Me aparta el cabello de los hombros y lo beso por inercia ¿Qué estoy haciendo? ¿Una maldita mamada me quita las neuronas?  ¿O estoy tan falta de afecto que me conformo con esto? Recuesto la cabeza en su pecho disfrutando del calor que desprende mientras mi cerebro reitera que sus brazos siempre serán mi sitio favorito.

Emana tanta seguridad que creo que puedo dormir mil noches en esta posición sin tener ninguna pesadilla.  

Me mantengo así con los ojos cerrados dejando que siga viendo el juego que acaba. Unos se acercan a despedirse y yo sigo igual no sé por cuanto tiempo, dando a entender que no deseo que me molesten mientras levanta el brazo bebiendo la cerveza que le ofrecen.

El ruido me fastidia, medio abro los ojos y el ver a Sabrina con la vista fija en nosotros me da miedo. Aprieto la sudadera del coronel cuando empieza a acercarse despacio «Que se detenga» Lo hace cuando tomo distancia, la gente ya está saliendo y no había notado que son pocos los que quedan.

«Cristal, Bratt, Gema, Liz, Sabrina y los escoltas»

—Le diré a la guardia que nos vamos.

Christopher se queda en la baranda, Bratt está al teléfono y la rubia toma siento en el sofá donde estábamos sentados. Gema está pasada de tragos y su amiga le está diciendo no sé qué demasiado cerca.

—Organicen camionetas —le ordeno a Tyler que acata la orden.

Vacilo a la hora de acercarme a tomar el bolso que dejé en el mueble, ya que Sabrina está demasiado cerca. Finjo que no la conozco y...

—¿Se van a casar? —pregunta con los ojos llorosos fijando la vista en el anillo que tengo en el dedo.

Tomo el bolso que deja caer mi móvil, me agacho rápido y para cuando quiero levantar la cara veo de frente el cañón del arma que Christopher dejó hace poco en la mesa, se pone en pie con Beretta en mano mientras el llanto le enrojece el rostro.

—Tranquila —pido.

—Sabrina —la llama Bratt acercándose despacio y termina apuntándole al hermano.

—Se van a casar...

—Baja eso —le pide Cristal y mueve el cañón hacia ella mientras retrocedo aferrada el bolso.

Los escoltas intentan tomar sus armas y les indico que no.

—Se van a casar.

Repite nerviosa volviéndome a apuntar.

—Sabrina —le habla Christopher — Estás apuntando mal, tienes que ponértela aquí —se lleva el índice a la sien — Hazlo, póntela en el sitio correcto.

Bratt lo mira anonadado y todos palidecen cuando Sabrina mira el artefacto quitando el seguro.

—¿Qué hay de nosotros? —le pregunta al coronel— ¿Ya no me amas?

—Asco es lo que te tengo y si, me voy a casar —confiesa— ¡Y voy a tener dos hijos también!

—¿Dos hijos?

—Si, con la mujer que andaba mientras estaba "Casado" contigo —dibuja las comillas en el aire— Siempre me valiste mierda, Sabrina y te demoraste mucho en tomar esa arma... 

—Cierra la boca —le pido, pero como siempre hace caso omiso.

—Hazlo —insiste, logrando que ella se lleve el arma a la cabeza — Ahora pon el dedo en el gatillo y vuélate los sesos.

—¡Christopher, basta! —le recrimino.

—Sabrina no —le llora su hermano — Por mí, por papá...

—¡Dame la maldita dicha! —espeta el coronel — Aniquila el odio que te tengo y no pienses en nadie. Tu madre murió y solo eres un estorbo, ¡Hazlo, matate!

Cierra los ojos llevando el dedo al gatillo, me preparo para el impacto, pero su hermano es veloz a la hora de quitarle el arma. Christopher tuerce los ojos. Bratt patea el artefacto lejos de ella que empieza a gritar volviendo al desequilibrio.

Los alaridos son ensordecedores y me mantengo contra la pared viendo cómo se entierra las uñas en la garganta sacándose sangre, cómo se tironea el cabello llamando a su mamá mientras que  el capitán lucha con ella conteniendo su propio llanto. Trata de ponerla contra su pecho, pero el violento forcejeo la deja fuera de sus brazos, se va contra las paredes con las manos en la cabeza sin dejar de gritar.

Cristal, Gema y Liz tratan de ayudar, el coronel no deja que la guardia se meta y Sabrina solo grita más alto cuando intentan tocarla. El nombre de Martha se repite una y otra vez clamando su presencia.

—Ahora sí anhelo el final de los dos —nos señala Bratt con la cara de Sabrina escondida en su cuello— No me va a doler tu fin Rachel, ni el de los asquerosos fetos que tienes —llora — Como bien lo dijo mi madre, te mereces todas las lágrimas que derramas.

No contesto.

—¡Le vas a parir dos hijos! —espeta y Sabrina se encoje con esa oración —Tu única misión en la vida ha sido traicionarme, destruirme y humillarme.

Pasa la mirada a Christopher que chasquea los dientes recogiendo la beretta.

—No sé si matarte yo o dejarle ese privilegio a mis hijos como premio de iniciación—se le burla— Sáquenlo antes de que tome la primera opción.

No se deja poner un dedo encima, por el contrario, se levanta a encararlo y el coronel no duda enterrarle el cañón en la frente.

—Si ella tuvo 17 tiros, a ti te tocarían 34 —amenaza y Bratt da un paso atrás pálido con lo que da a entender.

Me mira con odio y el rostro empapado de lágrimas.

—No te lo perdono —solloza— ¡Hija de puta!

Make lo saca.

—¡Maldita perra traicionera! —me grita— ¡Ojalá te pudras en el infierno!

Cristal sale con Sabrina, Liz tiene abrazada a Gema que está en shock, terminó de volverse estúpida o no sé qué diablos.

—Creo que tiene razón —habla Gema apartando a su amiga — Los dos dan asco.

—Vámonos —Le digo al coronel cuando paso por su lado, pero Gema lo toma de la sudadera.

—Esto va contra mis criterios morales —le dice — ¡Que te aplauda ella, yo no y a partir de hoy dejas de contar conmigo!

—¡Vámonos! —le  vuelvo a exigir furiosa al coronel, pero ella no lo suelta.

Se pone a llorar como una maldita imbécil.

—No puedo con esto —reclama— ¡¿Dónde está el niño con el que me crié?!

Bajo el bolso anhelando que la mande a la mierda de una vez, pero simplemente toma su mano liberándose del agarre.

—¡¿Dónde está, Christopher?! —lo empuja.

—¿De qué niño hablas? —pregunto.

—¡No te metas! —me exige.

—¡Respóndeme primero! —contradigo — ¿Del niño que le dio vía libre a Nate para que te clavara la polla?

El coronel se endereza lanzándome la mirada asesina mientras Gema se queda en blanco.

—¡Oh, disculpen! —sigo — El señor aquí presente no contradice verdades y yo llevo tiempo conteniendo la burla que me dan los sucesos. Gema alardeándome a mí que estuvo contigo —señalo al coronel — Y Nate despotricando en el club de lo bien que la pasó contigo borracha, ¿Así era en la infancia también?

La agresión no se hace esperar empujándolo una y otra vez cuando ella estrella las manos contra su torso.

—¡Dejaste que otro me tocara! —le grita a todo pulmón mientras Liz tiembla de rabia—¡¿Cómo pudiste?

—¡Me quiero ir! —exijo, pero está más preocupado en calmar a Gema y no quiero dejarlo aquí— ¡Christopher!

Gema berrea, patalea y termina volteándola dejándola contra su pecho. Los celos me queman cuando la saca del palco mientras ella batalla entre sus brazos.

—¡Te odio! —le grita— Acabas de perderme...

—Dios quiera que abortes las deformidades que cargas —me dice Liz antes de seguirlos— Espero que tu cuerpo los escupa porque son basura igual que tú.

Quedo sola en el amplio espacio con un amasijo de nudos en el pecho. Es rabia entintada con la maldita decepción. Salgo y no están afuera, falta una camioneta y no pongo preámbulos a la hora de abordar la que aguarda por mí.

Busco mi móvil marcando el número del coronel, pero no me contesta.

—¿Qué ruta tiene Christopher? —le pregunto a Iván.

Tanto él como Tyler se quedan en silencio.

—¡Hice una pregunta!

Aparto el teléfono de mi oreja cuando salta al buzón de mensajes.

—Contéstame Iván. Es una orden.

—La residencia de la señorita Gema.

No lloro, solo aprieto los dientes dejando las manos sobre mi regazo. No lloro, aunque yazca en el suelo.

 «Sin sollozos, solo con memoria» Lo vuelvo a llamar y sigue sin contestar. Insisto y nada. 

Llego a casa, me coloco el pijama y me siento en el sofá a la espera de su llegada.

168 minutos viendo la maldita puerta que no se abre en toda la noche, pero sigo sin llorar, con las manos en mi regazo apretando los dientes que me hacen doler la mandíbula 

«No aparece» No llama y yo sigo en el mismo sitio con el pecho pesado como si cargara la mierda de todos estos meses. Todo hierve bajo mi piel cuando alcanzo ese punto de ebullición que te amarga la sangre.

Miranda sale a sus labores y yo me levanto pasando por alto su "Buenos días."

Solo cierro la puerta de mi alcoba con pestillo tomando la información que me dio Paolo ayer. Detallo la imagen del hombre con cabello largo y busco en el directorio virtual de Edimburgo el establecimiento que necesito.

—Floristería lirios —contestan.

—Buen día, quiero enviar un ramo de flores el cual exprese mi sentido pésame —pido — El ramo más hermoso que haya y si le puede añadir una caja de los puros más caros que tenga, se lo agradecería. 

—¿Sir Winston de H-Upmann está bien?

—Estupendo.

Le dicto la dirección leyendo la tarjeta que tengo en la mano.

—¿Para quién es?

—De Rachel James para Ilenko Romanov —demando — Con una hermosa cinta que lleve el nombre de Sasha Romanova.

Confirma y le solicito la factura a mi correo para realizar el pago.

—Avíseme cuando la entrega sea efectiva —pido antes de colgar.

Da un margen de dos horas para la entrega, el coronel no llega todavía y aprovecho dicho tiempo para desayunar mientras leo las noticias.

"La boda más esperada". Como portada, Christopher y yo el día del anuncio.

«"Un acaudalado matrimonio el cual une a dos figuras poderosas de la FEMF, Rachel James y Christopher Morgan"» No termino de leer, solo me enfoco en el asqueroso desayuno.

Termino, me desenredo el cabello y me exfolio la piel antes de bañarme. «Quiero verme bonita»

—Mi teniente, ¿Irá al comando hoy? —me pregunta Tyler.

—No —contesto mientras elijo lo que me voy a poner.

Saco un conjunto de pantalón ajustado blanco y un blazer del mismo color.

La floristería me informa que ya entregaron el detalle, así que en albornoz saco el teléfono marcando el próximo número.

Contestan al sexto pitido. Bueno, no es que contesten, simplemente abren la línea a la espera de que el teléfono contrario hable primero.

—Boss, buenos días —saludo en ruso— ¿Cómo amaneces?

Capto la sonrisa ronca cargada de ironía.

—Mi más sentido pésame con lo de Sasha y te pido una disculpa por enviar las flores tan tarde.

—¿Qué desea, su majestad? —pregunta en su idioma natal y algo me dice que está fumando.

—Gracias por el termino. 

— Habla, Rachel James...

—Primero, dale otra calada a ese puro que me prende las ganas de ponerte a mis pies —empiezo— Una vez más, por favor.

—Te voy a matar ramera.

Se molesta y suelto a reír.

—Rico —contesto— Me apetece verte Boss, lo que quiero hay que hablarlo frente a frente.

La línea enmudece.

—Si no te acojonas claro está, le tienes miedo al hechizo de mi atractivo, pero te juro que seré un buen corderito para que el león no se altere y créeme que valdrá la pena —hablo despacio — Ven a Londres y nos vemos a las 13 horas —dispongo —Un beso.

«En una avioneta tardará hora y media en llegar»

Cuelgo respirando hondo, obviamente tengo que verme bien porque este privilegio no se lo da cualquiera.

Me alacio el cabello y me pongo manos a la obra maquillándome mientras escucho música. Me gusta el resultado que logro y me voy a la caja fuerte sacando lo que necesito.

Christopher cuenta con artefactos de primera, entre esos, un rastreador de chip. Aparto los fajos de billetes sacando el aparato que enciendo.

Se supone que este tipo de tecnología se debe usar en casos exclusivos «Operativos, secuestros, etc» Hay que tener el debido permiso, pero como él no le pide permiso a nadie pues yo tampoco.

El mercado negro puede bloquear o deshabilitar los chips de un soldado. Sin embargo al estar activos, en la FEMF es obligación tenerlo.

Tecleo el nombre de la persona que quiero encontrar y el globo terráqueo inicia la búsqueda ampliando el zoom hasta que me muestra el punto verde.

Alisto todo y espero paciente enviándole uno que otro mensaje a Ilenko, el coronel sigue sin llegar, así que al mediodía me monto en los tacones y me coloco mis lentes Prada. «Una cita que ansío, anhelo y saboreo»

Mantengo la vista en el tablero que me muestra la ubicación de la persona que localice esta mañana y la cual por suerte no está en el comando. Le envío un mensaje a Ilenko informando el punto de encuentro.

—Llévame a Westfield —le pido a los escoltas.

«Concurrido y elegante» Un buen lugar para una cita con el león de la pirámide.

Bajo del vehículo adentrándome en el enorme centro comercial, subo a la cuarta planta quemando tiempo mientras se llega la hora. Me compro un helado y me poso en la baranda viendo a mi objetivo en el piso de abajo.

Objetivo al que le vengo siguiendo la ubicación desde que salí del Pent-House. Trae unos vaqueros negros, audífonos, una blusa verde y lentes oscuros. Miro el reloj y faltan tres minutos para la cita.

El objetivo se sienta en la plazoleta de comida y yo en el restaurante de la azotea que me da una vista perfecta de lo que hace.

Pide la carta y yo hago lo mismo observándola a través del vidrio. A las 13: 03 el móvil me vibra con la llamada de mi cita.

—Boss —saludo.

—¿Dónde estás? —dispara la pregunta — Westfield es grande.

—Bastante y no quiero que te pierdas, así que pon atención —empiezo — Estoy en el piso 1, plazoleta cuatro, restaurante Rescorne.

Le suelto las coordenadas.

— Tus ojos merecen ver mi culo marcado así que me puse unos vaqueros negros ajustados, lentes oscuros para no deslumbrarte con el hechizo de mis ojos y traigo una blusa verde en honor a los ojos de tu hermana.

Lo escucho respirar hondo y ya anhelo lo que se viene. No le cuelgo y él tampoco me corta, sé que no es una llamada de dos.

Si algo he aprendido de la mafia roja es que ellos no se andan con arandelas y muchos menos cuando se es la cabeza. Ilenko no quiere hablar conmigo, quiere matarme y, por ende, no va a perder el tiempo viniendo a una cita.

El Boss simplemente va a mandar un ejecutor como el que está entrando en la plazoleta justo ahora, dicho sujeto se acerca vestido de blanco con cautela y sin afán.

Le doy un sorbo a mi copa de agua con el móvil en la oreja detallando como el ejecutor acorta el espacio acercándose a la latina por detrás, se lleva la mano a la cintura tomando el arma que causa aullidos llenos de terror cuando le clava dos tiros a Liz Molina en la cabeza. La desploma, huye y la sangre se esparce.

—Gracias, Boss —digo.

Sé que estaba esperando que los tiros tronaran en el teléfono y el resoplido que emite me lo confirma.

— Me llevo el gusto de decir que la FEMF trabaja para mí, al igual que la Bratva y la mafia italiana —le digo en ruso— Hoy el león le sirvió a la gacela, Ilenko Romanov...

Corta abruptamente y me lo imagino estrellando el teléfono. Dalton no tarda en sacarme del restaurante cuando se esparce el caos. 

—Atentado en Westfield —avisa Iván en el radio mientras me guían a la salida de emergencia ya que están cerrando el centro comercial con la llegada de la policía.

—Mi teniente ¿Está bien? —pregunta Dalton cuando finjo estar nerviosa.

Me adentra en la camioneta quedándose conmigo en el asiento trasero.

—Sácame de aquí —hago que las manos me tiemblen— Dios, seguro venían por mí y...

—Tengo al coronel en la línea —intenta darme el teléfono y lo abrazo. 

—Solo quiero ir a casa, esos tiros siguen tronando en mis oídos —me pongo a llorar.

«Mentira» Mi yo interior tiene pompos de porrista haciendo malabares en mi subconsciente.

R.I.P Liz Molina. "Viviste demasiado" Debería decir en su lápida.

—Mi coronel, está muy alterada —avisa Dalton en la línea — La estoy llevando a casa, lo mantendré al tanto de todo.

Le da la misma respuesta a Alex y a mi papá cuando lo llaman mientras que yo mantengo mi papel de víctima. Actuación que dejo de lado cuando llego al pent-house.

Pido que me dejen sola encerrándome en la alcoba y me muerdo los labios soltando la risa cargada de grandeza. Lo siento por Alex, pero no entiendo ni me someto a sus "Tácticas políticas"

Le seguí la pista a esa rata desde esta mañana ya que dijo que iba a ir de "Compras"  Y no vale que me ensucie las manos y por ello mando a otros a que maten por mí. 

Borro el historial del aparato que usé devolviéndolo a la caja y tomo el complemento del equipo «Con el que se desinstala el chip de rastreo» Parece una jeringa albergando una aguja de tres milímetros.

Me cambio rápido, colocándome las zapatillas, vaqueros y chaqueta de cuero. Saco echando lo que necesito y me entierro la aguja en el brazo aguantándome el dolor que causa la incisión que empieza a buscar mi chip. 

Esto es un imán que lo atrae desencadenando el ardor que causa el aparato al arrastrarse por tus venas. Resisto hasta que la luz roja me indica que lo tiene.

Aparto la aguja, lo tomo y lo dejo en la cama poniendole sábanas encima. Me recojo el cabello, me engancho la mochila y tomo los documentos prenupciales.

«¡Conmigo no va a hacer lo que quiera!»

Lo rompo en cuatro partes dejándolos en la mesita y deslizo el anillo de compromiso fuera de mi dedo colocándolo encima del papel. Que se quede con sus mierdas que ya me hartaron sus preferencias y por ello me largo.

Abro la puerta revisando que los escoltas no estén en la sala. Todo depende de qué tan ágil sea y pues mis ganas de largarme tienen que dármelas ahora.

Miranda entra con la aspiradora al despacho y camino rápido tomando el perro que está en el pasillo. Dalton e Iván permanecen en la habitación de la guardia, así que aprovecho para alcanzar la puerta rápido.

Me asomo y Tyler está de espaldas con el móvil en la mano, me muevo rápido, pero no en busca de la escalera sino hacia el otro pasillo que alberga el ascensor de basura.

Meto el perro en la mochila dejándole la cabeza por fuera.

—Pórtate bien Hodor  —le beso la cabeza y abro la puerta de metal mirando abajo.

30 pisos con unas pequeñas barandas que apenas me dejan poner un pie. Me escabullo aprovechando el espacio que deja el ascensor colgante y empiezo a bajar rápido hasta aterrizar en las bolsas negras del primer piso.

Pateo la puerta que da al estacionamiento y a hurtadillas busco el McLaren en el gran número de autos.

Este edificio tiene tres entradas y por seguridad, la guardia siempre ocupa la uno. Hallo el coche y lo primero que hago es clavar la navaja en el GPS que tiene en la parte de abajo, me cuesta trabajo, pero cae y entro deshabilitando todos los medios de ubicación. Acomodo el perro en el asiento del copiloto y saco la ametralladora que yace bajo la cojinería de atrás.

Arranco tomando la puerta tres saliendo detrás del camión de la lavandería.

Si dejé a Bratt después de cinco años en un noviazgo "Decente". Lo dejé pese a que nunca me falló, huí de Antoni que de querer me hubiese dado todo lo que quiero ¿Qué me impide dejar al coronel? Lo amo, sí. Ha hecho mucho por mí, pero no me escucha y yo no merezco ser un cero a la izquierda en la vida de nadie. 

Las cosas quedaron claras anoche cuando decidió irse con Gema, que la disfrute y a mí me deje respirar. Mi familia, Alex, Christopher, todos disponen creyendo que saben lo que necesito y no es así.

Mantengo la marcha, hoy me queda claro que puedo defenderme sola y, por ende, puedo hacer lo que a mí se me dé la puta gana. Me arde la nariz cuando vuelvo a recordar a mi ex médico.

«Eres inteligente y lo digo en serio, siento que no has explotado ni el 40 % de tu potencial ni de tu belleza, porque... ¡Oh, teniente James! Es usted una mujer hermosa»

«Si no te van a dar lo que quieres y lo que necesitas, entonces vuela a otro lado»

«Tú mereces que el mundo corra a darte todo lo que pides solo con abrir la boca» «Que te llenen de besos y no de dudas»

«Eras tan sabio daddy» No sé para dónde carajos voy ya que por ahora solo me apetece conducir. Ya Christopher dijo que Inglaterra era suyo, como Italia es de Antoni y Rusia de Ilenko.

Salgo de la ciudad disfrutando del paisaje que me proporciona la carretera vacía y no sé si es uno de esos momentos efímeros, pero se siente bien ir por la vida sin señalaciones, gritos y exigencias, sin nadie que te juzgue.

Me pierdo en las montañas bajando el vidrio permitiendo que el viento me acaricie el rostro.

Mi yo interior me dice gracias y creo que me veo a mi misma abrazándose, entendiendo que nadie va a arreglarte ya que tú mismo debes pegar los pedazos rotos.

Estaciono el auto en una de las colinas dejando que mis pulmones se llenen de aire fresco. Hodor da saltos en el césped mordiendo los dientes de león.

No me importa ni me pesa lo de Liz, lo de Meredith nunca será un cargo de conciencia y el dolor de los Lewis ya es algo pasajero.

Las horas pasan y juego con el perro poniéndolo a correr y enseñándole a girar para rascarle la panza como le gustaba a su papá. En últimas terminamos cansados, sentados y mirando a la nada.

La música del auto me acompaña con aquella canción que remueve el agua sucia.

It was great at the very start
Hands on each other
Couldn't stand to be far apart
Closer the better.

Tomo el perro entrando al vehículo cuando empieza a anochecer. Tengo hambre y debo buscar un sitio para dormir mientras decido qué hacer, por suerte hallo un restaurante de carretera 30 km más adelante.

—Espérame aquí, prometo traer algo —le digo al perro antes de salir.

Voy a celebrar la muerte de la pandillera con pollo frito y si no hay pues, voy a pagar para que me consigan uno donde sea. ¡Porque me lo merezco! 

Hago la fila notando que el pollo hace parte del menú. Ordeno y espero impaciente saboreando desde ya, el estómago me cruje aliviándome la saliva como si fuera el evento más esperado de los radiadores.

—¡Un cubo de pollo crocante con papas y soda! —avisan.

Me acerco emocionada a recibir la bandeja y por el rabillo del ojo capto la moto que se estaciona dándole paso al hombre de negro que entra quitándose el casco.

«¡Este Hijo de la gran puta!» Furioso viene por mí y le arrojo la bandeja empujando una de las mesas para cerrarle el paso, la aparta con rabia y emprendo la huida saltándome la baranda del restaurante.

¡Qué maldita mierda con Christopher! Ni 24 horas puede darme, corro al auto arrancando mientras sale por el otro lado. Estrello los puños en el volante acelerando a lo largo de la carretera.  

Tomo la curva de la montaña que se cierne ante mí y por el espejo retrovisor veo la moto que se me pega atrás. Sin chip, sin ubicación en el auto, ¿Cómo diablos hace para rastrearme?

Me adelanta cerrándome el paso. Las llantas echan humo en el asfalto cuando frena y yo le echo mano a la ametralladora «¡Me deja ir o lo mato!»

Abro la puerta escondiéndome tras ella mientras baja y alzo la ametralladora.

—¡Me cargué a Liz y también te cargo a ti hijo de perra! —no estoy jugando.

No se detiene y hago que la luz roja le apunte al corazón. «Tengo que hacerlo» La misma promesa de Antoni tengo que hacérsela a él también ya que vienen del mismo sitio. Avanza y suelto la primera bala la cual centella en la carretera.

—Tú sola te desgracias la vida —me dice.

—¿Yo? Me dices que estoy donde quiero estar, pero no me dices cuál es mi lugar —me tiembla la voz cuando hablo— No sé si me amas o si solo soy la única capaz de saciar esa hambre bestial que no te abandona.

Trato de contener el huracán que desata mi pecho.

—Y yo no quiero tu hambre Christopher, no quiero tu dominio, no quiero tu dictadura —declaro— ¡Eso lo tiene todo el mundo! Yo quiero tu amor y es algo que no tienes, por ende, no vas a darme ¡Así que déjame ir!

Las lágrimas me empapan la cara.

—No quiero esperarte desilusionada en un sofá, ni ver cómo te vas con otra. Yo lo único que quiero es que me mimen y me consientan como me lo merezco —sollozo— Quiero tranquilidad, porque ya he vivido demasiada mierda ¡Y voy a ir por eso así tenga que matarte!

Sigue caminando hacia mí y aprieto los ojos con las manos temblorosas.

—¡Vete! —le grito— ¡Por tus hijos, deja que vaya por eso que tanto necesito!

Ubico un punto para herirlo y poder escapar, pero ni de eso soy capaz y me maldigo «¡No soy capaz de hacerle daño!» El crujido de las ramas me hace desviar la atención a los drogadictos que salen entre los árboles.

«Pandillas forestales»

—Las llaves y el arma —pide uno sorbiéndose la nariz — Patéenlas hacia acá.

Les apunto y van saliendo más.

—Las llaves y el arma —vuelven a pedir. 

—Acércate por las de la moto —pide el coronel.

Empiezan a encerrarnos con bates, palos y machetes. Pongo un pie en el auto lista para escapar, en esta coraza soy intocable, es mi oportunidad de huir sola y lo intento, pero parece que me comprimieran desde adentro, como si algo me exigiera y gritara en mi interior ¡No se te ocurra!

Estrellan un bate en la parte de atrás.

—¡Hoy no es un buen día! —apunto retrocediendo mientras me hacen alejarme del vehículo.

Le lanzan otro batazo al McLaren y tiro del gatillo cargándome a cuatro dándole inicio a la trifulca que me pone a soltar tiros contundentes en tanto el coronel apuñala a todo el que se le atraviesa alternando con disparos por parte de su arma. Esta gente no piensa, son zombis llevados por los alucinógenos.

De un momento a otro estoy lejos del coche lidiando con la manada de alimañas que acaban con mis proyectiles, no sale nada cuando tiro del gatillo y Christopher se atraviesa deteniendo el impacto cuando intentan darme con una tabla llena de clavos, los reflejos me llevan al suelo y aprovecho para sacarle la navaja que también carga en el tobillo.

Me incorporo rápido enterrando la hoja en el que intenta atacarlo por atrás y él vuelve a dejarme tras su espalda evitando cualquier tipo de lucha cuerpo a cuerpo.

Me entrega la Beretta a la cual le acabo el cargador, sigue saliendo gente no sé de adonde, la rabia aumenta «¡Joder!» Le meto un codazo a uno barriéndole los pies dándole con el maldito bate que deja caer en el suelo ¡Estoy hastiada! La adrenalina me hace girar estampándoselo a otro en la cabeza. Christopher me aparta una y otra vez cada vez que me quieren tocar y...

El estrés, la adrenalina, el olor a alcantarilla, la decadencia de los drogadictos me da nauseas mareándome en el acto. Una de mis rodillas toca el suelo y Christopher sigue a mi lado hasta que ya no siento a nadie.

No veo bien y él me levanta llevándome al vehículo al cual entro por el asiento del piloto apartando al perro. Los oídos me arden con el incesante pitido que me hace doler toda la cabeza.

Me recuesto en el asiento, que se me suba la tensión es uno de los signos de alarma que me recalcó la obstetra en mi condición de vulnerabilidad.

—Llévame al hospital —le digo cuando el mareo no cesa y el dolor de cabeza se torna insoportable.

Solo le falta volar en la carretera a la velocidad que lleva mientras me encojo en el asiento queriéndome arrancar los ojos. Creo que tenerlo cerca me altera aún más sabiendo las represalias que va a tomar.

Nos adentramos en la ciudad, la guardia no tarda en tomarle el paso y se pone a discutir con Alex por teléfono, cosa que no me interesa ya que lo único que deseo es hablar con mi doctora.

Llegamos al hospital, siento que me voy a desmayar, pero pese a eso aparto su cercanía cuando intenta tomarme y opto por el brazo de Iván que se apresura a socorrerme.

Como siempre no tengo que esperar, me toman los signos y proceden a estabilizarme logrando que el dolor de cabeza merme al igual que el malestar, ya que tengo la tensión por los cielos.

Dos horas donde nos mantenemos uno al lado del otro sin inmutar palabra. Desaparece por un momento cuando me pasan a la sala privada de espera. Me voy sintiendo mejor y él vuelve dejando comida en la silla que tengo al lado.

—Come —exige.

—¿Por qué no me dejas en paz? —le reclamo— Ocupa tu tiempo en tu nueva amante y ándate a joder a otro lado.

Me pone de pie encarándome con rabia.

—¿Qué te cuesta hacer algo bien? ¿Ah? —empieza—Te juro Rachel, que si tus malditas mierdas arruinan esto lo lamentarás cada maldito día de tu vida.

Los ojos le centellan presos de la ira y sigo temiendo a las medidas que va a tomar ya que involuciona a cada segundo.

—La doctora Ana está saliendo de un parto —nos avisan— Pero en cuatro minutos está con usted.

—Que la atienda otro médico—pide el coronel.

—¡No quiero que me atienda otro! —me opongo.

Mi obstetra tiene y entiende mi caso, otro empezará con la charlatanería de siempre. Se aleja a hablar por teléfono, la doctora Ana me llama en el pasillo, él no le pone atención y yo avanzo dejando que me lleven al consultorio.

—Teníamos control hace cuatro días —me reclama la doctora.

—Me lo hicieron en Phoenix.

Me quito la chaqueta mientras ella prepara todos los implementos junto con su asistente, respondo las preguntas de rutina y la puerta vuelve a abrirse dándole paso a Christopher. «Paciencia»

—Coronel Morgan ¿Cómo está? —se presenta la doctora— Mi nombre es Ana Salvador y soy la obstetra de sus bebés.

Asiente, no le doy importancia quitándome el piercing.

—¿Para qué haces eso? —me pregunta molesto y no le contesto.

No es su problema si me quito o no el piercing. La asistente le entrega mi chaqueta cuando la doctora me indica que me acueste.

—La tensión se está normalizando —informan— Parece ser que solo fue un alto nivel de adrenalina.

Suelto el aire.

—Bien, pero a estos dos pequeñuelos tenemos que monitorearlos en todo momento.

Alista las pantallas.

—Aunque eso no es problema para ti Rachel —bromea — Si por ti fuera, cargarías un monitor en el estómago.

Desapunto el pantalón subiendo la playera dejando que me echen el gel, cada que esto pasa siento que soy una niña la cual van a llevar a Disneyland. Extraño una mano para apretar cuando el Doppler toca mi abdomen moviéndose a través de mi vientre.

«Todo va a estar bien» Me convenzo nerviosa «Normal» Es la única palabra que aclaman mis oídos.

Aprieto las sábanas cuando no detecto sonido, pero la doctora sigue.

—Calma —susurra.

No hay sonido y Christopher empieza a tensarse.

—¿Qué pasa? —indaga.

La doctora prosigue y nada, siento que me voy quedando fría cuando arruga las cejas moviendo aquí y allá. 

—No hay latidos...

Christopher le da la espalda mientras mis latidos descienden al punto de entrar en colapso.

—Tranquila. Déjame cambiar el aparato, este tuvo fallas y...

—¡¿Qué espera para ir por el otro?! —trona el coronel.

La asistente corre y él apoya el brazo en la pared como si le costara mantenerse de pie, no puedo dejar de llorar, por más que me pidan que esté tranquila yo... A mi todo me sale mal y de seguro esto también...

—Rachel, por favor —la obstetra trata de calmar el ambiente, pero a ninguno de los dos nos importa eso.

«¡Lo arruiné!» «¡Soy una estúpida!» Con un enfermero conectan todo a la velocidad de la luz, me echan más gel me ponen el otro Doppler, Christopher vuelve a mi lado y... Oh, joder siento que revivo con la mejor entonación habida y por haber en este universo llamada el latido del corazón de mis hijos.

La loción del coronel avasalla mi olfato cuando se inclina apoyando la frente contra la mía, siento que tenemos un miedo en común y no sé si estoy oyendo su corazón o el de los mellizos. Me besa los labios dejando que me aferre a la manga de su chaqueta «¡No sé porque lloro tanto!»

—Todo esta bien —indica la doctora. 

Christopher se incorpora detallando la pantalla.

—¿Dónde están? —pregunta. 

La doctora señala la pantalla.

—Los embriones van bien —informa la obstetra — Uno está creciendo más rápido que el otro...

—¿De qué habla?

—Es el desarrollo de este —explica— Es más acelerado que el segundo, sin embargo, ambos están dentro de los parámetros en estándares de crecimiento.

Deja escapar un largo suspiro. 

—Debe ser un papá orgulloso ya que de por si sus hijos son un milagro y la mamita aquí presente está haciendo un excelente trabajo.

La doctora prosigue, le entregan la ecografía impresa la cual detalla antes de metérsela en la chaqueta. Sigue con el protocolo mientras yo me recupero del susto, en verdad siento que si los pierdo mi vida ya no tendría sentido.

Creo que la doctora nota la tensión al punto de decirle a la asistente que la acompañe por mis vitaminas. Él se pasa las manos por la cara mientras yo me incorporo acomodándome la ropa. Trata de acomodarme el collar, pero no lo dejo.

—Anoche me fui al comando después de dejar a Gema...

—No te estoy pidiendo explicaciones.

—Te las doy porque eres mi mujer y se me da la maldita gana de hacerlo...

—¿Ah? ¿Sí? Mujer a la que dejas tirada, no le contestas el teléfono y vives tratando como si no tuviera voz ni voto —confieso— Me siento como un maldito pedazo de carne a tú lado y es lo que no quieres entender.

—No es así.

—Es lo que me demuestras —le recrimino— Parece que Gema te importara más que yo y el que no te preocupe hacerme daño, solo me demuestras que ya no me amas...

—Pero si lo hago, podría decírtelo a cada segundo, pero si te fijas en la forma en que te miro, añoro y deseo ya deberías saberlo todo. Deducir que es tóxico, malo, sin embargo, nada de eso quita que te ame como lo hago —me suelta— Aunque eso sea una palabra demasiado pequeña y vacía para ti y para mí, lo hago todos los días.

Mi aliento se funde con el suyo cuando habla demasiado cerca de mis labios.

—Cada que respiro, cada que recuerdo que tres años no te bastaron para olvidarme y cada que tus ojos me gritan que para ti yo soy inigualable —continúa— Por muy animal o bestia en vez de matarme me das dos hijos y por eso me niego a dejarte. Porque a mí nadie me ama como me amas tú y yo nunca podré amar a alguien como te amo a ti.

Siento que mi caja torácica va a colapsar. 

—Lo único que me apetece es que los cuatro tengamos el puto mundo a los pies —desliza la mano por mí abdomen— Yo lo quiero todo, que vayas donde quieras y nadie te toque solo porque eres la mujer de Christopher Morgan.

—Pero ella...

—No es nada, de serlo te lo diría y no quiero hablar porque solo vas a buscar excusas para alejarte como siempre lo haces. Si no me impongo, jugarás conmigo como lo haces con todo el mundo y yo no soy todo el mundo —espeta— Lo nuestro es insano por el mero hecho de que no quiero detenerlo, por el contrario quiero que siga creciendo.

Sujeta mi cara, se centra en mis ojos y une sus labios con los míos besándome solo como él sabe, me abraza buscando mi lengua pegándome contra él, un beso largo, posesivo y no sé cual de los dos está reclamando al otro, pero paso las manos por su torso.

«Yo no quiero compartirlo con nadie»

—Si me quedo es porque me vas a tratar como me lo merezco, no me apetece conformarme con menos y quiero que te esmeres por hacerme feliz —lo centro— porque a partir de hoy quiero hacer lo que se me dé la gana y no voy a firmarle ningún documento a tu abogado.  

—Hay cosas que con o sin papel no vas a poder evitar. 

—Si, como tampoco vas a permitir que te deje o me aleje y por ende, es absurdo —dejo claro—Sabes que puedes tener todo el poder del mundo, pero sin mí nunca serás feliz ya que soy todo para ti, Christopher... 

Calla.

—Tú también eres todo para mí y te amo más que a mi misma —confieso— Y como ya te lo he dicho, han sido tantas cosas que deseo disfrutar de todos los putos privilegios que puedes darme y si no quieres ponerme como tu prioridad entonces no quiero nada. 

—¿Caprichosa?

—Si, ¿No te gusta?

Baja mi mano a su entrepierna antes de contestar: 

—Que me pongas así es la maldita respuesta que quieres.

Está duro y yo lo acaricio sobre el pantalón mordiéndole el mentón. No le voy a pedir que aparte a Gema ya que quiero que vea la brecha abismal que hay entre las dos. Vuelve a besarme tomándome del cabello mientras me sujeta con fuerza.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta.

—Lo que quiera —musito.

La doctora entra y él me da un último beso antes de bajarme de la camilla. La salida es rápida, me dan de alta y él firma los papeles mientras entro al baño.

Abordamos el McLaren y el perro está dormido atrás.

—Hodor es muy obediente —comento tomando la comida que hay en la guantera.

—¿Hodor? —inquiere.

—Si, su nombre es Pucki Hodor Morgan James —bromeo y me mira mal— ¿Qué? Fuiste tú el de la idea.

—No voy a vivir con ningún perro que tenga ese nombre —empieza— De hecho, no quiero ningún animal en la casa. 

—Ok. 

Abro la caja de comida, el olor a pollo frito me da más hambre y... Desvío la vista a la ventana tratando de contener la risa con lo que veo.

—¿Es en serio?

Tuerce los ojos fingiendo que le da igual y tomo el anillo de compromiso que yace en la caja de comida.

—¿Nos casamos o qué? —pregunta y me rio.

En verdad me causa mucha gracia el romanticismo de esta gente.

—¿Vas a ponerte bonito? —indago.

—No.

Se inclina a besarme.

—Estaré desnudo como en la isla y de malas al que no le guste.

Le acaricio los labios antes de volverlo a besar.

—Es nuestro segundo matrimonio —le digo.

—Septuagésimo amarre dirás.

Me coloca el anillo y arranca el motor llevándome a casa mientras me atiborro con el pollo, no me importa verme como una maldita camionera.

—¿Es que fuiste a Nigeria y no me di cuenta? —comenta.

—¡Cierra el pico!

Me lo trago todo limpiándome los dedos con la servilleta. Llego molida al edificio, saco el perro cargándolo en un brazo y sujetando la mano del coronel con la otra. Hay un maletín en el sofá. 

—Me veré con Alex en Gales —mira el reloj— Te veo una noche antes del amarre.

—No es chistoso.

—Para mí sí —me besa llevándome contra el acuario.

Trata de alejarse, pero lo vuelvo a besar una y otra vez tensándolo en el acto, lo toco donde me gusta dejando que deslice las manos por mi trasero, sube por mi espalda y va rompiendo la tela de la blusa remarcando la erección.

—Mi coronel, el helicóptero lo espera —avisa Make.

Desatarlo ahora no es bueno ya que si empieza no para.

—Ve —le doy un último beso.

—Dilo —susurra.

—Te amo.

Lo dejo ir, ya se le dañó el genio y...

—Christopher —lo llamo antes de que cruce el umbral—¿Cómo me encontraste?

Mira el collar y sacudo la cabeza «Tóxico maldito»

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

El comando me recibe a la mañana siguiente, la muerte de Liz está esperando la respuesta del comando y si Christopher no está me corresponde. Entro a la sala, los soldados están aglomerados y todos se concentran en mí cuando subo a la tarima posándome frente al atril rodeado de micrófonos.

La élite permanece a un lado y entre esos Gema que está destrozada en los brazos de Cristal con los ojos hinchados, aliso mi vestido negro y le hago frente a la situación.

—Perdimos a una colega a la que la vida no quiso darle una segunda oportunidad en el comando —empiezo— Obra de una de las tantas mafias que roba los sueños de un soldado que apoyaba nuestra campaña —continúo— Paz en tu tumba Lizbeth Molina y lamentamos que tu amiga candidata a viceministra no haya podido protegerte demostrando que como bien lo dijo mi prometido, el coronel y el candidato Christopher Morgan, con "Palabras bonitas no vamos a lograr nada"

Las fotos no paran y enderezo la espalda.

—La caridad es buena a ratos, no siempre. La caridad no evitó la muerte de Liz y no nos hará ganar batallas cuando los verdaderos monstruos aparezcan —espeto—Al Boss de la mafia rusa le doy las gracias por darnos esta enseñanza —respiro hondo—Pero bueno, bien se dice que la vida siempre nos trae cosas mejores y si, Lizbeth Molina partió y en su lugar hemos sido recompensados con el soldado ejemplar que ocupará su lugar.

Gauna se levanta con la medalla.

—Sargento Brenda franco —llamo a mi amiga— Me alegra que ocupe el puesto de mi amigo, colega y hermano. Me alegra que tengas el puesto de quien también murió en la lucha con la mafia y seas un ejemplo para el hijo de ambos.

Sube a la tarima dejando que le coloquen la medalla mientras todos la aplauden, amo la sonrisa que tiene en el rostro porque ella sí se lo merece.

—Como la prometida de uno de los candidatos manifiesto mi total compromiso a la hora de acabar con aquellos que roban nuestros sueños —concluyo— Me comprometo a engrandecer mi apellido para que quede en la historia como siempre lo quiso mi padre el ex general Rick James.

Termino y el público rompe en aplausos.


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Feliz cumpleaños, para Vane, Sole, Luna, Agustina, Bri,Chici, Ruth, Eliana, Mariela, Karen, Arely, Sara, Silvia, Melany, Osmely, Johana. Muchas bendiciones a ustedes y a todas las cumpleañeras que celebran un año más de vida. 

¡Ya casi 10M! No hace nada que en mi tesis de grado (Que fue sobre la novela) Coloque mi sueño era llegar a un 1M  y veía esas historias con esa cifra y me preguntaba lo chevere que se sentirían esos autores. 

Esto es gracias a ustedes chicas, yo siempre he dicho que mi talento no es escribir, es imaginar con pasión, solo plasmo lo que pasa en mi cabeza.

Un favor, dejen de hacer Spoiler que eso me quita mucho tiempo al estar borre que borre. En verdad es feo y no me coloquen "¿Para que entran a los comentarios?" Wattpad no es Wattpad sin los comentarios. 

¡Se viene el gran momento donde luciremos nuestros mejores trajes de gala! No siendo más.

Con amor.

Besitos.

Eva.






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