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CAPÍTULO 81


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Catarsis. 

Rachel.

Reparo a los centinelas que resguardan los muros de mi casa como si estuviera en alguna fortaleza. Sam está estudiando en mi escritorio y Emma yace en mi cama con el teléfono en la mano.

—Le dejé dos mensajes a Christopher y no me contesta —se queja Emma— Ni siquiera los ha leído ¿Siempre es así de descortés?

Me paseo por la alcoba aburrida, lo que cargo en el vientre es el único atisbo de felicidad que tengo por el momento.

—Ese señor no es Bratt que toleraba tus intensidades —la regaña Sam.

—¿Ese señor? —Emma arruga la cara— ¿Por qué le dices ese señor? No tiene 80 y es nuestro cuñado.

—Mamá no quiere que usemos términos familiares con ese sujeto, ya lo ha dejado claro más de cuatro veces —responde Sam.

Tomo asiento.

—Le voy a enviar uno de mis vídeos, a lo mejor conoce a alguien en el medio artístico que pueda impulsarme.

Le quito el aparato, mi hermana menor cree caerle bien a todo el mundo.

—Emma, a Christopher no le gusta que lo molesten —aclaro— Evita un desplante, por favor.

—No le gusta que lo molesten, no llama, no le agrada nuestra familia —empieza Sam — ¿Qué carajos haces con él?

—Si, cuéntanos como te enamoraste —me codea Emma — O como fue la primera vez.

—Normal.

Suelta a reír alcanzando una revista de la cajonera.

—Nada con ustedes es normal —se burla Emma— Que tu coronel, ex mejor amigo de tu novio, sea ahora tú prometido y creador de la profecía del anticristo que tienes en el vientre no tiene nada de normal... Empezando por esto.

Carraspea antes de abrir la revista.

—La teniente Rachel James estuvo perdida dos días en la selva con el coronel Christopher Morgan —engrosa la voz— Se dice que andaban desnudos desencadenando un enamoramiento estilo Jane y Tarzán.

Sam se voltea achicando los ojos.

—Ahí no dice eso.

—Claro que si —miente Emma — Atesoro esto porque desde ahí todos empezaron a creer que Rachel es el soldado modelo y yo como cadete debo ser su clon. 

Tira la revista. Emma me adora y aunque lo diga a modo de broma sé cómo son las cosas en la milicia donde se carga con el peso del apellido.

—La universidad me espera —se levanta Sam dándome un beso en la mejilla— La mejor estudiante no puede llegar tarde.

Emma tuerce los ojos.

—Ve, no vaya ser que mamá se decepcione o todo el jodido país.

Me acuesto a mirar el techo y Emma hace lo mismo recostando la cabeza en mi pecho.

—Oye, lamento mucho lo del comando —me disculpo— Sé que eres un buen cadete, pero...

Respira hondo.

—No te sientas mal, al igual lo único que faltaba era que me llamaran Rachel y me mandaran a operarme las tetas... —empieza— Todos los días me repiten lo mismo "Para igualar a tu hermana te falta mucho" "Rachel sí parece hija de Rick" "Tu hermana le dio otro golpe a la mafia"

—Emma...

—Deberías aprender de la súper agente Rachel James, de tu hermana la doctora o de tu madre la científica —sigue — Sé cómo tu hermana mayor que...

Le tomo la cara entre las manos.

—Ser yo es una completa mierda, así que no hagas caso a nada de lo que dicen.

—Si claro, por eso es que papá te presume con todo el mundo. Hasta tomó medidas extremas para que tu estés tranquila.

Mis padres decidieron que Emma debe tomarse un año lejos de la FEMF y tal decisión no le gustó, pero no le quedó más alternativa que resignarse ya que el comando estadounidense apoyó la noción sin darle derecho a refutar.

—¿Me odias? —pregunto.

—Claro que no —bufa— Mi estúpido corazón de pollo te adora como no tienes idea por el mero hecho de... Ser insuperable. 

Me besa.

—¿Tú me quieres? —indaga.

—Mucho —la abrazo.

—¿Inventamos pasos para mi rutina más tarde?

—Va.

Se levanta emocionada.

—Por eso eres mi hermana favorita —me tira un beso e Iván entra con mis vitaminas.

Alex es estricto con todo lo que compete al embarazo, les envió mi historial médico a mis padres y ahora tengo una dieta tres veces más estricta ya que Rick y Luciana entraron a la tortura llamada «Come sano»

Llevo dos días aquí y no he hablado con el coronel, según mi madre eso solo me estresa y en parte tiene razón estando tan sensible por el embarazo.

Él ya no es él, nosotros ya no somos nosotros, solo soy la ficha en un poderoso juego donde Christopher debe casarse y mis hijos no pueden ser unos bastardos.

—La señorita Cristal quiere ponerse en contacto con usted —avisa Iván.

—No quiero saber nada de Londres, ahora...

—Dice que es importante.

No es una de mis personas favoritas. Recibo el auricular de mala gana, la amargura y falta de sueño ya me tiene hastiada.

—¿Sí? —contesto.

—Rachel ¿Crees que la situación da para que te vayas de vacaciones? —me regaña— Leonel acaba de sobrepasar por dos puntos a Christopher y tu no has dado la cara todavía, ¿En qué estás pensando? ¿Dónde está tu compromiso con la campaña?

«Vida de mierda»

—En vez de ayudar lo empeoraste...

—¡Rachel ¿Qué haces?! —entra mi mama arrebatándome el auricular— Estas aquí para descansar, no para que te anden amargando la vida —mira mal a Iván— Mi hija no necesita que le roben la paz, ya te lo advertí.

—Solo esta cumpliendo con su trabajo —intervengo, pero no me deja hablar. 

—Fuera de la casa, con uno que se quede es suficiente —lo echa mamá— Rick puede encargarse de cuidar a su propia hija.

—Al coronel... —intenta refutar Iván.

—Esta no es la casa del coronel.

El escolta obedece de mala gana.

—Ven que hay alguien que quiere saludarte —mamá me lleva con ella y solo espero que no sea una de las Mitchells.

«Mis tías no toleran que se nos trate como accesorios o caras bonitas»

—El padre Joaquín trajo tu partida de bautismo —avisa— Viajó desde Washington.

Es el " Sacerdote de la familia" Le doy el debido saludo lamentando el que hiciera un viaje tan largo trayendo lo que no necesito.

—Que Dios te bendiga, hija.

—Gracias padre.

—Viajará a Londres para la ceremonia —demanda mi papá saliendo de la sala.

—¿Ceremonia? —increpo. 

—Si ceremonia. 

«No están al tanto de lo que pasa realmente con Christopher»

— Es que...

—¿Qué? —se molesta papá— Nos casó a tu madre y a mí, estoy de acuerdo con que lleve a cabo la ceremonia militar.

Trago el cúmulo de saliva que se arremolina en la garganta buscando las palabras adecuadas para...

—¿Por qué te pones pálida? —insiste papá— Eres hija de un general, él es hijo de un ministro aparte de que es un coronel destacado, así que por honor y tradición lo correcto es una ceremonia militar.

—¡Papá...!

—¡Te lo dije! —la voz de mi mamá trona en la sala— Se va a casar a escondidas como lo hizo con la loca esa que dejó ¿Es que ni la boda de tus sueños te mereces? ¿Te criamos para conformarte con simplezas? —enfurece alterándome los nervios— Se te ha dado todo y te estás conformando con nada y lo peor es que quieren hacernos creer que todo está bien sin ser así.

Empieza a discutir con mi papá logrando que la cabeza me palpite, el padre interviene pero empiezan con el tema de que me están usando para la candidatura.

Se desatan los nervios, la depresión y las ganas de salir corriendo.

—¡Es que aquí nadie quiere asimilar que se va a casar con un animal! —espeta mi mamá— Estoy harta de repetirlo y harta de fingir que debo aceptarlo.

Tyler me mira preocupado e intenta acercarse, pero le indico que no.

—Todo está bien ¿Vale? —intento razonar.

—Entonces, ¿Cuál es el problema con la ceremonia? —insiste papá— Si es algo que es tradición en ambas familias. Regina y Sara llevaron nupcias así.

Yo no soy Sara ni Regina y no hay argumentos coherentes para contradecir en este momento.

—Eres nuestra primogénita, de por si es difícil dejarte ir y no nos convence el que quieras hacer todo a escondidas como si te casaras por vergüenza o por el embarazo —papá me acaricia el hombro— No creo que seamos tan malos padres como para que quieras engañarnos.

Respiro hondo.

—Se va a casar por la candidatura y por el embarazo —sigue mi mamá— Admítelo ya y deja de tantas mentiras.

Sacudo la cabeza, prefieren morir a que me case por obligación y mucho más con el coronel. 

—Tengo que consultarlo con Christopher y ahora está en la campaña.

—¿Qué tiene que ver la campaña? —insiste mi mamá— Está perdiendo ¿Qué más da? Tu concéntrate en el embarazo y con tu papá estamos de acuerdo con que la boda sea después del nacimiento de los mellizos. Tienes que quedarte aquí tranquila mientras él vive su vida de porquería la cual a ninguno de nosotros le interesa.

Esté donde esté nunca estoy tranquila.

—Hablé con Gema y se está ocupando de todo —habla papá poniéndome a hervir la sangre— En Londres no te necesitan.

—¿Cómo que no? —refuta Emma rodeando a Tyler con el brazo— Si está perdiendo, lo ideal es que Rachel lo esté apoyando y esté planeando la boda a la cual yo quiero asistir...

—¿Te alegra la desgracia de tu hermana?

—Me alegre o no al igual se va a casar... 

—¡Cállate! —la regaña mi mamá— Tu hermana necesita paz y es lo que le vamos a dar.

Papá se mete la mano al bolsillo dándome un cheque.

—Si me llego a enterar que esto es forzado, te encierro en la habitación del pánico y no te dejo salir nunca más.

Lo abrazo alivianando el desespero por un par de segundos mientras Luciana se va a la cocina. 

—Esto es para que te tomes el tiempo de planear las cosas como tú quieres que sean...

—No es tu obligación darme dinero y ya te dije que la ceremonia está de más...

—Si no puedes tener la boda de tus sueños entonces manda todo a la basura, porque si te vas a casar infeliz, vivirás infeliz —vuelve abrazarme— ¿Qué, no merezco entregar a mi hija en el altar?

—Me puedes entregar a mi si quieres —dice Emma.

—A ti te voy a entregar a un convento.

Aleja a mi hermana de los brazos de Tyler que nos sigue al comedor.

— Tyler tu eres un buen ... Pe... Chico —le dice papá.

—Gracias señor.

—Ayer perdí mi billetera en el jardín del vecino, ¿Te molestaría ayudármela a buscar?

—Claro que no, señor.

Se va y no puedo creer que use ese truco todavía «No ha perdido nada, solo lo hace para fastidiar»

—Tyler no es un perro para estar buscando cosas —tomo asiento.

Mi madre pone la mesa con la empleada.

—Que salga a tomar aire, tanto encierro lo estresa.

—Sigues hablando como si fuera un perro —se queja Emma.

El padre nos acompaña y procuro no pensar en nada mirando el almuerzo que no me apetece.

—¿Puedo comer algo frito?

—No —contestan mis padres al tiempo— En el menú que se te estipuló es claro al decir que las grasas no son saludables.

—¿Menú que estipuló Alex?

—Y respalda uno de los nutricionistas de Hong Kong —aclara mi papá.

La tarde no tiene gran relevancia, mamá insiste en que me mantenga lejos de los teléfonos sacando a los escoltas afuera para que no se anden con "Jugarretas". Emma es quien me hace compañía ocupándonos de los caballos.

«Hablé con Gema y se está ocupando de todo» No era necesario saber eso. Los ojos me escuecen cuando me entra la estupidez, el que me mantenga al margen de todo no apaga la tristeza que surge cada que estamos lejos. 

Creo que me mantengo absorta en tonterías para obviar el hecho de extrañarlo. 

No al Christopher de ahora, el que me sacó de Londres, el que lidió con mi sobredosis y el que no le importó untarse de barro conmigo en la isla. Paso la peineta por el pelaje de la yegua. Ese Christopher ya no está.

Pasaron dos días y sigo lejos de todo. Comiendo lo que no quiero y sin llamadas por parte de él, ¿Al igual para que me va a llamar? De hecho, ni sé porque anhelo estupideces.  

Salgo a caminar con el padre Joaquín que sigue de visita, «Es un poco incómodo a veces ya que cada vez que veo un alzacuello me acuerdo del "padre Santiago"» Como también me acuerdo que uno de mis antojos es chupársela al padre de mis hijos.

Aprieto los bordes de mi playera cuando se me eriza la piel, el embarazo me tiene con la entrepierna húmeda todo el tiempo. Ya los días me están cobrando factura y el vacío se está volviendo más grande.

«Los mellizos son los que importan ahora» No hay espacio para los líos emocionales que se desencadenan con cuatro días sin Christopher.

En la noche acompaño a Emma a la práctica respaldada por los escoltas de mí papá.

—Ustedes síganlos desde lejos —le ordena mi mamá a la guardia de Dalton y desde mi punto noto el enojo.

No le doy protagonismo al asunto, solo dejo que las camionetas se desplieguen a lo largo de la ciudad con Emma aburrida a mi lado.

—Es por el bien de las dos —le digo— Acuérdate de lo que pasó en la pista callejera donde prácticas.

—Si tú estás bien puedo tolerarlo. Aunque...

—Emma —la corto y se ríe.

—Me alegra hacer cosas de hermana con mi mega hermana. Sam está estudiando todo el tiempo.

El patinadero está a veinte minutos de mi casa, Phoenix es pequeño y tranquilo comparado con Londres. Entramos al área que se ve mucho más grande sin público.

Emma patina desde los siete y ya se la conoce de memoria. Papá la reservó solo para nosotras.

—Amo ser el centro de atención —confiesa Emma— Pero en los entrenamientos evito el que vean como estrello el culo contra el hielo.

—Aseguren la zona y vigilen los alrededores —ordeno.

—Mi teniente...

—Di una orden —le refuto a Dalton— Asegura la zona y déjala practicar tranquila.

No quiero que mis cosas sigan afectando la vida de mi hermana. Acatan la demanda y tomo asiento en la tribuna mientras la menor de las James enciende la grabadora comenzando con el calentamiento que le da paso a la rutina que ha ido perfeccionando a lo largo de los años.

Emma denota inocencia, pese a tener casi 19 sigue pareciendo una muñeca de porcelana. Es la más menuda de las tres y por ello puede moverse como una pluma saltando sobre los patines que marcan el hielo.

Espero en la tribuna dejando que las horas pasen mientras mantengo las manos cerca de mi abdomen. Eso es lo único que hago ahora, dejar que las horas transcurran siendo consciente de que ya la felicidad no es un sitio, es una persona que con migajas desató un amor insano.

—¡Voy al baño! —le aviso a mi hermana y alza el pulgar.

Tomo el camino pasando por los paneles sensoriales que se encienden y apagan mientras avanzo por los pasillos llenos de vitrinas con trofeos.

El baño desierto me recibe, entro a la gaveta y me lavo las manos cuando salgo. El no dormir y comer a la fuerza se está reflejando en mi mal color. Me cuesta cerrar los ojos tranquila y creer que no me van a enterrar una aguja a traición o que alguien me va a atacar.

Acomodo las tiras del vestido pasándome las manos por el cuello queriendo mermar la calentura que me acompaña siempre. Respiro hondo con el escalofrío que me recorre la piel y mis ojos viajan a la puerta cuando me siento observada.

«El area esta asegurada» Me repito tratando de no entrar en pánico. Reviso que mi arma esté cargada antes de acercarme a la puerta, no quiero asustar a Emma así que la guardo saliendo con cautela. Cruzo el umbral rápido tomando el pasillo oscuro y...

—¿Cuántas veces me vas a dejar? —la pregunta impacta en mis sentidos acelerándome todo— ¿En qué momento tendré la prioridad que le das a otros?

Volteo despacio detallando al hombre recostado en la pared.

«Christopher» No sé porque me surgen las estúpidas ganas de llorar, trae una camisa blanca desencajada y el olor de la bebida me llega hasta acá.

—¿Qué te dije en Londres? —se acerca— Te pedí que no huyeras...

—No estoy huyendo...

—¡Sí lo haces! 

Lo veo demasiado mal, desencajado y como si llevaras dias en este estado. Reparo los nudillos reventados y las manos maltratadas.

—¿Hace cuanto no te alimentas? —pregunto. 

Mantiene la vista en el piso como si fuera un sacrificio mirarme. 

—Christopher... 

—No lo recuerdo. 

Acorto el espacio sintiendo el desespero que emana respirando rápido, se pasa las manos por la cara antes de dejarlas en mi cuello exudando tensión. No está bien, hace mucho que no lo está. La brecha que se abrió en el atentado de Alex no ha querido cerrarse, por el contrario, cada día la veo más grande.

Apoya la frente contra la mía y sujeto la tela de la camisa cuando pierde los dedos en el nacimiento de mi cabello apretando con fuerza «Esta ebrio» 

—Míos...

Me lleva contra su boca estampándome en la pared mientras que su lengua arremete con furia, el agarre es fuerte, bruto y vehemente lo que me hace sacar la pelvis por instinto.

El beso se extiende, su erección me maltrata y ninguno quiere darle tregua al otro con la candente llama que surge. De la nada me veo en el suelo cuando me tira viniéndose contra mí, mis muñecas tocan el piso en tanto su agarre me sujeta con demasiada fuerza.

Correspondo el beso sucumbiendo al inminente deseo carnal el cual rasga mi vestido dejando una brecha del cuello al ombligo, el empalme se siente demasiado duro refregándose cual animal necesitado, su lengua azota la mía, sus dedos me maltratan la piel y siento que se está perdiendo...

Está demasiado brusco, demasiado posesivo y tal cosa se ve reflejada cuando el peso de sus labios me abruma al punto de quitarme el paso del aire, de lograr que los brazos me duelan.

—Christopher espera...

Me separa las piernas y no me molesta el sexo rudo, pero con el embarazo no nos podemos desaforar de semejante manera. Él está cargado de rabia y tensión sexual. No deja de besarme, de estamparme las muñecas contra el piso sacando el instinto bestial que ni el mismo puede contener.

—Oye, mírame —suelto su boca— Estoy embarazada y...

—De mí —vuelve a tomarme con más fuerza— Mi derrame te preñó...

Rompe las bragas y mi cuerpo responde en una batalla de lo que nos apetece y lo correcto. Sí lo deseo, pero descontrolado es demasiado peligroso, me retuerzo bajo él e insiste, su fuerza sobre pasa la mía y soy ágil a la hora de zafarme. Me levanto, trata de alcanzarme, pero logro dejarlo de rodillas rodeándole el cuello con el brazo.

—Tienes que calmarte —musito y su fuerza recae sobre mi brazo— Tienes que encerrar ese animal y ser tú de nuevo... El Christopher que amo.

—No —trata de derribarme, pero hago acopio de toda mi fuerza. 

El agarre sigue siendo fuerte, su sudor me empapa el pecho y juro que puedo oír los latidos desbocados que emite su corazón.

—Te odio tanto —confiesa cargado de rabia— Y él que estés atada a mi es el castigo que te espera por cobarde, por joderme...

Aprieto los ojos dejando que las lágrimas se deslicen por mi rostro «He aquí a mi verdugo número uno» Las cadenas de la bestia tirando, pero que no ansío matar porque lo amo y es el padre de mis hijos.

Sigue agitado y deslizo la mano libre por su pecho desfundando el pene duro que esconden los vaqueros, en mi estado crítico me "Liberaba" Con droga, Christopher lo hace con sexo. Sexo que no le puedo dar en este modo, pero debo alivianar la carga de alguna manera para que ponga los pies en la tierra.

La dureza me hace cosquillear la palma de la mano y poco a poco voy aflojando el agarre alrededor del cuello, me cuesta cerrar los dedos en el miembro remarcado, pero aún así, lo masajeo despacio mientras sujeta mi muñeca.

Voy sacudiendo, acelerando, masturbándolo con destreza, escondiendo la cara en su cuello. Lidiando con las ganas que me invaden al tenerlo así, siendo un par de íncubos cargados de toxicidad, las venas se le remarcan y el miembro crece más agitándole el pecho.

Mi mano marca un ritmo constante a lo largo del agrandado falo el cual el grosor lo hace dificil de manejar. Minutos que lo ponen a jadear. Mueve la manzana de Adán pasando saliva, la punta se hincha y continúo besándole el cuello hasta que el derrame se esparce a chorros. La respiración no se le regula de un todo y lo único que hace es ponerse de pie fijando los ojos en el vestido roto mientras yo sigo en el piso.

—Tápate, maldita sea —se aleja dándome la espalda.

Apoya la cabeza en la pared y si las cosas estaban tensas, ahora más. No hay algo más incómodo de explicar que cosas que se hacen en medio del desenfreno.

—Tápate —reitera.

Abotono la camisola que cargo ocultando la abertura mientras él sigue de espalda, capto el reflejo de Emma en el pasillo.

—Rachel ¿Esta todo bien? —pregunta.

—Si.

Mi hermana empieza acercarse.

—Hola Christopher ¿Cómo estas?

Calla y ella busca la manera de entrar en confianza. 

—Tomó de más —explico haciéndola retroceder. 

—Entiendo ¿Nos vamos?

Make aparece pasos atrás reparando mi aspecto. Emma no es de enfocarse en los detalles, pero la alta guardia sí ya que le debe rendir informe a Alex todo el tiempo.

—Adelántese al vehículo teniente James —pide el escolta.

Espero a que salga, pero mira a todos lados menos a mí.

—La seguimos a su casa —Make mete a Christopher a la camioneta atrevesandose para que no haga lo mismo— Vaya con los otros escoltas yo me encargo. 

Asiento con un ardor en la garganta y por suerte Emma se enfoca en su teléfono sin hacer preguntas.

—Mi teniente, antes de llegar a casa quería informarle que su madre no nos permitió pasarle las llamadas del coronel —avisa Iván.

—¿Que llamadas?

—Las que restringió, para que tuviera paz. 

Eso explica el porqué de estar aquí, quieren darme paz, pero termino con ideas suicidas.

—Tienes razón —me dice Emma— Es un lío ser tú. 

La camioneta da la vuelta subiendo la pequeña colina que lleva a mi casa, mi hermana es la primera en bajar y mis padres ya me están esperando en la puerta.

—Cerdo igual que tu padre y todo tu maldito apellido —empieza mi mamá cuando Christopher baja y ruego a Dios que calle evitando la batalla campal.

Make lo sujeta del brazo y él no es más que un tempano de hielo mientras lo llevan a la propiedad James.

—¡¿Quién te dijo que eras bienvenido aquí?!

—Es mi pareja y si él no es bienvenido, entonces yo tampoco —aclaro— No puedes evadir sus visitas así como evades sus llamadas.

Le dan paso y Make se deja guiar por la empleada que lo lleva escalera arriba.

—Quieras o no vas a verle la cara —le digo a mi mamá— Porque es el papá de tus nietos y ya dejo claro que es un derecho que no se va a dejar quitar. 

—Cuánta decepción Rachel —me encara— Eres mi hija, pero me defrauda el que no tenga los ovarios de enfrentarte a esto tu sola . Yo he luchado durante años...

—No compares nuestras luchas. Tú te enfrentaste a cientos de machistas cargados de estereotipos que solo te veían como una cara bonita —aclaro— Pero no te condenaron a una droga dos veces, no eres el foco de los clanes mafiosos más importantes del mundo y no tienes una guerra contigo misma luchando por no saber cómo hacer feliz a todo el mundo.

Aparto las lágrimas que me tocan las mejillas.

—Siempre me ha dolido decepcionarte, pero tienes que entender que no soy perfecta y mi falla acaba de subir esas escaleras —señalo.

—Tu papá puede cuidarte, nosotros...

—Él no lo va a dejar y lo mejor es que asimiles que me he enamorado del malo y que debo cargar con los daños colaterales de eso —declaro— Resignémonos todos...

—Las cosas no son así, Rachel —habla mi papá— Tú sabes que soy capaz de todo por ustedes.

Mi madre no contiene el llanto y prefiere irse mientras que yo me acerco a Rick James besándole la mejilla.

—Ya lo sé, no tienes que demostrármelo, solo deja que afronte mi problema.. 

Busco la escalera cansada y...

—Dormirá en la habitación de huéspedes —aclara mi papá y Emma suelta a reír— Y si vas a entrar a su alcoba deja la puerta abierta.

Iván enarca una ceja mirándome el vientre.

—Tengo edad suficiente...—alego.

—Si, pero esta es mi casa y no voy a dormir sabiendo que mi hija está siendo follada a metros de mi alcoba —sigue logrando que me den nauseas— Puedes estar embarazada, haber hecho cuanta cochinada...

—¿Tu no haces cochinadas con mamá? —lo molesta Emma.

Abre la boca para hablar.

—Por favor, cállate —lo interrumpo— Ya de por sí el primer tema es perturbador.

—Si es perturbador oírlo, supone lo que es imaginarlo.

Subo la escalera rápido y el coronel permanece sentado en el borde de la cama, destila voltaje, pero su actitud es la cima del Everest. Fría, lejos y distante.

La tela de la camisa se le pega a la piel llena de sudor. Siento que soy una tortura y por ende prefiero devolverme dejándolo solo.

Cierro la puerta tomando un baño antes de meterme a la cama, tengo la piel erizada desde que lo vi y mi mente no deja de recopilar todo. El beso, su necesidad, su dependencia y la maldición que para mí antes era absurda, ahora empieza a tener sentido.

¿Cuál es la solución a todo esto? Matarlo. No, la muerte de Christopher conlleva la mía.

¿Me corto la cara destruyendo todo lo que atrae?

El detalle es que ya nada me sorprende. Hace tres años supe que era el villano en mi vida, cuando volví lo comprobé y ahora estoy viviendo las consecuencias de mis malas decisiones.

Esto me lo labré yo al no ser razonable, al dejarme llevar por la lascivia y no por el amor sano que me ofrecieron otros.

Cierro los ojos sin poder conciliar el sueño. Si, es mi escudo como Alex con Sara, pero ese mismo escudo tiene dagas adentro las cuales me apuntan y se me entierran en la piel cada que lo sostengo.

Resiste golpes, pero cada impacto que recibe me abre la piel en el proceso de protegerme y mi masoquismo es tan alto que prefiero ese corte y no el impacto que me dará el mundo si lo suelto.

Las horas pasan, el ruido merma y yo me mantengo con el cerebro en el limbo cerrando los ojos, captando todo lo que me rodea, hasta el sonido de la puerta que se abre despacio.


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Christopher

Pierdo la vista en la ventana captando los gritos de Luciana regañando a su hija menor.

—¡Emma es medio día y hay que alimentar a los potros! —reclama.

Rick James está cargando bultos de comida en el establo a la par con sus otros empleados mientras que la otra hermana de Rachel rastrilla el jardín apilando las hojas que cayeron. Este tipo de cosas nunca se ve en una propiedad Morgan, básicamente porque en mi apellido no se respira tranquilidad ni ánimos de servirle a nadie.

Esto es uno de los motivos por el cual los Morgan deben criarse con gente tal cual ellos, ya que las personas con su misma genética no pasaría por alto lo que se cierne sobre la rama que tiene Luciana encima. 

Hay gente que pese a vivir horrores cree que el mundo no es lo suficiente malo. «Los James» Sus intromisiones me estorban, afectan y retrasan y por ellos voy a aniquilar ese problema ya mismo.

Meto las balas en el cargador y me tapo los ojos con los lentes oscuros, una mirada dice muchas cosas en especial cuando eres más bestia que hombre. 

 Rick deja su tarea a medias cuando la empleada grita su nombre.

—Mi coronel —avisa Make— Su visita llegó.

Guardo el arma, bajando seguido de mis escoltas. Tres Lotus Espitrit modelo 90 se toman la entrada dándole paso a los sujetos que salen reparando todo.

Los soldados se ponen alerta cuando me encuentro con ellos en el jardín y Luciana palidece con la presencia Death Blood quien sobresale entre los hombres que lo acompañan. Dos metros de músculo cargados de testosterona y cicatrices, con brazos que parecen piernas y con una espalda que se asemeja a una pared.

Traen a dos personas encañonadas. Rick trata de poner a salvo a sus hijas, pero estas a duras penas dan un par de pasos. Bajo los dos escalones tocando el césped y Death curva los labios sonriendo. 

—¡Legión! —saluda logrando que Rick me aniquile con los ojos.

Obviamente es problema para un general destacado que un criminal como Death Blood toque su casa y no cualquier criminal, el cabecilla del Mortal Cage en Norteamérica. Le doy la mano dejando que me abrace, no por formalismo, es porque la cara de los James lo vale.

—Mis suegros —presento— Rick y Luciana James.

—Death Blood —el asesino se acerca cubriéndolos con su sombra, toma la mano de Rick que está quieto y besa a Luciana que parece estar en shock.

—Muy bonita su casa, señora —aluda— Supongo que esas bellezas son sus hijas.

Sam se esconde tras la espalda de Dalton y Emma sí le da la mano como si fuera lo más normal del mundo.

—Qué heavy tus tatuajes —le dice.

—Representan a los enfermos que me violaron y maté.

Enciendo un cigarro inhalando y soltando el humo que merma un 0.1% de la ansiedad. Nadie esta cómodo, pero me vale tres quintales de mierda.  

—Trae esa basura aquí —pido y Rick trata de proteger a sus mujeres, pero ellas se niegan a dejarlo.

Los hombres se abren paso poniendo de rodillas a las dos personas que traen encañonadas. Los Halcones negros se le escabullen a la FEMF, pero para su desgracia, yo lo que no logro como coronel lo logro como el criminal hijo de puta que soy.

Desfundo el arma y Rachel aparece pálida.  

—Christopher —habla y la ignoro— ¿Que mierda haces? 

No la miro ya que las cosas empeoran cada vez que lo hago. Luciana empieza a temblar cuando le clavo el arma en la frente a uno de los arrodillados.

—¡Por favor Christopher no vayas a...! —mi dedo aprieta el gatillo y todos retroceden con el disparo.

Rick debe sujetar a Luciana para que no desfallezca y fijo el cañón en el otro que yace de rodillas. Alza los ojos dándome una mejor vista de los rasgos palestinos que cargan la mayoría de su grupo.

—Tienes quince segundos para desaparecer de mi vista o la siguiente bala quedará en tu cráneo —advierto— Si lo logras, avísale a Ali Mahala que Halcon negro que vea en Phoenix, Halcon que le mando por pedazos.

Le doy otra calada al cigarro.

—Phoenix es mío como Londres y como la mujer que Antoni se cree con derecho a manipular.

No me baja la mirada, los hombres le abren paso y este se pone de pie con el cañón en la frente

—Uno —empiezo y da la vuelta— Dos...Tres.

Corre hasta que las piernas no le dan más mientras yo sigo contando, a los once segundos escala la reja cayendo del otro lado corriendo de nuevo evadiendo la bala que hago centellar en el hierro. 

Desvío el arma al cuervo que sigue en la rama soltando el tiro que lo vuelve pedazos.

—Tráiganlo —los escoltas van por él trayéndolo de un ala mientras todos permanecen en silencio reparando la sangre que se extiende a lo largo del césped.

Lo sujeto buscando el ojo mecánico que carga. «Micro cámaras» puestas en animales adiestrados que te muestran panoramas sin levantar sospechas.

—Tengo que venir a darme cuenta de que la mafia te vigila en tu propia casa Rick —le suelto— ¿Esa es la paz que presumes? —lo encaro— ¿Es lo que te hace creer que eres mejor que yo cuando de tu hija se trata?

Calla empuñando la mano de Luciana que habla... 

—Lárgate... Cerdo. 

—Cállate —la corto. 

—Tenía un trato con Alex.

—Informarme cuando le propusiste matrimonio al ministro—inquiero. 

Dejo caer el animal limpiándome la mano en la camisa que trae mientras los hombres de Death recogen el cadáver.

—A mi nadie se me compara, Rick —dejo claro— Ni tú, ni Alex ni nadie y no hagas que te dé una muestra de todos los alcances que tengo. 

Suelto el cigarro, Luciana esta que se revienta y Dalton tuvo que ir a sentar a la hermana de Rachel. 

—Vamos a ver que excusa me vas a sacar a la hora de decirme que Antoni te "Obliga" —le susurro a Rachel cuando paso por su lado.

Death me sigue y lo llevo al vestíbulo echándole mano a la licorera. El asesino recibe el trago que le doy.

—Que Ilenko se entere de esto —pido dándole un sorbo a mi Vodka.

«Ese es otro hijo de puta que detesto»

—Ilenko siempre se entera de todo —responde— ¿Quieres que organicemos una pelea esta noche?

Sacudo la cabeza, tengo que devolverme a Londres. Rick llega con su primogénita y Death se apresura a servirle un trago el cual duda en recibir.

Los James son 100% ley.

—Recíbelo y brindemos por el gran descubrimiento, Rachel cuéntale con detalle todo lo que ha pasado y así nos ahorramos las sorpresas futuras —enciendo otro cigarro— A lo mejor, Luciana cae en cuenta de las consecuencias que conlleva ser un estorbo.

Volteo a verla, tiene el cabello suelto luciendo un overol de falda con un top sin mangas el cual me da jaqueca de inmediato. Aparto la cara con el azote que ataca en los lugares equivocados.

El saber que mis derrames la preñaron me acalora aumentando las ganas de querer montarla todo el tiempo «Dos Morgan en el vientre de mi mujer» De por sí tenerla me eleva el ego y el que ahora sea la madre de mis hijos me descontrola aún más.

—No sabía que Antoni te manipulaba con nosotros —le reclama Rick.

—¿Ah, no? —pregunto— ¿Tampoco sabes que prometió irse con él cuando salga? O mejor, cuéntale como te abofeteó, así como te abofeteó Bratt...

—Ya cállate —pide ella.

Su padre la mira cargado de decepción, el mismo tipo de mirada que veo en Alex todo el tiempo.

—Nos vamos en la tarde —concluyo y ella se va— Y las nupcias o como lo quieran llamar, ya tiene fecha la cual sera en un par de dias. 

Rick recibe el trago de Death.

—¿En qué momento te convertiste en esto? —pregunta.

—Cuando Sara me parió y ya dejen de meterse donde nadie les pidió opinión y hagan algo que sirva —contesto— A menos que quieras ver a tu hija cumpliéndole promesas a Antoni y a tus nietos vilmente masacrados porque eso es lo que va a pasar.

—No te mato solo porque eres el hijo de Alex —amenaza. 

—Oh, gracias. Sabía que ser hijo del ministro algún día sería útil —espeto con sarcasmo.

—El almuerzo está servido —avisa la empleada.

—Death sigue a la mesa.

—Gracias, nunca creí que comería con un general —palmea el hombro de Rick.

Rick tarda en aparecer con Rachel que llega con los ojos llorosos. El almuerzo está mucho más tenso que la cena de Londres y Luciana aprieta el tenedor cuando tomo asiento en la cabeza de la mesa con Death a mi izquierda.

Sus hijas ponen los platos mientras yo procuro ignorar a la mujer que tengo a la derecha.

—Buenas tardes —llega un sacerdote y Death se levanta a darle la mano.

—Padre, la bendición por favor.

—Que Dios te bendiga, hijo.

«Está más loco que Antoni» 

—La cabalgata fue muy provechosa —continúa el sacerdote— Pero llegué hambriento.

Se fija en mí en busca de que alguien diga algo.

—Padre, él es mi prometido Christopher Morgan —habla Rachel.

Recibo el apretón de manos de mala gana lidiando con el silencio absoluto que se forma mientras medio pruebo comida, Rachel mueve los alimentos con cara de asco y yo me concentro en los correos que me envió mi abogado.

—Christopher ¿Cierto? —increpa el padre— No sé si te informaron, pero necesitaré un par de documentos tuyos para la ceremonia...

—Eh... No hemos hablado de eso todavía —se mete Rachel— Yo lo pongo al tanto de lo que se requiera.

—¿Por qué no lo hablamos ya? —indaga Rick— ¿Para qué le damos vueltas si ya hay fecha? 

—Papá, ya dije que yo me encargo —se molesta Rachel— Me diste el cheque y ya tuvimos esta conversación.

—Ok, solo espero no tener que volver a llevar el rifle...

Death se despide mientras Rachel sube a empacar con sus hermanas, esta visita deja en claro que con los James ya no me pueden seguir cogiendo los cojones.

El Mortal Cage tiene gente en todos lados y este lugar no será la excepción. «Dos grupos delictivos no cabe en el mismo sitio» Y de por si ya Ali me gano una partida con Damon Mascherano. 

Espero en la camioneta, Luciana se encerró y los únicos que están despidiendo a Rachel son el sacerdote, Rick y sus hermanas.

—Buen viaje —Emma se acerca a despedirse de Tyler y abre mi puerta estampándome un beso en la mejilla— Te había dejado un mensaje, pero entiendo que tu ocupada agenda no te permita leer muy a menudo.

Baja la voz alargando el tema como si me interesara.

—Pero es que en el móvil que me robaron habían, ya sabes... Conversaciones comprometedoras —me dice— Nada que se llevará a cabo, sin embargo, papá en la paranoia de Rachel anda controlando todo y...

—Primero que todo dime porque carajos me estas hablando.

—No seas patán es solo un favor el cual tu jerarquía facilita —explica—No quiero problemas con  mis padres, ya es un sacrificio estar encerrada...

Se queda a la espera de una respuesta. 

—No prometo nada —contesto los mensajes mi abogado. 

—Pero que sin mi papá se entere ¿Cierto?

Bajo el teléfono, me está quitando tiempo.

—¿Para qué quiero que Rick se entere de tus obscenidades?

—Bien, voy a confiar en ti, ¿Puedo darte un abrazo?

—No.

Tuerce los ojos, trata de irse, pero...

—¿Seguro que papá no se va a enterar? —insiste y respiro hondo.

—No.

Asiente dando la vuelta...

—De pronto Luciana —digo y se detiene tratando de alegar— ¡Largo!

—Ya veo porque todos te odian, puto.

Abraza a su hermana mientras Tyler sube la maleta al vehículo. La camioneta se llena de perfume Channel desenfocándome del móvil de inmediato. No tengo descontrol, el descontrol me tiene a mí y todo lo que surge me lo demuestra. 

Tiene un labial rosa y el cabello mal recogido.

—No era necesario que mataras gente frente a los ojos de mi madre —reclama— Ella y Sam detestan las armas...

—¿Para qué maquillar que te vas a casar con un criminal? —concentro los ojos en la ventana.

—Sabía yo que todo era para intimidar.

Las horas dentro del Jet no son más que una completa tortura que me obliga a tomar el mando de la aeronave. Ella se encierra y agradezco que lo haga ya que mis "Liberaciones no duran mucho y cada vez que me encierro empeoro"

Llego a casa con dolor de cabeza. El perro de Rachel empieza a ladrar y ella lo toma llevándoselo a la alcoba.

—¡No quiero ese animal aquí! —espeto desesperado por los ladridos. 

Ver el montón de trabajo que me espera en el estudio me pone peor. No me he podido concentrar ya que las pendejadas de Luciana no hicieron más que hacerme perder el control. 

Tomo asiento frente al escritorio de mi despacho ignorando la llamada de Andres.

—¡Rachel! —la llamo abriendo el Macbook.

No hay tiempo para estar consintiendo perros. 

—¿Qué demanda, mi coronel? —pregunta como si estuviéramos en el comando, sigo sin querer mirarla y la insolencia me molesta. 

—Necesito una secretaria —indico— También hay que contratar empleados para la casa. Es decisión tuya si Miranda sigue o no...

—Es su empleada, no la mía.

Le extiendo las hojas obviando lo que acabó de decir.

—Son los gastos que hay que pagar mes a mes y las cuentas en el extranjero que debes supervisar, hazlo tú, yo no tengo tiempo para eso —continúo— También ponte al tanto de lo que te compete en el menor tiempo posible.

Recoge todo.

—Estando la fecha del matrimonio estipulada, doy por hecho que con eso no habrá contratiempos.

—Te dije que mis amigas me ayudarían y Cristal ya tuvo que haberles avisado.

Vuelvo la vista al MacBook y ella se queda inmóvil como si le estuviera dando ordenes. 

—¿Qué me iba a decir el sacerdote?

—Nada —sigue recogiendo.

Me jode que actúe como si nada de lo mío tuviera importancia.

—¿Necesita algo más coronel? —pregunta.

—Señora, su plato esta listo —avisa Miranda y ella tuerce los ojos.

—Ya voy.

—¿Comerá aquí? —indaga la empleada. 

Sacudo la cabeza

Me ocupo de mis asuntos dejando que Gema me ayude a adelantar todo desde las oficinas del comando. Que me sobrepasaran a este punto de la campaña es crítico por muy mínima que sea la diferencia.

No podemos empatar y mi diferencia de resultado tiene que ser de un 20% para no ir a una segunda vuelta de votación. Tal cosa toma meses alargando esta mierda que ya me tiene harto.

Gema envía todo lo que tiene planeado y por mi parte logro acabar todo el trabajo atrasado. Apago todo tomando un trago antes de irme a la cama queriendo mermar este maldito desespero. 

«Tengo que dormir, aunque sea una maldita vez» Estando ellos aquí se supone que debe ser más llevadero. El calor que me recorre dice todo lo contrario.

Busco la alcoba soltándome el reloj y ella ya está ahí desmaquillándose frente al tocador.

—Acabé de terminar —avisa — Los documentos están en la mesita.

Trago grueso con las sensaciones que me recorren.

«Es la misma de siempre» 

«No» Se le están ensanchando las caderas y tiene el cabello más abundante, al punto que es una cortina de hebras negras que le cubre toda la espalda.

La ropa me fastidia cuando la polla empieza a dolerme ya que saberlo está trayendo más consecuencia de las que creí. Suelto el arma y la idea de dormir ha sido reemplazada con una rutina de puños al saco de boxeo.

Empiezo a quitarme la ropa mientras ella se levanta en lencería mostrándome como las bragas le marcan el culo. Las manos me cosquillean cuando la punta del miembro se me humedece.

Saca un metro y un marcador del cajón midiéndose el abdomen frente al espejo de cuerpo completo antes de anotar en el papel que pegó en la puerta del closet.

No lo hace con el mismo ánimo con el que sacó el metro.

—¿Todo está bien?

Pregunto restándole importancia y se vuelve hacia mí con los ojos cargados de ilusión «Joder» es imposible no reparar la tela transparente del sostén. Destapa el marcador con la boca.

—El padre de mis hijos hizo una pregunta no llena de veneno —se devuelve al papel y le detengo el impulso sujetándole la muñeca— Tengo que anotarlo...

—¿El qué dijiste? —esto será un lío si omite el poder que tienen sus palabras ahora.

—El padre de mis hijos —reitera mirándome a los ojos— Usted, coronel Morgan.

Su mano toca mi tórax humectándose los labios cuando ejerzo más fuerza.

—¿Te molesta? —sigue bajando— ¿Te molesta saber que me preñaste con esto?

Toca por encima del bóxer logrando que mis demonios se asomen en la brecha, luchando por salir al mismo tiempo. La traigo contra mi pecho mientras saca el miembro húmedo que quiere llenarle el canal.

—No, no me molesta que le paras dos hijos a la bestia —sujeto su cuello y ella toca mis labios con la lengua besándome en tanto mis manos la pegan contra mí magreandole el culo.

«Mios» Es la única orden que demanda mi cerebro, el miembro me duele con el desespero de tenerla. Mis oídos ignoran el jadeo que emite su garganta cuando me aferro a su cuello marcándola con fervor.

—Tienes a mis hijos —los jadeos salen llenos de posesión— Hijos que son el fruto del hambre que te tengo.

El paso del aire se me dificulta con el sabor de sus labios contra los míos, con el aura que nos envuelve ahora y con el instinto dominante que grita y la aclama como mi hembra. La sed me avasalla la garganta de una forma angustiante, mi falo está ardiendo y el glande no para de empaparse desesperado por hacer erupción.

Separo nuestros labios detallando la boca enrojecida y la tomo por el cuello mordiéndola, tratando de controlar el huracán que está a nada de absorberme.

La mano libre viaja a su coño apretándolo con fuerza cuando pierdo el sentido de todo, mi oído se apagan, mi entorno se evapora y mi pecho es un incesante motor, soy un animal y ella es mi presa favorita. Las bragas se vuelven nada en mi mano, mi lengua recorre la piel de su nuca mientras una capa de sudor me cubre toda la piel.

Con un leve salto sus piernas me envuelven y mi impulso la lleva atrás hundiéndome en su sexo, sujeto su cuello arremetiendo con fuerza viéndome no sé a donde, pero mis ojos no captan nada que no sea tenerla adentro y el placer que me genera el hundirme con violencia. 

—Christopher... —mi nombre se oye lejos, el mareo no me deja razonar, mis manos marcan su piel y de un momento a otro todo se apaga cuando siento el líquido caliente el cual se siente como un ácido.

«Sangre» 

════ ⋆★⋆ ════

¡Hemos vuelto!

Un feliz cumpleaños para 

Maria Luisa, Min Yoongi, Paola, Jessica, Angeles, Cinthya, Saucdy, Camy, Yajexu, Sandy, Reyna, Neisi, Arequipe, Lizbeth, Angie, Dani.

Que Dios las bendiga y cumplan mil más. 

Nos vemos pronto.

Un beso.

Con amor.

Eva. 


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