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CAPITULO 72

Shhh, sumisa.

Al día siguiente.

Gema.

Detengo el auto frente al edificio de Christopher, mi abogada esta al teléfono y Liz me tiene al borde con tanta quejadera.

—Dejas que me trate como una pila de estiércol y nunca haces nada. Y te digo una cosa. Los maridos van y vienen, pero las amigas quedan.

—Christopher es así con todo el mundo, Liz. No le caes y punto, fin del asunto.

—O sea que cuando  se casen dejaras de ser mi amiga —se molesta — Gracias por lo que me toca.

—Si no me importaras no te hubiese pedido que vinieras conmigo —nos encaminamos a la recepción — Él tiene que aprender a tolerarte y tú a comportarte.

Christopher la detesta, pero en parte Liz tiene razón. No la puedo hacer un lado y el coronel tiene el deber de asumirlo. Abordamos el ascensor con la abogada que revisa los documentos. Andres Dávila, el abogado de Christopher no cito aquí con el fin de pactar acuerdos antes de anunciar el compromiso y Liz será mi testigo.

Es como una negociación y me siento como cuando Anastasia se reunía con Christian.

—¿Como anda todo? —saludo a los escoltas enfocándome en mi chico favorito— Tyler, lamento lo de Laurens.

—Descuide —contesta algo apagado.

Liz entra conmigo y Miranda está preparando el desayuno mientras Christopher revisa su IPad en la mesa, esta con Sara y su abogado. Es raro no verlo listo, tiene pinta de recién bañado, pero opto por un look deportivo con sudadera.

—Tesoro ¿Cómo te sientes? —le doy un beso en la mejilla— Te veo mucho mejor.

No me contesta, esta tan concentrado que no le pone atención a Liz y agradezco al cielo por eso. Mi amiga toma asiento junto con la abogada y rodeo la mesa dándole un beso a Sara no sin antes darle un apretón de mano al abogado.

—No alarguemos el asunto, estamos aquí para pactar las condiciones de Christopher —me extiende una hoja — Lee, firma, tu amiga y tu abogada están como testigo, así que no quiero líos como con Sabrina Lewis.

—Oye no me ofendas, yo tengo mi propio dinero y no planeo quitarle nada a nadie.

—Son demandas de mi cliente —mira a Christopher que sigue concentrado en la pantalla — No es nada personal.

Leo todo con Liz y mi abogada, el acuerdo es claro al decir que cada uno conserva lo suyo al momento de la separación, nada de partir cosas a la mitad si, uno le quiere darle algo al otro es cuestión de cada quien.

—¿Por qué un pacto? Si estas tan enamorado como para casarte cual es el problema en compartir tus bienes —comenta Liz.

—La fortuna de los Morgan no se compara con la de Gema —aclara el abogado.

—¿Sara tu firmaste capitulaciones? —insiste Liz— ¿Y no mientas? Porque para mí que solo estas siendo egoísta, Christopher... Estas podrido en dinero.

El coronel no se molesta en mirarla y no para de fruncirle el cejo a la pantalla que tiene enfrente.

—No me voy a meter en eso ¿Vale? —Sara se pone de pie— Yo solo vine a entregarle el depósito que estipulo mi padre para Christopher en cada cumpleaños.

Le da un beso a su hijo antes de levantarse y Miranda empieza a servir el desayuno.

—Le estás dando más dinero y aun así tienes el descaro de pactar capitulaciones... Que hijo de puta.

—¿En qué mundo vives? —pregunta el abogado— Cariño este es el diario vivir de los matrimonios con dinero.

—Bien —habla mi abogada — Sin embargo, me tome la molestia de pedir una cláusula de fidelidad. Si el señor Morgan comete adulterio tendrá que ceder un 40% de sus bienes.

Christopher esta tan concentrado en lo que hace que ni atención pone, Andrés lo codea y el coronel levanta la mano molesto alegando que está en algo importante.

—Chris —le digo y no me mira.

—Mi soldado recogerá el armamento —Rachel aparece en la sala hablando por el auricular— También necesito un técnico el cual me asegure y garantice que no habrá ningún tipo de falla en los sistemas de seguridad.

Luce un deportivo de falda corta y camiseta escueta ombliguera la cual deja ver la joya que tiene en el ombligo, un bofetón a la autoestima de cualquiera que deja mi tenedor a medias al detallarle las piernas torneadas, el abdomen plano y el cabello que luce largo aun estando recogido.

—¿Que demanda mi teniente? —pregunta Dalton cuando ella cuelga.

—Necesito que la unidad 4 y 6 se vayan con Alex —ordena— La 3 con Regina. La 1 y la 5 se queda con nosotros, hay que estar preparados para el traslado al comando.

—Como ordene —le dedica el debido saludo— Permiso para retirarme.

—Concedido —se viene al comedor y Liz rueda los ojos — Christopher.

El coronel baja el aparato enfocándose en la mujer que se acerca apoyando la mano en el espaldar de su silla mientras que con la otra busca no sé qué en la pantalla que tiene en la mano.

—Llegó el armamento suizo y te mande a diseñar una CZ SP-01 enfocándome en el estilo que usas con la ventaja de que esta, es más liviana —informa — Una belleza entre armas de alto calibre...

Le da un mordisco a la tostada que Christopher tiene en el plato despertando mi molestia, por este tipo de cosas es que no me cae a veces.

—Perdón, tengo mucha hambre —se tapa la boca para que no la vea masticar — El arma te la entregan hoy.

—A mí me gusta a mi arma —espeta él.

—Lo sé, pero esta es un complemento, no te estoy diciendo que dejes de usar la que tienes.

Sigue moviendo los dedos en la pantalla.

—Me di cuenta que del sector cuatro en adelante son unos usureros.

—¿Usureros? —se ofende él.

—Se llevan las mejores armas y no sabía que tenía tantas opciones de escoger—se queja — Vi el catálogo y me sentí como un niño en una juguetería y siéndote sincera caí en cuenta que fui vilmente estafada.

—Desayuna y luego lo discutimos —contesta él — Y quítate ese aparato del oído que pareces un puto robot con esa mierda conectada todo el tiempo.

Toma asiento cumpliendo la orden y Liz no disimula la mala cara obligándome a darle un puntapié.

—Coño, pero pon a esa zorra en su sitio —me susurra Liz.

Pero yo para peleas no estoy.

—Rachel él es Andrés Dávila —presento al sujeto ya que Christopher no lo hace y se me hace de mal gusto— Es el abogado de Christopher.

—Ya lo conozco —toma los cubiertos.

—Arresto injustificado si mal no recuerdo —el moreno achina los ojos.

—Tal cual —confirma ella reparando el desayuno— Miranda no quiero ser una hija de perra, pero ¿Podrías sacarme los huevos? No me apetece y prefiero fruta.

La empleada se acerca por el plato.

—Cuanto capricho el de la niña —comenta Liz— Como que te mimaron demasiado en el proceso de "rehabilitación"

—Siempre me han mimado —contesta airosa— Mis padres, mis amigas, mi novio, Stefan...

—Sera que puedo comer sin que estén cotorreando —se molesta Christopher.

—No empieces —le acaricio la mano dejando ver el anillo que me dio Cristal — Somos mujeres, es obvio que vamos hablar todo el tiempo.

Tonta no soy, Rachel puede ser muy bella, muy inteligente y muy futura capitana, pero yo no estoy atrás ya que el avance de esta candidatura es gracias a mí. A todo el esfuerzo que he puesto, al cariño que me he ganado y la inspiración que soy para otras mujeres, ella no me amedranta ni hace sentir menos por muy aguerrida que sea.

—Mi teniente —se acerca Dalton — Me permite un segundo, por favor.

—Espérame en el gimnasio —Rachel se bebe el jugo con un solo sorbo — Que su día sea provechoso.

Se va y la empleada recoge los platos mientras los abogados retoman el tema de las cláusulas. Releo todo evocando todo lo que hable con mi abogada anoche, ya me asesoro por ende sé cómo proceder.

—Firma —Andrés me extiende la pluma.

—Lo haré si Christopher acepta la cláusula de fidelidad.

Liz me aprieta la rodilla dándome apoyo.

—¿Clausula de fidelidad? —contesta el coronel — ¿Es que acaso no confías en mí?

Busca mis ojos.

—Si no tenemos el pilar de la confianza, para que carajos estamos juntos.

—No es eso y lo sabes.

—¿Entonces qué es? Yo confió en ti y por ello no pacte ninguna cláusula de adulterio.

Aparto la vista, mirándolo a los ojos no puedo pensar bien.

—Señor Morgan esto es un pacto al cual ya le habíamos dado varias vueltas —informa mi abogada — Mi cliente ya tiene bases que le hicieron aceptarlo, así que le ruego respetar su decisión.

Christopher se levanta ofreciéndome la mano para que haga lo mismo.

—No voy a firmar ese acuerdo, porque no me gusta que me condicionen —me da un toquecito en la nariz — Si vamos a empezar con la desconfianza no vamos a prosperar nunca. Yo me siento totalmente satisfecho y créeme que no tengo ninguna necesidad de buscar mujeres en la calle.

Toma mi rostro entre sus manos obligándome a que lo miré a los ojos, a veces se me olvida que este hombre fue criado por mi madre, que es el mismo con que jugué de pequeña y es el mismo que me vio a mi como su mejor opción a la hora de empezar esta etapa.

—Confía en mí, todo va a salir bien —me susurra.

—No sé, es que... —me pone en duda, a mí tampoco me gusta que me pongan en tela de juicio — Hay cosas que...

—Me conoces desde que somos críos siento, que no estoy hablando con mi Gema.

Mi Gema. El pecho se me acelera al oír ese término bonito.

—La campaña es lo más importante, recuérdalo.

—No me vas a fallar ¿Cierto? —le pregunto — Ni a romperme el corazón.

Guarda un mechón de cabello tras mi oreja.

—Claro que no —me sonríe — Yo tengo todo calculado, todo planeado, nada de lo mío tiene fallas.

El enamoramiento me toma hasta la última neurona.

—Abogada, cancele las cláusulas que Gema ya pensó bien las cosas.

—Pero... —se opone Liz.

—Ya lo oyó abogada —corto el alegato de mi amiga — No habrá pautas que destruyan los pilares de nuestra confianza.

Le rodeo la cintura con los brazos.

—¿Y tú? También vas a romper tus clausulas.

—¿Cómo no puedes entender mis clausulas? —frunce el cejo — Sabes que tuve una mala experiencia con Sabrina.

—Pero yo no soy Sabrina.

—No, sin embargo, es algo que mi familia estipulo después de eso —me apena que lo traumaran de semejante manera— Al igual de que te preocupas si sabes que no llegaremos a esos extremos.

—Cierto —recuesto la cabeza sobre su pecho— ¿Me lo prometes?

—Si

Me lleva a la mesa dándome los documentos de Andrés, estampo mi firma y le lleno la cara de besos al hombre que no me suelta. ¡Lo amo en modo cariñoso!

— Oye, no he conseguido una nueva secretaria y necesito que alguien se ocupe de los quehaceres de Laurens ya que no me gusta tener trabajo atrasado.

— Yo te ayudo, con Liz me encargare de tener todo listo para tu reunión con los mandatarios —es la oportunidad perfecta para que deja tanto odio hacia mi amiga — Estamos para darnos apoyo.

—Todo está en mi despacho, hay que hacer una presentación, organizar mi itinerario, sellar órdenes y un montón de cosas más. Hazlo ya, sin errores, ni sandeces.

—¿Y qué harás tú?

—Ejercicio —se va.

Es un mandón, pero lo amo


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Rachel.

Dalton sostiene el saco de lona mientras le arrojo puños y patadas analizando la información que me suelta, información que me pone los pelos de punta con solo sopesarlo.

—¿Hablaste directamente con él? —pregunto.

—No mi teniente, me contacto el psicólogo de Irons Wall —aclara— El preso Antoni Mascherano exige reunirse urgentemente con usted.

Arrojo los últimos puños antes de soltar el saco. Ver a Antoni es lo último que quiero y mi principal motivo es el hecho de que cada que lo pienso se me remueven las entrañas.

—Llamarán al medio día. No me lo está preguntando, pero el psicólogo insistió con que el preso la necesitaba con carácter urgente.

—¿Qué tipo de cita pidió?

—En recinto privado.

—No me apetece y asunto cerrado, esa es la respuesta que vas a dar cuando te llamen.

A mi Antoni me aterra en todos los sentidos, ahora que entiendo lo peligroso que puedes ser cuando te enamoras de la persona equivocada.

Vuelvo al saco arrojándole puños. Él tiene un enamoramiento enfermizo por mí y yo tengo un enamoramiento enfermizo por Christopher y ahora que recién lo asumo noto lo violento que pueden llegar hacer los amores peligrosos.

—¿Se siente bien? —me pregunta Dalton.

—No —soy sincera.

Ver a los abogados y a Gema me amargo la mañana, sencillamente fue un bofetón el cual me obliga a aceptar las cosas SE VA A CASAR y sé que no puedo hacer nada contra eso.

La prensa espera el anuncio y semanas después la boda. Gema no es Sabrina, aunque la deteste ha hecho un buen trabajo, ha puesto de su parte y Christopher está en deuda con ella en muchos sentidos.

—¡Detesto a esa rata ¿Sabes! —confieso.

—¿A Antoni?

—A ese también —sigo pateando el saco, el cansancio me toma y termino con la frente enterrada en la lona — Creo que es más miedo que odio, caer en sus manos sabiendo lo cruel que puede ser si se lo propone.

—Eso no va a pasar.

—Solo su muerte me lo garantiza...

—Supongo que por eso apoya la candidatura del coronel, ganando puede disponer de la vida de los presos como ya lo dijo —me dice — Pueda que esto no sea de mi incumbencia, pero tengo la duda del porque no haberlo hecho antes, por lo que he visto el hijo del ministro es muy impulsivo y tengo entendido que Antoni es uno de sus principales enemigos.

—La ley no se lo permite, no puede matar un preso "Indefenso"

Suelto los guantes, no puedo quedarme de brazos cruzados con todo lo que hay que hacer.

—Encárgate del traslado al comando —le ordeno a Dalton — Yo hare trabajo investigativo, así que mantenme informada de las novedades que se digan en la reunión, siempre debo saberlo todo ¿Entendido?

—Sí mi teniente.

—Retírate.

Enciendo el estéreo buscando una distracción que me serene. Las noticias de Antoni nunca son buenas, falta poco para lo que tal vez sea el peor día de mi puta existencia y por más que quiera aceptarlo mi cabeza se rehúsa.

Ubico la pantalla que me muestra los alrededores del edificio y el interior de la casa en el centro de la escaladora. La voz de Eminem llena el espacio y empiezo a trotar convenciéndome de que todo estará bien, si sé cómo sobrellevarlo no tengo nada que temer.

Desvió la vista cuando encienden la trotadora que tengo al lado, el coronel se deshace de la sudadera quedándose con una mera camisilla antes de subir a la máquina. Inexpresivo como siempre, me pregunto si no le afectan las amenazas que le siguen lanzando, así como me pregunto si Gema sigue siendo la protagonista de sus pesadillas.

Algo me atraviesa el pecho. Cualquier atisbo de cariño, preocupación o apego me comprime por dentro.

Gema no es una mala persona, Gema puede ganarse el corazón de cualquiera por mucho que me cueste reconocerlo. Empiezo a sudar llenándome de rabia cuando empiezan los escenarios, los celos sopesando las declaraciones que ha dado en las entrevistas "Sueño con hijos" "Un matrimonio feliz"

¡No lo acepto, joder! Estoy siendo egoísta, pero si el matrimonio me apuñala un hijo me mata porque yo no puedo tenerlos y entre parejas esos es un vínculo que no se rompe nunca.

Veo el reflejo de Liz en el ventanal, recostada contra el umbral de brazos cruzados.

Esta perra como que no tiene vida. No deja de mirarnos, ninguno de los dice nada y se termina aburriendo yéndose al despacho con su amiga.

En la pantalla veo a Marie regando las plantas del balcón de la sala, a Miranda en la cocina y a Gema dándole carpetas a Liz. Christopher apaga la maquina a mi lado tomando el mando del estéreo e inundando el gimnasio con su gusto musical.

—Ayúdame con los abdominales —me pide.

—Estas golpeado y no puedes hacer ejercicio.

—Te di una orden, más no te pregunte.

Detengo el trote y se saca la camisilla poniéndose en posición. Acomodo la pantalla para no perder de vista la casa y me abro de piernas sobre sus rodillas. Me vale que no esté bien, quiero así y punto.

—¿Cuento los abdominales, coronel?

No hay vista más perfecta que la de este hombre sudando y con el torso descubierto.

—Yo lo hago.

Poso los ojos en la pantalla dando un repaso, baja empezando la serie y mis labios chocan con los suyos cuando volteo.

—Uno —cuenta.

Vuelve al piso impulsándose de nuevo.

—Dos —me estampa otro beso — ...Tres.

Roza mi nariz con la suya antes de subir y bajar con el mismo método que al décimo cuarto beso me obliga a tomarlo de la nuca alargando el momento que acaba con la mirada de ambos en la pantalla.

Vuelve a besarme tocando mi cuerpo como si fuera suyo y yo lo abrazo como si inconscientemente mi cerebro buscará la manera de reafirmar que es solo mío. Mi subconsciente insiste en que esto es efímero y no hago más que recordar las palabras de Gema "Sueño con hijos" "Un matrimonio feliz"

Suelto sus labios al saborear el amargo sabor de la decepción, rechazo el próximo beso, pero insiste apoyando las manos en mi espalda llevándome contra él.

—Solo he sido yo ¿Cierto? —mi aliento se funde con el suyo — Yo no estoy dispuesta a compartir tu amor con nadie, Christopher y si la tocaste cuando yo no estaba...

—Te lo diría, yo hago y digo las cosas de frente.

Emana tanta seguridad y firmeza.

—Es solo estrategia, debes entender que yo estoy dispuesto a todo por esto...

—¿Y si ese todo significa perderme?

Me aparta poniéndose de pie.

—No me amenaces ni te me impongas...

—Tengo una promesa conmigo misma y es no dejar que nadie me lastime —le digo — Y en estos momentos no quiero que...

—¿Qué? —me reta —¿Qué vas hacer? ¿Irte?

Dispara la rabia.

—Si no soy el centro de tu mundo, entonces prefiero no ser nada y puedes tenerme cerca, de frente —le suelto — Pero soy libre de hacer lo que se me dé la gana. No voy a quedarme llorando en el piso, no voy a vivir bajo tu sombra y voy a buscar todo lo que me haga feliz, todo lo que me divierta y haga sentir viva.

Se queda en silencio.

—Así que dime ¿Lo soy? —no me contesta — Me juzgas y juzgas alegando que prefiero a otros y no te das cuenta que eres tú el que me obliga hacerlo...

—No juegues con fuego...

Acabo con el espacio que nos separa.

—Tarde, ya encendí la hoguera, coronel.

Lo dejo en el gimnasio y obviamente el orgullo no le da para seguirme, alisto todo preparándome para salir y Dalton me avisa que tiene todo en regla. La prensa está a la expectativa con la reunión de hoy, ya que, aunque el consejo apoye a Leonel hay grandes contactos de afuera que hacen la diferencia como los presidentes de los países que son potencia en el mundo, los generales más reconocidos de la FEMF y los cabecillas de entidades como la DEA, DAS, INTERPOL, Fuerza área, cuerpo policial y de más...

Hoy se sabe que bando van a tomar, si le son fiel al ministro o al consejo, como también se sabe qué respuesta dará Christopher frente a las amenazas ¿Se retira? ¿Cambias los planes? ¿Se acoge a las reglas?

Doy las órdenes finales antes de salir y llamo a Paolo para que nos veamos, me pide que lo recoja en la estación del tren y paso por él de camino a mi casa.

—Traje todo lo que creí útil.

Bota una colilla de cigarro antes de subir al auto abrazando la caja que carga.

—Bien —arranco otra vez.

Mi móvil se enciende en la guantera con la llamada de un numero privado.

—¿Sí? —contesto.

—teniente James, buen día —hablan al otro lado — Le hablamos del centro penitenciario Irons Walls, queremos confirmar la cita que tiene con el reo 109768 de nombre Antoni Mascherano.

Se me atasca la saliva en la garganta.

—No tengo ninguna cita con Antoni Mascherano.

—¿Es un error? Él me acaba de informar que vendrá a verlo en la tarde.

—Pues le informó mal —cuelgo.

Paolo no comenta nada y medio abro la ventanilla para que salga el olor a nicotina que se carga. Reconozco el auto de Paul a las afueras de mi edificio y termino encontrándomelo en la sala de mi casa.

Para ninguno de los dos es un secreto que no nos llevamos y el mal gesto que hace me lo reitera, Stefan sale de la cocina secándose las manos.

—Ángel, que alegría —me da un abrazo y Paul baja su limonada recogiendo los papeles que tiene en la mesa.

—Buen día —saluda Paolo sin soltar la caja.

Le pido que se siente y me es imposible ignorar el sello de la carpeta del amigo de Stefan. AI. (Asuntos internos)

—¿Sigues en la investigación de los candidatos? —pregunto.

Apila las carpetas.

—Fue algo que me ordenaron y debía concluir con o sin usted...

Concentra la vista en la noticia que transmiten directamente desde la central, Christopher está entrando al comando al igual que los altos mandatarios.

Relucen las limusinas con las banderillas de Alemania, USA y Japón.

—Lo mejor es que me vaya —se levanta Paul.

—El almuerzo no está todavía —le dice Stefan.

—Tengo trabajo que hacer y necesito espacio—aclaro — Espero y no te ofenda...

—Para nada, al igual me iba ir de todas formas.

Se va y Stefan extiende la mano presentándose con Paolo, al soldado le favorecieron los meses, está más robusto y por lo que alcancé a oír está siendo una pieza fundamental en el ejército de Bratt.

—Traje todo lo que Eliot tenía en su oficina —informa Paolo sacando lo que hay en la caja — Anoche logré conseguir varios datos relevantes.

Tomo asiento. 

—Phillippe Mascherano tiene entre 20 y 25 años, no hay fotos de él ya que hasta hace poco tomó control de la mafia y antes se movía de forma clandestina —explica— Siempre se mantuvo al margen por los nexos que tiene en la FEMF.

—En Londres no lleva mucho —secunda Stefan — Estuve en el interrogatorio de Maricarmen e informó que las reuniones en la ciudad empezaron hace poco.

—¿Dio pistas?

—No, el día que iba a confesar la atacaron en la celda y al no estar tan untada se le envió a casa por cárcel —dice Stefan.

—¿Y?

—Se negó a seguir colaborando.

—Antoni y Phillippe rompieron contacto. Phillippe está a cargo del puesto de líder y su prima Dalila se hace llamar la dama de la mafia ahora —informa Paolo— Los Halcones negros están siendo cazados como animales... Dalila exhibe las cabezas que cortan cada que encuentran uno.

Esa hija de puta está más loca que Isabel. Me muestra las noticias referentes al tráfico de droga.

—Se ofreció una recompensa, millones de dólares para quien mate al coronel y su perra —me muestra las fotos — Hay una promesa sobre la mesa de la mafia y es matarlos a ambos. Los mafiosos tienen sed de sangre y poder.

Me muestra más fotos.

—Estos son los soviéticos fueron los encargados del atentado junto con los rusos —señala la imagen — Los tres hombres que ve aquí son los que están haciendo el papel de perros de caza ya que están dispuestos a todo por la recompensa.

—¿Por qué la FEMF no está al tanto de todo esto? —me levanto con dolor de cabeza.

—Ya no se sabe quién es quién, la información nos llega a medias y alterada —aclara Stefan— Hasta que no gane alguien no se puede hacer nada; Intervienen en el sistema, se roba información y no se tiene nada contundente.

—Como ya lo sabe la pirámide es un eslabón organizado por la mafia la cual involucran a familias delictivas poderosas, los Mascherano y los Romanov son los originarios y el plan es tener un gobernante que haga caso omiso a sus actividades delictivas —informa Paolo— Para ello se liaron con un miembro de la FEMF ya que para la candidatura se tiene muy en cuenta el apellido.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Tengo buenos nexos que Elliot me presento por eso cobramos tan caro, porque nuestra información es de primera.

Me pasa otra carpeta.

—Esto no me dice nada, Leonel y Kazuki son de apellidos de renombre.

—Exacto, este plan es de años, teniente. Braulio Mascherano ya sabía lo que quería y por ello infiltró a su hijo menor.

Me pasare años buscando si no tengo un rostro, rebusco en la caja encontrándome con un paquete de imágenes. Son fotos de Antoni, Dalila, Alejandro, Isabel... Todas marcadas con el nombre atrás.

Hay de Lucían y el otro niño.

—¿Dónde esta Damon? ¿Sigue a cargo de su tío?

—En las cloacas rusas, lo están entrenando para ser un asesino.

Bajo la foto cuando se me comprime el estómago.

—Es un niño —esa criatura no tiene la culpa de los errores de su padre— ¿Cuántos años tiene?

—3/4, no estoy muy seguro.

—Ayúdame a encontrarlo, no me importa si tengo que pagar más.

—Ángel no tienes los medios para eso.

—Todavía me queda este apartamento... Es un niño y estoy harta de ver la maldición de la mafia en gente inocente.

Sigo moviendo fotos encontrándome la imagen de un personaje que no había visto antes, una niña limpiando mesas en un jardín. Volteo la foto buscando el nombre y...

—¿Naomi Santoro? —los recuerdos de su madre llegan enseguida. Es la hija de Fiorella, la niña que quería encontrar estando en cautiverio.

Evoco las puñaladas de Isabel cuando la mató a sangre fría y la foto que guarde de ella de bebé pero que me fue brutalmente arrancada.

—¿Dónde está ahora? —pregunto-

—Es la doncella de Dalila Mascherano.

Que doncella ni que mierdas, esa maldita loca ha de estar torturándola quien sabe de qué forma. Reparo la foto del niño otra vez y no sé ni que me da. Tiene casi la misma edad de Harry.

—¿En qué cloacas puede estar Damon? —me desespero — ¿La niña de la foto está en Londres?

—Del niño no sé nada, la doncella de Fiorella si la he visto varias veces en el club, supongo que debe estar en la mansión Mascherano.

—¿Sabes dónde está la mansión?

Sacude la cabeza.

—Ángel —Stefan toma una de las fotos de la mesa.

Mis ojos viajan a ella inmovilizándome la lengua y los latidos.

—Esa se tomó hace tres meses en el Óculos.

Lo malo no son las cabezas empaladas, lo malo es la joya que reposa en la vitrina como si se exhibiera en algún museo. La Jadeíta.

Suelto la imagen yéndome directo a la caja fuerte de mi alcoba con dedos temblorosos introduzco la clave y...

—¡Hijos de la gran puta mierda!

No está, por más que muevo lo que hay no está, ni la joya ni el sobre que tenía guardado. La cabeza me palpita cuando mi pulso desciende.

—¡Dios! —me pongo de pie con las manos en la cabeza.

—Te juro que yo no fui...

—¿Quién vino? —inquiero con rabia — Días antes de recaer la jadeíta estaba ahí al igual que el sobre.

—Paul se quedó varias noches, Alan vino varias veces, Luisa, Brenda, Derek, Lucas —me dice —Maricarmen cuando la dejaron bajo mi cuidado, Parker, los soldados que se turnaron conmigo... Ángel no sé... Hubieron días que no vine porque tuve que quedarme en la central...

Lo atropello yéndome al estudio, tengo un circuito de cámaras que casi nunca uso, pero ahora tiene que servir. Entro a mi laptop buscando el programa y solo me aparece un montón de líneas de colores.

—¿Hay algo?

—¿Tienes idea de lo mucho que nos va a joder esto? —increpo — La información de los sobres es delicada y ni hablar de la jadeíta, esa cosa es como una corona.

—La vitrina está en el Óculos, la tomaron ahí ya que es como una muestra de poder, pero nunca pensé que se la hayan robado a usted.

Trato de tomar aire por la boca procurando que me llegue oxígeno al cerebro.

—¿Qué hago? —me pregunta Stefan —¿Cómo te ayudo?

Calma, calma, calma ¡NO ME VAN A JODER!

Muevo los dedos en el teclado entrando a la plataforma de la FEMF, busco la base de datos de los soldados y filtro entre los que tienen de 20 a 25 señalando los escuadrones más cercanos. El sistema me arroja 62 caras y todas las mando a imprimir.

—Me vas a llevar ya mismo donde Maricarmen —le ordeno a Stefan — Le voy a sacar el nombre así tenga que torturarla con un cortaúñas.

Recojo las hojas.

—Eliot debe tener una copia de lo que me dio, necesito que la busques —le pido a Paolo — Revisa todos los ordenadores, apáñatelas para reconstruir todo si es necesario, pero necesito esos documentos.

Busco mi mochila. me detengo frente al televisor con la noticia de la prensa.

—Casos internos debe tener las manos metidas en esto y antes de que saque algo a la luz, debo tener las pruebas que los contradicen —el hombre me sigue — Cuánto tiempo necesitas.

—Dos o tres días, si no hallo nada debo recopilar la información.

Nos detenemos frente a la noticia que anuncia la prensa.

"La FEMF se enfrenta a una etapa electoral única en los últimos tiempos ya que los altos cabecillas que están fuera del consejo han decidido apoyar la campaña de Christopher Morgan, ahora la pregunta es: ¿Qué respuesta dará el coronel ante las amenazas y el atentado? ¿Negociara un cese al fuego? ¿O se comprometerá a seguir las reglas?

Bajo con Stefan y Paolo, dejo al detective en la estación del tren y con Stefan nos enrumbamos a la casa de Maricarmen. Vive en un barrio estrato medio, estacionamos y no hallamos respuesta a la hora de tocar.

—Tiene prohibido salir —vuelve a golpear Stefan — En la mañana revisamos la ubicación y estaba aquí en casa.

Se me acaba la paciencia y termino abriendo a punta de patadas, energía gastada en nada porque no hallo una puta mierda.

El apartamento apesta a comida descompuesta, los muebles están volcados enterraron un tiro en el televisor y no hay más que un perro con el collar de reo.

Stefan se apresura a revisar y yo ni pierdo tiempo, no estoy lidiando con principiantes, aquí hay que cortar la cabeza o seguiré dando vueltas.

—Nada —me avisa Stefan pegándose al teléfono.

Me quedo sentada en el sofá buscando opciones y esperanzas. Tengo que encontrar a Phillippe cueste lo que me cueste, con ese fuera del camino puedo ir por Ilenko y fin del asunto.

Oprimo el botón del auricular cuando el sistema me avisa que Dalton quiere ponerse en contacto conmigo.

—Mi teniente —habla — Acabamos de salir de una junta donde el coronel acaba de darle respuesta a las amenazas de la mafia.

—¿Y? —me pongo en pie.

—La respuesta es un contraataque, al club óculos a las cloacas inglesas y la mansión Mascherano. El capitán Parker acabo de entregar la ubicación —avisa — La orden es derrumbar todo con explosivos y al que se oponga se le dará de baja enseguida.

¡Mierda!

—¿Christopher estará en el operativo?

—No mi teniente, el capitán Parker se hará cargo.

—Sigue con el bloque llegare un poco tarde —salgo disparada al auto con Stefan atrás.

Saco el móvil llamando a Alan apañándomelas para que me de la dirección, si Parker la tiene él también. Me la da sin tanta voltereta justo cuando saco el vehículo a la circunvalar.

—Necesito encontrar a Naomi Santoro.

Esa niña no solo es un pase directo a Phillippe, es la hija de Fiorella y no merece morir de una forma tan cruel. Me muevo lo más rápido que puedo, las coordenadas me llevan a las afueras de la ciudad y tardo cuarenta minutos ubicándome en el maldito laberinto, veo la luz al final del túnel y me toca desviar el auto cuando veo las tanquetas de la FEMF.

Cuando Christopher dice fuego, es fuego Empiezo a correr colina arriba.

La mansión se ve a lo lejos al igual que el sonido de los disparos. Lo que no saben los que yacen dentro es que los soldados no vinieron a jugar a las pistolitas, ellos vinieron arrojar granadas.

Meto los pies en el canal de agua que se me atraviesa y sigo corriendo como una maldita loca, la primera explosión me obliga a tirarme al suelo. Las llamas se alzan en la casa y vuelvo a levantarme, el hidrógeno pesa en el aire y tal cosa me va quitando fuerza a medida que me acerco.

Los soldados están cazando a los que lograron salir y varias personas se despliegan saliendo de los jardines.

—Ángel allá —Stefan me señala a las personas que huyen de los tiros la mayoría luce el uniforme de la servidumbre y entre ellos hay una sola niña.

El aire pesado hace estrago en mis pulmones cuando el asma me cobra factura con la presencia de los gases de los explosivos, pero aun así emprendo la persecución montaña abajo.

Las balas zumban derribando a varios mientras Stefan y yo hacemos lo posible por no ganarnos una bala, la pequeña sigue corriendo y nos vamos alejando del caos.

—¡Naomi! —necesito saber si es ella— ¡Naomi!

Voltea un segundo antes de seguir corriendo, pero las piernas le fallan y termina rodando colina abajo quedando al pie del lago. Me deslizo en la hierba llegando antes de que se levante.

—¡No me haga daño! —se pone de rodillas alzando las manos — ¡Por favor, no me lastime!

Habla en italiano

— No te voy hacer daño —contesto en su idioma natal— Vengo ayudarte.

—Piedad —aprieta los ojos y miro a Stefan para que la levante.

Guardamos las armas y le doy tiempo para que abra los ojos por si sola.

—Me llamo Rachel y él es mi compañero Stefan somos de la rama judicial —me presento agitada— Ya no corres peligro.

El asma me está jodiendo y me cuesta hablar. La chica intenta zafarse y sin tanto preámbulo le pido a Stefan que la alce y lleve al auto antes de que me dé un verdadero ataque.

El camino al auto se me hace eterno y debo tomarme un tiempo en el volante antes de arrancar, la hija de Fiorella no para de llorar suplicando que la deje ir. No sé quién está más mal, ella o yo que siento que cada vez me cuesta más respirar. Tengo que sujetarme de las paredes del ascensor cuando llegamos a mi edificio.

—Resiste un poco más —el soldado corre a mi alcoba trayéndome el inhalador al cual me aferro como si mi vida dependiera de ello.

Esto solo demuestra que no sé es el mismo de antes, por muy bien que me sienta hay cosas las cuales me demuestran que el HACOC no me dejó con la misma resistencia, toda la mierda que inhale en el club tuvo que joderme las vías respiratorias.

—Naomi —tomo asiento frente a la niña que se abraza así misma con la cara empapada— Ya dije que no voy a lastimarte, conocí a tu madre y mi compañero a Lucían que ahora está recluido con nosotros.

Medio veo un atisbo de ilusión cuando menciono al hijo de Antoni.

—Lo conoces ¿Cierto? Él se está preparando en la milicia.

Esta maltratada; Tiene rasguños en la cara, un moretón en un ojo, las rodillas raspadas y el labio roto, no es fácil lidiar con las maldiciones de la mafia y para la muestra Damon y Naomi.

—Voy ayudarte y solo voy a pedirte una cosa —busco las hojas que imprimí — Dime quien de estas personas se te hace familiar, debo saber quién es Phillippe.

—Déjeme ir antes de que ellos me encuentren —llora —Me van a castigar, azotar y...

Se tapa los oídos.

—Conmigo estás a salvo...

—Ella va a venir por mí —solloza —Me va a cortar, quemar...

Entra en pánico tratando de buscar una salida y noto las cortadas que tiene en los brazos.

—Lléveme con ella antes de que me encuentre.

¡Dios! No tiene caso interrogarla con tanto miedo, espero a que se calme. Dejo que pasen las horas caminando de aquí para allá. Luisa llega a darme apoyo, pero tampoco consigue nada, la niña no se tranquiliza y no hace más que llorar.

—Tienes que volverte su amiga —me aconseja Luisa — Ha vivido presionada todo el tiempo si tú lo haces también te verá como su verdugo.

Respiro hondo frente a la ventana.

—Nadie la puede ver —advierto mientras espera en el comedor — Que nadie pise esta casa o ahora si nos jodemos.

—Lo que tu digas Ángel.

—De seguro Eliott tiene copias, ya veraz que sí —me anima Luisa.

—Algo me dice que si, es cuestión de días para tenerlas en mis manos otra vez.

Stefan se va a donde Naomi.

—¿Tienes hambre? —le pregunta a la chica— Podemos preparar algo que te guste u ordenar; Pizza, hamburguesa, Hot Dog ¿Que te gusta?

—Yo solo quiero que me deje ir —sigue— Déjeme volver con ellos antes de que me encuentren y me castiguen.

—¿Quiénes son ellos? —me acerco yo también.

Le muestro las fotos.

—Repara esto y dime a quien reconoces.

Niega y Stefan me aparta.

—Ángel déjala, yo me ocupo que con paciencia se logran las cosas.

Me voy a la cocina.

—Paciencia ni tiempo es lo que tengo ahora con Christopher en peligro.

—Pero a veces es la única opción que se tiene.

Tocan el timbre y Luisa se apresura a esconder a la chica. Es Derek con Maggie en brazos.

—Hola —saluda — Lamento incomodarlos, pero Maggie tiene fiebre y yo no tengo sus papeles médicos...

Le recibo a la niña.

—Yo me hago cargo —me la quita Luisa — La llevare con la doctora de Peyton.

—¿Segura? Puedo hacerme cargo sin problema —el chico se acomoda los lentes — Ya que estoy aquí, me gustaría pedirle ayuda con el caso de Laurens, yo ya hice un cheque con el dinero, pero pese a estar paga la deuda el coronel exige que se mantenga como mínimo seis meses en la cárcel.

—No puede estar seis meses  en la cárcel —se mete Stefan — La niña necesita a su madre.

—A mí no me molesta hacerme cargo —aclara Derek — De hecho, me parece muy divertido estar con ella, sin embargo, Laurens...

—Veré que puedo solucionar —tomo la puerta —Vete y te llamo de ser necesario.

—¿Y la niña?

—De ella también me hago cargo.

—¿Puedo darle un último beso?

Luisa se la vuelve a acercar y este la abraza dándole un beso en la frente.

—Descansen.

Cierro, ahora todo el mundo es sospechoso y tiene las manos en el fuego. Busco la foto de Derek en las imágenes que imprimí y no veo ningún parecido con los Mascherano. Me hace más ruido Paul que este.

—No se la van a dar Irina ¿Verdad? —pregunta Stefan — Eso sería muy cruel para Maggie.

—Irina pidió un traslado a su país y quién sabe cuándo vuelva. Las señalaciones y el asunto de Scott la obligaron a tomar la decisión —informa Luisa. —Hay que hablar con Alex. Puedo hacerme cargo de la niña por unos días, pero de igual forma necesita a su mamá.

Como siempre soy yo la que debo ir directo al matadero y lo último que quiero es enfrentarme a Alex... A menos que... Tenga un embajador que me ayude con la tarea.

Busco el número de Reece para que me ayude.

—Aquí daddy —contesta — ¿Me extrañas cariño?

Me hace sonreír, el término daddy hace que me lo imagine en algo estilo roleplay jugando hacer una chica mala.

—¿Dónde andas?

—Posesiva y celosa, que delicia —sigue bromeando.

—Necesito un favor...

—¡Stop, bello sol que me alumbra y prende en las mañanas! —me detiene — Primero cambia ese tono apagado y preocupado.

Tomo una bocanada de aire, nunca se le pasa nada.

— Respira y repite; Primero yo y luego el mundo.

Le hago caso, estoy rompiendo la promesa que me hice a mí misma.

—Cariño haz lo que te haga feliz, si estas pasando por una crisis no importa, busca la manera de divertirte —advierte y oigo la música que tiene al fondo — Tú no tienes derecho a sufrir ni agobiarte ¿Lo tienes claro?

—Si.

—Ahora si, cuéntame que necesitas.

—Necesito un favor con Alex.

—Lo tengo enfrente, así que mueve ese cuerpo de sirena hasta acá...

—Reece no...

—Te envió la dirección en un mensaje —me corta — Trae algo rojo y sexy, bye.

Morgan tiene que ser. Dalton me envía un mensaje avisándome que ya están en casa y que todo está en orden. Gema está en la lista de personas trasladadas, así que termino haciéndole caso a Reece.

Voy a divertirme (Aunque hablar con Alex no sea muy motivador) Empaco lo que necesito y entre eso el juguete sexual que compre con las chicas, ahora que ando insaciable tengo que optar por algo que relaje la tensión.

Reece se merece que le de todo lo que me pida y si quiere verme de rojo, pues me verá de rojo. Me coloco un vestido color cereza y dejo que Lu me ayude con el cabello.

—A Reece no lo conozco, pero debería escribir un libro en coautoría con Lulú, sería un éxito —me abraza — Me gusta mucho verte así, tan segura y dispuesta a que nadie te amargue la vida.

—Te harás cargo de Naomi y Maggie ¿Verdad?

—Claro que sí, ve tranquila que con Stefan nos ocupamos de lo otro.

Me pinto los labios, me echo perfume y salgo a abordar un taxi con rumbo al sitio acordado. La dirección me lleva a un barrio privado lleno de bares exclusivos donde se codean grandes empresarios dejándome en un bar bohemio llamado "Tilcara"

Saludo a los escoltas que esperan en la puerta e identifico al resto cuidándole la espalda al ministro, está en una de las mesas de al fondo fumando y bebiendo, Alex serio como siempre y Reece dándole caladas a su cigarro mirando a cuanta mujer se le atraviesa.

—Buenas noches.

Le doy un beso a mi médico

—Alex también quiere beso —empieza.

Alza la cara centrándose en mí y siendo sincera el ministro me intimida demasiado primeramente por el carácter y segundo porque esta como para...

—Alex, aprovecha que Christopher no está —se ríe Reece — Si se enamora queda en familia.

Tomo asiento para no empeorar la cosa.

—Lamento incomodarlo ministro — esta sin blazer y luce el chaleco del traje— Pero quería hablarle del asunto de Laurens...

—Eso no es de mi incumbencia —me corta enseguida.

—Lo entiendo, pero ambos sabemos que Christopher no va a ceder...

—Obvio no, lo robó.

Se ve un poco apagado, las ojeras le marcan los ojos luciendo triste y estresado.

—Tiene razón, sin embargo, no lo hagamos por ella, hagámoslo por la niña —intento conciliar — Scott está preso también y no sabemos si es culpable o no, Laurens no tiene más familia y es injusto que la pequeña pague por los errores de sus padres.

—¿Dónde estuviste todo el día? —me la saca por otro lado — Tenemos un compromiso, acuérdate y no te vi por ningún lado.

—Si me la paso todo el día detrás de Christopher el trabajo teórico ¿Quién lo hace? —me inclino en la mesa — Me pidió que hiciera esto porque sabe que puedo hacer el trabajo completo, así que no dude de las medidas que tomo.

Le da un sorbo a su trago.

—Yo solo quiero que me demuestres que está en buenas manos —se pasa las manos por el cabello.

—Volviendo al tema de Laurens... Me encargare de que no vuelva a poner un pie en la central, pero déjela libre, no por ella, por la niña.

Saca el móvil y tomo eso como un sí.

—Dejaré que la liberen mañana por la mañana, pero no la quiero ver en el comando ni que andes suplicando que la dejen volver.

—Si señor.

—Solucionado el problema, vamos a bailar —me levanta Reece.

—Tengo que ir a trabajar.

— Un retraso más un retraso menos no importa, al igual estas con los grandes.

Me arrastra a la pista y a duras penas logro dejar la cartera en la mesa

El bandoneón marca el inicio de un tango y de un momento a otro me encuentro con un Reece siendo más coqueto y sensual de lo que ya es. Posa las manos en mi cintura recordándome el tango que baile en la casa de Leandro.

Trazo un semicírculo con la punta del pie como lo hacen las antiguas bailarinas.

—Como dato curioso te informo que bailo desde los 4 —dejo que marque el inicio y ¡Caray! Es una exquisitez moverme con él.

Domina el baile como un profesional apoyando la frente contra la mía llevándome de aquí para allá, dando vueltas y como todo Morgan robándose el show.

—Christopher me va a odiar, pero creo que te voy a raptar —bromea — Estoy notando que somos almas gemelas.

Termino muerta de risa y me da un beso en la frente antes de ofrecerme el brazo.

—Acompáñame arriba un rato.

Apoyamos los brazos en el balcón mirando a la nada, el sitio está en lo alto y permite apreciar las luces de la ciudad.

—Mi hermano y yo nos enamoramos del tango cuando estuvimos en Argentina.

Un dato nuevo de los Morgan.

—Son muy apegados ¿No? —indago— Alex y tú.

—No me gusta excluir a Thomas —sonríe— Pero lo cierto es que si, Alex y yo hemos sido unidos desde pequeños, tenemos muchos gustos en común y con Christopher nos unimos más, ya que siempre me pedía que estuviera con él cuando se ausentaba —baja la voz— Aquí entre nos teníamos como una custodia compartida.

Nos quedamos mirando las luces.

—Alex no es un mal padre ¿Sabes? Para bien o para mal, adora a su hijo y es duro porque quiere lo mejor para él. Me gustaría que Christopher lo entendiera y dejara de odiarlo, porque no se lo merece.

Guardo silencio.

—A veces solo apreciamos lo que tenemos cuando se nos va.

— ¿Por qué no tuviste hijos?

—Christopher me quito las ganas, linda —dice serio— Además creo que nací para ser el tío sexy y desordenado de la familia.

—Tonto.

Posa el brazo alrededor de mis hombros.

—Cariño, no te gustara lo que diré, pero estoy en el deber de avisarte que ya separé sala para tu procedimiento —me informa— Será en siete días.

Recuesto la cabeza en su brazo ¿Qué se le puede hacer?

—¿Dolerá?

—No, sol. Me encargare de que no lo sientas.

El tema me sigue causando punzadas en el pecho. Siento algo duro en la chaqueta y poso la mano queriendo saber que es.

—Me estoy excitando, eh.

—¿Que tienes ahí?

—Una tontería.

Saca una agenda pequeña llena de sobres.

—Cuando conocí a Suni, le enviaba cartas estando en la guerra, ella era enfermera —explica— Me quede con la elegante costumbre de escribir y suelo enviarles cartas a mis familiares.

Reviso los sobres por encima.

—¿Le vas a enviar una Cho? —lo molesto— Que Romeo me saliste.

—Cho es buena chica— sigo pasando y se me ensanchan los labios cuando veo uno para mí.

—¿Va a conquistarme cuando se vaya señor Morgan? —me lo quita organizando todo como estaba.

—Dejare que lo leas después de la cirugía —me dice— En este poco tiempo has tenido el privilegio de que te tome cariño ¿Sabes? —me toca la punta de la nariz— hace días me puse a pensar y no sé porque llegué a la conclusión de que si tuviera una hija me hubiese encantado que fuera como tú.

Toma mis mejillas

— No tuve la fortuna claro está —vuelve abrazarme— Pero de ser así, me hubiese gustado que leyera esto si estuviera en tu situación.

De la nada me arden los ojos.

—Rachel, vas a enterrar uno de tus sueños y aunque digas que ya te resignaste, duele, porque las cosas que realmente se anhelan nunca dejan de desearse.

Me lleno de su calor.

—¿Y esto es? —nos interrumpe Alex — ¿Pasó algo en el proceso de recuperación y no me entero todavía?

—Descuida, solo le decía que un día quisiste follarte a su mamá.

—¿Qué?

—Nada —Alex sacude la cabeza.

— Anda cuéntanos de aquella misión que tuvo Christopher tuvo en las vegas.

El ministro se recuesta en la baranda y su hermano lo abraza quitándole el puro que tiene en la mano.

—Le encantan los abrazos —sigo bromeando Reece y su hermano le rodea el cuello con el brazo apretándolo con fuerza.

Me hacen sonreír, sobre todo Alex que parece cambiar el humor con los comentarios de su hermano.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Uno de los escoltas me deja frente al edificio, me bebi una botella de vino con los Morgan con la precaución de no embriagarme, creo que fui la mujer más envidiada del bar al estar sola con semejantes hombres.

Tyler me abre la puerta y la escena que encuentro desbarata cualquier atisbo de paz. De hecho, creo que esto no es bueno para mi sistema digestivo. Gema está trabajando con Christopher en la sala, él con el nudo de la corbata suelto concentrado en no sé qué y ella sin zapatos y con el cabello recogido con un lápiz.

—¿Que tal te fue? —me pregunta Gema— Que bonito vestido.

—Si —me cuesta disimular el mal genio.

Si está aquí a esta es porque de seguro se va a quedar y dudo que sea en habitaciones separadas. Christopher repara mi atuendo y la molestia no me da para darle cabida a la cara al mal gesto que pone.

—Tyler avísale a los soldados que quiero el resumen del día, en cinco minutos —ordeno avanzando a la alcoba— Que no me hagan esperar estoy cansada.

—Como ordene mi teniente.

Me bajo de los tacones cuando entro, los sitios de aquí suelen ser la mitad de mi apartamento y la habitación que me acoge tiene una cama doble, pantalla gigante y baño privado. Como todo el penthouse el ventanal abarca toda la pared, balcón y acondicionaron un escritorio el cual muestra las cámaras de toda la casa. 

Los escoltas mal no descansan, tienen un armario lleno de esmoquin y armas, Miranda hizo la tarea de abrirme espacio. Me quito el vestido y me quedo con la batola de seda que tengo como pijama dejando el camisón abierto, saco lo que traje en la cartera y lo meto bajo la almohada para usarlo más tarde.

Le echo mano al IPad subiéndome a la cama sin soltar el auricular.

—Adelante —digo cuando tocan.

Ivan entra con Dalton, Tyler, Carlo y siete soldados, son más, pero estos son los que más cerca se mantienen.

Se posan alrededor de la cama, derechos y con las manos en la espalda, el menos fornido es Tyler, el resto es una manada de gigantes musculosos y la escena es para intimidarse, hombres grandes alrededor de una mujer que muestra las piernas y no hombres feos, porque a cada uno puedo resaltarle algo.

Tyler tiene una sonrisa divina, Carlo tiene un bronceado irresistible y Dalton una mirada peligrosa. Lástima que después de Christopher ya nada me asombre. Iván me resume lo acontecido y Carlo habla de la agenda que tendremos mañana.

Tarda ya que repite lo mismo una y otra vez. Dalton es quien complementa e Iván parece que no tiene idea de lo que hablo.

—¡Señores por favor! —espeto— Que clase de soldados no controla el instinto masculino ante una mujer, su reacción me da a entender que cualquiera con minifalda los puede distraer. La distracción desenfoca y ustedes nunca, pero nunca pueden olvidar para qué están aquí.

—Perdone mi teniente —contesta Iván— pero "Cualquiera no tiene sus piernas"

—¿Como? —preguntan en la puerta y reconozco la voz de inmediato.

El coronel se toma la alcoba, los hombres le abren espacio para que me vea y no me levanto, me quedo con la espalda recostada en la cama.

—¿Que demanda mi coronel? —me mira mal.

—Aquí a ninguno se le paga para que ande con halagos maricas —se enfoca en Iván— Así que mide la puta boca y piensa bien antes de hablar.

—Son mis hombres...

—¿Y? No se te olvide Rachel que por muy capitán y por mucha lealtad que puedas ganar el que demanda y dispone sigo siendo yo.

Le destellan los ojos con la rabia.

—En vez de estar aquí viendo lo que no deben ver ándense a llevar a Gema y a Marie. 

Los escoltan me miran a la espera de cómo proceder.

—Tyler, Dalton y Carlo —demando— Dos camionetas ya saben cómo es el protocolo.

—Sí mi teniente.

—El resto puede retirarse.

Christopher se queda al pie de la cama mirándome con rabia.

—No busques tragedias que luego lamentaras —advierte. 

Desconecto el auricular tirándole en la cama.

—¿Estas celoso? —me hago la tonta.

—¿Crees que tengo tiempo para celos?

—Si no tienes nada más que decir, lárgate.

Lleva las manos a los botones de la camisa.

—¿Me largo? ¿Es que no estas caliente hoy?

Suelto a reír abriéndome de piernas dejando que pierda la vista en lo que le muestro alzando la bata de seda. Le doy una vista perfecta de mis bragas quitándomelas frente a sus ojos y no me basta, paso los dedos por mi sexo húmedo mostrando todo.

—Pueda que si —los dedos me quedan empapados — Pero no quiero meterme tu polla.

Me relamo los dedos como una niña golosa antes de echarle mano a lo que tengo bajo la almohada, se endereza cuadrando la mandíbula al momento de relamerme los labios.

—Quiero que veas como me corro sola, es lo que me apetece hoy.

Introduzco los dedos antes de pasear el juguete a lo largo de mi abdomen, toco el pendiente que tengo en el ombligo y sigo bajando hasta que abre los pliegues de mi sexo, la espalda se me arquea y suelto un leve quejido cuando introduzco la primera parte, el morbo de él viéndome es una delicia y alzo más la bata mostrando uno de mis pechos.

—Estoy saboreando la imagen de... — siento su mano sobre mi tobillo llevándome al borde de la cama.

Aparto el pie logrando que me toma rabia. 

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆ 

¡Me jode que invierta los papeles y se salga con la suya! 

Me trago el sabor de las lágrimas, me arde el culo, estoy sudada, sensible y no puedo respirar. Escondo la cara sintiéndome estúpida al actuar como si tuviera neumonía mientras él se levanta acomodándome el pantalón listo para irse.

«No eres la otra, no eres la otra» Me digo. Detesto que haga eso, aprieto los dientes conteniendo el quiebre y...

Vuelve a tomarme del tobillo llevándome contra él, en un santiamén estoy en sus brazos como toda una damisela y mi mirada se compenetra con la suya cuando me deja a su altura y lo único que hago es posar el brazo alrededor dejando que me saque el balcón.

Me sigue pesando la respiración y el aire fresco es vida para mis pulmones cuando se deja caer en la tumbona conmigo en sus piernas.

No sé cómo tomar esto, no sé si me enamoro más con el sexo o con los momentos como estos. Estoy colada de un hombre peligroso el cual pueda que se convierta en uno de los seres más poderosos del mundo.

—No me mires como si fuera tu príncipe azul porque no lo soy —se saca una cajetilla del bolsillo encendiendo un cigarro — Ni siquiera sé porque mierda estoy haciendo esto odiándote como te odio.

Le da una calada al cigarro y vuelve a tomar un puñado de mi cabello.

—Si vuelves a joderme con el imbécil que vino ayer habrá consecuencias y te aseguro desde ya que no será un polvo —me gruñe — Él ya lo sabe porque imbécil no soy, y el que te llame en la madrugada ni me gusta ni me hace gracias.

Me besa poniéndome a probar el sabor de la nicotina.

—Aquí nadie va a ser feliz lejos del otro, así que déjate de tonterías y mide bien los pasos. 

El azote en el pecho me confirma que mi madre tenía razón al decir que somos un reflejo del amor que recibimos, heme aquí tratando de contrarrestar el instinto feroz que me carcome las venas. Esto llegó tan lejos que ahora la amenaza también va de mí, para él.

Me vuelve a besar y paseo las manos por su torso mientras me aprieta contra él, uno, dos, tres, cuatro besos donde solo nos damos tregua para respirar. Reparto besos por su cuello y lo abrazo con fuerza queriendo soportar esto que tanto me carcome. No lo quiero con ella ni con nadie y creo que voy a empezar a amenazar en cualquier momento.

El móvil le vibra en el bolsillo y le aparto la mano para que no conteste, insisten e insisten hasta que lo saca mostrando la pantalla adornada con el nombre de Gema.

—Déjalo —no dejo que conteste y vuelve a insistir.

Seguimos en lo nuestro y...

—¿Qué pasa? — termina contestando.

Capto los sollozos en la línea, él se levanta dejándome en la tumbona y la ira me toma poniéndome apretar los dientes.

—La guardia ira por ti —es lo único que dice antes de colgar.

Guarda el teléfono encaminándose a la habitación.

—Gema está en peligro, que un escuadrón la vaya a buscar antes de que sea tarde —ordena antes de salir.

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