CAPITULO 71
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¡NOTICIA DE ÚLTIMA HORA!
El coronel Christopher Morgan, acaba de anunciar en rueda de prensa, que en su mandato como ministro, no tiene contemplado manejar mesa de concejo ¡Tal como lo escuchan señores! El candidato confirma las sospechas que señalaban su mandato como una posible dictadura.
Declaró: " No voy a seguir instrucciones por parte de un nido de ancianos que se niegan a pensionarse. Si gano es porque tengo las habilidades de gobernar y por ende mi palabra será la única ley"
Declaraciones que han dejado a la entidad con la boca abierta ya que el consejo rige hace más de 80 años y eso no es lo único, abiertamente se le preguntó cuál sería su primera medida como ministro y contestó:
"Le daré de baja a los grandes delincuentes que no hacen más que desperdiciar oxígeno en la cárcel"
Dichas palabras han causado revolución a lo largo del mundo. El consejo no ha dado declaraciones y el ministro Morgan mantiene voto de silencio ante las afirmaciones y las recientes amenazas lanzadas a su hijo.
¡Feliz cumpleaños, coronel!
Christopher.
—Uno.
—Dos.
Susurran dos voces diferentes.
—Uno.
—Dos.
Abro los ojos con el susurro en mi cabeza "Uno, dos" Me duelen los huesos y el sudor empapa las sábanas "Uno, dos." Miro la puerta mareado poniéndome de pie, estoy en mi habitación en High Garden, el dolor sigue y me encamino a la puerta con el mundo dándome vueltas.
"Uno, dos" Las voces se repiten cuando atravieso el umbral y un olor putrefacto me invade el olfato, miro el piso cuando la sangre caliente me toca los pies, metros más adelante veo el cuerpo de Zeus contra la pared con un hombre arrodillado a menos de un metro.
—¿Alex? —me acerco y no contesta— ¿Alex?
Sigo caminando, la figura no se mueve, la sangre me sigue bañando los pies y el olor se torna peor cuando acorto el espacio.
—Alex —intento voltearlo y cae a mis pies sin ojos, despellejado y con los intestinos afuera, retrocedo rápidamente , alguien aparece en el pasillo y de la nada siento el impacto de dos flechas en el pecho, el dolor me tira, la sangre me ahoga y...
Despierto de golpe con el cabello pegado a la frente, la garganta me arde y a duras penas, tengo tiempo de voltearme vomitando en el piso cuando la presión me comprime de tal manera que termino vaciando todo lo que tengo.
Ya llevo varios días en el mismo estado, pesadillas con el mismo patrón el cual no me deja dormir y lo peor es que aun despierto, mi cerebro sigue repitiendo lo mismo.
Echo andar al baño encerrándome en la ducha, la potencia del agua me pone alerta y permanezco ahí dejando que el malestar pase. Me lavo los dientes y para cuando salgo, Miranda está limpiando el piso.
No me visto, le echo mano al teléfono marcando el número de Reece, llevo días haciendo lo mismo y nunca se pone en contacto. Timbra tres veces antes de rechazarme la llamada, insisto y...
"El doctor Morgan no puede atender su llamada..." Me salta al buzón de mensajes. La misma mierda de siempre, marco a la cabaña de la isla y nadie me contesta.
La rabia me termina de empeorar, estos jugueteos y berrinches me hartan ¿Qué tanta mierda hace como para no ponerse en contacto? Los celos me toman y prefiero vestirme a ahogarme con mi propio veneno.
—Insiste a este número —le ordeno a la empleada saliendo del armario— Pide que se comuniquen urgentemente conmigo.
—Si señor.
Meto los brazos en la camisa abotonándola frente al espejo, cada vez se me hace más difícil esta situación; La distancia, las ganas, la presión. Yo no suelo depender de nadie, pero ella es una daga que jode cada que respiro y me tiene cabreado. Ella y la muerte del perro. Prefieren despellejar a un animal por miedo a enfrentarme, por miedo a encararme y decirme las cosas de frente.
—Christopher — entra Marie— ¿Cómo te sientes? Miranda me acaba de informar que vomitaste otra vez.
No le contesto, me hartan las explicaciones.
—Hijo, no quiero meterme en tus asuntos —me acaricia los hombros—, pero por primera vez en la vida escúchame y retírate de esto antes de que se ponga peor.
Acomodo las mangas de la prenda.
—¿Crees que soy el tipo de persona que se deja amedrentar con amenazas? —para mí son desafíos.
—¿Cuál es la urgencia? Lo tienes todo, Christopher —dice—. Eres uno de los hombres más adinerados del mundo...
—El dinero no siempre da poder y si vas andar sugiriendo idioteces, quítate, que aparte de robarme tiempo me arrugas la ropa —la aparto, me fastidia el que intenten desviarme de lo que no tiene vuelta atrás.
—No seas soberbio...
—Márchate afuera que quiero estar solo.
Reconozco el brillo de las lágrimas cuando me alejo.
—Venía a desearte un feliz cumpleaños —susurra— ¿Que te apetece de regalo?
—No necesito nada.
—Saldré a mi caminata matutina —avisa.
Tomo la chaqueta y guardo el móvil antes de salir. Miranda está sirviendo el desayuno en la mesa del balcón, vuelvo a marcar el número de Reece y...
"El doctor Morgan no puede atender su llamada, por favor deje su mensaje y si lo considera importante se pondrá en contacto"
—¿Qué pasó con lo que te pedí? —le pregunto a la empleada.
—No me han contestado, señor —informa— ¿Desea algo más para desayunar?
El sueño se repite revolviéndome todo, el hambre se esfuma y mi cabeza lanza molestas pulsaciones.
—Tráeme una aspirina —ordeno, se va y vuelve rápido dejando el vaso con el medicamento.
—Olvide darle mis mejores deseos —esconde las manos en la espalda— Feliz cumpleaños.
—Largarte y no jodas con eso.
Me meto la pastilla a la boca dejando de lado el desayuno, la falta de sueño me tiene mal, tengo un debate en pocas horas y el día ya me sabe a mierda. Vuelvo a marcar el número de Reece topándome con la misma grabación.
«Hijo de puta»
—Mi coronel acaba de llegar esto para usted —Make entra con Tyler sosteniendo lo que parece ser un cuadro envuelto en papel kraf—. No hay señales de ningún tipo de explosivos.
Tyler se acerca con una nota y me levanto con el vaso en la mano.
—Dice "Esta obra..."
—Sé leer —le arrebato la nota leyendo el contenido.
"Esta obra era suya mucho antes de hacerla. Feliz cumpleaños coronel"
Paso la mano por los bordes y rasgo el papel mientras Make lo sostiene curioso, el fondo aparece y de un tirón rompo el papel apreciando la obra que me obliga a dar un paso atrás soltando el vaso que se vuelve añicos en el piso, el pecho se me enciende cuando mis ojos detallan la...
No puedo pasar saliva con ella acostada en un mueble rojo con el cabello, suelto el cual cae en el terciopelo, desnuda y en una posición que... Joder, me muestra todo, las piernas, los pechos, su sexo. Los ojos azules me miran fijamente con un brazo acomodado sobre su cabeza y el otro sobre sus piernas con la mano a pocos centímetros de su coño.
Me quedo absorto, idiotizado y perplejo. Tyler se persigna a mi lado y logro espabilarme cuando noto que está viendo lo mismo que yo...
—¿Qué ves? —lo encuello— ¡Vete a trabajar!
Le quito el cuadro a Make llevándolo a mi alcoba y cierro con pestillo dejando la obra en la cama. Juro que puedo quedarme viendo esto todo el día. El azul de sus ojos, la forma de sus labios, la figura de su cuerpo...
Me peino el cabello con las manos cuando se me engorda la polla, estoy cabreado, pero también cachondo.
Rachel es una... Dios una... Me froto la cara tratando de salir de la hipnosis, pero no funciona. La dibujaron con un fondo que muestra el piso y la pared siendo consumido por llamas, detallo todo notando que detrás hay un par de alas envueltas en fuego.
No está firmado, pero si tiene una pequeña frase
"Ella tu fuego, tú, su infierno. Juntos vicio y morbo, hambre y ganas"
Paso los dedos por su boca sintiéndome entre la espada y la pared, sopesando que todo esto lo vio otro en vivo y en directo a la hora de retratarla. La rabia incrementa el dolor de cabeza sacándome del shock
Vuelvo a marcar el número de Reece sin obtener ningún tipo de respuesta
—Señor, su padre lo espera abajo —tocan la puerta— ¿Se siente bien?
No, no me siento bien. Quiero dejar el debate de lado y pajearme con lo que estoy viendo como también quiero ver al osado que se le ocurrió semejante locura.
—¿Señor? Sabe que a su padre no le gusta esperar —insiste Make.
Levanto la pintura envolviéndolo en una de las sábanas antes de guardarlo. Tengo que llevarlo al sitio donde debe estar. Me lavo las manos y la cara en el baño y salgo a encontrarme con Make. Tyler ya me tiene la chaqueta lista y si antes no podía concentrarme ahora menos.
Los escoltas me acompañan abajo, la camioneta de Alex está en la entrada, me abren y me deslizo en el interior del vehículo impregnado con la loción del ministro. No lo saludo, no me saluda y solo dejamos que el auto arranque.
Se frota la barbilla mientras procuro apaciguar la ira que me golpea el pecho.
—¿Dónde está Reece? —pregunto— Llevo más de cuatro días contactándolo y no me responde.
—Y la desesperación te hace deducir que yo soy su secretaria —increpa—. Déjame ver su agenda...
Ruedo los ojos ante el sarcasmo, es un imbécil. Se vuelve a quedar en silencio mientras los vehículos activan la alarma que les permite abrirse paso en el embotellamiento mientras Alex se lleva la mano al interior de la chaqueta sacando un estuche de cuero.
—El reloj de papá —me lo entrega sin mirarme—. Ha pasado de generación en generación y es tu turno de tenerlo —respira hondo—. Feliz cumpleaños.
No digo nada simplemente me lo coloco, las manecillas tienen una M en el fondo.
—Te voy agradecer que le vayas bajando a la prepotencia —advierte—. No quiero que exageres lo del perro.
—Ese perro me importaba mucho más de lo que me importas tú y con eso lo digo todo —me le adelanto—. A mí nadie me va amenazar, ni amedrantar porque cojones no me faltan...
Se aferra a la solapa de mi traje llevándome contra él.
—Controla esa jodida boca, que inmortal no eres —me gruñe—. Vete con cuidado y deja de echarle gasolina al fuego, que no son novatos los que tienes atrás.
—¿Esto es uno de tus tantos abrazos de cumpleaños? —inquiero— Si es así, déjame decirte que estoy sintiendo todo tu amor.
Aprieta con más fuerza tomándome la mandíbula.
—¡Te necesito vivo! —me dice— ¿Qué parte de eso no entiendes?
—Suéltame que tu ternura está a nada de desbordarme las lágrimas —espeto con sarcasmo.
—Si tan solo entendieras y comprendieras...
—No, no entiendo ni comprendo —replico—. Y tampoco me interesa hacerlo...
Me lanza una mirada envenenada y maldigo tanto parecido.
—Te aviso desde ya que en pocos minutos te dejare al cuidado de la nueva guardia.
—¡Puedo cuidarme el culo solo! —me suelto arreglándome el traje—. No quiero que me estén acechando...
—Estás en peligro...
—Me importa una mierda...
—¡Yo ordenes no retracto, así que compórtate! —impone.
La camioneta se detiene y sacudo la cabeza cuando veo el montón de hombres que esperan a fuera. La alta guardia usa uniformes especiales en momentos como estos que se prestan para cualquier tipo de atentado.
Lucen camuflado negro, chaqueta y chaleco antibalas con ametralladora ligera M249. Traen pasamontañas por debajo del casco que los protege de cualquier tipo de explosivos y son capaces de ser un escudo para cualquier persona.
—¿Quién te faltó? —le reclamo al ministro— ¿El papa francisco? Cómo que siento mi alma desprotegida.
Los hombres arman un camino frente a la camioneta abriéndose paso entre los periodistas-
—A sus órdenes mi coronel —el soldado me dedica un saludo militar.
—Afuera —exige Alex.
—Métete toda tu jodida guardia por la uretra...
—¡Que salgas te digo! —me empuja.
Las cámaras disparan el flash estando afuera, el ministro me sigue e inmediatamente todos los hombres se yerguen adoptando la debida posición. Me estresa esto, que me anden respirando en la nuca todo el tiempo. Los periodistas se pelean por una entrevista, pero los soldados no les permiten paso.
Echo andar subiendo las escaleras, Tyler y Make me siguen de cerca mientras otros dos soldados se les unen con ametralladora en mano.
—Dalton Anderson e Iván Baxter —me dice Alex—. De la subdivisión especial en integridad y protección.
—Nuestro capitán vela por su protección desde arriba —señalan la baranda que hay en el segundo del palacio y reconozco la chaqueta distintiva del idiota que espera apoyado en la baranda.
—Si lo tienes en línea pídele que le vaya a mamar la verga al primer maricón que se le aparezca.
Me encuentro con Gema, Cristal y Regina a mitad del vestíbulo.
—Hola cumpleañero —Gema me da un beso en la mejilla— ¿Amaneciste más grande?
Cristal intenta darme los buenos deseos y la freno enseguida.
—No me hagan perder el tiempo —Gema se ubica a mi lado y Alex le ofrece el brazo a su madre.
Atravesamos el palacio entrando al segundo vestíbulo y siento que me pisan las bolas cuando veo a la mujer que habla frente a la fuente con tres periodistas.
—¿Que hace ella aquí? —me zafo del agarre de Gema.
Me siguen tomando fotos desde lejos y mis ojos se encuentran con la mujer que me repara como si fuera la peor maldición que ha podido caer sobre la tierra.
—¿Qué hace ella aquí? —vuelvo a preguntar.
—Invitada especial del debate —aclara Alex—. Viene con el comité de desarrollo científico.
Vuelvo apartar el brazo cuando Gema vuelve a tocarme, la mujer se disculpa con los periodistas acercándose con el mentón el alto luciendo un traje azul oscuro el cual se le ajusta al cuerpo. Regina la repara de arriba abajo y ella echa los hombros atrás plantándose frente a mí.
—No te volteo la cara con un bofetón porque no me gusta ser el centro de atención en ningún lado—espeta—. Pero déjame decirte que no tienes idea de lo mucho que odio tu existencia, animal.
—Luciana, buenos días —le habla Alex— Que caluroso saludo.
—Ah, cállate —lo corta—Que tú eres otro animal
—¿Y esta perra es? —se mete Regina quitándose los lentes.
—Luciana James —contesta airosa— Esposa del colega que le salvó el culo a su hijo durante años. Pero bueno a nadie le interesa eso porque estoy frente a un nido de arrogantes los cuales no han hecho otra cosa que joderle la vida a mi hija...
La tomo del brazo y repara el agarre con asco.
—Lárgate antes de que tome medidas —inquiero en voz baja—. Tienes prohibida la entrada a esta ciudad...
Aparta el brazo aniquilándome con los ojos azules.
—No soy una delincuente como para que andes prohibiendome nada —se defiende— ¿Crees que a mi familia no le pesa lo que está pasando con Rachel? A diferencia tuya ella tiene hermanas que la adoran, un padre que la ama y una madre que la extraña.
Se le empieza a quebrar la voz y echo andar, pero se me vuelve atravesar.
—¿Dónde está? —pregunta— ¿Porque no se ha puesto en contacto en los últimos días?
—No sé y si supiera tampoco se lo diría.
—¡Candidatos! —llama una parlamentaria— Sigan a la sala, por favor. El debate empezara en cinco minutos.
—Lárgate —vuelvo a echar a la mujer que no se inmuta.
—Levanta la restricción —exige.
—No.
—¿No?
—Ni me apetece ni se me da la gana.
La dejo botando humo y tomo nota mental de asegurarme de que se vaya lo antes posible, aquí no sirve para nada y si Rachel no la necesitó en su recaída mucho menos ahora.
Los escoltas me siguen, el salón se está llenando y mi ejercito elite está presente en primera línea, entre esos Parker, Liz, Brenda Laila y Bratt. Parker se hace el que no me ve y Brenda empieza arreglarle la corbata del traje.
—¿Lo disfrutaste? —le pregunto antes de subir a la tarima y ni siquiera me mira—Pensé que ya habías superado la etapa de querértela tirar.
—Disculpa no sé de qué hablas —se enfoca en Brenda.
—¿Ah no?
—No — Y se atreve hacerme frente.
—Brenda vete al baño y desnúdate, te voy a tomar una foto —espeto y Parker se endereza apretando los puños.
— ¿No te gusta que vean a tu mujer desnuda? Pues a mí tampoco pedazo de mierda.
—Ya dijo que no sabe de lo que habla —se mete Brenda.
—¿Lo defiendes sabiendo que anda retratando las mujeres de otro?
—Confió en mi pareja y usted debería hacer lo mismo.
—Coronel, lo estamos esperando —me llama el moderador.
Contengo las ganas de enterrarle un puñetazo al alemán. Ya ajustare cuentas con Rachel ¡Porque esto es su maldita culpa! La alta guardia se pasea de aquí para allá, Dalton e Iván se me clavan atrás con Tyler y Make.
—Me asfixian —advierto cuando los siento demasiado cerca.
Esto solo me hace ver como si tuviera miedo. La gente toma asientos, Alex, Gema, Regina y Luciana en puestos especiales. La última se coloca los lentes dejando una libreta sobre sus piernas. Kazuki y Leonel están en el atril que les corresponde.
—¿Alguna medida que quiera tomar antes de empezar? —pregunta Dalton, el uniformado de la alta guardia— Tengo a mi superior en línea.
Recibo el auricular.
—No sé qué tan aburrida sea tu jodida vida como para aceptar cuidarle el culo a quien no le importa morir —le suelto—. Diré esto una sola vez; Retira a tus hombres y déjame en paz o me veré obligado a cargarte a trompadas cuando estemos frente a frente.
No me contesta y suelto el auricular fijando los ojos en Luciana que saluda a las esposas de los generales que invitaron. Miro atrás y los escoltas no se inmutan en moverse.
—Suerte —me desea Leonel.
—No la necesito.
Se da inicio al debate enfocado en la educación que ofrece la entidad y los métodos administrativos actuales. Cada coronel tiene dos minutos para dar su punto de vista y el otro tiene uno para contradecir. Kazuki es el que menos controversia causa y Leonel es el que más mierda me tira cuando reitero mi decisión de acabar con la mesa de concejo.
El público entra en murmullos y unos me apoyan mientras otros se oponen la excusa de que no tengo la suficiente preparación. La cosa se va acalorando y voy poniendo a Leonel contra las cuerdas cuando de frente le digo que me valen mierdas las amenazas de la mafia.
—¡Que vienes hablar tú de amenazas si eres un maldito asesino! —me grita el abuelo de Meredith— ¡Mataste inocentes estando con los Mascherano y fuiste un pandillero que rompió cráneos en las cloacas italianas!
Se levanta y el concejo lo acompaña.
—¡Christopher Morgan es un criminal, un dictador! —sigue—¡Un mal nacido que no tiene piedad!
—Lo dice el abuelo del soldado que me condeno junto a mi colega —Angela se levanta apoyándose en las muletas— Tacha a otro de traidor sabiendo que su familia me rogo que callara con el fin de que su nieta no tuviera justicia.
Las cosas se salen de control cuando se empiezan a insultar unos con los otros armando un alboroto, el consejo intenta subir al estrado y los guardias deben ponerse al frente tratando de poner el orden.
—¡Opresores! —les grita Angela— Se valen de sus influencias para que las cosas se hagan a su manera.
Los escuadrones empiezan a discutir entre sí, el ejercito elite de Leonel entra en controversia con el mío.
—¡Silencio! —el moderador intenta calmar el ambiente— Si no se calman tendremos que...
Todo el mundo se queda en silencio con el tiro que trona de la nada derribando a la mujer que cae en plena tarima. Le echo mano a mi arma y acto seguido se viene una tanda de disparos que derriba los ventanales cargándose a un montón de gente.
Cae la enorme lámpara de centro arrojando vidrio por todo lado y arrojan un explosivo.
—¡Luciana! —Alex trata de poner a salvo a la mamá de Rachel y los uniformados se ponen al frente tratando de abrirme paso para que baje, pero el tiroteo es demasiado violento.
—¡Maniobra de salida! —ordena Dalton y en menos de cuatro segundos tengo a diez soldados rodeándome a modo de escudo guiándome a la puerta.
Hacen lo mismo con Alex, Luciana y Regina creando un círculo de hombres que mantiene el escudo blindado arriba apartando a todo el mundo.
Gema se viene conmigo.
—¡Metete en la cabeza que esto es serio! —me regaña Gema desfundando su arma— Tenemos que salir de aquí o nos van a matar.
Están disparando de todos lados y las balas rebotan en los escudos de metal.
—¡Alisten camionetas! —ordena Dalton.
Alcanzamos el salón y solo alcanzo a dar dos pasos antes de que la fuente estalle dispersando a los que me rodean. Caigo metros atrás con Make, Gema y Alex.
—Arriba mi coronel —intenta ayudarme Make, pero vuelve a caer cuando le disparan y ruedo en el piso cuando noto las luces que me alumbran el pecho.
La pared absorbe los tiros y otra explosión pone a temblar los muros desencadenando humo por todo lado. Gema se levanta con Alex y los soldados de la FEMF se baten en duelo con los encapuchados que salen de la nada.
Logro ponerme de pie, las balas siguen cayendo y empiezo a dispararle a todos los que veo, pero Alex me toma de la chaqueta ocultándome tras una columna.
—¡Te vienen a matar a ti pedazo de imbécil! —Gema se oculta también.
Disparan otra bomba de humo y lo único que se ve es el centello de los proyectiles, no me aguanto cargo el arma disparando desde mi punto, si quieren masacre ¡Pues démosle masacre!
—¡Christopher basta! —me regaña Alex.
Recargo el arma y me devuelven el ataque, acabando con la columna donde se esconde Alex y Gema obligándolos a avanzar. Los hombres de arriba tratan de cubrirme y atraigo la atención del hombre que viste de blanco. Me dispara, le disparo y su acompañante se une «Ilenko y Sasha Romanv» Saco el ultimo cargador buscando un punto estratégico para apuntar, el humo me quita visibilidad y presiento el ataque de Ilenko cuando me llega por atrás, a duras penas logro dar la vuelta cuando intenta dispararme a quema ropa.
Tomo el cañón del arma desviando el disparo y me lanza un rodillazo mientras yo le mando el codo a la nariz, le arrebato el arma y es rápido tomando la mano con la que sujeto la mía, obligándome a soltarla, su hermana aparece y Gema le hace frente llevándosela al suelo. El ministro esta acorralado en una de las columnas de adelante y...
—Espero que ya hayas preñado esa perra —me dice Ilenko — Así nos cargamos al engendro de una vez ¡Porque la promesa es muerte a ti y a tus hijos!
Me carga a puños que correspondo con la misma intensidad, mientras Gema se debate en duelo con la rubia que intenta apuñalarla ; Le da golpes en el suelo, pero no es contundente...
—¡Mátala, Gema! —desfundo la navaja atinando a la garganta del ruso.
—¡La mata y la pico! —contesta el ruso deteniendo mi ataque— ¡Bueno la picare de todos modos a ella y a tu maldita descendencia!
Lanza una serie de rodillazos que me dobla y va previniendo cada uno de mis ataques llevándome contra el mármol.
—¿A cuántos es que vas a matar? —me clava la bota en el abdomen y esquivo el puño en la cara el cual impacta contra el piso— La pirámide no es un nido de payasos como usted cree coronel.
Le siento un cabezazo que lo tambalea, pero el hijo de puta reluce de dónde viene y vuelve a enterrarme la rodilla en el estómago, me encuella y alza desencajando la camisa antes de estamparme la rueda de metal que se me aferra a la piel soltando una descarga que me devuelve al piso preso del dolor.
Ilenko va por su arma y dos hombres se van contra Gema mientras el ruso alza el arma contra mí, pero Alex aparece llevándoselo por delante ruedan en el piso mientras lidio con el dolor que se asemeja a un sinfín de huesos fracturados, se me comprime todo y empieza a faltarme el aire, la vista me empieza a fallar cuando siento que me apuñalan todos los órganos.
—Acabalo Sasha —ordena Ilenko y la rubia se viene contra mi mientras dos hombres de negro arrastran a Gema en el piso.
—¡No! —Gema suplica en el piso tratando de zafarse.
—¡Pero que hombre más bello! —Sasha baja a mi boca— Te daré un beso con sabor a muerte.
Blande el cuchillo pasando la lengua por mis labios y... Me la quitan de encima de una patada directo a la cara, la rubia se incorpora rápido cuando el capitán de la guardia alza la ametralladora contra ella, le echa mano a su pistola, pero no le da tiempo ni de retroceder ya que el uniformado suelta una tanda de tiros que la dejan tendida en el suelo y con la misma osadía el capitán desvía el arma hacia Ilenko que se ve obligado a soltar a Alex mientras los hombres que sostenían a Gema se vienen contra el uniformado.
No puedo con el dolor, de un momento a otro la sala se llena de soldados, pero sigo sin poder moverme y es Gema la que me arrastra a zona segura.
—¿Dónde te duele? —pregunta y me sigo retorciendo, no puedo tomar aire, mi corazón quiere dejar de latir y me arrastro luchando por respirar, todo se llena de humo otra vez, siento que pierdo el conocimiento mientras me retuerzo y en medio del aturdimiento vuelvo a ver al líder de la guardia que aparta a Gema subiéndose encima de mi.
Todo me da vueltas cuando me entierra el brazo en el cuello inmovilizándome cuando intentó quitarlo, pero me alzan la camisa y manda la mano a mis costillas arrancando el circulo metálico que está a nada de matarme.
—¡Hijo de puta! —le grito cuando siento que me lo está arrancando con todo y piel, no resisto, el mundo se me oscurece el aire se me atasca y pierdo el conocimiento.
—Uno.
—Dos.
—Uno.
—Dos
Voces diferentes, mismo escenario, misma pesadilla. Olor putrefacto, sangre, un muerto, dos impactos contundentes en el pecho que me derriban caigo y...
—¡Cariño! —me despiertan, me duele todo, estoy en una camilla y hay paramédicos por todo lado. Sigo en el palacio en una habitación que atiende heridos acogiendo a los personajes ilustres.
Gema me tiene tomado de la mano, Alex está a un lado viendo como le curan la rodilla a Luciana y tengo dos soldados a cada lado como si fueran dos policías mientras Cristal le da declaraciones a la prensa. Me arranco la aguja de suero que tengo en el brazo, el cuerpo me duele, pero no lo demuestro a la hora de levantarme e irme al puesto del ministro.
—Tengo que tomarle los signos —me dice la doctora y la ignoro al igual que Gema.
Kazuki y Leonel están hablando con la prensa, Regina se está abanicando la cara en una silla aparte junto a Luciana y los soldados elite están aglomerados en un solo lugar.
—¿Coronel cómo se siente? —aparto al periodista que se me atraviesa.
—¿Qué pasó con Ilenko? —le pregunto a Alex— ¿Le diste de baja?
—Vuelve a la camilla —me regaña.
—Lo dejaste ir...
—¡Esos hijos de puta siempre buscan la manera de escabullirse! —me regaña— Agradece que no te llenaron el cuerpo de tiros, terco estúpido.
Las puertas se abren y todos aplauden a los hombres de negro que entran con arma, caretas y pasamontañas. Reconozco la chaqueta del capitán que los encabeza.
—Área asegurada señor ministro —habla uno y la gente vuelve a aplaudir.
—¿Ustedes no saben decir gracias? —murmura Luciana desde la silla.
—Me largo —intento irme y el capitán me corta el paso.
—No puedes salir —impone Alex.
—Aja.
Me muevo a un lado y el soldado con careta vuelve a cerrarme.
—No puedes salir —vuelve advertir Alex.
—¿Quién me lo va a impedir? ¿Este payaso?
Lo aparto y tiene la osadía de enfrentarme devolviéndome a mi sitio, le aparto la mano y lo tomo del chaleco trayéndolo contra mi quitándole la careta y el pasamontaña listo para clavarle el puñetazo hasta que...
—Que rico... —susurra solo para los dos y la suelto inmediatamente dando un paso atrás cuando el azul de sus ojos se encuentra con el gris de los míos.
—De aquí no sales hasta que yo lo demande —impone arreglándose la chaqueta.
Esta ninfómana de mierda...
—¡Rachel! —exclama Luciana y todo el mundo se vuelve hacia nosotros— ¡Oh cariño...!
Rachel le abre los brazos a su madre dejando que la abrace mientras yo no salgo de mi asombro ¿Capitán? ¿De la guardia? Guardia que se supone que me cuidara el culo.
Alex se hace el pendejo y la madre de Rachel rompe a llorar llenándole la cara de besos y abrazándola como si se la fueran arrancar mientras la prensa no pierde tiempo aglomerándose en busca de una entrevista
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Rachel.
Pierdo la concentración en los ojos que me miran como si me fueran a matar y coacciono susurrando lo que no debo susurrar despertando de golpe con la voz de mi madre.
—¡Rachel! —exclama — ¡Oh cariño...!
Rompe a llorar en mis brazos y no hago más que abrazarla.
—teniente James, concédanos una entrevista por favor —me piden— ¿Cómo se siente después de tan tortuosa recaída?
—Mantengan la debida distancia —la guardia se hace notar.
—¿Qué payasada es esta? —increpa Christopher molesto — Esta mentirosa bipolar cuidándome el culo ¿Es enserio Alex?
Gema llega mirándome como si fuera un extraterrestre.
—Rachel... —dice asombrada — Por todos los ángeles... Qué bueno verte.
—ministro solicito permiso para hablar un par de segundos con mi madre —le pido.
—Denegado —niega el coronel.
—Cinco minutos —el ministro contradice a su hijo.
—Teniente ¿Asumirá la capitanía de un escuadrón conformado solo por hombres? Es la primera vez que vemos a una mujer a cargo de ese escuadrón —vuelven a preguntar la prensa— ¿Esto es una manera de agradecerle a los Morgan?
No contesto, saco a mi madre de la aglomeración y los escoltas espantan a los carroñeros mientras siento a mamá que no para de llorar.
—Lamento tanto no poder haber venido antes —se asegura que este completa— Dios, cariño no creí que estuvieras así de bien.
Me vuelve abrazar y no dejo de mirar a la misma dirección.
—No importa ¿Vale? —le digo— Yo no quería que nadie se acercara y mírame, valió la pena porque ya estoy bien.
Toma aire por la boca tratando de calmarse.
—Perdona, es que ustedes siempre me ponen sensible y no sabes cuánto quería abrazarte y recomponer todos esos pedazos que esas bestias destruyeron... —se le quiebra la voz y esconde la cara en mi cuello—.Tuve mucho miedo de perderte, pero una vez más has demostrado que eres fuerte, valiente e inteligente.
—Como tú —la beso odiándome por no lograr que la felicidad de verla borre la rabia que tengo.
—Dime que vas a volver América —me pide—.Ya está bien de tanto peligro y quiero creer que es una broma el que lideres la guardia de ese minotauro.
—Es mi trabajo, mamá —trato de enfocarme en ella, pero no puedo apartar los ojos de Christopher y Gema.
—Rachel —me centra mi mamá siguiendo el trayecto de mis ojos— ¿Qué pasa? No me digas que sigues liada con ese cavernícola...
—¿Cómo están todos en casa? —trato de desviar el tema.
—Contesta lo que te pregunte —me regaña—. Los rumores dicen está enamorado de esa chica.
—¡Eso es una vil mentira! —el comentario me molesta y procuro retomar el control de mis emociones— No hablemos de eso... Solo estoy haciendo mi trabajo.
—¿Poniendo el pecho por otros? —reclama— Yo ya no puedo vivir sabiendo que un nuevo día es una nueva oportunidad de perderte —toma mi rostro—. Rachel tu ya hiciste lo que tenías que hacer, eres joven, bonita y talentosa puedes buscarte otra carrera, otros horizontes.
—No vamos a discutir eso, ya llevamos años con el mismo debate.
—¡Rachel! —me llaman y volteo. Es Angela que alza las manos para que la vea en medio de la guardia.
—Tienes que conocer a esta mujer —le digo a mi madre— ¡Déjenla pasar!
Ordeno y se las apaña para caminar rápido con las muletas, siento que el pecho se me hincha y la abrazo con fuerza cuando estamos frente a frente.
—Perdona por interrumpir es que... —me dice—. Es que en verdad me emociona mucho verte.
Le toco las puntas del cabello, agradeciéndole al mundo por tenerla así y no con la cara llena de golpes. Me da un beso en la frente y nos volvemos abrazar.
—Gracias por quedarte aun sabiendo que no era tu deber —le digo.
—Pero ¿qué dices? A un colega nunca se le abandona.
—Mamá te presento a mi amiga y colega Angela Klein, teniente del ejército elite.
Mi madre no toma su mano, la abraza como si la conociera de años.
—Hola linda
Angela le toma por sorpresa el gesto.
—Sé de todo tu calvario y de parte de la familia James te abrimos las puertas de nuestro corazón y de nuestro hogar —le da un beso —. Que Dios te bendiga y te multiplique.
—teniente James, teniente Klein —pide la prensa— Una foto, por favor la milicia merece verlas así.
Dejo que la guardia se aparte, rodeo la cintura de mi amiga y ambas sonreímos a las cámaras.
—¡Que vivan las mujeres con los cojones más grande de la FEMF! —exclama Laila y la gente aplaude. Me tomo una foto con mamá y mis compañeros cercanos se acercan a saludar.
Alan choca las manos conmigo, Laila me abraza, Patrick y Alexa me abrazan entre los dos, Simón me alza y Bratt no dice mucho ya que mi mamá lo mira mal.
—Angel —Stefan me abraza con los ojos repletos de lágrimas— No tienes idea de lo mucho que me alegro... Llegue a pensar que no te volvería a ver.
Correspondo el gesto dándole dos besos en la mejilla y vuelve abrazarme con el mi fervor.
—Siempre tan guapa y tan fuerte —lo suelto cuando veo que Alex sujeta a su hijo del brazo.
—Stefan es mi compañero de piso —informo.
—Lo conozco, Luisa me recogió en la pista esta mañana y me llevo a tu apartamento.
Le doy un último abrazo.
—Le pediré a dos soldados que los acompañen a casa —les digo—. Deben descansar después de tanto caos.
—¿Me iré mañana y no pasarás el día conmigo? —me reclama—. Llevo meses sin verte.
—Tratare de ir un momento en la noche, pero no te prometo nada —le doy un beso en la frente—. Ve con Stefan, te llamaré cuando pueda.
Dejo que se vayan.
—Mi teniente, el protocolo de salida está listo, partiremos cuando lo ordene —me informa Dalton.
—¿Cómo esta Make? —pregunto.
—Lo ingresaron al hospital militar, mi teniente.
Pedí que me llamaran teniente, aunque esté en periodo de prueba y pueda usar el término "Capitán" No quiero usarlo hasta que no lo tenga totalmente ganado. Vuelvo con los Morgan, como cosa rara, Alex está discutiendo con su hijo y mi genio se hace añicos cuando veo a Gema pegada a él como un chicle.
—Cariño ya —trata de tranquilizar al coronel.
—Bellaquita —me dice Liz enarcando una ceja y ni siquiera le contesto.
—Coronel... —le hablo y me gano la mal mirada del siglo.
—Ten la puta consideración de irte a joder a otro lado y no dirigirme la palabra.
Regina se sigue abanicando en la silla como si fuera el público en el mega drama del siglo.
—Estamos listos para partir —me dirijo al ministro y retrocedo cuando su hijo me encara.
—¿No me oíste? Quiero que recojas el maldito circo y te largues porque no te quiero cerca —espeta y callo—. Ni a ti, ni a tus hombres porque una niñata no me va a cuidar el culo ¿Lo entiendes? ¿Lo captas?
—¿Ya terminaste? —miro el reloj— Si es así vete a la camioneta que tengo mucho trabajo y estas desperdiciando mi tiempo.
Se alza y enderezo la espalda.
—Son órdenes del ministro y yo obedezco al máximo jerarca —le digo—. Por muy coronel y por muy hijo, ministro no eres todavía y por ello su palabra sigue estando por encima de la tuya.
—Cariño —Gema se acerca a tocarle la cara, pero el intento queda a medias cuando coacciono tomándole la muñeca.
—Suéltala o te atienes a las consecuencias —me amenaza Liz.
—¿Cuales consecuencias? —la reta el coronel.
—Te voy agradecer que no interfieras ni interrumpas cuando estoy hablando —me dirijo a Gema soltándole la mano — ¡No estamos para pendejadas! Nos acabamos de enfrentar a un atentado.
—Proceda teniente —ordena Alex.
—Anderson, Baxter. Alisten escuadrón y escolten al coronel a la camioneta —impongo y Gema se le pega al brazo— Si te rehúsas, me encargo de que sea por las malas.
Me poso firme ante el ministro avisándole que su guardia esta lista y para partir cuando quiera.
—Tuteando ¿Eh? —me alcanza Liz— Admito que me prende verte como perra empoderada, pero si te metes con Gema te juro que soy capaz de rayar esa carita.
Detengo el paso volviéndome hacia ella.
—Ella y él están bien —enciende la hoguera—. No te andes con zorradas.
—A mí no me hables como si estuviéramos al mismo nivel, porque te guste o no tengo un cargo más alto que el tuyo y vete con cuidado, que no quiero hacértelo entender a las malas.
Sigo caminando, primer día y ya hubo atentando, crisis y ataque de celos.
Abren las puertas, me aseguro de que el escuadrón me siga y con un pie afuera se me vienen siete reporteros encima.
—teniente James, felicitaciones por tan grandiosa recuperación —me dicen plantándome la cámara en la cara— ¿Como se siente y qué planes tiene a futuro?
—Mantener a salvo la vida del coronel —contesto mientras camino—. Y ascender mi regreso exige un crecimiento profesional.
—Pensábamos que este era su retiro de las filas militares.
Meten a Christopher en la camioneta.
—¿Retiro? —contesto antes de entrar— Esto apenas está empezando.
Abordo la cuatro por cuatro dejando que Iván me cierre la puerta, Liz se va en el otro vehículo, Gema se acomoda en el asiento trasero y respiro por la boca antes de pegarme al radio cumpliendo con el debido protocolo.
—¿Te sigue doliendo? —le pregunta Gema al coronel— ¿Quieres ir al hospital? ¿O prefieres un médico?
—¿Van a arrancar o no? —reclama el coronel— No tengo problema en bajarme e irme caminando.
Coloco el seguro cuando intenta abrir la puerta.
—Andando —ordeno en el radio y las ocho camionetas se despliegan en la calle.
Procuro no mirar atrás, pero mis ojos se concentran una y otra vez en el espejo retrovisor, la hija de perra de atrás no está haciendo uso del espacio y... «Estas trabajando» Me digo «Eres una profesional»
Le pasa los nudillos por la cara, mis ojos se encuentran con los de él en el espejo y no sé cuál de los dos mira más mal al otro cuando Gema empeora todo recostando la cabeza sobre su hombro.
—Su vitamina mi teniente —Iván abre la guantera pasándome el frasco—.Ya es medio día.
Revisa la fórmula que le entregue, la promesa del ring no fue en vano, yo tengo que hacerme ver e Iván debe aprender a respetar, no solo a mí, a todas las militantes que se le crucen.
—Estas sudando —habla Gema— Lo mejor es que tomemos una ducha y descansemos el resto de la tarde...
Un zumbido me tapa los oídos y no alcanzo a oír lo que queda de la frase, el esófago me arde y de la nada me veo pateando a Gema fuera del auto. Ni con Bratt que dure tantos años llegué a sentir tanto nivel de posesividad.
No quiero que la toque, mire, ni sonría porque la DETESTO, me da asco y cada vez que la imagino sobre él me invaden las ganas de vomitar.
Quito el seguro cuando nos vamos acercando y Christopher no espera que la camioneta se estacione del todo, el animal abre la puerta bajándose y pasándose el protocolo por el culo.
—Le voy a enterrar un tiro —me toca salir disparada del vehículo junto con los otros escoltas.
El maldito no toma el ascensor, se va escalera arriba poniendo a que todo el mundo trote tras él, logró adelantarlo ya que la pelea le cobra factura apagándole la prisa, Gema ya está esperando arriba con Liz y para empeorar me topo con Marie en la sala cuando entro.
—Te llego un nuevo dolor de cabeza Marie —comenta Liz en tono burlesco—. Una ex nuera...
—Ja —se jacta la madre de Gema cuando Christopher entra yéndose directo al minibar—. Ella nunca ha sido mi nuera.
—Así como usted nunca ha sido la madre de Christopher—me defiendo adentrándome en el vestíbulo.
Martha me dejo curada y prevenida.
—Christopher...
—Váyanse a la mierda todas —increpa pegándose de la botella—. Y tú lárgate de mi casa que en ningún momento te pedí que vinieras —echa a Liz.
—Voy a prepararte un baño —Gema sacude la cabeza y su amiga la mira con cara de ¿No me vas a defender?
—Le mostraré el sistema de seguridad —me dice Tyler señalándome el pasillo.
Tyler es todo lo bello del mundo, es obediente, atento, siempre esta alerta y fue el que más se emocionó cuando le dije que sería su capitán. Me muestra el circuito parte por parte y se detiene en la alcoba que tendremos todos a modo de descanso.
Mi tiempo se dividirá aquí, el comando y en High Garden por ello los escoltas tienen una habitación para descansar y cambiarse según se requiera. Por suerte Brenda se tomó la molestia de empacarme una maleta con las cosas que necesito, así que aprovecho para quitarme el uniforme quedándome de civil con vaqueros, botas y chaqueta sin dejar de lado el arma y la placa.
Pasamos a la siguiente alcoba de huéspedes y por último a la del coronel donde esta Gema descalza preparando el jacuzzi. Respiro hondo
En verdad me cuesta lidiar con los celos enfermizos. Me fastidia el olor a jazmín y el verla a ella haciendo espuma con el estéreo encendido.
Me encuentro con el coronel en la entrada y quiero ignorarlo, pero...
—¿Chris? —pregunta la estúpida del baño y los pies se me congelan frente al hombre recostado en el umbral.
—Por tu bien espero que hayas tenido los cojones de no habértela llevado a la cama —acabo con el espacio que nos separa—. Porque de ser así hazte a la idea de que no me vuelves a poner un dedo encima.
—¿Y quién dijo que quiero ponértelo...?
Lo llevo contra la pared enterrándole el brazo en el cuello.
—Se supone que ya debo estar preparada para esto, pero no lo estoy ¿vale? —le suelto— No sé si lo estaré algún día, así que por el momento no acepto que la toques, beses o mires como me miras a mí, porque te juro Christopher que ...
—A mí no me amenaces —siento como se le endurece la polla sobre mi abdomen y de un momento a otro mi aliento se va fundiendo con el suyo— Maldita exhibicionista mentirosa...
—¿Te acostaste con ella? —la furia me emana de las venas.
—No.
—Mentiroso.
—Yo no soy como tú que vives con jugarretas.
Lo suelto cuando siento que estoy perdiendo el control. Demasiados celos, demasiada posesividad y demasiada fobia al título de la "Otra" Se pasa la mano por la entrepierna cuando me alejo e imagino lo bien que ha de sentirse tenerla en mi garganta.
—Márchate que me tienes cabreado.
—Me da igual —salgo con la rabia atascada en los pulmones. «¡Ya surgió la jodida tensión!» Bueno tensión tengo desde que se largó de la isla, pero el contacto y cercanía aumenta todo a niveles tóxicos.
Iván me entrega la laptop que muestra el sistema de seguridad y tomo asiento en el comedor atando conjeturas, reviso las cintas del palacio analizando el panorama. Fue un ataque directo según el vídeo, lo iban a matar y ya la prensa tiene los diarios repletos con la noticia, Kazuki ni Leonel fueron atacados.
El que los Romanov vinieran directamente por él me confirma que la tarea no será fácil. La mafia cada día toma más terreno, con el sistema judicial no me basta y si me confió Christopher es hombre muerto.
Saco el teléfono y marco el número de la agencia de Eliot. Falleció, pero tenía investigadores y por lo que me dio a entender ellos se mueven por los dos lados.
Contesta la secretaria y debo dejar un mensaje encomendado como urgente para que se comuniquen conmigo y recibo una llamada de Alex cuando cuelgo.
—¿Cómo esta Christopher? —pregunta— ¿Llamaron algún médico para que lo revisara?
—Se negó, ya sabe cómo es.
—Porque sé cómo es, te puse donde te puse —empieza— Esto lo paso por alto, pero ten en cuenta que en tus manos está la vida de mi hijo, tienes la responsabilidad de cumplir todo lo que yo ordene. Si te digo que lo cuides lo cuidas, si te digo que me lo traigas a la mansión, pues me lo traes a la mansión. Sin demoras, retrasos ni excusas.
Me froto la sien, Alex es una aguja en el pie.
—Si señor —contesto.
—Cada falla es un punto menos, cada orden es una prueba y cada demanda es una oportunidad para demostrarme que estas capacitada —continua—. En la milicia no se refuta, no se cuestiona, no se reniega. Se cumple.
—Si señor.
—Su madre le hará una cena de cumpleaños —informa— Hoy a las 8 pm, así que te veo aquí. ¡Puntual!
Me cuelga y vuelvo al trabajo, llevo siete horas de labor y ya siento que fueron tres días. Dalton me ayuda, tomará el lugar de Make como escolta principal y será el segundo al mando cada vez que no este, lleva ocho años en la labor y Alex me lo asignó por las habilidades que tiene.
—¿Encontraste algo? —pregunta Gema dejando una taza de té sobre la mesa— Manzanilla para el estrés.
Se cambio y tiene el cabello recogido en una coleta.
—Si prefieres otro tipo de té, ordenale que te lo preparen.
En verdad no tengo tanto nivel de hipocresía como para contestarle.
—Rachel, ya que pasaremos mucho tiempo juntas quiero dejar claro que no quiero problemas con nadie, ya pasaron seis meses y te soy sincera al decir que por ti no siento nada más que admiración —me dice—. Ya lo que paso, paso y ahora no queda más que unirse ya que tú tienes una ley de supervivencia que solo se respetara si Christopher gana.
Sigo tecleando organizando lo que requiero dejándola a la espera de una respuesta y no se va, sigue jodiéndome tomándome la mano para que no siga con la tarea.
—¿Tienes algo que decirme? Vuelvo y reitero que no quiero problemas y espero lo mismo por tu parte, no quiero Rachel que volvamos a lo mismo...
El mal humor se triplica y hago acopio de mi autocontrol para no retorcerle los dedos.
—Déjalo estar que yo tengo muy claro mi lugar —contesto.
—¿Segura?
—Siempre.
—Bien —le da un sorbo a su bebida.
¡Estúpida! Christopher aparece pálido y recién bañado.
—¿Qué haces? —increpo cuando se encamina al perchero por una chaqueta.
—Te acaban de hacer un atentado ¿Y vas a salir? —le reclama Gema.
—Si —contesta tajante—. No soy un animal como para andar encerrado y tengo asuntos que no quiero posponer.
—Christopher no puedes... —ignora a Gema, le indico a los escoltas que le cierren el paso mientras me pego al radio ordenando la guardia.
—Christopher deja de ponerte en peligro —aparece Marie —. Estuviste a nada de perder la vida...
—¡Dejen de opinar como si estuviera pidiendo permiso! —se molesta
—¿A dónde quiere ir coronel? —me le planto enfrente.
Ignoro la mirada de odio que me dedica cuando Iván me ayuda a poner la chaqueta de cuero que había dejado en el espaldar de la silla.
—¿Estas tocándome los huevos? —me pregunta.
«Ya quisiera»
—¿A dónde quiere ir coronel? —vuelvo a repetir la pregunta y no me contesta solo se encamina a la salida.
—Póngase esto, por favor —Dalton le entrega el chaleco antibalas, lo recibe y lo tira antes de entrar al ascensor.
Lo sigo y se coloca los lentes cuando pisa la acera. Está en modo orgullo nivel Dios, pero no contiene las ganas de encararme antes de subir al vehículo.
—¿Dónde está el collar?
—Supongo que por ahí —me encojo de hombros —. Deja de preguntar estupideces y sube antes de que te peguen un tiro.
Entra cuando los hombres se ponen a la defensiva listos para cualquier cosa.
—Westfield Stratford —ordena cuando abordamos la camioneta.
No habla en el trayecto, solo se concentra en el móvil ignorando mi presencia mientras Alex no tarda en llamar a reclamar y debo soportar el regaño por la terquedad de su hijo. Como si no supiera que aunque diga "NO" Lo hará de todas formas.
Cuelgo y el móvil vuelve a vibrar con un número desconocido.
—¿Sí? —contesto.
—Señorita James —saludan al otro lado— Le hablo Paolo de the Red House, mi secretaria me informó su mensaje y quiero informarle que llevo meses esperando su llamada.
Es la agencia de investigación de Eliot.
—¿Tiene un par de minutos para mí? Lo que debo decirle debe tratarse personalmente.
—Westfield Stratford —indico— Estaré hay en 20 minutos.
—Voy saliendo.
Observo al coronel por el espejo retrovisor, tiene el brazo recostado en la puerta del vehículo, pensativo y tocándose el labio inferior. Quien lo ve no se imagina que detrás de toda esa autoridad hay una bestia en potencia y siento que lo de esta mañana es un abre bocas comparado con todo lo que se avecina.
Se pone al teléfono y con disimulo acomodo el espejo retrovisor para verle el paquete que carga en la entrepierna, sobresale en los vaqueros y... «Rico» Pienso disfrutando de la vista que me seca la boca. Tengo que apagar el mal genio con algo.
El auto se estaciona y soy la primera en bajar abriéndole la puerta solo para joderlo con una bofetada a su ego de macho alfa empoderado solitario.
La mirada de los visitantes del centro comercial se enfoca en él. Porque solo a él se le ocurre salir a pasear sabiendo que está en peligro y por ende debe cargar más de diez hombres a su alrededor. Es como una celebridad la cual teclea en el móvil mientras camina ignorando el hecho de que la gente deba abrirle paso a las buenas o a las malas.
Entramos a una mega tienda exclusiva de tres pisos con zapatería, perfumería, joyería y ropa de diseñador.
La desesperación me invade cuando las dependientas empiezan a pestañear llevándose la mano al pecho con aires coquetos, las cosas han avanzado tanto que ya Gema no es la única protagonista de mis celos. Los hombres esperan en puntos estratégicos y yo soy la que más cerca se mantiene.
Se va a la joyería donde lo atienden aparte ofreciéndole champagne mientras yo me mantengo atenta apoyada en el mostrador. Les muestran piedras, catálogos y no sé qué más, pero tarda y la impaciencia me pone a mirar las joyas en exhibición.
—¿Algo de su interés? —pregunta la encargada.
Se me van los ojos con el reloj que gira en la vitrina y la vendedora lo saca para que lo vea de cerca.
—Una belleza, el accesorio perfecto para las que aman el glamour —me dice.
El precio me hace alejarlo, tengo otras prioridades ahora.
—Esta hermoso, pero lléveselo —digo y suelta a reír—. El precio y yo no somos compatibles.
—Puedes pagarlo con tu tarjeta de crédito —insiste.
—Gracias —digo cuando Christopher se levanta yéndose al área de ropa masculina.
Me informan por el auricular que no hay novedades y me mantengo cerca del hombre que anda de aquí para allá sin ver ninguna maldita cosa en especial.
—Nos llegó una nueva colección de Tomas Maier —le habla una castaña con uniforme blanco.
—Muéstrame —le contesta él.
—¿Por aquí? —se lo lleva al otro lado y camino despacio.
—Creo que este color va mucho con su tono de piel —le muestra una camisa malva.
Christopher sacude la cabeza y la chica se apresura a buscar otra.
—Señorita puede ayudarme con... —le dice otro cliente y la asesora lo ignora.
—Esta si debe ser de su gusto —vuelve con una negra — El diseño y la tela se asemeja a su estilo.
Se pone como un tomate cuando Christopher se quita los lentes.
—Puede ser
— ¿Busco su talla?
Le pone la mano en el pecho ensanchando los labios y ...
—Disculpa, pero debes mantener cierta distancia —advierto— Es un asunto de seguridad personal.
—Oh disculpe, no sé de mucho de esos temas.
—Pues ya lo sabes, así que ve a buscar la prenda.
—Toxica, mentirosa y exhibicionista —Christopher acorta el espacio que nos separa — ¿Qué más quieres añadir a la lista?
—No lo sé, asesina tal vez.
Si está buscando que le baje la cara no lo voy hacer, por mucho que me impacte su físico mantengo el mentón en alto.
—¿Te calentaste cuando Parker te dibujo? —reclama y me rio — Oh no me contestes, la pintura ya me lo dijo todo y mi pregunta es; ¿En qué diablos estabas pensando? Con esto y con lo otro ¿Crees que soy un imbécil el cual aplaude todos tus caprichos?
—No sé de qué hablas.
—¿Qué eres? ¿Loca, bipolar, esquizofrénica?
Doy un paso adelante dejando que mi aliento se funda con el suyo.
—La mujer que adoras, eso es lo que soy.
—Sigue soñando —se va.
—Ok.
Sigue mirando y este tipo de actividad no es entretenida cuando no eres tú el que está comprando. Llena a la dependienta de ropa y mientras los demás caballeros entran a los vestidores, Christopher se desnuda de la cintura para arriba congelando a la chica que sostiene las prendas que eligió.
«Hijo de...» No soy la única botando baba, hasta la cajera anda rondando fingiendo que no sabe precios y es que la espalda de este hombre es increíble, al igual que el culo enfundado en los vaqueros ceñidos.
—Me llevo esto —va ordenando y desechando volteándose varias veces hacia el espejo que tengo al lado.
Se peina el cabello con las manos mostrándome los abdominales una y otra vez y en uno de los tantos cambios noto el moretón que se formó en la parte donde arranque el dispositivo que le conectaron para inmovilizarlo.
Me preocupa que siga estando pálido y que con ciertos movimientos actúe como si le doliera. Dejo de verlo cuando recibo un mensaje de Paolo avisándome que ya llegó y le devuelvo el texto advirtiéndole que me espere en la tercera planta.
—Esta me gusta —Christopher le sigue arrojando ropa a la dependienta y sus compañeras ya no se pasean, se han clavado fingiendo que no ven el hombre que se cambia.
Le ordeno a Dalton que se queda a cargo, no traigo chaleco así que envió a dos soldados arriba para que revisen al hombre que veré, veo como lo requisan contra la baranda y dejo que le vuelvan a entregar el bastón que carga.
—Tengo poco tiempo —advierto y echo andar para no levantar sospechas.
Podría asegurar que ronda por los 35 años, no muy alto y extremadamente blanco.
—Paolo Morel —me da la mano— Detective de The Red House, con Eliot fundamos la agencia.
— ¿O sea que eras su socio? —me trago la nostalgia que causa la muerte de mi guardaespaldas.
—Si —cojea apoyándose en el bastón
—¿Cómo están sus familiares? —pregunto— ¿Tenía esposa, hijos?
—Un hijo de diez años que está a cargo de su abuela, esposa no tenía.
Su muerte y lo sucedido con Angela fue una de las cosas que más me peso.
—Le pague una suma considerable por información que necesito de manera inmediata.
—Lo sé, por eso estoy aquí, solo dígame que necesita.
—¿Como sé que me puedo fiar? —inquiero— Si eras su socio has de saber que mi caso es delicado.
—No está en la labor de confiar en nadie, yo estoy aquí sabiendo que en cualquier momento me pueden pegar un tiro como a Eliot —se alza la bota del pantalón— También porque no tengo los medios para devolverle el dinero que le pagó a la agencia ya que soy un cojo el cual se niega a trabajar en un supermercado.
Tiene una pierna de metal.
—Eliot invirtió el dinero, con su muerte varios clientes se han retirado y no tengo los medios para hacerle un reembolso —suelta el pantalón— The Red House está conformada por ex militantes de la FEMF y yo perdí mi pierna en Sicilia, pero la FEMF no se hizo cargo ya que fue mi culpa al no acatar las normas que me impusieron.
Seguimos caminando.
—Le enviare mi expediente para que lo confirme cuando quiera.
—Eliot tenía nexos con la mafia...
—Teníamos, recuerde que éramos socios así que dígame que necesita.
—Necesito saber todo sobre Philippe Mascherano. Donde nació, que ha hecho, como es... Necesito encontrar la manera de hacerlo caer.
Asiente.
—También necesito que investigues a los candidatos Leonel Waters y Kazuki Shima, uno de ellos trabaja para la pirámide y me urge saberlo. También debo mantenerme al tanto de lo que pasa en la mafia, novedades, rumores, especulaciones...
—Ya tengo información sobre eso, se la haré llegar cuando la organice.
—Consígueme todo con detalle y yo hago conjeturas —bajo la escalera—. No tardes o esto se convertirá en un rio de sangre.
Para cuando bajo el coronel ya está pagando.
—Señor Morgan es un honor que siga prefiriendo nuestras tiendas —le dice la chica devolviéndole la tarjeta—. Sabe que es un gusto atenderlo.
Le entrega la factura y noto que puso a Tyler a cargar las bolsas.
—Mis mejores deseos por su cumpleaños —añade la cajera cuando se aleja del mostrador.
Que pereza este tipo de hombre asediado cada dos por tres, echo andar preguntando en el intercomunicador si todo está bien y...
—¡Señorita! —me llaman— Olvido su compra.
La chica de la joyería me entrega una bolsa pequeña y Christopher sigue de largo atropellándome con el hombro.
—Vuelvan pronto —recibo preguntándome en qué momento pasé la tarjeta que no me di cuenta.
Salgo abriendo el paquete y ahí esta; Un reloj Vacheron Constantin plateado que me causa cierta molestia al sentirme como la amante que la llenan de regalos caros sin pedirlo, hay veces que los mimos y momentos de pareja pesan más que un reloj de miles de libras. Avanzo siguiéndole el paso y aprovecho el momento justo para:
—Hola —me acerco a la empleada que limpia el piso junto al ascensor— Para ti.
Le extiendo la bolsa que me acaban de entregar y la mujer me repara confundida.
—Póntelo o véndelo, pero sácale provecho, bonita.
Abre la boca sorprendida cuando revisa el interior, se abren las puertas y empujo a Christopher dentro dejando que los escoltas me sigan.
—¡Muchas gracias, señorita! —me dice la mujer antes de que se cierren las puertas.
—Es tu día de suerte.
Christopher resopla molesto y ni lo miro «Que le den, por imbécil» Reparo la hora y en vez de irnos a casa sale desviándose a las oficinas del sector financiero entrando a la sucursal de uno de los bancos más potentes de Europa.
—Buenas tardes —saluda un asesor —. Por favor tomen un turno y ...
—No voy a tomar un turno —lo corta Christopher.
—¡Señor Morgan, bienvenido! —de una oficina sale una mujer indicándole al asesor que se aparte— Siga por favor.
Entro con Dalton al espacio cerrado y cada uno mantiene la debida distancia.
—Disculpen es necesario que... —refuta la mujer—. Como gerente me incomoda el exceso de personal...
—Necesario y no negociable —la callo.
—Ignore al radiador de Chernóbil —se mete Christopher—. Solo dígame lo que tiene que decirme y no me haga perder el tiempo.
—¿Disculpa? —alego y me ignora.
—Lo mande a llamar porque ya tengo listo el informe de sus activos, su abogado me lo pidió y debía entregarlo personalmente —le extiende varias hojas—. Aprovecho y le entrego el resumen de todas sus transacciones en el último año. Léalo y firme el acta que nos asegura que todas fueron autorizadas por usted.
Le entrega otro cúmulo de hojas que empieza a leer por encima deteniéndose en la hoja de la mitad. Se devuelve y vuelve a leer. La mujer le extiende el bolígrafo y Christopher le devuelve el acta.
—No voy a firmar nada —le clava el resumen en la mesa señalando una parte concreta— Esto ni lo moví, ni lo autoricé.
La mujer se coloca los lentes reparando todo con detalle.
—Pero la compra fue con su tarjeta, señor Morgan usted es un cliente potencial y le garantizo que nos aseguramos de que sus cuentas estén protegidas al cien por ciento —toma la bocina—. Le pediré a las tiendas la identidad de la persona que hizo semejante gasto.
—Quiero el dato hoy.
—Eso toma algo de tiempo.
—Hoy dije —se pone de pie—. No me importa a la hora que lo tenga, lo necesito hoy o los descarto como banco.
—Si señor.
Sale molesto y toca casi trotar a la salida ya que de un momento a otro le entra el afán, no me deja tomar las medidas y las camionetas tienen que moverse a la entrada en tiempo récord.
Gema no está cuando volvemos, pero su madre sí.
—Christopher no olvides tu cena de cumpleaños —le recuerda Marie cuando sigue de largo.
El coronel se encierra y por mi parte me pongo a trabajar, ya estoy agotada y lo peor es que la noche apenas está empezando y por lo que veo no tendré tiempo de visitar a mi madre. Le pido a Stefan que me traiga un vestido acorde a la ocasión porque no voy a desentonar en ningún lado.
—Su vestido —Ivan me entrega una funda con la ropa, se ve de mal humor y supongo que esta estresado con el papel de mozo—¿Cuánto durará esto?
—Siempre, así que sonríe y muéstrame lo feliz que estas —se queda serio— O si quieres nos retamos en otra pelea y solucionamos el problema como se hacía en la antigua milicia.
—Permiso para retirarme —pide.
—Concedido.
En treinta minutos estoy lista con un vestido negro, largo de abertura que no da para uso de sostén ya que tiene un diseño de una sola manga y escote corazón que me encanta.
Opto por el cabello recogido, sencilla pero sensual. Bueno no, mi cuerpo ya no denota sencillez por ningún lado ahora. Me pongo los tacones y me coloco el cinturón de armas en el muslo, meto dos cargadores y una navaja, pongo la cartera bajo el brazo y salgo a reunirme con los escoltas que ya están cambiados con su respectivo atuendo.
—No necesitaron la alcoba, que eficientes —les plancho el traje adulando lo bien que se bien—. Dalton que galante y Jef que buen mozo te ves con traje.
—Gracias mi teniente —me dicen— Esta usted muy bella.
—¿Nos concede el honor? —Carlo me ofrece la mano y la tomo dejando que me de la vuelta.
—Ven que si pueden comportarse —miro a Ivan— Adiestrados se ven más bonitos.
— Ya tenemos todo listo y en regla —informa Dalton.
—Estos escoltas son tentación para cualquier novia u esposa —dice Gema desde la sala— Si necesitan algo no duden en avisarme, la idea es que estén cómodos y tranquilos.
Está bebiendo una copa con un rubio que le gana en altura.
—Nate, te presento a Rachel James. Es la encargada de la seguridad de Christopher —se acerca a presentármelo— Rachel él es Nate, tiene un club muy interesante y es amigo de Chris.
Extiende la mano.
—¿Y también le gusta jugar? —le pregunta a Gema mientras correspondo el saludo.
—No sé, averígualo. Rachel es un enigma.
—Claro que lo haré —asegura dándome un beso en la mejilla— Que linda gatita eres.
Feo no es.
—Gracias ——me enfoco en lo que importa— ¿Y el coronel?
—En la alcoba —contesta Gema— Te estaba esperando para que me lo ayudes a sacar, ya lo he llamado como cinco veces y no me abre.
Reparo el reloj, no voy a llegar temprano y Alex va a empezar a joder. Creo que este trabajo es más de niñera que de escuadrón de protección.
—Dalton ve por él —ordeno.
Voy organizando a los hombres.
—¿De dónde eres? —me pregunta Nate ofreciéndome una copa.
—Arizona.
—¿Soltera?
—Mi teniente, golpee y no dio respuesta.
El móvil me vibra con el número de Alex y no contesto ¡Que puto martirio con estos hombres!
—Busca las llaves —le ordeno a Gema— ¡No voy andarme con contemplaciones!
Miranda abre la puerta, el aire apesta a whisky y el muy imbécil está ebrio y a medio vestir.
—Cariño —Gema intenta despertarlo vuelvo a mirar el reloj y tengo media hora para llegar a High Garden— Despierta bebé.
Alex envía la primera advertencia.
—Cariño despierta...
—¡Oh joder! —aparto a Gema— ¡Christopher!
«Hijo de perra» Parece un puto crio.
—Conozco un batido que le bajara el nivel de alcohol —sugiere Nate— No lo dejara como nuevo, pero si bastante consciente.
—Que esperas para prepararlo —le pido— Gema ayúdale mientras lo arreglo.
—Enseguida, ven conmigo Nate.
Se profesora de primaria, me decían. Pero no. Nunca me gusto y heme aquí lidiando con un niño de 28.
—Christopher —empieza a quejarse cuando lo siento de golpe— ¡Como mierdas haces esto, todo el mundo te está esperando!
Recuesta la cabeza en mi vientre y le tomo la cara tratando de arreglarme el cabello, no tiene las manos quietas y empieza acariciarme los muslos por debajo del vestido.
—Quiero —trata de llevarme a la cama.
—¡Estate quieto! —lo detengo cuando alcanza el elástico de mis bragas, pese a estar ebrio mi empujón no lo mueve, pero si le da para que me tire a la cama llevándome con él— ¡Basta!
Gira dejándome bajo su pecho y acto seguido refriega la erección contra mi coño.
—Quítate —forcejeo cuando me búscala boca.
Se sigue refregando y empiezo a manotear.
—Yo a mi mujer la beso como cuando y quiera ¿Entendido? —me aprisiona las muñecas antes de apoderarse de mi boca
«¡Como un demonio!» Extiende el momento bajando por mi mentón y...
—¡Me estas dañando el moño! —me lo zafo y termino en el piso, me jode que haga este tipo de cosas porque sabe que ahora ninguno de los dos se va aguantar— ¡Vístete!
—No voy a ir a ningún lado y deja de darme órdenes! —impone llevándose la mano a las costillas.
—No estamos para gilipolleces —me pongo de pie buscándole el abrigo— No te das cuenta que este tipo de cosas me meten en problemas con tu papá.
—Lo sé —se acuesta— Por eso me embriague.
—Voy a traer a los escoltas.
— No voy a ir.
Se levanta en busca de la botella y alcanzo a apartarla antes de que la tome.
—Te voy a dar un minuto para que vayas por el puto collar —me advierte.
—No.
—¿No?
—No me lo voy porque no quiero y ya esta.
Me lleva contra la pared.
—Todo este drama solo para cabrearme y llamar mi atención...
—Tu atención la tengo las veinticuatro horas del día —contesto— Y para cabrearte no tengo que dejar de usar el collar, simplemente puedo confesarte que acabo de conocer a tu amigo Nate y esta como para echarle dos polvos seguidos.
Tensa el agarre en mis muñecas y me zafo por un lado cuando oigo a Gema.
—En tu vida vuelvas a...
—¡Christopher, por Dios! —entra Gema con un vaso en la mano — Ya llevamos media hora de retraso —le da la bebida— Tomate esto y deja de retrasar las cosas.
—Gema tiene razón —secundo— Si no vas, el ministro va a venir, así que piénsatelo bien y mientras lo haces, me voy por un trago... Nate ven conmigo.
Todos se quedan en silencio cuando la ruptura del vaso truena en el umbral de la puerta.
Intenta dar un paso, pero termina pálido y soltando una oleada de vómito a lo largo del piso.
—¡Miranda! —Gema lo lleva a la cama llamando a la empleada.
No me gusta su estado, él no es de verse débil ni enfermo. Trato de acercarme y alza la mano soltando todo lo que le queda.
—Yo me hago cargo —advierte Gema— Dame un par de minutos y me encargare de que baje.
—Lárgate de aquí, Nate —le pide a su amigo en medio del vomito.
—¡Ya lo oyeron! —se molesta Gema— ¡Váyanse!
La preocupación se me estanca en el pecho, Alex vuelve a llamar y debo bancarme el regaño al que no le pongo mucha atención.
—Partimos en quince minutos —le ordeno a los escoltas.
—Llámame cuando quieras —Nate me entrega su tarjeta— Podemos divertirnos, sin arandelas ni compromisos.
Recibo el papel por educación y bajo abordar el vehículo. Siendo sincera me preocupa el estado de Christopher, ese mal color y molestia en las costillas todo el tiempo.
—¿Esta bien mi teniente? —me pregunta Iván.
—Si.
Gema aparece con el coronel y juntos suben a la camioneta, ella intenta limpiarle el sudor que le recorre la frente y él solo se recuesta en el asiento cerrando los ojos.
—Creo que solo esta ebrio —me dice Gema— A lo mejor el trago le sentó mal.
—Andando —ordeno.
High Garden nos da la bienvenida, esta casa es como un bunker, así que la seguridad se merma cuando bajamos. Christopher luce peor y no se aparta la mano de las costillas.
—¿Estas bien? —la preocupación crece más y más.
—Como si te importara —echa andar con Gema atrás.
—Tienes razón —lo adelanto yendome con los escoltas— Me vale un reverendo pepino.
Nos abren las puertas de la mansión adornada con una decoración sobria. Todos están reunidos en el vestíbulo, Regina, Marie, Alex, Reece, Sara y... ¿Laurens?
Tiene un bonito vestido con tacones pequeños y se apresura donde Christopher dándole las carpetas.
—Coronel, lamento incomodar, pero estas autorizaciones requieren su aval y...
—Ahora no —Christopher se apresura al baño sin saludar a nadie.
—¿Esta bien? —me pregunta Sara y Alex se va tras su hijo.
—Esta ebrio —contesta Gema.
—Con su permiso me retiro —se disculpa Laurens— Teniente que alegría verla bien y recuperada.
Me sonríe y le devuelvo el gesto.
—Quédate a la cena —le propone Gema.
—No creo que Christopher tenga la humildad de comer con la secretaria como si fuera un miembro de la familia —habla Regina— Lo digo porque es algo privado donde queremos a los que realmente nos importan.
—Quédate —le susurra Gema— Le pediré a Sara que te deje comer con los escoltas y ella cocina delicioso.
Laurens asiente haciéndose a un lado y me voy a saludar a la compañía más grata de la noche; Reece. Está al lado de su madre pulcramente arreglado con un traje sin corbata.
—Sol —me dice dejando que le de dos besos en la mejilla— Otros dos.
Lo vuelvo a besar.
—¿Extrañaste a daddy?
—Obvio.
Sonríe tomándome de la cintura.
— ¿A que no nos vemos bien juntos?
—Puede ser tu hija —contesta Regina.
—Pero no lo es y por ellos nos vamos a casar...
Suelto a reír, el timbre suena y la empleada corre abrir dándole paso a... ¿mi mamá?
Suelto a Reece tratando de entender el porqué de venir al hogar de la familia que tanto odia. Trae un vestido beige tipo cóctel y el cabello suelto sobre los hombros me adelanto a recibirla mientras la empleada le ayuda a quitar el abrigo.
—Hola cariño —correspondo el abrazo.
—¿Qué haces aquí?
—Yo la invite —aclara Sara y se funden en besos y abrazos— Ella no tendrá mucho tiempo en Londres y me comentó que quería verte y pues como estarás aquí toda la noche.
—Gracias.
—Iré a ver si la cena esta lista —se va— Están en su casa.
—Los Morgan siempre tan opulentos, todo está más deslumbrante que antes.
Mamá pasea los ojos por la mansión bajo la mirada de Gema y Regina.
—No me acostumbro a que tengas que cuidar a... —se calla— No voy a gastar saliva con ese maldito nombre.
—Sol preséntame que no estoy pintado en la pared —Reece se acerca tomando la mano de mi madre— Ya veo de donde viene tanta hermosura y sensualidad, te vi entrar y me pregunte quien eras y porque no estoy casado contigo.
Mi mamá suelta a reír con las mejillas encendidas.
—Hazlo otra vez —pide Reece.
—¿Que? —inquiere.
—Reírte, luces más hermosa de lo que ya eres.
—Oye no te pases —le advierto.
—Luciana James —se presenta mi mamá.
—Reece Morgan...
Mi madre desbarata la sonrisa soltándole la mano.
—Adiós —se va.
—No la culpes —abrazo a mi antiguo doctor— Ella tiene ciertos traumas con tu apellido y pues también está casada, y ama a mi papá.
La empleada invita a todo el mundo al comedor.
—Yo quiero un espacio al lado de Luci —empieza Reece y mi madre rueda los ojos.
—La mesa de los empleados ya está servida —me avisa Marie— Pueden pasar ya.
Busco a los hombres que sin órdenes claras se fueron a vigilar el jardín donde ya están, Gema, Reece, Marie, Regina y mamá. Dalton e Ivan están rondando la mesa y me acerco avisando que cenaremos por turnos.
—teniente tome asiento —me dice Regina— Quiero oír el relato de la épica recuperación.
A Marie no le hace gracia y Regina apoya los codos en la mesa.
—Siéntate con confianza —ordena— Al igual ya te has sentado en esta mesa como también te has metido a la piscina...
—¿Qué? —pregunta mama.
—Nada —le hago caso a Regina que oculta la sonrisa tras la copa de vino.
Alex trae a Christopher que llega igual de pálido, mi mamá se mueve incomoda y el coronel abre la boca para hablar, pero Alex no se lo permite.
—Luciana bienvenida a High Garden —dice a Alex y Sara la abraza por detrás— Estas en tu casa.
—Solo vine a compartir tiempo con mi hija.
—¿Siempre eres tan obstinada? —le pregunta Reece.
—Cuando me desagrada la compañía y no lo digo por ti, Sara.
Que indirecta más directa. Sirven la comida y el duelo de miradas envenenadas entre Christopher y mi madre no se hace esperar. Regina insiste en que cuente el relato de la rehabilitación y no me queda más alternativa que contar el calvario que viví desde que entre al centro.
—Reece, tú siempre tan talentoso y eficaz. Te adoro cariño y no puedo estar más orgullosa de ti.
Regina felicita a su hijo y este le tira un beso.
—Muy admirable Rachel —habla Gema— Serias una inspiración para las mujeres que estoy motivando a...
— Entiendo el tratamiento, pero me queda la duda de ¿Quién pagó algo tan costoso? — inquiere — ¿Usted teniente James?
Esta señora es anfitriona de los momentos incómodos.
—Porque los servicios del CCT valen una fortuna. ¿Lo pago tu padre? —insiste.
—No —contesto.
—¿Alex? —mira a su hijo— Cariño ¿Hiciste eso por tu amigo?
—No —contesta el ministro.
—Lo pago Christopher —la corto— A él le debo absolutamente todo.
Gema se acomoda en la silla tomando la mano de su madre.
—Pero vamos a pagar todo —contesta mamá— Con Rick prometimos devolver hasta la última libra.
—Yo no necesito que me paguen nada —habla el coronel por primera vez en la noche— Así que no se meta ni adquiera cosas que no le competen.
—Son las deudas de mi hija y claro que me meto.
—Su hija no tiene ninguna deuda conmigo —contradice—Lo pagué porque quise y ya está...
—No es porque quieras, es porque por culpa de su maldita organización conoció al mafioso que le arrebató parte de sus sueños.
—Linda cálmate... —interviene Reece.
—No —se le quiebra la voz— Te lo pedí un sinfín de veces, Alex. Te rogué mil veces que no la aceptaras, te suplique que me dejaras tener a mis hijas completas y no te importo —le reclama al ministro— Nunca moviste un dedo y ¿Qué pasó? La maldita droga le quitó el sueño de tener hijos, pero bueno tú no sabes lo que es ver el sueño de un hijo truncado, porque el tuyo te detesta...
—Mamá —trato de calmarla— Yo conocí a Antoni porque quise, ellos no tienen nada que ver.
—Ahora la pones a cuidar al minotauro que tienes como hijo —me ignora— Más riesgo, porque apuesto todo a que medio mundo lo quiere matar.
—Señora esta no es su casa como para que insulte —se mete Marie— Es el cumpleaños de mi hijo tenga, aunque sea un poco de respeto.
—¿Qué es una cena Morgan sin un discurso cargado de veneno? —se levanta Reece— Brindemos por ello. Por el odio que nos tienen por ser los hijos de puta que somos y nunca dejaremos de ser.
Alex, Christopher y Regina alzan las copas.
—Salud —dicen unísono.
«Partida de egocéntricos» Traen el pastel a modo de postre y tomo la mano de mi mamá.
—Oye yo estoy bien —susurro solo para las dos.
—¿Te acuerdas cuando me decías que le leerías cuentos a tus hijos? ¿Qué me darías nietos amorosos los cuales me llevarían al super cuando esté vieja y me cueste caminar? —se le empañan los ojos.
—Yo puedo hacer eso —abre la herida —Puedo llevarte al super cuando ya no puedas caminar.
—Pero eso no era lo que tu querías.
Le beso la frente.
—Pero pasó y no podemos hacer nada.
Christopher me está taladrando con los ojos y a mí solo me preocupa que siga igual de pálido. Sara nos invita a la sala ya que la familia quiere dar los obsequios.
—Siendo sincero no me apetece pasar tiempo con ninguno de los presentes —espeta el coronel.
—A nosotros tampoco nos importa lo que tú quieras —le dice el tío— Pero esto es una de las pocas tradiciones Morgan que nos gusta respetar.
Gema toma asiento a su lado y Marie es la primera en darle un retrato de ella, Gema y él de niños en un parque de diversiones.
—Que Dios te bendiga, hijo.
—Y yo pensando que era hijo de Sara —se burla Regina — Oh, cierto que se largó a criar los hijos de otro.
—Mamá, por favor —Alex se frota la sien tratando de no perder la paciencia.
Sara lo anima a levantarse y juntos le entregan una caja pequeña.
—Uno más para la colección —la abre y son las llaves de un auto.
—Ok—es lo único que contesta.
Laurens espera con las carpetas abrazadas a un lado haciendo el papel de árbol, laborar con Christopher es uno de los trabajos más estresante del mundo. Sigue Gema con una camiseta de fútbol autografiada.
—Del capitán de tu equipo favorito —lo abraza subiéndome el pastel a la garganta.
—Todo Morgan debe tener un Macallan in Lalique en su licorera —Regina chasquea los dedos y la empleada llega con una botella envuelta— Tú no puedes ser la excepción así que feliz cumpleaños, muñequito.
Le da dos besos en la mejilla antes de entregarle la botella.
—Te quiero.
—Sigo yo —Reece se levanta con dos paquetes y le guiño un ojo a modo de gracias.
Pase de planear el obsequio a estar tan molesta que no quise darle nada, en últimas termine dándoselo a Reece para que se lo diera. Que creas que es del tío y no mío.
Abre el primero y son unos guantes de boxeo profesional.
—Para que nos demos unos puñitos —se sienta en el brazo del sofá dándole un beso en la frente— Nunca olvides lo mucho que te ama tu tío. No todos tienen la fortuna de tenerme como familiar.
Se le va encima revolviéndole el cabello.
—¡Joder ya! —lo enoja y Reece suelta a reír.
—Abre el otro —se lo pone en las piernas— Este tiene, mucho, pero mucho amor.
Ruego a Dios que no lo capte y solo lo ignore como todo lo que han dado. Rasga el papel sacando el manto indio que le mande a tejer en la tribu. Es igual al que nos pusieron en la ceremonia, el mismo tamaño y el mismo estampado, me mira y me hago la estúpida.
—¿Qué es? —pregunta Gema.
—Una tontería que le quitara el frió en cada viaje —dice Reece — Tito quiere que su sobrino este calientito.
— Es muy tradicional —dice Gema— Algo me dice que lo usare yo más que tú.
La envuelvo en el si se atreve a tocarlo, de hecho, prefiero quemar el manto.
—Lo doblo —pide y Christopher lo aparta.
—Deje que me encargue señor Morgan —la empleada viene por los obsequios — Los tendré listo para que se los lleve mañana.
—Trae otra ronda de vino —pide Alex y su hijo se levanta a contestar el teléfono.
—Laurens tomate una copa —invita Gema — En un momento le pido a Christopher que te firme los documentos.
Los movimientos del coronel son cada vez más limitados y me pregunto si es que la golpiza esa surgiendo efecto hasta ahora, se sale hablar al jardín. Reparten la ronda de vino y mi mamá me pide que la lleve a casa.
—Le informare al ministro —me voy donde el hombre que está hablando con Sara.
—Señor... —intento decir, pero mis ojos viajan al hombre que vuelve a la sala destilando odio fijándose en Laurens que deja caer la copa dando un paso atrás...
—Eres una maldita hija de puta —se encamina a encararla, pero solo da cuatro pasos antes de desplomarse en el piso.
Soy la primera en reaccionar y llegar a su sitio, pero Reece me aparta tomándole los signos.
—Bebé —Gema llega también.
—Denle espacio —Alex nos obliga a retroceder.
El tío le quita la chaqueta y mi mamá se acerca sacándole la camisa, lo revisa rápido y para sorpresa de todos lo que era un pequeño moretón esta tarde ahora es un hematoma en toda la costilla.
—Le conectaron un dispositivo de inmovilización —dice— Se lo arrancaron, pero de seguro logró inyectarle algún chip que esté haciendo cortocircuito.
Empieza a palparle la piel con sumo cuidado y Christopher medio reacciona cuando llega al centro del hematoma.
—Tenga cuidado que le está doliendo —le dice Marie.
—Christopher no es una niña —se mete Alex— Luciana, ¿Es de temer? ¿Si es lo que dices que consecuencias acarrea?
Sigue moviendo los dedos hasta que los deja en un solo lado.
—Aquí —señala— Este tipo de chip suele causar coágulos que terminan en el cerebro o en el corazón si el aparato sigue en el cuerpo más de cuatro días y cada que manda sondas eléctricas detona dolores abruptos.
Alex barre con todo lo que hay en la mesa del vestíbulo ordenando que suban a Christopher a la mesa, Sara camina de aquí para allá y Laurens no sabe ni dónde pararse.
—No creen que es mejor llevarlo a un hospital —sugiere Gema— Puede que tenga más de esos aparatos.
—El aparato solo inyecta un solo chip, si el tío se lo saca es cuestión de horas para que vuelva a recuperarse —explica mamá— Trabaje en el modelo de desarrollo de dicho dispositivo y puedo asegurar que, si solo lleva horas con él chip adentro, no corre peligro.
Reece hace la pequeña incisión y Alex debe sostener los brazos de su hijo para que no se mueva.
—No hay nada más sexy que una mujer inteligente —comenta Reece sin apartar la vista de su sobrino— Prenden con el cerebro.
—¡Concéntrate en lo que haces y no jodas! —lo regaña Alex— Es la piel de mi hijo la que estás abriendo y Luciana es la esposa de mi amigo.
—Gema tengo a Cristal en el teléfono —llega Sara— Dice que te está esperando ya que tienes una reunión mañana temprano en Bristol.
—Lo olvide —se lleva las manos a la cabeza— No puedo irme con Christopher así
—¿Como que no? —alega Alex— Aquí no se puede dejar de trabajar, así que vete de Christopher me ocupo yo.
—Por favor manténganme al tanto de todo —le da un beso a su madre antes de irse.
Reece saca el chip que no mide más de tres centímetros y mamá se acerca a detallarlo frunciendo las cejas.
—No es imitación, me atrevería a jurar que salió de los laboratorios de Washington —asegura— ¿Por qué la mafia tiene dispositivos que apenas están siendo ensayados en la FEMF?
—Ese es el gran problema —Suspira Alex— La mafia está marchando en las filas de la milicia.
Reece termina con todo y despierta a su sobrino que sigue estando incomodo con el dolor.
—El dolor se ira poco a poco —aclara mi madre.
Mueven al coronel al sofá y la manzana de Adán se le mueve cada que pasa saliva.
—Saca a esa ladrona de mi casa —pide en medio de jadeos.
—No hables —le pide su tío.
—¿Qué no hable? —se inclina— Más te vale tener a la mano todo el dinero que me robaste, Laurens porque de la cárcel no sales hasta que...
Busco a la pelirroja que se esconde detrás de mi mamá.
—Señor, puedo explicarle... —titubea— No era mi intención.
—¡Ni una mierda! —trata de levantarse— Se supone que debo tenerte confianza y me robas en la cara ¿Quién crees que soy? ¿Tu marido? ¿Tu salvador?
Recae en el espaldar del sofá.
—Arréstenla, hasta que no me pague, no sale.
¿Robar? Por lo que oí esta tarde no es difícil deducir con qué intención fue el robo. Una completa estupidez sabiendo como es Christopher.
—Teniente yo le juro que solo fue una sola vez...
Tyler me mira en busca de un poco de compasión, pero por más que quiera no puedo contradecir la orden de un superior. Los rangos se mantienen las 24 horas del día y por mucho que esté en ascenso la palabra de Christopher esta sobre la mía.
—Acata la orden, Dalton —respiro hondo.
—Teniente... —la pelirroja se pone a llorar.
—Llévala al comando y encárgate del protocolo.
Con el tiempo se va aprendiendo que cada quien debe asumir las consecuencias de sus errores. Laurens solloza cuando le ponen las esposas y de los presentes nadie dice nada.
—¿Y Maggie? —me pregunta en medio de lágrimas — Scott está preso y ella solo me tiene a mí, teniente...
Cierro los ojos, fue un problema mal ganado. Alex se acerca a tomar a su hijo, pero este se niega a que lo toque, se levanta solo encaminándose a la escalera mientras la mal mirada del ministro recae sobre mí.
—¿Qué estas esperando para hacerte cargo? —me regaña.
—Pero...
—Pero ¿Qué? —me corta enseguida.
—Nada señor —¡Que martirio esta familia!
—Yo puedo hacerme cargo —intercede Marie.
—¿Para qué te eche a patadas? No gracias.
—Le diré a la empleada que te prepare una habitación —le dice Sara a mi mamá.
Me acerco a despedirme con un beso en la frente.
—Te veo en la mañana —le digo.
—No lo pierdas de vista —advierte Alex cuando me encamino a la escalera.
Reece me entrega una cajeta de analgésicos y una crema para el dolor y la empleada me guía recordándome la ubicación de la habitación.
Christopher a duras penas se quitó los zapatos y está dormido con la mano sobre el pecho.
Suelto el cinturón de armas e Iván me sube el maletín que tengo en la camioneta con ropa de cambio, como se anda aquí y allá nunca se sabe cuándo hay que cambiar de un atuendo a otro. Desconecto el auricular y me quito los tacones. Le pongo pestillo a la puerta y miro el sofá. Se ve cómodo, pero me apetece más la cama y dudo que Christopher despierte con lo fundido que esta.
Sincronizo la alarma acostándome en el borde de la cama, el cansancio me gana y quedó tendida, no sé si pasan horas o minutos, pero el movimiento del colchón me obliga abrir los ojos de golpe, busco el origen del caos y veo al coronel respirando mal a mi lado, tiene la boca entreabierta y aprieta los puños como si tuviera mucha rabia o mucho miedo.
—Christopher —intento llamarlo cuando el pecho le sube y le baja demasiado rápido.
Me acerco a tomarle la mano, esta frio y cubierto de sudor, el verdadero susto llega cuando noto que tiene el pulso a mil e intenta levantarse, pero no puede...
—Es solo una pesadilla —tomo su cara y siento su mano sobre mi muñeca apretándome con fuerza— ¡Christopher!
El agarre me maltrata.
—¡Christopher! —agarra más fuerte y de un momento a otro me lo siento encima hundiéndome en la cama.
Miedo no le tengo y por mucho que apriete mis muñecas impidiendo que lo toque, solo lo llamo para que reaccione.
—¡Despierta!
Parpadea detallando mi cara y alzo las manos para que no note que nadie lo está atacando.
— Soy yo —sigo— Solo es una pesadilla ¿Vale?
El sudor le tiene las hebras negras pegadas a la frente y temo que le falle el corazón, le cuesta manejar el paso del aire y le paso los nudillos por la cara queriendo mermar el sin sabor que deja esto. Yo tengo pesadillas a cada nada y sé lo traumática que pueden ser, baja a mi boca apoyando la frente contra la mía y rozo su nariz.
—Oye puedes contarme lo que sea —le digo.
Sacude la cabeza.
—Te da igual —la voz le sale débil.
—Claro que no me da igual, Christopher podemos chocar todo el tiempo, pero me preocupo por ti como tú lo haces por mi —le sigo pasando las manos por la cara — Recuerda que tenemos algo en común y es que pese a que nos estén lloviendo meteoritos no dejamos de pensar en el otro.
No tengo dudas sobre eso, los años no me lo arrancaron, ni la distancia, ni la compañía de otro, desde que lo conocí mi cerebro creó la necesidad de pensarlo como si fuera un deber de todos los días. Una obligación primaria como comer o respirar.
—Puedes confiar en mí —aseguro.
—Llevo días sin dormir —susurra dejándose caer a mi lado— La misma pesadilla me despierta una y otra vez creando una secuencia que me asquea; Un muerto, sangre y un ataque inminente que no puedo evitar, cada que cierro los ojos aparece quitándome la calma.
—¿A quién ves muerto? —pregunto.
—Es un ser insignificante que no tiene importancia.
—Si fuera así, no te causaría pesadillas —me atropella el instinto posesivo— Es Gema...
Callo, me está contando algo y los celos solo van a dañar el momento, se ve cansado, cierra los ojos y poso la mano sobre su pecho sintiendo como se le van regulando los latidos.
—¿Estás comiendo bien?
Sacude la cabeza.
—¿Una semana sin dormir? Vives estresado, presionado y lleno de veneno todo el tiempo —le digo— Mi amor si no te cuidas, ni te controlas vas a enfermarte porque tienes un estilo de vida demasiado toxico, mérmale y date el tiempo de respirar.
Entrelaza las piernas con las mías acomodándose de medio lado.
—Tengo frio —pasa las manos por mi cabello — Deja de hablar y abrázame.
—¿Estas usando la excusa de "Tengo frio" Con el fin de conseguir mimos por parte mía?
—Si.
Me besa y correspondo dejando que nuestras lenguas se toquen con autentica vehemencia, un beso largo, que solo nos da espacio para respirar y volver a la boca del otro con la misma intensidad.
—¿Qué es lo que te pasa?
—Que ya no soporto tu ausencia, eso es lo que me pasa. Mis ganas de ti devoran mi mente todo el tiempo, cuando duermo, al despertar, al pensar, cada que respiro —me besa— No quiero que nadie te mire, que nadie te bese, que nadie te toque, que nadie te desee.
Nuestros labios se vuelven a juntar.
—Yo nunca voy a estar bien porque tú eres mi peor enfermedad y no sé cómo quitarme esta jodida maldición la cual hará explotar el mundo en cualquier momento
Cierra los ojos dejando que le acaricie los labios, deja la mano en mi cintura y recuesto la cabeza en la almohada viéndolo dormir. Me niego apartarme y termino bajo sus brazos respirando el aroma de su loción hasta que el sueño me vence a mí también. El móvil es lo que me despierta y debo apartar las piernas de Christopher a la hora de moverme y no es la alarma lo que suena; Es una llamada de un numero desconocido.
—Hola —contesto somnolienta.
—Pensé que a las gatitas les gustaba jugar en la madrugada.
—¿Quién habla? —no reconozco la voz.
—Nate, hermosa.
—¿Nate? —repito mirando la pantalla ¿Quién diablos le dio mi número?
—¿Quieres jugar un rato?
Le cuelgo, ¿Desde cuándo se liga invitando a jugar a las tres de la mañana? Cierro los ojos y esta vez me olvido del mundo.
—Rachel —me mueven y me rehusó abrir los ojos — Rachel.
—¿Que?
—¿Te pagan para dormir? —me regañan y veo a Christopher en la orilla de la cama con la mano en las costillas— Son las seis de la mañana.
Los cambios de humor de este hombre me dan migraña, me estiro bajo las sábanas y el sueño se esfuma al percatarme de que esta recién bañado y con una mera toalla alrededor de la cintura.
—Me duelen las costillas, así que levántate y haz algo.
Follarmelo es lo que voy hacer. Saco los pies de la cama yéndome al baño, me lavo la cara y los dientes y para cuando vuelvo a salir está acostado hablando con Gema por el móvil.
Dia arruinado en un dos por tres. Me acerco a revisarlo y sigue hablando contestando con monosílabos, me harta y le quito el teléfono colgando la llamada.
—Dime donde te duele que debo irme a trabajar.
Señala la parte afectada y busco la crema que me dio Reece, unto y se mantiene quieto y serio mientras masajeo percatándome de los moretones que tiene por la golpiza. Por muy afectado sigue siendo provocador y mi delirio ninfomaníaco, sube la temperatura; El semidesnudo, el frio de la mañana y el deseo matutino que suele habitar en la mayoría de seres humanos.
—¿Mejor? —dejo la crema de lado deleitándome con la vista.
—Ahora me duele otra cosa —va bajando mi mano a su entrepierna.
—No puedes moverte Christopher y sabes que cada que empezamos nos tornamos insaciables.
Posa la mano en mi cuello humectándose los labios y baja por mi pecho metiendo los dedos por el borde del vestido.
—Dame de esto entonces —no deja que me levante.
Baja la tela del vestido dejando mis senos expuestos y se incorpora sin perderlas de vista. No espabila solo ladea la cabeza pasando saliva, me lleva contra él dándome un beso en el cuello impregnando mi olfato con su aroma.
—No puedes.
—Ofrécemelas —insiste bajando la boca a mi clavícula — Un minuto, no tardare más de eso.
Este hombre maneja un morbo raro y exquisito, me acomoda a su lado y lo tomo guiándolo a ellas dejando que ubique la mano bajo mi cuello, chupa una y toma la otra arremolinando la lengua mientras aprieta. Como siempre se pierde marcándome con los dientes obligándome a contonear las caderas anhelando su miembro, chupa y lametea de una forma tan veraz y agresiva, con un instinto tan animal y salvaje.
Sube a mi cuello repartiendo besos húmedos y le alzo la cara apoderándome de su boca con un beso dulce y caliente que me prende más de lo que ya estoy. Empiezo a destilar, a empaparme y como si mis deseos fueran órdenes baja la mano a mi sexo corriéndome las bragas y penetrándome con los dedos con una masturbación suave y diestra que me pone a jadear en el acto.
Me pone a saborear las mieles del clímax prendido de mis tetas como todo un dependiente desesperado y no me aguanto. No me aguanto que se empape los dedos y luego los saboree frente a mis ojos demostrando lo mucho que le gusta. —¿Te gusta? —le muerdo los labios.
—Mucho — lo empujó a la cama abriéndome de piernas sobre.
—Joder, estoy muy caliente —el vestido me queda en la cintura y me recojo el cabello contoneándome sobre él.
Su boca me llama y bajo a besarlo con un arrebato desesperado que me obliga a morderlo, no logra disimular el dolor que siente con mis movimientos y me da pena, pero las hormonas no me dejan parar y no hago otra cosa que refregarme contra su miembro mientras mueve la pelvis.
—Tres minutos —tomo su miembro y sujeta mis caderas viendo como aparto las bragas lista para auto complacerme.
Sujeto el tallo sintiendo que toco el cielo cuando desciendo poco a poco, aprieta los dientes y empiezo a moverme de arriba abajo sin perder contacto visual contrayendo el abdomen mientras se le oscurecen los ojos, las puntas del cabello me tocan la espalda y le rasguño los bíceps perdida en la adrenalina.
—Dios...
Recaigo sobre él dándole besos y mordiscos a lo largo de la mandíbula y vuelve a jadear cuando me torno brusca.
—Perdón...
—No importa...
Se incorpora sentándose y abrazándome con fuerza, pero el movimiento lo vuelve a lastimar.
—Déjalo estar —trato de parar y...
—Que no importa, joder —me toma de las caderas moviéndome de adelante atrás y ubico las manos en sus hombros hondeando la pelvis, no quiero lastimarlo, pero el sexo suave no se le da a ninguno de los dos— No tenerte me duele más.
Lo cabalgo tal puta desesperada moviéndome a mi antojo y soy yo la que pierde el control besándolo como me place buscando mi propio placer mientras él aprieta los dientes apartándome el cabello. Lo necesitaba, desde el día que se fue lo necesitaba tanto física, como emocionalmente.
—¿Le gusta? —me alzo subiendo y bajando de la verga rígida que me invade— ¿Le gusta cómo me lo cojo, coronel?
Sonríe con descaro dándome un tirón en el cabello.
—Si —confiesa— Me gusta cómo me folla teniente.
Hundo las manos en el cabello dejando que me abrace con fuerza mientras se me come el cuello con besos húmedos.
—Rachel —capto el sonido de la perilla cuando la mueven— ¿Estás ahí?
Es mi mamá, mi cerebro busca la forma de parar, pero no. Esto está demasiado delicioso como para dejarlo a medias, me sigo moviendo soltando los labios de Christopher.
—¿Rachel? —vuelve a tocar.
—¡Espérame abajo! —trato de oírme normal— Acabare en un segundo con el coronel.
—No lo creo —susurra contra mi piel y le tapo la boca sin dejar de moverme.
—En tres minutos estoy abajo —no me importa otra cosa que no sea la verga que tengo en el coño y el hombre que me besa con fiereza.
—No tardes, cariño —se va mi mamá.
Tres leves movimientos y siento mi orgasmo acompasado con su derrame.
—Siempre es un gusto cogérmelo coronel —me bajo sacándome el vestido antes de encaminarme a la ducha.
No hay como un polvo matutino, lo único malo es que ahora quiero más y más. Me baño rápido y es increíble que pese al agua fría mis pezones se mantengan duros al igual que la temperatura caliente. Me seco, salgo y busco mi ropa mientras me mira.
Me pongo las botas, meto el arma en la parte baja de la espalda, conecto el auricular y me coloco la chaqueta. Él no me quita los ojos de encima ni cuando me acerco por el móvil y noto que tengo dos llamadas perdida del mismo número que me llamó en la madrugada.
Christopher desvía la vista al televisor cuando lo miro, yo quiero más y por lo que veo bajo las sábanas él también, pero si me quedo no saldré de esa cama hoy.
—Que tenga buen día coronel —es lo único que digo antes de salir.
Me acomodo la chaqueta mientras bajo y me doy un vistazo en el espejo del vestíbulo asegurándome de que todo esté en orden. La empleada me informa que mi madre está desayunando con los Morgan en el jardín y me guía al sitio donde esta Reece, Alex, Marie Sara, Regina y mi madre.
—Teniente —Regina baja su periódico cuando me ve— Cuanta demora, ¿Que tanto hacia?
Marie me clava los ojos y Alex le da un sorbo a su café.
—Poniéndome al día con el coronel —contesto como si nada— Si quieren que llegue a las elecciones tenemos que trabajar en equipo ya que si no me colabora todo será en vano.
—No me digas.
Me alejo a contestar el móvil.
—Mamá termina rápido —Regina le da un beso a Alex y uno a Reece antes de seguirme.
Hablo dos minutos con el soldado que me reporta el estado de Make y me enfoco en la mujer que me espera con un abanico en la mano. Parece de la realeza con el traje de sastre hecho a la medida y los lentes Carolina Herrera.
—¿Estuvo bueno el polvo? —inquiere.
—¿Disculpa? —me ofendo.
—El que te acaba de echar mi nieto —recoge el abanico— Yo también me veía como tú cuando follaba con el Morgan que tenía como marido y no te culpo, estuve igual o más colada que tú, pero nada de eso me desconcentro de mi objetivo.
—Christopher y yo somos coronel y teniente. Por ende, no me desconcentra.
—No estoy diciendo que sea así —me interrumpe— Solo te estoy advirtiendo para que no caigas en picada y cometas el error de dejar que a mi nieto le pase algo —espeta— Porque te digo algo Rachel James, si a Christopher le llega a suceder algo estando bajo tu cuidado, yo misma te tuerzo el cuello...
—Nos vamos —llega mi mamá.
—Tomate un café primero —me dice Regina— Trabajar con Christopher debió dejarte agotada.
—No es necesario, gracias.
Rodeo los hombros de mi madre guiándola a la sala, el mayordomo nos abre la puerta y uno de los soldados me entrega las llaves del Mclaren que mande a traer.
—¿Y el Volvo? —pregunta mamá reparando el vehículo.
—Ahora tengo este nuevo bebé así que póngase cómoda señora James.
Charlo con ella de camino a casa y le doy tiempo de recoger las pertenencias rápido, por petición de Alex no puedo tardar. Me pone al tanto de cómo están las cosas en casa y me suplica que haga lo posible por levantar la restricción que no le permite la entrada a Londres. Tomo nota mental de tocar el tema con Christopher quien se pasa con sus imposiciones.
Nos despedimos no sin antes advertirme que me mantenga alejada del coronel, le contesto con un sí para que se vaya tranquila, vuelvo a la mansión con mis hombres y luego me reúno con el ministro quien me espera en su despacho con Reece y Regina, están bebiendo vino mientras juegan ajedrez.
—Mañana quiero un buen bloque de seguridad, nos reuniremos con los generales de alto rango y varios políticos de alto nivel en el comando.
—Si señor.
—Haz que Christopher firme los documentos para el pedido de armamento.
Me mantengo frente al sofá tomando nota de todo lo que me pide, Alex habla como si los seres humanos fuéramos máquinas capaces de captar todo en nanosegundos. Muevo los dedos lo más rápido que puedo, pero la tarea queda a media cuando posan las manos en mi cintura, me besan el cuello dejándome en shock y no sé qué es peor, que hagan esto frente al máximo jerarca o que lo esté haciendo el hijo del máximo jerarca.
Procuro actuar como si nada buscando lo que debe firmar ya que está aquí.
—Estas autorizaciones requieren de su firma coronel —le paso al aparato para que lea el documento.
—Necesito saber el número de víctimas de ayer, detalles de cómo se dio todo y pistas de los que colaboraron en esto —le exige al papá mientras lee.
—Parker y Bratt están en eso, les diré que te pongan al tanto de todo.
—Me largo a probar el auto — me devuelve el IPad.
—No hasta que se le instalen las medidas de seguridad que se requieren —me opongo — Ya estamos en eso...
—Deja de darme ordenes —se molesta — No eres mi madre...
—Pero si la encargada de tu seguridad y por ende las ordenes las doy...
Me calla con un beso que me tira el alma a los pies por lo pasional y por el escenario que tenemos alrededor
—Estaré en la piscina y no quiero que nadie me joda.
Se va y todo el mundo sigue con lo suyo como si lo que acaba de pasar fuera lo más normal del mundo
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https://youtu.be/JQ206v5ROto
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