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CAPITULO 70

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Fénix.

Rachel.

Boletín informativo.

A pocos días del inicio de la segunda etapa, la teniente Gema Lancaster logra salvar cuatro fundaciones que serían liquidadas por el gobierno español, entidades encargadas de socorrer a mujeres víctimas del maltrato. ¡Bravo teniente Lancaster, mujeres como usted pocas!

Las militantes de Madrid se unieron en una sola voz afirmando que su voto será para el coronel Christopher Morgan.

"Solo quiero demostrar que, en el mundo de la política, las mujeres no somos un accesorio" Declaró la teniente en una entrevista impulsando a que alemanas, italianas y asiáticas se unieran a la campaña "Morgan al poder"

El coronel Morgan no sea manifestado, pero hace tres días vimos a la teniente Lancaster tomando café con nada más y nada menos que con Mónica Herrera, si, la famosísima diseñadora de vestidos de novia se reunió con la teniente y la líder de campaña Cristal Benavides ¿Es esto una señal, Coronel?

Arrugo el periódico con la sangre burbujeándome en las venas ¿Mónica Herrera? Trago aire pasando la ira, soy consciente de que prometí entender esto, pero... No puedo hacerme la de la vista gorda después de los días que pasé con él «¡Me tiene mal!»

Desde que se fue he estado en una zozobra envuelta de celos y ganas. La prensa publica sobre su relación con Gema y eso me dispara el enojo. No quiero que Gema lo toque, ni lo mire. La quiero a metros, a ella y a cualquiera que pueda ocupar sus pensamientos.

El cuerpo me hormiguea, al imaginármelo sobre mí no sé qué clase de enfermedad tengo, pero últimamente me la paso fantaseando con el Christopher celoso y posesivo. Es que no hay cosa más deliciosa que ese hombre desnudo y con rabia.

Tomo asiento paseando las manos por mis muslos, abro las piernas y aparto las bragas metiéndome los dedos, tengo el canal empapado y me estimulo con premura jadeando despacio, calmando las ganas que tengo de follar enterrándome la verga del coronel. Mis uñas aclaman su carne y mi boca sus besos. El climax me va poseyendo y echo la cabeza atrás procurando regular mis latidos acelerados. 

El sudor me recorre la espalda y mis pezones se endurecen al ver el tinte oscuro que invade mis ojos, los celos no merman y mi cerebro asimila que en verdad ahora soy una Rachel totalmente diferente.

—¡Me estoy volviendo viejo! —se queja Reece afuera— No esperaré más de quince minutos.

Cierro la maleta y tomo mi mochila encaminándome afuera. Reece se está despidiendo de Cho y hago lo mismo dándole un beso en la mejilla.

—¿Cuándo volverás? —le pregunta a Reece.

—En un par de semanas —contesta— Personalmente me encargare de la cirugía anticonceptiva.

Ya me resigné a eso, es un tema que trunca mis anhelos, pero que debo aceptar con valentía ya que es un cierre de ciclo. Me despido de la empleada y juntos abordamos un auto que nos lleva a la pista. El helicóptero espera por nosotros y el jet privado de los Morgan nos recibe con rumbo a Manchester.

En Europa otra vez, debo presentar las pruebas de ascenso en el sub comando militar de la alta guardia. Reece se atiborra de vino en el camino y por mi parte repaso todo lo aprendido. Como en el avión y quince horas después aterrizo en Inglaterra.

Dos personas me esperan en la pista acompañadas de sus debidos escoltas; Olimpia Müller y Alex Morgan que se mantiene derecho mientras me acerco acompañada de Reece.

—Ministro —le dedico el debido saludo.

Su hermano se me adelanta abrazándolo con fuerza.

—Me gusta cómo te ves con uniforme, Ken —el ministro corresponde el abrazo.

—Espérame adentro —le pide a Reece y este me da un beso en la mejilla antes de irse.

—Suerte muñequita —se despide dejándome con el máximo jerarca.

—Olimpia y yo tomaremos la decisión, así que demuéstrame que estás capacitada.

La mujer me entrega el uniforme negro de la alta guardia.

—¿Me presentará ante la tropa? —pregunto y el ministro se burla.

—¿Presentarte? No estamos en la academia, James. Si quieres que te conozcan ve y haz que te escuchen.

—Sí señor.

—El líder se gana el respeto —me suelta firme—, tienes 72 horas para demostrarme que lo puedes dirigir u olvídate del ascenso.

—Como ordene.

Olimpia da un paso adelante.

—El capitán ya se retiró y hemos dejado que hagan lo que quieran —explica— La primera tarea es encarrilarlos, que sepan y asimilen quien los va a dirigir.

—Permiso para retirarme —pido.

—Adelante.

Me engancho la mochila en el hombro trotando a la base de dos pisos, entro al primer baño que encuentro y me cambio rápido. Amarro bien las botas me recojo el cabello y vuelvo a salir. Es la hora del desayuno y el comedor es el sitio perfecto para abarcar la atención de todos.

Camino segura cruzando las puertas dobles, el comedor se cierne sobre mí y todo se ve como si acabara de tropezar con una flota de vikingos. Me siento como una hormiga ante los hombres de 1.90, corpulentos, grandes y con cara de puño. Ni una sola mujer en el área. Hablan, comen y beben riendo y demostrando los malos modales.

Camino al inicio de la escalera apretando el aza de mi mochila.

—Buenas tardes —digo y nadie me pone atención— ¡Buenas tardes!

Repito captando el interés de cuatro. 

—¡Silencio! —grita un barbado— ¡Enviaron una puta a mostrarnos las bubis!

—¡Mucha ropa! —empiezan a gritar— ¡Mucha ropa!

—De pie todos....

Suena la trompeta y todo el mundo se levanta atropellándome sin darme tiempo de hablar. Son demasiado altos, ignoran la petición de devolverse y para empeorar capto a Alex sacudiendo la cabeza en las barandas de arriba «¡Mierda!»

Primer intento: Fallido. Los soldados de la alta guardia solo le rinden obediencia al capitán y al ministro. Se sienten superiores porque su entrenamiento es supremamente riguroso al igual que su conocimiento sobre defensa personal.

Dejo mis cosas en el dormitorio compartido el cual abarca cien camarotes pulcramente arreglados. Bajo rápido para no perderme el entrenamiento y para cuando llegó ya están trotando, me uno a la marcha adentrándome en la pista que recorren.

—¿Nos harás una pasarela muñeca? —se me atraviesa el mismo barbado de esta mañana. "Iván" Reparo el nombre que tiene bordado en la playera.

—No —alzo la cara para poder verlo—. Vengo a liderarlos, seré la nueva capitana.

Sueltan a reír y no entiendo de donde carajos viene el chiste.

—Armen filas de presentación —ordeno y nadie me hace caso.

—Cariño, este sitio no es para modelos, así que ándate a la orilla antes de que se te partan las uñas.

—Sí, ve a embetunar botas —secunda otro.

Me dan la espalda volviendo a lo suyo y me les adelanto recorriendo la pista primero que ellos en tiempo record, demostrando que tengo las mismas habilidades. Me meto en el barro, escalo la plancha, trepo los muros, me engancho en el pasamanos y levanto las llantas en menos de quince minutos.

—¿Qué tal? —presumo— Para el que quiera saber no me partí las uñas.

—A mí me gustaría partirte el coño —se burla Iván y el resto lo sigue.

—Armen filas de...

Se quitan las playeras sudadas arrojándomelas encima, apestan y me da nauseas que me caigan en la cara.

—Remójalas antes de lavarlas —se encaminan al comando.

—¡Oigan! —les grito.

— ¿Vas a mostrarnos las bubis? —sigue Iván.

—Muevan el culo aquí que me voy a presentar.

—¿Ah sí? ¿Quién eres?

—La nueva capitana...

La oleada de burla me prende las venas.

—Tendrían que aplastarme los huevos primero, antes de dejarme mandar por una mujer —me suelta Iván— Así que deja de distraernos con ese cuerpo de modelito que la mayoría de aquí ya quiere follarte por el culo.

Parecen vacas en vez de personas, arrojo las playeras en el piso y ahí está Alex con los brazos cruzados mirándome en la entrada, le susurra algo a Olimpia antes de marcharse y vuelvo a maldecir por lo bajo.

Almuerzo con las guarradas de las vacas y en la tarde presento el examen de conocimiento, cuatro horas respondiendo preguntas sobre armamento y estrategia militar. Me esfuerzo por no equivocarme consciente de que esto no valdrá nada si los burro de afuera no me siguen.

—Como que me equivoque contigo —el ministro me recibe las hojas—. Enormemente, James.

—¿Si sabe que actúan como descerebrados? —me quejo—. Son machistas opresores.

—Las excusas son para los fracasados —se pone en pie—. Y como que tú eres uno más. Acabo de notar que solo sirves para coquetear, porque no tienes temple ni autoridad.

Se va y me largo a comer a la cafetería. Me atiborro de comida para calmar el estrés. Los dormitorios son desorden total cuando llego; Hombres en bóxer, unos desnudos y otros viendo revistas nudistas. Entro con el mentón en alto ignorando las guarradas "Muestra ese culo redondo, modelito" Arrodíllate y mámamela" "Haznos un striptease"

Identifico a la abeja reina que los alborota, el mismo idiota del desayuno y del entrenamiento. Prefiero devolverme yéndome a las duchas y ¡Oh sorpresa! Mi ropa no está cuando salgo y me veo obligada a atravesar el dormitorio envuelta en una toalla.

—¡Ohhh! Santa se adelantó —empiezan— ¡Que culo tienes, corazón!

—Capitana —me llama uno en tono de burla.

Volteo y está desnudo mostrándome la verga.

—¿Te apetece?

—¡Mucha ropa, mucha ropa! —piden a coro con Iván a la cabeza.

Me mandan la mano al culo y me volteo dispuesta a partirle la cara al abusivo, pero noto que tengo diez hombres atrás mirándome con morbo.

—Luego dicen que la culpa es de nosotros —se acerca el mismo palurdo de siempre— Negociemos cuantas vergas estas dispuesta a mamar con tal de ser capitana de este escuadrón.

Le manoteo la mano cuando trata de tomarme la barbilla. Noto que quieren seguir con el jueguito y por mi bien prefiero irme a mi cama conteniendo las ganas de patearles el culo. Me meto bajo las sabanas aguantando los eructos, gases y ronquidos de las vacas asquerosas que me rodean.

A la mañana siguiente lo único que encuentro es mi uniforme, busco mis cosas personales y no están donde las deje. Me apresuro afuera preguntándole a todo el que me encuentro, pero nadie me contesta y atravieso las puertas del comedor encontrándome con mis sostenes en las barandas, mi ropa esta esparcida en el suelo y...

—Me gusta este modelo, linda —Iván alza las bragas que me dio Christopher y me salto los escalones arrebatándoselas, me manda la mano al pecho y se arroja a besarme la boca— ¿Te enojaste?

—¡Mucha ropa, mucha ropa! —gritan todos.

—Se enojó la modelito —empiezan a rodearme otra vez, Brandon Mascherano se me viene a la mente y siento que me asfixio con la sensación de que me van a volver a lastimar. El cuerpo se me encoge y me abro paso con la voz de todos haciendo eco en mis oídos.

Llego al pie de la escalera y la puta mañana empeora con el periódico que piso. "Christopher Morgan fue visto con Gema Lancaster cenando en un prestigioso restaurante" La imagen de ella abrazándolo mientras le besa el cuello, me revuelve la bilis y suelto todo tomando la hoja. Cruzo las puertas con el corazón desbocado y lo primero que hago es aferrarme al primer teléfono que encuentro en la pared. Marco el número y...

—Hola —la voz de Gema me deja muda— ¿Hola? Teléfono del coronel Morgan ¿Necesita algo?

Estrello la bocina, se cae y la vuelvo a tomar reventándola contra el teclado hasta que se vuelve pedazos, pateo la pared y me desconozco cuando mi cerebro proyecta las maneras en las que puedo ahorcar a esa perra.

—Toma tus cosas y lárgate —hablan en el pasillo—No debí aceptar la solicitud de tu ascenso.

Alex pasa por mi lado y me aferro a su manga obligándolo a voltear.

—¡No me subestime! —le reclamo.

—¡Me dijiste que podías lidiar con esto y mírate! —me regaña— ¡Acabas de perder los estribos! —me grita— ¡Tu padre no tiene ningún motivo para sentirse orgulloso, porque eres una débil, una tonta y una niñita que no hace más que llorar!

Bajo la cara tragándome las lágrimas.

—Estoy tratando de preservar la vida del único legado que tengo, Christopher es mi único hijo y si lo matan o pierde ¿Qué crees que pasara? —inquiere— Te vas a ir a la mierda porque la mafia a la primera que va a tomar va a ser a ti ¿Es lo que quieres —me toma de los hombros— ¿Quieres volver a ser una drogadicta? ¿El jodido juguete de la mafia?

Me obliga a que lo mire llevándome contra la pared.

—¡Yo no puedo perder a Christopher! —advierte— La mafia te dejará vivir a ti, pero adivina que sucederá con mi apellido. Haz un puto cálculo de lo que pasara si sueltan al sinfín de criminales que hemos enviado a prisión ¡Me van acribillar, maldita sea!

Me da la espalda llevándose las manos a la cabeza.

—Recoge tus cosas y vete, lárgate con tu familia —le tiembla la voz.

—Puedo hacerlo —digo y sacude la cabeza— ¡Puedo con esto y mucho más!

—Quiero un buen capitán, a alguien que haga bien su trabajo y tú...

—Puedo hacerlo —reitero.

—No, no puedes —se va dejándome con las manos temblorosas.

Tomo la dirección contraria y vuelvo al dormitorio quitándome el collar, lo empuño antes de arrojarlo al fondo del cajón. La rabia me tiene vibrando los pulmones y lo más angustiante de esto es esperar. Esperar a que las vacas vuelvan del entrenamiento, sé lo que harán a continuación y pacientemente dejo que la mayoría salga de las duchas y se vayan a donde tienen que irse.

El dormitorio se desocupa y atravieso el pasillo entrando a las duchas, el vapor empapa el lugar y me poso tras el hombre que se baña desnudo.

—¿Quieres un baño caliente? —pregunta airoso y lo empujo mandando la mano a los testículos.

—No corazón...

—¡Perra...! —chilla cuando aprieto enterrándole el brazo en la garganta.

—Solo no eres tan macho ¿Eh?

Lo saco del baño atrayendo la atención de los que se pasean en los pasillos.

—Suelta maldita puta —aprieto más y pateo la puerta de la sala de lucha.

Los hombres se vuelven hacia nosotros soltando guantes, pesas y sacos de boxeo viendo como arrastro a Iván al ring. La sala se llena en un abrir y cerrar de ojos cuando arrojo al hombre al suelo.

—¡Haber dicho que las ofensas eran con el fin de llenar el vacío que te causa tener el pito chico! —le grito frente a todos.

Se levanta con la cara roja de ira y me pongo en guardia alzando los puños.

—Demuéstrame que eres un hombre y yo te demuestro que no soy ninguna modelito.

Esquivo el puñetazo que me lanza y me doy la vuelta pateándole las costillas. Se retuerce y lo arrojo al piso, me tira barriéndome los tobillos, pero me vuelvo a levantar dándole una patada en el estómago.

Vuelve a levantarse mientras sus compañeros lo ovacionan, es ágil a la hora de lanzar el puñetazo que me llena la boca de sangre. Toma ventaja del aturdimiento para lanzar otro y alcanzo a tomarle la muñeca retorciéndola en el proceso, la espalda se le curva y aprovecho para lanzarle dos rodillazos en el pecho.

—Sabes que quiero —le estampo un rodillazo en la cara y me le encaramo encima asfixiándolo con el brazo— ¡Quiero y me apetece que seas mi perra!

Saca fuerza lanzándome al otro lado, lanza una patada y me doy la vuelta arrojándole un codazo en la nariz. Le pateo las bolas entierro el codo en su abdomen y lo derribo con un zurdazo que lo deja tendido en la lona. Le entierro la bota en el pecho tomándolo del nacimiento del cabello.

—Vuelve a manosearme y te juro que no vives para contarlo —lo suelto poniéndome de pie.

La cara de los soldados es asombro total.

—¡Mi nombre es Rachel James Mitchels! —espeto— ¡Soy la primogénita del general Rick James y fue él quien me enseñó que no debo subestimar a nadie! —les grito— ¡La mujer a la que le gritan puta en la calle, a la que acosan y tratan como una mierda puede provocar cosas peores que esta! —señalo a su compañero— ¡Está a la que le dicen "Modelito" Es poliglota, francotiradora, criminóloga, rescatista y teniente de la tropa alpha!

Callan.

—Al igual que ustedes marcho en filas militares desde que tengo uso de razón —continuo— ¡Y me limpio el culo con sus putos aires de machistas, si estoy aquí es porque tengo los cojones de ejercer el puesto al que me postule y el que no me crea que venga aquí y con mucho gusto le demuestro de que estoy hecha!

Nadie inmuta palabra.

—¡Fórmense ya! —ordeno y todos se apresuran a las filas.

Bajo mientras se organizan quedando firmes ante mí.

—¡Marchen!

Salen al patio, Iván aparece vestido poniéndose a la cabeza con la cara ensangrentada y vuelvo a encararlo.

—No me gusta el café tibio, normalmente lo tomo a las siete am. Así que cuídate de tenerlo preparado a tiempo —le suelto— Las botas las quiero brillante y el uniforme limpio ¿Entiendes hijo de perra?

—Si —susurra.

—Si ¿Qué?

—¡Si mi teniente! —aplana los brazos a ambos lados de las piernas.

Les doy la espalda.

—Todos conmigo, trotando y entonando canto militar.

—¡Como ordene mi teniente!

Echo andar con los hombres atrás entonando. Doy tres vueltas a modo de ensayo con los soldados entonando la canción miliciana.

♪ Soporto la fatiga, el frio y el calor
El hambre que me hostiga, el maltrato y el dolor
No creas que es hazaña las cumbres escalar
Y del avión saltar, cruzar el ancho mar
Jamás ser vencido
Comando soy feroz
soldado endurecido
Intrépido y veloz ♪♪

Me desvió a la pista de aterrizaje con los hombres atrás, Alex esta en las escaleras del Jet y su hermano suelta la carcajada cuando atravieso la pista. El ministro baja y me poso frente a él dedicándole el debido saludo militar.

—Orden cumplida, ministro. 

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Parker.

Algo me agujerea el pecho, un dolor punzante y profundo que me obliga abrir los ojos. El olor a sexo prevalece y tomo asiento en la cama observando mi entorno. Fustas, látigos, cadenas. El remordimiento aparece acompasándose con el peso de la soledad.

Hay cuatro personas en mi cama y lo único que hago es pasarme las manos por la cara sintiéndome como una mierda, me tiembla el cuerpo y no me apetece ponerme en pie.

No hay llamadas, ni mensajes. No hay respuesta a los detalles que envié, ni señales de que esta soledad pueda mejorar.

Limpio las lágrimas sintiendo asco de la imagen que proyecto en el espejo, asco de lo que hago, pero que tampoco quiero dejar de hacer. Es la única forma de distraer esta maldita depresión. Me visto rápido huyendo de la asquerosa escena que tengo al frente y vuelvo a revisar el móvil con la esperanza de ver un mensaje suyo, una llamada perdida por lo menos, pero no la hay, no hay nada que me asegure que volverá.

«Brenda» Maldigo la hora en la que vio los vídeos de Ángela conmigo, eran de hace años, pero vergonzosos, al fin y al cabo, imágenes que me mostraban abofeteándola y obligándola a que me chupara la verga, "Obligarla era parte del rol" Pero el que no entiende lo malinterpreta.

No le dijo nada a sus amigas y tampoco a mí, simplemente saco la excusa de que Ángela me necesitaba alegando que con ella es con quien debo estar. Sin saber que a mi este mundo ya me sabe a mierda.

Salgo en busca de mis llaves y veo a Ángela desayunando en la barra.

—El café está caliente —me dice—. Ven y te sirvo una taza.

Obedezco tomando asiento junto a ella, vuelvo a mirar el móvil, mi entorno y lo que me rodea sintiéndome hastiado. No quiero seguir en esta casa.

—¿Estas mal otra vez? —pregunta Angie— Pensé que te habías divertido anoche.

Clavo el codo en el mármol sacudiendo la cabeza.

—Parker, no es el fin del mundo, siempre hemos sido seres solitarios y si ella no te valoro, pues es su problema.

Acaricia mi espalda mientras reparo el café.

—No debiste mostrarle ese vídeo —le digo.

—Le estabas mintiendo, ocultando lo que realmente eres —contesta—. No la vuelvas a llamar.

—Siento que lo estaba haciendo bien y lo arruinaste.

—Ese no eres tú. Dominic Parker, es perverso, dominante, azota, somete... No pertenece a nuestro mundo. Tú tienes tu modo de divertirte y ella tiene un hijo, un niño que demanda un estilo de vida diferente —aclara—. No puedes dejar que eso te vuelva a hundir en una depresión.

Baja del banquillo apoyada en el bastón.

—Parker, ella no te va a llenar, ibas a terminar aburrido y hastiado, no te estabas mostrando como se debe y ambos sabemos que eso iba a terminar en infidelidad.

Dejo la taza de lado poniéndome de pie, pueda que tenga razón, pero mi cerebro no lo entiende y se apega a los momentos felices que tuve con ella.

—Nate viene en la noche —me avisa cuando toma la chaqueta—, dice que tiene un grupo de mujeres el cual quiere conocerte.

—No sé si quiera —aclaro.

—Es una buena forma de distraerte —me dice—. Te sientes mal porque llevabas tiempo alejado. Una vez te vuelvas a empapar será como antes.

—Te veo luego.

Bajo abordar la camioneta, Ángela paso por peores cosas que yo y sin embargo ha tratado de subsistir, con mi ayuda y la de Luisa. No quiere hundirse dejando que los traumas la hundan, por ello no quiere dejar de lado la vida que llevaba; Participa de lejos, aun no dejan que la toquen solo observa y se acerca de vez en cuando.

Conduzco preguntándome si así viviré para siempre. Solo, inconforme ¿Qué diría mi hermana? De seguro no sabe que su partida me quito la única posibilidad de no sentirme solo. Estaciono en mi sitio y recuesto la cabeza en el cuero frió tratando de no demostrar mi miserable existencia. Detrás del capitán autoritario no hay más que un hombre solitario.

La mañana empeora con Bratt estacionando su Audi frente a mí, Milla lo acompaña y echan andar juntos encaminándose a la torre. La rubia le frota el brazo, llegué a la conclusión que entré más malo eres mejor te va.

Lewis es un ejemplo, siendo un imbécil tuvo a Rachel y pese a que por su culpa Meredith murió, ahora tiene a Milla que lo ha estado acompañando en el duelo; Mientras a mí, me ha dejado la mujer que quiero por ser un maldito inmoral.

Abandono el auto yéndome a la torre 43, recorro la primera planta y me planto frente al vidrio decorado con dibujos infantiles. La maestra nota mi presencia y recuesto el peso del cuerpo en la puerta. Harry se levanta tomando su lonchera sin que nadie le diga nada.

—No tardaré —avisa—. Solo es visita de rutina.

La maestra deja salir al niño que me sonríe con la lonchera colgada en el hombro.

—Mi capitán —se lleva las manitas a la frente dedicándome un saludo militar—. El cadete Harry Smith lo saluda; Con orgullo, honor y valentía.

—Descanse soldado —me arrodillo frente a él dándole un beso en la frente— ¿Cómo estas hoy? ¿Estas poniendo atención a todas las clases?

—Claro que si —me toma la mano llevándome a la escalera. Se sienta en uno de los escalones y abre la lonchera ofreciéndome un sándwich.

De lunes a viernes esta es mi rutina y los fines de semana son un calvario. Harry y Brenda me han dado a probar el verdadero significado de la palabra felicidad.

—Le pedí a la niñera que nos echara mortadela extra como nos gusta —me dice—. Buen provecho.

Me siento a su lado comiendo con él, saca una cajita de jugo y deja que le dé un sorbo.

—¿Cómo está tu mamá? —pregunto.

—Estoy enojado con ella —confiesa—. Ayer un tal Alan nos fue a visitar y daño mi auto de bomberos.

El apetito desaparece con el mero hecho de sopesar que esté saliendo con otro y por ello no conteste mis llamadas, ni mensajes de disculpa. He tratado de convencerla de que ese día estaba ebrio y no sabía lo que hacía, es mentira, pero con tal de no perderla prefiero que crea eso. Quiero convencerla de que no soy una mala persona.

—¿Alan?

—Sí, es un resbaloso que le dice a mamá que es una "Morenaza" —rueda los ojos—. No me gusta que él le diga eso. Son palabras que solo podemos usar tú y yo.

Termino de comer para que él haga lo mismo, procuro morderme la lengua, pero las palabras son inevitables.

—¿Y qué hicieron? —indago— ¿Se encerraron?

—No, salieron con la tía Luisa y la tía Laila.

Asiento con el genio descompuesto. Ya hace tres meses que me terminó, es normal que salga con otros y más si sabe que soy un maldito enfermo.

—¿Vas a mi casa hoy? —pregunta el niño—. Podemos jugar con la pista de carreras.

No quiero que Brenda crea que uso a Harry para acercarme a ella y si está saliendo con Alan lo mejor es que me haga a un lado.

—Estoy indispuesto —le acaricio los rizos castaños— Me iré a la cama temprano.

Cierra la lonchera decepcionado, es un buen niño y le gusta que lo visite seguido.

—¿Qué tal un partido de fútbol mañana? —pregunta—. Mamá me compró un nuevo balón.

—Si amanezco mejor —abre los bracitos ofreciéndome un abrazo.

—Que su día sea provechoso, capitán —vuelve a clases y me quedo en la escalera con la decepción en el pecho.

Que esté saliendo con alguien lo empeora todo, porque si antes me evitaba ahora sí que no tengo oportunidad de nada. Salgo del edificio y subo a mi planta encontrándome con un montón de soldados amontonados en el pasillo.

Me abro paso buscando el motivo del alboroto y termino apartando a los escoltas de Leonel y Kazuki que esperan en la entrada de la oficina del coronel.

Asombro total, es la expresión de todos menos la de Christopher que se mantiene con la mirada fija en su escritorio lleno de sangre. Sangre roja y espesa que gotea en el piso, el cuerpo peludo del lobo siberiano yace muerto, abierto y con las tripas afuera. El olor me obliga a taparme la nariz reparando el mensaje que escribieron con el mismo liquido carmesí.

"Morgan a la tumba" Tumba para ti, tus hijos y los hijos de tus hijos.

—Manipularon cámaras e intentaron entrar al sistema, pero no hay nada —informa Patrick.

—Que bajo hemos llegado —se queja Kazuki— ¿Amenazarnos de muerte?? ¿Qué nos cuesta competir sanamente?

El coronel se acerca a observar su mascota, aunque sea un animal es una escena sangrienta desagradable a la vista de todos. El ministro llega a los pocos minutos apartando la cara cuando su hijo lo mira a punto de explotar. El consejo aparece sin saber que comentar y hay dos investigadores tomando fotos de la escena.

—Lamentable panorama —comenta Leonel—. Pero como dicen en las vegas; El show debe continuar.

—Están amenazando a Christopher de muerte —insiste Kazuki.

—Actos patéticos, dignos de un pendejo... —espeta el coronel mirando a Leonel.

—¿Qué te pasa? —se defiende Leonel— No tengo nada que ver con la muerte de tu perro y si yo fuera tú, acataría la amenaza o terminaras peor que el animal. 

—No eres quien para decir eso —se mete Gema—. Y para mí que esto no es más que miedo de saber que vamos en primer lugar.

—No por mucho —contrataca Leonel antes de salir con el concejo tras él. 

—Lo lamento —dice Kazuki—. Pueda que se vea como una simple mascota, pero lo que muchos no saben es que a veces vemos esa mascota como un hijo.

—Gracias —contesta Gema dándole un abrazo.

—Los veo en el debate —se va.

Los soldados se dispersan al igual que los investigadores que tomaban fotos de la escena. Intento irme también, pero Patrick me toma la playera disimuladamente.

—No me dejes solo, por favor —gruñe entre dientes.

Me quedo quieto viendo al hombre tomar el pelaje del perro.

—Te comprare otro —el ministro se lleva el teléfono a la oreja.

—El único perro que quiero es el que me acaban de matar —contesta rabioso.

—Cariño lo siento mucho —Gema le acaricia el brazo—. Mamá se va a morir cuando se entere.

—Te mantendrás en los muros del comando mientras llega el refuerzo —ordena el ministro—. Pediré que recojan los restos del perro, la guardia se está preparando para...

Aparto a Patrick cuando se lleva la mano al bolsillo desfundando la navaja que atraviesa la puerta enterrándose en el mural de aviso que sostiene las fotos de los candidatos. Un tiro certero que cae entre las dos cejas de Leonel.

—No voy aceptar que nadie me esté respirando en la nuca como si fuera un puto crío —encara al papá—. Me vas a montar un montón de hombres sabiendo que la mejor solución es matar a los hijos de puta a los que les temes.

Gema se atraviesa evitando la pelea y se alza en puntillas tratando de distraer a Christopher con un beso.

—Si tuvieras los cojones de matar a los malditos que solo roban oxígeno en la cárcel las cosas serían totalmente diferentes —la aparta.

—El concejo no aceptaría tal cosa.

—La FEMF no necesita un concejo y mi mandato no lo tendrá —se impone yéndose a la puerta— ¡Y olvídate de que voy aceptar más guardias!

El ministro se pellizca la nariz y Gema se le acerca palmeándole la espalda.

—Temo por la vida de todos —le dice.

—Tu solo preocúpate por conseguir más votos —le contesta—. De Christopher me encargo yo.

Aparta la chica viniéndose a mi puesto.

—Un helicóptero te llevara mañana a Manchester —me ordena—. Espera mi llamada. Hay que concluir un proceso.

—Como ordene, señor —se va.

—Seré la primera dama de un dictador —Gema se recoge el cabello—. Que Dios me ilumine porque no será fácil.

—¿Ya hay fecha para la boda? —pregunta Patrick y Gema asiente.

—Se anunciará dos semanas antes de ir a las urnas, el vestido ya está, al igual que los preparativos —se despide de cada uno con un beso en la mejilla—. Al mal tiempo buena cara. Faltan días para el cumpleaños de Christopher y debo organizarle algo. Ya saben... Al mal tiempo buena cara. 

Abandona a la oficina y no dejo de preguntarme si sabe en lo que se está metiendo.

Me lavo la cara en el baño, con Bratt devuelta tengo que concentrarme más en el trabajo o será él quien ocupe el cargo del coronel. Me atrevo a sacar el móvil en busca de algún mensaje que me alegre el día, pero igual que siempre no hay nada. La necesidad de verla me quema, así que con valentía me encamino a la subdivisión de sargentos «Una última vez me digo» Un último intento y si no funciona la dejare en paz.

Me acomodo la ropa subiendo la escalera, los sargentos me saludan y llego al umbral de la sala congelándome en la puerta. Ella está en su puesto de espaldas y con Alan frente a su mesa.

—Analiza este plan —le suelta el portugués—. Comida cubana, música salsa y este hermoso moreno bailando toda la noche —se pone a bailar—. Celia cruz y Héctor Lavoe...

—Alan estoy trabajando —le dice ella.

—¿Puedo tomar eso como un sí?

—Como un lo pensaré, ahora vete.

Alan nota mi presencia tornándose serio.

—Te recojo a las 8 —le dice antes de irse a su puesto.

Me devuelvo lidiando con las espinas que se me entierran en el pecho, el dolor agudo que me deja sin habla y con la cabeza apoyada en los ladrillos «Se va a ver con él esta noche» Va entrar en su vida y con dolor me tengo que resignar, porque no soy quien para obligarla a estar con un maldito enfermo.

Golpeo los ladrillos sintiéndome impotente, estúpido por elegir mi destino en una etapa donde no era más que un resentido.

—¿Estas bien? —me preguntan y trato de apaciguar el nudo que tengo en la garganta— Parker...

Volteo, es Bratt el que me repara como si no me conociera.

—Ocúpate de tus cosas —avanzo y se me atraviesa.

—Estás pálido y sudando. No es mi asunto, pero deberías ir a que te revisen.

—No voy a renunciar a la opción de ser coronel si es lo que pretendes conseguir —me abro paso—. No pierdas tu tiempo.

—Ahora sé lo que se siente ¿Sabes? —me detiene—. Cuando se vive se entiende.

Acorto el espacio tratando de entender lo que acaba de decir.

—¿Entender qué?

—El dolor de saber que por tomar decisiones equivocadas causaste daños colaterales que nunca tendrán solución —baja la mirada—. Mataron a mi mamá —se le quiebra la voz—, a mi novia y a mi hijo. Sé que debí decir esto antes; Pero lamento mucho lo de tu hermana. Lamento que no estuvieras con ella cuando te necesitó y que presenciaras la muerte de tantas personas en la guerra.

Retrocedo anonadado.

—Tenía miedo de perder a Rachel porque en el fondo sabía que mi única competencia aquí eras tú y por eso lo hice, por eso te envié lejos...

—Tu disculpa no me devuelve lo que perdí.

—Ya lo he pagado con creces —las lágrimas le invaden los ojos— ¿Cómo crees que duermo? Fueron 17 puñaladas, le cortaron la lengua y le propinaron cuatro tiros a mi madre por mi culpa. Como ya dije mi dolor no repara el tuyo, pero de corazón te pido disculpas.

Se marcha y miro al cielo temeroso por mi futuro. Temeroso de que esta depresión me reprima tanto que pueda llegar a extinguirme. Ocupo el día en mis quehaceres diarios y lo único que almuerzo es el medicamento depresivo que me formulo mi psiquiatra.

—Capitán buenas tardes —saluda Alan en la puerta—. Vengo a informarle que ya organicé el armamento, ordené la tropa y dividí las raciones personales.

No lo miro.

—Bien —no es bueno mezclar lo laboral con lo personal, pero eso ahora parece un sacrificio— Retírate.

Carraspea entrando del todo a mi oficina.

—Pueda que esto no venga al caso, pero por el respeto que le tengo me gustaría hablarle de Brenda —habla—. Tengo entendido que sostuvieron una relación que no funciono...

—¿Y? —lo corto.

—Me gusta —se sincera—. Y lo correcto es informárselo para que no haya malos entendidos.

Reparo los documentos en la mesa tragándome la molestia, no soy quien para decirle que no puede; Como tampoco soy quien para meterme en algo que se me sale de las manos. Yo ya tuve mi oportunidad y la dañé.

—No se te ocurra lastimarla —contesto—. Porque mujeres como ellas son pocas. Harry no la valoro y no merece tener dudas, ni pasar por los brazos de imbéciles incapaces de ofrecer todo lo que se merece.

Respiro hondo.

—Le daré, el trato que se merece, no se preocupe —dice—. Permiso para retirarme, mi capitán.

—Adelante.

El trabajo no se me da y termino de pie dando vueltas en mi oficina. De último me doy por vencido y termino abordando la camioneta otra vez. Llueve y no dejo de reparar la foto de los tres juntos en el estadio.

¿Fuiste feliz? = Si.

Es triste que te arrebaten las cosas de semejante manera, que hagas tu mejor esfuerzo y aun así no sea suficiente porque tú mismo te marcaste hace mucho.

Estaciono frente a mi casa, subo, suelto la chaqueta y me encierro en mi estudio buscando un lienzo en blanco intentando calmar la tristeza que me invade, cierro los ojos, tomo el pincel, pero mi mente no es más que un hoyo negro.

Me quedo de pie recordando la poca felicidad que tuve y acabo de perder, notando que esto tampoco me llenara de ahora en adelante. Observo los cuadros que he hecho a lo largo del tiempo, las obras que exhibí en distintas galerías y que ahora reposan en esta habitación manchada de pintura.

«Celeste, infierno en tierra, rio de sangre, guerra urbana» Obras que encantaron, pero que no son más que la tapadera de un maldito enfermo.

Arrojo el balde de pintura al lienzo en blanco y saco mi navaja rompiendo la tela, pateando la madera y volviéndola trizas en el piso. Apuñalo los cuadros que me rodean, vacío la pintura dejando que la tristeza me ahogue destruyendo los cuadros que me rodean. Grito jalándome el cabello, maldiciendo esta vida de mierda.

Reparo el desastre yéndome a lo que para mí es mi mejor obra. La contemplo de arriba abajo con la barbilla temblándome. Observo los ojos azules y el cabello negro "Ángel, diosa, diabla. hermosa, mala, preciosa en resumen R.J." Clavo la navaja rasgando todo.

Soy un farsante, una mentira y una bestia disfrazada de hombre. La tela cruje y tiro el marco pateando el caballete.

—Dominick —Ángela toca la puerta— ¿Qué está pasando? Sal ya, por favor.

Me tapo la cara, odiándome, dándome asco...

—¿Parker? —insiste Ángela— No me hagas romper la puerta...

Me apresuro a la perilla y ella retrocede cuando abro, mueve la cabeza tratando de mirar y cierro la puerta de golpe.

—¿Ya llegaron los invitados?

—¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan alterado?

—No es tu asunto —echo andar a la sala encontrándome con Nate y sus amigas.

—Amigo —me saluda— ¿Estás preparado?

Las mujeres vienen de sumisas y Nate ya las tiene con el debido atuendo, desabotono la camisa y Ángela me toma del hombro forzándome a que la mire.

—Parker, no hay nada malo en lo que haces y si ella no puede aceptarte así entonces no es la mujer para ti.

Callo dejando caer la prenda, Nate y los otros amarran a las chicas y yo observo empuñando la herramienta que voy usar. Mi cuerpo reacciona mi miembro se endereza y me acerco a ellas tomándolas del collar.

Introduzco un dildo en el culo de una, beso a la otra y amordazo a la tercera.... Me descontrolo, azoto, abofeteo, golpeo y me decepciono más de lo que ya estoy.

Ellas piden más, aclaman mi toque y mis golpes tragándose el dolor mientras yo sudo y me reprocho de la imagen que me ofrecen. Pienso en los días que no se veían grises, en las mujeres que he maltratado y utilizado como juguetes, y es ahí cuando las extremidades me dejan de funcionar.

—¿Qué pasa? —pregunta Ángela en el sofá.

Le tiro la fusta en los pies.

—Azótame tú —le pido—Ábreme la piel.

—Eres dominante no sumiso...

—Un fenómeno es lo que soy.

Clavo las rodillas en el piso escondiendo las manos tras mi espalda.

—Hazlo, Angie... ¡Azótame e intenta que el dolor carnal sea más fuerte que el emocional!

Niega.

—Hazlo.

Le entregan la fusta y se levanta apoyada del bastón.

—¿Te hará sentir mejor? —pregunta.

—Si.

Alza la fusta en el aire y bajo la cabeza queriendo pagar todo lo que hecho. El cuero me muerde la piel y aprieto los dientes con fuerza.

—¿Cuántos? —pregunta.

—Hasta que caiga.

La fusta recae y repite, pero me duele más el alma que la piel...1...2...3...8... 9... 15 latigazos y sigo de rodillas, empiezo a marearme e ignoro el sonido del timbre cuando resuena. No quiero desconcentrarme ni que Ángela pare. La puerta rechina y mi cerebro se despierta con la pequeña vocecita que trona en mi sala.

—¡Capitán! —«Harry»— ¡Mamá, están lastimando al capitán!

Ángela vuelve a levantar la fusta, pero esta no llega

—¡¿Qué haces?! —le grita Brenda— ¡Como se te ocurre lastimarlo así!

Estoy demasiado mareado y lo único que siento son los brazos de Harry rodeándome el cuello. Miro a Brenda que repara con ojos llorosos lo que realmente sucede. Mujeres desnudas, instrumentos sexuales en el suelo.

—Brenda yo... —intento decir, pero su única reacción es alejar a su hijo— ¡Espera!

Me levanto como puedo y Ángela me toma del brazo mientras Brenda huye a la puerta

—¡No tienes que negar lo que eres! —me regaña y la hago un lado siguiendo a las dos únicas personas que le dan sentido a mi vida.

—¡Capitán! —Harry estira su manita, pero su madre lo lleva escalera abajo.

—Brenda, espera por favor —los sigo, pero es rápida y se escabulle en las escaleras—. Lo siento, lo siento... ¡Para un segundo por favor!

Llega a la primera planta, atraviesa la recepción y me odio más de lo que me odio ya. Se apresura a su auto y...

—Brenda, por favor —tomo su brazo y baja al niño con los ojos llenos de lágrimas. No quería decepcionarla, no quería que le volvieran a romper el corazón— Perdóname, por favor...

Niega y caigo de rodillas, apretando la tela de su vestido.

—Perdóname, maldita sea yo también me odio y lo único que quería era que sentirme pleno en este infierno que tengo como vida —le abrazo la cintura—. Es real, el Parker que ha compartido contigo y con Harry es real y no es el maldito asqueroso que acabas de ver.

El llanto me sacude los hombros, nunca me había dolido tanto perder algo.

—Olvida a la sabandija que acabas de ver ahí...

Me aparta despacio y vuelve a tomar a Harry metiéndolo en el auto.

—No quiero dejar al capitán... —llora el niño y me congelo en el andén siendo incapaz de mirar atrás. Aprieto los ojos cuando oigo la puerta del vehículo y me limpio las lágrimas esperando oír el sonido del motor, pero sucede todo lo contrario.

Me cubren los hombros con una manta suave y me ayudan a levantar guiándome al auto. Sin decir nada se pone al volante arrancando y metiéndose al tráfico de la ciudad. Miro a la ventana siendo incapaz de verla a los ojos. Harry me vio, ella me vio y ahora saben que soy un anormal.

Llegamos a su torre, las heridas no me duelen como deberían y ella baja al niño rodeando el auto y abriéndome la puerta. Estoy tan avergonzado y tan asqueado de lo que vieron. Manda el niño a dormir cuando subimos y este se acerca abrazarme.

—Mamá siempre me canta canciones cuando me raspo o me corto —me dice—. Mamá ¿Le cantaras una canción al capitán? Me preocupa que le duelan las heridas...

Ella no contesta y yo hundo las manos en su mata de rizos.

—Voy a estar bien —dejo que se vaya—, mañana estaré mucho mejor.

—¿Lo promete?

—Si —dejo que se vaya.

Se hace un silencio sepulcral y sé que debo dar explicaciones, pero no sé cómo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta ella— Este tipo de cosas se debe saber desde un principio.

—No quería alejarte.

—Parker, ese tipo de cosas no se pueden esconder —se acerca—. Y no puedes dejar que te lastimen así...

—A las bestias se les azota, se les maltrata y yo soy eso. 

—Cuando estábamos juntos no actuabas así, nunca me demostrarte ningún tipo de problema...

—Porque te amo —la miro a la cara—. A ti, a Harry y a la ilusión de que eres una versión mejorada de lo que le pedí a la vida. Me dejaste y normalmente la soledad me absorbe recordándome el viejo yo y...

El silencio vuelve y agacho la cabeza cuando se va a buscar un botiquín. Se sienta a mi lado limpiando los latigazos que no arden más de lo que me arde el pecho.

—¿Te gusta? —susurra.

—¿Qué?

—Tu viejo yo.

Lleno mis pulmones de aire.

—Lo detesto, pero hay fetiches, reacciones y cosas que...

—Enséñamelas —me corta—, muéstrame, pero no te escondas porque para amar debemos mostrarnos tal cual somos y tú no me estas demostrando tu verdadera cara.

—Te irás, me dejaras...

Se levanta y vuelve casi de inmediato con una cuerda en la mano.

—Enséñame y ya luego decidiré si me quedo o no.

Se encamina a la alcoba y reparo la cuerda que me acaba de entregar, la sigo y ella se quita la ropa cuando cierro la puerta de la alcoba. Es de senos pequeños, pero caderas anchas, los crespos le caen sobre los hombros y siempre he pensado que su tono de piel es perfecto.

—Muéstrame. Dame un poco de lo que haces.

Me ofrece las manos y las ato con cuidado, antes de jalarla a la cama.

—¿Cómo te sientes más cómoda de espalda o...?

—Como a ti te apetezca, eres el que manda ¿No?

Busco en el bolsillo del pantalón las pinzas que me dio Nate cuando empezamos. Acaricio los picos erectos besándolo antes de poner las pinzas.

Echa la cabeza hacia atrás cuando la pellizcan y tiro de la cuerda poniéndola en cuatro, la amarro a la madera y le agacho la espalda dejándole el culo en pompa. Llegan las contradicciones, pero ella tiene razón, si no me muestro como soy no la estoy amando de verdad.

Le doy  una demostración de lo que fui, en tiempo pasado porque siento que ese hombre ya no soy yo y quiero estar libre de todo eso. Yo quiero una vida nueva, una redención con ella y el mundo. 

Beso sus partes, la embato y clavo mis dedos en su piel antes de dejarme caer a su lado disfrutando del clímax que le provocó mi miembro. 

—¿Te quedaras? —pregunto con miedo acomodando mi cara frente a la suya.

—Siempre y cuando te muestres como eres —susurra— Si es así, la respuesta es un para siempre señor alemán.

Asiento y se inclina a darme un beso en la boca.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆ 

Despierto temprano, ella sigue dormida y me levanto a buscar una de las playeras que deje en los días que me quede aquí, la espalda me arde, pero no quiero que el niño vea mis heridas. Rebusco en la cocina algo para desayunar e improviso algo rápido llevándoselo a la cama.

Mi hermana me advirtió una vez que una vez me enamorara debía demostrarle a esa persona todo lo que sentía y es lo que quiero ahora, que ella y Brenda se sientan orgullosas de mí. Entro y me la encuentro saliendo del baño luciendo una playera ancha con pantalones cortos.

—Qué bonito despertar —me dice y le coloco la bandeja en la cama dándole un beso en la boca.

«Esto es lo que quiero hacer todas las mañanas»

—¿Cómo dormiste? —reviso que no tenga ningún golpe notorio.

—Genial.

Nos metemos bajo las sabanas compartiendo la comida y poco después llega Harry metiéndose en la mitad. Pasamos largo tiempo viendo caricaturas mientras la lluvia se toma la mañana. No dejo de mirarla sintiéndome pleno con la escena que me dan los dos, agradecido por este tipo de momentos.

Me mira con ojos coquetos, pasando los nudillos por mi cuello y se inclina a darme un beso largo. La niñera viene por Harry y recuerdo que no he tomado el medicamento. En la tarde debo viajar a verme con el ministro y no puedo ir en crisis, Brenda cruza las piernas con las mías, se deshace del pantalón corto y libera mi verga montándome con cuidado de no lastimarme la espalda. Un polvo rápido que nos eleva el ritmo de los dos. Quiere seguir con el juego de ayer, pero por mi parte procuro no hacerla sentir como un pedazo de carne.

—Debo irme a casa —le aviso cuando terminamos.

—Quédate —me pide en medio de besos.

—Tengo que viajar —salgo de ella acomodándome el pantalón.

—Pensé que estábamos de luna de miel, señor alemán —me besa las mejillas.

«Ya quisiera una luna de miel con ella»

—El ministro no tardara en llamar —empiezo a notar los moretones de ayer y la culpa recae «Ella es diferente me digo»

—¿Y si me llevas?

La emoción me envuelve alegrándome la mañana.

—¿Quieres?

—Obvio.

—La señorita Luisa la está buscando —tocan la puerta.

—Dame un par de minutos y ya vuelvo —sale y oigo a la bebé de Simón en la sala cuando abre la puerta.

Tomo un baño rápido aprovechando que me quedo solo.

—Harry se queda conmigo —comenta Luisa—, empaca ropa sexy y no le des tregua a esa verga alemana...

La castaña se calla cuando me ve.

—Parker, buenos días —dice sonriente—, lamentó ser tan importuna. 

Me saluda con un beso en la mejilla.

—Descuida —digo y Brenda sacude la cabeza.

—Brenda vamos a empacar lo que te llevaras —me entrega a la bebé— Tenla y si llora me avisas.

Tira de la mano de su amiga y me quedo reparando a la mujercita que me repara y sonríe mostrando dos dientes pequeños. Se parece a Simón en el mentón y en la nariz, pero tiene los ojos de su madre.

—Las niñas son unas coquetas —se queja Harry—. Peyton le sonríe a todo el mundo.

Me pone las manos en la cara y me es inevitable no sonreírle también

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆ 

Llegamos a mi casa, por suerte Ángela no está y la dependienta se puso en la tarea de recoger el desastre de ayer. Nos topamos con la mujer mayor en el pasillo y lo primero que Brenda repara son los cuadros rotos que sostiene.

—Buenas tardes —saluda la mujer pasando de largo.

Sigo avergonzado por lo de anoche, Brenda insiste en que todo está bien, pero yo me sigo sintiendo como el inmoral que nunca saldrá de esto.

Se acuesta en mi cama mientras alisto todo.

—¿Por qué dañaste tus pinturas?

—Ese Parker es una farsa —me siento en la cama tomando mi medicamento y detiene mis manos para que no lo haga.

—No te juzgues tanto, nadie es perfecto y tú no eres el monstruo que crees ser.

La beso y ella deja que mi lengua toque la suya cuando poso las manos en su cuello.

—Todo está aquí —hunde el dedo en mi sien—. Y junto  lo vamos superar, así que deja las inseguridades.

—No puedo, porque tu ya amaste intensamente, con él duraste mucho y conmigo no llevas casi nada. No quiero que creas y sientas que no soy suficiente —le digo—, no quiero que tengas una mala impresión de mí y huyas asumiendo que no soy suficiente. Porque pueda que no lo sea ahora, pero te juro que me esforzare y haré todo lo posible por cumplir tus estándares.

—No tienes que cambiar nada.

El móvil me vibra con un mensaje de Alex.

—Hay que irnos —tomo la maleta de ambos

.◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆ 

Comando militar de la alta guardia. Manchester/ Inglaterra.

El helicóptero y desde lo alto reconozco a las personas que esperan abajo. Alex, Gauna y Rachel. Al último le encanta hacer apariciones repentinas.

Bajamos y Brenda se aleja ensanchando los labios en una enorme sonrisa mientras internamente me imagino el regaño del ministro por traerla.

Rachel la mira, este asiente y acto seguido camina hacia nosotros abriéndolo los brazos a su amiga.

—Estas hermosa —le dice Brenda antes de abrazarla y darle dos besos en la mejilla. Se apartan y extiendo la mano para saludarla, pero ignora el gesto y termina dándome un abrazo.

Se ve... Diferente ¿Más bonita? Si, también hay algo que no logro descifrar que es.

Nos adentramos en la base militar y quedó un poco perplejo con las novedades de Alex. Mi teniente entrará en periodo de prueba, en el cual probará si puede o no ser capitana de la alta guardia. Un escuadrón de hombres machistas.

Me pregunto si ya sabe que le cuidara el culo a un hombre que en pocas semanas se casara con otra. Nos dejan solos para que realice el interrogatorio que me permite dar mi apreciación (Protocolo para entrar en periodo de prueba) Termínanos y se queda frente a mí a la espera de que añada algo más.

—Se va a casar ¿Lo sabes? —indago y echa los hombros hacia atrás.

—Si. Lo he sabido siempre.

Su evolución es admirable, cuando la conocí era la chica que buscaba demostrar que no estaba en Londres por un apellido, bonita, sensible y amable. Me fui y cuando volví tenía un aire más maduro sin dejar de ser la chica a las que todos adoraban, pero cuando Christopher llegó se transformó en alguien totalmente diferente.

—No va a ser fácil, Rachel...

—¿Cuándo ha sido fácil para mí? —contesta—. Y no te alarmes yo sé a lo que voy y sé con quién voy a lidiar.

Nunca había conocido una relación como la de ella y el coronel, tan intensa y dañina al mismo tiempo.

—A Christopher no le va a gustar.

—Pues tendrá que aguantarse, porque esta oportunidad no la voy a dejar pasar —refuta—. Es crecimiento personal para mí.

—Estará Gema, Liz y créeme que el coronel esta medio endiablado —le advierto—. No va anteponer sentimientos, como tampoco va a sacrificar la oportunidad de quedarse con el poder.

—A mi Gema me vale una mierda, Liz un quintal de mierda más —me suelta—. y Christopher... Christopher siempre ha estado medio endiablado...

—Las cosas no son como antes.

—No, porque no voy aceptar que nadie me pase por encima. Ni Christopher, ni Gema ni nadie ¿Vale? Ahora dime si vas a poner la firma o si debo pedirle el favor a otro capitán.

—Que consté que lo advertí.

Estampo la firma convenciéndome de que esto es una completa locura, empezando porque es imposible que un escuadrón de bárbaros machistas se deje gobernar por una mujer.

—Es todo —le entrego la carpeta y doy un paseo por el comando dejando que Brenda se reúna con ella. Las espero en una mesa aparte y aprovecho para beber los medicamentos sin que Brenda lo note.

Nos encerramos en la noche, Incita al sexo y pierdo el control en ciertos momentos deseandola demasiado, demostrando el desespero que me genera desearla. 

«Ella no es una puta, Parker»

— Lo estoy disfrutando.

—Estoy siendo un patan. 

—Claro que no. 

—Que si y tú te mereces más... 

—Déjate de tontería y de señalarte tanto...

La dejo en la cama agradeciendo que no me siga. Me quedo en la orilla de la laguna viendo el amanecer mientras le pido al cielo que apague esto. Para cuando vuelvo a la alcoba Brenda ya no esta,

 La busco por el comando y no la encuentro, me entra el miedo de que se haya ido, pero a las tres horas recibo un mensaje el cual me pone una cita en un restaurante que está a veinte minutos.

La encuentro sentada tomando una copa de vino.

—¿Cómo dormiste? —tomo asiento frente a ella.

—¿Cómo crees?

—No quiero lastimarte ¿Vale? No quiero que...

—cállate —ordena poniéndose de pie—. Ven conmigo.

—¿A dónde?

No responde, paga y sale atravesando la calle. Entramos y abordamos el ascensor de un edificio de 15 pisos. Nos topamos con varias modelos y ella tira de mi mano y se encierra conmigo en un estudio de arte lleno de sábanas blancas.

—Todo está aquí, tu eres tu peor enemigo —me suelta—. Y si no vences tus miedos nunca en la vida serás feliz.

Bajo la cara.

—No necesitas esto —me saca el medicamento del bolsillo—. Crees que estas enfermo, pero no es así, tener fetiches, preferencias y deseos no te hace un depravado, Parker.

Acuna mi cara —. Y el Parker de antes no era un farsante.

Quita las sábanas blancas mostrándome un caballete con un lienzo, descubre otra y hay una tumbona de terciopelo con sabanas rojas. Es el estudio de algún pintor. Hay latas de pinturas, tumbonas, y pinceles.

—Pon el culo en el puto banquillo, suéltate y véncete a ti mismo —exige.

Me entrega un pincel.

—No eres un inmoral, ni un depravado.

Miro el lienzo en blanco conmovido por sus palabras.

—¿Qué se supone que voy a dibujar?

Mis ojos viajan a la mujer que aparece de la nada con el cabello suelto y una bata de seda.

—Brenda yo no...

—Te gustaba —contesta—. Y un enfermo pierde la cabeza por la mujer que lo atrae, si ella se desnuda y pierdes la puta compostura te creeré. Si no eres capaz de dibujarla porque el deseo es tanto que te congela las extremidades, te daré la razón.

Toma mi cara.

—Yo creo en ti, cree tú también.

Miro a Rachel que se mantiene seria fingiendo que no le incumbe la conversación.

—Tomate todo el tiempo que quieras —me dice Brenda—. Tu modelo será paciente.

Nos deja solos y suelto el pincel acercándome a Rachel que sigue en silencio, los ojos azules le brillan y paseo la vista por la obra de arte que tiene como rostro.

—Estás loca —le digo— ¿Qué ganas con esto?

Se queda pensativa mordiéndose el labio.

—Con esto demuestro que no eres ningún pervertido y que yo ya no soy una cobarde.
Vuelvo al banquillo mirándola desde lejos.

—¿Listo? —pregunta.

—Eso creo —el lugar es amplió, limpio y hay dos sofás, un banco alto de madera, mantas por doquier y ventanales abiertos que le dan paso a la luz del sol.

—Está muy iluminado el lugar —comenta— ¿Te gusta así?

—Brenda adivino que me gusta ver todo con claridad —contesto— ¿Prefieres en el sillón o el banco que tienes a la derecha?

Duda y me es imposible no recorrer las piernas desnudas. No porque me guste, es porque no todos los días ves una mujer como ella. De esas que emanan belleza sumada con seguridad, En estos tiempos no cualquiera se siente orgulloso de su cuerpo al grado de desnudarse para que lo retraten.

—Te recomiendo el sofá individual, te será más cómodo —propongo.

—Será en el sofá, entonces.

No me gusta el sitio donde esta así que, me levanto y arrastro el pesado mueble con facilidad colocándolo en medio del salón.

—Siéntate y elige la postura que desees —ordeno volviendo a mi puesto y ella se mantiene pensativa.

—Falta algo —dice yéndose al estéreo, lo enciende y busca un montón de pistas hasta que haya una que la deja absorta.

Vuelve al centro descalza y se balancea despacio hundiéndose en las notas de Switchblade. Observo como cierra los ojos abriendo la bata sin necesidad de que se lo pida. La piel aparece y la seda se desliza por sus hombros mostrándome su desnudez.

—Siéntate y elige la pose que quieras —digo con un hilo de voz. 

El piercing del ombligo es lo único que la acompaña y me sorprende que no haya una palabra en el mundo la cual abarque la belleza de esta mujer. Hasta a mí me pesa que el mundo se pierda su legado, porque un ser hecho por ella y el coronel sería un ser extraordinario.

Se acomoda de diversas formas mientras mezclo colores y tonos que se ajusten. Organizo pinceles y acomodo las ideas. No puedo creer que Brenda consiguiera este lugar en tan poco tiempo.

La miro y está sentada, rígida y con una sonrisa mal fingida.

—No es una fotografía —la regaño —. Y si fuera fotógrafo serias un horrendo retrato.

—Estoy haciendo lo que me pediste.

—Sí, pero así no va a funcionar estas más tiesa que un palo de escoba —le suelto—. Te ves apagada y con rabia.

Resopla echándose todo el pelo hacia atrás.

—Solo se lo que siempre has sido —digo.

Asiente y se acomoda en ele sofá dándome la pose que todo pintor anhela, dejo el pincel y caminó despacio hasta a ella arrodillándome a centímetros de su cara.

—¿Puedo? —preguntó, pidiendo permiso para tocarla, falta algo.

Asiente.
—¿Te pongo nerviosa? —varias veces me he hecho esta pregunta. Por curiosidad, siempre he querido saber si en algún momento de la vida la he logrado intimidar como lo hace el coronel.

—No —responde suave.
Con delicadeza recorro sus piernas desde el tobillo, paseó los dedos por su piel entendiendo a Bratt a Antoni y al coronel al estar tan hipnotizados por ella. Tomó su rodilla acomodándole las piernas para que luzcan más sexy de lo que ya son y con las sabanas trato de cubrir su intimidad, pero toma mi mano sacudiendo la cabeza.

—Que se vea todo —pide.

—¿Todo?

Asiente.
—Entonces necesito que no dejes de mirarme a los ojos para poder retratar todo el fuego y la lujuria que habita en ti, Rachel James.

Para mí ella fue creada en el infierno y no en el cielo. Los ángeles denotan calma, serenidad y Rachel es como la flama de una ardiente hoguera.
—¿Crees que soy eso? —pregunta—. Fuego y lujuria.

—Si —le acomodo el cabello para que las cosas se den como quiero—. Quiero que mi lienzo deje ver lo que proyectas.
Vuelvo al banquillo y ella cumple con la orden de mirarme a los ojos, trazo la primera línea sin perderla de vista y voy dándole forma a la pintura.

—Piensa en cada hombre que te ha mirado, qué te ha seducido, que te ha admirado de lejos —pido absorto—. Piensa en todo aquel que te ha tocado, que ha tenido la suerte de probar tu boca, de recorrer tu cuerpo, de lamer tu piel, de escucharte jadear
El cuerpo expresa más que las palabras y el de ella está gritando en estos momentos. El pecho le sube y le baja rápido mientras capto cada terminación de su piel, el volumen de sus labios, la figura de los senos redondos y el sexo que luce como el de una joven virginal que nunca ha sido tocada.

Delineo su figura mientras imagino las respiraciones sobre su vientre, a las bocas que han chupado sus pechos cubriendo cada centímetro de su piel. Mi mente piensa en aquellos que la han besado y se han perdido en los labios rojos que le adornan la boca.

No puedo dejar de mirarla, su imagen se clava en mis pupilas. Sus curvas, sus ojos, la forma de sus pies, sus dedos. Siento sus ansias, su excitación y su deseo.

La pose es demasiado intensa, provocadora. Una invitación al calvario carnal. La pintura va tomando forma y me la imagino en una pared siendo adorada, me imagino que quien la tenga se posara todas las mañanas delante de ella y quedara hipnotizado con el fuego que transpira esta mujer.
Retrato los tatuajes con esmero y dejo que mi mano le dé rienda suelta al pincel que hace arte. Las horas pasan y pulo cada detalle mientras ella se mantiene quieta.

Me admiro a mí mismo por lo que acabo de lograr y me reprocho el haberme juzgado de una forma tan dura. Pulo todo con detalle olvidándome del ardor de mi espalda, de lo que hice horas más atrás y de lo asustado que estaba.
Me acarician el hombro con cuidado y alzo la vista viendo a la mujer que baja a besarme los labios.
—Es perfecto —le abro paso para que se siente a mi lado y juntos observamos a su amiga— ¿Cómo te sientes?

Le aparto el cabello con la nariz sin soltar la paleta de colores.
—Enamorado.

Arruga las cejas.

—Ok... No era la respuesta que...

—De ti —termino y roza la nariz con la mía besándome otra vez.
—¿Vez? No eres un enfermo —me peina el cabello con las manos—. Eres el hombre que amo.

Su confesión hace que los ojos me ardan.

—No es el tiempo, es la persona y tú eres un claro ejemplo de eso.

Recuesta la cabeza en mi hombro dejándome terminar, doy toques, detalles y me levanto admirar lo bien que quedó.

—Te puedes vestir —digo al cabo de un rato y Rachel amarra la bata acercándose con curiosidad, los tres nos perdemos en la pintura.

—No tengo palabras...Es... Hermosa —dice.

—Tú lo eres —la abraza Brenda.

—¿Qué harás con ella? —le pregunto.

—¿Yo? Es tuya —toma mis manos—. Eres libre de ponerla a donde quieras.

Dejo que me abrace. 

—Créeme cuando te digo que eres el hombre que toda mujer desearía tener y me alegra que Brenda te encontrara —me da un beso en la mejilla— . Gracias por quererla a ella y a mi Harry.

Acaricia la mejilla de su amiga antes de irse, Brenda tira de mi playera rodeándome y besándome con premura dejando que la unte de pintura mientras la desnudo, me dejo caer en el sofá de terciopelo y se abre de piernas sobre mi dejando que mi polla se abra paso dentro de ella.

—¿Qué harás con el cuadro? —pregunta cuando terminamos.

Lo observo imaginándolo en un su lugar.

—Se lo enviare al dueño, sin mi firma claro esta...

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La tropa de la guardia se alinea con las armas en el pecho y espero a un lado mientras Rachel se abre paso con el uniforme oficial, de negro, con el cabello recogido y la chaqueta que la identifica como capitana, aunque este en periodo de prueba debe mostrarse como tal.

Alex la espera en lo alto de la tarima y ella se pone a la cabeza de la guardia.

—¡Tropa 19075! —grita— ¡Marchen cuatro pasos y presenten armas al ministro ¡Ya!

Los hombres se mueven al compás dejando las armas en el suelo.

—¿Qué son? —pregunta Rachel.

—¡La novena tropa de la guardia de alto nivel! —contestan unísono.

—¿A quién le servimos?

—¡Al ministro con nuestra unidad de cuidados especiales!

—¿Cuál es nuestra misión?

—¡Preservar la vida del coronel Christopher Morgan, hijo del señor ministro y candidato a las elecciones futuras!

—¿Quién los lidera?

—¡Usted mi capitán!

Rachel tuerce la boca en una sonrisa antes de mirar a Alex.

—Rompan filas y aborden helicópteros —ordena Rachel—. Ya mismo partimos para Londres.

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Quiero agradecer a S de Parker por la idea de la pintura, aunque tuve que modificar casi todo el relato en mi corazon y en el de muchas esta el bello texto que hizo inspirado en Parker. Gracias S por amar a mis personajes y entenderlos tanto como yo. 

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https://youtu.be/ZbjGuCxrcZI



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