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CAPITULO 69

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Tres semanas después.

Húyele al diablo, Rachel.

BOLETIN INFORMARTIVO/ LONDRES INGLATERRA.

Fin de la primera contienda, noviembre cierra la primera etapa de campaña electoral y nuestros candidatos han dado lo mejor de sí finalizando con los siguientes resultados:

Christopher Morgan – 35% de votos.

Leonel Waters - 33%

Kazuki Shima -32% de votos.

La candidatura más reñida de la historia, los candidatos se han valido de todo y Christopher Morgan lleva la delantera con la posible primera dama Gema Lancaster ¿Qué sorpresa nos traerá esta segunda etapa? No lo sabemos. Los postulados se dan una tregua con el fin de planear la segunda parte de esta dura batalla por el puesto más poderoso de la FEMF.

Rachel.

La aguja de quince centímetros sale de mi torrente sanguíneo, pese a que me la enterrado un montón de veces no dejo de tenerle pavor.

—¿Ansiosa? —pregunta el médico encargado del procedimiento.

—Un poco —agito las piernas— Espero que esta sea la última bolsa de sangre, cumplí las instrucciones al pie de la letra.

El médico asiente frotándome el brazo.

—Haremos los estudios y el lunes tendremos la respuesta —avisa—Llevaré las muestras con Reece a Europa con el fin de garantizar resultados exactos.

—Gracias —agradezco antes de marcharme a mi alcoba.

El tratamiento de desintoxicación llegó a su fin, se cumplieron los estándares y ahora solo debo esperar el resultado final, aún hay traumas y heridas psicológicas que tratar, sin embargo, mi prioridad es no tener el HACOC en mi sistema, no lidiar con esa asquerosidad y decir "Estoy limpia"

Me preocupa que quede algo ya que a la FEMF no puedo incorporarme con la sangre sucia. El veneno llama veneno y puede jugarme una mala pasada si dejo que vuelva a expandirse. Antoni fue sabio al decir que el HACOC es como un cáncer, el cual crece con una mínima semilla y tal problema me acarrea enfermedades futuras.

Saco mis últimas notas y me dedico a estudiar, estoy recibiendo clases de preparación para el ascenso. El capitán de la guardia me capacito por una semana y un general esloveno me está enseñando métodos teológicos, administrativos y disciplinarios. Irónico que aislada del mundo me la pase más ocupada ya que cuando no estoy estudiando estoy entrenando. Ascender no es fácil, debo someterme a pruebas psicotécnicas, de conocimiento y fortaleza física. Los capitanes son líderes, estrategas que imponen disciplina y deben verse como tal.

He logrado canalizar mis dos dependencias ya he estado tres veces frente a las drogas y no me han surgido ganas de nada. Pienso en el coronel (Lo pienso mucho, a decir verdad) Pero como una persona normal sin pensamientos compulsivos «Es mi pareja, lo amo» Y lo evoco con recuerdos sutiles procurando dejar de lado lo que realmente pasa cuando estamos juntos.

Cho recalca una y otra vez que no me debo obsesionar, que debo amarme a mí y luego a él, debo preferir mi salud mental o terminare siendo peor que él.

Las mujeres ninfómanas son un poco "Peligrosas" Cho y mi psicoterapeuta me han estado convenciendo de ello con cifras y casos reales.

Me mantengo en la suite del centro dejando que el fin de semana transcurra a paso de tortuga. El general me da las clases pertinentes advirtiendo que en dos semanas será la primera prueba en territorio inglés y tal cosa solo me pone ansiosa. El querer saber el resultado de la prueba no me deja dormir porque si sale negativa tendré que quedarme.

El lunes llega y no espero que amanezca, despierto temprano recibiendo el amanecer sentada en mi balcón «Horas» Es cuestión de horas para saber si pude o no con la droga.

Me baño, me coloco el mejor vestido que tengo y salgo a los pasillos con las expectativas en el cielo «¡Cantaremos victoria, Rachel!» Me convenzo de ello con cada paso.

La dependienta del aseo está abriendo la sala de juntas médicas y como novia desesperada entro de primeras aguardando con ansia la llegada de mis médicos «Es exagerado» Pero tengo hambre de buenas noticias.

Van llegando de uno en uno y me levanto a saludarlos con un apretón de mano, son cinco en total. Trato de descifrar sus caras, gestos y facciones, estoy tan ansiosa que busco señales en cualquier cosa.

Reece entra a la sala y no sé si su seriedad se deba a que quiere ponerme más nerviosa o si en verdad trae malas noticias. Toma asiento en la silla principal sacando el esperado sobre. No dejo de agitar las piernas limpiándome las manos sudorosas en el vestido. Intenta abrir el papel y enderezo la espalda queriendo leer, pero deja todo a medias jugando con mis expectativas.

—Antes de leer los resultados recibamos a la persona que asumió los gastos de tan costoso tratamiento —avisa serio— Christopher Morgan...

No termina de decir el nombre cuando ya estoy de pie con los ojos clavados en la puerta que le da paso al coronel «¡Que Dios nos coja confesados!» Una cosa es pensarlo y otra es verlo después de casi seis meses.

Pierdo la movilidad con las sensaciones que me atropellan, la piel se me enciende y el corazón me retumba con la fragancia que llega a mi olfato. Me come con los ojos adentrándose en la sala, abro la boca para hablar, pero en cuatro pasos lo tengo frente a mi besándome como un poseso. Sus brazos me envuelven y su lengua toca la mía uniéndome a él como si fuéramos las únicas personas en la sala.

Su calor es droga toxica para mis pulmones y me veo cayendo en paracaídas cuando mi corazón se convierte en una locomotora. Toma mi cara centrándose en mis ojos. Respira rápido y baja las manos a mis caderas apoyando su frente contra la mía, me tiene a centímetros y se comporta como si me fuera ir.

—Bésame —vuelve a pedir humectándose los labios. Acuno su cara en mis manos sucumbiendo a lo que pide, temo a que se le salga el corazón con el desespero que emana.

—¿Estas bien? —nunca lo había sentido tan tenso y abrumado.

—No —me muerde los labios y su tío carraspea llamando la atención.

—¿Seria mucha molestia tomar asiento? —pregunta— No desviemos la atención de lo que realmente importa.

Lo abrazo disfrutando de su cercanía «Nunca me he es fácil superarlo» Mi enamoramiento lo idolatra, pero mi dependencia araña la jaula que cree a modo de terapia.

—Ven —tomo asiento abriéndole paso para que se ubique a mi lado. Luce vaqueros rasgados con una playera verde, el Rolex le brilla en la mano izquierda y el cabello le cae en la frente cuando se lo peina con las manos.

—Habla rápido que tengo afán —le ordena a su tío y este lo acribilla con la mirada.

—¿Su majestad no está cómodo? —Reece contesta con sarcasmo— Perdona que mi humilde trabajo no sea digno de tu presencia, pero desde ya te advierto que la sexy señorita aquí presente —me señala— Necesita cero toxicidad ya que debe concentrarse en un gran número de tareas.

Cruzo las manos sobre mi regazo asimilando que me han traído al diablo en persona. Se supone que estoy superando mi dependencia sexual ya que es insana. Mi psicólogo me ordenó ir un paso a la vez, cuando recién llegué me tocaba todo el tiempo, lo extrañaba las 24 horas del día, ahora si lo pienso, pero no en términos tan candentes ya que mi compromiso es caminar despacio.

Siento su mirada sobre mí mientras Reece abre leyendo el contenido del sobre, mi garganta aclama agua y por el rabillo del ojo lo veo bajar la vista al escote de mi vestido. Trago grueso haciendo un esfuerzo por no detallarlo, si me centro en la virilidad que emana, retrocederé. Reece sigue leyendo, los médicos no hablan y yo tomo una bocanada de aire cerrando los ojos en un pequeño ejercicio de relajación.

No pasa nada, me digo, soy fuerte, estoy tranquila y puedo manejarlo.

—¿Cómo te sientes? —«¡Jesús!» No hay nada más delicioso que este hombre hablando despacio y al oído. Esta apoyado en el brazo de mi silla y en vez de mirarme los ojos me mira la boca.

—Bien —se me estanca el oxígeno cuando me besa la comisura de la boca— Traerme fue la mejor decisión.

Aparta las hebras negras que caen sobre mis hombros apoyando los labios en la piel desnuda y bronceada.

—Ya quiero que me demuestres lo agradecida que estas —susurra.

—Bien —interrumpe Reece— Se realizaron las debidas pruebas, se analizó la información en Suecia y aquí está el resultado final...

Fija los ojos en la hoja y Christopher desbarata el agarre que procuro mantener sobre mi regazo. Entrelaza nuestros dedos y no sé si voy a morir de angustia o de combustión espontánea.

—El análisis revelo un 0.0% por ciento de HACOC en tu sangre —anuncia Reece congelándome en el puesto— No hay toxinas, ni células contaminadas.

Me arden los ojos y lo único que hago es apretar la mano del hombre que tengo al lado.

—Felicitaciones teniente James —dice uno de los médicos.

—¿Limpia? ¿Mi sangre esta...?

—Impecable—confirman y me levanto para que no vean como me tiembla la barbilla. Estoy demasiado feliz y por ello no quiero llorar, aunque sean lágrimas de alegría no quiero dañar el momento.

Le doy la espalda a todos suprimiendo el grito, las lágrimas surgen, sin embargo, las aparto mientras inhalo y exhalo en repetidas ocasiones «¡Limpia!» «¡Sin droga y recuperada!» En años pasados no fue así, la recuperación no fue tan tortuosa y por ello me siento como si renaciera de las cenizas.

—Gracias —rodeo la mesa buscando los brazos de Reece— Gracias por hacerte cargo de esta maldita pesadilla.

—El crédito te lo llevas tú, por tener temple de acero —me besa la frente abriéndose paso para que le agradezca a otros médicos.

—Esperamos no verte nunca más por aquí —me dicen— Que tu testimonio sea un impulso para aquellos que viven en el asqueroso calvario de las drogas.

Asiento con los ojos llorosos, el coronel está de pie y me le voy encima parándome en puntillas para besarlo abrazándolo con fuerza. Si no fuera por él estaría en la mierda y por ello estaré en deuda con él toda la vida. No acepta besos cortos y termina aferrado a mis labios con un beso demasiado pasional para la ocasión.

—Muéstrame la suite —trata de sacarme de la sala y...

—Ya la mandé a desocupar —se mete Reece— Un bote los espera para llevarlos de vuelta a la isla, así que apresúrense a la playa.

—¿Eso quiere decir que nos podemos ir de un todo, también? —indaga el coronel.

—Tú te puedes ir de un todo cuando quieras, ella no —contesta Reece— Hay temas que tratar todavía.

—¿Qué temas? Que se cierren en Londres...

—Mi territorio, mi caso mis reglas —lo calla el tío— La trajiste con un propósito y por ello no sale hasta que no se cumpla de un todo.

—Adelántate al bote, voy a despedirme de las enfermeras —hablo acortando la discusión— Te veo en diez minutos.

Me lleno los pulmones de oxigeno cuando estoy afuera, hace mucho calor al lado de ese hombre y siento que estoy desacelerando, es como si estuviera cachondamente emocionada y esa no es la intención. Mis avances aquí no pueden ser en vano.

—¿Pensativa la muñequita? —Reece me alcanza en el pasillo que da al jardín.

—¿Por qué lo trajiste? —le reclamo—Lo conoces y creo que también me conoces a mí.

—Más que mi sobrino es tu pareja y no tienes que tenerle miedo, tienes que enfrentarlo y pararlo —se defiende— ¿Quién controla a quién? ¿él a ti o tú a él?

Dejo la respuesta en el aire, no sé qué tan segura estoy de la respuesta.

—¿Qué Rachel quieres ser? —vuelve a indagar— ¿La que la lujuria le gana y sucumbe al infierno sexual que inducimos los Morgan? ¿O la independiente con salud mental estable que fluye y deja fluir?

Camina a mi lado abrazándome los hombros.

—No le puedo prohibir que venga primeramente porque es quien paga todo esto y tiene todo el derecho de verte ahora que estas recuperada—añade— Al igual siempre hace lo que le place y diga no o si, iba a venir de todas formas.

Lo tomo del brazo, cada que hablo con él siento que me desahogo con un amigo de años.

—Alex y Sara son un ejemplo de que cuando se cede se logran buenos resultados —comenta— Han sido un desastre como pareja, pero se quieren todavía. Separados les fue bien, él creció ella triunfo y ahora que el destino los ve preparados probablemente les dé una oportunidad,

—Das demasiados buenos consejos para estar soltero.

—De espectador se suele ver bien el espectáculo —contesta.

—¿Nunca te has enamorado? —pregunto.

—La única mujer que quise murió cuando tenía 25 años, de ahí para allá no perdí el tiempo —confiesa— Por increíble que parezca fui uno de los que le dijo a Alex que dejara ir a Sara ya que mi hermano era tal cual Christopher... Bueno no tan hijo de puta, pero sí muy parecido —respira hondo— Enséñalo a ceder y veraz que no fracasaran en esto. Si necesitas acabar con tu dependencia y ponerte tú por encima de todo, adelante. Los que gozamos de belleza e inteligencia nos damos el lujo de hacer lo que queramos.

Le doy la razón dejando que me acompañe a despedirme del personal. No tardo y para cuando vuelvo a la playa su sobrino me está esperando recostado en el borde del bote. Agradezco al cielo que tenga lentes oscuros y no pueda caer en la tormenta gris que carga como ojos.

—Olvide felicitarte por ir de primero en las encuestas —me acerco— ¿Ya lo celebraste?

—No y tampoco me interesa hacerlo.

—Pero eres el primero —la brisa me agita el cabello.

—Evitemos hablar de eso que ese tema me tiene hastiado.

—Solo quería... —me toma de la cintura deslizando las manos a mis glúteos «Este hombre es un maldito fogón» Percibo el empalme de piedra que me debilita las rodillas.

—¿La sientes? —susurra y afirmo por inercia— Necesito que me montes como la ninfómana caliente que eres.

Baja la boca a mi cuello dejando un beso calientemente húmedo.

—¿Hay alguna playa desierta que podamos visitar antes de partir? —propone— Con el mero hecho de verte ya estoy que me corro.

El coño se me empieza a empapar.

—¿Me prestas tu móvil? —desvió el tema a la velocidad de la luz— No le he dado la buena noticia a mis padres.

—El bote está listo —avisa el pescador.

—Subamos —insisto— Y préstame el móvil, no tardare mucho.

Saca el teléfono de mala gana y me ubico al otro extremo del bote con la excusa de querer privacidad, él no se lo toma bien, sin embargo, calla dejando que hable tranquila.

Lo tengo a metros, pero no me dejo de sentir como una apetitosa presa, pese a traer lentes presiento y sé que me observa, el que se toque los labios a cada nada tampoco me ayuda porque intencional o no desencadena pálpitos que no van precisamente a mi corazón.

Le doy la noticia a mis padres que lloran emocionados. Papá me reitera cinco mil veces que me ama y mi madre confiesa que siempre supo que saldría de esto, celebro con mis hermanas y cuelgo cuando el bote llega al puerto.

—Gracias —le devuelvo el teléfono ignorando la ira que surge al ver que Gema le ha mandado siete mensajes.

Le paga al pescador tomándome la mano para que avancemos. Quiero preguntar porque Gema le envía mensajes tan seguidos si se supone que no están en campaña.

¿La perra sabe de nosotros? ¿Sabe que estamos en una relación seria? ¿O al menos sabe que cada que se pierde está conmigo? Sé que en esta candidatura tiene muchas fichas por jugar, sin embargo, no tolero el que la tenga pegada como un chicle.

—¿Por qué Gema te escribe tanto? —no me aguanto— Que pereza que joda a cada nada.

—Nena, no estoy de genio para tus celos —sigue caminando— De hecho, no estoy de genio para nada que no sea tenerte desnuda en mi cama.

Lo único que escucho es "Nena" Ese es mi termino en el sexo, que usa en el sexo y en momentos hot, no de una manera tan casual. Se me dibuja una sonrisa estúpida en los labios ¿Cómo lo llamo yo a modo cariñoso?

Llevamos a la escalerilla que da a la casa de Reece y despierto de golpe. Yo pensando sandeces y este me lleva como cerdo para el matadero.

—Tengo hambre —pienso rápido— ¿Me llevas a comer?

Se tensa en un dos por tres apretando la mandíbula.

—¿Ahora? —pregunta entre dientes.

—Con tanta ansiedad no desayune nada —digo—La isla tiene un restaurante buenísimo, que no he visitado porque es carísimo y me daba pena pedirle a Reece que me llevara.

Acomoda el marco de las gafas con la punta de los dedos y me ubico tres escalones más arriba tratando de quedar a su altura.

—¿Si? —lo beso— Se ve delicioso y seria genial probar la comida contigo.

Me le subo encima abrazándole el cuello. Es algo que amo hacer con la altura de este hombre, primeramente, porque se carga una fuerza increíble y cada que me alza en el sexo me siento como una muñeca. Es un sexy tempano de hielo con músculos provocadores.

—Joder, no te me abras así que me voy a desbordar —me baja acariciándose la sien como si le doliera mucho la cabeza. En este estado, controlarlo no parece una tarea difícil. Está mostrándome el lado vulnerable y ese detalle se llama desespero sexual.

Rodea mi cintura besándome la comisura de la boca.

—Entremos y luego vamos.

—Tengo hambre ahora, no luego —intento avanzar y me devuelve estrellándome contra su pecho.

—Ok, pero primero dime que hay bajo ese vestido —se acerca a mi boca— Sentí algo ligero.

Paso la mano por los pectorales que parecen de acero.

—Sí, es algo ligero —si no le digo, capaz y me obliga a que le muestre— Diré palabras claves para que no enloquezcas. Hilo, delgado, blanco.

—¿Qué tan delgado?

—Muy delgado —acabo con el juego encaminándome al restaurante. La sutileza no va con este hombre.

Un mesero nos recibe e inmediatamente pide una mesa lejos del ruido y del gentío, nos dan una en el rincón con un enorme parasol. Ordenamos el almuerzo y no queda espacio mínimo entre los dos cuando se desliza en el asiento semicircular rodeándome los hombros con el brazo.

Se le mueve la manzana de Adan cuando pasa saliva, su mano reposa en mi muslo y lo único que hago es suplicar mentalmente que no se quite los lentes.

—Te creció el cabello —acaricia las puntas que me caen en la espalda— Me gusta. De hecho, está muy candente teniente James.

Me eleva el ego, sé que estoy mejor que antes, pero en él se siente como si te untaran con aceite tibio antes de masajearte las zonas erógenas. Se acerca más tomando mi mentón listo para que lo bese y lo hago, compenetro nuestros labios dejando que hunda los dedos en mi cabellera, como siempre le entrego mi boca derritiéndome con la pericia que demanda su lengua.

El tipo de beso que das mientras follas, de esos que alcanzan tal grado de humedad que te catapultan a un orgasmo seguro. Las manos suben por mis muslos sin soltarme la boca, va acercándose a la zona peligrosa.

—Chris... —llega a mi sexo y...— Saca la...

—Un segundo —esconde la cara en mi cuello pasando los dedos por encima de la tela. Miro a todos lados, pero a él no parece importarle.

El sudor me recorre la frente con el toque cuando me llega el sentimiento de culpa, está volviendo. Las ganas descontroladas, el deseo veraz y las candentes sensaciones que me apegan cada vez más a él.

—Abre, nena —vuelve a pedir— déjame probar.

Bajo la cara cuando las piernas se me separan solas dándole paso a sus dedos dentro de mi canal. Mueve los dedos de forma gloriosa y me cuesta un montón no abrirme más, vuelve a moverlos dilatándome de un todo y los saca llevándoselos a la boca.

—Basta—procuro aclararme la garganta acomodándome en el puesto, pero lo único que hace mi cerebro es concentrarse en la verga erecta que se le dibuja por encima del pantalón.

—¿Qué desean ordenar? —pregunta el mesero.

Abro la carta como si no pasara nada, la coartada de los precios se vuelve real cuando leo el menú. Los platos valen un pastal y ni hablar de las bebidas.

—¿La isla se lucra con lo que cobran aquí? —pregunto.

—Pide lo que quieras y no mires el precio —Christopher devuelve la carta— La especialidad de la casa —pide.

Ya que anda flexible acompaño mi orden con postre. El camarero vuelve a irse y el coronel rueda los ojos cuando ve la persona que se acerca.

—¿Almuerzo familiar? —llega Reece.

—Es una reunión de dos —lo echa Christopher— Así que da la vuelta y devuélvete por donde venias.

—A mí me da igual tu prepotencia muñequito —el tío toma asiento— ¡Tráiganme la carta!

—¡Quiero pasar tiempo con ella a solas! —increpa el coronel— Deja de joder y ocúpate de tus cosas que, mierda con tu jodido defecto de meterte en lo que no te llaman.

—¿Rachel te molesta mi presencia? —me pregunta Reece.

—Si le molesta, así que fuera de aquí —contesta el coronel.

—Ella tiene boca y puede hablar.

No sé ni cómo acomodarme.

—¿Te molesta linda? —vuelve a preguntar Reece.

—No.

—Ok, almorcemos entonces —recibe la carta del camarero.

El almuerzo transcurre en silencio, Christopher patán y soberbio como siempre concentrándose en su vino e ignorando las preguntas de su tío. Aunque Reece no es que sea una persona fácil de lidiar, insiste e insiste hasta que le saca respuestas entre dientes.

El médico se levanta al baño y su sobrino se queda a mi lado inclinándose el whisky que ordenó.

—Reece nos apoyó cuando más lo necesitábamos —hablo— No veo el porqué de tanta prepotencia.

—Su "Apoyo" Me costó millones de libras —espeta— Pago para no deberle nada a nadie así que olvídate de que vine agradecer.

—Los lazos afectivos no sé compran... —comento— Lo que quiero decir es que dudo que su apoyo moral haya sido comprado... Mientras tú estabas en tu campaña él estaba conmigo en cada paso.

—Estaba concentrado en mi trabajo...

—Trabajo del que no me quieres ni hablar y no sé ni porqué...

—¿Para qué voy a querer hablar de trabajo? —inquiere— ¿Crees que volé horas para hablar de mi aburrido día a día?

Le traen la cuenta y se levanta a pagar.

Y pensar que con los otros nunca hubo afán de nada, pero a este lo están carcomiendo las ganas. Reece se entretiene hablando con un par de colegas y por mi parte me levanto yéndome donde está el coronel.

—Te veo en la noche —le doy un beso en la boca.

—¿Qué?

—Tengo asuntos que atender —no le doy vueltas con lo del ascenso.

—¿Hoy? Rachel, volé doce horas para estar aquí y tú no puedes posponer tus asuntos

—¿Unos puñitos o qué? —Reece golpea el hombro de su sobrino.

—Los veo más tarde —me voy sin darle tiempo de refutar.

La frustración me estresa, como también me estresa el que me cuestione mis propias decisiones. El general de la guardia me recibe con una clase de liderazgo.

—El ministro me llamo e informo que su hijo está aquí —comenta— Te mandó a decir que tienes prohibido decir el cargo que se te dará a modo de prueba.

—Como ordene, señor.

Es mejor así, si no lo sabe tampoco lo voy a decir.

La tarde se me va con las cuatro clases que me dicta. Lleva siete años trabajando con el escuadrón, un experto que me recalca una y otra vez que si no paso las pruebas no entrare en periodo de prueba.

—Estudia mucho —recalca— A solas trata de comprender lo que no entiendas.

Me da siete carpetas con información de primera.

—Administración judicial, disciplina militar, desarme, complementación y construcción de armas de alto calibre —aclara— Absorbe todo y vendré a evaluarte faltando dos días para la prueba.

—Sí señor.

—Rachel —me llama antes de salir— Las pruebas que presentastes para ascender a teniente no son nada comparadas con esta. Si en verdad quieres el puesto procura entender cada párrafo ya que la prueba se pasa con un 10 de 10.

—Lo sé, mi general.

—Retírate.

La casa de Reece está a veinte minutos del hotel donde se hospeda el general, podría pedirle a un isleño que me acerque en una moto, pero prefiero caminar, entre más evite a Christopher, mejor. Necesito concentrarme en lo que realmente importa

Desacelero el paso a medida que me acerco, lo de él y yo es como el choque de dos mundos los cuales hacen combustión prendiéndose en llamas. No es el hecho de que me toque, con su mera cercanía me basta.

Subo la escalerilla con cuidado abriendo la puerta con sigilo. La sala está vacía, me asoma en la escalera y no hay ruido arriba. Escucho voces en el patio y medio asomo la cabeza.

—¡Dame más muñequito! —exclama— ¡No quiero puños de una nenaza!

«Reece practicando boxeo con su sobrino»

—¿Le sirvo la cena?

— Shhh —callo a la empleada— Discreción, por favor.

—Perdone... —se disculpa— Quería saber si comerán todos en el comedor.

—Hazme un emparedado, cenare en mi alcoba —me percato de que los hombres sigan practicando— No le digas a nadie que llegue.

Subo la escalera encerrándome en mi alcoba, dejo las carpetas en la mesa encendiendo la lámpara de la mesita. La empleada me sube la comida y me paso a la cama cuando la silla me cansa la espalda. Hay unas fórmulas de cálculo para carga de explosivo que no entiendo y debo apoyarme en la web, pero no hallo nada que sirva. «Obviamente los métodos judiciales y matemáticos de la FEMF no están en la web, Rachel»

El ruido del pomo me distrae y voy dejando los textos de lado cuando el coronel abre mi puerta. Tiene el cabello pegado a la frente por el sudor, trae ropa de deporte y se adentra en mi alcoba quitándose las vendas que le cubren las manos.

—No me avisaron que llegaste —comenta serio.

—Te vi con Reece y no quise interrumpir —me excuso— Estaban concentrados en su práctica.

Se sienta en el borde de la cama hundiendo el colchón, él y yo solos en una superficie plana no es buena idea.

—Te traje algo e iba a dártelo en la tarde —se mete la mano en el bolsillo—Supuse que llegarías más temprano.

Saca una pequeña bolsa de tela extendiéndola para que la tome, el mero nombre bordado me da una señal de lo que es "Bordelle"

—Ábrela —me pide.

Obedezco sacando lo que hay dentro «Bragas» Y no cualquier bragas; Encaje fino transparente azul oscuro, el tipo de bragas que no se te marcan en la ropa y ponen cachondo a cualquiera en cuestión de segundos, es de tipo hilo y apenas cubre lo necesario ya que las delgadas líneas a duras penas están hechas para quedarse en tu cintura.

—Colócatela —acorta el espacio hundiendo la mano en la cama— Quiero ver cómo te quedan.

Se saca la playera dándome una vista perfecta del torso musculado manchado con la tinta de los tatuajes. Christopher es el hombre más sexy que he podido ver y no solo de cara, el complementa todo con cuerpo, verga y actitud, porque sí... Ese aire de hijo de puta perverso atrae de sobremanera.

—¿Damos un paseo? —me levanto prevenida— La noche está fresca.

Se me atraviesa cuando intento encaminarme a la puerta dejándome con los ojos a la altura de su clavícula. Busca mi boca y aparto la cara, omite el rechazo repentino atacando mi cuello con besos que me ponen al borde.

—Quiero salir —insisto.

—Luego —se torna dominante apretándome las caderas con fuerza mientras me besa, ya la tiene dura y se encarga de refregármela para que la sienta.

—No puedo —susurro.

Me cuesta alejarlo, esta tan absorto y concentrado en quitarme la ropa que no me pone atención.

—Christopher...

Me calla besándome con fiereza, hundiendo las manos en mi cabello y obligándome a que mi lengua toque la suya. «Primero yo y luego el mundo» Me repito.

—Christopher, no puedo. Acabo de entrar a mis días —miento.

—¿Y? —me deja en la cama.

—No lo voy hacer así —pongo distancia— No me gusta.

Aprieta la mandíbula cuando la ira le destella en los ojos.

—A mí no me importa —trata de acorralarme otra vez.

—A mi si y no voy hacerlo así ¿vale? —me impongo— Vete a dormir y mañana hablamos.

Me levanto y toma mi muñeca acercándome otra vez. Lleva la mano a mi rostro y procuro no ver la erección que se dibuja sobre el pantalón de la sudadera.

—Nena si es contigo no me importa —retrocede, gira y me deja apoyada en el borde de la mesa.

—A mi si es incómodo —tensa la mandíbula y respira hondo.

—Bien —se le nota que está evitando mandarme a la mierda, lleva las manos a las tiras de mi vestido en busca de mis senos y...

—No —me opongo, sube a mi boca en busca de mis labios y le rechazo el beso apoyando las manos en su pecho— Quiero descansar me duele mucho la cabeza... —lo aparto— Lo mejor es que te vayas.

—¡¿Qué me vaya a dónde diablos?! —inquiere furioso— ¿Dónde mierda voy a dormir si no es contigo?

—Hay una habitación de huéspedes...

—¡No voy a dormir en una habitación de huéspedes!

Se convierte en una bomba de tiempo.

—¿Qué es lo que pasa? —pregunta— Dime las cosas de frente y no me des vueltas alrededor porque ese temita me harta.

—¡Te quiero a metros y con tus manos lejos de mí! —cierro la boca al notar que no escogí las palabras correctas—... Bueno no en el sentido que crees...

—Haber aclarado que te estaba violando —trata de darme la espalda y no se lo permito.

—No malinterpretes las cosas —lo encaro— Estoy superando mi dependencia sexual y lo mínimo que espero es un poco de comprensión por parte tuya.

—¿Es aquí cuando me vuelvo el chico comprensivo? —espeta— explícame si debo decirte "Tranquila tomate tu tiempo"

—No te cuesta nada entenderme.

Por muy molesto que este no le bajo la cara.

—Tengo que entenderte con Stefan, debo entender que vive en tu casa y maneja tus cosas a su antojo como si fueran marido y mujer... ¡Debo asimilar que no hagas el más mínimo intento de comunicarte conmigo en meses y también tengo que lidiar con tu jodida desestabilidad emocional —espeta— ¡Pero tú no entiendes que tenerte de frente y no hacerte nada es un puto sacrificio!

Comprimo las ganas de tocarlo.

—Nunca te pones en mi lugar, pero si exiges que te entienda cada cinco segundos.

—Es por orden del psicólogo, si no controlo lo que siento por ti...

—¿Que vas a controlar? —aferra las manos a mi cuello— Entiende de una puta vez que nadie tiene que entrometerse entre los dos, quiéreme y deja que el mundo se vaya al diablo, ya estoy cansado de repetirlo.

—Primero yo y luego...

—Primero nosotros y con esta maldita actitud lo único que haces es reiterarme por qué no debo exponerme ante ti —reclama— Malo si te trato como un cero a la izquierda y malo si expreso lo que quiero...

—Sera así y si no te gusta es tu puto problema —demando— Las cosas no siempre son como a ti te apetece...

—No lo quiero y no lo acepto —se impone— Sigue perdiendo el tiempo que por mi parte acabo de comprobar que te encanta que te trate como un culo más —me encara— Con mi indiferencia he logrado más cosas contigo...

—Christopher—Cho se asoma en la puerta— ¿Qué te parece si hablamos de tu problema y así eres un apoyo más sólido para ella?

Da un paso atrás.

—Ven a mi estudio y lo dialogamos —insiste la coreana apoyada en la puerta.

Agradezco que Reece salga a tomar vino todas las noches y no esté aquí empeorando las cosas.

— Ella tiene una dependencia por ti como tú por ella y ambos deben amarse a sí mismo —aclara Cho— Ponerse como prioridad o se fundirán en una relación extremadamente tóxica.

Entra en la alcoba quedándose al pie de la cama.

—Tú debes asimilar que no puedes ser el centro de su mundo, porque es dañino para Rachel y para ti también. No puedes exigirle que respire por ti porque es injusto —explica— ¿Te gustaría estar atado a una persona de semejante manera?

Christopher sonríe enarcando una ceja.

—Si la tientas y haces caer estarás creando a un monstruo, que aparte de estar enamorado tendrá un apego sexual insano —continua— Dañaras el que quiera amarse primero a ella y luego a ti convirtiéndola en una insaciable y tu cuerpo pasaría a ser su HACOC ya que está en un estado vulnerable.

«Necesito que me ames más de lo que me amas ya» Sus palabras se me vienen a la mente.

—No dañes el tratamiento y deja que te amé siendo libre de las dependencias, nunca es tarde para cambiar, para ser una pareja ejemplar—dice convencida—Evoluciona por ella y demuéstrale que puedes ser un hombre de bien —sigue ofreciéndole la mano— Deja que te ayude...

Se agacha a recoger la playera ignorándola como todo lo que le da igual.

—De haber sabido me hubiese quedado en Londres usando a Gema —dice soltando la oleada de ira que me avasalla el pecho— Pero bueno, aún es temprano para volver...

Mi mano viaja a su brazo cuando intenta irse, yergo la espalda enterrándole las uñas en la carne.

—¡Ojo con lo que dices maldito hijo de puta! —la descarga de dopamina me tapa los oídos con el mero hecho de imaginármelo con ella.

—Suéltame —me gruñe.

—A mí con Gema no me amenaces...

Baja la mirada al brazo quitándome la mano.

—¿A esto llamas sano? —suelta con sarcasmo— ¡Admirable tu paz mental! Ni siquiera sabes que es lo que quieres.

—Quiero que desees verme bien y no muriéndome por ti, es cruel de tu parte y lo sabes.

—Rachel ve al balcón y toma aire, el que te provoque solo te encierra en el círculo vicioso —comenta la coreana tranquila— Sigue, así como vas y notaras que todo saldrá bien.

Me mantengo en mi puesto, da buenos consejos, pero no es quien para mandarme al balcón como si fuera una niña.

—Por tu bien mantén la debida distancia —me advierte Christopher antes de encaminarse a la puerta.

Cho le corta el paso encarándolo con valentía.

—El problema se torna dañino cuando no se reconoce.

—Reconozco mi problema cuando tu reconozcas que lo mejor no es meterse, ni opinar en las relaciones de otros —le suelta— Así que métete tus consejos por el culo y apártate de mi camino.

La deja callada y de todo lo que acabo de decir lo único que se me queda es el nombre de Gema. Esa puta infeliz me desestabiliza el genio y no pienso como una persona normal cuando de celos se trata.

¿Y si se acostó con ella? No... De haber estado con otra no estuviera así de desesperado. La usa, sí. El que ella lo reluzca tanto es porque alguna esperanza ha de tener y mis contiendas con él pueden provocar el que ella si salga con la suya.

La rabia no me deja dormir y opto por salir a trotar antes de que salga el sol, corro tres horas seguidas alineando las ideas. Reece se va con Cho para el centro y yo acabo con la jornada de trote adentrándome en la cabaña cuando los rayos solares empiezan a quemar.

—¿Christopher despertó ya? —le pregunto a la empleada.

—No, señorita, el señor Reece pidió que le subieran el desayuno —contesta tomando la bandeja con comida.

—Yo se lo llevo —recibo la charola.

—Surtiré la despensa en la isla vecina —me avisa— ¿necesita que haga algo por usted antes de irme?

—Estaremos bien, vete tranquila.

Subo la escalera encaminándome a la habitación de huéspedes, llevo tanto tiempo aquí que ya me conozco toda la casa.

Abro la puerta y como de costumbre las palabras se me quedan atascadas en la garganta. Está acostado boca arriba tapándose los ojos con el brazo y tiene el torso descubierto mostrando los abdominales cincelados, mis ojos captan su boca e inmediatamente tenso los muslos cuando surgen las ganas repentinas.

—Buenos días —coloco la bandeja en la mesa— Te traje el desayuno.

—Creo que fui claro anoche —contesta sin mirarme y me inclino a besarle la boca apartándole el brazo de la cara.

—Vengo con bandera blanca.

Me atrevo a pasar las manos por su pecho descubierto. Amo que los músculos se endurezcan y sea yo la única capaz de prenderlo en un dos por tres, es tentación infernal y no contengo las ganas de probar su piel mientras paseo la nariz por sus pectorales.

—Gracias por las bragas —comento absorta en la maravilla que tiene como cuerpo y sin querer mis manos descienden por la V que se le marca en la cintura.

Parece un ser sobrenatural con las sabanas encima. Tela que aparto con la intención de ver lo que esconde abajo y ahí está; La férrea erección remarcada en el bóxer oscuro, los pezones me cosquillean, la garganta se me seca y él se queda quieto cuando poso la mano encima sintiendo la dureza que palpita.

—No te metas en la boca del lobo —habla.

—Puedo tocarte cuando quiera...

—No cuando no tienes segundas intenciones —aparta mi mano— Mejor ándate afuera, ya en la tarde vuelvo a Londres y veré como resuelvo mi problema.

—¿Con quién con Gema?

—Por tu bien sal de aquí antes de que te arranque la ropa —advierte— Deja de jugar con fuego.

—Bien —me voy.

Si quiere amargarse no es mi problema. Tomo una ducha preparándome para recibir a mi instructor. En esto se resume mi rutina diaria (Trote, desayuno, entrenamiento físico y clases cuando tengo)

Me coloco un nuevo top y pantalones cortos de lycra, amarro bien las zapatillas y preparo la sala para la clase, normalmente hacemos yoga, capoeira, artes marciales o cosas así. Pico fruta para desayunar y me recojo el cabello en una coleta alta.

Oigo los pasos que bajan en la escalera, no volteo la fragancia que inunda la estancia lo dice todo y mi olfato se complace cuando el olor viril se intensifica. Pasa por mi lado yéndose a la nevera mientras desayuno en la barra. Saca el jugo bebiendo directo de la botella.

—Tienes un vaso a treinta centímetros —le digo.

—Haz de cuenta que no estoy aquí y sigue con tu aburrida vida de mojigata —espeta.

—Ok.

Tocan la puerta de cristal, es Pablo el entrenador. Señala el pomo preguntando si puede abrir y asiento con la cabeza. Pablo es de tez oscura, tiene un estilo caribeño con trenzas tejidas en el cráneo y normalmente usa camisillas que relucen los brazos torneados.

—¡Buenos días! —saluda alegre— ¿Cómo está la paciente?

—Radiante y positiva —lo saludo con un beso en la mejilla.

—Caballero, ¿Cómo amanece? —intenta saludar al troglodita...

—Ignóralo —sigo comiendo mientras saca las bebidas energizantes de la maleta— El señor aquí presente es un cero a la izquierda en esta casa.

Devuelvo los dardos cargados de veneno y mi entrenador se ríe reluciendo su blanca dentadura.

—Te espero en la sala —se va al estéreo y dejo a Christopher en la cocina preparándome para mi rutina.

—Hoy quiero enseñarte ejercicios de relajación tántrica —avisa Pablo— Ayer estuve en un seminario sobre eso.

El coronel se queda fumando en la mesa, trata de ignorarme, pero no le sale y en repetidas ocasiones capto su mirada sobre mí.

Calentamos cumpliendo con los ejercicios obligatorios. Pablo me comparte de su bebida y ya tiene tanta confianza conmigo que me hace reír a cada nada y no son sonrisas leves, el entrenador tiene ese humor isleño que te parte de risa.

—Quiero mango —seco el sudor cuando me dan el primer descanso.

—¿Tienes? —pregunta Pablo— Hierro con vitamina B no cae mal.

Me voy a la nevera sacando la fruta picada y desde mi punto capto la rabia que emana del coronel.

—¿Enojado porque Gema no te llama? —cierro la puerta del electrodoméstico con el pie— No entres en pánico, el que ande a arrastras la demora.

—¿Se va o lo saco? —inquiere.

—Ni lo uno, ni lo otro —avanzo dejándolo con los brazos cruzados.

Pablo prende incienso dejando que la música tántrica fluya.

—¿Mango? —pregunto captando a Christopher en el umbral que separa la sala.

—Por favor —contesta Pablo y me tomo el atrevimiento de pinchar un pedazo dándoselo en la boca.

Acabo con la fruta preparándome para la segunda parte de la rutina.

—Cierra los ojos y sigue mi voz —demanda Pablo— Suelta el cuerpo y procura tomar grandes bocanadas de aire.

Hago lo que me dice dejando que pose las manos sobre mis hombros soltando los músculos tensos y giro el cuello haciendo un esfuerzo por relajarme.

—Suéltate más —indica— Te siento tensa todavía.

Me pone a contar hasta cien con las manos fijas en mi clavícula.

—Respira hondo —baja por mi pecho rodeándome la cintura— No le dijiste que era gay ¿cierto? —pregunta Pablo en un susurro— Parece una estatua en el umbral.

Me rio.

—¿De uno a diez que tan posesivo se ve? —pregunto.

—Mil —me rodea quedándose a mi espalda— ¿Quieres que explote?

—Si.

—Arquea la espalda y toca el piso —pide como si nada— Resiste en esa posición el mayor tiempo que puedas.

Hago caso formando un arco con el cuerpo y Pablo mantiene la mano en mi espalda mientras cuento los segundos. Pasa un minuto y se levanta posándose frente a mí.

—Muy bien —pasea las manos por mi abdomen y va subiendo a mis pechos acercando la pelvis a mi sexo ¿Lo detengo? Nhee...

La mano tibia se posa en mi pecho, pero no dura ni un segundo ya que la sombra y el toque desaparece de la nada «¡Mierda!» Me enderezo rápido y veo a Pablo con la nariz ensangrentada, contra la pared y con Christopher encima, el moreno se zafa esquivando el puño que le lanza y es ahí cuando me atravieso. Me quita y atrapo la muñeca que intenta agredir nuevamente al entrenador, es de reflejos veloces y me toca atropellarlo e inmovilizarlo contra la pared cuando le destella la mirada asesina.

—¡Vete o te mata! —ordeno asustada.

—Ya lo noté —recoge todo rápido mientras le sigo cortando el paso al coronel.

Se queda quieto captando a Pablo en su radar y es ahí cuando caigo cuenta que Christopher es animal persuasivo «¡Joder!» Pueda que lo deje ir ahora, pero de hoy no pasa.

—¡Yo le dije que lo hiciera! —se libera de mi agarre y lo tomo del hombro, pero su impulso me gana y termino con su mano sobre mi cuello.

—No cambias —irradia ira y tomo su muñeca— ¡He aquí la explicación a todo tu patético teatro!

Lo empujo obligándolo a que me suelte, trata de encaminarse a la salida y me las apaño para tirarlo de golpe al sofá. Es una bestia endemoniada y por más que intenta apartarme no se lo permito ya que lo aprisiono con las piernas limitándole los movimientos.

—¡Quítate! —me gruñe rabioso y empiezo a temer por Pablo «El arma» Olvide que siempre anda armado.

Sigue forcejeando, si lo suelto es tragedia segura y se ve tan seguro que la única maniobra es distraerlo. Refriego las caderas sobre él sacándome el top dejando que los pechos me caigan libres. Queda absorto con la imagen que le doy y tomo su cabello acercándolo a mis tetas, se rehúsa y vuelvo a contonear las caderas obligándolo a caer.

—¿No te apetece? —acaricio una— No quieres lo que tanto peleas.

Lo acerco más y la piel me arde cuando me entierra las manos en la cintura, su lengua toca mi pico erecto y acto seguido se prende como un animal chupando con fuerza «» Destilo jugos con la imagen de él lameteando de una forma tan posesiva, la dureza de su erección me maltrata el coño y me muevo sobre ella odiando la tela que nos separa, lo nota y desliza la mano hundiendo los dedos mientras me contoneo como si fuera su verga la que tengo dentro.

«Dios, Dios, Dios» No sé qué carajos me posee, pero me pierdo con el morbo de hacerlo a lo bárbaro con él convertido en bestia. Bajo de su regazo y no alcanzo a dar cuatro pasos cuando ya tengo su mano sujetando firmemente mi moño.

—Vamos a recordar cómo es que te gustan las cosas —desliza las manos por mi abdomen sin soltarme el cabello llevándome contra la pared. Me separa las piernas con las rodillas mientras sus manos juegan en mi coño derritiéndolo más de lo que ya está.

La sangre me burbujea, no puedo respirar, como tampoco puedo escapar ni eludir todos los demonios que me abarcan, esto es éxtasis puro mezclado con sexo masoquista. La lycra cae de un tirón con todo y bragas. Oigo el sonido de su bragueta y acto seguido suelta una oleada de nalgadas que me avasallan el culo antes de sentir la corona de su verga rozando mi canal. Nada de besos, nada de treguas, entra con una estocada que le deja los testículos contra mi periné.

Una mano me sujeta el moño estampándome la cara contra la pared y la otra me magrea las nalgas mientras me embiste. Mi sexo gotea en el piso y las tetas me brincan con los embates.

—¡Menudo problema contigo, joder! —jadea y gimo sintiéndome como una perra en celo.

Mis hormonas se alteran a tal grado que me siento mordiendo el fruto prohibido por enésima vez, un retroceso y más de veinte terapias pérdidas porque con la polla que tengo en el coño no soy más que una jodida ninfómana.

—Mira lo caliente que estas —envuelve la mano en mi cabello arqueándome el cuello— Te las quieres dar de santa sabiendo que mueres por tener mi verga dentro.

El culo me arde, pero no quiero que pare. Su rudeza me prende y siento sed de sus guarradas, quiero oír las palabras de un pervertido el cual me encerró y condeno a una tortura placentera que ya no tiene salida.

—¡Cógeme duro!

—¿Cómo? —gime en mi oído— ¿Así?

Baja las manos a mis caderas aferrándose a mi piel llevándome contra el de una forma tan brutal que debo morderme los labios acallando los jadeos, 1,2,3,4,5,6,7...8,9...10.

—Ninfómana —gruñe y sale, dejándome de espaldas contra la pared. Le arranco la playera besándolo con hambre mientras me alza como si fuera una muñeca que no pesa nada.

Idolatro el físico de este hombre al sostenerme de tal manera. La corona de su miembro me roza apuntando sin necesidad de tocarla ya que esta tan erecta que ubica mi entrada sola, le rodeo el cuello con los brazos mientras el miembro erecto me dispara los latidos con la invasión. Solo él. Solo él puede dar una felicidad tan indescriptible. No es solo sexo, es lascivia, es lujuria, es morbo e infierno en tierra.

El sudor llega y las uñas se me resbalan en su espalda cuando busco la forma de desaforar lo que provoca al tenerme clavada en la pared follandome de una forma tan agresiva. Hago cortocircuito con las sensaciones que se acumulan bajando de golpe, se me erizan los vellos, se me enciende la piel y la saliva se me vuelve agua...

—¡Chris...! —es lo único que alcanzo a decir antes de experimentar la oleada de jugos que suelta mi coño. Le baño la verga como en su oficina y en vez de bajarme lo que hace es fijar la vista contemplando como lo mojo.

Me aprieta más contra la pared y le ofrezco mi cuello dejando que entierre los dientes en un chupetón que amortigua la adrenalina que suelta cada que eyacula dentro de mí.

Me baja con cuidado asegurándose de que pueda sostenerme. Nuestras miradas se encuentran y nos volvemos a besar como la pareja que se besa en la pared de la estación de tren. Paso la mano por sus costillas mientras toma mi rostro alargando el momento. Sigo caliente, él sigue duro y esto no es más que una llama avivada con gasolina.

¿Hay culpa? Sí. Pero ganas también, vergüenza incluida, porque no estoy muy acostumbrada a tener el tipo de orgasmo que acabo de tener. Recoge la playera del piso limpiándome las piernas antes de pasarla por el piso.

Me visto rápido. La sensación que cargo es anormal, los senos me pesan, la piel me cosquillea y lo único que quiero es que se siente, se saque la verga y me deje follarlo en el sofá. Por la ventana veo al mensajero acercándose con un paquete, toca el timbre y es la coartada perfecta para que Christopher se suba y me deje recapacitar por un momento.

Recibo la caja, la dejo en la cocina y procuro dejar todo como estaba aseando el piso rápido. Termino justo cuando la empleada llega con las bolsas de comida, habla sobre la pesca, pero a decir verdad no le pongo mucha atención, solo me excuso tomando una toalla del lavado antes de encaminarme al sauna «Tengo que sudar esto y estoy demasiado agotada para correr»

El cuarto de madera está detrás de la cabaña, ajusto los controles y me quito la ropa envolviéndome en la toalla blanca dejando que el vapor se cuele por mis poros.

No entiendo como carajos una persona puede ponerme así. Horas, fue cuestión de horas para echar por la borda lo que me costó meses conseguir, el HACOC está curado, pero la dependencia sexual no y...

La puerta rechina cuando la abren y él aparece con la toalla envuelta en la cintura poniéndome a pasar saliva. Se ve menos enojado que hace unas horas y deja caer la toalla reluciendo su cuerpo esculpido. Adoro su cara, pero amo su verga y mis ojos se concentran en ella cuando lo reparo de arriba abajo.

Se sienta frente a mí acomodando los brazos en el espaldar de madera dejando que la polla erecta repose sobre su abdomen. La lujuria me envuelve de tal manera que no sé ni cómo sentarme, se supone que somos una pareja y deberíamos estar disfrutando como tal, pero henos aquí lidiando con una tensión enfermiza. Ni siendo amantes nos teníamos tantas ganas.

Bajo los ojos mirándome los pies, estoy escuchando mis latidos sintiendo como mis neuronas envían un solo mensaje.

—Ven aquí —ordena moviendo la mano sobre el falo que termina con la gruesa corona de su verga.

La toalla deja de envolverme cuando me levanto y no me importa, antes o ahora ya me ha visto completa. Separa las piernas cuando apoyo las manos en sus rodillas postrándome entre sus piernas. Con una mano se toca y con la otra me acaricia la cara con los nudillos.

Cierro los ojos ampliando percepción de su toque, pero tal caricia no dura ya que baja la mano a mi boca acariciándome el labio con el pulgar.

—Dilo —mete el dedo en mi boca y lo lameteo como si fuera su verga— Dilo, Rachel.

Abro los ojos dejando que nuestras miradas se fundan envolviéndome el corazón en una intensa llama, un te amo no abarca lo que siento.

—¿Me amas? —inquiere.

—Más de lo que te imaginas —contesto dejando que acune mi rostro en sus manos.

—No quiero que cures esto —se inclina sobre mí— Si quieres ser una ninfómana selo que yo estoy aquí para satisfacerte, si quieres derrochar, pisotear y joder el puto mundo, hazlo. Que yo te acolito todo con tal de que dejes de lados los prejuicios y seas la Rachel que me tiene como me tiene.

Roza nuestros labios antes de abrirse paso dentro de mi boca con un beso que me grita lo que siente, el no habla, expresa. Suelto un leve quejido cuando se aleja.

—¿Quién es el único?

—Tú —vuelve a acariciarme los labios antes de recostar la espalda en la madera.

—Préndete —ordena ofreciéndome la polla y la propuesta es coro celestial para mis ganas.

Relamo el falo antes de metérmela a la boca saboreando cada centímetro, el líquido salado de la punta deleita mis pupilas enviciándome más, tomo la rígida erección cubriendo con las manos lo que no alcanzo a abarcar y él hunde los dedos en mi cabello follandome la boca, dejando que mi garganta se abra paso para recibir el glande que me pone a babear «Deliciosa» Jadeo con cada lametón y me siento como el cada que le ofrezco mis pechos.

—¿Te gusta? —me aparta para que conteste.

—Mucho —paseo la lengua por mis labios.

—Buena chica —aparta el falo ofreciéndome las pelotas y por ellas voy también, las lamo y meto en mi boca sacándole gruñidos viriles que terminan de prenderme cuando las saboreo como si fueras un exquisito bom bom y vuelvo a subir a la verga erecta chupándola mientras lo miro a los ojos tanteando que tanto soy capaz de soportar. Entra sale, lameteo, arremolino y chupo como le gusta.

—Nena recíbela toda —los músculos se tensionan y es cuando más dedicación le pongo, siento que se hincha en mi boca y no la suelto, la hecho atrás desencadenando la eyaculación que aterriza en mi lengua.

Le muestro lo que acaba de dejar y sonríe orgulloso ante la cantidad y ante mi descaro. Cierro la boca pasándome el líquido tibio mientras me levanto.

—¿Qué soy?

— Todo.

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Sus labios recorren mis muslos repartiendo besos pequeños mientras yazco acostada en la cama luciendo las bragas que me dio. Llega a mi sexo acomodando los bordes del elástico, la prenda no es que deje mucho a la imaginación es de un encaje translucido el cual marca la raja de mi coño.

Se arrodilla en la cama alcanzando el celular y poso acomodando los brazos por encima de mi cabeza dejando que saque la foto.

—Una más —pide y me volteo apartándome el cabello de la espalda. Que me tenga donde quiera.

—¿La pondrás de protector de pantalla o son para lucrarte económicamente? —pregunto.

—Las voy agregar a tu currículo de loca maniática contradictoria.

—¿Disculpa?

—Eres una loca —se acuesta a mi lado revisando las tomas.

—Estoy loca, pero por usted coronel.

—Eso es lo único bueno —me besa la boca jugando con los bordes del panty.

—Dime que no la vas a destrozar, romper o robar —digo— Se me ven muy sexy y quiero conservarlas.

—No puedo prometer, así que por ello te aconsejo que no te acostumbres.

Me abraza llevándome contra él y le lleno el cuello de besos pequeños.

—¿Cuántos días te quedarás?

—Cinco y más te vale que no los desperdicies, porque este tipo de ofertas no se repiten usualmente.

—Son como ganarse la lotería sin haberla comprado —digo con sarcasmo.

—Exacto.

—Hagamos planes, el primero puede ser jurar no matar al entrenador.

—No empieces otra vez —rueda los ojos.

—Es gay.

—¿Y? Metete en la cabeza que no tolero que otro hombre te ponga las manos encima y mucho menos en las tetas —se altera— ¡Juro por Dios que si te dejas manosear...!

—El karma premia a los infieles con desconfianza, creen que les harán lo mismo y joder tú... El karma debe odiarte así que supongo que te castigará con algo peor —me le burlo— Eso de cogerse a la novia del mejor en su propia fiesta no tiene perdón de Dios.

—Bratt era un pendejo y en parte fue culpa tuya.

—¿Mia? —me hago la ofendida— ¿Fui yo la que te amenacé con anunciárselo a la fiesta?

—No, pero te pusiste a mover el culo bailando con tus amigas sabiendo que estaba ebrio y con ganas.

Se queda pensativo.

—Aunque sobrio lo hubiese hecho también —me sonríe con picardía — De hecho, lo tenía planeado desde que tu amiga me invito.

—He oído de tóxicos descarados, pero tú te pasas cinco constelaciones —sacudo la cabeza— Al menos dime que por lo menos una vez sentiste culpa.

—No —se me sube encima— Me gustaba tu coño prohibido y no me arrepiento de nada —aprisiona mis muñecas en el colchón— Lo mejor era cuando coincidíamos en el mismo lugar, él absorto pensando que lo amabas y tu botando la baba por mí mirándome y creyendo que no me daba cuenta.

Me besa.

—¿Cuándo lo notaste? —pregunto.

—¿Cuándo note qué?

—Que no éramos solo sexo.

—Revisa tu cuaderno de amarres y busca la fecha en que sacrificaste la cabra con el propósito de envolverme —se rie— Ahí esta la respuesta.

—Fue una gallina, idiota.

Me levanto.

—¿A dónde vas?

—Ya nos saciamos...

—Habla por ti —toca el espacio que deje— Yo ni he empezado todavía.

—Báñate y nos vemos abajo —me visto— Quiero que conozcas algo.

—Nena vuelve aquí y deja lo otro para mañana...

—¡No es negociable! —cierro la puerta cuando salgo.

Entro a mi alcoba y tomo un baño completo, lo de ponerse bonita es al natural, ya que aquí no tengo herramientas que se requieren y a donde vamos el maquillaje sobra. Me coloco un short, una playera ajustada y calzo mis zapatillas. Me dejo el cabello suelto y mientras se seca bajo a la cocina tomando lo que necesito. La empleada me ayuda a llevarlo el bote mientras yo empaco en la mochila lo que falta, él no tarda en bajar recién bañado.

—¿Ya? —pregunta.

—Si —sujeto su mano llevándolo conmigo.

Caminamos al puerto y lo dejo en la orilla mientras ubico el mejor bote.

—Súbete —le pido, obedece frunciendo el ceño cuando me acomodando los remos y soltando las cadenas.

—¿Qué haces? —pregunta.

—Iremos en bote —le aclaro— Sujétate...

—Oye alto ahí —se levanta— No voy a sentarme como una damisela que sacan a pasear mientras tu remas haciéndome lucir como un marica.

Suelta a reír.

—No sea machista, coronel —me le burlo— Se remar, es algo que me toco aprender y es solo mientras llegamos a la zona donde se puede prender el motor.

—No me interesa —toma los remos— Yo de hombría no carezco y contigo no lo voy a poner a prueba.

«Si supiera que le voy a cuidar el culo»

Toma los remos dejando que me acomode al otro lado. No sabe por dónde empezar y por mi parte aprieto los labios conteniendo la risa. Sonríe victorioso cuando logra mover el bote, pero dicha sonrisa desaparece cuando nos quedamos atascados.

—El ancla —toso.

—Ya lo sabía, solo ponía a prueba tu conocimiento ya que te la das de muy experta.

—Te creo, no te preocupes.

Empieza a remar a la dirección equivocada. Insiste en que me deje hacerlo y se rehúsa imponiendo la terquedad.

—Si tenemos suerte —miro el reloj— Llegaremos en la brevedad de ocho años.

—No me da risa —va cogiendo el ritmo poco a poco.

—Estuviste con Gauna, pensé que eras un remador innato.

—Cuando te ganas el respeto de la tropa los pones a que remen por ti—contesta tajante— Discúlpame, pero algunos nacemos para que nos sirvan.

—Tu ego nos hundirá.

Avanzamos con el sol desapareciendo en el océano, una escena de película con villano en vez de protagonista, sigue remando hasta que le coge el ritmo y no hago más que mirarlo.

—Me está degastando, teniente —me dice—Si yo fuera tú tampoco dejaría de mirarme, sin embargo, haz un esfuerzo, no vaya a ser que te lances a quitarme la ropa.

—Te encantaría que hiciera eso.

—Por algo lo estoy sugiriendo —guarda los remos cuando llegamos al área donde se puede encender el motor.

Jala la cadena adentrándose en el espectáculo bioluminiscente que ofrecen las medusas y corales, un azul brillante que se proyecta como si el agua cargará un centenar de estrellas. Nos ubicamos en el mismo asiento con la brisa marina contra nosotros y entrelazo nuestros dedos perpetuando esto como uno de mis tantos recuerdos favoritos.

Llegamos al destino, él asegura el bote en la orilla y yo saco lo que traje, el estruendo del agua se oye desde aquí. Estamos en akua moku, una la isla virgen habitada por los únicos indios que no pierden el origen primitivo con el que nacieron.

Aquí no hay ningún tipo de artefacto tecnológico, ellos cocinan en leña, viven de la pesca y fabrican sus propias casas con palma seca. No es un sitio muy visitado ya que las industrias hoteleras que intentan desplazarlos de su zona los señala como "Salvajes" Sin ser así. Son una tribu amable que acoge con amor al que se acerca sin miedo, una vez acompañé a Cho y quedé tan enamorada de este lugar que venía cada que podía. En la isla principal todavía se maneja la lengua primitiva y no me fue difícil aprenderlo ya que en el exilio toque varias lenguas indígenas.

Un nativo se percata de nuestra llegada y no duda en tomar un cuenco de barro corriendo hacia nosotros cuando me reconoce. Viene desnudo y con el cuerpo pintado de blanco como lo demanda la tradición.

— hoʻokipa —nos sirve un trago de la bebida tradicional.

«hoʻokipa: Bienvenidos»

Christopher lo recibe y le enseño como se juntan las manos y como debe inclinarse a modo de agradecimiento. El indio señala el camino animándonos a que avancemos.

Akua moku no es grande, en tres horas la recorres y tiene un atractivo natural que deslumbra de noche. Una pequeña cascada que los indios adoran y por ello arman una fogata a pocos metros. Son una sola familia y por ello comparten absolutamente todo.

Entrego lo que Casira me empaco acercándolo a los caciques que reciben el pescado gustoso invitándonos a que los acompañemos a cenar.

Nos sentamos en la arena recibiendo la comida que sirven en vasijas de barro y nos ofrecen más de la bebida tradicional, un néctar fermentado con coco.

A los niños de aquí les encanta mi cabello y son felices acariciándome la cara. Las niñas son las más sociables y mientras como se sientan atrás jugando con las hebras.

—E makau ai wau —me dicen y asiento con la cabeza.

«E makau ai wau: Lo trenzare»

—¿Incómodo? —le pregunto al hombre a mi lado.

—Para nada —me besa y una de las ancianas se acerca a preguntar si quedamos satisfecho. Indicamos que sí.

—Mi pareja —le indico en el idioma natal ya que me pregunta quién es el hombre que me acompaña.

Ella le sonríe invitándonos a que nos integremos con los otros. Las niñas terminan con mi cabello y nos vamos más cerca de la fogata, esta es la mejor parte de la noche "Las leyendas"

— Ua hōʻike iā ia ua kanakolu tausani mau makahiki i ka hānau ʻana he kaikamahine liʻiliʻi, he ʻano hanaʻuhane nona ka mane i nā kahe koko a me kēlā lā nā ʻūlū ʻūlū —empiezan— hāwele ke makani a lele ka moana i ka hoʻolaha ʻana i ka hiki ʻana mai o ke Akua. Ua manaʻolana ka honua.

Cuenta la leyenda que hace tres mil años una ninfa dio a luz a una pequeña —le traduzco al coronel—a un ser mitológico el cual portaba una melena de rizos color sangre y ese día los lobos aullaron, el viento rugió y el mar embraveció anunciando la llegada de la Diosa que el mundo esperaba.

La historia continua.

Cuenta la leyenda que el Dios oscuro dejo caer su espada cuando el llanto de la luz trono en el mundo —continuo— Y Cuenta la leyenda que el olor que emano de la pequeña fue tan intenso que lo dejo arrodillado en el lodo con un dolor tan fuerte que el universo se congelo y solo él pudo ver como su alma oscura salía suspendida en el aire.

Recuesto la cabeza en su hombro traduciendo todo lo que dicen, el indio habla y ambos nos quedamos absortos ansiosos por oír el final. Concluye explicando el origen y la enseñanza.

—Para ellos en el mundo había dioses buenos y malos y todos estaban regidos por un ser supremo llamado universo —le explico— Los dioses están predestinados a juntarse antes de nacer, es cuestión de ellos amarse o no, pero el universo liga sus almas de una forma tan intensa que están condenados a compartir poder. Son como almas gemelas las cuales arden bajo una misma llama denominada pasión.

La anciana líder ahonda en el tema.

—Estas almas se atraen por naturaleza, pero una vez se unen en el acto íntimo firman un pacto con los dioses de la satisfacción carnal —continuo— Viven envueltos en la lujuria y si surge el amor se convierten en seres invencibles.

Se le pierde la mirada en el fuego.

—Aprendiste muy rápido el idioma —me dice.

—Algo tenía que hacer estando sola y con tiempo libre.

Lo beso y me corresponde posando la mano en mi cuello.

—¿Te gustó la experiencia?

Asiente dándome otro beso y de un momento a otro siento el manto tejido que nos arrojan en la espalda mientras aplauden a su ritmo. El ruido es ensordecedor cuando nos rodean riendo, bailando y cantando.

Las mujeres me quitan la ropa y son tantas manos al tiempo que no puedo rehusarme, ellos siempre están desnudos y no sé a carajos va esto. Pero cada vez oigo más instrumentos tradicionales.

Me empiezan a untar de barro y quedo cubierta de los hombros para abajo, se van apartando dejando a Christopher en las mismas condiciones. Tapo mi intimidad y él se mantiene seguro con las manos colgadas ambos lados.

—Te juro que no sabía que hacían esto con los invitados —me defiendo.

—Aja.

Nos rodean entonando un tono musical mucho más suave. Uno de los cacique, se acerca apoyando la mano en el hombro de cada uno cerrando los ojos mientras la tribu alza las manos en dirección hacia nosotros. Están rezando por ambos, porque la vida nos llene de fortuna alejando a los malos espíritus.

Le explico a Christopher y asiente dejando que el ritual continúe. Termina y nos pregunta si queremos una unión espiritual bendecida por los antepasados.

—¿Qué dijo? —pregunta el coronel.

—Que si quieres una unión espiritual bendecida por los antepasados.

El anciano le vuelve a preguntar como si le entendiera y él asiente tranquilo.

—No es obligatorio, amablemente puedo traducir tu respuesta.

—No necesito que traduzcas nada —rueda los ojos ofreciéndome la mano como le indica el anciano— La mano —me pide y accedo tratando de disimular que no estoy locamente emocionada al vivir esta experiencia con él.

Los indios avivan el fuego y vuelven a rodearnos tomándose de las manos, nos explican cómo es la forma correcta y su altura resalta sobre la mía al momento de abrazarlo, ubico el mentón en su pecho dejando que apoye su frente contra la mía mientras rezan por nosotros en el idioma natal. Perpetuo en mi cerebro el ultimo fragmento.

"Que los antepasados una sus caminos siempre, en la tierra en el cielo y en el infierno, aunque la oscuridad aparezca, aunque la vida los quiebre, crean y confíen en que el universo hará todo para que se vuelvan a encontrar"

Lo beso mientras cada nativo se acerca a tocarnos el hombro dejando su buen deseo «Riqueza» «Paz» «Paciencia» Terminan y nos sacamos el barro en la cascada.

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"Hacerle el amor" Me centro en ello cuando nos encerramos en el tipi que nos dieron, una casa india del tamaño de un camping que se usa solo para dormir.

Empiezo con un beso en la boca y desciendo por su pecho llenándolo de besos pequeños mientras mis manos recorren los músculos duros que lo adornan. Le susurro lo mucho que lo amo tomándome el tiempo de contemplarlo. Soy yo la que se sube encima ubicando el glande en mi entrada sin perder contacto visual cuando me mira.

Me muevo suave y sin ningún tipo de prisa, por primera vez siento que ninguno de los dos tiene afán y estamos bien en todo el sentido de la palabra.

En esta historia ha cambiado la protagonista más no el villano. Contoneo las caderas robándole el aliento dejando que el sudor nos envuelva, faltan muchas cosas por vivir y sé que debo alzar mi escudo porque nuestro final feliz está muy al fondo del pasillo y ese recorrido tiene más que un camino repleto de vidrio.

Jadea tomándome de las caderas y arqueo la espalda en medio del placer que me proporciona, esta vez la batalla campal se da en un duelo de miradas las cuales demuestran lo que siente cada quien y cuando la caparazón me muestra la grieta puedo ver quien es la única dueña de toda la vehemencia que se carga.

Cambia los papeles dejándome bajo su pecho y es él quien me besa ahora, pasea la boca por mi abdomen y baja lameteando el sexo que no deja de desearlo.

Se me come el coño solo como él sabe. Siento su lengua una y otra vez hasta que me corro incitándolo a que vuelva a subir, mis tetas lo reciben y les da un pequeño lametón antes de llegar a mi boca penetrándome despacio, manteniendo la calma, dejando que mis dedos dibujen círculos sobre su espalda desnuda, tiene la frente repleta de sudor y me llena la cara de besos y estoy tan enamorada de este hombre que de la nada me surgen las ganas de llorar.

Nunca pensé que llegaríamos a esto, tres años atrás lo imagine y me estrelle contra el piso porque duramente me dijo que no, luego vino el exilio y ahí murieron mis esperanzas ya que me fui convencida de que no lo volvería a ver, pero volví con una barrera que a él no le costó nada derribar.

Siento el roce de las venas que remarcan el enorme miembro, la corona que me roza dentro y el chupetón que me marca la piel mientras acelera los embates a mi canal, el orgasmo me avasalla de tal manera que desencadena su eyaculación.

Se aparta sudoroso acomodando la cabeza en mi abdomen sin dejar las manos quietas ya que los dedos diestros abren mis pliegues untando mi clítoris con su leche. Con el tiempo vas notando detalles y él es de derrames largos.

—Esto me prende mucho—me besa el abdomen.

—A ti te excita todo de mí —bromeo— Puedo ponerme una bolsa de basura y me dirías que te excita verme de verde.

—No tengo la culpa de que estés tan jodidamente buena —se acuesta a mi lado y le subo la pierna encima acomodándome para dormir, me abraza y cierro los ojos sintiéndome plena, feliz y satisfecha.

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Días fenomenales de playa, sexo, buceo y paseo en moto acuática y yate. Con Christopher se vive y se disfruta al máximo, Cho se molestó cuando le dije que quería quedarme con mi problema, pero después de un par de días se ofreció a darme consejos si los necesitaba.

Lastimosamente los días de Christopher llegaron su fin y mientras yo le ayudo acomodar la maleta él está con un genio de mierda desde que se levantó.

Sale del baño abrochándose el reloj.

—¿Le subo el desayuno, señor? —pregunta la empleada.

—No tengo hambre —contesta serio.

—Yo si —le aviso a la mujer.

—¿Qué anticonceptivo tienes? —pregunta Christopher de un momento a otro.

—La inyección trimestral —contesto.

—Se supone que en Londres debe finalizar el proceso que pacta la droga y todavía me estoy preguntado porque tienes que quedarte más tiempo aquí.

—No sé, a lo mejor me hacen la cirugía anticonceptiva aquí —miento y cierra la maleta.

—Ya ha sido demasiado tiempo por fuera —inquiere— No voy a esperar otros seis meses más.

Advierte y me voy a la mesita recogiendo el arma, la placa y el pasaporte. Le paso todo y se acomoda la Beretta italiana cuidando de que nadie la vea. Bajo a desayunar mientras pide el helicóptero que lo recogerá.

Con Reece lo acompaño a tomar la aeronave, la despedida me toma media hora besándolo apoyada en el capo del auto su tío.

—Deja esa cara y más bien alégrate de llevar la ventaja en las elecciones.

—No dirías lo mismo si estuvieras en mi situación —se queja— Debo volver al punto más crítico de la candidatura y Alex va a reforzarme toda la guardia, si antes andaba hostigado, ahora más porque tendré al capitán del escuadrón sobre mí todo el tiempo.

Si todo sale bien seré yo quien tenga ese papel.

—Entiendo —finjo que no sé nada de ello.

—Muñequito te esperan —avisa su tío.

—Cuídate —le acaricio la cara con los nudillos y se inclina a darme un último beso cuando el cadete viene por la maleta.

—¿Tio Reece no merece un adiós? —le corta el paso al ver que se intenta irse sin determinarlo.

—No estoy de genio.

—Sin adiós no hay viaje —lo molesta y el coronel rueda los ojos estirando la mano, pero a Reece no le basta. Lo toma del cuello plantándole un beso en la mejilla—Ten buen viaje, cariño.

El coronel se pone los lentes botando humo, yo amaría tener un tío como Reece y él no lo aprovecha. Se sube al helicóptero y el hombre a mi lado aprovecha para rodearme los hombros con el brazo.

—¡Te queremos! —le grita a su sobrino.

Las aspas se mueven elevando la aeronave.

—¿Por qué diablos le mentiste? —me pregunta cuando se pierde en el cielo.

—Porque se va a morir cuando sepa que le voy a cuidar el culo.

—Cierto, llégale con un buen regalo de cumpleaños.

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