CAPITULO 62
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10 días, 240 horas, 14400 minutos con HACOC.
Anulación: En ajedrez es cuando una pieza es clavada impidiéndole ejercer su acción.
Rachel.
Estoy mareada, desorientada y aturdida. La música truena en mis oídos y lo único que capto es el sudor que me recorre la espalda mientras mis sentidos absorben todo con mayor intensidad. El sonido, los olores, las voces que hablan a mi alrededor.
No me siento mal, estoy en medio de la euforia que vive el dependiente. Ese nivel donde el mundo se vuelve un lugar celestial convirtiéndote en una pluma que flota en el aire. Eres liviana, grandiosa y poderosa.
No captas el lado malo, pero esto solo es una fase; El edén que extrañas cuando intentas dejar el alucinógeno. La paz que te brinda la droga antes de que la tierra se abra expulsándote al calvario.
Me vuelvo hacia la persona que me estira el brazo y reconozco a Daniel sonriendo con sorna clavando una aguja en mi brazo, vaciando la jeringa que me acelera el pulso.
—HACOC de primera para la reina más grande de todas —me dice.
Asiento absorbiendo los efectos, no es que sea débil es que la misma droga te torna vulnerable y lo único que tu cerebro aclama es la sensación que deriva del alucinógeno. Repite y repite lo mismo porque no asimila el daño que le está haciendo a tu sistema.
Botellas ruedan en la mesa empapándome las piernas de un líquido espumoso y es irónico que una sensación tan vana se sienta única. Me quedo concentrada en como mis poros absorben el licor mientras gritan, patalean, aclaman sin embargo yo estoy en otra cosa.
—¡Rachel! —levanto la cara encontrándome con Angela de frente, con su rostro a centímetros del mío viéndose totalmente diferente.
Tiene un ojo cerrado, la nariz le chorrea y exige mi ayuda una y otra vez. Llevo las manos al liquido rojo que le emana de la nariz y al labio partido que tampoco para de sangrar. Su cuerpo se mueve y es ahí cuando noto lo que pasa «La están violando» Hombres se ciernen sobre ella y uno de ellos le clava la verga en la boca obligándola a que se la mame.
—Rachel —mi nombre se oye tan disperso.
No tengo la fuerza para ayudarla, para librarla, mi subconsciente solo quiere disfrutar de esta paz porque sabe que cuando el efecto pase caeremos en picada y la única solución será el suicidio.
La sacuden en la mesa mientras Daniel me recuesta la espalda en el sofá de la discoteca, Angela llora, forcejea, pero son demasiados hombres los que la rodean y el público parece estar absorto en el espectáculo que se da en medio de burlas.
1, 2, 3, 4 cuento los hombres que la poseen y se me salen las lágrimas ante el instinto animal que reluce en cada uno. La abofetean y clavan sus asquerosas vergas en su boca mientras alardean sobre lo bien que se siente penetrarla entre dos. Extiendo la mano para alcanzarla, pero no llego...
Todo pasa demasiado rápido, quiero más y más. Necesito que mi corazón esté al cien bombeando sangre a mi organismo. No sé a dónde se llevaron a Angela, solo veo un montón de drogadictos a mi alrededor, entre esos Daniel que Inhala coca a mi lado.
Hay pastillas, alcohol, cuchillas. Armas, putas y dinero.
—Abre —me dice Daniel y mecánicamente abro la boca. Pone una píldora en mi lengua y vuelvo a cerrarla logrando que se desvanezca— PCB, mejor conocido como polvo de ángel, mi reina.
Se mete dos píldoras mientras recaigo en aquel sofá de terciopelo. Miro mi entorno captando de nuevo que esto no era lo que quería, ser una dependiente una prisionera.
La gente se corta y de la nada quiero sentir también dicha sensación. Quiero infligirme dolor para apaciguar esta absurda necesidad. Quiero una bala en mi pecho, lanzarme al abismo, abrir mi garganta.
Tomo una de las cuchillas y la paso por mi piel, la sangre emana y hago otro corte más grande dejando que el líquido caliente libere toda esta represión. Atino a la muñeca, pero alguien me arrebata la cuchilla «Dios déjame morir»
Tengo rabia con la maldita sociedad por parir bastardos infelices y no darme el cuento que me vendieron. ¿Dónde está mi novela? Aquella donde el malo se vuelve bueno, donde la chica no sufre, donde la consienten, miman y el mundo conspira a su favor dándole felicidad.
¿Dónde está el mafioso que cambia? ¿La bestia que se convierte en príncipe? ¿En qué parte de esta maldita historia aparece el protagonista? ¿Cuándo dejaré de andar entre monstruos? ¿O en qué momento el malo cambiará por mí?
Me rio de mi propio monólogo. La vida real es diferente, la mujer de un puto criminal no tiene paz, porque tarde o temprano te tocará vivir y ser partícipe del pago de sus deudas. Ese puto cuento donde todo es felicidad es falso porque estos malditos están en guerra todo el tiempo. Todo el mundo quiere lo mismo, el universo conspira acabando contigo en el proceso.
Dejo caer la cabeza en el brazo del sofá cuando me llega el pálpito de las alucinaciones, esos jodidos momentos cargados de esquizofrenia donde surgen los miedos. La sangre me sigue emanando del brazo mientras aprieto el cojín que tengo al lado.
Aprieto los ojos cuando mi mente me muestra a Harry cubierto de barro con los ojos llenos de gusanos, apestando y con sus filosas uñas arañando el vidrio de mi ventana. Veo a Antoni sacándome el corazón mientras el órgano palpita en su mano, chorreando sangre todavía.
Veo a mi familia muerta, a mis compañeros teniéndome asco, los veo pulcros e ilustres mientras yo soy una maldita drogadicta con la carne pegada a los huesos.
Maloliente, andrajosa. Soy una mula estéril, una bola de estiércol que en vez de nariz tiene una aspiradora que solo absorbe cocaína. Me señalan, me escupen, se burlan. Mi belleza se pudre, Christopher se aleja, vuelvo a ser exiliada y andar entre pasillos oscuros y vacíos.
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El sudor me recorre la frente acostada en la cama que huele a marihuana, me muevo y siento el peso de Daniel al otro lado.
Mis venas no resisten una inyección más, me arden las fosas nasales de tanto inhalar cocaína y mis pulmones pesan por el humo del cigarro.
Hay un grupo de hombres jugando cartas en un rincón de la habitación luces traspasan el cristal de la alcoba, logro incorporarme y giro la cabeza pesada percatándome del espectáculo de afuera.
«Angela»
Reconozco los tatuajes pese a traer la cara cubierta con una máscara. Cuelga sobre un arnés dando un espectáculo no sé de qué; pero no se ve bien suspendida a tantos metros.
Planto los tacones en el suelo levantándome con cuidado, el piso se mueve y doy un traspiés tratando de volver a la cama. No me están dando receso y estoy demasiado abrumada.
«Necesito aire»
—¡Daniel! —lo sacudo, pero no hay respuesta— Oye...
Vuelvo a moverlo y lo siento frío, ni siquiera tiene color en la cara.
—¡Daniel! —Pego los dedos a su garganta y no hay pulso.
El aturdimiento se dispersa por un momento dejando que coloque la oreja sobre su pecho queriendo sentir sus latidos, pero no hallo ningún tipo de sonido.
Me aferro a su muñeca y nada «¡Mierda!»
—Murió —digo y nadie me escucha— ¡Murió!
Grito logrando que se volteen los hombres del rincón. Fijan los ojos en el hombre que yace en la cama e inmediatamente corren auxiliarlo.
—No está respirando —digo con el pecho acelerado.
En menos de nada la alcoba se llena de personas que intentan brindar primeros auxilios, no pueden y lo sacan en hombros no sé a dónde.
Como puedo me levanto caminando por inercia sujetándome entre paredes ya qué me cuesta mantener el equilibrio. Oigo voces que me llaman «No es real» Me apresuro abajo cuando veo el cadáver de Luisa en un pasillo con la boca llena de cucarachas.
Tengo frío, sed y siento que mis costillas se contraen mientras mi corazón se mueve como una locomotora.
«Abstinencia» Necesito la droga. En medio del gentío llego a la primera planta y lo primero que hago es buscar algo que alivie esto, un cuchillo, un arma, cualquier mierda. Los clientes se descontrolan cuando la música se apaga los encargados tratan de sacarlos y de la nada empiezan a patear mesas y arrojar sillas.
Chillán arriba, volteo y veo a Ángela cayendo en picada. Estoy mal, pero trato de llegar lo más rápido que puedo empujando con la poca fuerza que me queda.
No se mueve y temo a tocarla, los brazos me tiemblan demasiado y miro a todos lados tratando de pedir ayuda cuando veo la sangre que le emana de la cabeza.
—Angie —me arrodillo frente a ella quitándole la máscara.
El pecho se le mueve «Está respirando» Y me da tanto pesar el que quiera abrir los ojos y no pueda hacerlo de lo hinchado que están.
—Me duele —dice.
«Heroína, anfetamina, cocaína» Repite mi cerebro «PCB, Éxtasis Ketamina» Drogas que pueden calmar esta ansiedad.
—Aprieta mi mano, por favor —me dice Ángela— Siempre he estado sola. No quiero estar sola ahora.
—Yo quiero ayudar, pero...—Dios, su pierna es un desastre y esta torcida de una forma demasiado aparatosa.
—Dame la mano, por favor —insiste.
Le levanto su cabeza con cuidado tratando de que sienta mi cercanía, la acerco a mi pecho y enlazo mis dedos con los suyos mientras las botellas vuelan y la gente se agrede unos con otros.
Intento gritar, pero me callo de golpe cuando veo la figura que me mira al otro lado de la tarima.
Un rayo de esperanza, una luz en medio de la niebla para la moribunda que yace en mis brazos "Ella necesita ayuda" Digo despacio consciente de que puede leer mis labios.
Me señala con disimulo apretando los labios y yo sacudo la cabeza.
«—Ella» Reitero, por mí ya no hay nada que hacer.
Asiente llevándose el índice a los labios pidiéndome que guarde silencio, se mueve entre el gentío y sigo su trayecto hasta que lo veo desaparecer.
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10 días, 247 horas, 14820 minutos con HACOC.
Christopher.
No llego del todo todavía y ya me estoy untando de estiércol. Meredith cae a mis pies y ni me inmuto en ayudarla. Me asquea y ahora que esta preñada más.
—Se te cayo la cucaracha —digo cuando paso por el lado de Bratt.
—Hace dos horas me avisaron que tomabas el cargo mañana —trata de acomodarse la ropa.
—Te avisaron mal —me detengo frente a mi puerta— Espero que no tengas porquerías en mi oficina.
La guardia se asegura que todo esté en orden y Patrick aparece sacudiendo la cabeza.
—Meredith está embarazada y un gramo de amabilidad no le hace daño a nadie —me regaña.
Para lo que me importa que los Lewis se reproduzcan.
—¡Bratt necesito que me rindas informe ya mismo! —le grito al imbécil que intenta irse tras la novia que sale corriendo.
Empuña las manos antes de voltearse y no le queda más alternativa que obedecer. Parker aparece también y los tres entran a mi despacho.
—Capturamos a Drew y a Maricarmen —explica Bratt— desmantelamos dos bandas al sur de la ciudad y estamos tras la pista de un distribuidor de drogas en la zona hotelera.
Reviso los documentos que hay en la mesa y todos se quedan en silencio a la espera de la felicitación que obviamente no voy a dar.
—¿Qué hay de las nórdicas?
—Siguen en el hipnosis y gracias a las coordenadas que nos dieron concluimos los operativos —aclara Parker— Solo dan coordenadas porque la comunicación es pésima.
—Cuando Meredith volvió nos dio información de un establecimiento dedicado a la compra y venta de mujeres —añade Bratt.
—Ponme en contacto.
—No estamos en el horario pactado —refuta Patrick— .Podemos ponerlas en riesgo...
—Aclárame en qué momento pedí tu opinión —le suelto dejándolo en silencio—. Ninguna de las dos es tan estúpida para dejar el teléfono a la vista, así que trae el comunicador.
No se me da bien este tipo de misiones tardías donde pierdo contacto con mis soldados quitándome el control total de la situación. Patrick arma el dispositivo frente a mis ojos y conecta la línea que no establece contacto con nadie.
—Habrá que dejarlo para mañana —asegura Bratt mirando el reloj—. Esta hora es movida en el club y podemos perder información valiosa.
Esta misión me tiene con jaqueca. Conozco el HACOC aparte de que trabaje de la mano con el creador la estudie en mi ascenso de teniente a capitán. Con los Mascherano estuve al lado de un montón de dependientes y Brandon era de los que explicaba todo con lujo de detalles.
—Necesito las grabaciones de todas las llamadas con hora tiempo y coordenadas —ordeno— Que Meredith me rinda informe a primera hora con todos los detalles de lo que paso supuestamente en el club.
—Descargare las llamadas —asegura Patrick— Mañana a primera hora las tendrás. Parker puede encargarse de las...
—Cada quien sabe lo que le toca, este mérito es de los capitanes, por algo Gauna nos dio el caso a nosotros... —se mete Bratt.
—Yo no tengo que alegar este tipo de cosas con ninguno de ustedes, así que lárguense —le ordeno a los tres hombres frente a mí— Y tráiganme lo que pido mañana a primera hora.
—El concejo quiere reunirse contigo —me avisa Patrick— .Estaban de paso y no se quisieron marchar cuando supieron que venias en camino.
Se supone que corte la estúpida gira porque tanto hostigamiento me asfixia ¿Y que logre? Que Alex, Gema y Regina se vinieran detrás mío y que los vegetes me acosen en mi propia ciudad.
La noche se me va con los ancianos y más que una reunión es un debate donde se discute quién tomará mi puesto en caso de ascender. El abuelo de Meredith se inclina por Bratt e intenta convencer a todo el mundo de aquello.
Joset Lewis es un poco más disimulado, pero Martha no. Jode y jode con un montón de pendejadas que no vienen al caso. Ni siquiera sé en qué puto momento la hicieron partícipe de este grupo, pero ahora demanda y sugiere como le place.
Son casi las cuatro cuando acabo y no logro dormir, desde que me fui tengo un sosiego que no me permite pegar el ojo y cuando lo hago me despierto a media noche con el corazón saltándome en el tórax.
¡Algo me zumba en los oídos y no sé qué es! Es como si mi subconsciente me advirtiera que tengo algo pendiente.
*Matar Antoni.
*Torturar a Bratt.
*Despellejar a Stefan
Son cosas que tengo pendiente hace mucho y no habían hecho eco antes.
Tarde 6 días en los ángeles y cuatro en Vietnam, sinceramente no me interesó la aburrida disciplina de Kazuki y bueno... También me urgían ciertas necesidades que no voy a mencionar en voz alta.
Reparo la imagen que tengo en el móvil. Las cosas se ponen cada vez peor, tan peor que hago lo mismo todos los días al levantarme y antes de dormir. Insano y enfermizo, pero me complace tanto como sus bragas.
A la mañana siguiente Patrick intenta establecer contacto y tampoco lo hay.
—Es absurdo, falta mucho para la hora estipulada —explica.
—¿Dónde está Meredith? —pregunto.
—No sabemos, se fue anoche y con lo del embarazo supongo que está enferma.
Me joden las excusas.
—¿Y las llamadas?
—¿Cuál es la maldita insistencia con eso? —espeta Alex metiendo las narices en todo como siempre— ¿Para eso volvimos? ¿A joder el trabajo de otros?
—Tengo que trabajar así que...
—Hoy no Christopher, tenemos otras prioridades.
No lo determino, Cristal, Gema y Regina lo acompañan elegantemente vestidas. El ministro fue invitado a una reunión con la corte y obviamente me obligo a que lo acompañara.
—Esto es asunto de tus capitanes así que no te metas —advierte el ministro—. Ellos también merecen mérito. Merito que te servirá a ti.
Alex se cree la máxima divinidad y reconozco que por eso soporto tanto imbécil. Así como él dispone y se enriquece el orgullo haciendo lo que le place tal cual seré yo dentro de poco con la gran diferencia de que a mí me valdrá la opinión de los ancianos. Normas cambiarán y no serán muchos, será uno y ese uno seré yo.
Demandas sin tanta arandela, sin tanta junta y sin tanta pendejada. Lo sopeso y rio para mis adentros, un Morgan controlando todo el sistema judicial del mundo. Alex fue ministro... Yo tengo que aspirar a algo más alto y callarle la boca.
—Señor, Elliot Mcguiver está afuera y quiere hablar con usted —avisa Laurens.
—Que pase...
—Hoy no —se opone Alex— Vamos de salida.
—Se oye un poco desesperado...
—¡Que no! —la regaña Alex— ¡Avísale a la guardia que vamos de salida!
Se posa frente a mi escritorio con la típica pose autoritaria.
—¡Vete rápido al palacio! —me grita— ¡Y basta de hacer lo que se te da la gana, el recorrido es lo último que pospones porque de ahora en adelante debes cumplir todo al pie de la letra!
Mira a Cristal y esta da un paso al frente, el maldito anillo vuelve aparecer cuando lo desliza en mi mesa «¡Me hartan!»
—Falta poco para que lo anuncies de forma oficial.
—¿Y con quien se va a casar? —inquiere Regina en tono burlesco— ¿Con la hija de la sirvienta?
Gema se cruza de brazos rodando los ojos.
—¡Eso no te importa mamá! —se mete Alex—. Más bien vete al auto...
—Patrick, Parker y Bratt vendrán con nosotros —avisa Cristal y todo el mundo se levanta—
—Gema trae mi bolso —ordena Regina antes de salir.
—Dile a Elliot que lo atenderé cuando vuelva —le digo a Laurens cuando salgo.
—Mañana —vuelve a meterse Alex hinchándome las pelotas—. Por hoy no volveremos a la central.
Inhalo y exhalo conteniendo las ganas de mandarlo a la mierda y para empeorar afuera me encuentro con que el concejo que también asistirá, Bratt esta con Frederic Lyons, Matha y Joset. Olimpia se va al lado de Alex abordando la camioneta con Regina mientras yo me embarco con Gema.
El mal genio se mantiene, ansiedad que no se dé adonde carajos viene y me tiene aquí, tengo rabia y no sé por qué.
Parker se va con Patrick, partimos a la ciudad mientras Gema me comenta las últimas novedades en el camino.
—Si sabes que lo de la boda es algo que debe pasar tarde o temprano ¿Cierto?
No me apetece pensar en esas pendejadas. No ahora que tengo la cabeza en otro lado.
—Lo comento porque... —sigue— Ambos sabemos porque es la única salida que nos queda ¿No? Es el puesto de tu padre el que está en juego.
—No tengo mente para eso ahora —cada que lo sopeso se me amarga el día.
—Bien —es lo único que dice.
Me peino el cabello con las manos, en verdad no sé qué es lo que me pasa. Me siento acorralado, hastiado, consternado. Parece que necesitara una bala de oxígeno.
La entrada al palacio esta atiborrada de periodistas, policías y soldados ingleses, la guardia me rodea, Alex baja, seguido de Regina y Olimpia. Gema desciende conmigo e inmediatamente nos acaparan con un montón de preguntas.
—¿Porque volvió tan rápido a Londres?
—¿Cómo siente que van los números de su campaña?
Evado todo al mundo apresurándome al palacio.
—¿Cuándo sabremos de la mujer que nos prometió?
—¡coronel! —gritan a lo lejos e inmediatamente toda mi guardia voltea con las armas en alto.
El señalado alza las manos a la defensiva captando la atención de todos.
—¡Bajen las armas! —ordeno.
El hombre corre hacia mí abriéndose paso entre todos mientras yo bajo los escalones del palacio, trae tanta prisa que mis escoltas siguen a la defensiva por si presenta cualquier movimiento sospechoso.
—¡Señor...! —aclama a poca distancia, emana desespero y yo trato de acortar el espacio, pero la prensa me quita velocidad y él choca con un sinfín de gente— ¡Señor...!
Un disparo resuena en el aire enterrando la bala en el cráneo que me salpica sesos en la cara, saco mi arma y quien trataba de alcanzarme se desploma a mis pies en un charco de sangre.
La multitud se dispersa y yo me abro paso entre la guardia que intenta ponerme a salvo.
—¡Alejense! —espeto con rabia.
Me agacho con arma en mano volteando el cuerpo inerte que obviamente ya no tiene señales de vida.
—Es el escolta de la teniente James —me dice Tyler y no tiene que reiterarlo. Sé muy bien quien es Elliot Mcguiver.
Yo solo espero que...
—¡Estas siendo un blanco fácil! —me levanta Alex—. Así que márchate a la central.
Me empuja a la camioneta. La gente se dispersa cierran el palacio y la guardia de Alex ama un perímetro alrededor de todos. Make pisa el acelerador mientras siete policías arman un escudo de respaldo.
—¿Qué carajos fue eso? —pregunta Gema que alcanzo a subirse conmigo.
Make frena en seco cuando toda la guardia se detiene, la gente corre bajándose de los autos en pleno centro de la ciudad, disparan una bengala que esparce una nube negra en una de las calles mientras los transeúntes gritan como si se tratara de algún ataque alienígena.
Bajo a la fuerza, Make trata de detenerme y lo empujo abriéndome paso. La gente me atropella...
—Christopher... —Gema calla congelándose a mi lado cuando despliegan telares negros en los edificios. Ella y yo sabemos lo que eso significa.
Alzo la vista a la torre de reloj cuando veo que lanzan la cuerda que sostiene cuatro cabezas que quedan colgadas y suspendidas en el aire, desplegando otro cartel que dice.
"Cuando el rey habla, los plebeyos se arrodillan y callan"
¡Maldita sea! Busco mi teléfono volviendo a la camioneta, Gema me sigue y el corazón me bombea sangre de forma desmedida.
—¡Necesito que un batallón se mueva a Irons Wall! —le ordeno a Parker cuando contesta— ¡Que todos se centren en Antoni Mascherano!
El telar negro es la bandera representativa de los Halcones negros y lo que acabo de ver es una muestra de poder. Las mafias asiáticas y europeas suelen mostrarse así cuando los términos o diálogos se vencen.
—¡También necesito saber con quién están en guerra!
Cuelgo mientras la guardia se abre paso a la fuerza. Tengo el pulso a mil. Me las arreglo para rastrear el dispositivo de Rachel; «Está activo» Sigo tecleando hasta que me muestra su ubicación en el hipnosis.
Las calles son un caos al igual que la salida de la ciudad. Mi mente maquina, teorías riesgos y consecuencias ¿Que se estan disputando como para que un grupo de semejante magnitud se tome la ciudad? ¿A qué familia pertenecen las cabezas que colgaron?
—Cálmate —intenta tranquilizarme Gema—. Me acaban de avisar que el ministro se pondrá al frente.
Niego gritándole a Make que se apresure. Yo necesito respuestas, hablo con Laila ordenándole que averigüe a qué viene todo esto y para cuando llego al comando ya la guardia de Alex está presente, parece ser que balearon a una de las camionetas.
El batallón va de salida rumbo a la prisión y no me basta con eso, envió otro. Vuelvo a revisar la ubicación del chip de rastreo y sigue mostrándomelo en el mismo punto. ¿Qué carajos me iba a decir el escolta? Me apresuro a mi oficina, Bratt se hace presente con el equipo elite. Cuando se necesita de Alex este no aparece.
Brenda, Laila, Parker, Bratt, Alexandra, Gema, Alan y los demás están con las mismas preguntas.
—¡Apúrate! —le ordeno a Parker que se encarga de conectar la USB que contiene todas las llamadas.
—No transforme la lluvia en tempestad —se molesta Bratt— Nosotros llevamos días en esto, Rachel y Angela están bien. En vez de estar aquí deberíamos irnos a Cambridge a vigilar que Antoni no se salga con la suya. ¡Tiene un montón de mercenarios a lo largo de la ciudad!
Olimpia entra a mi oficina y todos le dedican el debido saludo cuando se encamina a mi puesto seguida de Gauna.
Alzo el volumen de las bocinas, sin perder contacto visual con la mujer que yace frente a mí.La interferencia ensordece a todo el mundo sin embargo capto las voces grabadas mientras voy empuñando las manos bajo el escritorio. Miro la fecha en la pantalla, fue hace 8 dias. Vuelvo a subir el volumen y todos se miran con todos.
Gauna se posa a mi espalda y Olimpia baja la cabeza.
—Busquen a Meredith Lyons —ordena Olimpia. La mano de Gauna recae sobre mi hombro, miro a Bratt y este frunce las cejas confundido.
—¿Que pasa? —pregunta y llevo la mano a mi arma apuntándole y soltando un tiro que falla gracias a la maniobra de Gauna.
—¡Pasa que esa no es Rachel maldito hijo de perra! —retrocede asustado mientras Gauna me rodea aprisionandome contra la silla.
Los soldados se apartan cuando Olimpia enciende el televisor y yo me congelo con las imágenes de Londres con un panorama igual de violento. Banderas, humo, armas. El helicóptero sobrevuela la zona mientras cuatro personas despliegan otro telar en el edificio Heron Tower. Telar que me deja frío, disperso y anonadado.
Una imagen, una foto gigante desata una oleada de ira nunca antes jamás experimentada «Rachel» Drogada en una clara respuesta de la mafia rusa a los Mascherano. Es como si atrapara un trueno con el pecho, como si mi enojo recubriera hasta mi última neurona.
—¡Partida de imbéciles! —volco el escritorio con los pies mientras Gauna sigue ejerciendo fuerza sobre mis hombros.
—¡Christopher te juro que no teníamos idea de lo que pasaba! —intenta explicar Patrick y a mí la ira no me da para oírlo.
—¡Váyanse! —ordena Olimpia atravesándose en mi campo de visión.
Huyen y yo creo que la rabia me dejo ciego. Aferro la mano al arma con las venas ardiéndome bajo la piel
—Tu padre te necesita tranquilo —me dice Olimpia— No es culpa del escuadrón, Meredith nos engañó a todos, las llamadas, las coordenadas...
«—¿Sabes cuál es la peor forma de joderme? —dice contra mi hombro— Volviéndome a condenar a las drogas, eso es un castigo peor que la muerte, así que, si un día me ves hundida otra vez, mátame y te lo digo porque esa siempre será la mejor manera de doblegarme»
Fijo los ojos en el arma. Cada segundo es un costal de ira más, las imágenes que sopeso son escalofriantes, quiero correr, pero al mismo tiempo no puedo moverme. Parece que me hubiesen enterrado una daga envenenada en el centro del pecho.
—¿Dónde está? —es lo único que logro preguntar— ¡¿Donde esta esa perra infeliz?!
—Ya la estamos buscando, yo misma emiti la orden de captura.
Gauna me rodea tomándome de los hombros.
—Calmado, coronel ¡Demuestreme que lo supe entrenar!
Sacudo la cabeza. No puedo respirar, no puedo pensar ni actuar con la ira haciendo erupción en mis venas. Salgo disparado afuera, apresurándome a la oficina de Alex, hay un montón de escoltas afuera, intento entrar y la guardia no me lo permite.
—El ministro no puede verlo ahora, coronel —me dice uno de los escoltas negándome el paso—Está con el consejo.
Trato de ignorarlo y cuatro personas se me atraviesan.
—¡Espérelo en su oficina, por favor!
Los soldados me hablan, Gauna me dice algo que no entiendo y yo solo me veo preguntando donde diablos esta Meredith mientras todos responden con un no sé. Tengo dos cosas en la cabeza. Dos objetivos que se vienen contra mí como dos paredes tratándome de aplastar.
La prensa está en todos los televisores del comando. Los noticiarios no paran de anunciar los desmanes. Me hablan y me hablan, pero a mí no me importa nada. Solo repito dos cosas en mi mente en una batalla conmigo mismo. Me veo como en años pasados con los demonios susurrándome en el oído y estos me piden una sola cosa; Muerte.
«—Se oye tonto, pero necesito que me prometas que, pese a las peleas, obstáculos y problemas que puedan venir. Nunca dejaras querer protegerme —las lágrimas se le deslizan por el rostro— Que si me voy o desaparezco moverás el puto mundo otra vez para encontrarme así me estés odiando»
—Mi coronel ¿Qué demanda? —me pregunta Laila— Rachel esta adentro con Angela, el ministro no se manifiesta y acaban emitir un comunicado por parte no sé de quién exigiendo que la FEMF se mantenga al margen de todo esto.
La dejo hablando sola cuando me avisan que Alex ya se desocupo. Me apresuro a su oficina topándome con todos los ancianos del concejo. El abuelo de Meredith está llorando y trata de hablarme, pero le cierro la puerta de Alex en la cara.
El que se hace llamar mi padre tiene la vista fija en un ajedrez hexagonal y solo medio levanta la cara para mirarme.
—¿Cómo procedemos? —inquiero.
—No me molestes ahora —contesta y no me trago su respuesta.
Eso a mí no me da soluciones.
—¿Cómo procedemos? —vuelvo a preguntar.
—¡Dije que ahora no...! —me grita y arraso con todo lo que tiene en la mesa.
— ¡Eres el jodido ministro actual como tal y dime cómo proceder dándome el panorama de la situación!
Se levanta con las manos empuñadas y en menos de cinco pasos lo tengo frente a mí.
—Son dos mafias Christopher, aquí en Londres. Si entramos la masacre es eminente ¿Y quién crees que serán los primeros atacados? ¡Ya nos enviaron una amenaza directa!
—¡Que muere el que tenga que morir, no me importa!
Niega.
—Necesito pensar, analizar y organizar...
—¿Por qué mierda tienes que contar con la opinión de otros siendo el máximo jerarca?
—Son las reglas...
—¡Sus reglas me las paso por las bolas! —lo encaro— ¿Seguro que es eso? ¿O es que eres un cobarde como todos ellos? Que son un puto carrusel que gira al lado que más le conviene, carrusel que quiere retrasar lo inevitable.
—¡Por ahora la FEMF está afuera de esto!
—¡Ya te acojonaron, ya te vendiste maldito hijo de puta! —lo empujo cuando me da la espalda— ¡Por este tipo de mierda es que siempre te voy a detestar...!
Su puño llega rompiéndome la boca, el golpe me desestabiliza e intento detener el otro, pero el rodillazo y el cabezazo me tiran al piso. Cuatro puños más arremeten contra mi cara mientras me sostiene del cuello e inmoviliza los brazos.
—¡Sin mí no eres nadie maldito mal nacido, así que mantén la boca cerrada cuando se te ordena! —despotrica— ¡Tú a mí no me das órdenes, porque el ministro soy yo por más que te duela! —su codo impacta contra mi mandíbula.
—¡Golpea como hombre maldito frustrado! —le suelto con burla — ¡Haz conmigo lo que no haces con otro!
Me clava la rodilla en el centro del pecho y vuelve alzar la mano.
—¡Te odio! —le digo— Y uno de mis deseos siempre será verte en las tablas de un ataúd.
Se detiene cuando las lágrimas le inundan los ojos. Me suelta mirándose los nudillos y volteo los papeles preparandome para golpearlo, pero se mueve, esquiva mi ataque poniéndose de pie y vuelve a encuellarme poniéndome a su altura.
—¡Tienes que entender quién es el padre y quien es el hijo! —aparto la cara cuando me toma la barbilla— Quien es el ministro y quien es el coronel.
—Yo no soy tu hijo, Alex. Métetelo en la cabeza —le suelto— Tampoco soy menos que tú y le he metido el culo a esta central. por ende mi palabra también se respeta. Escóndete bajo tu cargo de ministro que yo dispongo de mi ejército como se antoje.
—No me escondo, esto me importa igual que a ti. Ella me ayudo cuando yo lo necesite, simplemente no supieron joder esta vez. Los rusos y los italianos se prepararon para esto y eso es lo que no quieres entender.
Lo empujo y me alejo saliendo de su oficina. Me acorralaron como un puto animal y no sé a quien carajos matar primero. No me siento menos, sin embargo sé muy bien con quien estoy lidiando. La mafia rusa y los halcones son sumamente sanguinarios.
Parker se me atraviesa en uno de los pasillos.
— Antes de que intente partirme la cabeza diré que solo escuche llamada y media y el resto fueron escuchadas por Bratt —se defiende.
—Lo resumiré en que si Rachel se muere haré su lápida con tus huesos —lo encaro— Cero y van dos. Sabías el riesgo de esto y no tomaste medidas, porque criticas a Bratt y no haces una mierda que sirva. Ambas se la pasan jugando cual es el mejor ¡Y esas mierdas a mi aquí no me sirven!
Pasa saliva.
—Gauna lo esta esperando en su la sala de estrategias —avisa.
El equipo esta reunido, todos menos Bratt permanecen alrededor del holograma en forma de ajedrez.
—Los halcones negros se disputarán el trono con la mafia roja hoy en la madrugada en la zona industrial —aclara Patrick—. No tenemos el número exacto, pero ya se predice que será un sangriento enfrentamiento digno de las bravatas.
—¿Oportunidades? —no puedo perder la compostura todavía.
—Hasta ahora ninguna, procedamos como procedamos acabaríamos con un gran número de soldados muertos. Ellos se vendrían contra nosotros antes de enfrentarse entre ellos —explica Alexandra—. No es un solo clan al que nos enfrentaremos, esto está mejor organizado y cuentan con armamento pesado. Ya nos enviaron una amenaza directa.
La amenaza me da igual.
—Se puede decir que los clanes están con la misma ventaja y según lo que pude averiguar los Romanov mataran a Rachel a modo de humillar a los Mascherano y los italianos volaran media ciudad, sacarán al líder para que se posición en Italia —añade Parker— No sabemos si Ángela esta viva.
—¿Y nosotros? —pregunto— ¿Qué mierda haremos?
—¿Haremos? Perdimos antes de empezar, no tenemos oportunidad contra ellos.
Me dejo caer en la silla analizando el panorama. Tengo todo atorado en el tórax, la sed se torna angustiante y siento que tengo dos sacos de plomo en cada hombro.
—Para todos hay una primera vez —habla Gauna— No siempre se puede ser héroe, las damiselas no siempre se salvan. Falta poco para el enfrentamiento.
Lo miro con rabia.
—Hay que saber perder, coronel y esta vez su padre y el consejo tienen razón —se va a la ventana— Lo único que podemos hacer es impedir que liberen Antoni y dejar que los clanes se peleen y demuestren cual es el más peligroso ya después los estudiaremos y sabremos cómo proceder.
—Yo tengo claro quien es —aclaro— Tú tambien lo sabes y no dudas de ello.
Alza el mentón apretando la mandíbula.
—Mi coronel —Alan me dedica un saludo militar cuando entra—. El jefe de la policía quiere verlo.
El soldado se aparta abriéndole paso a un hombre alto que viene acompañado de otros dos policías.
—Coronel Morgan —los tres me dedican el debido saludo—. Dando cumplimiento a las leyes estatales trajimos esto a su rama.
Entran a un niño de cabello castaño y ojos oscuros, delgado y con la ropa sucia. Mira a todos lados desorientado hasta que sus ojos se detienen en mí reparándome con la boca abierta.
—¿Padre? —pregunta el niño.
—Su nombre es Lucían Mascherano, señor —explica el policía— Un patrullero lo encontró desmayado y dice que estaba huyendo de su prima; Dalila Mascherano.
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