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CAPÍTULO 59

Antes de entrar en pánico, de abandonar la lectura y tirar todo a la mierda tómense el tiempo de llegar hasta el final. Cuando acaben con mucho gusto acepto, la crítica el regaño, la arena o lo que me quieran tirar.

Antes NO. Si van a dejar el capítulo a la mitad no me amenacen con irse, no me tiren arena en Facebook, WhatsApp o Wattpad solo porque las cosas no son como ustedes quieren. Yo los adoro y sus opiniones son bienvenidas, pero, a decir verdad, me molestan los comentarios tóxicos donde no hacen más que insultarme reiterando que la novela es esto y aquello.

Evitemos este tipo de conducta y no solo conmigo, con todos los autores que le dan rienda suelta a su imaginación.

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Meredith.

Colisión.

—Lo lamento, pero la práctica se cancela —me confirma Frey la nórdica en el teléfono— Tengo jaqueca y no la quiero empeorar con música alta.

—Pero es necesario. Necesito refuerzo antes de entrar al hipnosis.

—Te enviare los vídeos —avisa antes de colgar—Tengo tu email y adjuntare detalles del papel y el vestuario.

Las nórdicas son un quinteto de caprichosas. No trabajan contigo, tu trabajas para ellas y se hacen las privilegiadas por el mero hecho de ser pieza clave en todo esto.

—Bien —confirmo— Envía todo, yo practicare en casa.

Corto la llamada devolviéndome a mi auto, vine al punto de encuentro para nada.

Al igual para que me preocupo. Parece ser que soy la única interesada ya que Rachel anda en lo del parto de su amiga y Ángela ha estado ausente todo el día.

No es la primera vez que desempeñamos este papel y el baile es lo de menos. Conduzco hasta el centro y hago una pequeña parada para comprar la comida que le prometí a Bratt.

Tomo el teléfono para preguntarle si quiere que le lleve algo en especial, pero desisto de la idea, a lo mejor está dormido y se verá mejor que lo sorprenda con lo que le gusta.

Paso por su restaurante mediterráneo favorito, pido trucha para cenar y me enrumbo al supermercado por una botella de vino. Conozco los gustos de Bratt, los meses me han dado para conocerlo y bueno... Yo ya lo quería desde antes.

Quedé prendada de sus ojos el día que Angela me lo presento en Alemania, tenía pocas semanas de haber terminado con mi ex, sin embargo, no fue impedimento a la hora de sentirme atraída por mi capitán.

Tiene cierto aire galante de película francesa el cual te hace pretenderlo. El que Rachel se fuera me dio el espacio necesario para entrar en su vida y después de 30 meses aquí estamos, juntos y con un futuro lleno de esperanzas.

Conecto el manos libres cuando la pantalla de mi Sony se ilumina con el nombre de Martha Lewis.

—Pláceme saludarte —contesto tomando la calle que lleva a Kensington.

—Lo mismo digo, querida —responde y la imagino en su flamante comedor tomando té—¿Como esta mi hijo? Ese ingrato últimamente no tiene tiempo para compartir.

—Entiéndelo un poco, la central lo absorbe por completo y se está preparando para sustituir al coronel en su periodo de ausencia.

—Lo sé y antes de que asuma tal responsabilidad me agradaría que nos acompañen almorzar, el hospital dejara que Sabrina esté una semana con nosotros.

—Excelente noticia —en verdad me alegra su avance— Le diré a Bratt y haré lo posible por estar ahí.

—Los espero —finaliza la llamada.

Los Lewis son de las familias más aristocráticas de Londres, pero la mía tiene el mismo nivel real en Irlanda, mi abuelo es miembro antiguo del consejo y mi apellido es símbolo de nobleza en Europa.

No lo presumo, mis costumbres no me dan cabida para eso.

Detengo el auto frente a la acera de Steel Tower «El edificio donde reside Bratt» El portero está ocupado con un grupo de inquilinos nuevos y no me pone mucha atención cuando paso con la tarjeta de acceso. Abordo el ascensor con la precaución de no arruinar la comida y salgo al pasillo buscando las llaves en el bolsillo de mi gabán.

La puerta cede con facilidad cuando entro con cautela, Bratt es de sueño liviano y detesta que armen alboroto a su alrededor este o no dormido.

No hay señales de la empleada cuando dejo las bolsas en la mesa, así que me quito el abrigo y lo cuelgo en el perchero antes de encaminarme a la alcoba.

Estoy un poco baja de energía y me apetece un café antes de reposar. No lo analizo mucho y me enrumbo a la cocina y...

Frunzo el ceño cuando mis oídos captan el grito femenino que surge de la nada.

—¡Ah! —se repite y asomo la cabeza en el pasillo acercándome con cuidado.

No gimen, jadean y todo se va desmoronando en mi pecho al caer en cuenta que tal sonido viene de la habitación de Bratt.

Niego. Él no tiene la necesidad de... Me quedo a la mitad incapaz de avanzar cuando los gemidos de hembra van en aumento, solo retrocedo aturdida con los ojos llorosos, algo cruje bajo mi bota izquierda amenazando con hacerme caer y es ahí cuando la decepción se convierte en ira.

Siento como si me hubiese caído un rayo cuando me agacho a recoger el dije que yace en el piso y empuño la piedra con la M plateada en la mitad.

Me siento estúpida al confiarme de algo que en el fondo sabía que no funcionaría, todo esto es como un Deja vu y mi mente lo repudia «Bratt» Mil veces maldito por caer en lo que tanto crítico. Pendejo, hipócrita que resulto ser el más mierda de todos.

No hay perdón de Dios para aquellos que lastiman inocentes y más cuando ese inocente es capaz de apostar la vida por ti.

No tengo los cojones para verlo, solo tomo las bolsas devolviéndome a la entrada con la cara empapada.

«Ya está, ya está» Abro la puerta con la misma cautela y me aseguro de no dejar rastro de la visita antes de cerrar.

El portero esta absorto en su trabajo y me apuro a salir antes de que me vea. Enciendo el motor alejándome del hombre que quiero y no me quiere, porque si me amara no me destrozara de esta manera.

No tengo idea de cómo llego a casa, ni siquiera me molesto en sacar las cosas del auto. Solo me quedo con la mirada perdida en la noche mientras las lágrimas se me deslizan en el rostro pensando en las tantas cosas a la que renuncié, de las cosas que me cohibí.

El tiempo que desperdicie. Entregas todo para nada, puse mi corazón en una bandeja de plata para que lo cortaran y destruyeran y arde demasiado.

Arde, arde que me pague de la misma manera que le pagaron a él.

Saco el dije de mi abrigo reparando la joya la cual deslumbra teniéndola cerca.

Una joya igual a ella, que es dolorosamente cara, dolorosamente destructiva.

Me limpio el rostro, tomo mi móvil y marco el numero de la única persona que puede alivianar el dolor que siento ahora. El aparato timbra varias veces antes captar la voz suave que contesta al otro lado.

—Hola.

Tomo una bocanada de aire.

—¿Hola? —repiten.

—Wolfgang —susurro.

—¿Sí?

—Soy Meredith —me aclaro la garganta— ¿Puedes venir a verme? Te necesito.

No me oigo tan segura en la última frase, Wolfgang y yo tenemos un pasado intenso difícil de desaparecer, un pasado marcado por la ambición de dos familias y un amor que subsistió en medio de arreglos, logro mantenerse hasta que me harté y dije ya no más.

—¡Por favor! —insisto y lo escucho exhalar al otro lado de la línea.

—Voy para allá.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

Rachel.

Quiero un puto paquete de cigarros ya que no pegue el ojo pensando en el jodido collar, le he marcado tres mil veces a Milla y tiene el móvil apagado

Procuro calmarme y arrastro la silla de Luisa a través del hospital mientras Simón carga la bebé a mi derecha. Ya les dieron salida y la madre de cada uno viene en camino.

—¿Luisa Banner de Miller? —pregunta la recepcionista cuando nos acercamos a la barra.

—Luisa Banner, solamente.

La chica mira al hombre que sostiene la bebé.

—Aquí dice que... —intenta alegar.

—Esta desactualizada la información.

—Corregiré los últimos formatos.

—No tengo afán.

«¡Pero yo sí, Maldita sea!»

Simón se aleja y Luisa se levanta dejando la silla de rueda de lado. Es el tipo de persona que no le gusta verse débil ni depender de nadie.

Se supone que acaba de parir y no anda con ropa suelta, Laila tuvo que traerle ropa casual y maquillaje. Es sencilla, pero, aunque lo niegue está incitándole corajes a Simón.

—Por algo nos dieron la silla —le reclamo.

—No voy andar en esa cosa como si fuera villana de novela mexicana.

—Como quieras.

Me voy al lado de la bebé mientras firma los papeles, Simón esta distraído con Peyton y me ocupo de recordarle las indicaciones del pediatra. Luisa termina y me adelanto acomodando las cosas en la camioneta.

—¿No vas a llevarme? —me reclama cuando me ve acomodando las cosas en el auto temporal de Simón.

—Me encantaría, pero no. Debo irme a trabajar, Simón tiene tiempo de sobra ya que esta de licencia y yo no quiero lidiar con los regaños de mi capitán.

—No quiero irme con ese mentiroso.

—Estoy a dos metros de ti, Luisa —le reclama el marido.

—¡Por algo lo digo en voz alta!

—¡Eviten discutir que no es sano para la bebé! —los regaño a ambos—¡Me están forzando a que exija terapia psicológica en pareja!

Acomodo todo, le recibo la bebé a Simón que se pone al volante y dejo que Luisa entre de mala gana.

Estoy rogándole al cielo que vuelvan hacer los mismo de antes o perderé uno de mis Shipping favoritos.

—Te visitare cuando tenga tiempo.

Alza la ventanilla con el mando manual y echo andar al McLaren.

No solo me preocupa la situación de mi amiga, esta lo del collar y Christopher viajara con Gema, cosa que me está carcomiendo a punta de celos.

Miro la pantalla de mi móvil, obviamente no hemos hablado si no lo hacíamos con tiempo libre mucho menos estando con un sinfín de trabajo encima.

Saco mi cartera cuando llego a mi edificio y me apresuro arriba. No hay señales de Laurens cuando entro al apartamento, solo oigo el sonido de la ducha en la habitación de Stefan.

Vuelvo a llamar a Milla y nada ¡¿Quién diablos anda sin un móvil a estas alturas de la vida?!

En tiempo récord, me baño, visto y seco el cabello. Tocan a la puerta y reconozco la voz de Milla cuando Stefan le abre.

«¡Casi que no!» Guardo todo lo que necesito y me apresuro afuera con la mochila en el hombro.

—Buenos días —me saluda la rubia un poco nerviosa.

—Debes odiarme por tantos mensajes —le digo— Pero es que ayer olvide pedirte el collar y me urge tenerlo.

Pasa saliva mirando a Stefan.

—Entiendo y por eso estoy aquí.

No me gusta su cara y el que el corazón se me dispare sin motivo alguno me confirma que no me gustara lo que estoy a punto de oír.

—Dámelo —extiendo la mano y agacha la cara avergonzada.

— Rachel, lo perdí y no sabes cuánto lo siento.

La compostura se desvanece cuando mis neuronas hacen corto circuito en un dos por tres convirtiéndome en un ser que no conozco.

—¡Pero... ¿Buscaste bien?! —le reclamo— No se puede perder así porque sí.

—Lo busque por cielo y tierra.

—¡No, no lo buscaste como se debe!

—Oye —Stefan apoya la mano en mi espalda— No te alarmes, Milla está dispuesta a pagarlo en la web hay...

—Solo dime que vale el zafiro —interviene la portuguesa— Puedo pedir que te hagan uno igual,

—¡No puedes! —espeto.

—Deja que lo intente.

—¡Que no se puede! —se sobresalta cuando grito— No es un zafiro es un diamante azul.

—Encontraremos la manera —Stefan trata de calmarme.

—¡¿Como?! No tengo un misero peso, Stefan —tengo demasiada rabia.

—En verdad no sabes cuánto lo siento —se disculpa Milla.

Detona ese tipo de ira que termina en llanto. Es que no estoy hablando de una piedra cualquiera, esto es como si perdiera la jadeíta con el peso de que para mí es importante.

Me devuelvo a mi alcoba con el IPhone en la oreja. La primera mierda que me dan y es lo primero que pierdo por idiota, Christopher me va armar la tercera guerra mundial cuando pelear es lo que menos quiero ahora.

Este ciclo toxico me tiene agotada yo ya no quiero correr en medio de contiendas. Quiero caminar y respirar disfrutando el paisaje.

La llamada se va a buzón y cambio de numero marcando la extensión cuando el sistema me lo pide.

—Coronel Morgan —contestan.

Paso de la rabia a la frustración, no es por lo que vale es porque es la única cosa con valor sentimental que tengo de él.

—Estoy viendo tu número en la pantalla, así que habla —me dice y pateo el cesto de la ropa sucia cuando los sollozos me abarcan.

—Perdí el collar y no sé cómo, ni donde buscarlo —el silencio se apodera de la línea— A Luisa se le adelanto el parto, la acompañé, tuve que entregarle la joya a Milla y...

Corto las palabras, siento que me estoy viendo vulnerable y con él debo tener carácter, pero es que ya sé lo que se avecina y no quiero caer en lo mismo.

—Lo siento, sé lo mucho que te costó —susurro.

—Lo hablamos luego, estoy ocupado ahora.

—Di lo que tengas que decir ya.

—¡Lo hablamos luego dije! —me cuelga.

Reprimo las ganas de estrellar el teléfono ¿Con que he de alegarle si tiene mil motivos para estar molesto?

Me lavo la cara antes de salir y me apresuro afuera sin mirar a nadie.

—¿Vas a desayunar? —pregunta Stefan y paso de largo.

—Busquemos una solución juntas —propone Milla.

Tampoco le pongo atención. No es su culpa sencillamente soy el tipo de persona que prefiere dar la espalda antes de ofender. Abordo el auto dejando todo en el asiento delantero y debo apagar el motor cuando Stefan se atraviesa.

—Quítate —le pido de la forma más calmada posible.

—Estas destilando ira, no puedes conducir así.

—No es tu problema, Stefan así que apártate.

—Vamos para el mismo lado, puedes dejarme conducir...

—¡Perdería el auto si dejo que eso pase! —acaba con la poca compostura que me queda y recuesto la cabeza en el cuero frío tratando de calmar la jaqueca.

No se da por vencido, se me planta en la ventanilla y alcanza mi rostro acariciándome con los nudillos.

—Esta no eres tú, ángel. A ti no te importa perder lo que tengas que perder porque lo material es lo que menos te importa —me dice— Andas rodeada de lujos y mírate... Mas estresada que nunca y el mejor remedio para eso es salir del auto, tomarte un té y dejar que te lleve a la central como los amigos que somos.

Este hombre se niega a conocer mi verdadero yo.

—El que no diga las cosas no quiere decir que me sienta cómoda con ellas —contesto— Soy una teniente y no me apetece andar en un fósil prehistórico simplemente porque en la vida nunca me ha faltado nada y me jode... —el llanto me abarca— Me jode que el destino no pare de darme patadas cuando lo único que quiero es ser feliz dándome los privilegios que tengo desde que nací, al lado del hombre que quiero y justo ahora está enojado conmigo porque perdí la única cosa con valor sentimental que me ha dado.

—Sácalo todo, ángel. Callar es reprimir.

—¡Quiero paz! Disfrutar de mi carrera, de mi vida ¡Ser una jodida persona feliz!

Abre la puerta y dejo que me abrace mientras me desahogo sobre su hombro.

—Selo guapa, solo prométeme que no perderás tu esencia dejando que los monstruos te invadan.

Lo aprieto contra mí, este es el Stefan que necesito siempre. Me besa la frente me ayuda a colocar el cinturón y vuelve a cerrar la puerta.

—Si él te quiere como lo quieres tú, lo entenderá todo —sonríe— ¡Venga! No me cae, pero cuando uno ama perdona.

«Como si Christopher fuera de ese tipo de personas»

—Gracias.

Me enrumbo a la central, Parker no está así que me voy por algo caliente a la cafetería para no estar con el estómago vacío.

Otra forma de amargarme el rato ya que Christopher esta desayunando con su equipo y entre esos Gema, a estas alturas me pregunto si duermen juntos también.

Esta con ella día y noche, partirán en unas horas y...

No soy tan masoquista como para quedarme a que me vean los ojos pequeños y las mejillas acaloradas. Solo me voy a mi sala y me pongo a trabajar repasando el papel que debo asumir, pero es poco lo que me concentro sabiendo el ambiente tenso que me rige, los minutos se me hacen una eternidad y termino dejando la laptop de lado.

—Si Parker llega díganle que me fui a entrenar —aviso antes de marcharme.

Tengo que bajar la neura o estaré en crisis toda la semana, debo evolucionar, dejar los miedos actuando como lo que se supone que soy.

Subo la escalera y veo a Laurens limpiando su escritorio con el plumero.

—Buenos días teniente —me saluda.

Le sonrío sin ganas tratando de empatizar, pero con el genio de mierda que me cargo me sale pésimo.

—¿El coronel está ocupado?

—Creo que no.

—¿Me puedes anunciar?

—Enseguida.

Descuelga la bocina, solicita el permiso y cuelga volviendo a sonreír.

—Siga —señala la puerta.

Abro y pego la espalda a la puerta cuando cierro. Esta tecleando en su MacBook, no digo nada y por ende levanta la cara.

—¿Traes novedades de tu capitán? —pregunta.

—No —le pongo pestillo al pomo.

Enarca una ceja y como siempre no pienso, actuó sacándome la playera y las botas de un puntapié mientras me acerco desabotonando el camuflado que cae dejándome en ropa interior.

Llevo las manos a mi cabello desbaratando el moño que lo ata y no me molesto en rodear la mesa. Me trepo por encima del escritorio apartando el Macbook  que tiene enfrente.

—Vengo a coger.

Me recorre con los ojos oscuros conservando las manos a ambos lados de la silla.

—Me jode tu descaro.

—Ya vas a empezar hacerte el rogado.

Tiemblo ante la mirada glacial que me dedica apretando la mandíbula.

—Pierdes un collar el cual me valió millones de libras y tiene la puta insolencia de posar el culo en mi mesa parándome la verga con un trabajo a medias.

Se pone en pie encogiéndome en el acto cuando su mano viaja a mi cara forzándome a que lo mire a los ojos.

—Si vas actuar como una maldita ninfómana hazlo bien o no hagas nada.

Me suelta y llevo las manos a mi sostén dejando que los pechos me caigan libres provocando que se relama los labios cuando arrastro el culo al borde de la mesa.

—No quiero que peleemos.

—Lastima —toma un puñado de mi cabello— Porque la contienda es inevitable y no puedo dejar pasar tu jodida irresponsabilidad entregándole algo tan costoso a una aparecida.

Me asusta llegar a ver el patán hijo de puta que me rompió el corazón años atrás, pero dicho miedo se evapora cuando me acerca a su boca fundiendo mi aliento con el suyo enloqueciendo las hormonas que desatan una ola de adrenalina en mi sistema.

—Quiero odiarte y me encantaría sacarte a patadas para que sientas, llores y patalees con el mismo enojo que tengo yo ahora —respira mi aliento— Pero no puedo porque me tienes como un puto motor y...

Calla respirando hondo

—En vez de sacarte voy a cogerte por atrás y va a ser tan delicioso que tu coño se derretirá en mi mano ansioso porque lo embista y créeme que no hay tortura más grande que esa.

—¡Hazlo!

Me besa de una forma tan malditamente agresiva que los labios me arden mientras nuestras lenguas chocan tocándose con destreza y tal cosa libera jugos que me empapan el encaje.

El recorrido de sus manos en mi espalda se siente como brazas ardientes en piel sensible y no me importa que deje marcas. Disfruto la cercanía, las caricias bruscas, porque él es un bruto, vehemente, salvaje y apasionado.

Me baja de la mesa dejándome de culo contra su entrepierna y acto seguido me baja las bragas hundiéndome los dedos en el coño encharcado.

—Que empapada estas —gruñe contra mi oído arrastrando los jugos a mi trasero.

—¿No te gusta? —la pregunta sale en un susurro.

—¿Gustar? —refriega la erección en mi espalda— Ese verbo no abarca lo dura que me la pones.

«¡Mueroooo!» Capto el sonido del cierre y vuelvo a sentir sus dedos jugando dentro de mí, está desesperado, yo estoy desesperada. Quiero que la tierra se abra y nos aprisione en una cueva donde nuestro único pasatiempo sea esto.

Es rápido en el juego previo mientras mis músculos se van preparando para la invasión al sentir su miembro en la entrada de mi culo sin que su mano deje de estimularme.

—Respira —exige entrando despacio.

Por más que quiero controlarlo es dolorosamente placentero, me encarama la pierna izquierda en el escritorio mientras apoyo las manos en la madera.

—¡Demonios! —gimo.

—No me flaquees —respira en mi nuca— Necesito que me dejes meterla toda porque no quiero distancia ni tregua —gruñe— Quiero invadir hasta el último centímetro del canal que se está contrayendo justo ahora.

Me frustra que sus guarradas me exciten y que tal cual lo predijo mi coño se le derrita en los dedos que me masturban justo ahora. Empuja cuando dejo caer la cabeza en su hombro.

—Nena... —jadea y siento que mi cuerpo carga una capa de electricidad, tengo los pezones en punta y las confusas sensaciones me vuelven un lio cuando percibo el choque de sus testículos contra mi periné.

No duele, se siente delicioso y me invade la pena al percibir los jugos que suelto cuando mi sexo se convierte en un charco de lubricación pura, y sabe. Sabe que me tiene al borde, que disfruto con aquello que prometí y dije que nunca pasaría.

Me dejo llevar de aquel sexo extraordinario sumamente fogoso el cual está lleno de gruñidos, jadeos y grititos incontrolables. Repleto de apretones, embestidas adornadas de palabras crudas que terminan con la colisión de mi orgasmo y el derramé de su eyaculación.

—Me gusta —sale y me voltea abrazándome la cintura.

—¿Qué? —inquiero atontada.

—Saber que estas llena de mí.

Envuelvo las piernas en su cintura cuando me alza caminando conmigo al sofá, se sienta y empiezo a besarlo sin desbaratar lo posición.

Me preocupa que solo así me sienta plena. Con él a mi lado, con sus labios sobre los míos, con su calor envolviéndome y mi corazón amándolo.

En el exilio tenía tranquilidad, más no felicidad y los momentos que he vivido con otros no se comparan con las miseras horas de paz que he tenido con él.

Lo amo demasiado y no tengo idea si ya estoy rayando a la obsesión o a la dependencia emocional ya que temo demasiado.

Temo, perderlo, alejarme o que me deje «Es estúpido» Pero es como si su alma estuviera ligada a la mía para siempre.

Estoy absorta y enamorada de un salvaje que mientras yo divago él se me come las tetas chupándolas revoloteando la lengua alrededor de mis pezones.

—Quiero más —murmura en mi oído.

No me opongo, levanto las caderas mientras él se sujeta el tallo de la verga para que pueda montarlo. Desciendo despacio resbalando mi sexo en su falo sin perder contacto con sus labios, abrazándolo e impregnándome de su loción como si fuéramos uno, él tampoco me afana y yo dejo que reparta besos pequeños en mi cuello.

El momento se extiende más de lo acostumbrado, siento que lo quiero más de lo que lo quiero ya al verme en los ojos que llevan el mismo color que se desencadena cada que se avecina la tormenta.

Christopher porta un glacial frio en los ojos y un infierno candente en los labios.

—Ninguna como tú, nena —me dice y vuelvo envolverlo en mis brazos.

Su clímax llega con el mío y ambos nos tendemos en el sofá. Como de costumbre él no dice nada, solo deja que me quede sobre él en silencio y sin moverme mientras enciende un cigarro el cual extiende una leve capa de humo a lo largo del despacho.

—No es obligación que vayas al operativo  —rompe el silencio sepulcral— No he tenido tiempo de revisar falencias.

—Ya Gauna lo autorizo.

—Pero puedes pedir un relevo.

Lo considero, pero eso sería ganarme regaños por parte de Parker con el discurso de "Valerse de influencias" Tiene esa imagen de mí hace años e irme le quitara merito a su tropa teniendo en cuenta que Meredith y Angela le sumaran puntos a Bratt.

También necesito el dinero que me acarrea una misión concluida.

—Puedo hacerlo —digo.

Tengo un entrenamiento el cual me enseñó a regirme a las normas y cuento con un sinfín de beneficios gracias a las nórdicas.

—Si la misión no es problema ¿Qué es lo que te tiene tan pensativa? —me reclama— Si estas traumada con lo del collar; Déjalo estar ya me queda claro que se te da mejor cuidar manillas de semillas que diamantes costosos.

Se tensa cuando no le contesto.

—¿Qué pasa? —inquiere.

—Nada...

—Tu nada suena a mucho.

Apoyo la barbilla en el centro de su abdomen cuando bota el cigarro enfocando la atención en mí. Los celos me reclaman que no es momento para silencios.

—Me molesta que viajes con Gema —le suelto— Es injusto que vivas atacándome con Stefan mientras ella te alardea delante de medio mundo.

—Tus celos son absurdos.

—Dime como no tenerlos si ni siquiera sé lo que somos.

—Sabes muy bien lo que somos.

—¿Que?

—Ya vas a empezar —refuta.

—Dilo, no hay nada de malo en querer oírlo.

—No voy a ponerme cursi y parala ya...

Tres malditos años y sigue con la misma mierda.

—Si es lo que quieres, está bien —espeto.

Me levanto molesta, su jodido caparazón solo me causa inseguridades.

—¡Vuelve aquí! —exige.

Lo ignoro y empiezo a vestirme «En la milicia somos como los bomberos acostumbrados a arreglarse en tiempo récord»

—¡Te estoy hablando! —trona y lo empujo cuando trata de tocarme.

—¡No quiero oír tus sandeces!

—¡A otro con tus putas pataletas! —advierte sujetándome con fuerza— Te vas cuando te digo y en el tiempo que este por fuera no quiero que andes con niñerías evadiéndome como siempre lo haces.

—¡Jodete! —me suelto y vuelve a tomarme.

—¡De eso nada! —impone con más fuerza— ¡Te sientas y esperas a que me surjan las malditas ganas de dejarte ir!

—¡Eres un puto tóxico de mierda!

Tocan la puerta y me veo obligada a colocarme la playera mientras él se acomoda el camuflado.

—Su almuerzo mi coronel —avisa Laurens cuando le abre.

La encargada de la cafetería llega con un carrito de comida el cual organiza frente al sofá.

—Siéntate —me ordena el coronel y es un tanto incomodo que la mujer alce las cejas cuando el minotauro que se hace llamar coronel toma asiento a mi lado invadiendo mi espacio personal.

Laurens ayuda a acomodar la mesa y ambas mujeres se quedan frente a nosotros a la espera de no sé qué.

—¿Las dibujo, les tomo una foto, quieren que les autografié las tetas? —espeta Christopher.

—Ne..cesi..Ta —tartamudea Laurens.

—¡Largo que quiero almorzar!

La pobre secretaria huye con la de la cafetería y en situaciones así me pregunto cómo carajos se lo soportan.

—¿Y qué? Debo quedarme a verte comer —le reclamo. No lo oí pedir comida adicional.

—Esto alcanza para los dos.

Toma los cubiertos, corta el filete, pincha un pedazo y me lo ofrece sin mirarme.

—Ten.

—No se te va a morir el pito si me lo ofreces como una persona normal.

—Si no te gusta entonces córtalo y come como se te antoje —estrella los cubiertos en la mesa— ¡Que jodido problema con todo!

Me cuesta contener la carcajada es como si hubiese sido criado en un nido de anormales.

—Quiero comer como me lo estabas dando —le digo— Pero mirándome a la cara. Necesito retratar tus lindos ojos en mi cerebro ya que no puedo guardar la confesión de tus sentimientos.

Respira hondo frotándose la sien.

—¡Me va a dar una gastritis! —lo sigo molestando.

Me mira mal antes de volver a tomar los cubiertos y cortar la carne. Lo lleva a mi boca y le sujeto la muñeca en el aire,

—Besito primero —le planto un beso en la boca.

—Cada día me convenzo más de lo mucho que te odio. Que pereza tus tonterías.

Suelto a reír comiendo lo que me estaba ofreciendo, ya se le daño el genio y busco la manera de sentarme en sus piernas.

—Ok, dejemos la pelea para cuando cojamos —le doy de comer— Solo recuerda que detesto tu falta de cojones a la hora de decir las cosas.

Abraza mi cintura dejando que coma mientras recibe cucharadas de vez en cuando.

—No comí ni el veinte por ciento de lo que tragaste —reclama mientras me limpio con la servilleta.

—Ya comerás en el avión —rueda los ojos— Tengo la gran duda de cuantas veces tus cámaras me han visto el trasero. O sea ¿Que tan rápido puedes borrar todo?

—Eso era antes, desde que estas llegaste opte por apagarlas y encenderlas solo cuando no estoy.

—¿Eso está permitido?

—Cuando eres el coronel, sí.

—¿Siempre tuviste la certeza de que volveríamos a coger?

—Si.

Laurens entra por los platos avisando que en pocos minutos debe partir.

—Si surge alguna novedad avísame —me dice el coronel cuando se levanta— Cristal y Gema saben que debo estar al tanto de la misión en todo momento.

Asiento.

—¿Me echarás de menos?

Me acerco y sonríe antes de abrazarme.

—Tal vez.

—¿Cuántas bragas empacaste?

—Las necesarias.

Me besa y no sé porque mierdas se me encharcan los ojos «¡Quiero irme con él!»

—Tanto amor se te va a salir del pecho —apoya la frente contra la mía.

—Soy una pendeja.

—Pendeja o no necesito que me quieras más de lo que me quieres ya —me alza el mentón.

—¿Más? —me le trepo encima— Eso es imposible, coronel.

—Para mí no existe el término "Suficiente"

Paso las manos por su cuello lista para el beso. Lista para ese momento que pese a los años me sigue elevando a niveles cósmicos que aún no logro explicar; Es como si de pronto estuviera en otra dimensión donde todo se siente bien cada que me aprieta contra él reiterándome que sus brazos son mi lugar favorito.

—coronel, el ministro lo espera —avisa Laurens en la puerta.

Me baja y maldigo el vacío que se me clava en el centro del pecho «Solo son días» Esto no es nada comparado con el montón de años que estuvimos separados.

Me guiña un ojo antes de perderse en la puerta y por mi parte le dedico mi última sonrisa.

El resto de la tarde lo ocupo en los preparativos del papel, trabajo con Parker ultimando detalles de todo y me voy a dormir temprano con el fin de no tener ojeras al día siguiente.

Hablo con Luisa en la mañana y troto con Brenda antes de desayunar. Hay una algarabía en la cafetería cuando entramos y es la tropa de Bratt que está celebrándole el cumpleaños con un desayuno.

Me acorde hace un par de días, pero me abstuve de comprar algo sabiendo la tensión que se respira entre los dos. Milla esta entre el grupo que celebra al igual que Meredith y Angela.

—Acércate —me anima Brenda— Te conoció a ti primero y no hay nada de malo en que lo saludes en una fecha especial.

—¿Tú crees?

—Si —me empuja mi amiga.

Mi subconsciente le da la razón y le pido un postre a la empleada antes de acercarme con Brenda. Encoramos el Happy y dejo que lo abracen todos sus soldados antes de hacerlo yo.

«Y pensar que tres años atrás estuve en el puesto que tiene Meredith al lado del pastel»

Milla lo felicita y me alegra el que no dude en abrirme los brazos cuando me ve. Dejo el postre en la mesa fundiéndome en ese gesto cariñoso que nos recuerda las buenas experiencias que tuvimos en el pasado.

—Cúmplalos muy feliz capitán —le digo antes de alejarme.

—Gracias.

—No es mucho, pero algo es algo —le ofrezco el postre y lo recibe rodeando a Meredith con el brazo.

—Me lo comeré más tarde.

—Los dejo para que sigan celebrando —me marcho con Brenda.

Eliot me llama al mediodía y nos encontramos en la posada que está a pocos minutos de la central.

—El trabajo está concluido —extiende un paquete sobre la mesa.

—¿Tan rápido?

—Beneficios de trabajar con quien tiene nexos en ambos lados.

Cada que quiero sospechar recuerdo quien me lo recomendó y lo mucho que me sirvió tres años atrás, pero bueno, no puedo exponerme a quema ropa y aunque suene feo debo soltar la oración que estoy por decir.

—Te aprecio y estoy depositando el futuro de mis amigos en ti, pero te juro que, si esto es un arma de doble filo —paso saliva— Te mato.

No demuestra ningún atisbo de miedo.

—Solo un tonto se atrevería a desatar su rencor —me dice— Aunque no lo vea yo tengo claro que estoy frente a un ser supremamente poderoso.

Me eriza la piel.

—Es teniente aquí y reina allá —continua— Ataque en el bando que sea, dará la mejor de las batallas. Confié en mí que estoy de su lado.

Recojo las pruebas y reviso todo antes de entregarlas asuntos internos.

Es Wolfgang quien me las recibe. Guarde una copia y lo mínimo que espero es que dejen de valerse de pendejadas para que Christopher logre concluir su campaña con éxito.

—Evitaste un Armagedón —comenta el nórdico— Sabia que eras la indicada para esto.

—Gracias por el voto de confianza.

Maldito me cae pésimo al igual que su jefe.

—Suerte —me dice con una amplia sonrisa.

Me voy y a las 4 pm llega la hora de la verdad. Empaco maleta con el vestuario de un mes (Ese es el tiempo máximo que tardaremos) Peino las pelucas y me encuentro con Patrick quien se asegura de que mi equipo este en orden.

—¿Qué te paso en la nariz? —le pregunto al ver la cinta blanca que la cubre.

Ayer no la tenía así.

—Me estrelle con la cabeza de un burro, pero tranquila estoy bien —dice en tono divertido.

Meredith llega con Angela y Parker.

—Sin micrófonos esta vez —advierte Patrick— El chip de rastreo es indetectable, pero la entrada y salida del sonido no. Como en el Óculos les harán una revisión exhaustiva antes de entrar.

—Deben reportarse todos los días —Parker me entrega un teléfono encubierto el cual parece una lata de laca— Cuiden esto con su vida es el único aparato que puede burlar su sistema y el único medio de comunicación.

—Es un sistema que se activa todos los días a la misma hora por un lapso de tres minutos —explica Patrick— Ellos tienen una onda expansiva que detecta todo y el aparato es lo único que pasa desapercibido, pero solo en el margen de tiempo que di.

—A las 3pm todos los días —confirma Parker— De no ser así quedara para el día siguiente.

Ninguna de las tres pone problema.

—Estaremos al pendiente e iremos desmantelando todo lo que se atraviese.

Acordamos lo que falta y Parker me recuerda lo importante que es el que me luzca en esto.

—Es hora —Alan viene por nosotras.

—Necesito que te luzcas —insiste Parker— A los dos nos conviene sumar puntos en esto.

—No voy a decepcionarlo mi capitán —me poso firme.

—Es tu lealtad a mi contra la de tu ex y no confió cien por ciento en ti James.

—Pertenezco a la tropa J069 a cargo del capitán Dominick Parker por lo tanto mis méritos son suyos —reitero— Un soldado le es fiel a la cabeza que guía el escuadrón.

—Eso espero —me despide.

Abordamos la camioneta que nos lleva al punto de encuentro; Un hotel donde intercambiamos posiciones con Hera, Freya y Frey.

—Con estos toca cuidar los pasos —nos advierte la líder de las nórdicas— En este club son más sádicos y no son de la alta alcurnia. En el hipnosis lidiaran con violadores, asesinos y con los clanes más sanguinarios de la mafia.

—Lo sabemos —habla Angela.

—Habrá varios que querrán algo más y si ofrecen buen dinero ya saben cuál es el paso a seguir.

—También tenemos métodos —dice Meredith.

La FEMF maneja medicamentos que pueden dormir a una persona en un dos por tres y con la gente que lidiamos es fácil de usar ya que están ebrios y solo basta con trabajarles la mente para hacerlos creer que si hubo acción.

—Si no es más nos vamos —se despide Hela— Espero y cumplan con su parte.

Abandonan el hotel y nos quedamos dando un último repaso.

Angela es muy disciplinada en todo y para mi concepto no le quedaría mal el papel de capitan, de las tres es la que toma la vocería mientras que yo secundo en algunos detalles y Meredith simplemente asiente.

—Llamada —Alan le pasa el teléfono a Angela— Es el coronel.

—Gracias soldado —la alemana se aparta a atender la llamada—¿Qué demanda mi coronel?

Hablan mientras Alan recoge los planos y yo termino de preparar la peluca con la que entrare. Me coloco los lentes de contacto y Meredith se termina de arreglar.

—Quiere hablar contigo —Angela me ofrece el móvil y me aparto en busca de privacidad.

—¿Que demanda mi coronel? —contesto como exige el reglamento.

—Solo me aseguro de que no estés al borde del suicidio.

«No sé qué es lo más grande de él; Sí La polla, el ego o el orgullo»

—¿Seguro? Me suena a que no puedes vivir sin mí.

Bajo la voz.

—Ya quisieras.

Se me escapa la sonrisa.

—Revisa el teléfono, necesito lo mismo de parte tuya antes de romper contacto.

—Dame un minuto.

Vuelvo a la alcoba y le pido a Alan que me entregue mi teléfono. Me lo devuelve lo enciendo y en el buzón de mensajes me encuentro uno foto del coronel desnudo frente al espejo antes de entrar a la ducha.

¡Santo Dios! La verga de este hombre no decepciona nunca. Firme y erecta sobre su mano. Se nota que fue erección matutina ya que tiene el cabello revuelto.

—¿Qué quieres? —capto el sonido de las olas.

—Lo más sexy que tengas.

—Veré que hay —le cuelgo.

Una foto sexy es lo de menos, estoy ligera de ropa y solo basta una pose sensual, pero yo soy más que eso.

Me acomodo el cabello tomando una selfie la cual envió con un:

"Mi mejor curva siempre será la de mis labios cada que sonrío"

Le doy enviar y me quedo mirando la pantalla a la espera de su respuesta.

"La guardo solo porque me excitan los labios que hacen maravillas alrededor de mi polla"

Se desatará el fin del mundo el día que le oiga algo romántico.

—Ya llegaron —me avisa Alan y apago el teléfono antes de devolverlo.

Nos recibe un hombre trajeado y en cuarenta minutos estamos sumergidas en el área industrial. Enormes bodegas se ciernen sobre nosotros mientras me aferro a mi maleta manteniendo la identidad oculta con lentes oscuros

«Las nórdicas siempre tratan de ocultar el rostro, es uno de sus exóticos misterios»

Entramos al sitio que al igual que el óculos se sitúa dos pisos abajo.

A diferencia del club de los Mascherano este tiene un ambiente más ordinario. Punk, animales salvajes, mujeres encadenadas y enjauladas en un aire rústico predominado por piedra y hierro con música alta y un montón de carroñeros.

—Por acá —nos indica el que nos recogió— Camerino aparte.

Se marcha y segundos después aparece el encargado.

—Acuerda las presentaciones con Angela y le recalca que antes de medianoche debemos dar un show privado a modo de cumpleaños.

El ambiente es un asco después de las siete, hay gente drogándose por todo lado y hasta las mismas meseras se pelean por alucinógenos y en medio del caos Angela alcanza a recoger una pequeña muestra del psicoactivo.

—No han pasado doce horas y ya quiero arrancarme el pelo —se queja la alemana mientras nos preparamos para el show de medianoche.

Me cambio la peluca por una negra que me llega más arriba de la barbilla y alterno el atuendo.

Vienen por nosotras guiándonos a un piso arriba. Las puertas se abren y nos encontramos con un despacho entapetado el cual alberga tres hombres.

Un gordo con un centenar de cadenas alrededor del cuello, uno alto fornido de barba larga y un rubio pálido con pinta de drogadicto desahuciado.

—Qué maravilla —se levanta el rubio abriendo las manos a modo de bienvenida— Las nórdicas en el bar de este plebeyo.

Le da una vuelta a Angela.

—Mi nombre es Daniel socio principal de todo lo que ven aquí —se presenta— Él es Octavio el cumpleañero.

El nombre me suena enseguida, lo vi en el informe y es quien trata de imitar la droga de Antoni.

—Dante Romanov —presenta al tercero— El otro accionista.

Ambos se acercan a saludar y le correspondo la mirada lasciva que me dedica el último.

—Un Romanov —lo ronda Angela— Ya tuve el honor de conocer a uno de tu clan.

El ruso se la come con los ojos fijándose en sus tetas.

—Que hermosa son —aplaude el rubio emocionado—¿Les apetece algo? Tenemos licor para todos los gustos.

Esta drogado hasta el tuétano.

—Nos gustaría que entraran en ambiente antes de empezar —propone Octavio.

—No tomamos en horario laboral —habla Meredith.

—Entonces vengan por acá. Nuestros mejores clientes están ansiosos por recibirlas.

Abre otra puerta la cual desata una oleada de humo con olor a tabaco.

—Por aquí, por favor.

—Déjame a Octavio —se ofrece Angela antes de entrar.

Hay casi veinte personas en el salón, hombres con putas que aspiran y se inyectan en sus narices «Este tipo de escenarios es incómodo de ver por muy superado que este el tema»

Angela se va acercando al gordo y Meredith hace lo mismo con Dante. Hay que pegarse al mejor postor y me voy por Daniel quien arma un tabaco de marihuana frente a todos.

—¿Como quieres que empecemos? —indago bajo la mirada felina de los que yacen en la sala.

—Por ahora solo imprégnate del ambiente —me acaricia la peluca— Conmigo no tienes que excederte, no me gustan las mujeres por muy linda que sean.

¿Qué es esto? ¿Un poco de vida en mi suerte?

Se marcha a hablar con el grupo de la esquina y me pican las ganas de reparar el croquis que cubre la pared que está a mi derecha. Ángela está en acción dándome señales de que lo haga y le sigo la corriente acercándome con disimulo.

Es como un mapa conceptual el cual muestra las grandes jerarquías. En la casilla más alta está el nombre de Antoni con una placa abajo que dice: "Líder de la mafia" Y eso no me asusta lo que me pone los vellos en punta es mi nombre al lado del suyo "Rachel James" Dama de la mafia.

«¡Mierda!»

La línea de Antoni desencadena el nombre de su hermano y en esa misma rama están los halcones negros, como segundos al poder están los Romanov, por encima de los Petrova. Más abajo hay un montón de familias afamadas en asuntos delictivos.

—Gatita curiosa —comentan a mi derecha. Es Dante con Meredith bajo el brazo.

—Es un croquis muy interesante.

—Fácil de entender, para ustedes que se mueven en esto y saben quién es quién —suelta a mi compañera— Y no se si estoy teniendo un Deja vu, pero tengo la impresión de haberte visto en algún lado.

—A lo mejor —respondo tranquila— Como nórdicas viajamos por todo el mundo.

Prefiero apartarme para no ahondar en el tema. Ya mi tranquilidad pende de un hilo «¿Que tanta mierda ha hablado Antoni como para que todos asuman que soy la secunda al mando en un nido de criminales?»

Estoy al tanto de todo y soy netamente consiente de que aquí estoy en tierras contrarias. Los Romanov son la competencia de los Mascherano... Se me arman tres mil nudos en el estómago cuando vuelvo a posar los ojos en el nombre.

«No soy Rachel» Estoy en otro papel y en eso debo concentrarme.

—¡Diosas, por favor! —vuelve a pedir Daniel— Complazcan al público con su acto.

—Yo quiero llevarme a la mía a un aire más privado —se levanta Octavio tomando a Angela de la mano— Los veo mañana.

—Al cumpleañero no se le puede negar nada —concluye Daniel— Disfrútala colega.

Intercambio miradas con mi compañera antes de subirme a la mesa adentrándome en el papel, Angela se va justo cuando empieza la música y Meredith sube conmigo.

Aquí no hay lugar para inseguridades, se es o no se es o nos lleva el diablo.

El público aplaude y como siempre las adulaciones sobran mientras bailo como demanda la coreografía. Busco puntos, señales y pruebas que hagan esto corto y llevadero, entre más rápido ahondemos en esto, entre más pistas menos tiempo estaremos aquí.

Llega un punto donde debo bajar, Daniel me está esperando con las manos abiertas y miro a mi compañera al ver que sigue sobre la mesa con la mirada clavada en mí en minutos que me tensan ya que este tipo de comportamiento termina en confusiones.

La canción termina y sigo en mi papel encaminándome hacia el hombre que me toco.

—Rachel.

Escucho mi nombre y se hace silencio total mientras yo sigo caminando como si nada, así no me llamo hoy «Me digo»

«Mi nombre es Hela y aquí por nada del mundo quiero llamarme Rachel» Me repito negándome a creer que fue Meredith la que me llamo de otra manera.

—¿Que dijiste? —pregunta Dante dando un paso adelante.

—Rachel —repite duro y claro al momento de señalarme— Ella no es Hela, es Rachel James. Mano de Antoni y teniente en el ejército de la FEMF.

Daniel baja las manos y acto seguido mis oídos captan el sonido del montón de armas que se activan.

El rubio es el primero en apuntarme y solo levanto las manos a la defensiva.

—Calma —pido tranquila— No tengo idea de lo que está hablando mi compañera.

—Si que lo sabes —se baja— ¡Hago parte de la pirámide y vine a aquí a entregarle a la dama de la mafia!

Anuncia mostrando un anillo, perpetuándome un vacío en el centro del estómago cuando veo todos los cañones que me apuntan.

—No estoy armada —aclaro juntando las manos— No represento ningún tipo de peligro.

—¡De rodillas! —me pide el ruso sin dejar de apuntarme.

—Compañera aclara que solo bromeas —las extremidades me tiemblan cuando me abarca el miedo.

—Quítenle el antifaz y la peluca —sigue Meredith— Todos saben que la dama de Antoni fue dependiente del Hacoc y ella todavía carga las marcas.

—Las luces —se adelanta Daniel, me quita la peluca y el cabello me cae a lo largo de la espalda.

«Se valiente, Rachel» Me digo, pero a veces sabemos que por mucho que patalees de igual forma te van a hundir y yo me veo en ello cuando me toman el brazo y bajo la mirada de mi compañera aparecen aquellas marcas que siempre he querido borrar.

Esos puntos brillantes los cuales desencadenaron sangre, lágrimas y dolor.

Me duele el alma cuando se miran entre sí y el pecho me arde al saber que mi vida acabara de esta manera.

Exilio, misiones, llantos y soledad ¿Para qué? Los ojos se me empapan y a continuación llegan las lágrimas pesadas que me recorren el rostro.

—Puedo explicarlo.

Daniel se arrodilla a mi lado secándome las lágrimas con cuidado.

—Yo solo cumplo con lo que se me ordena —digo cargada de rabia— No es mi culpa el que ustedes sean lo que son y yo tenga que estar aquí.

El rubio asiente como si me creyera.

—Déjenme ser feliz, aunque sea por una vez —pido— Me iré lejos, lo juro.

—Hermosa —acuna mi cara entre sus manos— No es personal, Diosa. Es solo que el mundo es cruel con todos.

Se lleva la mano la espalda y me quedo a la espera del arma, pero no es eso lo que desfunda. Es algo peor y tal cosa causas temblores espasmódicos en mi pecho.

—¡No! —los reflejos son inmediatos al ver la jeringa plateada llena del líquido mortal que para mí siempre se ha significado el fin de mi humanidad.

Me clavan la mano en la clavícula cuando retrocedo mientras otros dos hombres me sujetan los brazos.

—¡Por favor no! —pataleo desesperada — Mátame ¡Pero no me lo inyectes!

—Tranquila, no es imitación las diosas como tu deben llenarse con esencia pura y original.

Vuelven arrodillarme acercando la jeringa.

—¡Meredith! —aclamo a mi compañera— Detenlo, maldita sea ya está.... —me ahogo en llanto— ¡Por Dios estoy suplicando!

No se inmuta, solo se queda ahí mirándome mientras a mí la vida se me escapa de las manos.

—Joder no sé qué te hice, pero lo siento ¿Vale? —lloro retorciéndome con la cercanía de la aguja—¡Lo siento!

Mi suplica no le llega y siento que el mundo se me viene abajo cuando me apartan el cabello enterrándome la aguja fría que entra a mi yugular. Las lágrimas me empapan la cara al tiempo que liberan el líquido pesado en mi torrente sanguíneo.

El efecto es inmediato, la respiración se me acelera el corazón se me dispara cuando mis células absorben el efecto toxico que emana de una de las drogas más letales del mundo. Mi cerebro es como un viejo cassette que se traba, queda y adelanta cuando empiezan las alucinaciones.

Todo es una avalancha de mierda cuando mi tórax se comprimen con los recuerdos dolorosos que me desgarran el alma. Me veo alejándome de mis padres en Phoenix, reviviendo la muerte de mi hermano, la puñalada de Isabel el exilio y la tortuosa recuperación que vive en medio del llanto.

Me sueltan y caigo en el piso tratando de acompasar el paso del aire, pero no puedo siento que mi cuerpo es una armadura de hierro que cada extremidad pesa una tonelada «Huye, huye, huye» Es la única orden que me emana de mis neuronas.

Ellas saben que volvimos a la pesadilla, que nos hemos vuelto pedazos estallando en un montón de fragmentos.

—Todo tiene un límite —las botas de mi compañera aparecen en mi campo de visión.

—Sácame —me aferro a su pierna— Te lo suplico, Meth...

Mi tonto cerebro tiene la esperanza de que ese pequeño diminutivo haga un cambio.

—¡No dejes que vuelva ahogarme esto, por favor!

Se aparta, vuelvo a caer y esta vez no puedo levantarme.  

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Rachel. 

Ella era la puta ama de mi universo no porque tuviera cojones de mandar a todo el mundo a la mierda. Era la puta ama por soportar, caer y levantarse. Porque aun estando llena de sentimientos, aun siendo débil tenía la capacidad de resistir en medio de la tormenta.

Llorar no te hace débil, equivocarte no te hace menos, sufrir no te hace cobarde y soportar no te hace masoquista porque cuando ardes llegas a un punto donde evolucionas convirtiéndote en lo que nadie se esperó y no a punta de traumas, a punta de golpes al alma. Porque eres fuerte físicamente, pero débil emocionalmente y no es perfecta, pero para mí siempre serás la puta ama de todas mis novelas. 

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https://youtu.be/0ySNW1p0TYo


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