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CAPÍTULO 44

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Hienas, putas y discordias.

Rachel.

El corazón me salta preso del pánico cuando mi suerte vuelve y juega dejándome expuesta e infraganti, es como si el universo conspirara para que esto salga a la luz. Como si el mundo me exigiera que lo acepte o lo deje de una vez por todas.

Miro a Christopher y parece que no pasara nada, ahora más que nunca tiene la máscara de serenidad y lo único que hace es cruzarse de brazos, aun teniendo a Patrick muerto del miedo.

—Coronel —insiste la periodista con una sonrisa— Sigo a la espera de su respuesta.

«Joder» No se puede responder sino sabemos que tanto vio.

—Eh... —intento hablar, pero cierro la boca cuando Alex aparece al pie de la escalera acompañado de su escolta que se queda vigilando arriba.

—¿Expliquenme porque forcejean como un par de enamorados?

«Ok, ok» Hablo de forcejeo y no de beso, si lo vio no lo alcanzo a captar.

El ministro me mira y siento que me encojo, sin embargo, trato de no desfallecer alzando el mentón disimulando la vergüenza, porque en pocas palabras me estoy cagando la candidatura de su hijo.

Abro la boca para hablar y el ministro alza la mano para que no lo haga.

—Lárgate de aquí antes de que te demande por invadir mi privacidad —contesta Christopher.

—Responda la pregunta y con mucho gusto me voy.

Intenta abalanzarse sobre la cámara y lo tomo del brazo para que no lo haga. No solo está expuesto con alguien que no es la supuesta novia, sino que también está poniendo la prensa contra él y créanme que no hay cosa peor que tener la persecución de un periodista.

—¿Que hay entre ustedes? —empiezan las preguntas incómodas— ¿Tienen o no tienen algo?

—Por supuesto que no —trato de parecer segura y Christopher empuña las manos evitando que lo toque.

Otra vez vuelvo al papel de cobarde, pero miento por él no por mí porque lo van a destrozar si saben que volvió a las viejas andanzas.

—¿Segura? Porque...

—No es mi tipo y tampoco soy el suyo —aclaro para que no siga.

La mujer alza las cejas poco contenta con la respuesta.

—Las respuestas las daré yo —habla el ministro y a leguas se ve que viene cabreado.

—No hay que dar respuestas cuando simplemente puedes quitarle la cámara —propone Christopher.

—Cállate —le ordena su padre—Deja que un adulto lo resuelva.

—Ministro —la periodista se vuelve hacia él.

—Hablemos afuera —le pide.

La mujer sonríe con malicia, sabe que se ganó la lotería.

—Siempre es un honor hablar con el máximo jerarca.

Alex nos mira a ambos y empieza a bajar la escalera.

—Rob —Alex le habla a su escolta— Súbelos a la última planta, hay que resolver un par de asuntos antes de que se vayan.

El escolta me señala la escalera y subo en silencio seguida de Patrick y mi guardaespaldas (Lleva pocas horas conmigo y ya ando metida de problema en problema)

Christopher entra botando humo y ya presiento el discurso de cobardía, no quiero perder la dignidad, pero trato de acercarme para que no empiece con lo mismo de siempre.

—Oye —este hombre es tan complicado que no sé ni por donde cogerlo.

Me ignora.

—Christopher...

—Me cabrea que no dejes que haga las cosas a mi modo —me encara— No tenían que haber intromisiones del ministro ni respuestas absurdas de parte tuya.

—Déjame hablar.

—¿Para qué? No tienes que explicarme porque quieres ocultarle tu amante al mundo.

No tiene ni dos gramos de inteligencia.

— El universo no se va acabar si te muestras como realmente eres.

Bruto de mierda, dar explicaciones es rebajarme y me vale mierda que siga creyendo que intento ocultarlo cuando medio mundo sabe o presiente lo que hay entre los dos.

Avanzo y agradezco que no haya nadie en los pasillos. El escolta se acerca al personal de la funeraria y con tres simples palabras nos llevan a una oficina aparte llena de coronas fúnebres.

—No quiero que me vean como el malo, pero —Patrick empieza a alterarse cuando cierran la puerta— ¡Se los dije! Que cosa con querer andar besuqueándose como si fueran los únicos seres humanos en este mundo.

—¡Cierra la boca! —lo regaña Christopher.

—¡Mandas a callar, porque eres el que menos se salpica de mierda cada que cometes una estupidez!

—¡Yo no te pedí que me siguieras!

Empiezan a discutir convenciéndome de porqué es que no estamos juntos.

Porque cada vez que tenemos el más mínimo acercamiento estalla el drama, el caos y los jodidos problemas.

«No caigas, no caigas» Me grito a mí misma evitando recordar todo lo que vivimos hoy, tengo un plan trazado y no puedo darle marcha atrás dándole explicaciones al troglodita que se hará el de los oídos sordos y terminará dejándome la dignidad por el piso.

Se molestó por el comentario y eso me dice que voy por buen camino, no me mira y no me habla, porque es un caprichoso que no le gusta que le vean las heridas.

Alex abre la puerta con la misma cara de hace unos minutos. Patrick no duda en sentarse mientras Christopher y yo evadimos las miradas uno con el otro.

—Si quisiera trabajar con niños montaría una guardería —se sienta en la silla frente a nosotros— Parece que estuviera lidiando con críos de primaria.

Ninguno de los dos dice nada.

—¿Se puede saber qué diablos hacían en la escalera?

—¿Y lo preguntas? —increpa Christopher— Nos toqueteábamos y besuqueábamos como las personas calientes que somos.

Aprieto los dientes, «Personas calientes» ÉL no estaba caliente, estaba desesperado y me molesta que lo quiera pintar como algo banal sin ser así.

—¿Delante de Patrick y el escolta?

—Sabes que no tengo pánico escénico.

Alex me mira y trato de fingir que no pasa nada, de suprimir el trago amargo que me provocan las estupideces de su hijo.

—¿Algo que decir?

—Lamento poner la campaña en riesgo.

—¿Solo eso?

—El coronel ya lo explicó.

—Me decepcionas.

—¿Por qué? Por follarme un Morgan y darle el mismo trato que le dan ustedes a las mujeres que se cogen —contesto— Eso de negar actos y sentimientos ya no es algo típico solo de ustedes.

Christopher me clava la mirada de acero. Me oí como una zorra, pero él empezó con los términos hirientes.

—Solo me deje llevar por el momento —concluyo.

El ministro asiente como si no pasara nada.

—Lo único que quiero es que sus tonterías no dañen el trabajo de todos, porque de nada sirve que armen un teatro justificando las agresiones de Antoni si al día siguiente se ponen a dar show de exhibicionismo en plena funeraria.

—No exageres que al igual ya se acabó.

—¿Otra vez? Porque me dicen eso a cada nada y a los pocos minutos los veo haciendo espectáculos que me cuestan un centenar de libras.

Se levanta furioso y mira a su hijo.

—¡Necesito que resuelvas tu situación sentimental y dejes de traerme problemas! —le exige.

—Ay no vengas otra vez con lo mismo que al igual ya está decidido hace mucho tiempo.

Alex calla.

—Todos saben que no tengo que darle un anillo a Gema...

El corazón se me va cayendo pedazo a pedazo.

—¿Es la mujer que quieres?

Se encoge de hombros.

—Si, es la que quiero y la que necesito.

Todos se concentran en mí y trato de ponerme la armadura en cuestión de segundos fingiendo que no me afecta.

—Oye tranquilo, viejo —habla Patrick— Tengamos en cuenta que para casarse se necesita amor o terminaran con una desquiciada peor que Sabrina.

—Gema no está loca.

—Tampoco la amas...

—¿Quien dice que no?

Golpe seco y desprevenido, le tiro un dardo y me devuelve diez. «Mentiras y mentiras» El maldito solo está respirando por la herida.

—Si no es más pido permiso para retirarme, no me interesa escuchar las mentiras del coronel.

—Haznos el favor —me señala la puerta— A mí tampoco me interesa escuchar las tuyas.

—¡Maduren de una puta vez! —nos grita Patrick.

—¡Ministro! —irrumpen en la oficina— Lo necesitan en la línea

El hombre entra pálido y Alex se apresura a recibir el teléfono.

—Diga —es lo único que dice. Porque se torna peor que el color de su escolta empuñando las manos y apretando la mandíbula.

—¿Qué pasa? —le pregunta Christopher.

Dura un minuto en el teléfono sin inmutar palabra y termina estrellando el movil en el escritorio cuando cuelga.

—¿Qué pasa? —insiste su hijo.

—Ilenko secuestro a Sara y a Marie.

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GEMA.

Los ojos se me empapan cuando lo busco y no esta. Entre salí, me escabullí en el baño de hombres y simplemente no está, como tampoco esta Rachel y es ilógico que siempre desaparezcan juntos.

—Te lo dije —me regaña Liz— Te dije que fue ella la que te contestó y es la misma con la que de seguro se estuvo revolcando hoy.

—No tienes certeza de eso.

—¡Llegó con cara de recién follado!

Niego, me duele demasiado. No voy a decir que no estoy poniendo en duda su fidelidad, pero me cuesta creer que se atreva a volver a repetir errores del pasado.

—No es justo que me engañe así.

—Claro que no, amiga —me abraza mi compañera— Pero la culpa es tuya por ser tan ilusa y no notar las cosas antes.

Rompo a llorar entre sus brazos negándome aceptar la realidad, ella me dejó claro que no sentía cosas por él.

Niego y trato de poner mente positiva convenciéndome de que solo estoy exagerando. Estamos hablando de Christopher Morgan él no le rinde cuentas a nadie ni dice de a donde viene ni para donde va.

—Ya, ya —me consuela— Te juro que no se va a burlar de ti, haré que se arrepienta de haberse metido con tu hombre.

—No estamos seguras, ella me juro que no...

—¡Te engaño, hazme caso cuando te digo que es ella la que le está chupando la verga!

—¡Gema! —entra Bratt— Ven un momento a fuera, por favor.

Liz se preocupa y él no le contesta, simplemente me toma de la mano sacándome del edificio.

Todos los soldados de la central están afuera y Christopher no para de gritarle alguien en el teléfono.

—¿Qué sucede? —pregunto asustada.

—Marie y Sara fueron secuestradas —el que lo diga despacio no evita la magnitud del impacto— Ilenko...

Siento que me quedo sin fuerzas al oír el nombre, Ilenko Romanov es uno de los hombres más sádicos en los clanes mafiosos y el que tenga a mi madre...

Reviento en llanto y mi único impulso es desplomarme sobre los brazos de Bratt.

—No, no...

—¡Calma! —me estrecha contra él— Estamos haciendo todo lo posible para encontrarla.

Liz me abraza por detrás y eso me termina de desmoronar

—¡Pero ¿Cómo?! —inquiero entre sollozos

—Mataron a la guardia y entraron a la casa donde se hospedaban en Gales...

Quiero morirme, esto es demasiado para mí, aun siendo fuerte y teniendo la preparación que se requiere para este tipo de situaciones no puedo, si a mamá le pasa algo...

Aparto a los que me sostienen y corro a los brazos de la única persona que puede salvarla.

—¡Christopher! —me aferro a las solapas de su traje— ¡Necesito que la traigas viva me muero si...!

—Estoy en eso —vuelve al teléfono y lo abrazo por detrás.

Es el único familiar que tengo a aparte de mamá y aunque me esté rompiendo necesito que me estreche contra él y me susurre que todo va estar bien porque no puedo perder a una de las personas que amo.

Lloro y con los ojos nublados la veo a ella junto a su escolta, a la posible causante de mis desgracias amorosas. No se lo perdonaré, si me llego a enterar que las sospechas de Liz son ciertas la odiare toda la vida porque su burla no tiene perdón de Dios.

—No han llamado a negociar —se acerca Parker terminándome de empeorar.

Tantos años trabajando con este tipo de gente nos da entender el significado de su silencio «Muerte» Si no hay negociación es secuestro por venganza y eso lleva a masacre segura.

Me tapo la boca cuando Christopher me aparta, esta tan frio, pero sé que está ardiendo por dentro porque es de los que calla cuando está a punto de estallar.

—¡Al comando todo el mundo! —ordena Alex e intento avanzar, pero el llanto no me deja es como si mis fibras vibraran en mi interior.

Desfallezco en el piso y es Christopher quien me pone en pie sacudiendome para que reaccione.

—¡Así no vamos a lograr nada! —me regaña.

—¡Está mal! —interviene Liz

—¡Cállate! —le grita y toma mi cara entre sus manos.

—Me muero si le pasa algo.

—No va a pasar. 

Por momentos me olvido de que también es su madre y Christopher es un caparazón inquebrantable a la hora de proteger a los que quiere.

Lo detallo y me arrojo a su boca sellando nuestros labios con un beso.

—Tráela —le pido pegando mi frente contra la de él— Por mí, porque te juro que no me tendrás a tu lado si algo le pasa.

Deja que lo abrace y sale conmigo, seguido de Liz, Bratt, Parker y todos los soldados incluyendo a Rachel que aborda su auto.

Las camionetas nos recibe con la puertas abiertas y emprenden la marcha al comando de operaciones. Las manos me tiemblan y lo único que hago es aferrarme a los bordes de mi vestido, mientras Liz me acaricia el cabello.

—La vamos a encontrar, no te preocupes.

La central abre las puertas y hay un pelotón de soldados en el estacionamiento esperando al ministro.

—¡Quiero que revisen hasta el último rincón de esta ciudad! —ordena Alex cuando baja— Necesito que Sara Harts aparezca así tengan que levantar los cimientos de todos los edificios londinenses.

—¡Oiga no sea desconsiderado! —se mete Liz— Marie fue quien crió a su hijo.

No se inmuta en contestarle solo le lanza una mirada despectiva antes de aventurarse por los pasillos, Liz es tan impulsiva que no nota que si aparece una obviamente encontraremos a la otra.

Nos vamos a la sala de planeación y trato de contener las lágrimas preparándome para lo que se viene.

—¿Están seguros de que es Ilenko y no es Phillippe? —pregunta Simón— Porque uno tiene más motivos que el otro...

—El escolta que sobrevivió fue claro al declarar que fue uno de los clanes de la mafia rusa.

—Pero la mafia rusa le sirve a Philippe.

—Pero no expones sus hombres —aclara Christopher— Ilenko es un cabecilla no iba a ponerse en riesgo haciendo el trabajo sucio de otros.

Admiro la calma que mantiene el hombre que está a mi lado, solo un verdadero soldado esconde lo personal, para dar lo mejor de sí en el ámbito laboral.

—De igual forma hay que buscarlo, si lo capturamos puede darnos información sobre el paradero de las secuestradas.

—Nadie sabe quién es —replica Alan.

—¡Pues habrá que averiguarlo! —estalla Alex— Estamos contra el tiempo y debemos evitar que la maten si es que no lo han hecho ya.

Muero de solo considerarlo.

—Busquen la manera de que Danna confiese —ordena Alex— Por mi parte me iré con la tropa de búsqueda.

Gauna y Christopher se le unen.

—Bratt y Parker quedan a cargo —ordena Gauna antes de irse.

—Ok, sabemos que esto es grave —habla Parker— Pero tenemos otra misión en proceso y necesito que nos dividamos entre los que mantendrán el operativo en el centro y en los que se quedaran colaborando con la búsqueda.

—Yo me encargo del centro —espeta Bratt— Brenda, Rachel y Alexandra vienen conmigo mientras tú te encargas de darle apoyo al ministro.

Un vacío grande, Bratt hace buena pareja con Christopher y confío en el trabajo que hacen juntos, pero debo entender que no los puedo tener a todos a mi disposición.

—Tenemos que culminar esto lo antes posible porque si esto se alarga necesitaremos que todos los soldados estén aquí.

—Alan y Scott harán parte del equipo de búsqueda —ordena Bratt.

—Stefan esta casi del todo recuperado y puede dar con el paradero de Drew y Maricarmen... —sugiere Rachel.

—¿Segura?

—La bala solo le rozó el músculo, aunque esté en muletas puede aportar y necesitamos a Drew, es socio de Ilenko y puede ayudarnos con su paradero.

—Que Paul vaya por él —ordena Parker— Y los que se van para el centro que se preparen, tienen que inventar una buena coartada que distraiga la ausencia del padre Santiago y los soldados que no estarán.

Agradezco que dejen a Liz como mi apoyo y no me saquen a combate, la cabeza no me sirve y afuera solo hare estorbo.

Bratt se va con los agentes que necesita y Parker se queda dando la orden de emitir un rastreo total en México en busca de los hijos de Danna para que confiese.

Así son las negociaciones de aquí, cuando te acorralan tienes que buscar vía de escape devolviendo los mismos golpes y a los criminales como Danna e Ilenko se le hiere tocándole a los seres queridos y obviamente no son tontos, antes de cada jugada se aseguran de no dejar cabos sueltos.

Me voy a la habitación de Chris, hace poco me tome el atrevimiento de sacar una copia de la llave del dormitorio para darle sorpresas de medianoche cuando volvamos de un todo a la central.

Liz se ofrece a traerme algo caliente y niego. Yo no quiero nada caliente, lo único que necesito son los brazos de mi madre.

Me dejo caer en la cama impregnándome del aroma del hombre que amo, él es el único capaz de aliviar el vacío que amenaza con hundirme. 

No sé qué voy hacer si mis sospechas son ciertas, si lo pierdo a él y a mamá...

Recuesto la cabeza en la almohada obligándome a dormir, prefiero apagarme antes de dejar que esto me siga carcomiendo por dentro.

—Cariño —Liz me acaricia el cabello— Son casi las ocho, ponte en pie...

Me incorporo con la esperanza de que todo haya sido un sueño, pero no es así. Mamá no esta y sigo en la habitación de Christopher.

—¿Hay novedades?

—No —me ofrece una taza de café y me pone el periódico en las piernas.

Le doy un sorbo al café abriendo las páginas del periódico.

"Damisela en apuros" Es el enunciado

La noche del sábado se convirtió en la tragedia de la familia Morgan y Lancaster el cabecilla del clan Romanov secuestro a la madre de Christopher Morgan y Gema Lancaster, parece ser que el coronel tampoco se salva de los atentados y lo más probable es que dentro de poco presenciaremos otro funeral.

Las lágrimas me caen sobre el periódico.

—Léelo todo —sugiere Liz.

Parece ser que después del funeral habrá boda, porque un reportero logró captar el romántico momento que se dio a las afueras de la funeraria.

Paso la hoja y veo mi foto en el momento que abrace a Chris. 

Acercamiento demasiado romántico para ser algo de simplemente amigos. Lamentamos el momento de ambas familias, pero nos alegra aclarar la duda de quién será la portadora del apellido Morgan, lo único que nos queda esperar es que el coronel lo anuncie a los medios de forma oficial...

—¿Vez? —me abraza mi amiga— No todo es malo, necesitábamos esto para empujar al ogro y lo mejor de todo es que de seguro Rachel ya lo vio.

—Todavía no estamos seguras de nada, a lo mejor ni le importe, ni sea ella.

—¡Necesito que abras los ojos! —me regaña.

—Déjalo, ¿Sí?

Me voy a mi alcoba y me preparo para bañarme, le pido a Alan que me visite y me rinda cuentas de lo que está sucediendo y este me informa que Alex, Gauna y Christopher siguen en el operativo de búsqueda.

Parker va de camino a México ya que Danna se negó a declarar consciente de que un simple rastreo no hallaría a sus hijos así, porque sí.

—Stefan está por salir a buscar pistas en la casa de Maricarmen —concluye.

—Dile que me espere —ordeno— Iré con él.

—Como ordene mi teniente.

Se marcha, termino de arreglarme y me apresuro a la salida, Liz viene conmigo y abordamos el mismo auto con soldado chef que esta callado e inmerso en sus propios asuntos.

—Maricarmen desapareció junto con Drew —me informa de camino— Dudo que haya alcanzado a esconder algo teniendo en cuenta que su jefe es uno de los hombres más buscados.

—Confío en que hallemos algo en su vivienda —comento desanimada.

Liz me hace señas para que lo interrogue, sin embargo, no quiero andarme con preguntas estúpidas y quedar igual de mal como con Brenda.

Llegamos al lugar y los soldados se toman el área revisando desde los muebles hasta la ropa, Stefan se va directo a la caja fuerte sacando todos los documentos que la mujer resguardaba.

Revisamos con lupa cada documento y voy dando órdenes de búsqueda para que el ejército se desplace a los posibles escondites de Drew mientras trato de hallar el posible paradero de mi madre.

—Completamos la búsqueda y no hay nada que tenga relevancia —avisa Paul.

—Trae una caja y ayúdame a recoger todos los documentos, supongo que el capitán o el coronel querrán revisarlo personalmente.

—Hay que irnos —me levanto— Esta gente tienen ojos en todas partes y pueden atacarnos si saben que Drew está en riesgo.

—Vale.

Volvemos al auto y Liz se pone al volante cuando nos subimos.

—¿Como va la pierna? —trato de poner un tema de conversación para no hundirme en mis trágicos pensamientos.

—Todavía me duele un poco al caminar, pero el médico dijo que es cuestión de días para que el tejido sane por completo, solo fue un roce que no causo gran impacto.

—Había tanta sangre que pensé que era más grave.

—Si hay veces que hasta la más mínima cortada causa una hemorragia.

—Supongo que Rachel te consintió como un bebito —comenta Liz con la vista fija en la carretera.

—Rachel y yo ya no tenemos nada.

Baja la cara como si le incomodara decirlo y Liz me mira por el espejo retrovisor insinuando que prosiga.

—¿Por qué? —indago— Pensé que la disputa se solucionaría ya que se quieren tanto.

—No quiero hablar de eso.

La duda se me vuelve enterrar en el pecho, son más contras que pro y me molesta tener que ir por la vida a ciegas.

Liz entra a la central estacionando el auto en el mismo sitio de siempre, no bajo por el contrario me quedo intacta y tomo la mano de Stefan evitando que se vaya.

Liz entiende mis intenciones dejándonos solos y en el fondo Stefan sabe lo que haré, porque no hace nada para soltarse.

—¿Que pasa entre Rachel y Christopher? —suelto la pregunta sin titubear.

—No soy quién para responder eso.

—¡Joder, Stefan! —los ojos se me empañan— Ni siquiera sé si mi madre está viva ¿Y te atreves a añadirme una preocupación más?

—No quiero más problemas.

—¿Cómo cuáles? —trato de sacar verdades con mentiras— ¿Como que Christopher te humille por andar con la zorra que se mete en su cama?

—Cuida las palabras...

—¡No! —replico— Si mis sospechas son ciertas no habrá otro nombre para lo que hacen las personas como ella.

—Déjalo y ya.

—Habla...

Niega.

—¿Están o no están? —reviento— Sabes que lo amo y...

—Pero él a ti no.

—¿Cómo lo sabes?

Toma aire y se frota la nuca.

—¡Porque se ha acostado con Rachel más de una vez! —sus palabras me parten por dentro— Sé que duele, pero por tu bien mejor aléjate antes de que el daño sea peor.

Las lágrimas no se contienen y termino aferrada al cojín del asiento delantero.

La decepción es porque me vi como una estúpida ofreciéndole aprecio a alguien que solo llegó a destruir los cimientos de mi futuro.

—Lo siento —susurra Stefan—Pero como dijo Parker; No hay que pelear batallas que no se pueden ganar.

Sacudo la cabeza, yo la estaba ganando antes de que ella volviera, si tan solo hubiese tenido más tiempo...

—No vale la pena perder tiempo en personas que les pertenecen a otros, por eso me aleje...

—Para ti es fácil decirlo por que no... —me limpio las lágrimas— Porque no estas enamorado como lo estoy yo. No sentiste la cercanía que yo sentí con Christopher...

—Claro que la viví y resumo todo diciendo que conocerla y estar con ella en París fue una de mis mejores experiencias y te mentiría si te digo que no la quiero, porque lo hago, pero simplemente me agobia amarla sabiendo que su corazón pertenece a otro.

—Si lo amara no lo hubiese dejado.

Niega.

—No entres en negación... —me voltea para que lo mire— Es mejor una verdad dolorosa que una mentira disfrazada de paraíso y si te digo que está enamorada de él es porque es así.

Me suelta y se vuelve hacia la puerta.

—No sé qué siente él por ella, pero es mejor que te alejes y consigas alguien que aprecie lo que eres —continúa— Por mi parte tengo la esperanza de que Rachel recapacite, en el fondo sé que no es mala y le debo muchas cosas, pero esto no aplica para ti porque sabes cómo es el coronel y él no hará otra cosa más que lastimarte.

No paro de llorar, para nada le brinde afecto y le ofrecí mi confianza, porque desde que ella llegó ya sabía a lo que venía.

—Eres guapa, no dejes que te contamine como lo hizo con Rachel.

Se marcha dejándome con la herida sangrando mientras mi llanto se convierte en un torrencial de lágrimas que amenazan con ahogarme. Medio lo controlo cuando Liz se acerca y salgo antes de que entre.

—Era verdad...

—Te lo dije...

Me aventuro por el estacionamiento presa de la ira ¡Es una maldita zorra! Siempre ha sido así, porque de Christopher hubiese podido esperar que me engañara con cualquiera... Pero ella... Ella, no se da su lugar y lo provocó al llegar, al meterse en el centro y al obedecer las órdenes que le impone Alex.

«Porque ese es otro cómplice de toda esta mierda»

—¡Hey! —me alcanza Liz— ¿Qué harás?

La aparto y corro a mi alcoba evitando a todo el que se me atraviesa, no sé si Liz me sigue o no, pero avanzo y me encierro en la oscuridad sollozando como una niña pequeña.

—¡Déjalo en mis manos! —dice Liz desde la puerta— Le voy a dar un escarmiento a esa hija de puta.

Escucho como corre en el pasillo y es ahí cuando todo se acumula, lo de mamá lo de Chris, lo de esa maldita... Mi pecho no es más que un hueco vacío que se está llenando de mis propias lágrimas.

No sé cuánto tiempo pasa, pero me aferro a la almohada y lloro hasta que me duele el pecho.

«Quiero que el mundo me trague»

Abren la puerta y mi amiga se sienta en el borde de la cama acariciándome la espalda.

—Ya está —no sé cuánto tardó, solo puedo percibir el olor a pintura y a combustible.

—Quiero estar sola —le pido.

—No voy a dejarte así —respira hondo y me besa la coronilla— ¿Sabes porque entre a la central?

Niego, es muy culta con eso, varias veces le pregunte y evadía la respuesta.

—Porque saque 10 en instinto de protección en la prueba que me hicieron en la correccional —explica— Son pocas las personas que alcanzan ese número y creo que lo adquirí después de que una hija de puta apuñalara a mi hermana a traición.

Trato de contener el llanto.

—Era su amiga y la mató por envidia, porque a mí hermana le sobraba lo que a ella le faltaba. Vengo de la Venezuela de abajo, Gema. Donde si no te proteges terminas con una puñalada en el pecho.

—Lo siento.

—No lo lamentes, que eso me trajo aquí y haga lo que haga mi hermana no va a volver, pero tengo el consuelo de poder protegerte a ti y evitar que te entierren puñaladas traperas.

—Ya lo hicieron.

—Eso es una simple malograda, Rachel perra James no sabe con quién se está metiendo.

Volteo a mirarla.

—Hay que actuar a lo calle —me levanta.

Tiene la ropa llena de pintura.

—Engañó a Bratt, a Stefan y mando a Sabrina al manicomio. Ya va siendo hora de que entienda las consecuencias de ser una roba maridos.

—¿Qué hiciste?

—Ya te lo mostraré, pero primero...

Saca una cajetilla del bolsillo, me la entrega y se va a mi mesita de noche. Toma mis pastillas anticonceptivas y las arroja a la basura.

—Oye...

—De ahora en adelante usaras las que te entregue.

—¿Qué son?

—Tratamiento de fertilidad...

Las arrojo a la cama.

—No soy Sabrina...

—No te compares con esa maniática porque por ti siente cosas y a ella siempre la odio.

Me toma la cara entre las manos

—Todo estaba Bien hasta que ella llegó ¿Cierto?

Sollozo de solo recordarlo, estaba con el Chris que quería, solo para mí y sin perras que lo distraían.

—Lo amo, pero...No quiero que me lastime.

—Ya lo hizo y si te jodio al menos asegúrate de que la cortada valga la pena y no le des el gusto a otra.

—Pero no me quiere...

—Gema, si no te quisiera no hubiera vuelto contigo...Hay gran diferencia entre tú y Sabrina, por el mero hecho de haber logrado que te tomara la mano y no le diera miedo admitir que también eres importante para él.

Me voy a nuestra segunda vez, a las salidas esporádicas y aquel día en el jacuzzi, lo sentí. Sentí su cariño y su cercanía.

—¿Crees que me metería a robar a la enfermería por nada? —niega con una sonrisa siniestra— Huelo tu potencial y solo hay que saber jugar las cartas, ya falta poco para que se case contigo sin ser obligado, ese es el primer punto a nuestro favor.

Me sienta en la cama.

—Un hijo no lo va atar a mí.

—¿Segura? Tal vez con Sabrina no, porque no la quería, pero contigo sí. Así que al diablo tu plan anticonceptivo, necesito que te pongas afollar como coneja y me des un hermoso sobrinito.

—Siempre usa preservativo.

—Dudo que lo haga estando casado y si las cosas siguen así será pronto, sin embargo, me pondré en la tarea de buscar todos los que tiene y hacerle orificios con un alfiler.

Lo pienso y tiene razón en varios puntos, tengo la ventaja de conocerlo hace años. El que esté buscando a mi madre por cielo y tierra es una clara demostración de que le importamos, y si en tanto tiempo no busco a Rachel ni la ha puesto en el lugar que me tiene a mí, es porque no es más que una distracción fugaz.

—De ahora en adelante harás todo lo que diga, créeme que las latinas saben cómo idiotizar un hombre con estrategias efectivas.

—Yo no soy latina.

—Pero yo sí y tú y yo somos una sola.

Me arrastra a afuera.

—Hable con Alan y me dijo que Rachel viene para acá, Bratt la envió por la USB que contiene el interrogatorio de Danna.

Se encamina al estacionamiento, me gustaría que los planes a futuro quitaran el dolor de sentirme tan dolida y traicionada.

—La muy tonta se fue anoche con el capitán y dejó su bello Volvo.

Me quedo de piedra al ver lo que mi amiga hizo con el auto «¡Mierda!» El capo tiene la palabra ZORRA en blanco y mayúscula, los vidrios están destrozados y las llantas pinchadas, toda la lata de arriba esta ahuecada, los cojines están por fuera y el tanque está roto porque está esparciendo combustible en el pavimento.

—Esto es lo que pasa cuando te metes con alguien que tiene amistades de calle.

Tira de mi mano devolviéndome a la torre de dormitorios.

—Mientras nosotras lo esperábamos en la discoteca ella lo metía en su cama, amiga —los ojos se me empañan de lágrimas— Mientras lo esperábamos ella se lo tiraba una y otra vez, porque las marcas que trajo ese día se las hizo ella y tuvo el descaro de hacerse la víctima en la rueda de prensa que hubo en el pent-house.

Detengo el paso, me siento tan rota y herida.

—Por eso deje lo mejor para el final —vuelve a tirar de mí devolviéndome a la torre de dormitorios. Subimos al piso de Rachel, se asegura de que no haya nadie mientras que con disimulo abre la puerta empujándome adentro.

Todo está peor que el auto. Huele a quemado, su laptop, pantalla plana y acuario yacen quebrados en el piso, el relleno del colchón está abierto y las sabanas son una nube en el suelo junto con su ropa y uniformes. Las paredes tienen grafitis con las palabra zorra y puta.

Medallas, fotos y cuadros están esparcidos a lo largo del espacio, todo, roto manchado o quemado.

—Salgamos y no dejemos que el humo se salga.

Me saca llevándome de vuelta a mi alcoba.

—Cuando llegue le diremos unas cuantas verdades.

—Avísame —me encierro en el baño y trato de contactar a Christopher no contesta, intento marcarle a Alex y recibo la misma respuesta.

Temo hacerle reclamo, porque la respuesta de seguro será un sí y no me va dar la opción de alegar porque cuando estás con él y algo no te gusta solo tienes dos caminos, aceptarlo y acostumbrarte o largarte y olvidarte de su existencia.

Me aferro al lavado llenándome de fuerza, si no me ha llamado es porque no han hallado cuerpos y en el fondo eso es un consuelo, y mientras él hace lo posible por rescatar a nuestra madre yo debo afrontar a su fantasma del pasado.

Lavo mi cara y me maquillo para no verme tan destrozada, analizo las ideas una y otra vez. Lo que diré y como la dañare, porque quiero partirla como ella conmigo, dejarla sin ganas de vivir y con ansias de otro exilio.

Tengo que restregarle lo perra que es y que, aunque tenga a mi novio a ratos no es más que la amante de un hombre que solo la ve como una zorra.

Quisiera dejar de llorar, pero lo de mamá me taladra una y otra vez.

—¡Está subiendo con Luisa! —avisa Liz.

Busco el periódico de esta mañana mientras se termina de cambiar.

—¿Lista?

Asiento y salimos rumbo a la escalera, la puerta del pasillo está abierta y desde mi punto escucho las maldiciones de Luisa.

Banner esta de espaldas y Rachel esta agachada sacudiendo las fotos que yacen en el suelo. Me recuesto en el umbral cuando levanta la cara mirándome con rabia.

—¿Te gusto la sorpresa? —habla Liz— De mí para ti.

Luisa se vuelve hacia nosotras con los ojos cargados de furia.

—Lo sé todo —hundo las uñas en la palma de mi mano entrando de un todo mientras Liz cierra la puerta.

— Suponemos que ahora que las cartas están sobre la mesa te coseras la maldita vagina y dejaras de meterte con penes ajenos —espeta Liz.

Dejo caer el enunciado del periódico de esta mañana, se yergue cruzándose de brazos y en parte odio que sea tan bonita y tenga delantera en eso, un punto a su favor que no me quita tanta ventaja porque tengo algo que ella no conoce y se llama decencia.

—Al principio sentí lastima por ti —trato de no llorar— Creí que él te había roto el corazón, pero analizándolo bien eres tú la que busca tropezar con la piedra una y otra vez.

—El problema no soy yo, linda —contesta tranquila— El problema es la piedra que tiene patas y le encanta atravesarse en mi camino.

—¡Eres una maldita perra! —se molesta Liz — Y crees que tienes la misma suerte de años pasados donde todos se morían por ti al no tener ningún tipo de competencia.

—No le termines de quitar el amor propio —interviene Luisa— Porque aquí no hay ninguna competencia y en vez de estar haciendo el ridículo frente a nosotras deberías enseñarle a tu amiga a alejarse sin quedar como una maniática patética.

—¿Para qué tu amiguita siga tirándose al hombre que ama? Tu propuesta tiene algunas fallas, Banner.

—Si te queda algo de decencia lárgate y no te metas en nuestra relación —le hablo a Rachel— Se va a casar conmigo y lo justo es que por primera vez en la vida actúes como la mujer decente que no eres.

—Abre los ojos —me pide Luisa...

—Ella no tiene que abrir nada, porque esta maldita zorra es la que no lo deja en paz.

—Claro, suponen que soy la calienta braguetas cuando él es el que me anda buscando desde que llegue. En el centro, aquí y en mi casa —empieza— No soy yo la que trepa árboles y rompe vidrios con tal de verlo, él es el que paga fortunas por verme y te deja tirada a ti con tal de venirse conmigo.

Se endereza y adopto la misma posición.

—Te ves ridícula haciendo esto, porque hagas lo que hagas no vas a borrar que me siga buscando.

Me va reduciendo y trato de buscar fuerzas de donde no las tengo.

—Le gusta lo fácil...

—Si, por eso te tiene a ti y no a mí —da un paso adelante— No tengo nada contra ti Gema, pero está contigo porque a mí se me da la gana.

—Oye tú aparte de perra eres descarada.

Liz se atraviesa y Rachel la ignora.

—¡Eres su juguete, la que le baja la calentura cada que le apetece un polvo rápido! —le grita mi amiga— ¡La ramera que solo da momentos que termina olvidando cuando vuelve con Gema!

Luisa empieza a ponerse roja y Rachel mantiene el mentón en alto cuando Liz le ruge a la cara.

—¿Alguna vez te hablado de un futuro que no sea volver a coger a las tres o cuatro horas? —indago apartando a mi amiga — No, ¿Cierto? Porque como dice mamá; "Al papel de amante se está condenado toda la vida"

Respira hondo y veo un leve quiebre en su armadura.

—Nunca podrás darle la calma, la paz y la tranquilidad que le doy yo. Por eso es que quiere estar a mi lado el resto de su vida.

—Tu calma siempre le pedirá a gritos mi tormenta —contesta— Y así como Stefan no calmo mi amor por él tampoco lo hará tu papel de señora Morgan... Cásate, ponte el anillo alardéalo que al igual estara pensando en mí cada que este contigo.

—¿En verdad quieres iniciar una guerra?

—Yo no tengo que pelear lo que ya tengo.

—No voy a darte el gusto...

Se encoge de hombros.

—Eso es problema tuyo, cada quien tiene una forma distinta de matarse y si la tuya es interferir en mis planes...

—Por un momento te considere mi amiga.

—Solo a ti se te ocurre eso sabiendo lo que se desata cada que estamos uno frente al otro...

Liz tira de mi brazo y la vuelve a encarar.

—Deberías rogar porque no te corte la cara de perra que tienes.

—No te tengo miedo —se defiende. 

—¡ZORRA DE MIERDA! —sigue gritándole Liz— ¡Incompetente poca cosa! ¡Adicta desahuciada! —mi amiga estalla— ¡Tú y tu puto apellido no son más que basura y no sabes cómo me voy a deleitar cobrándote cada una de las lágrimas de Gema!

Luisa intenta intervenir y Rachel la aparta.

—¿Terminaste? —inquiere— Lleva bien la contabilidad de las lágrimas de Gema, porque creo que no ha derramado ni la mitad de las que sé que se avecinan...

—Rachel... —Luisa intenta llevársela y Liz la empuja echándole mano a la navaja que carga en la chaqueta, blande la hoja y Rachel lleva la mano a su espalda sacando una glock 9 m.m.

El cañón queda entre las cejas de mi amiga que se queda congelada resoplando como toro embravecido mientras el corazón me retumba en el pecho cuando veo que lleva la mano al gatillo.

—Cuidado, Liz —le advierte ocultando a Luisa tras su espalda— Que yo no llegué donde estoy dejándome intimidar por ridículas como tú y mucho menos peleando por hombres, ni soñando con apellidos porque con el mío me sobra y me basta.

—¡Puta, puta y puta! —sigue gritándole Liz con el cañón pegado en la frente.

—Vociféralo, que se entere toda la central, porque no me importa —Rachel baja el arma— Digas lo que digas hagas lo que hagas voy a seguir tirándome a Christopher las veces que se me dé la gana.

Guarda el arma y tira de la muñeca de su amiga encaminándose a la puerta.

—Que tenga buena noche, señora Morgan.

Se despide y reviento en llanto. «Es una maldita» Y no sé por qué le temo al monstruo que termine de despertar.

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