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CAPÍTULO 43

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Tregua.

Rachel.

El agua se esparce por el parabrisa y dejo caer la cabeza en el asiento después de releer la última novedad de los reporteros de la FEMF.

"¿Es Gema Lancaster la próxima señora Morgan?" La joven de 25 años está dando de qué hablar al verse cada vez más comprometida con el coronel, valiente si tenemos en cuenta la serie de atentados que se han presentado los últimos días. La lista se va reduciendo y los tres coroneles; Kazuki Shima, Leonel Waters y Christopher Morgan son los únicos que no se acojonan"

Respiro hondo «Volvieron en un abrir de ojos» Tengo claro lo que me propuse, pero eso no quita que duela como una mierda. Christopher vive clavándome puñales a traición y daría lo que fuera por encontrar un artefacto que le destornille el cerebro y hallar las respuestas que tanto necesito «¿Que está pensando?» «¿Que quiere, que busca y dónde está dispuesto a llegar?

«No, nos desenfoquemos» Me digo mientras el taxi se aventura en la avenida a medida que la lluvia se intensifica, oficialmente soy una mujer soltera

«Como si no estuviera claro ya»

Stefan aceptó mi ayuda, dejo que lo llevara a casa y le enviará dinero a Miriam para el tratamiento de Ernesto,pero dejo las cosas claras entre los dos.

Y es lo mejor, entre más lejos lo tenga a él y a Bratt más rápido podré enfocarme en mis objetivos sin tener que salpicarle mierda a nadie «Exceptuando a Gema» Ella es más masoquista que yo, y como me ha pasado a mí la terquedad le cobrará caro. Reitero que no es personal, es solo que esta en el momento y sitio equivocado.

Mi objetivo es sencillo: Enamóralo, enloquecerlo, bájale los humos demostrando quien manda y luego aléjate dejándolo con la herida abierta.

Me largare a ser feliz sola o con otro. Si muchos dirán que es un plan de estúpida descerebrada que no tiene nada que hacer, pero eso soy desde que me enamore de ese imbécil.

El coronel es ese hombre que veo a metros y aun así digo, "Hay va el amor de mi vida" Creo que todos tenemos una persona así y dichosos los que la tienen al lado, yo quiero que él me vea y piense lo mismo, algo me dice que ya lo hace, pero quiero estar segura.

No es el super logro, pero algunas que no marcamos territorio si no personas. Es como quemar fuego con fuego derretirnos tanto y que en últimas tengamos que darnos la espalda y decirnos "¡Basta!" Ya lo vivimos, sentimos, dañamos. Solo dejémoslo así y él se ira con otra, así como yo me iré con otro porque, aunque la mayoría de las despechadas digan que se van a quedar solas, siempre llega ese alguien que se posa a tu lado demostrándote que el amor no es tan mierda como lo pintan.

Gema será su consuelo, vivirá con ella sabiendo que le quedo grande tenerme a mí y así este aquí en Arizona, Sudáfrica o la Conchinchina seré ese sello que le recordara todos los días que amo fue humano y se desvivió por mí como yo me desviviré mil veces por él.

Volveré a partir y deberá quedarse lamiéndose las heridas viéndome como el viejo enemigo que decidió bajar la bandera cuando lo vio lo suficientemente dañado.

¿Lo quiero? Si, con cada latido de mi resentido corazón, pero este tipo de amor no suele acabar bien. O te termina matando o doliendo tanto que se vuelve indestructible y para eso hay que sacrificar; lágrimas y lamentos, y yo ya estoy harta de eso. Ahora solo voy a cerrar los ojos y disfrutar la caída al vacío.

Hablo tres minutos con la persona que me espera en mi próximo destino, la madre superiora no está en el centro, los obispos no dan señales de vida desde el domingo y la servidumbre se la pasa más escondida que ayudando. Algunas se levantan temprano cumplen con lo suyo y vuelven a encerrarse.

El taxi se detiene, pago y saco el paraguas encaminandome a la torre residencial donde me esperan en la entrada.

El chico baja los dos escalones ofreciéndome el brazo para que suba.

—Mi teniente —me saluda Tyler.

—¿Dónde está?

Sigo a la recepción, esto es uno de mis tantos planes suicidas porque solo a mí se me ocurre provocar al lobo entrando a la jaula con la manzana de la discordia.

—Lleva tres días encerrado —me dice—No contesta el móvil y cada que entramos asegurarnos de que está bien nos saca a patadas. Le avisamos al ministro y dijo que lo dejáramos, que lo único que debe importarnos es que vuelva el domingo al centro.

Tiene que volver. El lunes inician la verdadera campaña electoral y deberá sumar mérito para cogerle ventaja a sus contrincantes. Y para eso debe ponerle fin a la misión que tiene en mano.

—Ok —digo decidida— Ábreme la puerta, quiero verlo.

—¿Está segura? —duda— Lo vi ayer y...

—No vine hasta acá para entrar en dudas, así que por favor ábreme la puerta.

Gema, Patrick, Bratt y Simón están dando la cara en Oxford, Cristal les pidió que se hicieran presentes en un encuentro de centrales, una plenaria o algo así, no entendí muy bien que era solo supe que era el viernes y se los llevo con el fin de sumar puntos en la campaña.

—Make no estuvo de acuerdo cuando se lo comente —Tyler me guía al ascensor —Sin embargo, le haré caso a usted porque estoy preocupado.

Subimos a la última planta y se acerca corriendo a la puerta. Saca las llaves nervioso y tira de mi brazo para que entre.

—No le diga a nadie que la ayude.

Entramos, me quito el abrigo y dejo suelto el bolso, la sala está vacía y las luces están apagadas.

—Christopher —lo llamo y no recibo respuesta.

Me doy cuatro cachetadas mentales creyéndome mi papel, esto es disputa segura, confrontación de dos que terminará en dardos cargados de veneno y cama, porque siempre resolvemos todo en la cama.

Vuelvo a llamarlo y sigue sin contestar, subo a la segunda planta y no está en la habitación.

—Christopher —nadie contesta.

Ladran en el despacho y me aferro al pomo de la puerta abriendo con cuidado.

Una ráfaga de viento me acaricia la cara y el olor alcohol me invade las fosas nasales. Todo está en tinieblas, a tientas busco el interruptor y...

—¡Christopher! —me voy contra el hombre que tiene la cabeza tendida en el escritorio.

Hay vidrio y papeles esparcidos en el suelo, una botella de whisky goteando en la alfombra y Zeus le está ladrando a su amo.

Para las orejas cuando me y le lame la mano a Christopher como si quisiera llamar su atención. Todo se me revuelve de solo imaginar el tiempo que lleva estando así.

No quiero respirar, la angustia me vuelve torpe y no sé cómo despertarlo o por donde cogerlo.

—Christopher —lo sacudo acomodándolo en la silla.

Se tomó todo el puto minibar, vuelvo a sacudirlo de los hombros, le reviso las pupilas y está a nada de caer en un coma etílico, pero ¿Qué le pasa a este hombre?

El desespero me abarca, tiene fiebre y por más que lo llamo no despierta, saco el móvil para llamar los escoltas y...

Gruñe echándose hacia atrás y estira el brazo sobre la mesa tratando de alcanzar la botella que yace en la mesa.

La alejo y se voltea sujetándose la cabeza entre las manos.

—Teniente James —arrastra la lengua para hablar— Que sorpresa volverla a tener en mis aposentos.

—¿Quieres matarte? Joder, ¿Cómo demonios se te ocurre tomar así?

—Ese no es tu problema —intenta levantarse y las piernas no le resisten.

Qué plan ni que mierdas, no puedo serle indiferente estando en un estado tan deplorable. Tiene barba de varios días, la camiseta salpicada de alcohol y manchada de sangre por la herida que tiene en el hombro.

—Necesitas un médico —le alzo la playera, las vendas están sucias, ni siquiera se las ha cambiado— Ven...

Niega.

—No necesito ningún médico —se recalca en la silla— Solo necesito mi whisky...

Estira el brazo de la herida y grita preso del dolor, Zeus se impacienta e intenta lanzársele encima y debo ordenarlo que se siente.

No me gusta lo que veo, Christopher esta pálido, sudando y se ve demasiado distante.

—No quiero que los escoltas te maltraten la herida, así que trata de apoyarte en mí para que pueda llevarte al hospital.

—¿Ahora si te preocupa? —tuerce la boca en una sonrisa— Pero cuando me enterró el arpón, no...

—Estabas con Gema.

—¡No era a Gema la que necesitaba!

Aprieta los ojos como si le doliera demasiado la cabeza.

—¡Vienes tres días después...! —me grita— Después de que se recupera él viniste, por mí, porque siempre hay prioridades en tu maldita lista de idiotas...

Es mejor que no altere la cosa, no podemos sostener una discusión en ese estado. Se ve fatal, tiene alcohol hasta en la última célula y me da miedo que le pueda dar un infarto, parálisis o algo parecido.

—¿Ya cogieron a modo de reconciliación? —se apoya en la mesa a la hora de levantarse.

Guardo silencio.

— ¡Contéstame! —inquiere— Sabes que no me molesta, que no me duele...

—Lo mejor es que me vaya...

Se aferra mi brazo cuando intento darle la espalda.

—Deja que te lleve al hospital —pongo la mano sobre la suya— Mírate —trato de que no se me asomen las lágrimas...

Va subiendo por mi brazo hasta llegar a mi nuca. Nunca lo había visto así, tan transformado.

Ya no es solo ira, ahora hay... ¿Dolor? ¿Angustia? No sé lo que hay, pero nunca me había mirado con el rostro cargado de tanto desespero.

—Necesito que me contestes...—acerca la cara a mis mejillas— ¡Que me digas si...!

—¡No, no somos nada! —contesto en el mismo tono— Christopher...

—Quédate —me lleva contra él...

Lo abrazo, no me contengo y termino en sus brazos.

—No huyas esta vez... —me susurra.

El corazón me cuelga en un hilo, quiero ser fuerte, pero no puedo. No así sabiendo que esta tan mal.

«Stop» Esto me está pidiendo un pare de emergencia. Reparo su brazo, la herida le sigue sangrando y le falta poco para irse de bruces contra el piso.

—Llamaré al médico — saco el móvil y me lo arrebata de las manos.

—No necesito público —se tambalea.

Alcanzo a sujetarlo, su peso me obliga a retroceder y me las apaño para sacarlo de este ambiente tan hostigante.

Apesta alcohol y no es fácil guiarlo teniendo en cuenta que mide casi uno noventa de estatura.

Logro arrastrarlo hasta la cama, se niega acostarse y no para de pedir whisky.

—¿Cuánto llevas tomando? —le quito los zapatos, supongo que se necesita una buena cantidad de alcohol para dejarlo así.

Lo he visto ebrio, pero en el punto donde el alcohol lo vuelve prepotente tornándose como un grano en el culo. «Fastidioso»

Vuelvo a tomarle la temperatura y está ardiendo en fiebre, tiro de su playera y reviso la herida con más detenimiento. La zona esta roja e inflamada.

—¿Has tomado los antibióticos? —voltea el rostro a la mesita de noche que está llena de píldoras.

—Quiero embriagarme no matarme —no le da tregua al sarcasmo.

Tengo que limpiarle la herida y meterlo en la bañera para que al menos le baje la fiebre mientras se le pasan los efectos del alcohol.

Lo dejó recostado en el cabezal y me voy al baño a llenar la bañera.

—Ven —vuelvo a levantarlo soltándole el vaquero.

—Oye... —detiene mis manos— Al menos bésame primero que no soy un chico fácil.

Acerca la boca a mis labios.

—No te voy a besar oliendo a alcohólico.

Se ríe y tiro de los pantalones hasta abajo con todo y calzoncillos, no estoy para distracciones así que evito mirar su mayor atractivo. Lo siento en el borde dela bañera, hasta moverle un brazo es una tortura porque pesa como una mierda.

Con dificultad logro meterlo y se niega a soltarme cuando trato de ir por la ducha de mano.

—Me siento solo aquí —dice.

—Cómprate un jacuzzi más pequeño.

Deja caer la cabeza en el mármol y aprovechó para tomar el móvil y llamar a Laila tiene ciertos conocimientos de enfermería.

No me contesta.

Volteo a ver a Christopher y está mirándose las manos untada de espuma «Solo espero que el alcohol no lo haya dejado retrasado»

Parece un pequeño indefenso... Alza la cara y el rostro de niño se transforma con una pervertida sonrisa.

—Esto está muy aburrido —dice— Ven y jugamos un rato.

—Ja —tomo la ducha para empaparle la cabeza.

—No seas aguafiesta, el momento esta para jugar al papá y a la mamá.

—No creo que tu aparato reproductor sirva para eso ahora.

—Pruébame.

Echa la cabeza hacia atrás dejándola en mis piernas todavía tiene moretones en la cara por las últimas peleas. 

—¿O te da miedo?

—¿Ahora jugamos a las apuestas?

—Si, apostemos a quien se tira primero el otro, lo bueno es que no hay perdedores porque ambos saldremos beneficiados.

Contengo la risa.

—Ya estamos a mano.

—¿Con que?

—Ya hiciste tu show de ebrio como yo el día que vine a buscarte.

—No hay punto de comparación —arruga las cejas— Yo no vomite a tu perro, estaríamos a mano si me dejaras vomitar a Stefan.

—Déjalo en paz —lo regaño y rueda los ojos.

Me echo una buena cantidad de shampoo y lo esparzo por su cabello, me deslizo abajo pasando las manos por los pectorales y los cuadritos de su torso.

—Más abajo —sonríe con malicia— Te conoce y no va a morderte.

Quien lo ve no lo conoce, de hecho, pensé que no tenía lado divertido. El agua fría lo despabila un poco y no me toca arrastrarlo tanto a la hora de sacarlo de la bañera.

Logra mantenerse en pie mientras lo seco y le amarro una toalla alrededor de la cintura.

Lo llevo al lavado sentándolo en el retrete, echo crema dental en el cepillo y sin discusiones abre la boca para que le cepille los dientes «No lo reconozco» Es como si por primera vez hiciéramos lo que hace una pareja común, pueda que para él sea normal que hagan este tipo de cosas por él, pero para mí es esa tregua que me lo entierra más adentro.

Escupe la espuma y vuelve abrir la boca. Podría decir que me gusta este modo, pero en cierta parte me molesta que beba, a largo tiempo se puede convertir en una dependencia y las dependencias no son fáciles de lidiar.

Se apaga por un momento, deja de lado el modo sarcástico y solo se queda con la mirada ida moviéndose por inercia. Término y vuelvo a llevarlo a la cama, se lleva las manos al hombro quejándose del dolor.

La herida necesita atención, esperar que acceda ver un médico mañana sería inútil porque si no lo logre estando en los pocos minutos que estuvo dócil tampoco será estando en su cinco sentidos.

Busco el botiquín y me pongo a curarle la herida. Me costó asimilar que fue Stefan, soldado chef no es hombre de rencores, solo es una demostración de que hasta el más noble estalla cuando lo pinchas en el sitio correcto.

—Si habrá show de enfermera exijo que sea con un par de ligueros.

—No estoy en servicio —me siento a su lado siguiéndole la corriente— Y los días laborales solo estoy dando show de cabina.

—Entiendo —se ríe— De esos que valen 60 mil dólares.

—Exacto.

Le limpio la herida.

—¿Qué es lo que tanto quieres ahogar en alcohol? —pregunto pasando la gasa por su piel.

Sonríe de medio lado.

—Te lo diría, pero sería un insulto para mi orgullo.

Sigo con lo mío hasta que me toma de la mano para que pare.

—¿Te duele? —pregunto.

—¿Que? ¿La herida o que volvieras a preferir a otro antes que a mí?

La oración me deja sin habla, este es el Christopher que nunca se calla las verdades.

—Si Rachel, ebrio también digo lo que no puedo decir estando sobrio, una mala costumbre que adquirí de ti.

Sube la mano a mi nuca llevándome a sus labios.

—Bebí por rabia, porque es aquí donde tenías que estar en un principio no sintiendo lastima por otro.

—Tú tienes a miles y él no tiene a nadie.

—¿De qué me sirve tener a muchos si no tengo lo que realmente quiero? —percibo el tinte de ira en su voz— Me jode, me jode que...

—No te demuestre que eres el centro de mi mundo —termino la frase por él.

Es tonto, porque lo es. Solo que él mismo me enseño que con él; Te pones la armadura o acostumbras al dolor que causan sus heridas.

—¿No lo soy? —me mira y veo un atisbo de inseguridad en su máscara de indiferencia— Ya no acabas con medio hospital para verme.

No tiene idea de lo que me costó no ir a verlo, pero tiene que ser así. Debe entender que no puede tenerme cómo y cuando quiera, sería la misma de antes y si lo hago volveré a caer como siempre.

Solo hoy, cuando sé que no se acordara de nada mañana, puedo darme la opción de amarlo como me gustaría hacerlo siempre. Ahora en este modo donde presiento que no terminaremos en contienda y será uno de los pocos recuerdos llenos de paz que tendré.

Termino de curarlo y se deja caer en la cama cuando me levanto, distingo la duda en sus ojos, el tipo de reacción que he tenido yo cada que sabía que debía verlo partir y no podía decir nada para que se quedará.

Me saco los zapatos con un puntapié tirando del borde de mi playera y bajándome el pantalón. Vine a quedarme, ese era mi plan desde que salí de casa y me aferré a el cuándo estábamos en el baño.

Me libero del sostén y vuelvo a la cama posándome a horcajadas sobre su cintura.

Soy yo la que lo besa mientras su mano libre viaja por mi espalda y aferro las manos a su cuello, absorbiendo su boca y deleitándome con el sabor de sus labios.

Si disfrutas besar al que te gusta imagina lo que es besar al que amas.

Un beso con un leve sabor a whisky donde mi lengua busca la suya y mis dedos acarician su cabello.

—¿Me quieres? —pregunta contra mi boca.

Se tensa cuando niego y vuelvo a besarlo en los labios.

—Yo no te quiero —bajo por su cuello— Yo te amo.

Sonríe, de forma auténtica. No hay sarcasmo ni ironía, una sonrisa feliz que me derrite y recuerda lo mucho que me gusta verlo así.

Se acuesta llevándome con él ubicándome a su lado iniciando una tanda de besos húmedos que van subiendo la tensión del ambiente.

—No ahora —el alcohol, la herida, la fiebre no me parece conveniente rematar con una dosis de adrenalina por el sexo apasionado— Deja que el hombro descanse.

Se nota a leguas que está muerto del cansancio por la manera en que tomó es obvio que lleva horas sin dormir.

Se lleva uno de mis pechos a la boca  jugando con el piercing de mi ombligo.

—Christopher... —baja la mano al interior de mis bragas.

—Siénteme —recuesta la polla a mi pierna— Y mírate frota la humedad de mi sexo.

¿Para qué carajos me desvestí? Intenta montarme y lo aparto dejándolo en su sitio.

—Sabes que no dormiré así.

—No dormirás así.

Escondo la cara en su cuello deslizando la mano a su entrepierna, aferrando los dedos a la polla erecta que palpita y no me deja cerrar los dedos. La agito, las venas se remarcan mi palma dejando que disfrute y me deleite con su relieve, con la potencia que emana y el calor que desprende. Mis dientes atacan el lóbulo de su oreja a medida que lo consiento con una masturbación suave que se va acelerando cuando se tensa. Sus dedos juegan en mis bragas acariciando mis labios y hundiéndose en mi interior.

Despacio, jadeando y moviéndose con destreza. La saliva se me torna liviana, el corazón me galopa en el pecho y mi sexo destila los jugos de mi excitación.

Me quita las bragas mientras su miembro sigue en mi mano duro, creciendo demostrando que el dolor ni el alcohol son problema a la hora de demostrar su virilidad.

La siento tan grande y potente que mi garganta empieza aclamar y morirse por saborearla, los labios me cosquillean ansiosos por rodearla y lo hago, abro las piernas sobre su abdomen dándole la espalda y prendiéndome de su glande como la niña pequeña que saborea su golosina favorita.

Me llena la boca, es grande y los primeros segundos me cuesta manejarla, pero esta tan deliciosa que mi boca la engulle, mi lengua la lame y mi garganta la recibe con gusto. Me echa las caderas hacia atrás corriendo mi sexo hasta su boca obligándome agachar la espalda y ofrecerle mi coño. Con una sola mano palpa mis glúteos, abriéndolos e introduciendo los dedos en mi canal, me gusta el juego; La confianza y saber que pese a no ser pareja nos entendemos tanto al nivel sexual que no hay pena, tabúes ni restricciones.

Solo disfruto de lo bien que se siente prenderme de su miembro mientras él se atreve a lamer mis pliegues, a morder mis labios vaginales y estimular mi clítoris con su lengua.

—Deliciosa —me lame, su lengua juega con mi clítoris en tanto mi garganta engulle su falo venoso, chupo alternando entre despacio e intermedio mientras él ataca con lamidas frenéticas que me suben a un candente éxtasis. Cada que se aferra a mis glúteos para que me acerque más a su boca.

Ambos jadeamos, pero soy la única que se ve obligada a soltarlo cuando empuja mis caderas hacia atrás dando lametazos tal animal sediento.

Aferro las manos a la sabana, el morbo, el ambiente su lengua estalla mi orgasmo y él relame saboreando hasta el último jugo.

Los brazos me tiemblan, la mente se me aclara y mi garganta se niega a dejar la tarea, vuelvo a tomarla lamiendo el falo, la corona, arremolino de nuevo saboreando el miembro que tanto me  complace. 

—Nena... —dice con un jadeo ahogado, su advertencia no me importa sigo lamiendo y empujándola hasta el fondo hasta que el tibio líquido de su eyaculación me empapa la garganta.

Lo paso y vuelvo a su lado posando la cabeza en su pecho, sintiéndome, llena plena y feliz.

El sexo no lo es todo, pero, joder, no neguemos que da alegría infinita. Me estrecha contra él y entrelazo mis piernas con las suyas, su cabeza reposa sobre la mía y lo abrazo con fuerza.

Mio, podrá tener a otras, pero siempre será mío y aunque muero porque lo diga en el fondo tengo la certeza de que es así.

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Christopher.

El dolor en el hombro se esparce cuando me muevo, igual o peor que el martilleo que me invade la cabeza, me arde la boca del estómago y me mareo cuando intento levantarme. Miro a mi derecha y solo hay sábanas arrugadas.

Me cabrea, la rabia me atropella y me levanto de golpe encaminandome a la ducha. El agua fría es un reanimador que me invade las fibras mientras intento recordar la noche anterior, ¿Estuvo aquí ? ¿Estaba tan ebrio que solo lo imagine?

«No, dormí con alguien» Lo sé no estoy tan loco como para ponerme a fantasear, me froto los ojos y salgo a lavarme los dientes ¿Y si fue Gema? No, Gema no trae sensaciones tan gratas.

«El hombro» Me duele, pero la herida esta con gasas nuevas. La ira vuelve a invadirme cuando recuerdo los besos en la cama y el oral de dos.

«Vino, pero se fue» ¿Quién se cree para darme migajas? Salgo, me coloco una sudadera y me encamino al pasillo en busca de agua para beber un analgésico.

Hay risas abajo, acelero el paso en la escalera encontrándome con mis escoltas en la primera planta, unos se quedan callados y dos más siguen riendo en la cocina.

Me asomo y me quedo inmóvil cuando veo a Rachel muerta de risa bromeando con Tyler y Make.

—Nunca había tenido un jefe con genio de Grinch —se burla Tyler— Hasta que me tope con este que odia más a la gente que a la navidad.

Un escolta tose, Make se vuelve hacia la estufa y Rachel trata de contener la risa.

—Es una fusión del duende malvado con el veneno de la hiedra venenosa —se sigue burlando

—Tyler —carraspea Make.

—No tienes que ser hipócrita —continua— Es un maldito loco, te juro que pensé que era un desquiciado cuando lo conocí.

—¡¿Disculpa?! —espeto molesto.

—Se dice buenos días —se ríe Rachel mientras el color abandona la cara de mi escolta.

—Co...Señor... —balbucea alisandose el traje y poniéndose de pie— ¿Cómo amanece?

—¿Qué es esto? —increpo mirándolos a todos— ¿Convención matutina?

Todos se posan firmes.

—¡Largo de aquí, les pago para que trabajen, no para que tomen mi casa de restaurante!

Se apresuran a la puerta.

—¿Puedo...? —duda Tyler señalando la mesa— ¿Llevarme las tostadas? No alcance a...

Aprieto los puños para no ahorcarlo.

—Mejor... No —se va.

Rachel sale de la barra y apartó los ojos de sus piernas desnudas cuando viene hacia mí seguida de Zeus.

—¿Cómo está el hombro? —me besa los labios.

—¿Qué haces aquí? —no sé porque tengo rabia, de seguro porque se estaba pavoneando con esa camiseta que tapa lo mínimo y hace obvio que no tiene sostén ya que mis ojos no dejan de enfocarse en los pezones que se marcan en la tela— No me gusta que distraigan a mis hombres.

—¿A los soldados o a ti? —le aparto la mano cuando intenta tomarme el mentón— No empieces con insultos, mataron a otro candidato y tenemos que ir al funeral.

—¿Tenemos?

—Si —rueda los ojos— Cristal hizo que se fuera todo el mundo, supuso que te verías mejor estando acompañado ya que así no te ves como un hijo de puta solitario.

—¿Y tú te ofreciste de voluntaria?

—No tenía nada que hacer —se encoge de hombros— Pero no tengo problema en irme y dejar que Brenda o Parker te acompañen ya que son los únicos disponibles.

Pasa de largo y mi cuello se gira pegando la vista al voluptuoso trasero que tiene. ¡Estimulante puro! Que me quita la ira en un dos por tres. La sigo, mientras camina con el móvil en la oreja, cruza el umbral de mi habitación y se deja caer en mi cama.

Zeus la sigue echándole la cabeza en la espalda. Esta hablando con Luisa y opto por irme al baño evitando tentaciones.

Me afeito mientras ella habla tendida en mi cama, no sé porque no cierro la puerta y me pongo a verla desde el lavado, mi cerebro suelta un recuerdo relámpago donde me veo comiéndole el coño mientras estaba prendida de mi miembro.

La cuchilla me corta y apuro la tarea para no cortarme la garganta, debería estar preocupado por la muerte del candidato y estoy pensando en lo mucho que me gusta ver el escandaloso culo que esta sobre mi cama.

Se voltea y estira cuando nota mi presencia dejando el  borde de la playera sobre su ombligo, la raja de los labios de su sexo se marca sobre la tela de encaje.

«Tentativo»

—Vamos a cambiarte la gaza —se pone de pie— La herida no se veía bien ayer.

—Puedo hacerlo solo —trato de despabilar las neuronas.

—Eso no parecía ayer cuando traías la playera salpicada de sangre.

Ubica mi mano alrededor de su cintura.

—No te necesito...

—Eso no dijiste anoche.

—Estaba ebrio.

—¿Y ahora? —me rodea el cuello con los brazos— Te veo sobrio y no me has pedido que me vaya.

—¿Qué pretendes?

—No sé tal vez quiero que el mundo arda, es lo que pasa cada que estamos juntos ¿No?

Me pone cachondo cuando empieza con los juegos de chica mala.

Roza nuestros labios respirando en mi boca.

—¿Quiere que me vaya coronel? —vuelve a preguntar.

¿Que se vaya? ¡No! Yo no soy como ella que le encanta ponerse hacer sacrificios innecesarios, por muy clara que haya dejado las cosas no voy a perder la oportunidad de disfrutarla.

—Hagamos una tregua y disfrutemos, aunque sea por un par de horas.

«Un par de horas» Yo no quiero horas, quiero días, meses años teniéndola sin tanta pelea cada que queremos follar. Parecemos gatos que intentan matarse cada que van a coger.

—¿Si o no?

Poso la mano en el centro de su espalda pegándola contra mi pecho, su boca se abre recibiendo mi lengua con un beso caliente donde nuestras lenguas se cruzan mientras me le como los labios.

Mi miembro se levanta y me detiene cuando intento empujarla a la cama.

—Tienes que comer algo primero.

—Te voy a comer a ti —se rehúsa cuando vuelvo a empujarla.

—Ven —me toma de la mano llevándome de vuelta a la cocina.

Hala una de las sillas del comedor sentándome y yéndose a la estufa para servirme el desayuno.

—¿Si sabes cocinar? Por qué los desayunos que haces en el centro no son muy apetitosos que digamos.

—Digamos que cocino según mi temperamento y hoy estoy un poco calmada.

Vuelve con un plato de frutas, pan y café con crema, se posa a mi derecha y no pierdo tiempo a la hora de meterle la mano bajo la camiseta acariciándole los glúteos.

—Te ves hambriento.

—¿Eso crees? —tiro de su mano posándola sobre mis piernas y vuelvo a besarla mientras se abre de piernas sobre mí.

—Primero lo primero —pincha la fruta dándomela en la boca— Hay premio si te lo comes todo.

—No soy un niñato.

—Ummm, pues que te las pases prendido de mis tetas me demuestra todo lo contrario.

Meto la mano bajo la camiseta palpando las preciosuras que le adornan el pecho.

—Abre —sigue dándome fruta dejando que toque lo que quiera.

Para cuando termina estoy como un tren, solo medio corro la silla para poder moverla a mi antojo. Me pone al cien y hace que me olvide de las promesas que me impongo, es demasiado tentadora como para ignorarla y debo reconocer que llevo semanas queriendo esto. Un puto momento sin problemas, forcejeos ni disputas.

Empieza a besarme y llevo las manos al borde de la camiseta que cae en el suelo y me da vía libre para prenderme de lo que tanto me gusta. Empiezo a lamer suave las aureolas y los pezones rosados que se ponen tiesos bajo mi lengua, mis manos recorren sus muslos hasta llegar a su empapada tanga y mis dedos no se contienen a la hora de meterse por los bordes y acariciar su sexo con avidez.

Se relame los labios y los atrapo con mis dientes cuando se refriega en mi entrepierna. Me estoy untando tanto de esto que no sé a dónde voy a parar, saca todo mi instinto animal y cada vez me cuesta más controlarme.

Se supone que debo decir que no, que no me interesan las treguas y lo mejor es que se largue de mi casa, pero estoy a nada de empotrarla contra la mesa.

—Voltéate —ordeno y no duda en hacerme caso.

¿Como no pensarla, distraerme y desearla? Si es un elixir de excitación, respiro en su nuca separando las rodillas para que abra las piernas mientras le invado el coño con los dedos. Juego con sus pliegues cuando posa la cabeza en mi hombro mientras mis dedos disfrutan de la sensación aterciopelada que me brinda su humedad.

Jadea cuando introduzco dos dedos en su canal y eso es orden suficiente para empujarla hacia delante y sacar la verga erecta que amenaza con explotar.

Quiere voltearse, pero vuelvo a dejarla de frente, quiero complacerme con el espectáculo que me da su culo cada que la monto.

Baja mientras mis manos se aferran a la cara interna de sus muslos abriéndola más para que el dolor sea más llevadero. , su canal cubre desde mi glande hasta mi tallo empapándome hasta el último centímetro.

—¿Duele? —niega y eso es orden suficiente para sujetarla de las caderas mientras salta sobre mi polla, adrenalina pura que me reitera porque soy como soy, porque no pienso cuando de ella se trata y porque sería capaz de encerrarla aquí para que hagamos esto hasta el fin de los días.

Su gemidos son música para mis oídos, somos tan anatómicamente perfectos que no le estorba mi grandeza, por el contrario, lo disfruta y se la refriega en el canal que se expande con cada arremetida.

Sus pechos parecen hechos para mis manos, las llena y es un deleite tocarla porque sé que estoy con una verdadera hembra. Hembra que es mía.

No es mujer para otros, es mujer para mí porque cualquiera no soporta el voltaje que emana, cualquiera no le brindara la dosis de éxtasis que le brindo yo y a la que está acostumbrada.

Con otros tiene que acoplarse y a mí esta acoplada desde que nació.

No la cambie simplemente le mostré lo que era.

Hundo las manos en su cabello aferrándome al nacimiento de este, atrayéndola hacia a mí sin dejar de cabalgar. Me ofrece su cuello y mi lengua no se resiste a darle lo que quiere, el vómito verbal vuelve a avasallarme soltando lo que se supone que no debo decir. El éxtasis, el deleite, ella. Solo ella es capaz de...

—Si quieres que el mundo arda así estoy dispuesto a darte una antorcha para que lo quemes las veces que quieras.

Jadea sin dejar de moverse. 

—Lo digo y lo reitero—le susurro— A mí no importa dañar al que tenga que dañar con tal de tenerte así.

Saca mi polla volteándose de golpe.

— Stefan, Bratt, Antoni —sigo— A todos me los llevo con tal de tenerte abierta de piernas sobre mí.

—¿Y Gema?

—Que parte de todos ¿No entiendes?

Sonríe con malicia, subiendo y bajando sobre mi polla, cabalgándome mientras sus senos brincan y su cuerpo suda preso del éxtasis.

El orgasmo nos toma a los dos, sus jugos me empapan mientras me derramo en su interior.

—Vamos a la cama —dice con la cara enterrada en mi cuello.

«Tregua: Detención o suspensión temporal de una lucha o de una guerra» En algunos lados es un momento de paz y yo no estoy en eso.

Mi lengua no deja de pasearse por el abdomen que yace en mi cama con los brazos sobre la cabeza mientras subo a su boca y le rozo los labios.  se supone que me curaría la herida, veríamos una película y descansaríamos para luego ir al funeral del candidato que mataron «Cosa que me vale tres tiras de mierda» Yo solo quiero quedarme en la cama con la mujer que tengo abajo y estoy embistiendo mientras jadea en mi oído.

Eyaculo por tercera vez en su interior y me aparto para darle un poco de aire.

—Si sigues así voy a quedar embarazada de quintillizos.

—Es un número muy bajo para un semental como yo —le aparto el cabello de la cara besándole la boca— Yo diría que dieztillisos

—Eso no existe —se burla.

—Yo no estaría tan seguro con tantas ganas cualquier cosa puede pasar.

Suelta a reír.

—Usas anticonceptivo, ¿Cierto?

—¡Oh! —finge sorpresa— La pregunta que pensé que harías antes de forzarme en mi apartamento.

—Yo no te forcé, sabía que querías y te di una pequeña ayuda. 

—Debo agradecer ahora o...

—Responde la pregunta —le aprieto las caderas.

—Si uso anticonceptivo coronel y dígame que al menos usted es precavido con su vida sexual porque no quiero tener las dudas que surgen cuando se anda con un promiscuo como usted. 

—Siempre uso preservativo si es lo que quieres saber.

—¿Siempre?

—Contigo no... Tómalo como un lujo o bonus que no tiene cualquiera —le guiño un ojo.

—¡Por Dios! Siento que acabo de ganar un Oscar.

—Un Oscar no, pero otra cogida sí.

Mi teléfono no para de sonar. Gema, Marie, Sara el ministro, Cristal, Patrick a todos los ignoro enfocándome en el sexo placentero que me brinda la teniente James, el sexo no es solo meterlo y eyacular. Tocarla y hacer que se corra jadeando mi nombre también lo es, deleitarme con sus pechos y morbosearla, besarla estando desnuda y arriba de mí, todo hace parte del léxico de mi diccionario sexual que define lo que hago con Rachel James.

Dormimos una ahora, despierta y logra convencerme de que vayamos a la ducha a "Bañarnos para salir" terminamos cogiendo contra las baldosas. Como me gusta, de espaldas y disfrutando del espectáculo que me da su trasero.

La salida queda en el olvido terminamos tan agotados que volvemos a la cama, el alcohol de ayer repercute contra mí y vuelvo a quedarme dormido cuando toco la almohada y abraza dejando la cabeza en mi cuello.

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Despierto solo, casi a las seis y con el móvil lleno de mensajes. No me molesto en llamarla porque no está, la tonta nota de la mesita lo dice todo.

"No lo distraigo más coronel. Gracias por la tregua"

La arrojo a la basura y me encamino al baño, si salgo así llegaré el puto funeral con cara de recién follado.

El mal genio me pone la saliva amarga y termino vistiéndome de mala gana y borrando los mensajes que me envió medio mundo. Alex esta histérico y bloqueo su número para que deje de joder.

Tyler me entrega las llaves del auto cuando salgo y mis escoltas se ponen alerta montando el perímetro y abriéndome paso en el tráfico de Londres. Hay embotellamiento por la lluvia «Aquí llueve a cada nada»

Me estaciono frente a la funeraria y Make me abre la puerta cuando salgo cubriéndome con una sombrilla.

Lo aparto hoy todo me hace estorbo, no dejo de pensar en la nota. O sea se fue como si fuera algún idiota del que no puede despedirse como se debe.

Subimos los cinco escalones del edificio y las puertas corredizas se abren para recibirme, mis escoltas me acompañan en el ascensor

Las puertas vuelven abrirse cuando llegamos al piso donde velan al general, lo primero que veo son los ojos de Alex acribillando mientras tensa la mandíbula.

Las personas no disimulan la ola de murmullos, ¿Y así pretende ser candidato? «Todavía tiene secuelas de los golpes que le propinaron en la pelea» «Llega a la hora que le place porque siempre hace lo que se le da la gana»

Que se joda todo el mundo, no iba a dejar de coger por venir a ver un montón de ancianos.

—Debe dar el pésame, señor —Make me indica con la cabeza el sitio de la viuda.

—Chris —se me atraviesa Gema— ¿Dónde estabas? Llevo tres días con el móvil en la oreja y no se te daba la gana contestar.

—Estaba ocupado —volteo a la dirección de donde salió y veo a Patrick con Alexandra, Simón, Luisa, Bratt, Parker, Liz, Laila y Brenda.

—Tu papá está furioso y tuvo que mandar a traernos para que la central no quedará mal a causa de tu incumplimiento.

—No estoy para regaños.

Me abro paso entre la gente acercándome a la viuda.

—Lamento su perdida —me acerco a la mujer que está en un mar de lágrimas en los brazos de su hijo.

Medio asiente y me alejo. 

Alex se acerca y me voy alejando con disimulo. Veo a Rachel en una de las esquinas

«Maldita» Se ve provocadora incluso estando de luto. Me rehúso a quedarme, mi deber es llevarla a mi casa y arrancarle el enterizo que trae, untar mi almohada de su maquillaje y desordenar ese cabello suelto.

Se le acercan por detrás y creo haber visto la cara antes, mi mente no la localiza así que me acerco y ella codea al hombre para que deje de hablar. Maldigo a Gema cuando se me viene detrás.

—Coronel —Rachel me saluda como si no hubiésemos estado follando hace un par de horas.

—Dale las gracias —me dice Gema— Acato la orden del ministro y vino a salvarte el culo.

Ignoro a Gema y me enfoco el hombre que acompaña a Rachel.

—Tú ¿eres? —pregunto.

—Elliot Mcguiver, señor —extiende la mano— Escolta de la teniente James.

Ya recuerdo donde lo había visto.

—Buena precaución Rach —le dice Gema— Con lo de Antoni nunca se sabe.

—Lo contrate hace muchos años, nos volvimos buenos amigos y le pedí que volviera a trabajar para mí y así andar más tranquila.

—Leonel Waters a su izquierda —tose Make.

El rubio se acerca con los dos capitanes más importante de su ejército, trae una cinta de duelo en el brazo.

—El coronel Christopher Morgan —correspondo el apretón de manos— Al fin tengo el gusto de conocerlo.

Leonel es el coronel de la central de los ángeles, es de canallas menospreciar el trabajo de otros y este no hace un mal papel.

—La teniente, ¿Rachel James?

Ella asiente dándole la mano.

—Es más bonita en persona —«No han pasado dos minutos y ya anda con babosadas»— Gema Lancaster —saluda a la mujer que tengo al lado— La novia del coronel ¿Cierto?

Ella se ríe y evita contestar, supongo que Cristal sigue con la idea de anunciarlo en el momento correcto.

—¿Y su esposa? —pregunta Gema paseando la vista por los hombres que lo acompañan.

—Esta indispuesta y quiso quedarse en los Ángeles.

Kazuki «El otro candidato se acerca con una niña en brazos»

—Buenas tardes —saluda a los presentes— Quisiera decir que me alegra verlos, pero no es pertinente en estos momentos.

Empiezan hablar de los últimos acontecimientos, medio escucho y asiento solo de ser necesario. Tengo los ojos enfocados en otra cosa, en Rachel que se disculpa yéndose con el escolta que no deja de hablarle al oído.

El ministro se acerca y esta vez no puedo huir sin llamar la atención. Gema se mete en la conversación y el tema de debate que pone uno de los capitanes de Leonel.

—Yo solo espero que hayas llegado tarde porque estabas tan ebrio que te costó todo un día levantarte y no porque hayas estado cogiendo con la hija de Rick.

Dice Alex entre dientes y medio me alejo para contestarle.

—Si.

—Sí, ¿Qué?

—Estaba cogiendo con la hija de Rick y estaba tan ebrio ayer que me costó mucho levantarme—le palmeó el brazo cuando se pone serio— Es deshonor mentirle al máximo jerarca.

Me alejo más.

—¿Nos deja hablando solos, coronel? —pregunta Leonel.

—Si —avanzo sin dar explicaciones.

Yo no tengo que lamberle a nadie para ganar anda, si llegare a la cima será por mis propios méritos.

Rachel esta frente al ventanal con los brazos cruzados en el pecho, el escolta la dejo sola.

—¿Imaginando lo bien que te verías con mi polla atrás mientras te embisto y apoyas en ese vidrio?

—Respeta la memoria del difunto.

—Y tu respeta las reglas de mi casa —finjo que es una conversación cualquiera— Llegas sin permiso y te vas sin avisarme y cuando se te da la gana ¡No soy uno de tus trapos!

Se queda en silencio y me carcomen las ganas de empujarla contra la pared y borrar el labial que le adorna los labios. Patrick se acerca con la típica actitud de querer salvarme el culo ya que Liz no deja de mirarme.

A cada sitio donde voy tengo un radar de vigilancia.

— Vamos a mi auto —le pido, quiero deslizar el cierre y repetir lo que hicimos toda la tarde.

Niega.

—Entonces vamos a tu casa a la mía, pero vámonos.

—No creo que sea posible coronel —se pone seria.

—Ya dijo que no —dice Patrick con voz cantarina— Vamos al rincón a fingir que eres el candidato perfecto.

—Llévatelo —le dice Rachel— Antes de que se descontrole.

«¿Que me descontrole?» Ni que fuera un videojuego.

Se va y la noche se pasa entre saludos y conversaciones con gente que detesto, Rachel me da vueltas en la cabeza repitiéndome lo que me dije en días pasados.

«Se acabó» un día no puede hacerme cambiar de opinión, evita mirarme cada que Gema se me acerca.

—Te la estas comiendo con los ojos —me gruñe Alex— Disimula, aunque sea un poco por favor.

Se encamina a la salida de los pasillos y me le voy detrás disculpándome con la excusa de que debo ir al baño.

—Christopher la prensa está en todos lados —Patrick se me viene detrás.

Va escalera abajo seguida del escolta, me apresuro y alcanzó a tomarla de la mano. Gira y estrello contra mi pecho pegándola a mi boca con un beso largo mientras la aprisiona contra la pared.

—Oye...—intenta apartarme y vuelvo a besarla.

No se resiste y me rodea el cuello con los brazos aceptando la invasión de mi lengua.

—Me tengo que ir —vuelvo a tomarla del brazo y...

El flash de la cámara me nubla los ojos y Patrick abre la boca preso del pánico.

—¿Quién es la próxima señora Morgan? —se acerca una reportera con la cámara colgada en el brazo— ¿Rachel James o Gema Lancaster? 

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