CAPITULO 41
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La rebelión de las ratas.
Rachel.
Curvo los labios sonriendo a las cámaras que no dejan de enfocarme. Inteligente, empática, bonita y sonriente, son las cualidades que debe tener el personal que apoya al candidato. Lo sé porque leí diez artículos sobre lo primordial en campañas políticas.
—Rachel, tu padre debe estar orgulloso de ti —me dice uno de los periodistas— Estas siguiendo sus pasos al apoyar a la familia Morgan.
—Hay lazos que nunca se rompen —tomo el brazo de Bratt para que pose a mi lado.
—La pareja de esposos que siempre quisimos ver y no surgió —comenta otra reportera— Me dejaron con el lente listo para la boda.
—No descartemos nada todavía —Bratt reluce los hoyuelos tomándome de la cintura— Bien dice que lo bueno se repite.
Todos estallan en carcajadas. Bueno... Todos excepto Christopher y Marie, el coronel esta frente al escritorio de su despacho preparándose para una pequeña rueda de prensa y su nana está en una esquina haciendo mala cara desde que llegue.
—Hoy estás radiante y hermosa —Bratt me da un beso en la mejilla.
—¿Solo hoy?
—Siempre, pero hoy ... No sé qué tienes que estas tan sexy...
—Gema, qué alegría tenerte aquí —un reportero español le da la bienvenida— Ya nos estábamos preguntando por ti.
—El tráfico estaba pesado —Liz le ayuda a quitar el abrigo.
Se ve bien con un el traje clásico y el cabello alaciado, lo único malo es que el rímel y el delineador no lograron disimular los ojos rojos e hinchados.
No la llame para que viniera de eso se encargó Luisa, que estuvo pegada al teléfono ayudándome a convencer a todos después de lo que paso con Antoni. En mi plan no estaba que le fueran a partir la cara al italiano perjudicando la campaña de ministro.
Un punto a favor y uno en contra: A favor porque sé que puedo detonar la ira del coronel las veces que quiera y en contra porque pese a mis planes malévolos no puedo dejar que salga de la candidatura. Esto no es solo de él, es de todos y si surge cada uno tendrá su recompensa.
Gema no me mira, solo se dedica a responder las preguntas que le hacen.
—Voy a llevarme al capitán —Cristal tira de la mano de Bratt— Quieren que hable sobre su infancia al lado del coronel.
Zeus se me lanza encima ladrando distrayendo la atención de todos. Error, a Marie se le sube el calor a las mejillas y por un momento pienso que va a venir arrastrar al perro.
Tengo claro los valores de mi padre al decirme que se debe respetar a los mayores, pero a mí también me agrada el perro y no voy a dejar de tocarlo solo porque a ella le molesta, es un animal y ya estoy harta de tener que darle gusto a todo el mundo.
Me agacho a acariciarle el pelaje, saca la lengua y se echa en el piso para que le rasque la panza, «Precioso»
—También eres buena con los animales —Liz pone mala cara cuando me toman una foto.
Alzo los ojos para mirar al coronel, estoy lidiando con el perro mayor no creo que ningún animal existente me quede grande.
—¿Estás segura de esto? —Laila se atraviesa en mi campo de visión— Mira que estás jugando con fuego.
—Totalmente —me levanto— Nunca había estado tan segura como ahora y dime que no vienes a regañarme.
Alza los hombros.
—A mí no me desagrada la idea, sería como romper récord doblegando al mayor de los hijos de puta —se acerca— Pero me gustaría más que en este proceso logren quedar juntos, se amen y conviertan en la hermosa pareja que sé que son.
—Aja, al tiempo que aniquilamos el racismo la xenofobia y la hambruna mundial.
—Rachel...
—Nene esto es por mí, por el crecimiento de mi carácter. Es un desquite por tener que soportar tanta pendejada.
—Bueno, pero no descartemos la segunda opción.
No va a pasar, soy realista y hay un sinfín de obstáculos que se interponen entre Christopher y yo.
Empezando por Stefan y Bratt, sé que dije que no puedo satisfacer a todo el mundo, pero esos dos hombres no se merecen que les haga más daño, por eso idee las cosas con cautela, debo ser culta y actuar en secreto.
Que Gema lo sepa me pone en desventaja, si lo sabe ella lo sabrá todo el mundo y me será más difícil acercarme, reflexione notando que no me conviene una enemistad con ella en estos momentos.
Debo afianzar lazos con Christopher y no lo lograre si su novia intenta apartarme, no sé si la teoría de querer tenerme como amiga sea cierta, pero voy a pegarme de eso para que no sospeche de mí.
—El ministro me dijo que te diera las gracias —se me acerca Olimpia.
—Dile que lo hago con gusto —contesto.
Repara a Laila con ojos cargados de envidia, no añade nada más y se despide yéndose al lado de Bratt y Cristal.
—Amiga sobreprotectora a la vista —tose Laila.
—Hola —saluda Liz —¿Como te termino de ir en tu fiesta?
Viene cargada de ponzoña, ni ella misma se cree la sonrisa que trae.
— ¿Si te fuiste a dormir o te quedaste merodeando hombres ajenos?
—Me gusta tu sentido del humor y respondiendo a tu pregunta, la respuesta es sí.
Abre la boca.
—Si me fui a dormir, porque estaba ebria y a duras penas pude tomar un taxi —me cruzo de brazos— ¿Cómo te fue a ti? ¿Shrek llego por ustedes o....?
—Sabes que no.
—¿Por qué ha de saber cosas que no me interesan?
—Christopher tiene una amante ¿sabes?
—Ay que mal —miro a Laila y esta asiente siguiéndome la corriente— Si necesitas ayuda...
—Te me estas burlando en la cara —se molesta Liz.
—¿Como crees? Estas contándome algo y yo te estoy ofreciendo mi apoyo en mi papel de amiga y colega.
—Eres tú.
—¿Tienes prueba de eso? —aliso mi falda— Porque se me hace un poco incómodo que dañes el ambiente laboral con ideas absurdas que solo te crees tú.
—La prensa —habla Laila sin dejar de sonreír.
—Gema no es mi amiga, es mi hermana —toma mi brazo y vuelve a sonreír para que los demás crean que es una charla cualquiera— Y no tienes idea de lo que soy capaz de hacer por mi familia.
—Liz —reparo su mano— Estás actuando como si el coronel te hubiese metido la verga a ti también y tu comportamiento me hace creer que la amante eres tú y quieres culparme a mí para lavarte las manos.
—Rachel —me llama Brenda.
Aparto la mano de Liz y avanzo a donde mis amigas, los periodistas siguen con lo suyo y Zeus me sigue para que continúe con las caricias.
Parker, Simón y Patrick están frente a nosotras y Brenda parece un camaleón poniéndose de todos los colores.
—Ya lo fuiste a saludar —la codeo.
—No.
—Te miró —se emociona Alexandra.
Brenda baja la cara.
—¿Quieres que lo llame?
—¿Qué? ... No, por Dios esto no es la escuela.
—¡Viene! —Laila mira al techo.
Se acerca con las manos metidas en el bolsillo.
—Capitán —soy la primera en saludarlo.
—¿Estas lista para marchar al centro?
—Tengo mis cosas abajo.
Pasa los ojos a Brenda, abre la boca para decir algo, calla y se vuelve animar.
—Oye, no pude llevar a Harry a la presentación, pero pedí que nos cambiaran la fecha.
—No era obligación...
—No lo digo por eso, es que... —nunca había visto a Parker nervioso.
—No importa ¿vale? Déjalo así.
—Ya será otro día —interviene Alexandra.
—El capitán no tiene tiempo para estar de niñero.
Parker pone mala cara.
—No soy su niñero, Harry es mi amigo.
—Está muy pequeño para ser amigo de alguien.
Asiente y me dan ganas de arrojar a Brenda por la ventana «¡Lo acaba de arruinar!»
—Como digas —se despide Parker.
—¡¿Qué diablos te pasa!? —la regaña Laila y varios periodistas voltean a mirarnos— Anda a la sala....
Arrastra a Brenda y Alexandra se le va detrás.
Siguen con la rueda de prensa, voy moviéndome entre la gente hasta llegar al lado de Gema.
—Gracias por el regalo —hablo solo para las dos— Me lo puse hoy.
—Me alegra que te haya gustado.
Está a nada de llorar.
—¿Todo bien?
Me mira con los ojos llenos de lágrimas.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa —tengo que quitarle las sospechas que de seguro le impuso Liz.
Toma aire.
—Christopher me engaño, ayer lo llame y me contesto una mujer.
—Es algo que no debe sorprenderte en alguien con su personalidad, sabes como es.
—¿Eres tú? —suelta la pregunta sin respirar.
—¡Claro que no! Te dije que ya no me importaba.
—¿Por qué lo abofeteaste el viernes?
—Quería pedirte disculpas por eso, estaba muy ebria y había peleado con Stefan, se metió y no me gusta que se entrometan en mi vida personal.
Guarda silencio.
—Gema no soy yo...
—Al igual no importa termine con él anoche —suspira.
«¡Si!»
—Lo de Antoni fue mi culpa, prometí no dejarlo y le falle. Por eso fue a descargar la ira con el mafioso escudándose en que lo odio y detesta que siga haciendo cosas desde la cárcel.
«Ay Gema ¿en qué mundo vives?» Aunque no me quejo, su inocencia es provechosa para mí.
—Me dio pena decírselo a Luisa cuando me llamo anoche.
—Cuanto lo siento —la abrazo y noto los ojos de Christopher sobre mí.
—Gracias por preocuparte —se limpia las lágrimas con discreción.
Me cuenta todo con detalles, desde que se fue del bar, los comentarios de Liz y hasta me pide disculpas por haber ido a mi casa, le digo que tranquila. Celosas imaginamos lo que no es.
Empatizo contándole que también termine con Stefan, siento pena por soldado chef al mentir, pero necesito que me haga el favor de no abrir la boca. Debo inventar la estúpida excusa de que no nos estábamos entendiendo.
Acaban con la rueda de prensa y los camarógrafos recogen el material.
—Gracias a todos por su tiempo—se despiden.
—¡Excelente trabajo chicos! —chilla Cristal— Acabamos de demostrar que somos el mejor de los equipos.
Nadie lo celebra y Christopher no se inmuta en dar las gracias, solo se levanta y sale del despacho con la peor de las caras.
—¿Te molestas si hablo con él un segundo? Debo comentarle un par de asuntos antes de llegar al centro.
—Ya no soy su novia, recuérdalo.
—Si, pero no quiero que tengas dudas sobre mí.
—Ve —me anima— Lo laboral no da espera.
Le doy la espalda conteniendo la sonrisa victoriosa.
—Rach —me llama— Gracias por la ayuda de hoy.
Se acerca abrazarme, a Liz se le descuelga la mandíbula y Marie parece que va a escupir lava.
—No tengo dudas —dice antes de alejarse.
Giro sobre mis talones y salgo del despacho, no me apresuro y para cuando llego a la puerta de su alcoba ya se ha quitado el saco y está desabotonándose la camisa.
—De nada —me apoyo en el umbral.
Se vuelve hacia mí con los ojos cargados de ira. No es que este en su mejor estado, con la ceja, el labio partido y la cara llena de moretones.
—Das las gracias cuando pides algo y yo no te he pedido nada.
—Se lo debía al ministro y a mis compañeros.
—Entonces dile a ellos que te agradezcan.
Se abre la camisa deleitando mis ojos con su torso. Estaría mintiendo si digo que mi modo perra ignora los efectos que causa en mi cuerpo.
Lo recorro como él me ha recorrido tantas veces a mí y esta vez no temo a que se dé cuenta, voy a jugar con sus cartas y hacerle ver lo cruel que se es, cuando tienes el corazón ardido.
—Supongo que nos pondremos a trabajar en el acertijo cuando lleguemos al centro.
—Supones bien —se encamina al armario— Ya va siendo hora de que te pongas a trabajar y me des resultados.
—Que nos pongamos a trabajar.
Entro y tensa la mandíbula cuando sale del armario con la camisa negra de sacerdote entre las manos.
Doy media vuelta encontrándome con mi reflejo en el espejo que abarca media pared, estoy como lo idee «Provocadora»
Sus ojos se posan en mis piernas y recorren mis glúteos.
—Habla con Beth —sugiero sacándolo de la hipnosis— Sabe cosas que nos servirán.
—¿Algo más? —pregunta molesto.
Giro dando cuatro pasos hasta quedar frente a él.
Es inútil soñar con que algún día me bajara la mirada y se sonrojara como lo ha hecho Stefan y hasta el mismo Bratt.
Christopher es tan altivo y orgulloso que, en vez de demostrar la debilidad, se endereza alzando el mentón en señal de desafío.
—Me gustó que le partieras la cara Antoni por mí, pero necesito que me devuelvas la jadeíta —acerco la boca a sus labios— Macabra o no es un regalo que me gustaría conservar.
No titubea ni resopla. Se va al baño y sale con la joya colgada en la mano. La calma no dura mucho ya que me la estrella en los pies.
—Toda tuya.
La tomo agradeciendo que ya no esté destilando sangre, acaricio la piedra y como verlo furioso es un hobby no dudo a la hora de colgármela en el cuello.
—¿Nos vamos ya? —Bratt se asoma en la puerta.
—Si —me encamino a la salida tomándolo del brazo— Nos vemos en el centro coronel.
A Bratt se le desfigura la cara y lo halo para que no empiecen una disputa que de seguro me dañara las ideas.
—Tenemos un trato —me reclama en la escalera.
«Le prometí no volver con el coronel»
—Lo sé —sigo caminando y se atraviesa para que no avance.
—No quiero que lo olvides.
Bratt no es Stefan, este no se va ir por los lados y prefiere encerrarme a que lleve a cabo mis planes, aunque no seamos nada nunca aceptara ni querrá verme al lado del coronel.
Guardo silencio cuando llegamos al pie de la escalera. Gema está llorando en los brazos de Marie mientras Liz le acaricia el cabello y Cristal se pasea por el comedor con el teléfono en la oreja.
Bajo y Miranda me entrega las cosas que traje.
—Adiós nana —Bratt se despide de Marie con un beso en la frente.
—Cuídate —le contesta Marie acuchillándome con los ojos.
Me adelanto, bajo y dejo que Bratt me abra la puerta de su Audi, el móvil me vibra, es un número desconocido.
—Hola —contesto.
—¿Qué clase de teniente deja sus deberes a la mitad? —tenso la espalda cuando reconozco la voz de Carter—¿Tengo que usar otro número para recordarte tus deberes?
—Al grano —contesto con disimulo.
—Baje las armas teniente, porque lo que diré tiene que ver con el hombre que esta su lado.
Por instinto miro a la ventana, me parece una falta de respeto que este usando mi chip para saber que hago.
—Nos acabamos de enterar que el capitán Bratt Lewis está siendo investigado por la OMDH (organización defensora de derechos humanos) sabes que la entidad persigue criminales de alta monta, así que ya debes imaginarte la magnitud del problema que tiene.
Lo miro ¿mi Bratt? Mi ex novio no atenta contra inocentes.
—Yo me ocupo.
—¿Si eres capaz? —indaga— Porque hasta el día de hoy no me has aclarado porque Parker hizo una transacción millonaria.
—Estoy en eso ¿vale? Cuando tenga respuestas te las doy.
Cuelgo y empiezo a considerar el tener que involucrar a otros, a este paso tardare años en descubrir lo que realmente pasa.
—¿Todo bien? —pregunta Bratt con los ojos fijos en la carretera.
—Si —busco el número de Elliot en mi antigua lista de contactos, quedó ligados a mi correo y cuando reactive la cuenta.
Pensaba escribirle de todos modos, con las constantes amenazas de Antoni necesito protección extra ya que me negué aceptar los escoltas de Christopher.
Elliot es el aliado perfecto fue investigador y mientras trabajo en el centro él puede averiguar cosas por fuera de la FMEF.
Nos detenemos en la estación del metro que lleva al centro. Me quedo en silencio buscando las palabras correctas que abran a Bratt.
Por suerte no soy la que habla primero.
—¿Has tenido esa horrible sensación al saber que hiciste algo mal y aun así no puedes hacer nada para corregirlo?
Su pregunta solo rectifica que no anda en buenos pasos.
—Todos nos hemos sentido así.
—Saber que otros fallaron no lo hace más llevadero.
—¿Qué hiciste?
—Me odiarías si te lo cuento.
—Hey, tú me perdonaste ¿Por qué crees que te voy a juzgar?
Sacude la cabeza.
—Déjalo así...
—No puedo dejarlo así, ¿acaso no te ves?
—Olvídalo.
—Bratt, aunque ya no estemos juntos sigues siendo importante para mí.
Entrecruza nuestros dedos y tira de mi nuca cerrando los ojos e inhala mi aliento, su desespero es tanto que no soy capaz de apartarme cuando une sus labios con los míos en un beso suave que se va tornando intenso.
Mueve la lengua en mi boca sujetándome la barbilla para que no me aparte, no se siente como en años pasados. El amor lindo y las sensaciones que te abarcan cuando estas enamorado, no sé si le correspondo por la historia que tuvimos, por hacerlo sentir mejor o porque mi cerebro aún recuerda lo bien que la pase a su lado.
—Gracias —me besa la nariz— No tienes idea de cuanto lo necesitaba.
Asiento.
—Si quieres hablarlo sabes que estoy para ti.
Respira hondo.
—Te quiero —le beso los nudillos antes de abrir y salir.
Definitivamente no se puede andar en paz, ahora solo quiero que la vida me sonría, que mi antiguo escolta parezca y me ayude a salir de este mierdero.
Entro a un baño público y adopto la personalidad de Aline. El cabello recogido en una trenza, la falda larga y la blusa de franela manga larga que me llega hasta el cuello. Todo esta igual que siempre y me dedico a mi voluntariado cumpliendo con mis tareas.
El sitio se revoluciona con la llegada del padre, la madre superiora entra en pánico y reúne a media iglesia cuando se entera que lo robaron.
No tengo muy clara la versión, pero escucho uno que otro murmullo por parte de las novicias.
"Cinco personas le propinaron una golpiza"
La perfecta predilecta de la madre es la única que se mantiene al margen, la única que no rinde pleitesía y solo asiente o niega cuando se requiere.
La iglesia se llena de feligreses que vienen a orar por la sanación del padre.
«Si supieran lo mal nacido que es no se pusieran con tanta estupidez» Me escabullo cuando me vibra el móvil, es Angela.
—Me acaban de llamar del club —explica— Las nórdicas tienen trabajo mañana.
Respiro hondo.
—Es importante hay gente del centro involucrada, ya Parker está investigando encargándose de las coartadas.
—Angela... —si me ausento tanto van a sospechar.
—Son órdenes, ya hablé con las nórdicas y el equipo se reunirá en el bar antes de medianoche.
Es fácil decirlo cuando se está afuera.
— No faltes...
Cuelgo cuando me llama María.
—Hay que barrer la plazoleta del convento —me ordena.
Hago caso maquinando el acertijo en la tarea, expando la mente imaginando que soy una amante fugitiva.
Siete velas, dos noches, una con la santa Marta y otra con el santo Antonio. Me escabullo por donde el ángel cae y tú por donde la virgen nos mira, corre ligero, que no hay prisa, piensa en los veinticuatro besos que daré en tu mejilla izquierda y los veintiséis besos que tu darás en mi mejilla derecha.
Nos encontramos giramos y caminamos hasta que demande el instinto ¿Qué quieres? ¿Noche de luna? ¿Qué te rapte o que te ame? Piensa mi doncella, porque el paraíso es grande y hay treinta y seis sueños por cumplir.
No entiendo una mierda, termino con la tarea y guardo los útiles en la cocina, Espero que la coartada de Parker sea buena porque si la madre superiora empieza a sospechar estaremos más que jodidos.
«Este operativo tiene harto a todo el mundo»
Cuadro todo para que Beth se vea con el padre Santiago, yo no le saque información, pero él tiene más habilidades.
Con la victima (Beth) Nos vamos a la casa sacerdotal y el padre no tarda en aparecer al pie de la escalera. Suelto la escoba con la que simulaba barrer mientras baja y me poso en el primer escalón lista para recibirlo.
—La bendición —inclino la cabeza tomándole la mano.
—Que Dios te bendiga —poso los labios sobre los nudillos al tiempo que lo miro a los ojos sintiéndome como Megan Fox en diabólica tentación.
Quisiera saber el paso a paso de cómo derribar la máscara de indiferencia que siempre carga este hombre, no se inmuta y simplemente me aparto para que vea Beth.
La chica se levanta e inclina la cabeza para recibir la bendición, él le habla en lenguaje de señas.
«No sabía que lo manejaba»
Deja que le bese la mano y por increíble que parezca se muestra amable y sonriente fingiendo que le importa.
—Alina —me habla y entro a la parodia— ¿Puedes traernos un té por favor?
Me pierdo en la cocina mientras él se sienta al lado de la chica manteniendo la debida distancia, vuelvo con el té y dejo la charola en la mesa, están dialogando con más confianza y ella le está hablando de su niñez.
Trato de ser disimulada fingiendo que sacudo los muebles mientras pienso en el maldito acertijo.
«Siete velas» El primer descubrimiento me llega como una revelación celestial.
Beth no cede, por más que el coronel insiste no pierde el tiempo. En ultimas la chica se termina cansando y huyendo con la excusa de que debe irse.
—Que la central rastree las cámaras del momento cuando ocurrió la supuesta caída —me ordena el coronel cuando estamos solos.
—Ya lo hicieron y no hay nada, Derek reportó que las cámaras del sitio estaban dañadas.
La puerta vuelve abrirse dándole paso a Laila que entra agitada.
—Los niños no están completos —muestra una hoja— Acabo de revisar las cabezas del orfanato y faltan cinco.
Le quita el papel.
—Pregunte y el padre me dijo que les encontraron hogar. Indague en la oficina y ni siquiera estaban en la lista de espera —continua— Patrick reviso las cámaras y no han salido por ninguna de las puertas.
—¿Cuándo fue la última vez que los captó la cámaras? —inquiere el coronel.
—Ayer en la mañana.
El coronel arruga la hoja que le da Laila.
—Sospechamos de los pasadizos ya que por la puerta principal no salieron.
«Los pasadizos del acertijo» El coronel asiente.
—Hay una alerta de un posible movimiento grande en la trata de blancas —informa el coronel— De seguro ahí estarán los niños que faltan. Pide estudio de perímetro y lo discutiremos en la reunion de esta noche.
—Como ordene mi coronel —se va Laila.
Nos quedamos solos y él sigue molesto.
—La plaza de Santo tomas es la entrada a los pasadizos, ate cabos y eso fue lo que me dio.
Asiente.
—Ya lo sabía, la virgen es tu puerta de entrada.
«Si ya lo sabía para qué mierda me pone a que me queme las neuronas»
—Te veo allá —salgo como si nada.
María esta gruñona cuando nos encontramos y me reclama el porqué de tanta demora en una sola tarea.
—No es prudente que te expongas tanto tiempo en la casa de un siervo de Dios —me regaña— El demonio es puerco y le gusta encender tentaciones.
«Querida, es lo que estoy buscando»
—No volverá a pasar —me disculpo.
Parker me envía un mensaje avisándome de la coartada que me sacara del centro. Consiguió que me asignaran voluntariado en otro lado. Recibo una alerta del coronel la cual estipula la hora en la que nos encontraremos en los pasadizos subterráneos.
Con paciencia hago acopio de todo. Encontrando la puerta escondida por la que voy a proceder.La ubico detrás de una estatua y entro sin que nadie me vea.
El calor es sofocante. Algo caliente se me posa en los pies provocando un chillido que termina con arcadas. «¡Rata!» Me tapo la boca pateando a los animales. «Concentrada»
Ando a la defensiva por lo del animal. Son mi fobia más grande, pónganme convivir con serpientes, arañas y tiburones, pero no con esa asquerosa especie.
Avanzo con la linterna del móvil buscando algo que sirva haciendo uso de las coordenadas del acertijo, pero no hay nada que no sean habitaciones abandonadas. Camino hasta que me encuentro con mi verdugo quien tambien esta estudiando el perímetro.
—Mi coronel —cruzo las manos tras la espalda.
—¿Hallaste algo que sirva? —indaga.
Niego y despliega un mapa a mis pies.
—Se supone que estamos aquí —la hoja se rasga cuando toca el punto— Hay que seguir buscando, de los próximos días no puede pasar que acabemos con esto.
—Como ordene —nuestros ojos se encuentran y es el primero en apartar la cara.
Avanzo tras él entre pasillos que se tornan más oscuros y debe encender una leve luz para no irnos de bruces contra las paredes.
La espalda ancha y el caminar a la defensiva lo hace ver más provocador. Christopher es tentación pura y si moja bragas estando sereno, no es difícil imaginar lo que hace estando en acción. No le estoy viendo la cara, pero me lo estoy imaginando con el ceño fruncido y la mirada expectante, hemos compartido misiones y recuerdo los rasgos duros y filosos que toma cada que se mete en el papel de coronel.
Detiene el paso dejándome la nariz contra su espalda, apaga la luz cuando charlan atrás. No volteo ni retrocedo, me mantengo firme dejando que sus pectorales rocen contra mi pecho cuando da la vuelta.
Las voces se oyen se acercan y de un momento a otra tira de mi brazo empujándome a uno de esos espacios donde ubican a las estatuas.
No alcanzo a reconocer las voces, porque la madera bajo mis pies cruje fragmentándose y arrojándonos al vacío.
El agua salpica cuando aterrizamos, el dolor me invade los tobillos y miro arriba contando los metros que acabamos de bajar.
Es un pozo. Ninguno de los dos puede moverse sin lastimar al otro, la fricción de las piedras me lastima la espalda y el agua corre a mis pies gracias a los tubos de desagüe.
—Maldita sea —gruñe Christopher, me entierra la hebilla del cinturón cada que respira.
Algo chilla en las tuberías, el sonido me eriza la piel cuando me aruñan los pies y entro en pánico cuando...
—¡Ratas! —grito cuando las veo sobre mis pies.
Mi único impulso es trepar sobre el torso del hombre que tengo al frente. No me importa que se queje, ni rasparme la espalda y las rodillas.
Me aferro a su cuello y cintura con brazos y piernas.
Miro arriba y veo más ratas en los orificios, los ojos rojos brillan en la oscuridad «¡Joder!» Empiezo a temblar.
—Bájate —dice serio— Estamos operando y no eres una niña.
—Les tengo fobia ¿Vale? —procuro que no me tiemble la barbilla cuando hablo.
—Hay que trepar...
Un animal cae rozándome el hombro, aterrizan en el agua y empiezan los chillidos cuando se pelea con las que ya estaban.
—¡Sácame de aquí! —chillo.
Ya se me disparo el pulso, más ratas caen y escondo la cara en su cuello.
—Rachel...
Niego, no voy a mirar a ningún lado creo que si miro arriba alguna me va a caer en la cara
—¡Tienes que bajarte, no puedo trepar contigo encima!
Lo aprieto contra mí, estoy en medio de un ataque de pánico con cada uno de los animales que cae.
—Rachel —intenta bajarme y no se lo permito.
Echa el cuerpo hacia adelante apoyándome contra la pared.
—Mírame —su aliento se funde con el mío y tengo la seguridad suficiente para mirarlo a los ojos.
Siento el calor que emana de su pecho, mi sostén no tiene copa y mis pezones están rosando sus pectorales.
—Necesito que te concentres —habla provocando que me relama los labios.
Mira mi boca, luego mis ojos y de la nada estamos ladeando la cabeza listos para el beso.
—Sabes lo que pienso de los juegos —el momento no llega.
—En verdad crees que soy capaz de jugar en medio de una lluvia de ratas.
Poso su mano en mi pecho.
—Es que no sientes mi miedo. Estoy a nada de empezar a gritar
Deja la mano por un tiempo más largo del estipulado, incluso cuando dejo de hacer presión sobre ella, la mantiene ahí, sin dejar de complacerme con el aliento mentolado que sale de su boca.
Caen más ratas, dos tres cuatro y varias me tocan las rodillas y no se dé adonde saco la fuerza para abrazarlo como si mi vida dependiera de él.
—¡Sácame! —le suplico.
Siento su brazo alrededor de mi cintura disfrutando de aquella sensación de seguridad que surge cuando sé que con él no tengo nada que temer.
—Escúchame —habla en mi oído— Necesito que pongas los pies en el muro.
Niego, hay animales asomándose en los orificios.
—No puedo subir así...—Respiro en su cuello, apretándolo contra mí.
Huele también y el calor es tan reconfortante que mi cerebro imagina que se sentirá amanecer abrazados todas las mañanas por el resto de nuestras vidas.
Me voltea despacio sin dejarme caer, pone mi mano en uno de los muros e instintivamente coloco el pie para aferrarme a las piedras.
—No mires, yo te guio.
Aprieto los ojos cuando pega el torso a mi espalda, su cálida voz invade mi oído indicándome que suba dos peldaños.
—Estoy aquí abajo —sujeta mi cintura ordenándome que suba mientras el escala con las manos a ambos lados de mi cadera.
En una de mis tantas charlas con Luisa; Ideamos como crear el esposo perfecto.
«Con la valentía de un héroe, la belleza de un Dios, bueno en la cama como el protagonista de una novela erótica y con la simpatía de Augustus, nuestro crush literario en ese tiempo»
Christopher tiene las tres primeras, no lo es todo, pero la esposa que consiga será dichosa al tener un hombre que la haga sentir libre de miedos cada que este a su lado.
Me da las coordenadas mientras avanzo, llega un punto donde me ordena no moverme, pasa por mi lado y aferro las manos a la piedra cuando el chillido de una rata me invade los oídos.
Algo peludo me roza la mano y me es inevitable abrir los ojos, la tengo a pocos centímetros y eso no es lo peor, lo trágico es la cabeza grande con ojos rojos que se asoma en el orificio que esta frente a mis ojos.
Chilla y su otra compañera se posa en mis dedos.
El pie se me resbala y cuando creo que voy a caer, me toman de los brazos halandome hacia arriba
Revivo cuando el aire de afuera me invade los pulmones. Nos quedamos en silencio cuando alguien corre a pocos metros sin percatarse de que yacemos en la oscuridad.
Me levanto y Christopher me sigue pegado a las paredes de piedra, una habitación tiene las luces encendidas. Nos acercamos con cautela, hay una escalera en tinieblas a la mitad. De veinte peldaños, es la parte más deteriorada de la infraestructura y si subes doce escalones puedes ver a través de los huecos que tiene la pared.
Hay cuatro personas alrededor de una mesa, entre ellos la madre superiora, el padre Pablo y un rubio de cabello largo que está al lado de una mujer con nariz aguileña.
—Es muy poca mercancía, Pablo —habla el rubio.
Christopher ubica la cámara de su móvil en uno de los orificios.
—Si te doy todo me quedo sin nada —responde el cura—. También tenemos nuestras necesidades.
El rubio agita la melena.
—Mas te vale compensarme la próxima vez —lo señala— Este movimiento tiene mucho dinero en la mesa.
Necesitamos algo más comprometedor, no sé si está hablando de trata de personas o tráfico de biblias.
—Antes de partir entregare un lote más grande —responde el sacerdote.
—Eso espero.
Se largan y la madre superiora se va tras ellos. El coronel estrella el puño en la pared cuando nos quedamos solos. El retraso nos quito la opción de conseguir pruebas más concretas.
—Bajamos a nada —me regaña Christopher— A la próxima vez ven más preparada porque lo de hoy fue muy poco profesional.
Se devuelve por donde veníamos.
—Tu crisis nos quitó tiempo
—Y tu ineptitud nos arrojó al pozo.
—¡No me refutes! —alza la voz y vuelvo a empujarme a uno de los huecos— Si te digo que vengas más preparada, pues vienes más preparada, no me alegas, no me contradices...
Ya se le subieron los humos.
—No puedes fallarme mañana —baja la voz— Así que ve practicando el papel de Hela y buscando la forma de que no se lleven a los niños.
—Como órdenes.
Se aparta, tardamos hora y media en salir. Lo único bueno de la noche es el mensaje de Elliot.
"¿Cuándo empezamos?"
"Mañana"
Él si me va a dar pruebas concretas que me ayuden con el asunto de mis compañeros.
Guardo el móvil yéndome con Alexandra y Brenda que me tienen lista la ropa de cambio. Bratt me da vueltas en la cabeza quiero y no quiero saber, porque, aunque no lo quiera aceptar algo me dice que con él no se están equivocando.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Stefan.
Magreo los pechos de Maricarmen mientras su cuerpo sudoroso salta y se mueve sobre mi entrepierna. Escondo la cara en ellos impregnándome del olor a cigarro y loción.
Esta como loca cabalgando sobre mí con el coño chorreando e invadiendo el ambiente con gemidos suaves. Sujeto su cabello bajándole la cara a mi boca, apretándola contra mí mientras los jugos de mi eyaculación se derraman en el condón.
—Muy bien asistente —reparte besos por mi mentón— Serio, pero satisfactorio.
No doy para sonreír, la verdad creo que estaba deseando esto para no verme tan poco hombre.
La peor percepción es aquella que te hace sentir dolido y con la hombría por el suelo, esa incomoda sensación de saber que eres un fracasado. Que ni tratando bien eres capaz de mantener una mujer a tu lado.
Se supone que esta es la etapa de la vida donde debes ir viendo los frutos de tu esfuerzo, yo no estoy viendo nada de eso estando solo en un país extranjero siendo engañado por la mujer con la que planeaba tener algo estable.
—Debo irme ya —Maricarmen baja de mi regazo guardándome la polla en los calzoncillos.
— Mañana te necesito temprano.
—¿A qué horas llego?
—A las 8, pero no aquí pasa por mi casa para que de ahí partamos al puerto.
—¿Puerto?
—Si y no preguntes, te pagamos para trabajar no para que nos llenes de preguntas
Deduzco que tiene que ver con los documentos que carga en el maletín, eran permisos portuarios los que segun el capitán Lewis son para mover una carga ilegal.
—Antes de irte fírmame esto —extiende una hoja en la mesa.
—¿Un acuerdo de confidencialidad?
—Drew es una figura pública.
—He sabido guardar sus secretos
—Darle coca no es un secreto del cual te puedas lucrar mucho y dudo de que sigas teniendo buenas intenciones después de lo que veras mañana.
Tomo el bolígrafo y estampo mi firma.
—¿Contenta? —sonríe halándome de la corbata.
—Si —me besa antes de encaminarse a la puerta— Ah...
Se devuelve.
—Drew necesita cuatro bolsas de polvo para mañana.
—¿Y me lo dices a esta ahora?
—Te lo iba a decir antes, pero me distraje cuando empezaste a quitarme la ropa.
Una preocupación más.
—Drew te cortara la cabeza si no la llevas, ya se la prometió a sus socios.
—La tendré.
—Suerte —se despide.
Reviso el móvil antes de salir y tengo cuatro llamadas del capitán y un mensaje que me indica que necesita verme en el bar.
Respiro hondo, no quería reunirme con nadie, tenía planeado aprovechar la ausencia de Rachel para pasar por mis cosas y dejar de usar la ropa de Paul.
Avanzo a la estación del metro, me costo darle la razón a mi amigo cuando cruce la puerta de su apartamento a punto de estallar, Tatiana estaba echada en el sofá viendo películas con Lucas y el nuevo ligue que consiguió el día de la discoteca.
«Tatiana, Paul y Lucas viven en un mismo piso»
Paul tenía la cabeza recostada en las piernas de Tatiana. Se supone que era una tarde de parejas «Paul y Tatiana están saliendo»
¿Desde cuándo? No sé, pero por lo poco que vi no lucen muy cómodos que digamos, los besos se ven forzados y sin gracia.
Por otro lado, tengo lo de Ernesto, Miriam me llamo esta tarde, alterada y llorando porque hoy tuvo mi cuñado tuvo su primer episodio de convulsión y lo que más me dolió fue oírla decir que Rachel era nuestra única esperanza.
«Si supiera como estoy la estaría odiando en este momento»
El viaje es corto y bajo del metro buscando el bar que esta cerrado. Ruego que la reunión solo sea entre el capitán y yo. Desecho la esperanza cuando veo la Range Rover que se estaciona en la acera contraria.
Parker con varios planos bajo el brazo.
—La reunión es adentro —azota la puerta— Solo tienes que tocar.
Pasa por mi lado y busco la forma de ayudarle con lo que trae, agradece y abren la puerta antes de que golpee.
—Domi —lo abraza Angela
Le da un beso en la mejilla y alza la mano para saludarme ya la mayoría llegó.
Gauna está en una de las mesas con Alan, Scott, Derek, Laurens, Meredith, Liz y Gema.
—¡Siéntense! —grita el general— ¡Los del centro no llegan todavía!
Gema me mira y trato de ignorarla, sinceramente no quiero que se me acerque a hacer preguntas incómodas de responder.
Parker se va a la barra y lo sigo para pedirle disculpa por lo del viernes.
—Yo... Debo disculparme por lo de...
—Déjalo —me ofrece una cerveza— No es la primera vez que me pasa.
Asiento dándole un sorbo a la bebida, nos quedamos en silencio con una deprimente melodía que suena como música de fondo.
—¿Cómo te sientes? —pregunta.
Alzo los hombros.
—Es dificil describirlo, es como decepción mezclada con dardos llenos de veneno.
Toma aire sacudiendo la cabeza.
—Te lo hubiese dicho, pero...No era mi problema...
—Entiendo.
—Lo único que puedo decirte es que, lo olvides y no insistas en lo que no puede ser.
—No sabía que era amigo del coronel.
—No somos amigos, pero tampoco llevo aquí un par de meses como tú —le da un sorbo a su cerveza— Rachel echó a Lewis a la basura por que se enamoró del coronel. A su novio de toda la vida. ¿qué crees que hará contigo? No creo que se hayan dicho te amo ni nada parecido, así que descarta la idea de tenerla.
No lo mencione, pero creí que lo diríamos en un futuro cercano.
—Ella sigue enamorada de él y aunque Rachel no quiera admitirlo sé que es capaz de dañar a más de uno con tal de estar a su lado.
Me pone peor.
—Hazme cuando te digo que te alejes, te lo digo porque no me caes mal y en la vida hay que tener claro que peleas se pueden ganar —se empina el vaso de cerveza— La central tiene más mujeres...
—Brenda —digo cuando abren la puerta.
—¿Te gusta Brenda? —baja el vaso de golpe.
—No, solo estoy diciendo que ya llegó.
Se pone serio cuando ve a la morena atravesando el bar. Rachel entra con Patrick y Alexandra, pasos más atrás vienen Laila, Simón, Bratt y el coronel.
Cuando conoces la verdadera maldad de las personas es imposible volverlas a ver con los mismos ojos.
Conocí a Rachel «Ya no puedo decirle ángel» En una faceta donde se veía tan inofensiva, no hice caso a la malicia gitana, a ese viejo dicho que dice: "A la gente mala también se le duermen los demonios"
Quería verla para saber si los de ella duermen o simplemente se está dejando contaminar de la manzana podrida que siempre termina dañando a las demás.
Se acerca y no me muevo, no me importa que el coronel la fije en su radar como si fuera de él y frunza el cejo mirándome con rabia.
Viene en línea recta hacia mí con una sonrisa que me parte el alma, porque ahora sé que es tan hermosa como destructiva.
—Mejor me voy —se aleja Parker.
Mi cerebro recopila y ata cabos «En la discoteca» El cabello desordenado, Parker deteniéndola «Estaba celosa de Gema e iba hacer un escándalo»
El día de la cena, el ambiente tenso el cambio repentino de humor. «Estaban peleando con el coronel»
«El jueves por la noche» Las sábanas revueltas el vidrio roto, las ganas de hablar «Estaba cargando con el peso de la culpa»
No tenía ningún ángel que cuidar, porque ella es un demonio y esas bestias se cuidan solos o entre sí.
—Step —acaricia mi rostro.
—¡La reunión es alrededor de la mesa! —trona la voz del coronel.
Busco algo que me diga que no, un rayo de esperanza que deshaga lo que estoy creyendo ahora «No quiero estrellarme así» Nadie con su apariencia puede ser tan malo.
—¿Podemos hablar? —ignora la protesta de su superior acariciándome el brazo.
—Luego —bajo del banquillo y me voy a la mesa.
Rachel toma su lugar y Gema se ubica a su lado.
«No se lo dijo» ¿Tiene el descaro de fingir de semejante manera? Sacudo la cabeza, observo sus ojos color cielo, brillantes, seguros y sin culpa.
No está contaminada, ella es la que contamina. Carga con sus propios gusanos y no es víctima de nadie, ella es la victimaria
¿En qué espejismo vivía? Me dejo caer en la silla cuando todos toman asiento.
—Los soldados rasos se quedan de pie.
Habla el coronel y todos lo miran con el cejo fruncido.
—¿Por? —increpa Rachel.
—Porque yo lo digo.
El tono de voz no acepta disputas. Me levanto sintiéndome como basura, es como si tuviera el mismo cargo de Laurens porque Derek es un oficial y está a la izquierda de Patrick.
A la secretaria no le importa que la denigren, por el contrario, está dedicándose miradas con Derek.
Pautan los temas importantes de la reunión, acerté con lo de Maricarmen, Drew, Phillippe y los Petrova van a pasar un lote de mujeres a Italia y la FEMF va hacer un allanamiento de rescate.
Las nórdicas van a un show privado con el representante de la mafia rusa y sus principales socios.
Rachel me mira de vez en cuando y Bratt Lewis me pide que le pase los documentos que conseguí.
Como uno de los capitanes principales está a la derecha del coronel, extiendo los documentos y ninguno de los dos da las gracias.
—Tengo sed—vuelve hablar el coronel revisando los documentos que le muestra el capitán.
—¡Jeffer...! —Brenda alza la mano para llamar al bartender.
—¿Para qué Jeffer si tenemos a Stefan? —Apoya la espalda en la silla—Tráeme una cerveza —me ordena— Fría y con poca espuma.
Todos me miran y Laila le aprieta la mano a Rachel para que no hable, pero eso no la contiene.
—Para eso hay un mesero.
—Stefan también lo es... Mesero...Cocinero es la misma mierda con diferente nombre.
—¡Pero Jeffer...!
—¡No quiero que me la traiga Jeffer, quiero que me la traiga la pila de basura ! —eleva la voz— ¡Y si tanto te afecta, entonces levántate y tráemela tú!
No digo nada solo doy media vuelta y voy a la barra por la puta cerveza. No puedo volver a lo mismo de París, perder la posibilidad de estar en una misión importante y que me manden a lavar pisos solo por caerle mal a la gente equivocada.
Dejo la botella en la mesa y continúan la reunión, Meredith me pide que rinda declaración sobre las últimas novedades y suelto todo lo que sé, Patrick y Simón son los únicos que me felicitan por el aporte.
Acuerdan el plan de ataque, las nórdicas distraerán a la banda mientras la FEMF intercepta el área con la guardia enmascarada. Los capitanes van a participar y no puede revelar identidades.
—Alguien debe recoger el vestuario de las nórdicas, es un show exclusivo y mandaron a traer prendas de Alemania.
—Que Gelcem lo haga —ordena el coronel.
—Ese no es su trabajo coronel —alega Patrick— Debe estar en su puesto de trabajo mañana temprano.
—Yo puedo ir... —se ofrece Alan— Mañana no madrugo...
—Tú no eres un soldado raso ¿O sí?
—No, pero...
—Los mandados son para los soldados rasos.
—No me molesta...
—Si no te molesta entonces le diré a Gauna que también te baje de categoría...
—No puede hacer esto... —murmuro al ver que estoy metiendo a otro en problemas.
—¿Disculpa? Se levanta y todo el mundo va haciendo lo mismo alejándose de la mesa.
«Va a golpearme» Lo sé y me mantengo firme empuñando las manos con fuerza.
«No soy una persona violenta» Me convenzo.
—No puede abusar de su autoridad conmigo...
—¡Tú no me dices que puedo hacer y que no! —el grito me obliga a retroceder
— ¡La lastima no va conmigo y si creíste que tendría pesar de tu deplorable situación estas muy equivocado!
—¡coronel! —lo regaña Gauna— Vuelva a su puesto.
Da un paso adelante y yo uno atrás, llorar no es de hombres, pero me siento tan humillado que la decepción me obliga a bajar la cara.
—¡Levanta la puta cara basura! —espeta— ¡Cuando yo te hable te paras firme, con el mentón en alto dedicándome el respeto que me debas como el superior que soy!
Obedezco.
—Hay cinco escalas entre tú y yo, Gelcem. Grábatelo bien —hunde el dedo en mí sien— Eres un soldado raso, has lavado platos toda tu vida ¿Que te hace creer que te sentaras en mi mesa y darás opiniones como si fueras alguien importante?
Me arden los ojos, nunca en la vida me había sentido pisoteado de semejante manera.
—¡Esto es injusto, general! —alega Rachel— ¡Está abusando de un pobre inocente que no le está haciendo nada!
—¡Es su superior y con gritos fortalecen el carácter! —se defiende Gauna.
—¡No tiene por qué tratarlo así!
—¡Y Gelcem no tiene que cuestionar las órdenes de su superior! —estrella el puño en la mesa— ¡Y siéntate si no quieres que te sancione!
El coronel sonríe al verse apoyado por su superior, Gauna se levanta posándose a su lado.
—¡Vas a ir al aeropuerto por el atuendo que necesitan las nórdicas, porque son las órdenes que demanda tu superior! —continua— ¿Entendido?
—Si.
—Sí ¿qué? —inquiere el tajante.
—Sí mi coronel.
—Lárgate.
—El aeropuerto esta a veinte minutos caminando —añade el capitán Lewis y Rachel lo mira mal.
Abandono la sala, con la ira ardiéndome en las venas.
Siento los pasos de Rachel a mi espalda y no espero que me toque, me vuelvo hacia ella obligándola a retroceder.
—¡No me sigas! —algo me estalla en el pecho— ¡Me hace sentir más miserable de lo que ya soy!
—Tienes que darte tu lugar.
—¿Tú me lo diste cuando éramos pareja?
—No hagas esto.
—¿Que?
—Verme como tu enemiga—se acerca— Step, lo único que quiero es ayudarte.
—¡No necesito tu ayuda!
—Hablemos...—sujeta mi brazo
—¿Se lo dijiste a Gema? —suelto la pregunta para ver hasta dónde llegan sus mentiras— ¿Le dijiste que Christopher la engaña contigo?
Sacude la cabeza.
—¿Y sigues siendo su amiga? —no sé qué clase de monstruo es.
—Es confuso, ¿Vale? Y aunque te lo explique no vas a entenderlo.
—¿Qué hiciste con la Rachel que quería?
—Soy yo, pero tengo que hacer esto o no voy a vivir en paz —mira al cielo— Por mí y por todas las mierdas que he tenido que soportar.
—Usas la excusa del orgullo como lo hace él... Pensé que nadie era más rencoroso y altivo que él y ahora estoy viendo su clon.
—Yo no tengo rencor contra el mundo, tengo rencor contra él y es algo que me debo, ¡Joder! Lo entenderías si me dejaras explicarte cómo ha sido cada cosa.
—No tienes que explicarme nada, solo me basta con escucharte para saber que va a terminar mal —me acerco e intento buscar los ojos que quise— Todos tenemos un lado bueno y uno malo, aun estas a tiempo de alejarte y ser feliz, no conmigo....
—Ya tomé una decisión —me interrumpe— Y nunca había estado tan segura de algo.
—¿Qué consigues? —evade mi mirada— Dime cual son las ganas de revolcarte en la mierda, porque no te entiendo...
Respira hondo.
—Solo podré estar con otro el día que deje de amarlo a él.
Sus palabras son cuchillas afiladas en mi pecho.
—Se oye cruel lo sé, pero si esto me va a carcomer a mí que también lo carcoma a él.
—¿Como sabes que siente lo mismo? —no me cabe en la cabeza que pueda querer a alguien— Tu no quieres venganza solo estas buscando una forma nueva de lastimarte.
—Ya estoy en un punto sin retorno.
—¿Perderás tanto por tan poco?
—Créeme, perdí más antes que ahora y desquitándome tendré, aunque sea un poco de paz.
No puedes ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.
—Aquí es donde me dices que si quiero volver vas a estar para mí.
—No tengo que decirte lo que ya sabes y ya escuchaste por parte de otros.
Siento que Bratt ya le dijo lo mismo y se quedará esperando algo que jamás llegará.
—La vida es de etapas y yo solo espero que esta no te consuma y deje siendo algo que no eres.
Le doy la espalda para irme, no hay lágrimas de su parte soy yo el que debo tragarme el sabor salado de las mías.
Los finales felices solo son en las novelas, la chica no siempre elige al bueno ni busca amores con serenatas de balcón, hay unas que en vez del beso de príncipe, prefieren arder en el fuego del dragón.
Tanto pedir para estar aquí para terminar en esto, siendo más pisoteado que en París. Rodeo la cuadra y tardo veinte minutos en llegar al aeropuerto.
Muestro la placa y un policía me guía a las cinco maletas marcadas con cintas amarillas.
Los auxiliares me ayudan acomodar todo en un carro viajero, falta poco para las dos lo que significa que no podré descansar nada ¿Como si fuera hacerlo? Con tanta mala noticia me quedaré mirando el techo del apartamento de Paul...
Detengo la tarea cuando veo al hombre que me mira a pocos metros. El cabello se le mueve con la fuerza del viento y el humo de su cigarro se confunde con la niebla de medianoche.
—Gelcem —se acerca dándole caladas al cigarrillo.
Mira las maletas y luego a mí.
—Te queda el puesto —dice en tono de burla— Si quieres puedo hablar con el dueño y preguntarle si hay alguna vacante.
—No necesito su ayuda, coronel.
—Deberías pensarlo, la FEMF no es para todo el mundo.
—Se necesita más que palabras ofensivas para herirme.
—Yo no vengo a herirte con palabras ofensivas —acorta el espacio que nos separa— Para que usar palabras si existen los golpes.
Tres puños impactan contra mi cara haciéndome sangrar, otro en mi estomago y el dolor me curva. Mis rodillas no resisten y caigo al lado de la maleta mientras cuatro patadas invaden mis tórax y costillas.
—Esto si es abuso de autoridad —otra patada vuelve a dejarme sin aire.
Jadeo tendido en el piso y se saca el cigarro de la boca echándome las cenizas encima.
—No le he hecho nada... —el dolor me calla.
—Lo haces cuando respiras —me rodea— Y si tienes cuatro gramos de inteligencia te largaras de aquí antes de que se me acabe la paciencia y termine matándote.
Me deja tendido en el piso, a duras penas soy capaz de levantarme con el peso del dolor perpetuándose en la altura de mi espalda y debo apoyarme en el carro para no desfallecer.
El dolor me gana y vuelvo a caer al lado de las maletas, esta vez no lloro solo por el impacto de los golpes, lloro porque me siento dolido, resentido y humillado.
Desprecios he recibido toda la vida, pero por ser un huérfano pobre con mala suerte en la vida, no por querer hacer las cosas bien. ¿Que estoy haciendo de malo? ¿Querer, ¿respetar? ¿alejarme?
Después de tantos años vuelvo anhelar los calurosos brazos de mi madre y las frases positivas de Miram, después de tanto soñar y pedir me arrepiento de no haberme quedado donde estaba siendo feliz con lo que tenía.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Las costillas me siguen doliendo, fue una tortura cargar las maletas y una odisea conseguir un taxi, solo tengo tres horas y medias para descansar o mejor dicho deprimirme maldiciendo el no haber tenido la fuerza para devolver los golpes.
Hay sábanas y almohadas sobre el sofá, cierro la puerta con cuidado, me quito la chaqueta y recuesto en el sofá de medio lado.
—Te guarde comida en el microondas —Tatiana enciende la luz de la sala.
—No tengo hambre —me tapo con la sabana y el mal movimiento me hace retorcer de dolor.
—¿Estas bien? —se acerca preocupada.
—Si es... Hice una mala fuerza con las maleta y creo que tengo un espasmo en la espalda.
—¿Quieres que te revise? Estoy tomando clases de enfermería en la central...
—No, solo vete a dormir ya se me pasara con las horas de sueño.
Pasa las manos por mi rostro inclinándose para darme un beso.
—Descansa chefsito.
Me dice así desde que nos conocimos en un concurso de pasteles que organizo la central de Paris.
No puedo cerrar los ojos, tengo los dedos temblorosos y la rabia atascada en las venas, no soy de peleas, sin embargo, me recrimino a mí mismo el no haber hecho algo que no me hiciera quedar como un imbécil.
—Step —Tatiana vuelve a encender la luz— No es crimen si haces que parezca un accidente.
—¿Que? —pone los ojos en blanco.
—Leí los mensajes que le enviaste a Paul y me parte el alma que te humillen así —se arrodilla frente a mí— Te mereces todas las cosas buenas del mundo.
—Ve a dormir —le doy un beso en la mejilla.
—No te acuestes afligido, Gauna nos advirtió que el ministro estará en el operativo y según lo que he escuchado asciende cuando ve buenas habilidades.
—Daré lo mejor de mí.
—Júramelo, no quiero te vuelvan a pisotear por ser un soldado raso.
—Te lo juro.
Apaga la luz, en otras circunstancias sería la noticia perfecta, pero obviamente no voy ascender por el simple hecho de que el ministro es el padre del coronel.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Puerto Tilbury.
11 A.M.
140 minutos antes de la misión.
La camioneta de Drew se estaciona en la zona portuaria industrial, gavetas gigantes flotan sobre nosotros con los logos de BMW, Jaguar, Ferrari y mercedes.
Le abren la puerta a Drew y sale seguido de Maricarmen, le echo mano maletín que cargo en las piernas y me dispongo a caminar a sus espaldas manteniendo la debida distancia.
Hay cargueros por todos lados gritando y cargando cajas, Maricarmen deja que Drew se adelante.
—Veas lo que veas, no hables, no preguntes. Solo corre ante la más mínima señal de peligro.
—¿Es una reunión de mercenarios? —finjo ignorancia.
—Sin chistes, asistente. Un mal comentario puede costarte la cabeza.
Nos adentramos en un moderno edificio a la orilla del puerto. El personal saluda a Drew y abordamos un ascensor programado para subir hasta la última planta.
—Espero que hayas traída buena mercancía —me dice Drew— No quiero quedarle mal a mí socios.
—Insisto en que no era necesario que viniera —habla Maricarmen.
—No seas aburrida —se queja Drew— Lo bueno hay que compartirlo.
Las puertas se abren y la vista es estupenda bajo la enorme cúpula de cristal que se cierne sobre el edificio.
—Llego el que faltaba —saluda Drew con los brazos abiertos.
Maricarmen se hace a un lado empujándome con ella.
—No hables —inquiere entre dientes.
Un mexicano se levanta a recibirlo, se abrazan y saluda a todos los asistentes.
—Estamos completos —anuncia una mujer con acento búlgaro— Traigan el regalo la ofrenda de nuestro socio principal.
Todos aplauden.
—De Phillippe para ustedes.
Las puertas vuelven abrirse dándole paso a un grupo de mujeres. Altas, esbeltas y hermosas, lideradas por la teniente Angela Klein.
—Señores —anuncia Mauricio— Con ustedes, las nórdicas.
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