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CAPÍTULO 38

Noche de locos y desorden matutino.

Rachel.

—Ángel —escucho a lo lejos— ¡Ángel!

Abro los ojos y el mundo me da vueltas, la voz me hace eco en los oídos y no soy capaz de coordinar mis movimientos, trato de incorporarme y me vuelven acostar.

—Ángel.

—¿Stefan?

Me besan los labios estrechándome contra un torso duro y definido.

—Stefan —repito en medio del sueño.

—Estás conmigo, nena —vuelven a besarme.

—Stefan esta...

—Lejos —susurra en mi cuello— Lo que oyes no es más que la voz de un pobre desquiciado.

Suelta a reír, es Christopher lo sé por las manos inquietas que me recorren el cuerpo.

—Ángel —siguen llamando.

—Vamos a dormir —me abraza envolviéndome en sus brazos.

Los párpados me pesan y termino recostando la cabeza en su pecho, estoy en el limbo y lo único que hago es dormirme con el ritmo acompasado de su respiración.

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Algo vibra, el sonido me llega directo a las neuronas taladrándome los oídos. Me niego a moverme, pero el ruido no me deja descansar. Se mueven a mi lado y abro los ojos asustada.

«¡Maldita sea!» Salgo a voladas de la cama, el susto me quita la resaca y la borrachera. «Dios» ¿Cómo terminamos aquí?

—¡Christopher! —lo muevo— ¡Christopher!

Tengo el corazón en la garganta, esta vez no hay manera de explicar el porqué de su presencia.

—¡Rachel! —tocan la puerta— ¿Estás despierta?

Quiero llorar, lo de Bratt no se puede repetir. Trago grueso y vuelvo a sacudir al sexy semental que duerme en mis sabanas.

—Ángel —insiste preocupado— Debes levantarte, hay serios problemas que requieren de tu atención.

«¿Más?»

Siguen tocando.

—Step... —trato de sonar tranquila.

—¿Estas bien? —pregunta al otro lado— Llevo toda la mañana tratando de despertarte.

—Si, solo tengo un poco de resaca...

—¿Puedo entrar?

—¡No! —sigo moviendo al coronel— Quiero tomar una ducha primero...

—Va —voy sirviendo el desayuno— No tardes, por favor.

—¡Christopher! —le quito las sabanas y aparto los ojos de la divina tentación que tiene en la entrepierna.

—Buen día, nena —abre los ojos.

—Joder ¿Qué haces aquí? —me aparto — Tienes que irte.

Abro las puertas del balcón, si subió puede bajar y de seguro tuvo que haber enfrentado a alturas más grandes.

—Stefan está afuera.

—¿Y es mi problema por? —se toca la erección matutina.

—¡Tienes que irte! —corro al baño, la tardanza levantara sospechas— Cuando salga no quiero verte aquí.

Entro a la ducha con el corazón en la mano, abro la regadera y dejo que el agua fría me termine de despertar, con la cabeza clara empiezo a asimilar la magnitud de este problema.

Salgo plantándome frente al espejo, la peinada queda a medias cuando reparo los chupetones que me adornan; El cuello, las tetas y la clavícula. Hiperventilo y me entierro la toalla en la boca para no gritar «¡Ese hijo de puta!» Está buscando que me suicide.

Tiemblo y me apoyo en el lavado , para no desfallecer ¿Cómo se supone que voy a explicar esto? Parece que me hubiese violado un vampiro.

«Respira, Rachel» Me lavo los dientes, alcanzó la primera sudadera que encuentro y jalo un short del armario. La capota de la sudadera tapa las marcas y podre disimularlas si no muevo mucho el cuello.

Salgo y vuelvo a tener taquicardia cuando veo que Christopher acostado como si no pasara nada.

—¿Y si nos quedamos en la cama todo el día?

—¿Qué diablos te pasa? —recojo su ropa— ¿Tienes idea del problema que se armara si te ven aquí?

—¿Por qué te tapas las marcas? —se levanta desnudo— Las hice para que las lucieras con orgullo.

Pierdo la mirada en la obra maestra que tiene como cuerpo, las mejillas se me encienden y las rodillas me tiemblan cuando se acerca como Dios lo trajo al mundo, pasa por mi lado dejándome la entrepierna empapada.

Deja el aire impregnado con su aroma y debo darme una cachetada mental para despabilarme y concentrarme en lo que realmente importa. Arreglo las sábanas revueltas y esparzo mi perfume para desaparecer el olor a sexo y a fragancia masculina.

Dejo la puerta del baño entreabierta y se está lavando los dientes frente al lavado, sigue desnudo y su culo me está dando una vista estupenda.

—Ángel —Stefan vuelve a tocar, Christopher escupe la espuma y es ahí cuando siento el verdadero terror— ¿segura que estas bien?

—Si —el coronel sale fijando los ojos en la puerta y corro a taparle la boca— Ya salgo ¿Sí? Solo estoy un poco mareada por la resaca.

—No quiero agobiarte, pero trata de salir lo antes posible.

Vuelve a marcharse, Christopher aparta mi mano mientras trato de idear como detener el huracán que sé que se avecina, y el que deslice las manos por mi cintura mientras atrapa mis labios y se apodera de mi boca no es que me deje planear muchas cosas.

Pasa las manos por mi espalda obligándome a retroceder hasta la cama, la excitación empieza extenderse distrayéndome de mi verdadero objetivo... Besa mi cuello y alza la tela de la sudadera bajando la boca a mis pechos.

—No tienes idea de lo mucho que me gusta esto —pasa la lengua por ellas.

Escucho a Stefan en el pasillo y trato de empujarlo, pero no me deja levantar, por el contrario, reafirma mis caderas frotándose contra mi sexo.

—¿Te acuerdas cuando lo hicimos mientras rondaba Miranda? —susurra en mi oído— Es lo mismo, pero con un sirviente diferente.

Aprieto los ojos y le quito las manos, no puedo caer tan bajo, Stefan no merece que le siga faltando el respeto de semejante manera.

—Vete —lo echo señalando el balcón.

—Otra vez volvemos al drama —se molesta.

Busco mis zapatillas, la empleada está aseando el pasillo y no tardará en pedirme que la deje entrar.

—¿Cómo se tomará Stefan la confesión? —empieza con las amenazas.

—Tenemos un trato.

—El trato a cabo hace más de diez horas.

—¡Rachel! —me vuelven a llamar— Se enfría la comida.

Vuelvo a fijar los ojos en la puerta y apoyo las manos en su pecho.

—Voy a decírselo —razono.

—¿Cuándo?

—Ya, pero entiende que verte aquí me pone nerviosa.

—¿Cuántos años crees que tengo? —indaga con sarcasmo.

—Por favor —paso la mano por sus pectorales conteniendo las ganas de tirármele encima— Te juro que de hoy no pasa, pero tienes que irte.

Lo empujo a fuera y le saco la ropa.

—Dejaré la puerta cerrada para que bajes tranquilo.

Guarda silencio.

—Llama a Tyler para que te recoja abajo y vístete rápido, por favor.

Vuelvo al baño y me echo agua en la cara para bajar el calor que me invade las mejillas, mi cerebro no para de idear cómo carajos hablaré.

Salgo a la alcoba, reparo el balcón y veo a Christopher fumando al pie de la baranda «El maldito ni siquiera se ha vestido»

Poso los ojos en el balcón de al lado y mi vecina esta boquiabierta mientras finge que riega las plantas.

—Christopher —lo llevo  adentro  sonriéndole a mi vecina— Estás mostrándole el culo a los vecinos.

—Pues son unas personas muy afortunadas.

—No hagamos esto más difícil —suplico— Solo vístete y vete. Té llamare cuando se lo diga.

—¡Rachel!

Me vuelven a llamar y ahora si no tengo excusa que sacar. Corro a la puerta y abro con cuidado, la empleada está aspirando el pasillo y no me detengo a mirar el problema que tengo atrás, solo aseguro la puerta por dentro disimulando el caos que cargo encima.

—Buenos días —me sonríe, es una jovencita, prima de Julio el portero.

—Mi habitación déjala como esta —le ordeno— Yo la aseo más tarde.

—Como mande.

Sigue barriendo, me acomodo la capota de la sudadera encaminándome al vestíbulo, Stefan está al lado del comedor, me mira y fija los ojos en la mesa que está en el centro del vestíbulo.

Ahora entiendo el porqué de tanta insistencia, la cara de Stefan lo dice todo y la rosa negra encima del cofre y la nota tampoco augura cosas buenas.

—Llegó esta mañana —me avisa.

Me acerco y en el fondo sé que estúpido abrirlo sabiendo lo que es y de donde proviene.

Aparto la rosa y abro la nota.

Principessa.

Ya que no te gusta el rojo carmesí, decidí expandirme un poco más consiguiendo algo tan único como tú. una rosa negra mi amada, con doble significado claro está, las de ayer estaban llenas de toda la vehemencia que enciendes en mí y la de hoy presagia tu futuro lleno de luto.

Estamos alternando este duelo, bella mía, el luto lo estoy cargando yo estando lejos de ti, pero bueno, eso no será por mucho tiempo, porque sé que te lo entregare el día que acabe con medio mundo por estar a tu lado. No temas, el dolor será temporal como la tranquilidad que crees tener ahora.

Amare, no sabes cómo te pienso, cómo imagino tu rostro y sueño con tu cuerpo encima de mí, no me queda duda de que el haberte tenido es el recuerdo más grato que tengo en estos últimos tiempos. Aun me enciendo recordando el sabor de tu piel y lo bien que supiste montarme cuando te hice mía.

Perdóname por rebajarme y no darte algo digno de ti, por esto mismo quiero limpiar mi ofensa devolviéndote lo que siempre ha sido tuyo, lúcelo con orgullo, amare, estaré más que feliz sabiendo que está en manos de la diosa más hermosa de todas, y lo que más me alegra es que cuando lo toques; estarás tocando una parte de mí.

A presto mia bella signora. A.M

« A presto mia bella signora : Hasta pronto mi bella dama»

Arrugo la hoja y abro el cofre plateado, la reliquia Mascherano descansa en el interior. La tomo y no sé cómo carajos se me impregnan los dedos de sangre cuando levanto la jadeíta.

—¡Maldito! —espeto y Stefan me lleva al lavado para que me limpie.

—Ya le avisé a Olimpia, intentó contactarse con el ministro, pero no pudo hablar con él.

—No importa —lo único que quiere es asustarme— Le pediré a Parker que tome las medidas necesarias para que deje de molestarme.

Me unto las manos con jabón, Antoni es lo que menos me preocupa ahora

—¿Y si mejor le decimos al coronel? —su propuesta me da escalofríos— Me tome el atrevimiento de llamarlo y desafortunadamente no me contesto....

Palidezco de solo imaginarme como será una conversación entre Christopher y Stefan.

—¿Estas bien? —pregunta preocupado.

Asiento pasando saliva.

—Estás pálida —me lleva a la mesa— Come algo antes de que te desmayes.

Arregla dos puestos en el comedor.

—Miriam ya me envió la historia clínica y la reenvié a tu correo —comenta mientras limpia los tenedores— Está muy esperanzada en la opción que le diste.

Al menos podrá consolarse con algo después de que le diga la verdad «No tiene por qué dolerle» Me digo a mí misma. Me entenderá si uso las palabras correctas.

Pone el jugo de naranja y se devuelve por la cafetera.

—Step siéntate un segundo, por favor —le pido.

Coloca un plato frente a mí y no me inmuto en comer, solo veo como jala su silla y extiende la mano para que la sujete.

—Antes de que digas algo estoy en el deber de reiterar mis disculpas por lo sucedido ayer —me aprieta los dedos— No era mi intención ofenderte ni dañarte la noche

El alcohol que sigue en mi sangre empieza hacer estragos en mi organismo, el olor a comida me da ganas de vomitar y tengo que apretar los labios conteniendo las arcadas.

No quiero dañarlo, «Joder» No se lo merece.

—Hice esta ofrenda de paz —destapa una de las bandejas ofreciéndome un muffin decorado con la palabra sorry— Hay más en el horno si quieres.

Se me acumula la culpa y enserio quiero vomitar, bajo la cara tratando de que no me vea los ojos llorosos.

—Rachel ...

—No me siento bien —la respiración se me agita y creo que voy a entrar en un ataque de asma.

—Tranquila —se levanta—¿Qué busco? ¿Abro la ventana? ¿Te hago un té?

Sacudo la cabeza.

—¿Que bebiste anoche? —se acerca preocupado— Estás muy pálida...

—Se está ahogando con las palabras que no puede decir —hablan y pierdo la fuerza.

Stefan se aparta y recibo un ataque cardiaco cuando veo al coronel en vaqueros y con el torso descubierto, trae el cabello mojado y las gotas de agua se le deslizan por el cuello.

Se acerca con pisadas firmes alternando la mirada entre Stefan y yo.

Step retrocede con cara de incrédulo y el muy maldito jala una silla sentándose en el puesto que había preparado soldado chef.

—Todo un buffet —habla y no capto más que pitidos. 

—No es lo que crees —miro a Stefan muerta del miedo— Perdí la conciencia ayer y el coronel tuvo la amabilidad de traerme para que no me pasara nada.

Meto más la pata, esto no se lo cree ni Gema.

Continúo hablando al ver que los dos guardan silencio.

—También estaba ebrio y nos quedamos dormidos.

—Aja —se ríe alcanzando el muffin— Recuérdame a qué horas nos quedamos dormidos, perdí la noción del tiempo después de que "Hicimos el amor"

Dibuja las comillas en el aire y mi único impulso es arrojarle el florero que está en el centro de la mesa.

—¡Vete a la mierda! —le grito cuando lo esquiva.

La empleada se asoma asustada.

—De allá vengo ángel —vuelve a burlarse de Stefan y lo veo como una asquerosa rata.

—Step —no puedo describir la decepción que le invade el rostro.

No me mira, solo aprieta los labios fijando los ojos en el coronel.

—No es Parker, soy yo —lo obliga a retroceder—Por mí dejo a Bratt, por mí te engaño y por mí engañara a todo el que intente estar a su lado.

—Stefan —intento acercarme.

—¡No me toques! —se aparta— ¡Eres una mentirosa!

La empleada huye dejando el oficio a medias.

—Deja que te explique...

—Te lo pregunte y me dijiste que no.

—Escúchame...—le suplico.

Niega y se apresura a la puerta atropellándome cuando pasa por mi lado.

—¡No te vayas! —lo sujeto— Solo hablemos, por favor.

—¿Para qué me sigas mintiendo? —se suelta.

—¡Por favor! —trato de seguirlo, pero no alcanzo a llegar a la puerta.

—¡Basta! —me ruge Christopher aprisionándome en sus brazos— ¡No tienes que rebajarte tanto!

Me aprieta contra él y lo araño para que me suelte.

—¡Deja el puto papel de víctima!

—¡Eres un maldito hijo de puta!

Me suelto.

—¡No! —me encara—¡Soy realista, joder deja de perder el tiempo con gente que no te hace feliz y tampoco vale la pena!

—¡¿Y tú qué sabes de eso?! —lo empujo— No eres más que un egocéntrico de mierda.

—¡Egocéntrico o no tengo los cojones que te faltan! —me grita.

—¡No tenías ningún derecho de...!

— No se lo ibas a decir —me corta.

Hago lo posible por contener el llanto.

—¡Deja de pensar en medio mundo y enfócate en lo que realmente importa! —se acerca.

—¡¿Y qué es lo que importa según tú?!

—¡Los dos! —me toma la cara entre las manos— Nena, no tienes que sentir lástima por nadie... Si estamos bien que mierda nos importa la miseria de otros.

Este es el Christopher que odio, el insensible, inhumano que aplasta a todo el que se le antoja.

—Que Bratt lo consuele —intenta besarme.

—¡No me toques!

Lo empujo y emprendo la huida detrás del que realmente importa.

La rabia me palpita en las venas. No había necesidad de esto, las cosas serían más sencillas si al maldito no se le diera por querer inflarse el pecho de orgullo.

Corro escalera abajo, la prima de Julio lo está poniendo al tanto de la situación al pie de la entrada.

—¿Por dónde se fue? —pregunto y ambos me miran con pesar.

—Por allá —señalan y salgo corriendo.

Atropello a todo el que se me atraviesa, ya vi este tipo de decepción en Bratt y esta vez no voy a quedarme de manos atadas.

Doblo la calle y no hay señas de él por ningún lado. Sigo corriendo, no voy a darme por vencida hasta que no me escuche, corro hasta que no me dan más las piernas y distingo su atuendo entre los transeúntes que se dirigen a la estación del tren.

Están abriendo la peluquería de Lulú y Abel alza la mano para saludarme cuando paso por su lado.

Lo ignoro y sigo avanzando mientras me quiebro la garganta llamando a Stefan, sé que me escucha, pero no se detiene ni voltea.

—¡Step! —lo alcanzo.

Lo tomo del hombro y se aparta para que no lo toque.

—Deja que te explique... —jadeo.

Niega.

—No hay nada que explicar... —retrocede— Todo está más que claro.

—Tenía miedo —se me empañan los ojos— No quería que pensaras que...

—Era menos —termina la frase por mí— No me lo dijiste por lástima, porque sabias que me sentía inferior a él.

—No...

—Si —se le salen las lágrimas— Me sentía inferior, pero pese a eso no deje de sentirme orgulloso de mi mismo, porque en el fondo sé que soy mejor persona que él.

—No lo discuto, pero entiende que no era fácil hablar de toda la mierda que me había caído encima —respiro hondo— No es fácil reconocer que tres putos años no me han bastado para olvidar al hombre que amo.

—Ya veo el porqué de tanto dolor en tus ojos —me dice— Él es el puñal porque el que no dejas de sangrar.

—Quería que tu sanaras esa herida.

—Si y mientras yo pongo paños tú te vuelves a enterrar el cuchillo.

Miro al cielo en busca de fuerzas, no tenía por qué joderlo así. Soy una maldita bruta que no piensa antes de actuar.

—¿Haciendo esto quieres que te sane la herida? — me baja el cuello de la sudadera.

—Perdóname —lloro.

—Yo no tengo nada que perdonarte —se limpia las lágrimas— Cuando te rompen tantas veces aprendes a recomponerte solo, perdónate tú por apuñalarte tantas veces el corazón.

No sé qué es peor, si verlo partir o asimilar el hecho de que tenga razón.

Me quedo ahí, en medio de la acera sangrando por la misma vieja herida que en algún momento creí sanada.

—¡Rachel! —me alcanza Lulú— ¿Qué pasó? Abel me dijo que te vio pasar como gata endemoniada.

Me tiembla la barbilla cuando me abraza.

—Se lo dijo —reviento en sus brazos— Lo daño todo.

—Cariño —me acaricia la espalda— Ven, tienes que calmarte.

Me limpio las lágrimas cuando empiezo a atraer las miradas de los transeúntes, esto era justo lo que quería evitar. No quería andar como idiota llorando sobre la leche derramada después de cobrar víctimas innecesarias.

El llanto es más de rabia que de dolor, quiero cortarle las pelotas a Christopher y arrojarlas al primer parabrisas que se me atraviese.

—Oye —Lulú me sienta cuando entramos a la peluquería— No quiero echarle sal a la herida, pero esto es algo que se veía venir desde que te marchaste con él.

—Aun así, no tenía derecho de dañarlo como lo daño.

—Mírale el lado bueno —me seca las lágrimas— Ya saliste de eso...

—No lo hace más fácil...

—Ya lo viviste ahora solo respira y dale la cara al asunto.

—¡No! —me levanto— Estoy harta de que ese maldito me joda, ya va siendo hora de que le enseñe a respetar.

La ira no me está dejando respirar, tengo la cara de Stefan y Bratt retratada en el cerebro, no puedo creer que los haya jodido de la misma manera.

—¡Rachel! —me sigue Lulú— Hay que planear las cosas bien, no estamos hablando de cualquier tinieblo.

—No puedes entenderme, Lulú —me vuelvo hacia ella— Él hace lo que se le antoja y yo siempre tengo que quedarme de brazos cruzados...

—El golpe que más duele es el que menos se espera.

—Tonterías, partirle la cabeza le dolerá igual —me encamino a la puerta.

—No vas a salir así —se me atraviesa— Quedaras en ridículo si no planeas bien las cosas.

—¡No te metas! —la aparto.

—Al menos dime que vas hacer...

—Me extraña la pregunta —salgo— Si el habló ¿Qué crees que voy hacer yo?

—Si haces eso le quitaras el drama —se me vuelve atravesar.

—¡Esto no es una novela!

— Piensa por primera vez en la vida y no te rebajes con planes que no van a funcionar.

—No tengo porque darte explicaciones —vuelvo a empujarla y me encamino a mi casa, Gema se entera porque se entera.

—¡Abel tráeme la herramienta! —grita Lulú devolviéndose a la peluquería,

Avanzo a mi casa y los pensamientos se me convierten en milagro cuando veo doblar el Cámaro blanco de Gema, no me ve porque va pegada al teléfono mientras discute con Liz «El maldito destino al fin me está escuchando» El pulso se me acelera cuando se estaciona frente a mi edificio y saca los regalos que deje tirados en la discoteca.

Aprieto el paso mientras y escucho a Lulú gritándome que la espere, Ya no camino, corro ideando el repertorio de palabras crudas que le voy a decir.

Una camioneta se estaciona frente al Cámaro y acelero el paso para alcanzar a Gema antes de que entre al edificio.

Brenda sale disparada del auto que abre las puertas, advierte mi llegada y exclama el nombre de Gema desviando su atención, sigo corriendo; Las piernas me duelen los músculos se me tensan y...

Caigo al suelo cuando Lulú me estrella contras los arbustos que adornan la acera.

—¡No estás pensando con claridad! —me ladra.

—Suéltame... —la empujo y caigo tendida cuando me conecta un taser en la clavícula.

El dolor se expande impidiéndome el habla mientras mi supuesta amiga no hace más que abrazarme y arrastrarme hasta quedar a pocos metros del edificio.

— No seré tu amiga si te dejo —me tapa la boca.

—Hola Bren —Gema saluda a mi amiga y por mucho que intento hablar no puedo, el corrientazo me durmió la lengua.

—¿Qué haces por aquí? —Brenda contesta nerviosa.

—Rachel dejó los regalos tirados y me pareció buena idea traérselos y ver que tanto le dieron...

—Rachel no está —dice Brenda.

—No te andes por los lados —habla Liz— Di a lo que viniste porque mintiendo no lograras que dejen de encubrirla.

—¡¿Perdona?! —se ofende Brenda.

—¡Me parece el colmo que hagan esto! —brama Liz. 

—¡Bájale al tono! —le reclama Brenda— ¡No vengas a gritarme sabiendo que no tengo ni puta idea de lo que hablas!

—¡Lo mejor es que me vaya! —interviene Gema.

— El coronel esta arriba ¿Cierto?

Lulú me aprieta la boca para que no emita ningún tipo de ruido, en mis cinco sentidos ya estaría aplastada contra el piso.

—¡No! —la corta Brenda— ¿Porque habría de estarlo? Que yo sepa no vive aquí.

Sigo en shock mi mente está gritando que salga, pero mi cuerpo se rehúsa a moverse. 

—No está aquí —habla Gema— Fue una imprudente al venir...

—¡Calla Gema! —le grita Liz— ¡Todo esto es muy sospechoso...!

—Váyanse antes de que hagan el ridículo —le dice mi amiga.

— ¿Dónde estabas? —indaga Liz— Porque te acabas de bajar de la camioneta y...

—A ti que te importa de dónde viene y para donde va —reconozco la voz de Parker— Ya te dijo que no está, así que lárgate. No creo que al coronel le gusten las pataletas por parte de alguien que ni siquiera es su novia.

—No estamos en la central...

—¡Ya no más! —interviene Gema— Ya Brenda nos dijo que no está, así que vámonos, no quiero que Rachel me odie por señalarla como la amante de mi novio.

—Pero...

—Entrégale los regalos —dice Gema— Dile que me envié fotos, quiero saber cómo le quedó mi regalo.

El cuerpo se me va despertando. Trato de incorporarme, el hombro me duele y aprieto los puños conteniendo las ganas de estampar a Lulú contra los ladrillos. Gema se larga y  me quedo con el sin sabor. 

—Es por tu bien —Lulú se me vuelve atravesar— Una caballota no se rebaja con burras.

Salgo a la acera y Parker sacude la cabeza cuando me ve, supongo que mi cara lo dice todo.Me da igual, solo me encamino a buscar mi moto. 

—Usa el puto cerebro —me clava el índice en la sien— Hazle un favor al mundo y usa la poca inteligencia que tienes.

—No me jodas —lo empujo.

—Llámame cuando te conviertas en una verdadera mujer —abre las puertas de su camioneta.

—¿Que carajos pasó? —pregunta Brenda.

—Pasa, que me harte de ser una estúpida —la atropello cuando paso por su lado.

—¿A dónde vas?

—Va a quedar como estúpida hablando con la novia del tinieblo  —contesta Lulú.

—No es el momento, Rachel mírate como estas.

—Estoy diciendo lo mismo y la bruta no me escucha.

Brenda insiste e ignoro a todo el mundo con una sola cosa en mente y... 

—¡Me acosté con Parker! —grita.

Giro por inercia.

—Deja de actuar como loca y ponme un poco de atención —me toma de los hombros— Necesito que me escuches o juro por Dios que voy a reventar.

—¿Te acostaste con quién? —si no lo repite no lo creo.

—Lo que oíste, le hice caso a Alexa y aun no me explico cómo carajos termine en la cama del capitán.

No lo asimilo.

—Las chicas ya vienen en camino y quiero estar con todas —me dice. 

Desisto de la idea, esto no es cualquier paso para alguien como Brenda teniendo en cuenta que lleva tres años enjaulada.

—Laila no me contesta — Lulú se pega al móvil.

Brenda recoge los regalos y entre las dos me empujan a la recepción.

—Es raro —Brenda mira su celular— El último mensaje que envió lo hizo desde aquí, tiene el GPS activado.

Abordamos el ascensor y la rabia no se disipa, estoy tratando de ocupar la mente y solo tengo la tendencia psicópata de querer devolverle el golpe con más fuerza.

—Lamento el corrientazo —se disculpa Lulú— Pero no puedo dejar que mis amigas hagan el ridículo.

—Te agradecería si no hubieses arriesgado mi vida en el intento.

—Mejor muerta que ridícula, rebajada y pisoteada.

—¡Perdiste el tiempo, porque de igual forma se lo voy a decir!

Salimos al pasillo, entramos la niñera no esta y no hay rastro de los niños, me voy directo a la nevera y me pego de la primera lata de soda que encuentro

—Pondré música para calmar las aguas —Lulú enciende el estéreo.

—¿A dónde carajos esta la niñera? —pregunta Brenda.

—Laila está aquí —Lulú señala el abrigo y el bolso tendido en el sofá.

—Debe estar durmiendo la resaca.

—La voy a despertar —busco la alcoba. 

El apartamento de Brenda es igual al mío y sé dónde queda la habitación de huéspedes.

—Bájale al estéreo —se queja Brenda

—¡Laila! —llamo a mi amiga y no hayo respuesta.

Vuelvo a empinarme la lata de soda aferrando la mano en la perilla, cede y...

—¡Laila...!

El líquido me sale disparado por la nariz, el gas me ahoga y terminó escupiendo la puerta cuando veo a mi amiga en cuatro y con el ministro pegado en el trasero.

—¡Pero que...! —Brenda se queda en shock

—¡Diablos Laila! —aparece Lulú.

Están desnudos y Laila es la primera en apartarse dejando a la vista una polla erecta y brillante que deslumbra la vista de todas

—¡Chicas! —espeta furiosa— ¡Estoy ocupada!

El ministro no habla, solo trata de taparse las partes. Intento inútil porque la mano abierta no cubre el falo erecto que intenta disimular.

—¡Perdón! —digo sin salir del asombro.

—¡Fuera! —nos echa Laila, pero ninguna se mueve todas están perdidas en el potro cincuentón con cuerpo de atleta.

Segundos donde me olvido de mi mañana de mierda porque por mucho que quiera no puedo pensar en otra cosa que no sea la vara erecta del máximo jerarca de la FEMF. Es la mejor cosa que le pudo heredar al hijo.

«¡Bendita sea la genética!»

—¡Chicas! —vuelve a exclamar Laila señalando la puerta— ¡Están invadiendo mi privacidad!

—¡Si! —Brenda me pisa, Lulú no sabe si entrar o salir y yo me voy de bruces contra la puerta.

—Te esperamos afuera —cierro.

Le tapo la boca a Lulú para que no grite.

—¡A donde consiguen vergas tan grandes! —pregunta— Si hay un catálogo muéstrenmelo que necesito encargarme un par.

—¿Por qué no tocaste antes de entrar? —me reclama Brenda.

—Que iba a saber que se estaba follando al papá de Christopher.

—¿Es el diablo mayor? —indaga Lulú— Con razón tanta...

—¡Chicas! —Laila asoma la cabeza en la puerta— Estamos escuchando todo.

Nos vamos a la sala y soy la primera en dejarse caer en el sofá, una sorpresa más y terminaré en el área de urgencias.

Lulú se acuesta a mi lado, Alexa llega con resaca y Brenda prefiere quedarse de pie.

—Estoy más cómoda así —dice cuando la miramos.

—¿Tuviste sexo anal? —le pregunta Lulú.

El timbre suena dándole la excusa perfecta para no contestar. Es Luisa y tiene pésima cara.

—Voy a pedirle el divorcio a Simón —es lo primero que dice cuando entra.

Contemplo la idea de irme a vivir a Rumania.

—¿Que paso? —pregunta Alexa. 

Se echa en el sofa. 

—Se supone que estábamos disfrutando de los aires de paz post conflicto —confiesa— Y todo iba bien hasta que fuimos a follar y no hubo ereccion. 

El asunto es grave, para Luisa es como si le patearan los ovarios.

Brenda cuenta lo de Parker mientras Luisa lidia con su crisis existencial. 

—Yo me lo veía venir —dice Alexa— Es muy lindo con Harry, no está comprometido y te lanza miradas indiscretas.

—Claro que no...

—Claro que si —secunda Luisa— Más bien cuenta como fue.

—Rudo, brutal... Placentero —se le encienden las mejillas— Tiene buen tamaño y en mi memoria quedó grabado como el señor nalgadas.

—Todo estuvo genial —aclara— Pero no habrá secunda oportunidad.

—Deberían llamarse el club de las brutas —se queja Lulú— Si yo fuera tú estaría cabalgando en su entrepierna.

—Fue un acuerdo de personas maduras —responde Brenda— Ambos quedamos en que es mejor olvidarlo.

—Y Rachel va volver con Bratt —se burla Luisa— Es obvio que seguirán cogiendo, esos polvos no se olvidan.

—Me agrada Parker —dice Alexa en tono divertido— Deberían casarse y conocerse en el proceso.

—No sean exageradas, ya paso y no me gustaría meterme en su vida sabiendo que sintió cosas por Rachel, incumpliría el código de la buena amiga.

—A mí no me interesa Parker —digo en mi defensa— Suficientes líos tengo con el troglodita que dice ser mi coronel.

Suelto la sopa de todo lo que pasó.

—Esta con Gema porque no has tomado cartas en el asunto —me regaña Luisa— La usa para darte celos. 

—Gema no merece sufrir —Brenda sale en su defensa— El único pecado de esa pobre cristiana es estar enamorada igual o peor que tú,

—¿Stefan y Bratt si merecen sufrir?

—No estás pensando bien —me regaña— Gema no es una mansa paloma, pero no puedes atropellarla así porque sí.

Lo que me faltaba, que quedará como victimaria sabiendo que he sido la que más ha perdido.

—Viaja y tomate un tiempo —sugiere Brenda— Me gustan como pareja, pero no creo que ahora sea el momento de estar juntos.

—Ella no tiene por qué estar huyendo como si fuera alguna criminal —me defiende Luisa— Solo tiene que tener los ovarios de darle un golpe directo al coronel para que deje tanta pendejada.

—Apoyo eso —secunda Lulú— Hay que empoderarse y patearle las pelotas.

—Tienes rabia —se me acerca mi amiga— Y no te culpo, yo lo estuviera despellejando con un cortauñas, pero ya que no podemos paguémosle con la misma moneda.

—Luisa —interviene Brenda.

—El toro se toma por los cuernos y si ese cabrón quiere que dejes de reprimirte dale gusto —me dice Lulú— Conviértete en la puta ama del universo y date el placer de decir que lo pusiste a que te lamieras los pies.

—No tienen por qué lastimar a Gema —insiste Brenda— A veces no la tolero, pero ¿Que se puede esperar de alguien que perdió la virginidad a los 25? No tiene mundo y es normal que actúe como si estuviera saboreando la miel del primer amor.

—Gema no es tan santa paloma como creen —continua Luisa— Eso de ser amiga de Rachel sabiendo que tiene historia con el coronel no me convence de a mucho...

Se callan cuando Laila entra en el vestíbulo, sabemos quién viene atrás y es complicado mirarlo después de lo que vimos.

—Se está bañando —aclara para que hablemos.

—Qué lindo —Brenda suelta el sarcasmo— Mi casa es sede de encuentros clandestinos.

—Antes de recriminarme el porqué de no haber ido a un hotel —se defiende Laila— Diré en mi defensa que fuimos, me trajo y la pasión nos ganó cuando estábamos aquí.

No hay forma de juzgar, yo por poco me tiro al hijo mientras Stefan estaba en la puerta.

—¿Por que la reunión? —se sienta en uno de los pufs.

—Brenda se tiró a Parker, Rachel al coronel —explica Alexa— El coronel le soltó todo a Stefan, a Simón no se le para y Luisa se va a divorciar.

—¿Y todo eso pasó en 8 horas?

—Si —contestamos al tiempo.

Ponen a Laila al tanto de todo y yo no dejo de pensar en la rabia que tengo. Christopher es tan hijo de puta que a veces me dan ganas de enterrarle un tiro. 

—Señoritas —saluda el ministro arreglándose las solapas del traje.

Me mira y deduzco que querrá reprenderme por lo del jueves, me advirtió que actuará de una forma madura y estoy haciendo todo lo contrario.

—Que gusto saludarlo —Luisa se aclara la garganta y Lulú se levanta con la mano estirada.

—Lucero Benavides —se presenta— No han tenido la educación de presentármelo.

Laila rueda los ojos conteniendo la risa.

—Lucero —corresponde el saludo con una sonrisa coqueta— Me habían hablado de ti, pero con el seudónimo de Lulú.

—Oh si —se sonroja— De cariño me llaman así.

—Es un placer conocerte.

Laila se levanta y lo abraza por detrás, el corresponde como si fueran una pareja de años mientras Lulú necesita urgentemente un babero, Brenda le hace señas para que se siente.

—Ese incomodo dilema de no saber si quieres ser nuera o madrastra —dice entre dientes haciéndole caso a Brenda.

—¿Qué? —Alex la alcanza a escuchar.

—Es el papá del jefe de las chicas —sonríe para disimular— Ya lo conocí y es un encanto...

—Lo dudo —se pone un poco serio— Me gustaría hablar contigo, Rachel.

«Más problemas»

—Si —me encamino a la puerta, abro y hay dos escoltas esperándolo en el pasillo.

Todas miran al techo cuando Laila se despide y la estampa contra la puerta dándole besos en el cuello, suben la temperatura y los escoltas deciden pasearse para no incomodar.

—Te veo el lunes —se dan un último beso.

Doy un par de pasos para que mis amigas no escuchen lo que tiene que decir.

—Estoy investigando lo que paso con Antoni —dice cuando estamos solo— Hizo una buena jugada a la hora de acosar teniendo en cuenta que está en la cárcel.

—Si —no me siento cómoda— Yo solo quiero tenerlo a metros...

No quiero alargar la cosa y opto por hablar lo del paquete de hoy directamente con Olimpia, al igual ya está enterada y supongo que está tomando medidas.

—Lo sé y por eso necesito que Christopher tome el puesto de ministro, este tipo de cosas se da porque tiene aliados adentro y un nuevo mandato romperá alianzas.

—Lo entiendo...

—Pero tal cosa no se logrará si siguen comportándose como críos —empieza a regañarme. No grita, pero si intimida con el tono de voz— ¿Está aquí? Porque Marie llamó a quejarse de que está engañando a Gema...

«Ahora todos son defensores de Gema»

—¿Está o no está? —vuelve a preguntar,

—No —no quiero más escándalos por el día de hoy y como es supongo que ya se largó, siempre arma la trifulca y se va como si nada.

—Necesito que por favor...

Corta las palabras cuando escucha los pasos que corren en la escalera y vuelvo a quedar en ridículo cuando Christopher aparece con la nota de Antoni en la mano

«¡Que alguien me mate!»

—¿Qué es esto? —me reclama ignorando el papá—¡Antoni te envía flores y regalos y soy último que se entera!

El ministro no pone buena cara.

—Eso es tiempo pasado —me alejo— ¿Y porque sigues aquí? ¿No fue suficiente con lo de esta mañana?

—¿Qué pasó esta mañana? —pregunta Alex.

—Explícale —le exijo— Dile que andas gritando a los cuatro vientos que fuimos amantes.

—Eso no viene al caso...

—¡Claro que viene! —las chicas salen y me encamino a mi casa antes de desarmar a un guardia y pegarle un tiro.

Subo las escaleras y se me viene detrás.

—¡Christopher! —lo llama Alex.

—¡Déjalos! —intercede Laila— Tienen que arreglar las diferencias para que haya un poco de paz.

Subo los escalones de dos en dos, entro a mi casa y se me atraviesa cuando intento estrellarle la puerta.

—¡¿Tienes idea del peligro que corres?! —me reclama adentro— Los rescates de película se dan bien la primera vez...

Supiera lo de ayer si no estuviera jugando al novio ejemplar.

—Yo no necesito que me rescates —me vuelvo hacia él.

—¿Otra vez con el papel de heroína?

—¿Heroína? No —no puedo con la ira— Tal vez quiero que me secuestre, para que me lleve lejos y estar a metros de ti.

—¡No hable sandeces! —se pone peor que yo, y está claramente demostrado que Antoni es un buen detonador.

—¿Cuál es la ira? —finjo ignorancia— ¿Te molesta que prefiera al líder de la mafia antes que a ti?

—¿Ahora respiras por la herida? —da un paso al frente— Bájale a un poco, ya se largó y te dejo no tiene caso que quieras recomponer lo que no tiene solución.

—Lárgate de mi casa.

Le timbra el móvil y aprovecho para encerrarme en mi alcoba. 

—¡Abre la maldita puerta! —estrella el puño contra la madera.

—¡Lárgate! —busco mi móvil, alcanzo los audífonos y me voy al balcón.

Sigo temblando de la ira, intento contactarme con Stefan y no me contesta, sé que no vendrá, pero quiero que al menos sepa que aun cuenta conmigo. «Pobre» Estoy traumada con la cara que puso cuando vio a Christopher.

Insisto en que no merecía ser tratado así, estaba tan emocionado y lo volvieron trizas en menos de nada.

Cierro los ojos con los audífonos en los oídos. Necesito que ese idiota se largue, duermo por un rato despertando con jaqueca. Busco el HTC buscando novedades. 

Entro al sistema del coronel que tiene mensajes de Gema. 

"Christopher, estoy preocupada ¿Dónde diablos estás?"

No recibió ningún tipo de respuesta, pero ella insiste. 

"Cariño, ya estuvo bueno del altercado, hablemos y resolvamos esto como los adultos que somos"

Stefan vuelve a darme pesar. Mientras esta estupida anda soñando pendejadas el pobre soldado la esta pasando mal. Guardo el movil abriendo la puerta. 

Asomo la cabeza en la sala, no hay nadie en el balcón, pero si en mi sofá.

El energúmeno está dormido tapándose los ojos con el brazo, tiene el arma y el móvil en mi mesita de vidrio y no hay rastros de la joya Mascherano que deje en la mesa. El IPhone tiene la pantalla encendida, veo la foto de Gema desde aquí, el timbre no está muy alto y dudo que pueda despertarlo.

Los consejos de Brenda y Alexa me dan vueltas en la cabeza «Ella no tiene la culpa» Pero Stefan tampoco la tenía, me acerco con cuidado y tomo el móvil.

Estoy más asustada por su reacción que por lo que diré, algo dentro de mí teme a que si lo hago se ponga histérico y vaya tras ella como yo fui por Stefan y si hace eso me estaría demostrando que le importa

«Yo no quiero que le importe»

El teléfono muere y revive en mi mano con el nombre de Gema «Al menos no la tiene guardada con nombre cariñoso» Le doy la espalda y deslizo el dedo en la pantalla.

No me criaron con este tipo de malicia y ahora estoy comprobando que la sociedad corrompe a la gente, «Mi sociedad se resume en Christopher Morgan»

Paso saliva y me pego el móvil en la oreja.

—Hola —contesto.

No hay más que silencio absoluto, segundos que se me hacen eternos y ruego a Dios que le den mí misma valentía y se atreva a hablar.

—Hola —repito y escucho que gritan "¡Di algo, coño!" «Liz»

—¿Christopher? —gimotean.

—¡No! —respiro hondo y...

Cuelgan, rompió a llorar y prefirió colgar antes de enfrentar la realidad.

Bajo el teléfono con rabia. 

—¿A mano? —hablan a mi espalda y me doy la vuelta para mirarlo.

Está de pie al lado del sofá y lo único que hace es extender el brazo para que le devuelve el teléfono.

—¿Te molesta? —me acerco y niega como si no pasara nada.

—Eres libre de hacer lo que quieras.

—¿Porque sigues aquí?

—Porque debo hablar con los escoltas que te cuidaran el culo en mi ausencia —mira su reloj— Están por llegar.

El móvil le vuelve a timbrar y no pone buena cara.

—Contesta —le exijo— Que yo sepa no eres un cobarde ¿O sí?

—¡No pretendas provocarme!

El aparato sigue timbrando y me jode el que no haga lo que se supone que tiene que hacer.

—¿Te da miedo? —empiezo a desafiarlo— ¿Que te deje y no sepas qué hacer con tu vida?

—¿Luzco como ese tipo de gente?

Obvio que no, don ego luce como una piedra insensible que solo demuestra ser humano a la hora de follar.

—Me gusta decir las cosas a cara —me sigue cuando me encamino a mi habitación.

—Qué bueno por ti don valiente.

Recuesto la espalda en el cabezal de mi cama, el mismo donde me esposo el jueves por la noche.

El móvil no le para de sonar y me molesta que se pasee de aquí para allá, me mira con rabia y detesto que cambie los papeles. Ya se le pasó la fase de querer conciliar y ahora me está ignorando igual o peor que yo. «¿Le molestó que le dañara el ligue?»

Está texteando con alguien y se pasa las manos constantemente por el cabello, pasa casi una hora y seguimos en la misma posición. Se va al balcón y aprovechó para sacar el HTC y mirar con quien tanto habla.

Es el mismo número incógnito que me salto cuando quise ver los mensajes de Laila «Está hablando con el ministro» Y con dos personas más «Gema y Liz»

"De mi amiga nadie se burla, maldito" Lo amenaza Liz "No tendrás que pisar tu casa nunca"

Ignoro el mensaje, pero no hizo lo mismo con los de Gema.

Ella ya le escribió cuatro cartas preguntando el porqué, reclamando y haciendo pataleta, él le respondió que lo hablaran cuando llegue. Guardo el teléfono cuando vuelve. 

—Debo irme ya —recoge el reloj que había dejado en mi mesita de noche y me bajo por el otro lado de la cama.

—Ya era hora.

La cuestión requiere medidas rápidas, así que me deshago de la sudadera dando a entender que me voy a bañar. Suelto la prenda y los pechos me caen libres, no traigo sostén y no hay barrera que le impida disfrutar de la vista.

—Cierra la puerta cuando salgas —lo miro por encima de mi hombro.

Desabotono el short, cae y lo aparto cuando cruzo el umbral de mi baño.

No lo miro, solo avanzo dejando el baño abierto. Esta secuencia de ideas me comprobará si es cierto lo que todos dicen y me niego a entender.

Cierro la puerta corrediza y abro la ducha, el agua fría me empapa el cráneo mientras cuento los segundos que se tardará en...

Corren la puerta y festejo para mis adentros.

—¿Sigues aquí?

Me mira de arriba abajo.

—Quiero caer en la trampa primero.

—De qué hablas...

Se mete a la ducha con ropa y zapatos, lleva las manos a mi cuello y me pega a la pared mientras el agua lo empapa por completo.

—Me gustas así —dice a milímetros de mis labios— Mala, caprichosa y mía.

Lo encuello sellando nuestras bocas con un beso bajo la ducha, lo pongo a firmar un pacto con la diabla que tanto quería soltar, bien dice que el hombre cuando quiere lastima, pero la mujer si quiere destruye.

Me aferro a los bordes de la camiseta y la hago trizas como él lo ha hecho miles de veces con mi ropa interior, con la misma fuerza lo empujó al otro lado de la pared, como era de esperarse no es de los que se deja arrebatar el control, se me viene con más fuerza deslizándome la espalda en la pared resbaladiza, mis piernas responden abriéndose y aferrándose en su cintura mientras le clavo las uñas en los hombros.

Los besos son urgidos y agresivos, empieza a morderme los pechos y trato de mentalizarme en lo que haré, se prende de uno y le suplico que me lleve a la habitación . No me baja, carga conmigo hasta la cama, me deja en las sabanas y batalla con los zapatos y los vaqueros que trae, se lanza como el león hacia la presa y lo recibo cambiando los papeles.

Vuelvo arañarlo cuando me refriego en su falo y succiono la piel de sus pectorales, este hombre no tiene erección mala, la dureza me lastima, sigo en lo mío y trata de puntearme acomodándose en mi entrada, lo dejo mi enfoque está en otra cosa. Voy a su cuello, chupo y lamo encendiéndolo. Quisiera que mis estúpidas hormonas se durmieran, pero las muy malditas están locas con la polla palpitante que tengo contra el coño.

Su lengua baila en mi boca cuando me toma el mentón y empieza besarme. La humedad empieza a bajar mojándolo con mis fluidos, nota la reacción y acomoda la mano entre mi sexo y su polla, la oleada de sensaciones me eriza hasta el último vello mientras tres dedos me penetran cuando se le da por follarme con la mano.

—Nena... —cuadra la mandíbula aferrándose a la piel de mis glúteos, hago presión reafirmándome en sus dedos.

«No voy a correrme» Me mentalizo, aumenta los movimientos y vuelvo a enterrarle las uñas en el brazo, tiene dedos mágicos, rozan mi sexo al mismo tiempo que toca mi clítoris hinchado

—Esos gemidos son música para mis oídos —dice.

Me aferro a su polla y empiezo a masajearla, las venas remarcadas deleitan el tacto de mi mano, masturbación mutua en un duelo de miradas oscuras, acelero los movimientos y empieza a bajar la magia que hace en mi coño, la polla le palpita y aparta mi mano evitando la eyaculación.

—No voy a desperdiciar esto —pasa la mano por mi monte de venus.

Tomo el tallo y le echó una última mirada preguntándome cómo soy capaz de soportar tanta potencia, a veces asusta.

Alzo la pelvis y dejo que acomode el glande en mi entrada. Respiro, este tipo de poses hacen que lo sienta hasta en el útero, los músculos se me dilatan, pero no apañan el dolor que siento cuando cubro más de la mitad del falo.

—Despacio —susurra tomando el control, sigue entrando y mi canal se abre dándole la bienvenida.

Tortura placentera que me obliga a alzar los brazos y recogerme el cabello, la vista es asombrosa para él porque veo la misma mirada que me dedico Antoni la vez que lo hicimos. Esos ojos cargados de placer que te hacen sentir como una verdadera diosa.

—Toda —avisa, miro y noto que estoy en el nacimiento de su polla.

Muevo las caderas y se queja cuando empiezo a jadear sin ningún tipo de pudor, mi pelvis se mueve sola mientras lo monto y deleitó con los dotes que le dio la naturaleza. Se supone que es un plan, pero no voy a contener el placer de disfrutarlo mientras lo planteo, toca mis senos baja a mi abdomen y juega con el piercing de mi ombligo, el roce del glande es una sensación exquisita.

Estoy tan llena que puedo sentir como me roza, se hincha y palpita en mi interior, pero eso no es lo mejor, el placer máximo está en ver cómo aprieta los dientes y clava los dedos en mi trasero moviéndome de arriba abajo, me sube me baja y se relame los labios cuando brinco sobre él.

—Diablos —echa la cabeza hacia atrás— Vas a matarme si sigues moviéndote así.

Bajo a su boca y empiezo a besarlo, a hundir las manos en su cabello mientras devoro sus labios. Por muy rencorosa que este no puedo ocultar que no hay cosa más maravillosa que besar a la persona que amas y Christopher tiene ese lugar hace mucho tiempo. Por esto mismo, porque no son besos cualquiera, son caricias a mi alma donde dejo de usar los labios y le abro las puertas de mi corazón, donde mi único deseo es tenerlo para siempre o morir aquí y quedarme con los únicos buenos momentos que me da.

Recordar sus besos en el exilio fue el acto más masoquista y hermoso del mundo, me dolía, pero me hacían sonreír y sonrojar de vez en cuando.

Me acaricia el cabello y noto que me quede quieta.

«Como no, si estaba en el país de las pendejadas»

Me baja y me enfoco en que si no me concentro no lograre nada, no se echa sobre mí, si no que me voltea boca abajo obligándome a subir la pelvis para que me ponga en cuatro. Lo dejo, se prepara y me preparo.

Acaricia mis glúteos y reparte besos por mi espalda, sus caricias previas no son más que un aviso de que se vienen arremetidas violentas donde seguramente terminaré tullida.

Puntea en la entrada, alcanza uno de mis pechos y soy yo la que echa el culo hacia atrás enterrándomela toda, incomoda mientras me dilato, pero la caricia constante de sus dedos en mi pezón distrae cualquier signo de dolor.

Vuelvo a empujar y responde echándose hacia adelante acompasándose a mi ritmo, arremete clavándome la mano en la clavícula «Salvaje y brusco» Lanza embates que me ponen al borde, el placer me inunda y aprieto los ojos mientras entierro los dedos en la cama.

«Concentrada Rachel» No puedo joder, su pene hurga hasta en lo más profundo de mi coño preparando mis neuronas para las oleadas de orgasmos «Puedo hacerlo» Manda la mano a mi otro pecho moviéndose como cual perro en celo, gruñe y le sale de una forma tan sexy que debo maltratarme el labio en busca de una distracción.

—Vamos nena —jadea apretujándome las nalgas.

«¡No!» Sigue embistiendo y el orgasmo está a nada de estallar, siento que no puedo detenerlo «¡Puedo hacerlo!» Me digo y relajo los músculos mientras río para mis adentros cuando lo siento desesperado, muevo la pelvis y jadeo a los cuatro vientos lo mucho que me gusta «Si se distrae con su eyaculación no notara mi orgasmo» Los embates son más fuerte, pero haga lo que haga ya me centre en un objetivo, la piernas se me debilitan cuando recibo la oleada de placer, pero no soy idiota. Me mantengo firme para no caer ni contraerme, el grito me lo trago y el desespero lo entierro cuando aprieto las sabanas de mi cama, estallo en silencio y con disimulo.

Su eyaculación me empapa las piernas, pero no se aparta, se queda inmóvil y en silencio.

—¿Ya? —pregunto haciéndome la tonta.

Se aparta molesto, si hay algo que le ofende a Christopher Morgan es que lo comparen y se le metan con la hombría y yo tengo la mirada puesta en las dos.

—Esto es algo de dos —termino de prenderle la chispa— Así que supongo que terminaras con la boca lo que no lograste con semejante trozo de carne.

Aprietas los puño tratando de sonreír.

—Fuiste amigo de Antoni, supongo que con el aprendiste hacer magia con la lengua.

Cachetada doble, la cara se le desfigura dejando la postura del pantalón a medias.

—No pretendas ofenderme con algo que fue a la fuerza.

Se sigue vistiendo y me levanto por mi pijama.

—Fue a la fuerza hasta que se comportó como un caballero y me hizo sentir como una dama...Cosa que nunca podrás decir tú...

Aparto la mano para que la puerta del closet no me parta los dedos cuando la estrella.

—¡Mentirosa!

—A todos nos duele saber que nuestro rival tenga igual o mejores capacidades.

—Haberlo dicho antes —espeta—¡De haber sabido que estabas tan complacida no hubiese ido por ti!

Suelto a reír.

—Nunca te dije que lo hicieras... —lo encaro— Y analizándolo bien, dudo de que sin orgasmos esto pueda funcionar.

Miento puedo correrme con solo verle la polla.

—Voy a ponerme en la tarea de buscar otros prospectos, porque a ti el truco te empezó a fallar—continuo— Esto me demostró que ahora siento más odio que amor.

Toma mi cuello y siento su desespero cuando intenta besarme.

—Está fuera del juego coronel —lo empujo— Lárgate con tu noviecita porque lo nuestro no va más.

Se ríe.

—¿Desde cuándo terminas lo que nunca empezó? —no sería él si no devuelve el puñal con más fuerza. 

—Lárgate de mi casa antes de que empieces a sangrar —le tiro los zapatos.

Tiene el cuello morado por todos mis chupetones y los bíceps rojos por los arañazos.

—¿Te quedarás ideando quien será la próxima víctima?

—Las, querrás decir —lo empujo afuera— Ahora que estoy soltera soy libre de divertirme como mejor me parezca, como bien lo dijiste soy peor que tú.

Me amarro la bata y lo saco a trompicones.

—Dile a Gema que revise y detecte el porque te fallo el aparato.

Le arrojo la chaqueta que dejo en el sofá.

—Eres tan patética...

—¡Fuera! —lo echo— Y no te molestes en traerme escoltas, puedo conseguírmelos por mis propios medios.

—Me da igual ¿Sabes? —abre la puerta— Que te quedes con tu puta locura y vivas complicándote la vida para todo.

—Solo estas ardido porque no me la complico contigo.

—¡Deja de hablar como si me estuviera doliendo! —espeta— ¡Porque no me importas! ¡Y me alegra que se acabe al fin y al cabo ya logré que tus estúpidos vieran lo que realmente eres!

Lo empujo afuera, encuellandolo en la pared del pasillo.

—Miedo —le escupo— Eso es lo que tienes niñito asustado, miedo de que te vuelva mierda si se me da la gana...

—Suerte en el intento...—se burla.

—La suerte la necesitas tú en tus estúpidos intentos por olvidarme —se suelta y me devuelvo a mi apartamento— Ándate con cuidado, no vaya a ser que Gema note que me amas...

—No seas ilusa.

—Iluso tú que crees que dejando a Stefan iba a estar contigo.

Le estrello la puerta en la cara y me tapo la boca para no gritar, demasiadas emociones en un día, la ansiedad me está matando y no me queda más alternativa que volver a los vicios pasados.

Voy a mi mini bar y con dedos temblorosos me sirvo un trago de coñac, rebusco en los cajones y saco una cajetilla de cigarros.

Se supone que son lujo para las visitas y debo alejarme de las dependencias, pero necesito llenar mi cuerpo con algo y celebrar el funeral de la Rachel que acaba de morir.

El papel de villana no hay que practicarlo y no voy a decir que el coronel no tenía razón al decir que no me quedaba el apodo de ángel, creo que en el fondo siempre me ha visto cómo soy y entre diablos nos vemos los demonios.

Enciendo el cigarro, el muy idiota quiere que sea como él, pero no cae en cuenta que las cosas son mejor en versión femenina.

Si él es malo yo puedo ser peor, me restregó que me quedaría pensando en quién sería mi próxima víctima sin saber que ya la tenía al frente. Yo no voy por otros, yo voy por él.

Tiene una debilidad y ese talón de Aquiles, soy yo.

Me empino el vaso y acabo con el cigarro, abren la puerta de mi casa y no me molesto en ver quién es.

Luisa se deja caer en el sofá y Lulú se va directo a la nevera.

—¿Lista? —pregunta Luisa.

Asiento cerrando las puertas del balcón.

—Dilo en voz alta para que te convenzas —me dice Lulú— ¿Quién eres?

Suelto la colilla en el cenicero.

—La puta ama. 

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