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CAPÍTULO 34

Pasteles dulces y momentos amargos.

Rachel.

—Estas babeando la silla.

Abro los ojos y me muevo en los cojines de cuero de la camioneta de Parker.

—¿Ya llegamos? —pregunto adormilada.

—Si, el hotel Hilton tiene lista nuestra cama matrimonial.

Me vuelvo hacia la ventana, no hay mucha iluminación en el andén, la única luz que hay es la que viene de mi edificio.

—¿Nunca te dijeron que eres un pésimo comediante?

—Y tu una pésima pasajera, estuviste roncando todo el camino.

—¡No ronco!

Recojo mis cosas abriendo la puerta, muero por tirarme a la cama.

—Gracias por acercarme —me despido— Te debo una.

—Me debes miles.

—No te quejes, a lo mejor me animo y te dejo que me hagas un desnudo —bromeo.

—No gracias —me indica que me aparte— No hago ese tipo de arte.

Abrazo mi bolsa subiendo a la acera.

—Tienes la opción si cambias de parecer —me despido— Descanse, señor Parker.

Enciende el motor y me encamino a mi edificio.

—Buenas noches, señorita James —me sañuda Julio.

—Rachel —lo corrijo— ¿Porque esta tan oscuro afuera?

—Hubo un corto circuito que quemó las bombillas de todos los postes —me explica— La compañía de luz quedó en arreglarlo mañana.

Arrastro los pies al ascensor.

—Subí su correspondencia esta mañana —me avisa

—Gracias —oprimo el número de mi piso— Descansa.

Recuesto la cabeza en el vidrio del ascensor, destilo cansancio por los poros. Fue una noche rara, por poco consigo lo que tanto quiero, da pena reconocerlo, pero, aunque no viera a mi supuesto cliente, tenía algo excitante. Eso y que tenía el modo ninfómana activado.

Abro mi puerta las luces están encendidas y Laurens esta con una taza bandeja de té en el comedor.

—Hola —saludo.

Se sorbe los mocos limpiándose las lágrimas con la blusa.

—¿Insomnio? —le pregunto.

—Un poco —no se ve bien.

—¿Qué pasa? 

Me muestra una hoja e intenta contener las lágrimas. La leo por encima, es una demanda de servicio infantiles donde exigen que rinda cuentas de su situación actual o le quitaran a la niña. Debe demostrar que la tiene afiliada al sistema de salud, que tiene un empleo estable y está al día en vacunas y exámenes médicos.

—Es en siete días y aun no tengo empleo —llora— Todos los días salgo a buscar y nadie quiere contratarme.

Me parte el corazón.

—Le escribí a Scott y le dijo que me fuera a la mierda, que entregará a Maggie, ya que estaba mejor con servicios infantiles que conmigo —sigue llorando— Está furioso porque la señorita Luisa lo demandó.

Con tanta cosa no he tenido tiempo patearle los huevos, pero de mañana no pasa.

—No sé qué hacer —rompe en llanto— Mi familia no quiere ayudarme y no me van a tomar en cuenta su ayuda.

—Cálmate —le acaricio la espalda— Lo solucionaremos mañana, no te preocupes.

—¿Como?

—Hablaré para que te devuelvan el empleo.

Niega.

—Él no lo hará —se sorbe los mocos— Todos lo intentaron, la señorita Gema me llamo a decirme que trato de insistir y le dijo que no, hasta Gauna intervino por mí y tampoco le hizo caso.

—Bueno, si no será con él, será con otro. Puedo hablar con mi abogado para que nos den tiempo y opciones, solo déjalo en mis manos y prometo que lo solucionare.

Asiente.

—Gracias —me abraza— No sé cómo pagarle.

—Ve a dormir, yo me ocupo. 

Obedece y la puerta se abre dándole paso a Stefan que se sienta frente a mí.

—Estoy muerto —se frota los ojos.

—Igual yo.

—¿Quién te trajo? —pregunta— Te estuve buscando y no te encontré.

—Parker me acerco.

Suelto un largo suspiro. 

—Tenemos que hablar... —vacila— Quiero que lo sepas por mí antes de que te lo comente otro —se ve preocupado— No quiero que pienses mal...

—¿Que me dirás? —sirvo dos tazas de té— ¿Que profanaste tu cuerpo por conseguir los documentos que te pidió Bratt?

Le entrego el té y no sabe qué responder.

—Ya lo sé, soldado y no tiene por qué darme explicaciones, es nuestro trabajo.

—¿O sea que todo este tiempo me he estado preocupando por nada?

Asiento.

—Todos lo hemos hecho ¿Porque crees que me gane la obsesión de Antoni Mascherano? —le tomo la mano— Porque actúe como una autentica puta y deje que me manoseara hasta que se cansó.

Me besa los nudillos.

—Laila, Brenda, Alexandra, Parker, Simón, Bratt. Todos nos hemos tenido que meter en el papel en algún momento y para eso te traje, para que surgieras y demostraras que eres un buen agente —le digo— Y si tu fuerte es ir de incógnito conquistando mujeres, hazlo. Sácale provecho a tu atractivo...

—Gracias.

—Gauna está muy contento con lo que hiciste, lo aclaro en el informe que leí.

Se acerca dándome un beso en la boca.

—¿Cuántas veces fueron? —pregunto curiosa.

—No me obligues a decirlo —se queja— Es vergonzoso.

Suelto a reír.

—Soy tu superior, ríndame cuentas, soldado.

—No...

—¡Habla! —bromeo— Es para romper la tensión.

—Cuatro.

—Macho —imito su acento español para disimular la molestia de no sentir los celos que debería y quiero sentir.

—No hagas que me sonroje, por favor —dice avergonzado— Ella es insaciable.

—Me alegra que lo consiguieras —le beso la nariz— ¿Nos vamos a dormir?

Niega.

—Tengo que terminar de preparar la masa para los pasteles la venta es mañana a las nueve.

—Cierto, ¿En qué te ayudo?

—Dándote un baño y yéndote a dormir —se levanta— Te tomaré de impulsadora y te necesito radiante.

—Pero...

—Ni hablar, suficiente con las labores del centro, como para ponerte a amasar harina.

Se va a la cocina.

—Duerme por los dos. 

Lo sigo y le rodeo la cintura con los brazos. Me toma la cara con las manos besándome  la boca, sabe a chicle de canela. 

—Si necesitas algo; Llámame.

—Vale.

Me despojo de la ropa y entro a la ducha, todavía estoy algo tensa por lo del señor Banks, me pregunto qué trauma tienen los hombres egoístas que se preocupan por el placer de uno.

Me meto bajo el agua tibia, no le costaba nada dejarme tener mi momento. Momento que estoy buscando hace meses, aparece una vez y me lo quita un maldito acaparador.

Salgo y no me molesto en buscar los juguetes, sé que no voy a llegar y no tiene caso perder el tiempo en cosas absurdas. Creo que ya me estoy resignando a ser una frustrada.

Caigo en la cama pensando cómo diablos voy hacer para hablar con Simón, poner a Scott en su lugar y convencer a Christopher que le devuelve el empleo a Laurens.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

El día esta soleado. Me levanto, me baño y me visto con vaqueros, converse y una blusa sencilla de tiras delgadas. 

La casa huele a pastel, la pequeña Maggie está jugando en el piso y Laurens le está ayudando a Stefan con el inventario de lo que se llevará.

Hay pasteles, muffin, tartas. Stefan es un fenómeno en la cocina, a mí me hubiese tomado tres meses hacer todo eso.

—¿Cuántos hay? —pregunto apoyándome en la barra de la cocina.

—No tenemos número exacto todavía y Paul ya vino por la mitad —Stefan se quita el delantal— Lo bueno es que la mitad ya están encargados.

Meto el dedo en el cuenco de crema pastelera.

—Te prepare el desayuno —pasa por mi lado dándome un beso— Come mientras me baño.

Tomo asiento en el comedor desayunando con Laurens y con Maggie, que se va adaptando y ya no llora cada que al cargo. Laurens se ve mejor ánimo que ayer.

Me recalca que no olvide hablar con el abogado y que haga todo lo posible por ayudarla. Guardo la carta de la demanda sin que se dé cuenta y busco la ficha de ascenso que me dio Scott.

Stefan no tarda en salir.

—¿Llamo un taxi? —pregunto— Tengo el auto en la central.

—Tengo el mío —alza las llaves.

No tengo nada contra el auto, pero me molesta que sea la burla en el estacionamiento del comando, todos tienen gamas altas, desde Mercedes, Ferrari y BMW. Los becados prefieren no llevar nada, y no soy para nada superficial, pero no quiero que lo discrimen ni lo hagan sentir mal.

—Ángel —me toma la cara entre las manos— No es el mega auto, pero es una reliquia clásica y eso es motivo suficiente para lucirlo con orgullo.

Amo su optimismo.

—Ok, vamos.

Stefan me deja conducir ya que debe sostener las cajas en la parte de atrás. Abro la ventanilla, me coloco los lentes, subo el volumen del estéreo y dejo que Maroon 5 se apodere del auto.

Pese al mierdero que tengo encima estoy de buen ánimo, debe ser porque presiento que la cosa se va a descarriar cuando llegue a la central.

Aprovecho la luz roja del semáforo y le escribo a Scott que necesito verlo en la sala de juntas.

Entramos al comando y hago la fila para que me dejen entrar, tomo el carril al estacionamiento y freno en seco cuando se atraviesa el McLaren del coronel.

—Por poco y me cae un pastel en la cabeza —protesta Stefan.

La guardia personal me restringe el carril para que no pase y me quedo al volante conteniendo el suspiro que surge cuando baja. 

«¡Tengo que superar a ese hombre!»

Esta vestido de civil con zapatillas, vaqueros, playera blanca y una camisa de jeans azul claro. Tiene lentes Ray ban Wayfarer y está hablando por celular. Trato de mirar a otro lado e ignorar las emociones que causa.

Por suerte el encanto se acaba cuando Gema sale y se le cuelga del brazo.

La guardia se mueve para que pueda entrar.

—Buenos días, teniente —me saluda Tyler— Que bonita se ve hoy.

Me ayuda abrir la puerta.

—Gracias —me agrada es muy empático.

—¿Como esta Laurens? —pregunta.

—Bien —me recuerda que es mejor que intente hablar con Christopher ahora y no cuando se ocupe.

—Salúdela de mi parte

—Rach —Gema se acerca a saludarme con un beso en la mejilla— ¿Necesitan ayuda?

—Si —dice Stefan atareado con las cajas.

Me da pena decirlo, pero en verdad necesito hablar con el coronel.

—Puedo hablar con... —no sé cómo decirlo y saco la hoja de la demanda— El coronel... —le muestro el documento a Gema —Laurens está muy preocupada por esto.

—Ve, pero dudo que consigas algo —me dice— Llevo dos semanas pidiéndole lo mismo.

—A lo mejor se ablanda con la demanda.

—Lo dudo —hace un puchero— ¡Liz!

Llama a su amiga que sale con gorra y lentes oscuros.

—Lo siento —me dice cuando me abraza— Quisiera decir algo que borrara lo de ayer, pero no hay palabras.

—Descuida.

No soy rencorosa.

—Vamos ayudarle a Stefan —Gema la toma del brazo— Tyler trae a dos escoltas para que ayuden con las cajas.

Christopher sigue pegado en el móvil, doblo la hoja y me acerco con cautela.

—Coronel... —me callo cuando Marie abre la puerta de auto y me mira como si quisiera fusilarme.

Zeus empieza a ladrar y lo toma de la correa para que no se me venga encima. Ignoro la mirada asesina, para pelear se necesitan dos y a mí no me cae mal, de hecho, entiendo su odio. Pensara que quiero revolcarme con su yerno

«Y la verdad es que, si quiero, pero me contengo»

—Coronel —lo vuelvo a llamar y se vuelve hacia mí.

Agradezco que tenga lentes y no le pueda ver los ojos.

—¿Puedo hablar un momento con usted? Prometo no quitarle mucho tiempo.

—Te espero en el patio —se despide Marie llevándose al perro.

—Es importante —insisto al ver que no me dice nada— ¿Puedo esperarlo en la sala de juntas?

Asiente.

—Te alcanzo en un momento —vuelve al teléfono.

Suelto el aire yéndome a la sala de juntas. Scott e Irina ya están ahí y me alegra que ella esté presente en lo que tengo preparado.

—Hola —me saludan los dos.

Sigo de largo, es uno de los amigos que más quiero, pero no voy a acolitar que se comporte como un hijo de puta.

Tomo asiento. La mesa de juntas es grande y dejo vacío el asiento principal para que se siente el que tiene el cargo más alto.

—¿Es para lo del ascenso? —pregunta Irina— A Scott solo le falta tu voto y la autorización del coronel.

Se le transforma la cara cuando Christopher entra en la sala, sigue con los lentes y toma asiento en la silla principal.

—¿Y? —pregunta frotándose la sien.

Saco el formato que me dieron cuando llegue, un formato de votación que explica porque quiero que ascienda mi compañero.

—Hace unas semanas me dieron este formato de votación para el ascenso de Scott —explico— Y los cite aquí para manifestar mi total desacuerdo con la petición.

—¿Qué haces? —pregunta Irina.

—Scott —no puede ascender— Miro al coronel, para ascender no se puede tener asuntos legales pendientes y Travis tiene uno por no reconocer la paternidad de Margaret Caistar.

—¡Mentira! —alega mi amigo— Laurens no ha adelantado ese proceso.

—Laurens no, pero Luisa sí.

—No tiene velas en este entierro.

—Pertenece a la FEMF y está en todo el derecho de acusarte.

—¡Pero ¿Qué es esto! —se levanta Irina— ¿Qué clase de amiga le quita la oportunidad a su amigo?

—¿Y qué clase de padre le da la espalda a su propia hija?

—¡Estas actuando como una perra infeliz!

—No hablemos de perras, porque tú tienes la corona mayor —la señalo—  Manipulas a Scott para que no le dé el apellido a la niña.

—Coronel —le habla Irina— Scott es un buen soldado y sabe muy bien que tiene todas las habilidades para ascender.

—Las reglas son las reglas.

—Está arriesgando su vida por usted, es injusto que...

—Que se largue cuando quiera...—la interrumpe— No me interesa si está o no.

—¡Siéntate, Irina! —la regaña Scott.

Christopher me quita la hoja.

—Te falta un voto y me consentimiento, así que olvídalo —le dice—A ver si así, coges un poco de responsabilidad y dejas de meter la verga donde no te conviene.

—¿Qué clase de amiga eres? —me recrimina Irina.

—La que defiende una madre soltera de desalmado como tú.

—¿Algo más para discutir? —pregunta Christopher— Si no es más les agradecería que me dejen en paz.

Se van estrellando la puerta al salir. 

—Necesito un minuto más con usted.

—Sé lo que vas a pedir y la respuesta es no —se adelanta.

—Deja que te de mis argumentos —saco la hoja— Si Laurens no demuestra que tiene un empleo le van a quitar a la niña.

—Eso no es mi problema.

—Mio tampoco, pero no lo hago por ella, lo hago por la niña.

—No.

—Te ha soportado por más de tres años, demuestra al menos un poco de gratitud.

—¿Por qué? ¿Por cumplir con su trabajo? Trabajo que está más que pago.

—Lo sé, pero la niña no tiene por qué pagar los platos rotos de los errores de su padre.

—Le di muchas oportunidades, no las aprovechó y no voy a tolerar que vengan a juzgarme sabiendo que esta sin empleo es por ella no por mí.

Asiento, sé que Laurens lo necesita, pero no puedo rebajarme tanto.

—Gracias por lo de Scott —me levanto— Y gracias por escucharme.

Me toma de la mano, lo miro y siento como me queda su contacto.

—El acertijo —se saca una hoja del bolsillo— Hay que resolverlo lo antes posible.

Recibo el papel.

—Como ordene mi coronel —me suelto.

No salí victoriosa con Christopher se negocia una cosa a la vez.

Empiezan las preocupaciones, le diría a Lulú, pero dudo que servicios infantiles tome en cuenta un empleo tan casual.

Stefan tiene la venta de pasteles en el jardín, las mesas están llenas de soldados que comen y hacen fila para donar. Hay periodistas y reporteros tomando fotos mientras Cristal supervisa el recorrido hablando sobre la labor de Stefan.

«En la política todo se vale»

Me coloco el delantal colaborando en lo que puedo.

—Esto esta delicioso —me dice Brenda cuando me pongo frente a la caja— Harry ya se comió dos muffins.

—Hola tía —me saluda mi pequeño trozo de chocolate.

—Hola amor —me inclino a darle beso en la frente. 

Parker le revuelve el cabello por detrás.

—Soldado, llevo media hora esperándolo —le dice mostrándole un balón— Es desacato dejar plantado a un capitán.

—¡Ya voy!

—Alcánzame —Parker se va corriendo.

—También pinta niños —recibo el pago de tres pasteles.

—Entrena la liga infantil —explica Brenda.

—Cuatro pasteles para llevar —Simón se acerca a la caja— La señora Miller está encantada con el de limón.

Lo veo y no sé si abofetearlo o pedirle explicaciones, las pruebas me dicen que no ama a mi amiga y la playera con estampado de "Futuro papá" me dice todo lo contrario.

—Hola —me saluda Luisa tiene la misma playera que Simón con el estampado "Esposa del futuro papá"— Irina me acaba de insultar.

—Está furiosa por la revocatoria del ascenso de Scott.

—Que se joda y agradezca que no lo hicimos antes.

—¿Y esa camiseta? —pregunta Brenda.

—Simón me obligo a usarla.

—No te obligue —se defiende ofreciéndole una cucharada de pastel— ¿Te cabe otra tarta?

Le mira la panza.

—¿Como que me cabe? —Pregunta rabiosa.

—Con este míster X se estaría devorando tres.

—¡Eres un imbécil! —le manotea el plato—¡No como porque quiero, como porque estoy embarazada!

Todos se vuelven hacia nosotros.

—Cariño, no te estoy diciendo gorda...

—No, tú nunca haces nada —se va con los ojos llorosos.

—¡Lou! —intento detenerla, pero la gente protesta en la caja.

—Yo me encargo —Brenda se le va detrás.

—¿Qué es eso de míster X? —le pregunto a Simón

—Luisa no quiere que sepamos el sexo del bebé —recoge el pastel que cayó al suelo— Por eso le digo míster X... Bueno también porque amo los X Mens.

—No me digas que te vas a comer eso —llega Bratt— Puedo pagarte una para que no comas del piso.

—Pésimo chiste amigo —se va.

Bratt no se ve bien, tiene barba de tres días y tiene medias lunas bajo los ojos.

—¿Ya te tomaste fotos con la prensa? —me pregunta— Cristal está aprovechando la buena obra para hacerle publicidad a Christopher, ya me entrevistaron tres veces.

—¿Estas bien? —pregunto.

—¿Por qué no ha de estarlo? —se pasa las manos por el cabello.

—Ángel, ayúdame con la mesa seis —nos interrumpe Stefan— Esta llena y no tengo a nadie que la atienda.

—Dame un minuto.

—Voy a dar una vuelta —se despide Bratt.

—Oye —lo tomo del brazo— Si necesitas algo solo dímelo ¿vale?

Asiente.

—Estoy aquí para ti —le doy un beso en la mejilla dejando que me abrace. 

—Te veo más tarde —se va.

Me encuentro con Liz y Marie que están acariciando la panza de la Husky de la teniente Maryori, Zeus se me viene encima cuando me ve y Christopher lo toma de la correa para que se aparte.

—No puedo consentirte —alzo las manos cuando me ladra.

—No le pongas atención —me dice Liz— Se inquieta cuando está al lado de la novia.

Señala la perra que está en el suelo, evito el contacto visual con el Christopher y me ubico detrás de la mesa para despachar a los comensales.

—Rachel, esto esta delicioso —dice Gema comiendo pastel— Stefan es muy buen cocinero.

—Si —ignoro la punzada de celos y me enfoco en la caja.

—Debería tener su propio restaurante —habla con la boca llena.

—Gema, deja eso —le advierte Marie— Eres alérgica a la canela.

—Eso era cuando tenía cuatro años —sigue comiendo.

—Tu pedido —Paul le entrega una tarta verde con cara de Shrek.

—¡Oh por Dios! —la recibe emocionada— ¡Mamá mira esta maravilla!

Christopher aparta la cara cuando lo miro.

—Es igualito a ti —le dice Gema y por un segundo me veo arrojándosela en la la cara.

—Lo quiero para llevar —Marie me entrega una tarta y busco una caja para empacarla.

Le coloco cinta adhesiva a la caja para que no se dañe.

—Es muy buena la labor de tu novio —me dice— Apoye la causa con una pequeña donación.

—Gracias.

Se endereza sacando un monedero.

—No soy una mujer de rencores —dice solo para los dos.

—Nunca me he metido con usted —le aclaro entregandole la caja. 

—Lo sé, por eso tomé la decisión de limar asperezas, mi hija te tiene cariño... Y suficiente tengo con detestar a Liz no quiero odiar dos amigas a la vez.

Asiento.

—Suerte con la venta —se va.

—Te amo, mamá —le dice Gema.

No sé qué tiene, pero tiene el don de ablandar a las personas.

—Faltan seis días para tu cumpleaños —se acerca Laila— El mundo lo sabe y la suerte está de tu lado.

Tengo tanto tiempo sin celebrarlo que ya no le pongo atención a la fecha,

—El centro no abre, porque la mayoría de los líderes se van para las misas que celebrara el vaticano y a las monjas nos dieron dos días para compartir con nuestros familiares.

—Oí que a los voluntarios también —despacho a los comensales.

—¿Qué tienes planeado para celebrar?

—¿Bailar en el Oculos?

—De eso nada —Angela muerde uno de los muffin—El Óculos cerrará por una semana y no preguntes porque, simplemente me enviaron un mensaje explicando que no debemos presentarnos esta semana.

—Un guiño del destino —digo con sarcasmo— Mi suerte ya no me odia.

—Hay que planear algo —propone Laila.

—¿Dormir cuenta como plan?

—No estás cumpliendo 60 —me regaña— Planeare algo y te avisare.

Se va cuando le timbra el móvil.

—¿coronel le gustaría donar a la fundación de los buenos corazones? —Lucas se le acerca con una urna y un cartel.

—Las donaciones son para el que se quiera acercar al stand —lo aparta Stefan— No lo molestes.

—Yo ya doné —Gema le acaricia el brazo— Leí sobre la fundación y me volví un mar de llantos, los niños son hermosos.

Christopher saca la chequera.

—No se sienta obligado, coronel...

—Lo hace porque quiere —interviene Gema.

La prensa le toma una foto cuando hace el cheque y lo deposita en la urna.

—Fotos para los promotores de esto —pide un reportero.

Paul, Lucas y Tatiana me rodean para que pose para la foto, dejo que Stefan me abrace y sonrió para la cámara.

—¿Que son? —me pregunta una periodista.

—Novios —respondo airosa y no sé el porqué de tanta inmadurez.

—¿Ya hay anillo de compromiso?

Stefan suelta a reír.

—Pulsera de enamorados —muestra la pulsera con semillas de girasol que me regalo.

—Es hermosa su labor —nos dice la reportera.

—También son una hermosa pareja —llega Patrick.

—¿O no? —mira a Christopher y a Gema.

—La mejor de todas —dice Gema.

Christopher se va sin contestar.

—Tenemos que hablar —Patrick se va tras él.

—Ahora no —lo ignora.

La mañana transcurre entre fotos, tartas y felicitaciones. Los postres se acaban antes de lo pensado y todos quedan pidiendo más.

No vuelvo a ver a Luisa ni a Simón y eso me preocupa, estaba demasiado alterada, Brenda me dijo que se encerró en su habitación y no quiso hablar con nadie.

La fui a buscar y no estaba, Simón tampoco dio señales de vida y ninguno de los dos me contesta el teléfono.

—Mi teniente —me encuentro con el asistente de Patrick cuando salgo de la torre de los dormitorios— Tengo lo que me pidió.

Me entrega un móvil HTC.

—Sonará cada que alguien llame y podrá escuchar la conversación de ambas partes —explica— Tiene la opción de grabar todo lo que digan.

—Gracias.

Se aclara la garganta antes de continuar.

—Esto no es nada malo ¿Verdad? El capitán Patrick es un excelente mentor y no quiero...

—Te entiendo y te juro que no tengo malas intenciones, solo cumplo ordenes igual que tú.

Asiente.

—Confío en usted.

Bajo al estacionamiento, Stefan está empacando lo que nos llevaremos.

—Antes de que me ofrezcas tu auto —me dice— Diré que no quiero dañar el cuero con las cajas mojadas y utensilios cortopunzantes.

Ruedo los ojos.

—Como digas.

Me toma la cintura y me acaricia el mentón.

—¿Cenamos? Quiero llevarte a un restaurante bonito —alza la mano en señal de juramento— Prometo no quedarme empeñado y llevar efectivo suficiente.

—Pensé que el dinero era para la fundación.

—No tocaré el dinero de la fundación —me pone las manos en la cadera— Gauna me dio una compensación monetaria por conseguir los documentos y me gustaría compartirlo contigo.

—Vale —lo beso en el cuello.

—Vámonos.

Salimos de la central y me pone a buscar un buen restaurante donde podamos hacer una reservación, doy opciones y ninguno le gusta. Según él conoce el comercio y sabe cuál es bueno y cual es malo.

El motor ruge cuando pasamos las colinas gemelas, empieza a votar una nube de humo que contamina el área.

—Ahora no...—sale humo de la ventilación y debo abrir la puerta para no intoxicarme.

—No es el momento —toso— Pero te lo dije.

—No me mates la esperanza —abre la puerta del motor y está en llamas.

—¡Cuidado! —lo apartó antes de que se le quemen las pestañas.

—Hay que llamar a la grúa —busca el extintor.

Busco mis pertenencias y saco el móvil.

—Pongo la confianza en ti y me traicionas —le habla al auto mientras llamo al tránsito.

Me informan que debo esperar cuatro horas para que nos recojan.

—Al menos estaremos en contacto con la naturaleza —señala las montañas que tenemos a cada lado.

—La estamos contaminando —me siento en una roca.

—Parece que viene alguien —se atraviesa en la carretera y se me terminan de bajar los ánimos cuando veo la guardia del coronel

—¿Problemas? —Tyler es el primero en detenerse.

Marie va en el asiento trasero con Zeus y Liz que esta profunda.

—¿Que paso? —Gema asoma la cabeza en el McLaren.

—Avanza —le pidió a Tyler— No puedes exponer la vida del coronel.

Gema sale del auto.

—¡Vuelva adentro! —la regaña Make.

Lo ignora y se acerca corriendo, tiene la cara roja y los ojos hinchados.

—Ya llamamos a la grúa —le explica Stefan señalando el auto— Tuvimos un problema con el motor.

—No pueden quedarse aquí.

—¿Estas bien? —me fijo en las ronchas que tiene en el cuello.

—No le hice caso a mamá y si soy alérgica a la canela.

—Tienes que ir al hospital —le dice Stefan— Puede ser peligroso.

—Solo tengo que tomar algo para la alergia —explica— Vengan, los acercaremos a la ciudad.

—No es necesario...

—No seas modesta —me toma del brazo— El McLaren tiene espacio.

—Preferimos no incomodar al coronel —agradezco el apoyo de Stefan.

—Es una orden, soldado —le dice Gema— Como su superior puedo pedir lo que sea.

—Shrek —odio que le diga así— Stefan y Rach vendrán con nosotros.

—Deja de ponerme el culo en riesgo y sube al maldito auto.

—Alguien tiene que quedarse cuidando el auto —me ofrezco.

—Nadie se va a llevar esa chatarra —se burla—No te ofendas, Step.

—En verdad no quiero incomodar —insisto.

—Soy su novia, el auto también es mío —se ríe.

Me molesta el comentario.

—No tengo todo el día —protesta Christopher.

—Mejor no le llevemos la contraria —Stefan me tomo los hombros.

Entro, Christopher no me mira, solo se pone al volante encendiendo el motor.

Stefan queda maravillado con el interior y no lo culpo. 

—Tenía tu cara cuando subí por primera vez —comenta Gema— Me sentí en un paraíso automovilístico.

—Es muy elegante.

—¿Habían subido en uno antes?

—Salim, tenía un Ferrari, pero no se compara con esta maravilla.

—¿Y tú Rach?

—Si —me muerdo la lengua conteniendo el vómito verbal que amenaza con decirle que la primera vez que subí a uno, me gané mi primera multa por follar con su novio en Cadin.

Se me descompone el genio. Odio actuar como una zorra envidiosa. Noto el folleto que hay en la guantera y ruego a Dios que Stefan no lo vea y empiece a preguntar.

—¿Puedo ver el folleto? —pregunta y maldigo para mis adentros.

—Claro —Gema se lo pasa.

—Es Sara Harts —me susurra.

—¿La conoces? —pregunta Gema.

—Soy admirador de su comida, imprimí todos sus libros cuando estaba en la central de París.

—Qué casualidad, supongo que como admirador irás a la inauguración de esta noche.

—No hay entradas —explica Stefan—Llame ayer y están agotadas.

—Pues, vengan con nosotros —nos invita Gema— Iremos esta noche.

—¡No! —me adelanto— Tenemos otros planes...

—Cenar —me interrumpe Stefan emocionado— Podemos...

—Es un momento para ellos —me opongo.

—A Shrek no le molesta, ¿Cierto Ogro?

Aprieta el volante y me preparo para un sí, acompañado con una clara invitación a que dejemos de joder y nos vayamos a la mierda.

—No.

—¿Que? —pregunta atónita.

—Que no me molesta, soy el hijo y puedo llevar a las personas que quiera.

—¡Joder! —dice Stefan— Este día no puede ir mejor.

Maldigo tres mil veces por segundo «¿Quién carajos quiere una cita doble con su ex amante?» Entramos a la ciudad y les pido que me dejen cerca a la estación del metro.

La guardia asegura el área antes detenerse.

—Entonces nos vemos a las ocho —confirma Gema— ¿Saben dónde está el restaurante?

—Si —dice Stefan— Nos vemos ahí.

—Vas amar a mi suegra, es un amor.

—No lo dudo.

—Anda —tomo a Stefan del brazo— Gracias por traernos.

Tomamos el tren, Stefan no deja de comentar lo emocionado que esta. Busco manera de decirle que no, pero haga lo que haga, buscara una excusa para convencerme.

Llegamos a casa y no para de hablar.

—Voy a buscar las mejoras que les hice a las recetas —se va a su alcoba— Se la entregaré cuando Gema me la presente.

Laurens sale emocionada, me mira y niego con la cabeza. Me jode decirle que no lo conseguí.

—¿Tienen hambre? —me pregunta— Les guarde comida.

—Yo no, solo quiero dormir un rato.

—No olvides la cena, por favor —me recuerdo Stefan.

—Si —sincronizo el reloj y aparto una cita con Lulú, necesito que alguien me consienta, aunque sea el cabello.

Vuelvo a llamar a Luisa y no me contesta, le marco a la empleada y me avisa que no quiere recibir visitas ni llamadas de nadie, pregunto por Simón y me dice que no está.

A Luisa no se le puedo entrar a la fuerza, lo mejor es esperar a que se le pase la rabia y establezca contacto. Cuelgo y me acuesto a tomar una siesta.

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—¡Hola, holaaa! —exclaman sobre mi cama— Arriba que mi magia no le llega a las dormilonas.

—¡Lulú! —me desperezo bajo las sábanas— Necesito unos minutos más.

—De eso, nada —me jala los pies— Tengo mucho trabajo que hacer y no me gusta dejar las cosas a media.

—¡Dije que iría la peluquería!

—Tu novio no me va a cocinar en la peluquería.

Hay voces afuera, Stefan y Abel discutiendo sobre fútbol.

—Stefan me hablo del restaurante —dice Lulú mientras me baño— Lo busque por la web y tengo un vestido en mente.

Salgo envuelta en el albornoz.

—¿Cual?

—El que trajiste de París —busca en mi armario— Estuve a punto de ponérmelo el día de mi aniversario con Abel.

—¿Asaltaste mi armario?

—Si —contesta como si fuera lo más normal del mundo— Tengo varias prendas en mi apartamento, las devolveré cuando las lleve a la lavandería.

No me molesta ya estoy acostumbrada, dure años compartiendo ropa con Luisa.

Saca el vestido de la funda y lo deja en la cama.

—Me gustaría pasar desapercibida —le aclaro.

—Déjate de mamadas —me regaña— No hay que ser pez cuando se puede ser sirena.

La verdad no estoy muy animada, no me parece divertido ver a Gema y a Christopher pasando saliva mientras se ponen apodos ridículos.

—¿El cocinero dijo que iría mi amor?

—¿Cual amor?

—El papucho del coronel, por eso quiero dejarte como una diva.

—Va con la novia y yo voy con Stefan, es ridículo que me ponga a presumir.

—Al diablo hay que tentarlo de vez en cuando querida —me sienta frente al tocador.

Saca el secador, me alisa y ondula las puntas de cabello, echa laca para que el viento no las dañe y me maquilla con tonos acordes al vestido. Dejo que me arregla las uñas y me busque unos tacones a juego con el atuendo.

Me coloco uno de los tantos collares que me regaló Bratt cuando éramos novios y me dejo el brazalete que me dio Stefan.

—Opaca el vestido —se queja Lulú.

—Me gusta como se ve —me reparo la muñeca— Tiene un significado especial.

Me ofrece el perfume. 

—Lista —se aparta.

Me miro al espejo y noto que mi idea de pasar desapercibida quedo en el olvido.

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Christopher.

—Parezco un maldito monstruo —Gema no deja de llorar al otro lado de la pantalla— Debí hacerle caso a mamá.

—Que mal —celebro para mis adentros— Ni modos, ya iras otro día.

—No quiero plantar a Rachel y a Stefan.

—No los vas a plantar, yo voy a ir —le aclaro

—¿Enserio?

—Si.

—Pensé que ibas porque te insistí.

—Sara lleva dos meses rogándome —me encojo de hombros— Me harté y le di mi palabra.

—Qué bello eres, Shrek —se limpia las lágrimas— Ya estás cambiando.

«Claro» Me vale una mierda Sara, yo voy a ver otra cosa.

—Hagamos algo, es injusto que vaya solo —me dice— Leí en internet sobre un medicamento que acelera el proceso para que la alergia pase rápido, pero solo la venden en dos droguerías de la ciudad.

—Si —finjo que me interesa.

—Dile a Make o a Tyler que lo compre y me lo traigan a casa —me pide— Te puedes adelantar al restaurante, llegare cuando el medicamento haga efecto y me sienta mejor.

—Bueno —contengo las ganas de recordarle que mis escoltas no son mandaderos de nadie— Acuéstate y Tyler te llevara lo que necesitas.

—Vale, mamá se quedará en mi casa esta noche —sonríe con picardía — Así tu y yo...

—Entiendo.

—Te veo más tarde —le lanza un beso en la pantalla.

Cierro el MacBook.

—Su traje está listo —me avisa Miranda.

Tomo una ducha preparándome para la noche y no me importa que el pegote del soldado fracasado se me atraviese en el camino. Ya me deshice de Gema y tengo vía libre para hacer lo que se me dé la gana.

Me visto con un esmoquin Prada, me coloco el Rolex de oro blanco, busco las llaves del McLaren y guardo la prenda que compre ayer.

—¿Saldrá ya? —pregunta Tyler en la puerta— Porque no la señorita Gema llamó...

—No vas a llevarle nada de lo que te pidió —le advierto— Si llama dile que no conseguiste el medicamento.

—Pero...

—Pero nada —me acomodo los gemelos de plata— Alista la guardia que me están esperando.

—Como ordene, señor —se retira.

Abordo el McLaren y me enrumbo a Leicester Square, el restaurante de Sara está en el complejo hotelero y tiene un monto de vallas publicitarias que anuncia la inauguración.

Espero que los escoltas aseguren la zona y bajo del auto, restaurante cuenta con cuatro pisos y una fachada de cristal con el nombre de "Sara Harts" En letras plateadas.

Hay fila para entrar y la prensa le toma fotografía a las celebridades que dan entrevistas sobre lo bien que les pareció el servicio.

—Lo esperan en la entrada —me avisa Make.

Dejo que el valet parking se lleve el auto.

—Solo quiero dos escoltas —demando.

Dispersa a los otros y me acompaña con Tyler a la entrada, toda va de maravilla hasta que veo a la sexy ninfa de vestido plateado. «¡Mierda!» Basta con verla para que se me ponga dura.

Tiene el abrigo abierto y deja ver el vestido de escote ceñido que se le pega al busto resaltando los dotes que me la ponen dura, la tela le cae sobre la cintura, es corto y da una magnífica vista de sus piernas esbeltas.

—Hola, señor Banks —Patrick se atraviesa en mi campo de visión.

Viene de esmoquin y pajarita. 

—¿Qué haces aquí? —lo regaño.

—Evitando que termines de dañarlo. 

—Lárgate a tu casa —lo aparto. 

—No quisiste hablar en el comando—me sigue.

—¿Cuál es tu puto problema? —lo encaro.

Me saca de casillas.

—¿En verdad quieres que lo grite a los cuatro vientos?

—Hola —se nos acerca Stefan ofreciendo la mano que no recibo. 

—Patrick —Rachel se acerca a mi amigo dandole un beso en la mejilla. 

Me quedo quieto esperando que al menos por disimular haga lo mismo conmigo.

—coronel —inclina la cabeza a modo de saludo— ¿Y Gema?

—Vendrá más tarde...

—No vendrá —interrumpo a Patrick— Está enferma.

—Pero estoy yo, para acompañarlos en la velada.

Me provoca matarlo con asfixia mecánica.

—¡Christopher! —me saluda la relacionista pública de Sara— Bienvenido, tenemos una mesa reservada para ti en el cuarto piso.

Quitan el cordón invitandome a seguir.

—Esto es como un sueño —susurra Stefan.

Haga lo que haga, nunca me dejara de parecer un idiota.

Subimos las escaleras entapetadas, el sitio está llena de gente que bebe, come y comenta. Sara Harts, es mala madre, pero buena chef.

Hace dos meses lanzó la cadena de restaurantes y ya se ganó el galardón de los cuatro tenedores, sumó otra estrella Michelin y está en el libro rojo de la firma.

Lo mejor está en la cuarta planta, es solo para el personal que reservo y es una terraza con techo de cristal, el balcón funciona como pista de baile. 

—Su mesa —señala el camarero mostrando un letrero con mi nombre.

Ubican a Tyler en una mesa atrás.

Aparto a Patrick cuando intenta tomar asiento a la derecha de Rachel.

—No me busques —amenaza. 

—¿Que les apetece? —pregunta el camarero— La casa invita.

—¿En verdad? —pregunta Stefan.

Le quitan el abrigo a Rachel y no puedo evitar caer en la hipnosis que provocan sus pechos, se cruza de piernas e imagino lo bien que se vería rodeándome los glúteos con esos tacones.

—El hijo de la dueña tiene vía libre para pedir lo que quiera y el restaurante se enorgullece en recibir a sus invitados —dice el camarero ofreciendo el menú.

—Christopher y yo iremos por un trago primero.

—No...

—Si —insiste y me toma de la manga de la chaqueta— Vamos compañero.

Lo sigo para no hacer el ridículo.

—O te comportas o te largas —le advierto cuando llegamos a la barra.

—¡O te comportas o te largas! —me mofa— ¿Que carajos es esta payasada? Te estas pasando...

—¿Y a ti que te importa?

—Claro que me importa, estás actuando como un puto enfermo —me regaña— Pagas un montón de dólares para... 

—¡Me estás espiando!

—¡Si! —lo reconoce— ¡¿Y qué putas te pasa?!

—¡Cállate!

—¡Estas bien loco, pinche cabron!

El bar tender sirve dos tragos de whisky.

—La casa invita —nos dice.

—Deja de meterte en mis cosas —lo señala— Ocúpate tus asuntos y búscate una vida...

—Claro, lo dice el que no sabe dónde meter la cabeza fingiendo que quiere a una mientras está enamorado de otra.

—¡Yo no estoy enamorado de nadie!

—¿Entonces qué estás haciendo aquí? —pregunta— ¿Qué es lo que pretendes?

—¿No es obvio? —me inclino el trago— Llevarla a la cama y follarla hasta que me canse...

—¿Cuantos años tienes? ¿Cuatro?

—Lárgate y no me hagas que...

—Viene Stefan —se vuelve hacia la barra.

—¿Todo bien? —pregunta con una sonrisa— El camarero ya pregunto cuatro veces que vamos a pedir.

—Ya vamos —termino con el trago devolviendome a lo que importa. 

Rachel está leyendo el menú, ordena y se lo devuelve al camarero.

—Tráigame otro whisky —pido antes de ordenar— Y quiero probar la especialidad de la casa.

El camarero toma el pedido no sin antes preguntar si el ambiente es de nuestro agrado.

—¿Y qué tal la venta pasteles? —pregunta Patrick.

—Genial —contesta Stefan— Vendimos todo.

Me mira.

—Muchas gracias por su cheque, señor —agradece— 50 mil dólares es una cifra que sin duda nos tomó por sorpresa.

—No le subas el ego —interviene Patrick— 50 mil dólares no es nada para alguien que tiene dinero de sobra y le gusta gastarlo en marranadas...

Lanza la primera indirecta.

—El hambre te tiene bromista —le digo conteniendo las ganas de patearle el culo.

—Su trago —me traen el whisky que pedí. Lo bebo y pido otro.

—Rachel, qué bonito collar —comenta Patrick— Eres una mujer de muy buenos gustos.

—Por algo me eligió —bromea Stefan dándole un beso en la boca.

Se me atasca el whisky en la garganta.

—Te daría la razón —toma la mano del fracasado— Pero el collar no lo compre yo, me lo regalo Bratt.

—Menos mal que Stefan no es celoso.

—Para nada, también trae algo mío —le alza la mano y muestra un horrendo brazalete con semillas de girasol.

Si fuera él, me daría pena presumir semejante porquería. Me da cierto desazón que luzca cosas de todo y no tenga nada mío.

La noche transcurre en anécdotas sobre el supuesto orfanato y la hermosa historia de cómo se conocieron. 

Me jode, que Rachel no se le despegue de encima, que él sea atento todo el tiempo y solo le falte cargarla y ponerla en un pedestal.

—Otro trago —le pido al camarero cuando acabo con la comida.

—¿Por qué no pides la botella completa? —habla Rachel con cierto tono de molestia— Es el noveno de la noche.

—No quiero embriagarme.

—¿Más? —secunda Patrick.

—No estoy ebrio —aclaro molesto.

—¿Anoche sí? —indaga— Me gustaría saber que estabas haciendo cuando te desapareciste.

—¿Ahora te llamas Alex?

—No es momento para disputas —interviene Rachel.

—Sí —reconozco que si quiero que las cosas funcionen tengo que enfocarme en lo que vine hacer— Voy a cancelar el trago.

Me levanto y me voy a la barra, volteo y Stefan le está besando el cuello.

En vez de cancelar mi pedido pido y bebo dos tragos seguidos.

«Odio verla con ese bufón»

—¿Dónde está la zona de fumadores? —pregunto.

Me señala las mesas del fondo y voy a fumarme un cigarro, trato de calmarme y me meto un par de mentas a la boca.

—Chris —me ponen la mano en el hombro.

Respiro hondo y hago acopio de toda mi paciencia.

—Sara —volteo y dejo que me abrace.

Se le llenan los ojos de lágrimas.

—Pensé que no vendrías —me da dos besos en la mejilla. 

—Aja.

—¿Alex vino contigo?

Niego volviendo a la mesa. Patrick es el primero que se levanta cuando la ve.

—Sara —la abraza— Tantos años sin verte, estás preciosa.

Sara Harts, está bien conservada para su edad y luce bien en traje de gala o uniforme de chef. Como el que tiene ahora, un conjunto negro de dos pies con delantal.

Saluda a Patrick y le pregunta por su esposa.

—Traigan una botella de vino —le pide al camarero— Voy a brindar con mi hijo.

Stefan se levanta tembloroso y empieza a balbucear como un puto retrasado.

—Te presento a Stefan —dice Patrick— No sé si ya conoces a Rachel.

—¿La hija de Lucy y la ex novia de Bratt?

«Y ex amante de mi hijo» Daria lo que fuera porque hiciera un comentario así.

Se dan un apretón de mano y un beso en la mejilla.

—Te pareces mucho a tu mamá —sonríe Sara emocionada— Nos vimos hace poco en Miami.

—Chef es un placer conocerla —habla Stefan— Soy fans de sus recetas.

—Gracias.

—También cocino —se saca una libreta del smoking— Y si no es mucha molestia me gustaría mostrarle algunas recetas y mejoras que estarán perfectas en su menú.

—Por supuesto —tomamos asiento— Pero compartamos el vino primero, es la primera vez que mi hijo visita uno de mis restaurantes.

Varios periodistas se acercan a pedir foto y medio restaurante se acerca a saludar, Stefan no para de parlotear sobre lo mucho que admira a Sara.

—Tienes propuestas muy buenas —le dice— ¿Qué te parece si me las comentas en la cocina?

—¡Venga! —se ríe Stefan— ¿No me está tomando del pelo?

—Claro que no —se levanta Sara— Sígueme.

—No hagas esperar a la chef —lo anima Patrick.

Rachel le alza los pulgares en señal de buena suerte. Se van y le hago señas a Patrick para que se vaya.

—La velada va de maravilla —comenta ignorándome por enésima vez en la noche.

Ignoro su presencia, sé a lo que vine y no voy a dar marcha atrás.

—Me gusta tu vestido —aludo a Rachel—  Sensual como de costumbre. 

El ambiente se pone tenso.

—Gracias  por dejar que Stefan viniera.

—No es nada.

El camarero nos pone una bandeja  en la mesa.

—Para pasar el plato —dice antes de marcharse.

—¿Que son? —pregunta Rachel.

—Croquetas árabes, Sara sabe que son mis favoritas.

Intenta tomar una y le aparto la mano.

—Déjame —apoyo el brazo en el espaldar de su silla— Tienes que combinar la salsa para degustarlo como es.

—¿También eres chef?

—No, pero soy el hijo de uno.

Me toma la mano para que le entregue la croqueta, la quito y se la meto en la boca.

Se saborea engordándome la polla. 

— Deliciosa...

—Tienes... —le tomo el mentón y quedó absorto cuando me mira a los ojos.

Es como si su océano absorbiera mi tempestad, bien dicen que los te amo también se gritan con la mirada y ella lo está haciendo ahora, mirándome como aquella noche cuando le dije que jamás apostaría mi corazón por ella.

Le acaricio el labio inferior con el pulgar y baja los ojos a mi mano.

—Stefan —tose Patrick.

La suelto dejando que la abrace por detrás.

—Ángel —le besa —en la mejilla— Voy hacer un pedestal que lleve tu nombre.

—No exageres.

—No hubiese logrado nada de esto sin ti.

La para del puesto.

— ¡Hay que festejar con baile!

Se la lleva a la pista del balcón, contengo la ira y me inclino el vino que queda en mi copa.

—Pedí una canción de tu artista favorita.

—Step...

—Óyela...

El ambiente se inunda con la voz de Sia y la canción Im Still Here. Le coloca las manos en la cintura y ella le rodea el cuello con los brazos.

—Te quiero —él le besa los labios y vuelvo trizas la copa que tengo en la mano.

—Christopher —se levanta mi amigo— Vámonos.

Me repara la mano llena de fragmentos de vidrios y procuro respirar para no entrar a la pista y romperle la cara al maldito empalagoso.

—¿Señor está bien? —pregunta el camarero.

—No es nada.

—¿Como que nada? —me regaña Patrick— Destrozaste la puta copa con la mano, esto se está saliendo de control.

—¡Siéntate! —no quiero llamar la atención de nadie.

—Tenemos un botiquín en la cocina —me dice el camarero.

Tyler se me acerca preocupado.

—Vuelve a tu posición —le advierto.

Me levanto y me dejo guiar a la cocina, Sara me cura las heridas mientras me pregunta que me enfureció tanto, procuro no dar tantas explicaciones y me bebo media botella de Jack Daniels mientras me limpia la sangre.

Vuelve conmigo a la mesa, se despide de todos e invita a Stefan para que vaya las veces que quiera.

Rachel espera en el vestíbulo con el abrigo en la mano.

—¿Los acerco? —pregunta Patrick— Traje mi auto y vi que llegaron en un taxi.

—Yo los llevo —me ofrezco.

—Ya llamamos un taxi.

—Cancélalo —insisto— Ya dije que voy a llevarlos.

—Venga —habla Stefan— No despreciemos la amabilidad del anfitrión.

Me encamino a la salida seguido de mis escoltas, voy a ponerle punto final a esta mierda. 

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