CAPÍTULO 32
"El asistente"
Stefan.
Jugueteo con los huevos de mi plato, no me apetecen y tengo media hora dándole vueltas al desayuno.
—No tienes por qué pelearte con la comida —me regaña Paul— No tienen la culpa de tu discusión con "Míster misteriosa"
—No le digas así.
—Cariño, te enojas por nada —dice Lucas inclinándose su jugo de naranja— El mundo cambió y estamos en una sociedad de mujeres empoderadas.
Paul rueda los ojos y no disimula que le desagrada que desayune con nosotros.
—No estoy enojado por eso —le doy un mordisco a mi tostada— Está en su derecho de exigir que quiere y como lo quiero.
—Entonces porque tienes cara de ir a la guillotina.
—Siento que me está ocultando algo y me molesta que no confíe en mí, yo le he contado todo sobre mi vida.
—¿Y de qué quieres que te hable? —pregunta Lucas— Sabes todo sobre los soldados de esta central y ya te confeso lo que paso con el capitán.
—No todo —habla Paul— Dijo el milagro, pero no el santo.
—Dedúcelo, tú —me regaña.
—Como si fuera tan fácil.
Apoya los codos en la mesa y se asegura que no se acerque nadie.
—Oí que le bajó el marido a su ex cuñada.
—No creo en rumores.
—Pues... Cuando el río suena piedras lleva.
—No seas imbécil —lo regaña Paul— No se pueden sacar conclusiones con chismes de pasillo.
—Le pregunto y me dijo que no —comento— Llegue a pensar lo mismo, pero no parece ser su tipo de hombre.
—No sé qué le ven —añade Paul— Es patán, odioso, mal educado.
—Millonario, sexy, inteligente —lo interrumpe Lucas— Lo espié en las duchas y su verga mide lo que mide dos veces tu pito.
—¿Nunca puedes callarte tus comentarios maricas?
—Mon Dieu —se burla Lucas— Al señor francés se le salió el nivel.
«Mon Dieu: Por Dios»
—Largo de aquí —lo echa.
—Oblígame —lo desafía.
—¡Basta! —los reprendo a los dos— No vine a escucharlos pelear.
Lucas se ríe por debajo, esta tan acostumbrado a la homofobia de Paul que disfruta sacarlo de casillas.
—¿De quién sospechas? —me pregunta.
Hago memoria y memoria y pienso en mi único señalado.
—Parker —aparto el plato.
—¿Por qué?
— Cuando llegamos le dijo que "Rompía las reglas desde tiempos inmemoriales", él y el capitán Lewis se odian a morir, y ella habla muy bien de él.
—Duda resuelta a la vista —dice Paul.
Levanto la cara y la veo. Camina con Parker con las manos cruzadas en la espalda y se dirigen a la segunda planta del edificio.
—Tiene mucho sentido —habla Lucas— Tengo entendido que estuvieron juntos en la misión de guerreros y por lo que oí, Antoni no lo mató porque ella le suplicó que lo dejara.
—Era el único que sabía de su llegada —digo— Y en el tiroteo del juicio no dudo en lanzarse a salvarla.
—Días antes de que llegaran —añade Paul—Se hizo una reunión donde se habló del; "reintegro de una teniente" El ministro no pregunto quién la quería la asignó directamente a la tropa de Parker.
—No le busquemos la quinta pata al gato —concluye Lucas— El capitán Parker metió su verga alemana en la vagina de Rachel, se tenía que decir y se dijo.
Tiene sentido, Parker no es una mala persona, él y el capitán Lewis están en el mismo rango y tienen el mismo nivel.
Fijo lo ojos en el segundo piso, siguen con la charla y están apoyados en las barras de metal.
—Es él —llega Tatiana— Así que deja de mirarlos o sabrán que estás celoso.
Hala mi plato y se lleva los huevos a la boca.
—Sin pruebas, no se participa en la charla —bromea Lucas.
—Parker es pintor y tiene una obra llamada "Celeste" —le hecha mermelada al pan— Es Rachel en un lienzo gigante.
—¿Donde la viste?
—Fui a la exposición de arte que organizó la semana pasada.
—Ánimo —Paul me palmea el hombro— Está contigo ahora.
—See —trato de no verme tan decepcionado— No importa con quien este, siempre y cuando se sienta cómoda y feliz.
—Deja esa cara y levántate —propone Tatiana— Paul y yo te tenemos una sorpresa.
—Tengo cosas que hacer.
—Será un segundo —me toma del brazo— Lucas, tápale los ojos.
Me levantan y me colocan una pañoleta.
—No es mi cumpleaños —me dejo guiar.
—Es un regalo adelantado.
Atravesamos el jardín y bajamos un par de escaleras.
—Los matos si dejan que me vaya de bruces.
—Confía —dice Paul.
Se detienen, froto los pies en el suelo y percibo el asfalto. Estamos en el estacionamiento.
—¡Sorpresa! —me quitan la venda.
—¡La hostia! —exclamo.
—No sé si reír o llorar —comenta Lucas.
—Obviamente que reír —le palmeo el cuello.
Me acerco y paso las manos por el capón de mi Volkswagen, esta tal cual lo deje.
—Anoche lo fuimos a recoger al puerto —comenta Tatiana— Así como el llanero solitario no es nadie sin su caballo, Stephan Gelcem no es nadie si su horrible auto.
—Gracias —la alzo en el aire y le doy dos besos en la mejilla.
Paul se acerca abrazarme.
—Sé que a nadie le importa mi opinión, pero es más económico comprar un auto nuevo que traer esta chatarra de París.
—No cagues la sorpresa —le desordeno el cabello— Los autos nuevos no tienen valor sentimental.
—Dile eso al McLaren del coronel, vale más que la vida de todos.
—Todo tuyo —Paul me entrega la llave— Ya tiene puesto en el estacionamiento, es el 114.
—Gracias.
—Gelcem —me llama Alan en la entrada— La teniente James, quiere verte.
—Voy en un segundo.
Asiente y añade:
—A ti también, Paul.
—¿Paul? —pregunta Tatiana.
—No me digas que le volviste a revisar las tangas —se burla Lucas.
—Ja, ja, ja —lo empuja— Pagas porque te rompa la nariz.
—Rómpeme el ano, mejor —le guiña un ojo y se muerde los labios.
—Déjalo —arrastro a Paul para que no se le abalance encima.
—Step, espero que al menos me des un paseo —me dice cuándo vamos a poca distancia— Tengo un par de tapabocas sin estrenar.
—Cuando quieras —le sigo la corriente.
Sé para qué me llamo Rachel, ayer llego paquete de casos internos y de seguro tiene que tomar medidas al respecto.
—Le gustas a Lucas —comenta Paúl mientras subimos la escalera a la segunda planta.
—A Lucas le gusta todo el mundo —le resto importancia— Solo hay que acostumbrarse.
Pone mala cara.
—Tienes que aceptarlo, la FEMF no acepta actos de discriminación.
—Me sería fácil, si no... —me toma del hombro para que me detenga.
Alan voltea y nos mira con las cejas enarcadas.
—Si van a besarse háganlo lejos de mí —dice antes de continuar.
Paul se lo come con los ojos
—¿Si no qué? —pregunto.
—Olvídalo —me suelta.
—La teniente, James los espera en la oficina 214 —señala Alan— Procuren conservar los pantalones de aquí allá.
—No olvides la venta de pay—le digo cuando paso por su lado.
—Tengo un fajo de efectivo destinado para eso —me palmea la espalda.
Avanzo pasillo arriba y toco dos veces antes de entrar.
—Adelante —indican.
Espero que llegue Paul, no quiero actúe como un puto patán y prefiero advertirle a tener una discusión.
—Oye, prométeme que la escucharás antes de sacar conclusiones.
—¿Crees que no sé porque me llamo? —pone la mano en la perilla—Wolfgang hablo conmigo ayer en la mañana.
Lo sigo cuando entra y hago lo posible por qué no se note la tensión que surge cuando la veo. Tiene el cabello trenzado y luce su uniforme de pila.
—Mi teniente —digo.
Al igual que Paul le dedicó un saludo militar.
—Siéntense —ordena— Falta otro invitado.
Dejo al asiento libre para que lo tome el que falta, no me mira y no quiero incomodarla, así que me clavo en la ventana.
—Disculpen —asoman la cabeza en la puerta— Me dijeron que me mandó a llamar.
—Sigue y cierra la puerta, por favor —indica Rachel.
No conozco muy bien al nuevo invitado, lo he visto una que otra vez en la cafetería y áreas comunes, pero no hemos interactuado. Entra y toma asiento en la silla vacía.
—Supongo que todos saben por qué están aquí.
Nadie se atreve a contestar
—Tomaré el silencio como un sí y no perderé el tiempo explicando lo que ya saben —continua Rachel— Es incómodo para mí y para ustedes.
Saca dos carpetas.
—El objetivo es claro, debemos demostrar la inocencia de los señalados para que asuntos internos deje de molestar.
Paul revisa los documentos.
—Nos dividiremos las tareas y mientras no esté le rendirán cuentas a Stefan.
—¿Cuándo empezamos? —pregunta Paul
—Desde ya, necesito que te pongas a investigar el origen de las transacciones que señala el informe. Cómo, cuándo y porqué se hicieron.
Mira al desconocido.
—Eres asistente de Patrick —espeta— Necesito que intervengan los teléfonos de todos y me enlaces con las cámaras de vigilancia que usan a modo de protección.
—No me siento cómodo con esto —carraspea nervioso— No quiero problemas con nadie y ...
—Nadie quiere problemas —lo interrumpo— Pero si no ayudamos no será un de cuatro si no de miles.
—El puesto de Patrick está en peligro —añade Rachel— Es mi amigo y créeme, cuando te digo que esto es más difícil para mí, que para ti.
Asiente.
—Le enviaré los enlaces en la noche.
—La información no puede salir de aquí —advierte Rachel— Tienen que firmar el acuerdo de privacidad.
Ambos asienten.
—En los sobres esta todo lo que necesitan.
—¿Dónde podemos contactarla? —pregunta el chico.
—Mi número —le ofrece una tarjeta a cada uno— No duden en llamarme si necesitan algo.
—Como ordene, mi teniente —se van.
Quedamos solos y no me da la garganta para hablar cuando se levanta rodeando el escritorio sentándose frente a mí.
—Te debo una disculpa —se mira los cordones de las botas— Anoche...
—Estabas molestas.
—Te ofendí...
—Es algo común cuando estamos enojados.
—No me justifiques Stefan —se acerca— Por muy enojada que este no tenía motivos para tratarte así.
Respiro hondo, no voy a decir que no me dolió. Me decepcionó que me recordara que soy un fiasco en todo lo que intento hacer.
—No eres un perdedor —me abraza—Eres la persona más bella que conozco.
—Acepto las disculpas, ¿vale? —la estrecho contra mi pecho— Solo quiero saber algo antes de olvidarlo.
Le cambia la expresión como si supiera lo que voy a preguntar.
—No solo estás preocupada por el caso Petrova y la orden de asuntos internos, ¿cierto?
Niega.
—Hay un alguien de por medio y eso es lo que te tiene así.
Asiente.
—No tienes nada de qué preocuparte, algo pasajero.
Ignoro la punzada de celos.
—¿Es por mí que no estás con él?
Sacude la cabeza en señal de negación.
—No es por ti, es por mí. Porque no quiero que me lastime.
Eso es lo que me pone a dudar, Parker es soltero ¿cómo y por qué la lastimaría?
—No te desanimes, no es nada del otro mundo.
—Me quieres —me aferro a su nuca.
—Claro que te quiero —me besa la boca—Eres lo único bueno de todo esto.
—Tome la decisión de estar por el tiempo que quieras tenerme a tu lado—le beso la frente— Te quiero y sería feliz si me dejas ser el hombre de tu vida, pero no voy a jugar a ser el héroe que intenta ganarse tu corazón.
Recuesta la cabeza en mi pecho.
—No soy hombre de guerra, Rachel. Prefiero que me uses como escudo para refugiarte a masacrar corazones en la batalla.
—No voy a convertirte en lo que no eres, ¿Vale?
—Vale —la abrazo y le levanto la cara para besarla.
Acaricia mis hombros y deja que me apodere de su boca, besar a Rachel es como besar a un ser sobrenatural, no te lo crees hasta que abres los ojos y te das cuenta que la tienes pegada a los labios. Le muerdo el cuello y lleno la cara de besos.
—Tengo que irme al centro religioso —explica— Pero en la tarde debo escabullirme para la práctica con las nórdicas, puedo decirle a Hela que me deje ir antes y pasar un rato a...
—Ok —vuelvo a besarla— Pero, dime cómo quieres que este ¿llevarás mordazas de bola y fustas de cuero?
Se ríe.
—¿O debo ponerme suspensorios o algún vibrador genital?
—Tonto —me golpea el hombro.
—Bella —le beso la punta de la nariz.
Tosen en la puerta, Rachel cambia de humor cuando ve a la pelirroja que está apoyada en el umbral.
—Llevo media hora buscándote —me regaña— El capitán quiere verte al medio en la torre del edificio de valores.
—Voy enseguida.
Meredith Lyons es la típica mujer que le gusta que la vean como figura de poder.
—No te demores —advierte antes de marcharse— Al capitán no le gusta esperar.
Se va.
—Puedes llevarte mi auto —me ofrece las llaves.
—Nada de eso —saco las mías— Tengo el mío.
Arruga las cejas.
—Paul y Tatiana me lo trajeron de París —comentó emocionado— Saben que tiene un gran valor sentimental.
Intenta disimular la mala cara con una sonrisa.
—No te gusta ¿verdad?
—No, pero si te hace feliz bienvenido sea —salimos— ¿sabes algo de Laurens? No la vi esta mañana cuando me fui.
—Anda buscando empleo, pero no ha conseguido nada —nos encaminamos al pasillo— No puede colocar la experiencia en la FEMF y en ningún lado la reciben sin expediente laboral.
—Pobre.
—Pienso darle un poco de dinero de las ganancias de los pay —comento— Para que compre zapatos y ropa nueva.
—Que amable.
—¿Vendrás? Es el sábado en la mañana, lucas le dijo a toda la central y la gente no para de preguntarme.
—Claro que sí, el centro no abre los sábados y tendré tiempo libre.
Nos detenemos frente a edificio de dormitorios femeninos.
—Tatiana propuso un Stand para los que quieran donar dinero extra, creo que es un poco exagerado, pero los chicos insistieron.
—No tiene nada de malo —me consuela— La mayoría de aquí tiene dinero de sobra y no le molestara contribuir con la causa.
—Espero que no lo tomen a mal.
Mira su reloj y se fija que nadie nos vea antes de darme un leve beso en los labios.
—Tengo que irme ya —se despide— Te veo en la noche.
—Cuídate.
Dejo que se vaya.
Me devuelvo por donde venía, subo a mi torre, me cambio y salgo listo para mi cita con el capitán.
Me aseguro que el auto tenga combustible y salgo rumbo a la ciudad. Conduzco al ritmo de sin banderas y Alejandro Sanz, y me detengo frente al edificio de valores.
Un par de minutos después vislumbro el Audi plateado de mi capitán al mando. Los escoltas lo vigilan con disimulo, solo tiene dos y son casi invisibles, nada comparado con la guardia que maneja el coronel.
No abre las puertas, así que apago a la música y me acerco a recibirlo.
—Señor —me asomo en la ventana.
—Sube —ordena.
Abro la puerta deslizandome en el asiento del copiloto.
—Tienes que volver al congreso —toma un sobre de la guantera— Hallamos pruebas de que Drew esta en el negocio de la pedofilia.
Recibo el sobre.
—Está a cargo de la aduana y hace dos días nombró un nuevo representante —reviso el sobre que está lleno de fotos— Nombró a un miembro de los Petrova.
—¿Que quiere que haga?
—Ella es Maricarmen López —me muestra una de las fotos— La asistente personal.
—Medio la vi el día que me lo presentaron.
—Es su mano derecha y hasta al tanto de sus actos ilícitos, Angela indago y guardas los tratos sucios en es el apartamento que tiene al sur de la ciudad.
—Quiere que me escabulla por ellos.
—No, quiero que vuelvas con Drew y lo convenzas de que te dé un puesto "Permanente", cuando pase vuélvete amigo de la secretaría y sácale toda la información que puedas.
Asiento.
—Es fácil así. Embriágala —me entrega la clave universal que usan en la FEMF para abrir cajas de seguridad— Y haz que te lleve a tu apartamento.
Asiento.
—Drew le entrega documentos a diario y no hay dudas de que es socio de los obispos, entre más veces te lleve tenemos más posibilidades de conseguir pruebas.
Me muestra imágenes del apartamento.
—Maricarmen tiene una caja fuerte donde guarda la información —muestra fotos— Consigue la clave y toma foto de todos los documentos que encuentres, no pueden desaparecer. Alertaría a Drew y nos quitaría la posibilidad de seguir con la investigación.
—Como ordene.
—Acaba de aterrizar en Londres —mira su reloj— Va para el congreso, ve y empieza desde ya.
Saca una bolsa de cocaína del bolsillo.
—Tu pasaporte.
—Gracias —la recibo.
—Quiero las fotos para mañana antes de mediodía.
Asiento y bajo del auto.
Vuelvo al mío y planeo lo que haré, Drew es un cocainómano que llego al poder por las influencias de su familia, su abuelo fue alcalde la ciudad y eso le aseguró un puesto en el congreso.
La primera vez le llegue como traductor, me acople a un grupo de senadores que almorzaban a las afueras del edificio gubernamental. Lo vigilaba desde cerca, el tipo no tenía idea de nada y tenía un almuerzo con un grupo de concejales franceses. Uno de los senadores me recomendó cuando lo vio en aprietos y ni siquiera me pregunto el nombre, me presento como su secretario y esa misma noche me llevó a beber a su casa.
Su esposa no estaba y llevo un par de putas que se la mamaron toda la noche, al día siguiente me pago con un fajo de billetes y de la nada me invito al club "Óculos"
Dice que es muy agradecido con los que lo ayudan, me dijo que sacarlo del aprieto del almuerzo lo salvó de perder un importante tratado y me ofreció una nórdica como recompensa.
Me detengo frente al edificio gubernamental y espero que llegue en su limusina. No tarda y salgo disparado cuando veo que los periodistas se aglomeran en la entrada.
Se abre paso en la multitud y se alisa los pliegues del traje cuando pasa a puerta de seguridad, intento escabullirme, pero fallo y caigo en las manos del portero.
—Alto —me toma del cuello.
—Soy amigo del diputado —lo señalo.
—Las mentiras para otro, amigo.
—¡Drew! —grito y hago que voltee cuando va en la mitad de la escalera.
—¡Emilio! —se devuelve muerto de la risa— ¡Suéltalo!
Le ordena al portero, el hombre me empuja para que avance.
—Que perdido estabas —pregunta.
—Tuve que viajar a Valencia.
—¿A montar el negocio que dijiste?
Asiento.
—No me fue muy bien que digamos —le explico— Perdí todo en las apuestas y...
—No voy a darte dinero, amigo —se aleja.
—No necesito dinero —me le atravieso— Vine porque necesito trabajo.
Niega —te pague con creces.
—No tengo una libra, amigo y esto a nada de dormir en la calle —medio me abro la chaqueta y le muestro la bolsa que me dio el capitán— Me quedo esto del negocio y no tengo problema en dártela.
Mira a todos lados y me empuja a la escalera, sin decir nada me guía al décimo piso.
—¡Dámela! —exige en su oficina.
Le entrego la bolsa y esparce dos líneas blancas sobre su escritorio metiendose una dosis.
—Los españoles son unos putos con esto —se ríe— Está exquisita.
—Tengo contactos de primera.
—¿Puedes conseguir más?
—La que quieras.
Se deja caer en su puesto.
—No tengo un trabajo digno de tus habilidades, Emilio —me dice.
—Me conformo con lo que sea.
—Mi asistente se queja que tiene mucho trabajo —la droga empieza surgir efecto—Puedes ser el asistente de mi asistente.
—La suerte me empieza a cambiar.
—Claro.
—Te pagare bien —se ofrece— Siempre y cuando me traigas más de esto.
Alza la bolsa y levanta la bocina.
—¡Maricarmen, ven acá! —ordena.
En menos de cinco minutos llega una chica de tacones altos y rizos color chocolate, no mide más de 1.60, es de labios pequeños y nariz respingada.
—¿Qué quieres? —indaga molesta y no tardo en identificar que tenemos el mismo acento.
Drew suelta a reír y me presenta como su nuevo asistente, el genio le cambia y parece que le hubiesen dicho que tiene una nueva mascota, no vacila en sacarme de la oficina y ponerme a sellar y revisar un montón de documentos.
—Aquí manda el matriarcado —advierte bebiendo de su taza de café— Londres no lo gobiernan los senadores y congresistas, lo dominan el montón de mujeres que ves por ahí.
—No lo dudo —sonrió para caerle en gracia.
—¿De dónde eres?
—Valencia.
La tarde pasa y me mantengo ocupado acomodando cajas y organizando informes en los archiveros mientras soy morboseado por un grupo de secretarias que no dejan de mirarme por la ventana del cubículo, me siento en una exposición equina cuando comentan y se ríen a mi espalda.
A Maricarmen la causa gracia, a cada nada me pone trabajos que influyen poses sugerentes, se desprende del blaizer y se pone a la par a ayudarme con el desorden.
—¿Tu estado civil es? —pregunta cuando estamos por terminar— ¿Casado, soltero, en una relación complicada?
—Soltero —contestó sin titubear— ¿Y tú?
—Hey —me da la espalda para organizar las carpetas— Soy la única que hace preguntas.
—Entiendo —me hago el divertido.
Seguimos trabajando, anochece y busco mis cosas para irme. Cosa que queda de lado cuando Maricarmen me detiene.
—Asistente, vístete y sígueme.
—¿Puedo saber a dónde?
—No.
Descuelgo la cartera naranja del perchero y la sigo al ascensor.
—¿Te ayudo con el maletín? —alargo la mano. La vi meter informacion ahi.
—Epa —me manotea— No te pases de liso, esto es información clasificada, asistente.
Me hace seguirla a uno de los bares de la zona donde se reúne con sus otras compañeras. A medianoche a Maricarmen se le da por bailar y tomarme de pareja. Ni para eso suelta el maletín, se lo cruza en el pecho con una correa larga.
—Para que no digas que no te di la bienvenida —dice mientras bailamos.
—Gracias.
—Creo que voy a conservarte, necesito clases de francés y Drew dijo que le salvaste el culo ese día con tu perfecta traducción —me rodea el cuello con los brazos— No pude acompañarlo esos dos días, tuve que encargarme de uno de sus tantos escándalos... Bueno y tampoco hablo francés.
Esta ebria y está empezando a soltar la lengua.
—Qué pena —le sujeto la cintura.
—¿Cuantos idiomas hablas? —pregunta cerca de mi boca.
—Tres; español, inglés y francés.
Sonríe.
—También yo; español, inglés y groserías.
Suelta a reír y sigue bailando.
Hay tipos de secretarias, ancianas, nerd y como Maricarmen. Las ancianas son ese tipo que trabajan hasta que mueren y o pensionan, las nerds son como Laurens, torpes, desconcentradas y con indicios de no tener un espejo en casa.
La secretaria de Drew viste como los personajes que muestran en las películas de abogados y ejecutivos; zapatos altos, falda tubo ajustada, camisa blanca que le marca el busto y cabello suelto.
La música cambia y las secretarias se apoderan de la pista. Me siento revisando el mensaje que me envió Rachel.
"¿Puedes venir a la zona industrial? No creo que alcance a ir a casa"
Tecleo una respuesta rápida.
"¿A qué horas?"
Le doy enviar y recibo una respuesta inmediata.
"A las 3 am"
Observo cómo Maricarmen se despide el grupo de secretarias.
"Vale, te recojo en un rato"
Me envía un pantallazo de su ubicación.
Sincronizo el reloj, si soy ágil puedo llevar a Maricarmen a casa, sacar la información e ir por Rachel.
—Nada de conducir ebria, le quitó las llaves a la mujer ebria.
—Soy una mujer independiente —no esta tan ebria como me gustaría—Pero si insistes en llevarme no tengo problema.
Cruzamos la calle y me señala el estacionamiento. Solo veo mi auto.
—¿Tienes el modelo invisible de megamente?
—No, mi moto está detrás de esa chatarra —señala mi auto— Tráela, siempre le amarro un casco extra.
Le entrego la cartela y voy por la moto, no la vi porque es un modelo señoritero que a duras penas puede con el trasero de dos mujeres.
Suelto los cascos, me pongo uno, arranco la moto y recojo a la secretaria, recuesta la cabeza en mi espalda y dejo que me guíe.
Vive en la entrada de Bruce Grove, en un vecindario de casas amarillas. Me dice donde estacionar la moto y rebusca las llaves en el bolso.
—¿Me invitaras un café? —le coqueteo—Hace frío y...
—Claro —se adelanta— Soy amable con mis asistentes.
Es descomplicada y eso me facilita la tarea. Sigo, es un hogar pequeño, los pisos están cubiertos de periódicos manchados de pintura, los muebles están medio tapados con sábanas de colores. Hay cajas sin desempacar y cuadros sin colgar.
—¿Es tuya? —reparo la casa.
Con los arreglos necesarios sería un sitio muy acogedor.
—Si, fruto de mi trabajo.
—¿Te mudaste hace poco?
—Hace un año.
Deja caer el bolso en el sofá.
—El orden y yo no somos muy buenos amigos —se quita los zapatos y la chaqueta.
Los ojos se me van al busto que se le asoma a través de la camisa, desvió la mirada y trato de ubicar la caja fuerte que vi en la foto.
—¿Café o té?
—¿Café? ¿Puedo usar el baño?
—Adelante —señala la segunda puerta a la izquierda.
Me lavo las manos y planteó como carajos la distraeré, no está tan ebria como para esperar a que se duerma. Reviso el reloj, falta una hora para mi cita con Rachel.
Ideo plan A y plan B.
Me voy por la vieja confiable, lo mejor es que salga y trate de crear una distracción. No vi alcohol en la licorera, aunque sea poco caballeroso le puedo decir que consiga a una. El único super que vi esta casi a quince cuadras, de aquí a que vuelva puedo hallar la caja fuerte y tomar las fotos que necesito.
Salgo, esta recostada en la barra con una humeante taza de café, me acerco y la bebo en cuatro sorbos mientras me mira con ojos coquetos.
Va a la alacena y saca una botella de vodka. «Plan A, a la basura»
—Porque no te pones cómodo —se acerca y paso saliva, al detallar lo bonita que es.
Lleva las manos al nudo de mi corbata y los deshace en menos de nada, da un paso atrás y se suelta los botones de la camisa, cae al suelo, vuelvo a fijar los ojos en su busto y me acerco acariciarlos.
Plan B en marcha.
—Sin preámbulos —le paso los labios por el hombro.
—Somos adultos, ¿no?
Asiento y llevo las manos a los broches del sostén antes de bajarle el cierre de la falda. Tiene unos coquetos pantis que le marcan el trasero, mi miembro no se resiste endureciendose en menos de nada
Pensándolo bien no es una mala estrategia, si me la tiro, podré pedirle que me traiga cada que quiera y tener a la caja fuerte cuando se requiera. No me gusta aprovecharme de las mujeres, pero hay misiones que requieren que nos olvidemos de nuestros principios.
Dejo que me quite chaqueta y la camisa.
—¿Estas limpio? —se arrodilla.
—Si.
—Voy a mamártela ¿vale?
Asiento y no pongo preámbulo cuando me abre el pantalón y saca mi polla para acariciarla, el whisky le tiene la boca caliente y se siente bien cuando me la saborea con la lengua y el paladar.
—Buen tamaño, asistente.
Vuelve a recorrerla con la boca y se la echa al fondo de la garganta, la mente se me pierde y tenso las venas bajo el exquisito oral que me está brindando. Le follo la boca mientras, presiente la llegada y se aparta antes de que me le corra en la boca.
Se levanta abriéndose de piernas sobre la barra de la cocina.
El móvil me vibra en el bolsillo y esta vez no hay música para disimular el zumbido.
—¿Tu novia? —pregunta Maricarmen.
Niego.
—Mi hermana —apago el móvil y lo vuelvo a guardar.
Me voy contra la mujer que me espera con las piernas abiertas y me apodero de su boca mientras busco el preservativo, me lo coloco y la arrastro al borde de la mesa para penetrarla.
—¡Toro! —jadea cuando siente la invasión.
Le toco el clítoris y dejo que balancee las caderas de adelante hacia atrás, le aprieto la piel de la cintura y controlo las embestidas mientras le relamo las tetas. Sería un poco hombre si digo que no esta buena, sabe moverse y suelta exquisitos quejidos cada que la en bato con fuerza.
Se deja ir en los primeros siete minutos y alcanza el primer orgasmo que suelta. La llevo a la cama para el segundo round el cual la duerma.
No es de las que cae fácil, se pone en cuatro y me deja penetrarla por detrás, minutos donde me la como viva y me recibe con gusto. Donde se acomoda en poses imposibles de rechazar, me dejó ir una, dos y tres veces hasta que cae rendida en la cama.
Se queda dormida y sigilosamente busco lo que me encomendaron. Hallo lo que busco en la cocina, abro la caja fuerte, tomo las fotos y dejo todo tal cual. Repito lo mismo con el maletín.
Reviso el mensaje que me envio Rachel cuando acabo.
"Gracias por el papel de planta, soldado"
Se me cae la cara de vergüenza.Dejo todo como estaba y tecleo la respuesta.
"Lo siento, Ángel. Se me presentó un contratiempo, juro que te lo explicare todo"
El chat cambia a escribiendo y aparece un nuevo mensaje.
"No importa, acabo de llegar al centro y Angela me comentó que estabas en una misión importante. Cuídate y mañana me cuentas.
"Un beso"
Me despido.
—¡Asistente! —me llama Maricarmen.
Me levanto y finjo que bebo agua del grifo.
—Moria de sed —digo cuando se asoma en la cocina.
—Refréscate —se saborea los labios— Te espero en la cama.
Sonríe y se devuelve a la habitación.
La sigo no sin antes enviarle un mensaje a Bratt con un:
"Orden cumplida capitán"
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