Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 24

════ ⋆★⋆ ════

Tentaciones divinas. 

Rachel.

La iglesia Our Lourd tiene un aire gótico y vintage . Las puntas metálicas se pierden en las nubes, la estructura es de ladrillo rústico y abarca toda la cuadra.

Hay un montón de feligreses esperando a que se abran las puertas. La multitud es impresionante, parece que estuviéramos en el Vaticano.

Sigo a Meredith quien rodea el centro. El ambiente cambia cuando nos adentramos en un frondoso jardín con camino de piedra. Sigue sin hablarme y por mi parte tampoco pienso hacerlo. Como lo dije no me desagrada, pero tampoco está en mi lista de personas favoritas y no me interesa forzar amistades.

Ingresamos a una torre llena de monjas en busca del despacho de la madre superiora.

—Madre buenos días —la saluda Meredith cuando entramos. 

La mujer se levanta. 

—Mariane qué alegría verte —corresponde el saludo.

—También me alegra saludarla, madre—Meredith se aparta para presentarme—Ella es Alina, la chica que le había comentado.

—Oh, si —se coloca los lentes—¿Cómo estás hija?

—Bien madre, gracias por recibirme.

—Las puertas de Dios siempre están abierta para los necesitados.

Me repara por completo. 

—Ven conmigo, te mostraré donde dormirás y te comentare de tus quehaceres.

—Sí señora.

Nos devolvemos a otro torre. 

—Al centro acoge a los que le sirven —explica la madre cuando entramos al edificio de lleno habitaciones—Por eso tenemos tres torres que le brindan alojamiento al personal que trabaja por comida. 

Me guía a una alcoba con cuatro camas.

—Ella son Beth y María —las presenta— Tus compañeras de tareas.

Ambas inclinan la cabeza a modo de saludo. 

—Se dividirán la lista de quehaceres —dice la monja— Debes levantarte a las 4 AM para que no se retrase el desayuno, ni las tareas del día. 

—Sí señora.

—No sé si Mariane te lo aclaro, pero no recibirás pago monetario. En la casa de Dios no se trabaja, por dinero se hace para alcanzar el reino de los cielos.

—Lo sé, madre.

—Los sábados es su día de descanso, pueden salir siempre y cuando vuelvan en la noche o estén el domingo a primera hora.

—Sí señora.

—María te explicará lo que haga falta.

Se marcha con Meredith y dejo la maleta en una de las camas. 

—Esa es la cama de Beth —me dice María.

—Lo siento —la retiro inmediatamente—¿Cuál puedo tomar?

Señala la última. Beth se peina frente al espejo.

—¿Cuánto tiempo llevan aquí? —pregunto queriendo empatizar.

—Un año y medio —responde María.

—¿Y tú Beth?

No recibo respuesta.

—Beth tiene un problema en el paladar que le impide el habla—explica María— Solo se comunica con lenguaje de señas.

La chica asiente.

—Ella y su hermano nacieron aquí, su madre era una prostituta adicta a la metanfetamina y ambos padecen la misma condición.

Suenan las campanas.

—La misa va a empezar —dice María—Deja la maleta ahí, luego acomodas las cosas en el armario. A la madre no le gusta que lleguemos tarde.

Las monjas y el personal van hacia la iglesia. Repaso mi papel, en el informe decía que los voluntarios no se sientan en las bancas, tienen un sitio aparte en unos incómodos bancos sin espaldar. María, Beth y el jardinero, se posan a mi lado.

Scott y Alan a mi espalda, uno está infiltrado como guardia y el otro está en el área de mantenimiento.

La iglesia es hermosa, candelabros de oro cuelgan en las paredes, el techo está decorado con querubines, pinturas y dibujos de los ángeles de Miguel Ángel. Las bancas son de madera pulida.

El púlpito es deslumbrante decorado con tela bordada, las copas son de plata y la corona de la cruz de Jesús tiene piedras incrustadas.

La alta alcurnia entra primero ubicándose en los asientos delanteros y las monjas organizan a los niños del coro. La gente no cabe en el sitio e insisto que parece que estuviera en el vaticano. 

—El padre Santiago es un enviado de Dios —comenta el jardinero— Triplicó el número de feligreses.

—Como Jesús multiplicó los peces —María eleva la mirada al cielo— Es un milagro divino.

Patrick se ubica junto a Meredith y Liz. Reconozco a Bratt entre el grupo de diáconos. 

—¡Nuestro santo llegó! —dice el jardinero emocionado.

Miro a su dirección y.... Debo apretar la mandíbula para que no se me descuelgue. Mis ojos no creen lo que ven.

Christopher entra con una túnica blanca, bordada con hilos rojos y dorados. «Joder» Tenso las piernas, se ve tan...tan...tan...Provocador, tiene el cabello peinado hacia atrás y la tela cae por su cuerpo como si fuera algún Dios. «Milagro Divino» No... Pecado andante diría yo.

Llega al altar arrodillándose ante la cruz en un gesto de sumo respeto, se levanta y un monaguillo le ofrece una bandeja con la estola. La toma, la besa y se la pone sobre la túnica.

Me pregunto si los Morgan tienen algún tipo de fuente que les proporciona belleza masculina. Son tan físicamente perfectos.

Mira al público y sonríe de forma gloriosa, la luz se filtra por el mosaico de los querubines iluminándole el rostro como si se prepara para alguna sesión de fotos. Creo que estoy loca, pero me atrevería a jurar que estoy escuchando el coro de los Ángeles.

—Que el señor esté con vosotros —saluda y no me cabe en la cabeza que en verdad le crean el papel de sacerdote.

Con un físico así no se puede ser cura, ni santo. Joder, ni siquiera se puede entrar a una iglesia. Christopher es sinónimo de lujuria ¿Quién no sabe eso? Hasta el nombre se le asemeja al de Lucifer.

—Queridos hermanos —habla al micrófono— Preparémonos para recibir la palabra de Dios.

Todos se hacen la seña de la santa cruz. Incluso él como todo un devoto entregado.

—En el nombre del padre del hijo y del espíritu santo —se persigna.

Hago lo mismo, María me está mirando de reojo y debo parecer idiota mirando al supuesto padre.

Inicia la misa y todos inclinan la cabeza en la oración colectiva.

—Oremos y pidiendo por nuestras necesidades y por aquellos que necesitan de la palabra de Dios —extiende las manos dando inicio a la oración.

No ha notado mi presencia y trato de no respirar, quiero seguir de incógnita. No estoy para miradas reprobatorias.

Abre la biblia citando los salmos y el nuevo testamento.

Los feligreses lo escuchan con atención y lo miran como si depositaran toda la fe en él, como si fuera un verdadero santo. Él se mete en el papel, habla y ora con naturalidad, hasta se le escucha creíble el sermón de amor al prójimo.

Quien no lo conoce diría que cree ciegamente en ello, que aplica lo que predica y no es un puto conflictivo que vive rompiéndole la cara a todo el que lo confronta.

Habla de la tolerancia, de no dejarse llevar por las influencias del demonio. De lo mucho que le agrada Dios vernos en paz y en calma con nuestros hermanos.

«Me imagino la cara que debe tener Bratt»

Es lindo ver como todos se toman de la mano y cantan junto al coro el aleluya.

Maria, Beth, los huérfanos y desamparados, cantan con los ojos cerrados. Algunos derraman lágrimas y siento pena por la burla, aunque el supuesto padre lo haga bien no es un devoto de verdad. Escucharlo es como recibir la palabra de un demonio.

La misa avanza, dos monaguillos ofrecen pan y vino convocando a Jesús a la misa, Christopher vuelve a inclinar la cabeza e invita a la oración secreta. Cierro los ojos e imito a los demás. No pido nada, es obvio que Dios no escuchara una súplica guiada por uno de sus peores hijos.

Sigue con el prefacio, las sorpresas no acaban. Christopher cita el prefacio en un latín perfecto «¿Cuánto tiempo duro preparándose?» Dudaría de que lo está haciendo bien, pero el que las monjas y monjes lo sigan es una clara señal de que está haciendo las cosas como son.

Dos monjas y un monaguillo recogen la limosna.

La banda entona el canto santo y las personas se levantan alegres a cantar y aplaudir, incluso el padre que chocas las manos y sonríe «Espero que alguien esté grabando esto»
Sigue con la consagración. La gente se concentra en él, en cómo cierra los ojos y agradece, en como cita la palabra al pie de la letra.

Quiero que mis ojos lo dejen de mirar, que miren otra cosa, pero me es imposible, solo se fijan en él. En lo que es y en lo que puede convertirse. En cómo pasa de coronel egocéntrico y prepotente a sacerdote experto y empático.

—Hermanos pongámonos de pie para rezar —invita.

Los feligreses obedecen cruzando los dedos debajo del abdomen.

—Hagámoslo en voz alto para que nos escuchen en el cielo.

—Inclinemos la cabeza —sugiere la madre.

—Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo —empieza paseando la vista por la iglesia— Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas...

Se calla cuando nota que estoy en el grupo de voluntarios, la expresión le cambia y siento un intenso deseo de volverme rata y desaparecer. El público se calla y sigue el trayecto de sus ojos.

—Padre —sonríe la madre indicándole que continúe.

Clava la vista al frente y continua:

—Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Termina la oración y se prepara para la comunión (Entregar la hostia) No vuelve a mirarme, pero bastó una puta mirada para que mis neuronas se desordenaran.

Los devotos hacen fila y reciben la hostia. Detecto a mis compañeros de operativo, en especial en Bratt que trae destila odio y arde de rabia bajo la burla de Christopher que sonríe cuando se acerca a recibir la hostia, por un momento temo a que le eche el vino en la cara.

Brenda y Alexandra van como novicias, alzo la cabeza en busca de Laila, no la he visto desde que llegue. Las monjas terminan y no se le ve por ningún lado.

Los voluntarios van de últimas y el cuello me empieza a picar cuando entro a la fila. La gente se va apartando y empiezo a sudar, cruzo los dedos bajo mi abdomen cuando quedan dos personas por delante (Beth y el jardinero).

Podría apartarme, pero tengo a María atrás y un devoto entregado no se va de la misa sin recibir la hostia.

La madre está a su lado sonriéndole a todo el que recibe la comunión.

Me pregunto porque carajos debo pasar por momentos tan incómodos. El aleluya suena como música de fondo poniéndome los nervios de punta. El jardinero se aparta y choco de frente con el aroma que lleva años enloqueciéndome los sentidos.

«No voy a mirar al piso» Me recuerdo, me jure que no le volvería a bajar la cara, eso solo lo hace sentir importante.

Se ve mucho más alto sobre el escalón, me poso frente a él y baja los ojos a mi cara. Vuelvo a escuchar el coro de los ángeles «En verdad estoy perdiendo la cordura»

Saca la hostia, abro la boca y no sé porque diablos recuerdo la mamada que le hice en la biblioteca de la central. De la nada recopilo como me rozaba el paladar mientras me la devoraba entera.

«Necesito un exorcismo»

—El cuerpo de cristo —dice.

—Amen —mete la hostia en mi boca y me aparto rápidamente.

Vuelvo a mi grupo, sube al púlpito y da la bendición final.

—A la cocina —ordena la madre cuando acaba la misa.

Beth y María no vacilan en irse, aprovecho para largarme yo también.

Las mujeres no caminan, corren a la cocina que no parece de una iglesia sino de un batallón militar.

Las ollas son gigantes y lo mesones ni se diga.

—Prepara la carne y las bebidas —me indica María— Beth y yo nos encargaremos del resto del menú.

¿Prepara la carne? La cosa se pone fea. La cocina no es mi fuerte a duras pena se hacer huevos y tocino.

El que saque media vaca de la nevera no me motiva mucho que digamos.

Trato de no entrar en pánico, me relajo y me enfoco en lo que hacía mi madre. Solía sentarme en la barra de la cocina mientras preparaba los alimentos.

Con torpeza hago lo mejor que puedo "Carne en bistec" Huelo la olla y me doy una palmada en el hombro. No quedo tan mal como creí.

Servimos los platos y el grupo de jóvenes huérfanos nos ayuda a repartir.

Me arden las yemas de los dedos, el limón de la ensalada me lastima las cortadas que me hice. Los chicos acaban, me quito el mandril y me encamino a la salida.

Mi estómago aclama el emparedado que me preparo Stefan.

—¿A dónde vas? —pregunta María.

—A mi hora de almuerzo.

—Toca lavar la cocina y esperar que todos terminen para asear 

El cuerpo me cobra factura, llevaba años sin tener tanto esfuerzo físico. Tres años en los que me di el lujo de hacer cosas solo cuando me apetecían, nunca abandonaba mi rutina de ejercicios, pero meterse a la cocina es otra cosa, quedo molida y con los brazos adoloridos. «No sé porque a Stefan le gusta tanto esto»

Mis compañeras son medio mudas y me cuesta entrar en confianza. Con la cocina y salgo a recoger la loza del comedor al aire libre. 

—No me digas que tienes que lavar ese montón de platos —dicen a mi espalda.

Volteo, es Gema con una mochila en el hombro y unos audífonos alrededor del cuello.

—Me gustaría decir que no, pero la respuesta es un rotundo sí.

—Aline no olvides la estufa —me dice María— Beth y yo vamos a planchar los hábitos de las monjas.

«Vaya cosa»

—La cosa no se ve bien.

—Para nada —sigo recogiendo los platos.

—¿Te ayudo? —se ofrece.

—No —reparo su vestido, está demasiado bonita para meterse en la cocina.

Me gusta su estilo, el vestido blanco de lunares no le llega a la rodilla. Trae botines y un sombrero fedora negro que se le ve de maravilla con el cabello suelto.

—No tengo nada que hacer —se queja— Tenía que llegar mañana y me duele la espalda de tanto estar acostada viendo televisión.

—No sabes lo que daría por ser tú.

Se ríe.

—La cama de Chris es adictiva... —se calla— Me... Refiero a que...

«Mal interpreto las cosas»

—Es muy...Cómoda

Tartamudea.

Le dedico mi mejor sonrisa simulando que no me afecta para nada.

—No te disculpes —me voy a la cocina sin dejar de sonreír— Para nadie es un secreto que a los Morgas les gusta lo cómodo.

—No quise recordarte el pasado —me sigue— Es obvio que conoces esa cama y...

—Gema —sacudo la cabeza. Me está echando alcohol en la herida.

—Perdón, perdón—se pone roja— ¿Te hice sentir mal? Si es así...

Me apena.

—Claro que no —vuelvo a ser la ama de las mentiras— El pasado pisado.

Me sigue a la cocina, suelta el bolso y se pone el mandril.

—Déjame ayudarte.

—Puedo hacerlo sola —la pila de platos me da ganas de salir corriendo— No quiero arruinar tu atuendo.

Se plancha el vestido con las manos.

—¿Te gusta?

Asiento.

—Te ves radiante —No miento, la chica tiene lo suyo.

—Quiero darle la sorpresa a mi coronel...—no termina la frase, calla como si hubiese dicho algo malo.

—Dilo tranquila —lleno la esponja de jabón— No entraré en crisis si mencionas su nombre.

—Es raro, ustedes fueron...

—No fuimos nada —le aclaro— Así que estate tranquila y disfruta tu relación.

Se pone un par de guantes.

—Tengo la curiosidad. He escuchada tantas cosas de los dos que es imposible no creer que ya no sientan nada uno por el otro.

—No hay nada, cometimos errores, pero ya pasó —no me lo creo ni yo misma— Él te tiene a ti y yo tengo a Stefan. Tampoco tuvimos la gran cosa.

Digo para que se tranquilice, debe sentirse feo pensar que eres la sombra de otra. Eso tipo de angustia solo quita seguridad.

—Estamos cumpliendo ocho semanas —baja la voz— Traje una botella de vino para celebrar

—Que bien —más mentiras.

—Manos a la obra —propone.

Charla sobre su vida en New York y su carrera en la milicia. Me agrada, es despierta, tierna y muy soñadora. Hace reír a cada nada.

Agradezco que no hable de su vida amoroso ni pregunte sobre mi pasado.

—Debemos seguir esta charla —me dice cuando terminamos— Con whisky y karaoke.

—Me gusta la idea.

—Avísale a las chicas, le diré a Liz.

—Vale.

—Me voy —me da un beso en la mejilla— No quiero que el padre se duerma.

—Descansa —me rió de mí misma «Es obvio que no va a descansar»

—Chao —se va.

Respiro hondo «Es pasado Rachel» Y el pasado es como la mierda. No se mira ni se toca.

Limpio y el piso, aprovecho que estoy sola para llamar a Parker y testear con Stefan. Mi capitán promete encargarse de la repartición de quehaceres mañana temprano.

Termino y me voy a mi alcoba. No hay señas de mis compañeras ni de las chicas que vi cuando entré. Tomo una ducha antes de irme a la cama, me duelen los músculos, pero cuento con la mala suerte de encontrarme con la madre superiora en el pasillo. 

—Vístete y ven conmigo —demanda— Estuve leyendo la lista de las tareas que tenían para el día de hoy y noté que no asearon la casa del padre Santiago.

«Lo que faltaba»

—Como ordene madre. 

—Te espero, quiero invitarlo a rezar el rosario.

Paso saliva «¡Gema!» No puede llegar con ella allí.

—Mejor me adelanto —se devuelve al pasillo— Es tarde y mañana tiene que madrugar.

—¡No! —me opongo— Deme dos minutos, no conozco las casas y me da miedo perderme.

Mira el reloj.

—Apúrate.

Corro a la habitación y marcó el número de Parker, tiene que decirle a Gema que salga de ahí.

No responde y le dejo un mensaje de texto. Vestida salgo con la madre superiora quedándome unos pasos atrás para poder leer la respuesta de Parker. 

"No contesta. Haz algo, pero no pongas en riesgo la misión"

«¿Haz algo?» Como si fuera tan fácil.

—Aline —escondo el móvil cuando la madre se voltea— Ayúdame a buscar la llave 218.

Me entrega un llavero.

—El padre nunca escucha cuando está en el despacho y no quiero pasarme toda la noche tocando la puerta.

«No va a tocar» Achina los ojos buscando el número de la llave.

—No veo nada sin mis anteojos.

—¿Quiere que vayamos por ellos? —eso puede darle tiempo a Parker para que hable con Gema.

Niega.

—Voy yo, adelantate  y dile al padre que prepare la oración.

—Sí señora.

—Sigue el sendero es la última casa a la derecha.

Asiento y aprieto el paso antes de que se arrepienta.

—Ve haciendo un poco de té —me ordena cuando voy a poca distancia.

—Sí, madre.

Corro a la casa. Sé dónde está repase mil veces el plano.

Subo los cuatro escalones tocando la puerta y nadie abre.Me ganaré el regaño de mi vida, pero como lo dijo Parker no puedo poner en riesgo en operativo así que entro a las malas con la llave

No están en la sala ni en la cocina, cierro la puerta corriendo escalera arriba. 

Aminoro el paso cuando escucho la risa de Gema, la prisa se me acaba y vuelvo a sentir molestas punzadas en el corazón.

Mi subconsciente se niega a ver lo que sé que veré.

Toso y hago ruido con los zapatos con la esperanza de que noten que hay alguien en la casa, pero nada da resultado, Gema sigue riendo mientras le dice ogro. 

Maldigo a la madre por querer molestar a esta hora y lo maldigo a él por no poder tener el pito quieto.

Giro la perilla y abro la puerta. La está besando y la tiene de piernas abiertas sobre su cintura. Se me transforma el genio y me aumenta el ritmo cardiaco, me jode que siga sintiendo este tipo de emociones hacia él.

—¡La madre viene para acá! —aviso.

Gema salta de su regazo. No están desnudos ella tiene el vestido y él tiene el pantalón puesto.

—¡Mierda! —exclama la chica buscando los zapatos.

No me molesto en repararlo, el cuerpo me pesa y los celos hacen estragos. Busco la cocina acatando la orden de la monja mientras Gema no tarda en escapar por la puerta de atrás. 

—Aline —me llame la madre en la entrada.

Christopher baja como si nada.

—Padre buenas noches —La madre se acerca y le besa la mano.

—Dios la bendiga madre —fija los ojos en mí— ¿Nueva voluntaria?

Pregunta y no hay que ser idiota para saber lo que se avecina.

—Si, Mariane la recomendó —me indica que me acerque— Se llama Aline Burgués y quiere servir en el centro.

Hago acopio de mi papel «Solo son roles» Me recuerdo.

—Gusto en conocerlo padre —alarga la mano y me trago el puto orgullo para darle el beso.

Detesto que la iglesia conserve el machismo que se dejó siglos atrás.

—Haré el té —me alejo.

—Súbelo al despacho cuando esté listo —ordena la madre.

—Sí señora.

Me voy a la cocina.

Echo el té en la porcelana y lo subo a la segunda planta. Están orando de rodillas frente a la virgen. Pobre madre si supiera que hace un par de minutos le estaba metiendo la verga a una de las profesoras.

No sabe que recibe la bendición del mejor amigo del diablo.

Recojo el desorden de la casa limpiando todo. En un día hecho los quehaceres que no he hecho en toda mi vida, dejo la cocina de último. 

—Cuando termines puedes irte a descansar —me avisa la madre antes marcharse.

Siento escalofríos cuando cierro la puerta, salió sola y no me quería quedar sin compañía.

Agilizo las tareas, limpio la alacena y acomodo los víveres. No quiero que aparezca la bestia.

Seco los platos y los acomodo en una pila para acomodarlos con facilidad, es mi última tarea y no ha bajado, eso quiere decir que estoy a nada de cantar victoria.

Tomo la mitad de la loza y me volteo para acomodarla en el mueble de atrás, como siempre subestimó mi suerte. La loza me viene al piso cuando veo la figura que me observa recostada en el umbral.

Los platos estallan en el piso armando una algarabía y el corazón me salta con el susto de muerte.

—¿Como te digo? —pregunta— ¿Laurens?

Lo ignoro agachándome a recoger el desastre. 

—Tengo hambre —jala una silla y se sienta en la mesa.

Que me coja de chacha era lo último que faltaba.

Voy por la escoba.

—Te di una orden y no te veo preparando la comida.

—¡Te oí! Solo dame un segundo ¿Sí? 

Me dan ganas de meterle la escoba en el culo. No hay nada preparado, la carne y el pollo están congelados. Mi karma tenía que cerrar con broche de oro. 

El hijo de puta no se va, se queda ahí, sentado mientras preparo la comida.

Cuarenta minutos después le sirvo un plato de macarrones, carne y ensalada. Lo dejo en la mesa buscando la salida.

—No te di permiso para que te fueras—me detiene.

—Permiso para retirarme —solicito.

Niega.

—Siéntate —señala la silla del frente.

—Si vas a regañarme por estar aquí —me adelanto a la reprimenda— Te agradecería que primero llames a Parker y al ministro.

—Siéntate —me quema con los ojos.

Obedezco de mala gana.

—Explícame cómo fue que terminaste aquí —prueba el primer bocado.

—El ministro me ordenó reincorporarme a la entidad. 

—En Londres —corta la carne sin dejar de mirarme.

«Como si no lo supiera ya» Me acomodo en la silla y comienzo el relato, omito lo de Wolfgang y le cuento lo que pasó desde que capturaron a Antoni.

Ardo bajo sus ojos, no me quita la mirada reparando cada uno de mis gestos. Me desconcentran y termino repitiendo las cosas. No me atrevo a bajar la cara ni a esconder el rostro, soporto la tensión y le devuelvo las miradas de vez en cuando.

Aparta el plato cuando termina.

— Me recuerdas a mi madre, prometieron no volver y mírense.

—Las promesas tienen sus fallas

—No cuando le pones empeño.

—Tengo una vida aquí, al igual que tú y aunque me hubiese gustado hacer planes nuevos tu padre no me lo iba a permitir, sabe lo útil que soy en el ejército Londres.

—El exilio te quito la modestia.

—No dudo de mis capacidades. Tengo mis defectos, pero soy buena cuando me lo propongo.

—¿Y las inestabilidades? —pregunta— Ya la superaste o seguirás de intermitente cada que tienes líos emocionales.

—Lo personal no tiene que ver con lo laboral, lo único que debe importarte es que te rinda y te de los resultados que pides.

—No me vengas con discursos de mentiras —apoya los codos en la mesa— Te recuerdo que te largaste porque temías a que Bratt siguiera sufriendo, y no me digas que lo laboral no tiene que ver con lo personal porque perdí a uno de mis mejores agentes por tu terquedad y estúpidas ganas de verte como una heroína.

Guardo silencio, a palabras necias oídos sordos. No voy a desperdiciar mi saliva explicando lo que nunca entenderá.

—Quiero creerte el papel de fuerte, el de fénix renacido de cenizas, el de mujer empoderada que vino con ansias de hacer el bien —clava la vista en mis ojos— Pero eso no te lo crees ni tú, solo estás creando una pantalla de humo que se desvanecerá en cualquier momento. Siento pena por ti y por aquellos que arrastraras a la desgracia.

—¿Arrastrar a la desgracia? —niego— Lo dudo, no soy como tú.

—Somos tal para cual, la única diferencia es que yo soy claro y tu maquillas las cosas para que no duela.

Detesto que me ponga en la silla de los señalados.

—¿Puedo irme ya?

Niega.

—¿Que tienes con la basura que trajiste París?

—No es una basura, se llama Stefan.

—¿Lo ayudas por caridad o porque te lo llevas a la cama?

«Aquí vamos»

—Mis asuntos no te incumben, si lo ayudo o no es mi problema y no tengo porque darte explicaciones sobre eso.

—Responde.

—No —trato de no mandarlo a la mierda— No te entiendo, Christopher. Me ves como la mala, la cobarde, la falsa que engaña a medio mundo y aun así te tomas el tiempo de querer saber hasta el último detalle de mi vida. ¿Para qué? Ódiame y ya. Sin preguntas e interrogatorios, solo suéltalo sin rodeos.

—Yo no te odio —se cruza de brazos.

—¿Entonces qué es lo quieres? —me levanto— ¿Dártelas de macho alfa echándome en cara lo que ya pasó? Porque si es así déjame decirte que pierdes tu tiempo porque me valen mierda tus insultos y aires de grandeza.

Se me atraviesa cuando intento salir.

—Mide las palabras —me obliga retroceder— A un superior no le hablas así y muchos menos a mí.

Respiro por la boca, si inhalo su aroma perderé ventaja en la pelea.

—Te tratare como mi superior cuando te comportes como uno —toco la encimera con la espalda— No me exijas respetos bajo el papel de macho dominante, porque no voy a ceder ni a dejarme pisotear como en años pasados.

—Si estás aquí cumples mis órdenes te gusten o no.

—Lo haré si lo haces como un coronel. No voy a cumplir los caprichos del Christopher que dispone y manda como se le antoja.

Se acerca y tenso las piernas para que las rodillas no me fallen. Su lado dominante espera que baje la cara, pero no lo hago. Lo miro a los ojos y dejo que nuestras respiraciones se fundan.

—Me sé cada uno de tus papeles —habla demasiado cerca de mi boca— También sé con quién reluces cada uno. Con Bratt eres un panda arrepentido que hace todo por verlo feliz. Con Antoni eres una víbora inyecta veneno que lo vuelve esclavo de tu belleza. Con el inservible que trajiste te crees mamá cuida cachorros que no rompe un plato. Y conmigo....

Me aprieta contra la encimera clavándome la polla en la esquina de la cadera. «¡Santa madre bendita!» Está cachondo «¡Por Dios!» Percibo la dureza a través del pantalón. Dejo de respirar convenciendo a mi cerebro de que se dé una vuelta por el espacio.

—Conmigo eres una pantera que aparenta sacar garras, pero que el fondo quiero que la sometan ya sabes con que.

«¡Mil veces hijo de perra!»

La cercanía me mata, ansio su boca y mi autocontrol inicia su conteo regresivo.

Si no le pongo un alto terminare con la dignidad por el piso.

—Pues si  —las cosas se acaban hiriéndole el orgullo— Stefan lo hace, de una forma más humana, más tierna y más conmovedora.

La ira se le plasma en la cara «¡Toma lo tuyo maldito!»

Me aparto con la entrepierna empapada y no voltea, se queda con la vista clavada en la alacena.

—Lo ayudas porque te revuelcas con él —me dice—La pregunta se respondió sola.

—No solo porque me acuesto con él. Lo ayudo porque me gusta mucha más de lo que me gustaste tú.

Se da la vuelta acribillandome con los ojos.

—Eres asunto superado —le suelto.

Tensa la mandíbula.

—¡Lárgate! —ordena con rabia. 

—Como ordene mi coronel —le dedico  un saludo militar.

Corro a la puerta y lleno mis pulmones de aire cuando cruzo el umbral. Me oí como la peor zorra, pero tiene que ser así. Si no le corto el juego seguirá hasta que caiga.

Estuve a nada. Si se hubiese acercado un milímetro más le hubiese devorado la boca. Lo vi embistiendo en la encimera. Me calentó y me empapo en menos de nada «Soy un puto fiasco» Me faltó poco para correrme con su aliento.

Christopher es por el que el HACOC no puedes probarlo por ratos, él somete y controla volviéndote dependiente de por vida.

Llego a mi alcoba, cierro los ojos y lo veo «Joder» Empiezo a hiperventilar, la libido se me eleva y la entrepierna me cosquillea.

«No me voy a tocar» Meto las manos bajo la almohada, aprieto los ojos y me obligo a dormir.

════ ⋆★⋆ ════

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro