CAPÍTULO 22
════ ⋆★⋆ ════
La condecoración .
Christopher.
Admiro su esbelta figura, sus piernas torneadas, las caderas anchas, el abdomen decorado con un pequeño pendiente. Los pechos generosos, las aureolas rosadas y los pezones erectos que he saboreado tantas veces.
Brasil, Hawái, Cadin, mi casa, su casa, la casa de Simón, el comando. Recopilo las veces que hemos explotado en llamas de éxtasis.
Se pasa la lengua por los labios apoyándose en un solo brazo.
—¿Te quedarás ahí? —me tienta con el azul de sus ojos.
Mis piernas ceden y caigo de rodillas en la cama, imita mi posición permitiéndome contemplar las facciones de su cara mientras desliza las uñas en mi piel acercando los senos a mi pecho.
—¿Algún día dejaré de pecar?
Niego.
—No, si le sigues coqueteando al diablo.
Se ríe.
—No cambia, coronel.
—Y usted no deja de gustarme, teniente.
—Amo el romanticismo matutino —susurran en mi oído.
Abro los ojos y el mundo se me aclara.
—¿Gema? —la cabeza me da vueltas.
—Teniente se oye más sexi —se sube en mi cintura— Despertó recargado, coronel.
Frota su sexo contra mi erección.
«Tengo una resaca de mierda»
—¡Christopher! —tocan a la puerta— ¡Te estoy esperando hace una hora!
Los gritos de Alex empeoran el dolor de cabeza.
—¡Christopher!
—Bájate —la tomo de la cintura— No quiero que derrumbe la puerta a patadas.
—Shhh —me calla— Así será más emocionante.
—Tengo que irme —aún tengo un asunto por resolver.
Me saca la polla del bóxer.
—Un segundo —baja la boca a mi glande.
—Oye...
Vuelan la puerta de una patada, Gema se va al suelo como Dios la trajo al mundo.
—¡¿Pero qué putas te crees?! —le recrimino a Alex.
—¡Te estoy llamando hace media hora! —espeta— ¡Así, que vístete y sal que te necesito afuera!
—¡Si vuelves a entrar así...!
—¡No me amenaces en mi propia casa! —me señala— ¡En mi techo hago lo que se me antoja! Así que vístete y sal.
Fija los ojos en Gema.
—Y tú deja de causar distracciones y ponte decente, el día no está para jueguitos.
—Si, señor —se tapa los pechos con el brazo.
—¡Lárgate!
—¡No me obligues a regresar! —advierte antes de marcharse.
Me encamino a la ducha ya que en Hig Garden Alex suele ser un dolor en los huevos.
—¿Crees que se enoje conmigo? —Gema abre la puerta corrediza.
—¿De qué hablas? —me enjabono.
—De Alex —recuesta la mejilla en mi espalda— Me dijo que dejara de causar distracciones, en pocas palabras es una reprimenda por ser una mala nuera.
Me voltea.
—No quiero enemistades con el rey del pantano.
—No me importa lo que piense.
Me besa.
—¿Que le puedo regalar?¿Corbatas, puros?
—Un viaje a la mierda —vuelvo a lo mío— Alex lo tiene todo, así que no gastes tiempo en tonterías.
—Investigare sobre lo que le gusta.
Termino el baño dejando a Gema bajo el agua.
—En la maleta hay ropa para ambos.
No es necesario que abra el maletín ya que sobre la cama hay un traje azul acero perfectamente planchado.
Reviso el reloj necesito llegar a la central, como mínimo una hora antes.
—¡Christopher! —vuelve a gritar Alex.
«¿Cuando mierda se va a morir?» Salgo percatandome de que hay un montón de periodistas en el jardin a la espera que los dejen entrar.
«Los malditos no se cansan»
Alex bebe café en los muebles de la sala charlando con una rubia,
—¡Al fin! —se levanta Alex.
Me siento ridículo al ver que trae un traje parecido.
—¿Que somos? —me burlo— ¿El dúo patético?
Me palmea la espalda fingiendo ante los periodistas que estan clavados en la ventan.
—Quiero presentarte a alguien —empieza llamando a la rubia con la que hablaba.
—Que gusto conocerlo, coronel —se acerca con la mano extendida— Soy Cristal Benavides, su nueva relacionista pública.
«La cereza que le faltaba el pastel»
—Verás hijo, la candidatura inicia hoy y hay que iniciar con pie derecho. Cambiar tu horrible ser y causar una buena impresión. Cristal sabe del tema, ha trabajado con un sin fin de miembros importantes.
Correspondo el saludo de mala gana.
—Es mi regalo de condecoración.
—Tiene toda las de ganar coronel —me dice— Pero para hacerlo debe adaptarse a mis condiciones.
—¿Hay alternativas? —pregunto.
—No —sonríe arreglandome la corbata—Que empiece lo bueno.
—Ogro...—Gema se asoma en la escalera.
—Gema Lancaster —la saluda Cristal— Ponte los zapatos, por favor —señala los tacones que trae en la mano— Los pies descalzos te quitan estilo.
—Estoy en casa.
—Bella el hecho de que estemos en casa no quiere decir que debamos lucir como plebeyos.
Gema arruga las cejas confundida.
—Baja, siéntate y sonríe —le ordena.
—¿Tu eres?
—Siéntate, chiquita —la guía al comedor— Y no hables hasta que no te lo ordene.
—Es una hermosura —me codea Alex— Sali con su mamá hace tres años.
Lo ignoro.
—¡Clo! —grita la rubia— Abre las puertas, estamos listos
Le dan paso a la manada de carroñeros que esperan esto cada cuatro años. Las campañas políticas en la FEMF son un dolor de cabeza.
—El azul es nuestro color —explica Cristal— Por eso elegí ya que transmite, calma, serenidad y paciencia. Lo que necesita un candidato.
Explica la rubia mientras se acomodan.
—El ministro te anunció a última hora, la prensa insistió en entrevistarte y hacerte fotos ya que tu agenda es muy apretada —me levanta la cara— Te tomaran fotos y las publicaran en la revista semanal.
Paso dos horas hablando de mi carrera, relaciones personales y familiares, obviamente maquillando mi relación con Alex.
Nos toman un en toda la casa. No sé de dónde carajos aparecen, Marie y Zeus, pero también posan para la cámara.
Marie pone su mejor cara y el perro... Bueno el perro no se comporta muy bien que digamos, le muestra los dientes a todo el mundo.
—Lindo perrito —se acerca una reportera.
Le ladra e intenta morderla.
—¡Quieto! —Alex le acaricia el hocico.
Es un canino complicado, solo cede ante, Marie, Alex (fue quien me lo regalo) y Miranda, no le gustan los extraños y suele estresarse cuando hay mucha gente.
Le acaricio el pelaje posando juntos en el sofá.
—Es una estrella —dice el camarógrafo— Me encanta.
Le acomodo la pañoleta azul.
Gema nos observa desde el comedor con la amiga que detesto y no sé qué diablos hace aquí.
—Zeus es la mascota de la campaña —explica Cristal— El coronel ama los animales y su padre se lo regaló cuando era un cachorro.
—Que orgullosa estoy —Marie me da un beso en la mejilla—Estoy segura que te los llevarás a todos por delante.
Gema se acerca abrazarla.
—Los otros no tienen oportunidad contra él.
Cuatro periodistas se nos vienen encima.
—¿Señorita le molestaría responder un par de preguntas? —le hablan a Gema.
Esboza una sonrisa.
—Para nada —contesta emocionada.
—No, no, no —se atraviesa Cristal.
—¡Por favor! —insiste el reportero— Queremos saber más sobre la novia del coronel.
Suelta a reír.
—No son novios, Chad —explica con naturalidad.
—¡¿Perdón?! —Liz da un paso adelante y Alex la toma del brazo.
—Gema y Christopher son amigos de la infancia que hasta ahora se reencuentran.
—¿Qué hay de las fotos y eventos donde se han presentado juntos?
—Cosas de amigos —abraza a Gema y le guiña un ojo al periodista— No, nos adelantemos a los hechos, pueda que se algo oficial más adelante, pero todavía no aseguraremos nada.
Marie se la come con los ojos.
—¿Cierto chiquita?
Gema asiente molesta.
—Si, decidimos dejar que las cosas vayan poco a poco.
—Ya oyeron, así que nada de fotos todavía.
Empiezo a mirar el reloj cuando el desespero me abarca. Desde ayer siento que me estoy asfixiando. El encuentro acaba y los escoltas preparan todo para partir al comando.
Gema sube a mi vehículo e ignoro el azote que le da a la puerta. Tengo tanto afán que me banco la presencia de Liz en mi auto, Marie sube con el perro y este alza la pata sobre Liz.
—Atrás perro del demonio —lo aparta.
—¡Zeus! —lo regaña Marie.
—La paternidad no le sienta bien —Liz se aparta los pelos del traje.
—¿Que?
Acelero a la salida de la ciudad.
—Embarazo a una perra en la central.
Asomo la cabeza en el asiento para que le quite el bozal.
—La sargento Maryori esta furiosa porque embarazó a su husky de tres años.
Le acaricio la cabeza cuando la pone en mi hombro.
—Te fallo como imitación canina —Liz me mira por el espejo retrovisor— Se dejó ganar por la calentura y olvido el preservativo.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Aparco, la central está más resguardada que nunca ya que el consejo, los candidatos y las familias influyentes estarán en la ceremonia.
—Marie vete al patio de entrenamiento —indica Alex cuando baja— Hay un asiento reservado para ti.
Se va con el perro.
—Christopher cámbiate, tienes quince minutos para estar en la ceremonia —advierte Cristal— Organizare lo que haga falta.
Todos se dispersa, Gema sale del auto y vuelve a azotar la puerta.
—No la soporto —me reclama—¿Quien se cree para dar órdenes a diestra y siniestra?
Camino rápido detallando la línea de autos que me rodea hasta que hallo el volvo de Rachel.«Sigue aquí»
—¿Me estas escuchando?
—Si —le beso la frente— Te veré arriba.
—¡Hey! —se me atraviesa— No me gusta lo que me dijo.
—Gema, no tengo tiempo para esto —me abro paso por un lado.
—¿Dejarás que defina lo nuestro?
—Me da igual —aprieto el paso.
—Pero...—corre detrás de mí.
—Ahora no ¿Sí? —la freno— Si estás muy enojada, reclámale a ella no a mí.
—Pero...
—Adiós.
La dejo hablando sola y corro a la torre de dormitorios femeninos.
—Coronel —la encargada me dedica un saludo militar.
—Rachel James —me acerco a la mujer— ¿En qué habitación está?
Revisa rápido.
—506 —informa y subo rápido.
Toco varias veces sin hallar ningún resultado.«Paciencia, ya le llegara la maldita hora» Me devuelvo a mi alcoba cambiandome con afán.
«Tengo su estampa pegada en el cerebro»
El móvil vibra con una llamada de la madre superiora, la ignoro y redacto un corto mensaje avisando que volveré en la noche. Pide explicaciones y contengo las ganas de mandarla a coger con los monaguillos.
"Lo esperamos con ansias" Responde en menos de dos minutos.
«Lo esperamos con ansias» Si supiera que ansío prenderle fuego a su maldita red de pederastas.
El patio de entrenamiento está lleno de soldados vestidos con uniforme de gala acompañados de sus familiares. Hay cadetes, cabos, oficiales, sargentos, tenientes, capitanes, generales, candidatos y miembros del consejo.
Me concentro en lo que busco.
—El diablo recompensa a sus súbditos —se me atraviesa Martha Lewis— No mereces el uniforme ni las medallas....
—¡Martha! —la regaña Joset.
—¡Calla! —le levanta el dedo al marido en señal de amenaza— No he terminado...
—Basuras como tú no merecen mi tiempo —la dejo hablando sola.
Sigo con lo mío y todo se me tensa cuando mis ojos captán a la mujer de cabello negro y ojos azules que se pasea entre la multitud. Camino en línea recta hacia ella atropellando a todo el que se me atraviesa. No le quito los ojos de encima, detesto las sensaciones que provoca; La mezcla de ira, ansiedad...
Está hablando con Parker. Alguien se le acerca por atrás, la toma de la cintura y le da un beso en la mejilla. El enfado se eleva a niveles cósmicos, el aire se me torna pesado y siento que la sangre me quema las venas.
«¿Nueva víctima?» Aprieto el paso y...
—No hagas una escena, por favor —se me atraviesa Patrick.
—Quitate —lo empujo y vuelve atravesarse.
—¿Qué diablos te pasa? —me gruñe— No ves el montón de gente que hay.
—Pueden irse al diablo. No voy a callarme las verdades.
—Está ocupada, Christopher no actúes como un maldito psicópata.
—Buenas tardes —habla Gauna en el micrófono— Soldados formen filas, la ceremonia empezará en cinco minutos.
La gente se dispersa.
—¡Coronel! —me llama Cristal— ¡Venga por favor!
Alex viene detrás y Patrick me empuja para que camine llevándome detrás de la tarima.
—Linguini, vete a tu puesto —le ordena el ministro.
—Si, señor —obedece.
—¿Tienes claro el protocolo? —pregunta Alex.
No tengo idea de nada, tengo demasiada rabia. Quiero salir, echarla sobre mi hombro y decirle todo lo que se merece.
—Te estoy hablando, Christopher —me regaña Alex.
—¿Qué?
—Concéntrate, ¿Tienes todo claro?
Niego.
—¿Qué te pasa?
—¿Quién es?
—¿Quién es qué? —arruga las cejas.
—El hombre que entró con Rachel al juicio.
Me acomoda las solapas del traje.
—Stefan Gelcem, un cabo estancado que estará en las tropas de Bratt.
Me pasa los guantes.
—¿Qué hace aquí?
—Rachel me pidió que lo trajera —se aleja.
La cabeza me palpita y temo a envenenarme con mi propia saliva.
—Es hora —Cristal me señala la salida— Su ejército lo espera, coronel.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Rachel.
Las tropas de la FEMF están perfectamente alineadas y encabezadas por el capitán de cada una, Patrick es el primero, seguido de la tropa de Simón, Parker, Bratt, Thompson y los demás miembros del nivel tres.
La FEMF premia de forma puntual a los principales de la lista jerárquica (Sargentos, tenientes, capitanes y coroneles) Los soldados de rangos bajos son premiados de forma masiva.
Los capitanes sobresalen en las filas y dos pasos más atrás están el teniente y el sargento de cada tropa.
Laila acompaña a Simón, Alexandra a Patrick. Bratt está respaldado por Meredith y Angela.
Alan y yo estamos con Parker.
Me fijo en mi antigua tropa, la del capitán Thompson, me alegra saber que la mayoría siguen vivos. Mi antiguo capitán ahora está respaldado por Gema Lancaster y una sargento que no conozco. Pero si la memoria no me falla fue quien capturó a Antoni en el tribunal.
Los miembros del consejo se acomodan detrás de la mesa que está en la tarima.
La mayoría de familias le toman fotos a sus nietos, padres, hijos y esposos. Distingo los rostros conocidos. Los padres de Simón, los hermanos de Brenda cargando a mini Harry, a los Lewis y a las gemelas que hacen parte de la banda de guerra.
Las trompetas le dan la bienvenida al coronel.
Sigo el protocolo, enderezo la espalda posando las manos en atrás.
Sé que no puedo moverme ni bajar la mirada, pero me es imposible no detallar al hombre que se acerca.
Mis fibras, células y neuronas lo sienten como la mariposa percibe la tormenta que avecina. Clavo la vista en un solo punto, no quiero que me fallen los ojos viendo lo que no deben ver.
Pasa y se posa al frente, encabezando el ejército de trescientos veinte soldados que colaboraron en la guerra de los tres años.
Gauna hace su aparición posándose delante de Christopher y Alex es el último en salir.
Viene uniformado luciendo las medallas que ha obtenido a lo largo de su carrera. Todos le dedican el debido saludo militar de forma masiva.
—Tres años en guerra y la captura más importante de los últimos tiempos —habla Olimpia al micrófono— Nos permite condecorar y premiar a los tres ciento veinte soldados del caso Mascherano. Cadetes, oficiales, sargentos, tenientes, capitanes y coronel que se destacaron en esta dura tarea.
La gente aplaude.
—Hoy enorgullecen a su patria con su valentía, fortaleza y habilidades de combate —continua— Gracias por dar su vida por los débiles, el mundo está en deuda con ustedes.
Vuelven aplaudir.
—Empecemos.
—El ejército secreto de la fuerza especial del FBI premia y galardona —habla uno de los miembros del consejo — Al general Roger Gauna, por sus veinte años de servicio en la fuerza especial, entrenando soldados, compartiendo su conocimiento, liderando y llevando de la mano a los trescientos veintes soldados que nos acompañan el día de hoy.
Se acerca y sube a la tarima en medio de aplausos dejando que Alex le coloque la medalla.
—Todos nuestros soldados son órganos, conexiones células y neuronas que permiten que este cuerpo funcione de forma perfecta —anuncia Olimpia— Pero hoy queremos reconocer el esfuerzo y dedicación del corazón de este importante ejército. De quien lleva diez años luchando hombro a hombro. Planeando y dando guerra hasta el último momento.
Respira y mira a Alex emocionada.
—El ejército inglés de la fuerza especial del FBI premia y galardona al coronel Christopher Morgan, por sus diez años de servicio, sus quince misiones invictas. La planeación, lucha, esfuerzo y captura contra una de las bandas delincuenciales más peligrosas del mundo. Por preservar, guiar y mantener su ejército vivo, por no decaer y consolidar a Londres como la ciudad más temida de los delincuentes.
Los candidatos y miembros del consejo lo aplauden de pie. Solo hay que fijarse en la cara de admiración de todos para darse cuenta del respeto que le tienen.
—Lo premiamos por lograr lo que pocos pueden, por su valentía y por dar el golpe más grande de la década.
Va a la tarima y esta vez mis ojos no se contienen siguiendo su trayecto.
Pueda que no lo admire como persona, pero si como coronel. Es un arrogante, dictador y prepotente, pero tiene las cosas claras a la hora de liderar.
No todos alcanzan los logros que tiene a tan corta edad.
Sube a la tarima, saluda a los miembros del consejo y se posa frente a su padre, no hay palabras que describan la cara de Alex. Olimpia se acerca con la medalla en una bandeja, el ministro la toma y la pone en el uniforme de su hijo.
No disimula la sonrisa y la cara de satisfacción palmeandole los hombros.
—Bien hecho, coronel —le dice.
El inhumano solo le dedica el debido saludo antes de bajar en medio de aplausos.
Por lo que veo sigue siendo un capullo sin reacciones ni sentimientos, no hay sonrisas, ni discursos. Por el contrario, baja con cara de pocos amigos.
Anuncian la condecoración de capitanes, tenientes y sargentos. Dejan pasar a dos periodistas y le piden al ministro que baje de la tarima.
Empiezan de izquierda a derecha, un cabo sostiene la bandeja de plata mientras Christopher premia a sus soldados más fieles.
Repiten un mismo patrón: Paso al frente, apretón de manos, entrega de medallas y agradecimiento con saludo militar.
Capitanes como Thompson deben abrirle paso a una nueva estrella... Yo no tengo ni una, las que tenía las entregué el día que partí y soy la única con el uniforme vacío.
La banda de guerra no deja de tocar, el grupo de personas está cada vez más cerca. Olimpia con las medallas, Alex, Gauna y Christopher.
Procuro concentrarme en otra cosa y olvidar que estoy a nada de tenerlo frente a frente, de que por poco me matan por él y que muy dentro de mí tengo una chispa en llamas que amenaza con quemarme.
El viento sopla impregnando mi olfato con su fragancia, olor que me transporta tres años atrás, al camping en la selva de Brasil. La piel me arde recopilando lo que se sintió tenerlo encima, moviéndose a lo bruto, aferrándose a mis muslos y lanzando estocadas llenas de auténtico placer.
Pierdo la noción de la realidad mi entorno se dispersa. Cierro los ojos y trato de concentrarme, pero mi mente divaga en mundos desconocidos, en planetas donde solo cabemos él y yo.
Me regaño, la fragancia se intensifica, abro los ojos y... Joder, está frente a Parker.
Enderezo los hombros y me preparo para lo que se viene.
«No quiero tenerlo cerca» Terminan con mi capitán y se posan frente a mí. Olimpia me sonríe, Alex se mantiene neutro y él... Me niego a encararlo, pero no voy a clavar los ojos en el piso.
—Un paso al frente, soldado —demanda el coronel.
Debo alzar el rostro para poder verlo a los ojos. Se yergue, corresponde el gesto y siento que soy arrastrada por un tsunami. El corazón me brinca, la sangre me quema y mi cerebro envía un sin fin de órdenes impulsivas
«Acércate, Bésalo, cógetelo» «Pero, ¿qué diablos?»
—Coronel —Olimpia me saca del shock— Coloque las medallas,e por favor.
Nos quedamos uno frente al otro, estáticos, en una batalla de miradas incómodas. Sé lo que tengo que hacer, pero me niego a dar el primer paso.
El camarógrafo tose y alza la cámara.
—Christopher —murmura Alex entre dientes.
Reacciona, aparta los ojos y me extiende la mano. Doy un paso al frente correspondiendo el saludo elevando una plegaria de agradecimiento por traer las manos enguantadas.
—Medallas —pide.
Acercan una bandeja con mis medallas, las que conseguí desde que me incorporé.
—Teniente James el ejército inglés le devuelve los logros y reconocimientos obtenidos a lo largo de su carrera —explica Olimpia— Es un honor tenerla de vuelta en nuestras filas.
Asiento.
—Coronel, proceda por favor.
Paso saliva cuando acorta el espacio que nos separa. Se quita los guantes tomando mi primer logro.
Respira hondo y siento su aliento cálido sobre mi cara cuando baja los ojos a mis labios.
—Perseverancia —pone la insignia en mi pecho.
Toma otra de la bandeja.
—Habilidades combate —tiene los ojos oscuros.
Coloca la otra y continúa con las que siguen: Estrategia militar, fidelidad a la entidad y fortaleza.
Da un paso atrás.
—Gracias, mi coronel —le dedico un saludo militar.
—Falto una —dice Alex.
Gauna se acerca con una bandeja aparte, no es una medalla de pecho, es de lazo (De las que se cuelgan en la nuca)
—Esta es por valentía —Alex se posa frente a mí.
Tardo en asimilarlo.
—Señor, no me parece correcto...
—Si es correcto, soldado —me la coloca— Sobrevivir, vengar a los caídos, mantenerse en pie, luchar, recuperarse y seguir firme es algo que solo hacen los valientes.
Me lleno de orgullo, como me hubiese gustado que mi papá me viera.
—Gracias, señor.
—No, gracias a ti por estar aquí.
—Una foto, por favor —pide el camarógrafo.
Me acomodan al lado del ministro.
—Coronel —llama a su hijo.
Se ubica a mi derecha, no sé qué es más incómodo. Si estar rodeada de los hombres más atractivos que he visto en mi vida, o ver la pequeña cabeza que se asoma entre las filas. La de la novia del coronel, para ser más exactos.
Disparan el flash y Christopher es el primero en apartarse.
—Continuemos —interviene Olimpia— Hay muchas medallas todavía.
Christopher es el tipo de personas que no disimula la rabia y pese al tiempo sigue conservando los mismos gestos de prepotencia y arrogancia.
Sigue con Bratt, comparten un forzado apretón de manos, le entrega la medalla y continúa con la tropa de su novia.
El sol se apaga poco a poco, el personal de alto rango pasa al micrófono con discursos de media hora. Hacen presentaciones y los candidatos aprovechan para darse a conocer. Tres horas cargadas de charlas, felicitaciones y futuros planes.
Alex anuncia a su hijo como candidato y el consejo manifiesta su apoyo.
La ceremonia acaba con el sonido de los cañones y un sonoro aplauso por parte del público.
Se rompe las filas y la mayoría corre abrazarse con sus seres queridos.
—Medalla de lazo —Luisa me abraza por detrás— Estoy muy orgullosa de ti.
—Gracias —volteo— No me lo esperaba, pero no niego que luce bien en mi cuello.
—Medalla por inteligencia militar —presume Laila uniéndose al momento.
Me lanzo abrazarla. No, nos hemos saludado como se debe.
—Me alegra tanto que hayas vuelto —se le ponen los ojos llorosos— El equipo está completo otra vez.
—Abrazo grupal —se unen Brenda y Alexandra.
Nos amontonamos y saltamos juntas. «Con las amigas nunca se pierde la etapa de la inmadurez»
—Reunión de brujas —comenta Simón por un lado.
Llega con Bratt, los saludo con un beso en la mejilla dejando que se unan a la celebración.
—Más que merecida —Bratt toma mi medalla— La palabra valiente te queda pequeña.
—Gracias —tomo la suya.
—Habilidades de combate —lo felicito— No pierde los talentos capitán.
—Como tampoco pierdo el gusto por ti —se le marcan los hoyuelos cuando sonrie.
—No me sonrojes —le advierto.
—Pero a quien tenemos por acá —saluda Irina— A la teniente Rachel James.
Se acerca a saludarme.
—Tengo que presentarte a alguien —Scott llega tambien con un bebé.
—Es precioso —aparto el cobertor.
—Como su padre —Scott enarca las cejas con coquetería.
— ¿Y tu hija?
—Se llama Tiago —Irina cambia el tema— Es un encanto, no molesta para nada.
Me fijo en la personita que se acerca con las manos en la espalda.
—Felicidades —aluda Stefan desde lejos.
—Gracias —voy por él integrandolo al grupo— Ven quiero presentarte a mis amigos.
No se muestra muy seguro.
—Mis mejores amigas —empiezo—Luisa, Laila, Brenda y Alexandra.
Lo saludan con un apretón de manos dejando que les dé un beso doble.
—Mi amigo Scott, su esposa Irina y su bello bebé Tiago.
—Un gusto.
—A Simón ya lo conoces —Stefan asiente— Y él es el capitán Bratt Lewis.
Bratt no pone buena cara, pero agradezco que acepte el apretón de mano.
—Es un placer conocerlo... Y estar en su tropa.
—Y con Rachel —comenta Simón— Hacen muy bonita pareja...
Luisa lo codea para que se calle.
—Es un gusto conocerte, Stefan —le dice Luisa—Esperemos que te encante la ciudad y te quedes por mucho tiempo.
—No lo dudo —sonríe— Siempre he querido estar aquí.
—¿Nos pudimos unir a la celebración? —preguntan por un lado— vengo cargada de felicitaciones.
Dos chicas se unen, las mismas que me salvaron el culo ayer, solo sé el nombre de una. El de Gema Lancaster.
Reparten besos en el grupo mientras Scott e Irina aprovechan para irse.
—Hola —me habla Gema— No nos han presentado, pero soy Gema Lancaster.
Asiento aceptando el saludo.
—Rachel James.
—Alias la puta ama —se ríe.
No sé cómo tomarme el comentario.
—Es un privilegio conocerte, me encanta tu trabajo y déjame decirte que esa medalla está más que ganada —me suelta la mano.
—Soy yo la que da las gracias —miro a su amiga— Me ayudaron ayer.
—Soy Lizbeth —me planta un beso en la mejilla— Pero todos me dicen Liz, podemos salvarte el culo cuando quieras.
—¿Y Marie? —pregunta Bratt.
—¿Marie?
—Es mi madre —explica Gema— Supongo que debes conocerla ella...—carraspea— Habla muy bien de ti.
«Lo dudo»
—Entiendo. Él es Stefan —presento a mi compañero— Step ellas son Liz y Gema...
—¡Ogro! —exclama Gema sonriente.
Stefan voltea confundido y no me molesto en imitarlo ya que la fragancia y la mala cara de Bratt lo dice todo.
—¿Quien sigue? —se burla Simón— ¿Antoni?
—¡Calla! —lo regaña Luisa.
—Es broma —no deja de reír.
—La estás haciendo quedar mal.
—Pero...
Se alejan a discutir.
—Me voy —se despide Bratt— Mi tarde se arruinó.
Roza el hombro de Christopher antes de largarse y hago acopio de mi paciencia convenciéndome de que ya pasó y no tiene caso darle importancia. Patrick acompaña a la bestia que se hace llamar "Coronel"
—¿Que falta? —pregunta— Mesas y té para que pierdan el tiempo con comodidad.
—Shrek, estamos celebrando —Gema se le cuelga del brazo— Únete.
Se inclina a besarlo, pero él rechaza el beso clavando los ojos en mí.
—El coronel Christopher Morgan —Stefan se le acerca nervioso— Es un honor conocerlo, señor.
Se limpia la palma de la mano antes de extenderla.
—Soy Stefan Gelcem —se presenta.
Se gana la ignorada del siglo, Christopher saca su lado prepotente y lo deja con la mano estirada.
«Detesto que sea tan hijo de puta»
—Yo soy el capitán Linguini —Patrick corresponde el saludo— Bienvenido al comando.
Stefan no disimula el asomo de decepción.
—Disculpa al coronel —lo tomo del hombro para que se aleje— No sabe mucho de modales.
—¿Es tu novio? —da un paso adelante.
—¿Alguien quiere ir almorzar? —interviene Patrick.
— Te hice una pregunta —me encara— Tienes el valor de defenderlo, pero no tienes el valor de responder lo que te pregunté.
—¡Ogro! —su novia intenta calmarlo.
—La prensa —tose Patrick— Nadie quiere salir en primera plana.
Stefan cambia el peso del cuerpo de un pie a otro.
—Vámonos —Gema lo toma del brazo.
Se zafa del agarre de la chica acortando el espacio que nos separa.
—Hay cosas que no son de su incumbencia, coronel.
—Vamos hablar —me toma del brazo, siento que me quema.
—¡No! —intento apartarme, pero me sujeta con más fuerza.
—No tengo problema en soltar todo aquí.
A Stefan se le quieren salir los ojos y a Gema le tiembla la barbilla.
—A mi oficina —ordena lleno de rabia— ¡Ya!
Me jala con él.
—Puedo sola —me zafo de su agarre.
—No hagas que arruine el dia.
Me da la espalda encaminándose al edificio administrativo.
No soy capaz de mirar a Stefan ni a la chica que me observa con la boca entreabierta, simplemente lo sigo sin dar explicaciones.
En mis planes de llegada no contemple la idea de darle la cara primero, en privado y sin tanto público.
Olvide que es un puto caprichoso que quiere mover el mundo a su antojo y que obviamente no estaría para nada satisfecho con mi regreso.
Me provoca patearle el culo, no solo me confunde, sino que también debo soportar sus delirios de grandeza y estoy segura de que no me augura nada bueno, debo prepararme para los insultos, ofensas y humillaciones.
Nunca se está preparado para hombres como él: Seguros y sin ningún tipo de ganas de perder, de esos que el ego esta tan grande que prefieren ahorcarse las bolas antes de mostrarse como son, ese mismo tipo de hombre que no sabe que lo que no te mata, te hace más fuerte, más dura y más mala.
No voy a mentirme y negar que sigue siendo un punto de quiebre, pero a veces las llamas no solo queman, también quitan la sensibilidad cuando ardes demasiado.
Entramos al edificio y los escoltas me pisan los talones guiándome a su oficina.
Abre, me jala adentro y estrella la puerta. No me da tiempo de reaccionar, se viene contra mí aprisionando contra la madera.
«Puta mierda» La rabia le destila por los poros tensándole hasta el último músculo.
—Tres años y sigues siendo una cobarde —habla demasiado cerca de mi boca— Esta medalla te sobra en el uniforme.
Me la arranca antes de apartarse.
—Tampoco me alegra verte, Christopher —trato de serenarme, no quiero estamparle la cara contra el escritorio.
—Entonces qué haces aquí.
—Pregúntale a tu padre —me encojo de hombros— Él fue el que me trajo de vuelta.
—¿Y no sabes decir no?
—¿Crees que quiero estar aquí? Viéndote hacer pataletas, volver a la vida de los que ya me habían olvidado.
—Eso no responde mi pregunta.
—Alex no te hace caso a ti mucho menos a mí.
—¡Sigues siendo una mentirosa! —me aniquila con los ojos.
—Piensa lo que quieras, no me importa lo que digas, pienses o hagas.
—Sigues mintiendo.
Se me escapa la risa sarcástica.
—No hablemos de mentiras, se oye hipócrita de tu parte porque eres mucho más mentiroso que yo—lo encaro— Hipócrita que finge y se hace el fuerte diciendo que estoy muerta, pero por dentro esta ardiendo teniendome de frente
Niega.
—No miento, estuviste muerta para mí.
—Quiero seguir estándolo.
—¡Eres tan absurda! —me grita.
—¿Tanto dolió? —buscos sus ojos— Creo que sí. Mi partida fue un disparo a tu ego y te dolió saber que estaba aquí —le entierro el dedo en el pecho— Pero no podías tenerme para hacer lo que se diera la gana y es lo que te molesta ahora, verme y recordar que fui la primera en decirte no.
Me toma los brazos y acerca nuestras bocas, echó la cabeza hacia atrás. No quiero que me bese.
—Te fuiste, pero tuve mil mujeres más para reemplazarte —respira mi propio aire.
Primera puñalada al orgullo.
—Y no sentí dolor de nada, porque no soy de los que se deja llevar por la pena. Yo avanzo, evoluciono y me mantengo invicto —me pega contra su pecho— Y de que te sirve decirme una vez no si regresaste a decirme mil veces sí.
«Maldito» Intento soltarme, pero no me lo permite.
—Le dolió a Bratt, le dolió a Antoni y le dolerá al pelele que vino contigo —continúa— pero a mí no, Rachel. No intentes invertir el papel conmigo porque sabes lo que soy y lo que seré.
—Cenizas.
Niega.
—El hombre que amas —me suelta.
La ira me corroe, «Puto» Como lo odio.
—No se tropieza dos veces con la misma piedra.
—Si, si te encariñas con ella.
—Yo no me encariñe contigo, Christopher de hecho, me arrepiento de haber hecho tantas estupideces.
—Yo no.
—¡Porque eres un hijo de puta que disfruta lastimando a todo el mundo! —me saca de casillas— Y gracias a eso eliminé lo que alguna vez sentí por ti. Estando lejos me recordé una y otra vez que no vale la pena perder tiempo y lágrimas en personas como tú.
Vuelvo a encararlo.
—Y si pudiera volver el tiempo atrás me quedaría con Bratt, porque es mucho mejor que tú.
—Claro por eso te enamoraste de mí, estando con él.
—Ya no soy tan estúpida, de hecho preferiría condenarme a las cadenas de Antoni antes de volver amargarme la vida contigo.
Alza la cara cuadrando la mandíbula.
—¿Busco una silla? —me pregunta— Tus mentiras empiezan a cansarme.
Como ya lo dije es inhumano.
—Aprecio el discurso de valentía, lástima que se quede solo en palabras y nunca llegue a los hechos.
—No perderé mi tiempo contigo —me alejo— Puedes decir lo que quieras, con que me lo crea yo es suficiente.
—Ese es el problema —dice cuando pongo la mano en la perilla— Que tú tampoco te lo crees.
Abro, si no me voy terminare arrancándole la cabeza.
—Yo nunca pierdo, Rachel —advierte— Tenlo claro.
—Jodete.
Estrello la puerta y me encamino al pasillo.
Lo maldigo mil veces, ¿Que mierda tiene en la cabeza? ¿No se cansa de joderme la vida?
—¡Teniente! —corren en el pasillo— ¡Teniente!
Me detengo al pie del ascensor, Laurens viene hacia mí con una bebé en brazos. Abandonó el look de payaso de feria y volvió al de abuela «Como quisiera que notara el potencial que tiene»
—¿Como esta? —me sonríe— No creí cuando me dijeron que no había muerto y que estaba de vuelta.
Me fijo en la niña, es hermosa, se parece mucho a ella. Tienen el mismo cabello crespo y cobrizo.
—¿Puedo alzarla?
—Si —me la entrega— Se llama Margaret.
—Hola, hermosa —dispersa un poco la ira— Eres muy linda, como tu mamá.
—¡Laurens! —nos alcanza uno de los escoltas del coronel— Se te callo esto.
Le entrega una muñeca de trapo.
—Gracias, Tyler.
Recibe la muñeca, el chico no se va. Se queda mirándonos como si tuviera algún tipo de trastorno.
—Ayer recibí un tiro por el coronel —dice haciéndose el interesante— Ahora soy como un héroe.
Ambas arrugamos las cejas, no se está viendo muy inteligente que digamos.
—¿Héroe del coronel? —pregunta Laurens.
—Sí, pero él no lo sabe —se cruza de brazos— Tampoco se lo digan, no le gusta depender de otros.
El ascensor abre las puertas y subo con la niña que no deja de mirarme.
—Debo irme —se despide Laurens.
—Si...—el chico se frota la nuca— Descansa.
Se gira y regresa metiendo la mano para que las puertas no se cierren, no piensa antes de actuar. Las láminas metálicas le prensan los dedos.
—¡Mierda!
—¡Por Dios! —gritamos atemorizadas.
Las puertas vuelven abrirse.
—No es nada —esconde la mano.
—¿Estas bien? —le pregunto— Creo que...
—No fue nada —dice con voz temblorosa.
—Ve a la enfermería —se le acerca Laurens.
—Tal vez luego —se aclara la voz— Quería preguntarte si harás algo esta noche... El coronel estará en el centro religiosos y podríamos salir si te apetece...
—No puedo —lo corta Laurens.
—Si es por la bebé conozco un sitio muy bueno donde podemos disfrutar los tres.
—Cenaré con mis padres —vuelve el ascensor.
—Ok —sonríe— En otra ocasión será.
Se marcha.
—Si sabes que le gustas ¿cierto?
—Solo es amigable.
—Claro, tan amigable que soportó la presión de dos puertas de casi veinte kilos por invitarte a salir.
Bajo a la pequeña Margaret y le acomodo el vestido, no se ve de buena calidad y parece que los zapatos le quedan pequeños.
—Margaret Scott —le acarició el cabello— Se oye bien.
—Caistar —me corrige— Es Margaret Caistar. Scott no le ha dado el apellido.
Vuelve la ira.
—¿Por qué?
—Ha estado muy ocupado.
—¿Desde que nació?
Nos dirigimos a los pasillos de la primera planta.
—Es que a la señorita Irina no le pareció justo que lo hiciera sin una prueba de ADN, no he tenido el dinero para hacerla... También estuvo lo de la boda... Luego el bebé.
Me dan ganas de abofetearla para que despierte.
—No le diga que le dije —me quita la niña— No le gusta que comente este tipo de cosas.
—Ya veo, me imagino que también le molesta que salgas con otras personas.
Llegamos a la entrada.
—No quiero que piense mal — se mira los zapatos— Prométame que no dirá nada, ¿Sí? No quiero un altercado.
—Tranquila —le palmeo el hombro.
No le voy a decir nada, simplemente le voy a meter las bolas en la licuadora.
Me saltan encima, volteo y dos patas se me posan en los pechos lamiendome la cara.
—¡Zeus! —reconozco la voz de Gema.
El perro me ladra y sigue lamiendo.
Hay un grupo de mujeres en la entrada Liz, Gema y... Marie.
Pensé que me encontraría a Stefan.mMargaret se pone a llorar.
—Perro loco —le acaricio el pelaje— Me asustaste.
Para las orejas sacando la lengua. Laurens intenta tranquilizar a la bebé mientras Gema y Liz vienen por el canino.
—¡Perdón! —se disculpa Gema— A mamá se le soltó la correa.
Margaret suelta gritos ensordecedores.
—No pasa nada, hermosa —me quito a Zeus de encima— No te hará daño.
Le hablo como un bebé logrando que se de vuelta en el piso pidiendome caricias en la panza.
Ignoro la mirada de desprecio que me dedica Marie.
—¿Ves? —el perro pega las patas a la barriga— Solo está jugando.
—Comprobado —comenta Liz— El perro aparte de loco es bipolar.
—Hoy como que es el día de perder el tiempo —Christopher sale del edificio— ¿Es domingo o festivo?
—Te estábamos esperando —se le acerca Gema.
—No necesito que me esperen, necesito que se pongan a trabajar— mira a Laurens— En especial tú.
—Voy a llevar a la... Bebé... y —la chica empieza a balbucear.
—Marie vete a casa.
—Tengo que hablar contigo.
—No tengo tiempo, así que vete.
Me atropella cuando pasa por mi lado.
—Y llévate al perro, no quiero que lo vuelvan a vomitar.
«Hijo de puta»
════ ⋆★⋆ ════
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro