CAPÍTULO 21
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Miedos e incertidumbres.
Christopher.
Ardo por dentro, la ira me corroe y se esparce como lava volcánica. Siento el aire pesado y la cabeza se me quiere estallar.
El encierro me tiene a punto de saltar sobre los diecisiete idiotas que comentan sandeces. Miro a Gauna que presta guardia frente a la puerta sin quitarme los ojos de encima.
Parece soldado de reformatorio.
—Es injusto que nos encierren —se queja uno de los candidatos— Se supone que somos las víctimas.
Todos apoyan el comentario.
—No es un encierro —explica Olimpia— Solo nos aseguramos de que estén a salvo y no corran peligro.
—Creo que cada quien tiene las facultades para cuidarse solo —intervengo— Por si no te has dado cuenta, cada uno carga una guardia de casi cincuenta hombres.
—Pues dicho número no bastó en el atentado. Por poco y le vuelan la cabeza, coronel muestre, aunque sea un poco de agradecimiento.
Contengo las ganas de mandarlos a la mierda, estoy rodeado de la competencia y se supone que no puedo salirme de casillas.
Miro el reloj, llevo seis horas aquí con el desespero carcomiendome.
—Su escolta es muy valiente —comenta uno de los vejetes— Recibió una bala por usted.
Lo ignoro encendiendo un cigarro.
—Es un espacio cerrado —se queja uno de los generales.
—¿Y?
—Es tóxico...
—Jodase —le doy una calada.
—Coronel... —interviene Olimpia— Es su superior.
—En la candidatura todos estamos al mismo nivel.
—¿Tiene otro? —pregunta Kazuki— La nicotina es un buen analgésico para el estrés.
Le ofrezco el paquete. Kazuki Shima y Leonel Waters son mi principal competencia. Coroneles al igual que yo, jóvenes y con un montón de reconocimientos.
Leonel nos mira al otro lado de la mesa, somos los únicos coroneles y sabe que, aunque mi postulación no sea oficial, le daré muchos dolores de cabeza.
—¿Cree que sea cierto lo que dicen? —pregunta Kazuki en voz baja— Que estén matando candidatos para coger ventaja.
El rumor se esparció después del atentado.
—Fueron nuestros propios soldados los que nos atacaron.
Lo sé y entiendo la gravedad del asunto, pero la cabeza no me da para atacar cabos. Tengo la estampa de cierta mujer dándome vueltas en la cabeza, por más que intentó calmarme es imposible. Tengo la absurda necesidad de tenerla cara a cara y si esto no termina acabaré rompiéndole el cuello a alguien.
—Espero que mi hermana esté bien —continúa el candidato. No entiende que lo estoy ignorando— ¿Su novia no resultó herida.
Patrick entra con un soldado que le entrega una USB antes de acercarse.
—Tenemos problemas —murmura.
—No me digas —inquiero con sarcasmo.
Los candidatos nos miran expectantes y lo sujeto del brazo alejandolo de la mesa.
—Tomaré otro cigarro —me avisa Kazuki.
Patrick jala a su soldado con él.
—Mi coronel —el chico me ofrece un saludo militar— Soy el oficial...
—Ahora no, Derek —lo interrumpe su superior.
Le quita el MacBook que trae buscando un video.
—No me muestres estupideces —aparto la pantalla— Vi todo, estuve ahí y aún no me explico qué diablos hace Rachel aquí.
Arruga las cejas.
—¿Rachel? Es lo único que te preocupa, por poco te vuelan la cabeza, ¿Y tú única preocupación es Rachel?
—Sácame de aquí —insisto.
—Llevo intentándolo toda la tarde, pero ¿Adivina qué? —se suelta— No depende de mí y por si no lo sabes tu papá está herido.
«Genial, ahora estoy solo en todo este mierdero» La saliva se me vuelve amarga.
—Tráela —le ordenó sin titubeos— Dile a mis escoltas que vayan por ella y tráemela.
—¿Si te estás escuchando? —baja la voz— Te pareces a Antoni Mascherano.
—No me compares con ese imbécil.
—Ten al menos un poco de consideración por Gema
—¡Al diablo con Gema! —espeto— Cumple la orden o te juro que no responderé por mis actos.
—¿La verás con tu novia aquí?
—Sabes cuál es la respuesta, así que no preguntes tonterias.
—¿Qué haremos respecto al atentado? Tu vida está en peligro.
—No me vengas con eso ahora —procuro no sacarlo a patadas— Solo haz lo que te pido.
—Bien —se devuelve por donde venía.
Pasan dos horas y nada, debo hacer uso de mi paciencia para no derrumbar la puerta con la silla. Gauna pide refuerzos cuando ve que me paseo de aquí para allá.
—Siéntate —me deja caer la mano en el hombro— No quiero amarrarte a la mesa.
—Te voy a dar dos minutos para que me quites la mano de encima.
—Arruinas la candidatura —gruñe entre dientes— Hazme caso y no dejes tu apellido en ridículo.
—Señores —aparece Olimpia— Lamentamos hacerles pasar tan mal rato, pero entiendan que el atentado ha dejado miles de preguntas.
Me mira.
—Este no es el único ataque —explica— Hay víctimas que han sido envenenadas. No sabemos que busca la mafia con todo esto, pero tenemos la esperanza que el encarcelamiento de Antoni pare los ataques.
—¿Que hay con los atacantes? —habla Leonel— Pueda que el enemigo siga adentro.
—Todos fueron dados de baja, los dos que quedaron se dispararon antes de ser capturados.
—¿Qué tipo de fanáticos son?
—No lo sabemos señor Kazuki. Hasta ahora abriremos la investigación esperemos que no se presenten más casos, les rogamos que tomen las precauciones necesarias y no se vuelvan blancos fáciles.
—¡Me voy! —me encamino a la puerta abierta.
—Sí, coronel. Lo pondré al tanto de...
La dejo a media palabra mientras busco mis llaves, fijo los en el reloj y falta poco para la medianoche. Tyler es el primero que se me atraviesa.
—Coronel... —empieza y lo estrello contra la pared.
—La próxima vez que vuelvas hacer lo que hiciste hoy, te mato.
—Solo hacemos nuestro trabajo coronel —interviene Make— El chico no tiene la culpa, solo quería protegerlo.
—¡No te metas! —le advierto.
—¡Christopher! —Gema corre en el pasillo— Ogro, pensé que no saldrías nunca.
Liz llega con cara de sueño y suelto a Tyler ubicando el móvil.
—Estás despedido —miro a Make— Y tú también.
—Ogro —Gema me acaricia la espalda— No tienen la culpa...
—¡Calla! —marco el número de Patrick alejándome en busca de privacidad.
No contesta e insisto hasta que lo toma.
—Mi turno acabó, coronel —responde al otro lado de línea— Así que le ruego que sea breve.
—¿Que hay con la orden que te di?
—¡Ay por Dios! No puedo creer que me estés llamando para eso —bosteza— Es casi medianoche.
—No hagas que vaya hasta allá y te parta la cara.
—Déjala en paz, Christopher acaba de llegar, merece compartir con sus amigas, vivir el reencuentro, acoplarse. Sobra tiempo para tus pataletas.
«Pataletas» Arman un puto complot a mi espalda y lo llaman "Pataleta" Detesto que me mientan y lo es que está haciendo Alex, armando artimañas que me traen más problemas de los que ya tengo.
—Quítate los guantes de pelea y déjala, ya se verán en su momento. Guárdate el sentimentalismo.
—No te dejes ver de mí —le advierto antes de colgar.
No es sentimentalismo, es rabia. Se largo y juro que no volvería, no tiene nada que hacer aquí, se alejó por que le temía a Antoni y ahora aparece como si nada, con ínfulas de heroína acompañada por no sé quién diablos.
Se expone ante el mundo, desatando el caos y ubicándose al borde del abismo.
No me gusta verla, trae recuerdos de cosas que no quiero volver a sentir, me molesta el que pueda soltar lo que enjaulado por tanto tiempo. Que su belleza sea más grande que mi orgullo y no pueda mentirme diciendo que los años la volvieron menos hermosa.
Odio la absurda necesidad de querer tenerla frente a frente y reprocharles las estupideces que está cometiendo, y lo que más odio es no poder ignorarla como ignoro a los demás.
—Tu papá quiere verte —me avisa Gema— Una bala le rozó el brazo, lo llevaron al hospital, pero ya está en casa.
Me encamino a la salida.
—Chris, no puedes salir sin escoltas —me sigue Gema.
—Se cuidarme solo.
—Cariño, no seas terco —se me atraviesa— No puedes exponerte con lo que acaba de pasar.
—¡Quítate! —hago uso de la poca paciencia que me queda.
—Al menos deja que te acompañe.
—Iré a la casa de Rachel —la apartó— A decir verdad, no te quiero en la discusión.
—Está con Bratt —termina de empeorarme el genio— Se fue hace tres horas.
—Genial —sigo mi camino— A lo mejor me lo encuentro y le parto la cara antes de que se marche.
La guardia de Alex viene por el pasillo, uno que otro periodista aprovecha para acercarse.
—El ministro quiere verlo —explica Rob, el líder de la guardia.
—Dile que el sentimiento no es mutuo.
—Son órdenes, coronel —me entierra la mano en la clavícula.
—¡No me toques! —lo aparto, el grupo me rodea y no hay que ser muy inteligente para saber lo que se viene.
—Dijo que lo llevaramos por las buenas o por las malas.
—La prensa está a pocos pasos —miro encima por encima de su hombro— No le conviene un escándalo.
—A usted tampoco, recuerde que él puede escoger otro candidato, usted no puede escoger otro ministro.
Me empujan a la puerta que lleva al estacionamiento.
—No nos gusta faltarle el respeto.
Una reportera nos sigue desencadenado una horda de fotos y camarógrafos corriendo. «Maldita sea»
—¿Coronel se siente confiado con la decisión del juez?
—No dará declaraciones ahora —se atraviesan los escoltas— Ira a ver a su padre.
Me dejan pocas opciones, es seguirlo o soportar a un sin fin de estúpidos haciendo preguntas sin sentido.
—Pinchare su auto si no me hace caso —murmura Rob.
—No sabes cuanto te detesto.
Lo conozco hace doce años, Alex lo contrató cuando ascendió a general, es su hombre confianza y le da consejería de vez en cuando.
—No es nada personal, coronel —me señala el camino— Solo que no podemos perder nuestra reputación de guardia de alto nivel. El ministro es el ministro y cuando ordena algo, se cumple.
Arman un círculo a mi alrededor y me llevan al estacionamiento.
Alex es un desagradable dolor de huevos que no me puedo quitar, las ganas de quitarle el poder es lo que me mantiene en la candidatura. Estoy harto de que manipule a su antojo y me viva tratando como si tuviera trece años.
—Voy contigo —se acerca Gema.
—Vete a casa —le ordeno antes de abordar la camioneta.
No quiero lidiar con nadie. Los escoltas cierran las puertas poniéndose en marcha.
Gema se queda con la mirada perdida. Algo me dice que no debí decirle a dónde iba ya que se le transformó el rostro cuando mencione a Rachel. Da igual, que se decepcione ahora o después, me vale tres tiras de mierda.
La camioneta se encamina High Garden, el costoso vecindario abre las puertas recibiendo la guardia personal de Alex. Sigue sin gustarme, ya que me recuerda la vez que Sara se largó mientras que Alex follaba con una de las tantas que tenía.
Nunca lo encaró, nunca lo enfrentó, nunca le hizo frente. Durante años demostró su falta de carácter aceptando disculpa tras disculpa, las cuales venían con viajes, regalos y una semana de "buen comportamiento" por parte del ministro.
Ignoró las súplicas de Marie quien le pedía que no se fuera y se largó dejándome con Alex porque, según ella, podría darme una mejor vida. «Excusas», siempre supe que también le quedaba grande lidiar conmigo, pero yo necesitaba que me llevara para no tener que lidiar con la mano dura de Alex, que jodía cada dos por tres.
El auto se detiene frente a la mansión y la empleada ya tiene la puerta abierta.
—Joven Christopher —me saluda la empleada— Que gusto verlo.
Voy directo a la licorera.
—El ministro está arriba —señala la escalera— No hace mucho que pregunto por usted.
Lleno el vaso de whisky.
—Puede dejar eso para después —me regaña Rob— Su padre lo espera.
Alzo la mano para que se calle.
—¿Está en su lecho de muerte?
Niega.
—Entonces que siga esperando —bebo el líquido de un solo sorbo y el Jack Daniel me quema la garganta,
Rob insiste hasta que me harta y termino subiendo las escaleras dejándolo con la palabra en la boca.
—¡Espere! —me detiene la empleada cuando intento abrir la puerta.
—Al señor no le gusta que entren sin golpear cuando tiene compañía.
—Pregúntame cuanto me importa.
Abro las puertas de par en par, la empleada se esconde y el entiendo el porqué de querer golpear.
No está solo, ni rodeado de viejos. De hecho, esta succionando colágeno con Laila Lincorp dándole cucharadas de sopa.
—¿No sabía que eras enfermera? —estrello las puertas.
Las risas desaparecen y la sopa se les viene encima.
—¡Mi coronel! —Laila se levanta asustada.
—¡Está caliente! —se queja Alex.
La chica busca con que limpiarlo mientras intenta que los platos no caigan al piso.
—Se supone que se golpea cuando la puerta está cerrada —me regaña Alex.
—Y se supone que mis tenientes deben laborar en los que les compete —fijo los ojos en Laila.
—Solo me aseguraba de que...
—No tienes que darle explicaciones —interviene Alex.
—Es mi superior.
—Soy el superior de todos. Es él quien me rinde cuentas a mí —se acomoda en la cama y se fija en la mancha marrón que tiene en la camiseta—Dile a la empleada que te ayude con la quemadura.
—Estoy bien.
—La sopa estaba caliente.
—De tantos cambios terminare quedándome en sostén —recoge los platos.
—No me molestaría —el comentario de Alex me da pena ajena.
Ella se ruboriza, me mira y no sabe qué cara poner. «Efecto Morgan» Alex le guiña un ojo y...
«Me dan asco»
—Mejor me voy a mi casa —dice Laila.
—Espera en el estudio, estaré contigo en un par de minutos.
—Como ordene.
Nos deja solos.
—Espero que me hagas hecho venir hasta aquí —le reclamo— Para explicarme el porqué de haberme mentido.
—Estoy muy bien, hijo —dice con sarcasmo— La bala solo me rozo el músculo, me suturaron la herida y quede como nuevo.
Muestra la venda.
—Pensé que estabas cuadripléjico —contesto de la misma manera— ¡Pero por lo que veo solo te haces la víctima mientras te las de sugar daddy, coqueteando con mujeres que pueden ser tus hijas!
—No me alces la voz.
—¡No! —lo grito— ¿A qué juegas? ¿Por qué diablos haces cosas a mis espaldas?
—¡¿De qué hablas?!
—¡Sabes de qué hablo!
Mira a todos lados haciéndose el idiota.
—¿Que hace Rachel aquí?
—¿Qué?
—¿Qué hace Rachel aquí?
—Perdona, habla un poco más duro. No te entiendo cuando hablas entre dientes.
Sé a lo que juega.
—¿Qué hace aquí?
—¿Quien?
—¡Rachel! —vuelvo a gritar.
Suelta a reír.
—La respuesta es obvia. La necesitaba en el juicio y así que acabe con el exilio y la reintegre al ejército inglés.
—¿Sin consultarme?
—No tengo porque hacerlo, soy mi propio jefe.
—Es mi ejército.
—Técnicamente es el mío. No sé si tengas claro el árbol de jerarquía, pero estoy varios puestos más arriba que tú.
Se levanta por un trago.
—Te burlas de mí.
—Para nada y no entiendo tu enojo, pensé que estaría feliz, te condecoraré mañana y te traje a la chica que..
—No lo digas.
—Como quieras —rueda los ojos— Lo único que te advierto es que las cosas cambiarán a partir de hoy. Oficialmente serás mi candidato y no quieres que se vuelva repetir lo de hoy. Ignoraste mis ordenes, te saltaste la baranda del tribunal y por poco le vuelas cabeza a Antoni Mascherano.
—Se nos estaba burlando en la cara.
—Lo hizo durante todo el juicio —se inclina el vaso— Ignoraré el hecho de que perdieras la compostura cuando se acercó a Rachel.
—No empieces.
—No, no empieces tú con dramas idiotas, me la estoy jugando toda por ti y no voy a quedar en ridículo. No solo debo preocuparme porque asciendas, sino que también debo preocuparme porque no te maten.
—Sé cuidarme solo.
—No, Christopher. Lo que hiciste hoy me demuestra que no puedes, te saltaste el protocolo de seguridad, me desobedeciste y si no fuera por tus escoltas estuviera contando velas sobre un ataúd—respira y deja el vaso sobre la mesita— Si tuviera más opciones te sacaría de esto, pero el atentado y la muerte de los ministros es una clara señal de que no puedo dejar que el poder caiga en manos equivocadas.
«Odio que tenga razón»
—Necesito que pongas de tu parte y me facilites la tarea. Por primera vez en tu vida hazme caso y déjate guiar. ¿puedo contar con eso?
—Haz lo que plazca.
—Tyler y Make seguirán como tus escoltas.
—¡No!
—Estas vivo gracias al chico, la bala impactó en su chaleco antibalas, así que acostúmbrate a tenerlo cerca, porque te estará vigilando día y noche.
Se sienta en el borde de la cama.
—Y no quiero problemas con Rachel y Gema —me advierte.
—Eso se sale de tus parámetros.
Niega.
—Rachel es la hija de mi amigo y es una ficha a tu favor si de habilidades se trata, así deja que haga su trabajo —se acuesta— respecto a Gema; estoy cansado que Marie me llame todos los días ponerme quejas sobre lo que haces y lo que no. Dile que se quite la jodida venda de los ojos y vea a su hija como lo que es. Una mujer, porque si vuelve a llamarme la mandaré a la mierda.
—No prometo nada.
Se frota la sien.
—Te quedaras hoy.
—Debo ir a la central.
—Iremos mañana temprano.
—¡Quiero ir ahora!
—¡¿Que parte del mañana no entiendes?! —se sale de casillas— ¡Vete a dormir, mañana tienes un sin fin de tareas por hacer!
Me trago las malas palabras dándole la espalda para largarme.
—Y dile a Laila que venga —ordena cuando abro la puerta— Y que traiga más sopa.
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Gema.
No soporto los tacones, el ascenso a High Garden es infinito. Llevo quince minutos caminando la empinada colina
Quisiera que el cansancio solo fuera físico, pero es más a nivel mental. No he dejado de pensar en lo que sucederá de ahora en adelante, de maquinar lo que pasará entre Rachel y Chris.
Jalo el maletín con la ropa y los zapatos que usaremos mañana, venía preparada. Se supone que pasaríamos la noche juntos y llegaríamos temprano a la central.
Algo me dice que esté tranquila, que son tiempo pasado, pero el que me haya dicho en mi cara que quiere verla me quita todo tipo de esperanza.
—¡Gema, me duelen los talones! —se queja Liz— Tengo hambre y quiero dormir.
—Ya estamos cerca, solo faltan un par de cuadras más —la tomo de la mano para que eche andar.
—Beba —se hace la pesada— Puede que estemos caminando en vano, si hubiese querido que vinieras te hubiese traído con él.
—Esta cabreado, cuando esta así no piensa bien.
No me trajo porque no le gusta hablar cuando está furioso, Christopher es de los que prefiere ahogarse con la ira antes de desahogarse con alguien de confianza.
Mi mente crea divagaciones absurdas.
«¿Y si Rachel también está en la mansión? Que tal que los hayan citado por alguna reunión privada o algo así» No, Alex no haría eso.
«¿Y si salto de la camioneta y se fue a buscarla?» Es impulsivo y siempre hace lo que se le dé la gana. «No, no esta tan loco» «Pero pueda que siga enamorado»
—¡Se me va a estallar la cabeza! —pienso en voz alta.
—No me digas que perdiste el poco de cordura que te quedaba —comenta Liz.
Inhalo y exhalo pidiéndole paciencia a la naturaleza.
—Si, la perdiste. Llámame cuando la recuperes —se devuelve Liz— Bye.
—¡Espera! —me dejo caer en el andén— ¡No me dejes sola!
—¿Que carajos te pasa? —se devuelve .
—Sabes lo que me pasa.
—Cariño, no dejes que la resucitada te aflija. No tiene caso preocuparse por lo que no ha pasado.
—Pero que puede pasar —me abrazó las rodillas.
—Te estas adelantando a los hechos, tu misma dijiste que el orgullo no lo dejaría actuar.
—Si, pero es inevitable no sentir dudas, ella es...
—Un bizcocho delicioso —me interrumpe— Ni que Ángela, ni que Meredith ella es leyenda, el resto somos cuentos urbanos.
—Eso estuvo muy creativo.
—Tú también eres linda —me acaricia la espalda— Pero supongo que si Meredith te bajó el autoestima esta te la dejo por el suelo.
—Pues...
—Linda, esto no es un concurso de belleza y aunque ella destaque un poco más, eres tú la que esta con él ahora.
—Pueda que no sea por mucho.
—Depende de ti, de qué tan inteligente seas.
—No lo voy obligar a nada.
—No tienes que obligarlo ya son "Pareja" Solo mantente firme en tu posición y gánate tu lugar. No la ve hace tres años y en dicho tiempo pasan muchas cosas.
—Lo sé me, convenzo y trato de darme ánimo, pero luego pienso en cómo se quedó cuando la vio, en cómo se saltó la baranda, sacó su arma y se interpuso entre Antoni y ella —me incomoda recordarlo— Se Me vino a la mente lo que me contó Angela, todo lo que hizo por rescatarla, el te amo en el mar mediterráneo. A mí nunca me ha dicho que me quiere.
—Entonces díselo tú —se encoge de hombros— Hay personas que esperan que otras tomen la iniciativa. El que tengan un pasado no significa nada, ¿De qué sirve que haya arriesgado el pellejo por salvarla Si se largó en cuanto tuvo la oportunidad? Prefirió un exilio y hacerse la muerta antes de quedarse a su lado
—Lo hizo por su familia.
—Pero lo lastimo a él, a sus amigas, a Bratt a todos los que se quedaron y dos egoístas no pueden convivir y tener un final feliz.
Enreda los dedos en mi cabello.
—Es lógica simple, Gema. Es admirable lo que hizo, todo lo que sacrifico, aunque haya tenido que pasar por encima de muchos y para tu ventaja hay personas como el coronel que no perdonan ese tipo de golpes —centra mi cara para que la mire— Christopher es macho dominante y te aseguro que ella no vino con ínfulas de cordero manso. Pasar por tanto tuvo que afilarle las garras, y me atrevería a jurar que no vino a ser juguete de nadie y mucho menos del coronel.
—¿Cómo lo sabes?
—Su entrada lo dijo todo —se encoge de hombros— Lo hizo como la puta ama. Espalda recta, hombros alineados, mirada al frente. Se fijó en Bratt y en sus amigas, pero no determino al coronel.
—Y casi mata a Antoni.
—No vino traumada mi querida amiga, otra hubiese saltado por la ventana cuando don malote se quitó las esposas. Pero ella no lo hizo, corrió en tacones, con falda y sin arruinar su peinado.
Me hace reír.
—Por poco lo manda al otro lado.
—¿Quién es el castaño que la acompañaba?
—No sé, pero por lo que oí es un pastelito que se sumó a la central.
—¿Será el novio?
—Puede ser —se pellizca la barbilla— No dejo de mirarla durante el juicio y ponía cara de tragedia cada que la presionaban.
Suelto el aire, Pueda que Liz tenga razón y solo este armando una tormenta en un vaso de agua.
—No me desagrada, ¿sabes? Pueda que sienta un poco de celos, pero admiro su perseverancia y el nivel de resistencia que tiene.
—Yo admiro lo rica que esta —se muerde los labios— Me moje cuando vi cómo se le marcaban los pechos por encima de la americana, me imagine las aureolas rosadas y los pezones erectos bajo mi lengua.
—Qué asco —me levanto.
—Promete que dejarás a un lado las inseguridades —me sigue— Que harás lo que en tus manos y pelvis para quedarte como lo que eres.
—¿Que soy? —quiero que lo diga para convencerme de que es real.
—La novia del coronel —rueda los ojos.
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La mansión de Alex hace alusión a su apellido, ningún Morgan tiene desventaja cuando de lujos se trata.La ostentosa casa es como un camaleón que cambia según los años y destaca por encima las del vecindario habitado por los cabecillas más altos del ejército inglés.
La familia tiene cierto magnetismo con lo lujoso, de adolescente estuve en un encuentro familiar y me sentí como una cucaracha cuando conocí al resto de integrantes.
Todos tienen un físico con sensualidad extrema, empezando por los dos hermanos de Alex, que en ese momento rondaban en la plena etapa de maduros sexys (Alex es el menor de los tres) El padre del ministro estaba entrado en años y la pocas veces que lo vi estaba persiguiendo a las chicas del servicio.
No sé de dónde se remontan sus orígenes, pero el viejo a pesar de estar canoso y con líneas de expresión se veía bien... Bueno y también era un gilipollas, engreído que nada le gustaba y hacía mala cara a toda hora.
Mamá dijo que la ira lo deterioro.
Regina de Morgan (La madre de Alex) Es igual o peor que su nieto, Christopher y ella tienen personalidades demasiado parecida: chocantes, malgeniados y directos. Todos los son, pero ellos son como dos fichas de un mismo rompecabezas.
Regina es un ejemplo de empoderamiento femenino, llegó a ocupar el cargo de general en la FEMF y fue quien guio a la familia por el mismo camino.
Eliat (El padre de Alex) Era un capitán ruso de la fuerza naval de marinos de la FEMF.
Mamá y yo tenemos raíces corrientes. No somos como los Lewis, los Morgan o los Miller, con antepasados acaudalados que pasan sus fortunas de generación en generación.
Mi madre conoció a mi padre siendo empleada del servicio, no le gusta decirlo, pero la fue la amante de su jefe por siete años y soy el fruto de esa infidelidad.
Fruto que echaron a la calle con tal de no romper el lazo del matrimonio.
Pasó los primeros meses haciendo todo tipo de tareas domésticas de casa en casa hasta que empezó a notarse el embarazo, y casi no querían darle trabajo, estaba en gestación y no era ninguna quinceañera. La discriminación por edad viene desde tiempos inmemoriales.
Al quinto mes Dios se acordó de nosotros y puso a Sara en nuestro camino.
Llegué a esta misma mansión cuando estaba en el vientre de mi madre, por eso decía que Christopher me la robo, porque Marie lo amo antes que a mí.
Los escoltan nos rodean.
—Siento que estoy entrando a la central —comenta Liz mientras la requisan.
—Soy la novia del coronel —les aviso para que le bajen, pero no sirve de nada— Viví aquí cuando era pequeña.
—Déjala pasar —ordena Rob— Es de la familia.
—Gracias —le palmeó los músculos, da miedo mide casi dos metros.
Rodeamos la fuente de luces doradas y tocamos el timbre.
La mansión se llama High Garden por el enorme jardín que tiene a los costados, está repleto de orquídeas, rosas y tulipanes.
—Ponte los zapatos —murmura Liz— Tiene los pies como una pordiosera.
Tiene razón, estoy arruinando los bordes brillantes del piso.
—¡Clo! —saludo a la empleada que me mira extrañada.
Debo verme horrible empapada de sudor.
—Soy Gema —me acerco— ¿Te acuerdas de mí?
Niega.
—Soy la hija de Marie.
—¡Claro! —se aparta para que entre— ¡Bienvenida!
—Gracias, ella es mi amiga Liz —la jalo adentro.
Se saludan con leve asentimiento.
—¿Es whisky lo que hay en la botella de al fondo? —pregunta Liz.
—Si, pero...
—Muero de sed —va directo a la botella.
—Oye —intento detenerla.
—Mi cuerpo se ha acostumbrado a las heridas —comentan en las escaleras— En mis años de servicio...
«¡Por Dios!» Me hago la ciega al ver a Laila enganchada del brazo del ministro.
Sonríen mientras bajan los escalones, ella trae una camiseta suelta. Él viene con el torso descubierto y con una pequeña venda alrededor del brazo.
—No me digas que se está tirando al viejo —murmura Liz por encima de mi hombro.
—¡Cállate! —la regaño.
—¿Gema? —el ministro nota mi presencia.
«Qué vergüenza» De seguro le arruine el ligue.
—Señor, buenas noches —me acerco— Laila, ¿cómo estás?
La saludo con un beso en la mejilla.
—¿Christopher está? —pregunto antes de recibir una respuesta— Me dijo que lo alcanzara y ...
Miento, no quiero que piense que soy una acosadora.
—Está en su habitación —se fija en Liz que bebe del pico de la botella— Creo que está dormido.
—¿Puedo subir?
Se aparta sin quitarle los ojos a mi amiga.
—Adelante.
—¿Quieren un trago? —Liz les ofrece la botella.
«Dios, no dejes que se reproduzca» Hay nuevas remodelaciones, pero las habitaciones mantienen el mismo orden, así que recorro el pasillo ubicando la alcoba del coronel.
—¿Bebé? —asomo la cabeza.
No hay respuesta por parte de nadie.
—¿Chris?
—Creo que fui claro cuando te dije que te fueras a casa.
El reloj le brilla cuando se empina una botella, esta sobre la cama con la espalda recostada contra la pared.
—Perdón, no quería irme a dormir sola —me quejo.
—¡Vete!
—No tomes este tipo de actitud —me acerco— No te hace bien.
—No necesito compañía.
— Si te sientes mal habla conmigo, recuerda que además de novios somos amigos.
Se queda callado.
—Voy asearme y volveré para que hablemos, ¿vale?
Con Christopher hay que acostumbrarse a los silencios, es hombre de pocas respuestas.
Abro la cajonera sacando una de sus antiguas camisetas, sé dónde está cada cosa. Solía sentarme en el puf de la esquina mientras jugaba Xbox con Bratt.
Tomo una ducha rápida antes de acostarme a su lado, peor no me pone la más mínima atención, sólo inclina la botella como si no existiera.
—¿Cuantas botellas te has tomado? —recuesto la cabeza en su pecho.
—Tres... y media.
—¿Quieres ahogar las penas?
Niega.
—La ira, tal vez —bebe otro trago.
—Hey —le quito la botella— Deja de emborracharte, mañana es un día especial.
—Deja los delirios de control —me la arrebata— Suficiente tengo con Alex.
Lo dejo, no quiero empezar una disputa.
— ¿Por qué estas enojado? Deberías estar agradecido de estar bien, después de todo lo que pasó ya que por poco te matan.
Rueda los ojos.
—Quiero estar solo.
—No —me le subo encima— No voy a dejar que te ahogues en alcohol por una tontería.
—Si te me subes encima es porque te vas a quitar la playera y dejaras que te penetre.
—Que romántico.
—Directo, romántico jamás.
—¿Es por ella? —busco sus ojos— Ella es la que te tiene enojado.
Guarda silencio.
—Hablemos —lo beso— No estoy para juzgarte, estoy para escucharte.
Me toma la barbilla y mete la lengua en mi boca.
—¿Que sientes por ella? —pregunto, prefiero que duela ahora y no después.
No responde.
—¿La amas?
Me suelta.
—No preguntes estupideces —intenta levantarse.
—¿Si o no?
Cambia los papeles dejándome bajo su cuerpo.
—¡Chris! —susurro contra su oído— No le tengo miedo a la respuesta.
Me arranca la playera y pasa la lengua por mis pechos, la sensación me empapa erizandome la piel.
Lo sujeto de los hombros y me abro de piernas para recibirlo, si quiere desahogar la ira así, no importa. No quiero que me vea como su enemiga, ni que piense que lo manipuló.
Quiero que me vea como lo que soy, su compañera, confidente y amiga.
Me hunde en la cama y besa mi boca con premura. Impregnando mis labios con Jack Daniel, respira en mi oído moviéndose de arriba abajo obligándome a sentir su erección, aumenta la lubricación de los pliegues de mi sexo.
Se detiene por un momento, parpadea y arruga las cejas como si le doliera mucho la cabeza. «Está demasiado ebrio»
—¿Estás bien?
Se deja caer a un lado, y esta vez soy yo la que lo besa. Bajo a su polla desnuda estimulandolo con la mano, la tiene dura así que me abro de piernas sobre él.
—Bájate —me toma las caderas.
—Solo será un segundo —lo obligo a que me mire, pero me sujeta la mano con fuerza.
—¡Bájate!
—No acabarás adentro —le paso la lengua por los labios y aminora la presión.
—No lo volveré a repetir —advierte.
—Mírame —le digo— ¿Crees que tengo malas intenciones?
Froto mi sexo contra su polla.
—Que te quites.
—No, Chris —lo beso— Soy un ser inofensivo que solo quiere quererte, más de lo que te quiere ya... Quiero abrirme y sentir piel a piel al hombre que tanto quiero.
Me atropella tirándome de vuelta al colchón.
—Ahórrate la cursilería.
—No es la cursilería —le paso las manos por la nuca— Yo te quiero...
Me atrapa la boca y separa las piernas con brusquedad, jadeo ante su fuerza. Me encanta así, en la fase de toro embravecido, busca un preservativo en el pantalón y...
—Ogro... —Gimo desesperada— Solo una vez.
Le suplico, pero hace caso omiso, intento quitárselo, sujeta mi nuca y me entierra la cabeza en la almohada.
—Puedo estar ebrio, ¿Sabes? —me roza las mejillas con su aliento— Pero soy claro con mis condiciones y no me gusta que me lleven la contraria. O usamos el puto preservativo o te largas y olvidas de lo que paso entre los dos, ¿Está claro?
Asiento, fijo los ojos en su polla y observo cómo rasga el empaque del preservativo deslizando el látex por su glande.
Empieza a follarme, sin mirarme, sin besos y se me hace raro que esté tan frío ahora, ¿Que ha cambiado? No se esta dejando tocar, mimar, quiero hablar, pero no me da espacio para eso. Solo acaba rabioso sentando en la orilla de la cama
—Chris.
—¿Sí? —susurra.
—Te amo.
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