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CAPITULO 20

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LA SENTENCIA. 

Rachel

Veinte minutos antes.

Momentos desesperantes y este.

Las manos me sudan, la espalda me duele y la cabeza se me quiere estallar.

Johanna parlotea e intenta ponerme tema de conversación, pero mi cerebro no está para eso. Quiero lanzarme por la ventana y desaparecer como mínimo una semana más.

Miro la puerta una y otra vez, sé que falta poco para que vengan por mí y el tic tac del reloj me está volviendo loca.

—Te traeré un poco de agua —se levanta Stefan.

Asiento y me disculpo con Johana antes de entrar al baño privado.

«Concéntrate Rachel» Me digo a mí misma, no puedo dejar que la ansiedad me controle.

No voy a entrar dando lastima, vuelta un manojo de gelatina demostrando miedo. Un simple juicio no es nada con todo lo que he tenido que pasar.

Me lavo las manos y respiro frente al espejo. Me gusta verme como mi verdadera yo ya que la apariencia de Selene Kane solo me recordaba lo sola que estaba.

—Ángel, ¿Estás bien? —tocan a la puerta.

Meto las manos en el secador de manos.

—Ya salgo —les aviso.

Abro la puerta y  hay dos soldados al pie de la mesa.

Stefan y Johana me miran con cara de tragedia. No tengo que preguntar nada, sé lo que eso significa.

—Es hora —me abro paso recibiendo la botella de agua. 

Stefan se acerca a darme un beso en la frente. 

—No te perderé de vista —me dice.

Me gusta que siempre vaya a un paso adelante. Dejo la botella de lado preparándome para lo que se viene. 

—Por aquí —el guardia me guía al pasillo.

Es una tarde soleada, la luz naranja se filtra por los ventanales de cristal y me voy volviendo lenta a medida que me acerco captando los comentarios y murmullos del tribunal.

Nos detenemos en el umbral, me atuso el moño y me acomodo los puños de la chaqueta.

Enderezo la espalda tomando una bocanada de aire cuando deslizan los paneles de madera dándole paso al caos que hay adentro. Doy dos pasos adelante e inmediatamente quedo ciega bajo las luces de las cámaras.

Soy el centro de atención, mi nombre se escucha en toda la sala desencadenando un sinfín de gritos, murmullos y comentarios.

Mi cuerpo reacciona por sí solo y camina sin mirar a nadie sintiendo la mirada de todos sobre mí. 

Alzo el mentón y continuó, sé que, si miro a mi alrededor, me topare con una cara conocida y no puedo quebrarme ni mostrar ningún tipo de emoción. No siento a Stefan a mi lado, detengo el paso y miro por encima de mi hombro.

Sujeta mi espalda llenándome de su fuerza, fue tonto creer que no lo tendría a mi lado.

—Puedes hacerlo, guapa —me acaricia la espalda.

Bajo los escalones, los abogados están de pie y los policías apartan y sientan a Stefan.

Me abren las puertecillas de madera que me da paso a la silla de los testigos. No sé adónde mirar, las caras conocidas están en las primeras filas, lo sé. Siento como miran, como lloran, percibo la emoción de todo lo que me rodea.

Miro a Alex que está junto a su bufete de abogados, me dedica un leve asentimiento en señal de saludo.

—Por aquí —me dice un hombre trajeado.

Subo el escalón del tribunal recibiendo el primer golpe emocional ya que Antoni Mascherano baja de la silla de los acusados sin quitarme los ojos de encima.

La sala enloquece, pero mis oídos solo captan los latidos que emite mi pecho cuando se acerca y mis piernas se niegan a retroceder.

Peligro. No hay otra palabra que describa a Antoni Mascherano, pese a ser una alimaña asquerosa, posee un encanto aterrador. Tiene un atractivo y una elegancia que envuelven de forma angustiante.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos y agradezco el que mis piernas se mantengan firmes. No vine hacerme la víctima, ni a que sientan lástima por mí, ni a que crea que todavía tiene poder.

Se inclina dedicándome una reverencia.

—Principessa —sonríe con malicia.

—¡Orden! —grita el juez— Si no acatan las normas la audiencia se aplaza.

No le presto atención, tengo la vista fija en el hombre que me mira como si viniera de otro mundo.

—Señor Antoni, vuelva a su puesto —exige el juez.

No obedece, solo me sigue reparándome detallando las facciones de mi rostro. 

De hecho, no me mira, me venera.

No me muevo, dejo que me evalúe. La muerte de Brandon me mostró la influencia que tengo sobre él. Me haría de todo, pero nunca me mataría.

—Si que sabes aparecer —da un paso adelante.

—No puede hablar con el testigo —se levanta el juez.

—¡Policías! —grita Alex, pero nadie acata la orden.

Ninguno se mueve, los soldados y policías son rostros pálidos presos del miedo.

Los abogados toman el control y Olimpia es quien le hace frente Antoni. Es abogada, pero también es un agente y dudo que haya venido sin un arma.

Me invitan a la silla de los testigos y es inevitable no fijarme en la fila de personas ubicada en los primeros asientos. Luisa, Simón, Laila, Brenda, Alexandra, Bratt, Meredith, Patrick y ...Aparto los ojos antes fijarme en el último.

Tomo asiento, se me expande el campo visual, el corazón se me dispara, pero esta vez no es por Antoni, ni por el público. Es por el individuo que esta un par de metros a mí derecha. Lo siento y huelo desde aquí.

—¡Orden! —vuelve a exigir el juez.

La gente intenta calmarse.

—Señorita James, preséntese ante el tribunal —ordena el juez.

Me levanto planchando las arrugas de mi falda, parece que estuviera dando un concierto ya que las cámaras no dejan de apuntarme.

—Mi nombre es: Rachel James Michel.

Se me acerca un hombre con una biblia.

—¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad? ¿No manipular, ni guardar información que pueda ser útil e involucre a terceros?

—Si.

—¿Conoce al acusado? —pregunta el juez

—Si.

—Explique cómo y dónde lo conoció.

Me devuelvo tres años atrás, a la fría noche del casino.

—En Moscú, tuve una misión de infiltrada con la FEMF y me encargaron la tarea de seducirlo, me hice pasar por una prostituta para sacarle información.

—Nunca olvidare esa noche —interviene Antoni— El sabor de tus pechos el tacto de tu lengua...

—¡Protesto, señor juez! —se levanta Olimpia— Mi testigo nos seguirá declarando si el señor Antoni no sigue el debido protocolo.

—A lugar —se fija en Antoni— Es la última advertencia señor Mascherano.

Se ríe

Me someten a un interrogatorio de veinte preguntas, donde me devuelven la película y me ponen a revivir los horrores de Positano.

Les hablo sobre la adicción, las torturas y lo que viví estando en cautiverio.

—¿Es adicta a la droga todavía? —pregunta el abogado de Antoni— Porque no luce como una dependiente.

—Ya no lo soy, dure un año en desintoxicación.

—Entonces la droga no es tan fuerte como la hacen creer, solo le tomó un año recuperarse.

—Si, me costó un año lo que se supone que tendría que tardar uno o dos meses por mucho. El HACOC estuvo en mi sistema por un par de semanas e hizo el daño que hace una droga común en cinco años.

—Exagera.

—Mi historial no miente, debo tomar vitamínicos de por vida y realizarme estudios constantes, ya que la droga puede desatar enfermedades futuras.

Me arrojan otra tanda de preguntas, la defensa saca las pruebas mostrando mi historial clínico, reabren mi caso, hablan de mi exilio, de la forma en que tuve que fingir mi muerte porque Antoni intentó secuestrar a mis hermanas y me amenazó con la carta que me envió al hospital.

La contraparte trata de voltear las cosas, alegando que Antoni solo era un hombre enamorado y que el secuestro se dio por mi culpa ya que fui la primera en empezar con el coqueteo.

Alex se ve preocupado, no deja de pasarse las manos por el cabello.

Me atropellan con preguntas y me convierto en la manzana de discordia del debate.

—¡Suficiente! —exige Olimpia— La testigo cumplió con su papel, basta de disputas, ¡Emitan la sentencia!

La contraparte alega y el Juez hace sonar el martillo.

—Secretario acerque el veredicto del jurado —demanda.

Vuelvo a sudar, si lo extraditan estoy perdida, porque esta vez no podré escapar. Sabe que estoy viva por ende, moverá cielo y tierra para encontrarme.

El secretario se acerca con el veredicto del jurado y el juez desdobla la hoja tomándose los minutos que le da el protocolo. 

—Señor Antoni póngase de pie.

Acata la orden.

—El tribunal penal londinense le concede la demanda al ejército inglés —se arma una ola de murmullos.

La prensa enloquece e intenta sobrepasar las barras del tribunal.

—Se le declara culpable y se le condena a cadena perpetua —continua— Y dicha condena será en los centros de reclusión de la FEMF.

Lo miro en busca de un gesto, reacción o estímulo, pero no hace nada. Se queda tranquilo, como si le dieran una noticia cualquiera.

—¿Eligen ustedes o elijo yo? —leo sus labios cuando se dirige a los abogados.

—¿Qué? —preguntan confundidos.

—El orden en que morirán.

Los hombres palidecen desapareciendo en menos de nada. 

La prensa sigue disparando las cámaras, me quedo a la espera de la reacción de la policía, pero siguen pálidos sin querer dar un paso. 

—¡Llévenselo! —ordena Olimpia.

—Por favor —Antoni sale de su puesto— Anímense.

Se ríe como si fuera el mayor de los circos. Alex le grita a todo el mundo, pero la fila de policías no lo deja pasar.

—Colóquenme las esposas y consolídense en mi lista —clava la mirada en el juez.

La sala se vuelve un caos, los uniformados intentan acercarse, pero basta una mirada de Antoni para obligarlos a retroceder.

Me levanto cuando camina en línea recta hacia mí y nadie hace nada. Solo hay una salida, la parte de atrás esta repletas de bancos y sillas, el panorama de los costados es el mismo.

Soy su enfoque y me maldigo por haberme dejado quitar el arma en la entrada, retrocedo y se apresura ponerme las manos encima...

—¡Un paso más y te vuelo la cabeza! —se me atraviesan y pierdo el sentido.

El aroma, la altura, la presencia «Christopher» Doy dos pasos atrás.

—Coronel —se ríe Antoni.

—¡Atrás! —le exige sin dejar de apuntarle— Se te acabó la función.

No le veo la cara, pero la simple cercanía me pone a dar vueltas la cabeza.

—Te encanta estar en la lista.

—Ponme las veces que quieras —lo obliga a retroceder— De hecho, también tengo una, ya sabes...Ideas de como matarte.

Dos policías lo respaldan.

—Espósenlo —exige Christopher.

Toman Antoni de los hombros y este se endereza. 

—No me arrepiento de nada ¿sabes? —me dice— Porque valió la pena tenerte, disfrutarte y someterte.

—Púdrete.

—Ame ver tu cara de terror y estar dentro de ti.

Lo ponen de rodillas, lo arrojan al piso arrancándole el cabestrillo. Lo esposan, pero no se queja ni muestras señales de dolor.

—Llegará nuestro momento —lo levantan— Y la próxima vez no habrá quien te rescate.

Mira a Christopher.

—Tu ed io salderemo i debiti all'inferno.

«Tu ed io salderemo i debiti all'inferno: Tú y yo saldamos deudas en el infierno»

Se lo llevan e intento irme, pero me sujetan la muñeca negándome la huida.

—No tan rápido —Christopher se vuelve hacia mí y siento como si me enterraran una bala en el pecho.

Palidezco al ver el gris de sus ojos. Me mueve todo: El piso, las neuronas, el pulso, el cerebro... ¿Superado? Jajajajaja, mi subconsciente se burla de mí al ver la montaña de perfección que tengo en frente. Los ojos que tanto adore, la boca que tanto ame, el hombre por el que tanto lloré y sufrí...

Me reduce al tamaño de una nuez, sigue intacto dentro de mí, encendiendo las mismas sensaciones donde siento que ardo con mi propio fuego.

¿Olvide? No, simplemente deje que se llenara de cenizas, como cuando guardas tu libro favorito y lo sacas después de mucho tiempo. Lo que creí superado no es más que una herida abierta que sigue sangrando.

—¡Christopher! —gritan.

Tres disparos retumban en el aire, lo atropellan obligándolo a que me suelte, no me da tiempo de captar nada, en menos de tres segundos todos están en el suelo cubriéndose la cabeza con las manos.

Se me abalanzan encima y caigo al suelo con Parker encima.

—Siempre llamando el caos —me mete bajo la mesa.

Encienden una ametralladora, el pánico se expande y todo el mundo corre por su vida.

—¡Los candidatos! —gritan— ¡Pongan a salvo a los candidatos!

—No salgas hasta que no te lo ordene —Parker desfunda su arma y sale corriendo.

«No llevo ni una semana aquí y ya me están disparando»

Los disparos vienen de la parte de arriba y van hacia un mismo punto. Hacia la segunda fila del tribunal.

El caos es impresionante y todos tratan de ponerse a salvo. 

Me asomo por un lado, no veo a Luisa, ni a las chicas.

Antoni se me viene a la mente, lo busco y ubico al pie de la escalera cuando se zafa de los policías liberando las esposas como si fueran de juguete.

La multitud lucha por llegar a la salida, los disparos me perforan los oídos, busco algo con que defenderme, pero el lugar no es más que papeles carpetas y sillas destrozadas.

Antoni corre atropellando a todo el que se le atraviesa «Si se va estoy jodida» Me levanto y salto la barra del tribunal corriendo entre sillas y personas tendidas en el piso. Se acerca a la salida y trepó escalera arriba, se quita la chaqueta e intenta camuflarse, pero para mí jamás será invisible.

Me armo con un trozo de vidrio, si dejo que se vaya volveré al ojo del huracán y no vine aquí para eso. Vine por mi libertad y no voy a dejar que nadie me la arrebate.

Lo alcanzo y me le arrojo encima, el impacto nos pone a rodar escalera abajo, nos llevamos un par de personas que huyen de la escena al ver de quien se trata.

—Como me gustas así —cae encima de mí— Y no sabes cuánto adoro verte.

Me clava el brazo en el cuello, el borde del escalón me está fracturando las costillas, me retuerzo bajo su agarre y aumenta la presión pasándome la lengua por los labios. 

—Aun en medio del caos me la pones dura —siento su asquerosa erección— Soy adicto a ti, amore...

«Amore: Amor»

Le entierro el vidrio en el abdomen, el dolor lo toma por sorpresa y aprovecho para cambiar los papeles.

—No soy tu amor.

Saco el trozo de cristal y me preparo para enterrarselo en el cuello.

—Espero que te vuelvan trizas en el infierno...

Me toman del cabello y jalan atrás rodeándome el cuello con un brazo, Antoni no tarda en reaccionar y se viene contra mí tomándome de la barbilla.

—Cuántas veces debo repetir que nuestra era no llega todavía —me cortan el paso del aire.

Saco mi última fuerza e impulso el cuerpo atrás apoyando las piernas en el pecho de Antoni, quien me sujeta se desestabiliza y aprovecho para liberarme, el captor se adelanta a la maniobra y alcanza a tomarme por el brazo, otro más se me viene encima estrellandome contra el piso.

Revivo la pesadilla que viví en cautiverio, la vista se me nubla y vuelvo a sentir el pánico del secuestro.

Forcejeo, pataleo y araño con todo lo que tengo, no distingo personas. Mi cuerpo se retuerce y pelea por no dejarse llevar.

—¡Llevensela...! —la orden de Antoni queda a medias, vuelven a disparar y caigo al piso con mis captores.

—¡Les volaste los sesos, amiga! —dice una morena vestida de gris.

Tiene a Antoni de rodillas con una cadena alrededor del cuello.

—¡Malditos corruptos! —exclaman a mi espalda.

Volteo, una chica alta con tacones y blusa de corbatín apunta a los cadáveres que yacen en el piso. Se me aclaran los sentidos y la realidad llega de golpe, entiendo su comentario y me doy cuenta que Antoni no es la única amenaza.

Los cadáveres son soldados de la FEMF.

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—Ángel —me llama Stefan.

El lugar se llena de soldados, arman un escudo alrededor de Antoni, Stefan me toma de la mano y me saca cubriéndome de las balas. No salgo del aturdimiento, tengo un fuerte zumbido en los oídos.

—Tenemos que irnos —Stefan me tapa con su chaqueta— Acordonaran la zona.

—Mis amigos —estoy mareada— Estaban adentro.

—La mayoría de la gente fue evacuada —me toma la mano— No podemos quedarnos el lugar no es seguro, hirieron al ministro.

—¿Que? —me abro paso entre la gente.

—Rachel es peligroso —intenta detenerme.

—¿Peligroso? —me zafo de su agarre— Casi soy secuestrada por mis propios compañeros, ¡Nuestra propia gente se revelo contra nosotros!

Baja la cara.

—Tengo que decírselo a Alex, debe saber lo que acaba de pasar.

Asiente guiándome por los pasillos del juzgado. No le han dado paso a la ambulancia y están atendiendo a los heridos con lo poco que hay.

Me aseguro que ningún conocido este en medio del desastre.

La guardia de Alex está en el rincón, lo tienen rodeado.

Me las apaño para escabullirme entre el montón de gorilas, no me ponen mucha atención unos están pegados al teléfono exigiendo la salida y otros están preocupados por la salud de su superior.

Sangre le emana del brazo, Laila esta de rodillas haciéndole presión en la herida. 

—Nene —poso la mano en el hombro desnudo de mi amiga.

Me dedica una sonrisa cargada de alegría. 

—Rachel —se le salen las lágrimas. Tiene la mejillas manchada de sangre y la blusa destrozada.

—Señor, ¿Esta bien? —me acerco a Alex.

—Vete —me pide Alex— No sé qué otro tipo de alertas se puedan presentar.

—No me creerá lo que acabo de ver, dos soldados...

—Lo sé, nuestra propia gente atento contra la vida los candidatos.

—Están con Antoni... 

Asiente sujetándose el brazo.

—Por eso debes irte a la central, aquí no sé quién es quién.

—Venga conmigo, tampoco esta salvo.

—Tengo una guardia de cincuenta hombres, estaré bien.

—Tiene razón —interviene Laila— Vete, yo puedo hacerme cargo.

—La ambulancia llegó —aviso una de los escoltas.

—Que alguien le diga a Christopher de mi estado —ordena Alex antes de levantarse— Y díganle a Olimpia que lo envié a mi casa apenas terminen.

—Vámonos —Stefan me pone la mano en el hombro.

Le doy un beso a Laila y me dejo guiar al estacionamiento. Hasta ahora abren la salida y hay un montón de autos haciendo fila para salir.

—Teniente —me llama Alan— Me enviaron a escoltarla.

Dos soldados lo respaldan. No contesto, solo le entregó las llaves a Stefan y entro al auto. Aun no salgo del aturdimiento y se me es difícil confiar después de lo que acabo de ver.

Demoramos dos horas en salir de la ciudad, el embotellamiento es horrible y lo peor es que no puedo abrir las ventanas para que entre aire fresco, debo clavar la vista al frente y dejar que mi cerebro divague y cree teorías sobre lo que pasara de ahora en adelante.

—Lo siento —Stefan rompe el silencio— Debí protegerte y... Casi te matan, no pude socorrerte ni...

—No podías.

—La multitud me atropelló y cuando quise abrir los ojos estaba afuera.

—Lo sé, fui testigo de todo.

Respira hondo fijando la vista en el volante.

—¿Te asustaste? —salimos del área urbana.

—Somos soldados, los tiroteos son algo común en nuestra profesión.

—No me refiero al tiroteo, me refiero a Antoni.

—Por un momento si. 

—Te vi demasiado tensa en la silla de testigos.

«No estaba tensa por Antoni, estaba tensa porque sabía que el coronel me estaba mirando»

—No me gusta recordar el pasado —no le doy largas al asunto.

Me pone la mano en la rodilla.

—Llegará el momento en que verás todo como una simple experiencia y no te dolerá recordar. Antoni se pudrirá en prisión ahora eres libre de armar un nuevo futuro.

Lo miro y me convenzo de lo mucho que me gusta, es de mente hermosa y no pierde el don de reconfortar con palabras. Tomo su mano imaginando como nos veríamos en algo más serio. Recuerdo lo de hace unas horas, lo que sentí estando cara a cara con el coronel y el prototipo de vida perfecta se vuelve trizas.

No sé en qué momento llego, pero como de costumbre me cogió con la guardia baja y no me gusto la reacción de mis sentimientos, tenerlo de frente fue... Joder. Fue como si me echaran combustible, sentí que tenía el corazón en llamas.

«Odio que cause ese tipo de impresión»

Alan me abre la puerta cuando llegamos al comando.

—Bienvenida —me dice.

—Gracias —respiro hondo. 

—Teniente —me habla el sargento— ¿No pensara que le haré daño o algo así?

Me vuelvo hacia él.

—Yo no sería capaz de lastimarla o de atentar contra usted. Fue mi maestra, la respeto y le tengo un profundo aprecio.

Pobre debe pensar que lo veo como un criminal.

—Perdona... Solo estoy un poco paranoica por lo que paso.

—¿Puedo darle un abrazo? El coronel no está —mira a su alrededor—  Prometo tener la boca y las manos quietas.

Me roba una sonrisa y dejo que me envuelva en sus brazos. .

—Rachel James —dos hombres se acercan— Rompiendo reglas desde tiempos inmemorables.

El estacionamiento carece de luz, pero no debo verlos para saber de quién se trata. Reconocería sus voces y siluetas en cualquier parte.

Parker y Simón.

Simón me abre los brazos y me voy  contra él dejando que me abrace.

—Te anunciaron y dije "Joder, esa puta bruja no puede estar aquí"

—Me hubiese gustado grabar sus caras —paso a los brazos de Parker— Sorpresa total.

—Yo me entere en la mañana, así que no me tomó por sorpresa.

—¿Qué clase de amigo se guarda ese tipo de cosas? —le reclama Simón.

—La clase que odia a Bratt Lewis —se encoje de hombros.

—No empecemos —ruedo los ojos.

—Actitudes de un hijo de puta —dice Simón.

—También tenía órdenes del ministro —añade Parker.

—Me retiro —se despide Alan.

Me aparto para presentar a Stefan. 

—Gelcem —Parker le ofrece la mano.

—El capitán Dominick Parker —corresponde el saludo— Es un honor conocerlo, señor.

—Gracias —responde con poco interés.

—Sé que es un poco tarde para felicitarlo por su última misión, pero debe saber que la central francesa exploto en aplausos cuando acabo con el submarino lleno de HACOC y rescato a las mujeres que iban para el negocio de trata de blancas.

Lo deja con la boca abierta.

—Stefan admira mucho al ejército inglés —explico— Sabe un poco de todos.

—Eso veo.

—Su equipo es sensacional hicieron una jugada de hacker.

—Me gusta tu actitud, lástima que no estés en mi tropa.

—¿En cuál estaré? —pregunta Stefan emocionado.

Parker me mira.

—En la de Lewis, suele llevarse a los mejores.

«Diablos»

—¡¿Enserio?! Es uno de los mejores, comparte casi todos los triunfos del coronel, solo que está en un rango más bajo.

—Yo que tú no estaría tan emocionado —Parker le palmea el hombro— A menos que...

Le lanzo una mirada de advertencia.

Simón saca su teléfono y me muestra la pantalla, esta iluminada con el nombre de "mamá osa"

—Luisa quiere verte.

—Psicóloga del área penal —habla Stefan— Toda una gánster con las mentes criminales.

—Eres como una enciclopedia de cargos y triunfos —se burla de Simón— Sabe la vida de todos.

—Me gusta saber de los mejores.

—Por eso no ha dicho nada de ti —interviene Parker— Solo sabe de los buenos.

Salimos del estacionamiento.

—También me he destacado —contesta Simon ofendido— Di algo chico.

—Pues... —bromea Stefan, «varias veces me ha hablado de Simón»

—Vamos —se cruza de brazos como un niñato— También tengo medallas.

—No eres nadie, Miller —se burla Parker.

Stefan suelta a reír

—Venga, claro que ha hecho muchas cosas —le ofrece la mano para saludarlo— Simón Miller: capturó a Alejandro y Bernardo Mascherano y desmantelado un sinfín de bandas dedicadas al microtráfico.

—Me agrada tu amigo Rachel —se echa a reír.

—No lo digas delante de Lewis —se mete Parker— No vaya a ser que lo mande a Timbuktú.

Stefan arruga las cejas confundido.

—Es broma —miro a Parker para que le baje.

—Sabes que no lo es —me ofrece un par de llaves— Habitación quinientos seis en el quinto pisos.

—¿Tenías todo preparado?

—Por supuesto, serás la teniente de mi tropa. Soy buen capitán para que sean buenos soldados.

—¿Y el capitán Thompson?

—Esta con Gema Lancaster —explica Simón.

«La novia del coronel»

—Entiendo.

—Seré tu capitán por órdenes del ministro —se enoja Parker— Pero si quieres otro no tengo problema en cambiarte.

—No tengo problema.

Parker es como un fósforo que se prende hasta con el más mínimo roce.

—Me gusta tenerte de capitán, bueno... Siempre y cuando no haya castigos bajo la lluvia.

—Sin exigencias, James.

—Solo digo.

—Las chicas están arriba —Simón me vuelve a mostrar el móvil.

Tiene un mensaje de Luisa.

—Sube —me ordena Parker— La condecoración es mañana a medio día y sabes como soy con las llegadas tarde.

Debo madrugar e ir a la ciudad, no tengo nada aquí.

—Gelcem, ven conmigo te mostrare tu habitación.

—Te veo mañana —me despido de Stefan— A las ocho, en el estacionamiento.

—Siete —me corrige Parker— No quiero repetir lo de las llegadas tarde.

—Siete —le confirmo.

Me sonríe.

—Descansa.

Se va con Parker y Simón.

Subo a la quinta planta mordiéndome los labios. Verme con mis amigas es... Caray no hay nada que pueda describir lo que es.  Me acerco a la puerta, mueven la perilla y... El grito de Alexandra me termina de dejar sorda.

Me le arrojo encima.

—¡Por Dios! —saltamos abrazadas.

—¡Joder, joder!

Esta vez no hay lágrimas, solo felicidad absoluta. Me olvido del horrendo día que tuve y me voy contra Brenda que tambien esta gritando. 

—¡Rachil! —me abraza y toca como si no fuera real.

—Pensé que...

—No lo digas —la vuelvo abrazar— No todos los exilios de la FEMF son para siempre.

—Te quiero —me besa las mejillas.

Busco a Luisa que esta de piel al lado de la cama. Tiene las manos en la panza y le tiembla la barbilla.

Luisa no es de las que llora mucho, lo hace cuando está realmente afectada y hoy luce como si fuera a estallar.

—Lou —me acerco y niega con la cabeza.

—¿Te volverás a ir? —alza la mano para que me detenga— Porque si lo harás no quiero que me toques.

—Lou...

Retrocede.

—Perdí a mi amiga una vez, no quiero hacerlo dos veces —solloza— Y si estoy aquí es porque quiero que me veas y sepas que si huyes perderás a otro sobrino.

Se me arma un nudo en la garganta.

—Este no será como mini Harry, ¿Sabes? —advierte— A este no le gustan las tías ausentes.

Me acerco y le limpio las lágrimas. Luisa es una hermana más, Laila, Brenda y Alexandra también, pero con ella tengo toda una historia ya que la conozco desde que tenía cinco años

—Déjame —se aparta..

Le levanto la cara.

—No me iré, Lou —le acaricio el vientre— Y no seré una tía ausente.

—Júralo.

—Juro que no volveré a dejarte.

Rompe a llorar derrumbándose en mis brazos. 

—Te eche tanto de menos —me aprieta contra ella— No quiero volver a estar sin mi mejor amiga.

—No lo estarás —le acaricio el cabello.

Brenda y Alexandra se unen al abrazo.

Me tomo el tiempo de escuchar a cada una enterándome de todo. Parker sigue soltero, de Scott e Irina que se casaron hace año y medio y tienen un bebé recién nacido.

De la pobre Laurens que sigue sola como un champiñón.

Brenda esta soltera, dice que quiere dedicarse de lleno a mini Harry y se le iluminan los ojos cada que habla de mi sobrino, como lo dije es muy inteligente, ama el fútbol y habla muy bien de su papá. Sabe que no está, pero tiene presente que lo cuida desde el cielo.

Patrick y Alexandra están mejor que nunca, su hija ya tiene cinco años y planean tener otra dentro de dos años.

Laila sigue viviendo la vida loca, no ha llegado el macho alfa, pecho peludo rumbero que la dome, ha tenido infinidad de citas, pero ninguna ha dado resultado. La última fue con un chileno cibernético que no dio resultado y terminó siendo un fiasco.

Valeria y Reynals son parejas y estan en el comando de Tokio. Lulú tiene novio y no cualquier novio, es un árabe que conoció en una página de citas «No sé qué tienen con el ciber amor» Es barbero y trabaja con ella en la peluquería.

Llevan seis meses de relación.

Luisa y Simón no están tan bien que digamos. Según mi amiga, Simón tiene una "Amante" 

Dudo mucho que sea cierto, Simón la adora y no lo veo como un hombre infiel. Luisa tiene un carácter demasiado fuerte y suele exagerar.

Bratt es el soltero más asediado de la central, Luisa no contiene la lengua y me suelta todo sobre su relación con Meredith.

Él la niega rotundamente, pero Luisa lo escuchó hablando con Simón y en la conversación le dijo que se entendían muy bien en la cama, pero que no eran más que sexo.

—Te perdiste de muchas cosas —me dice Alexandra— Operativos, celebraciones... 

—Lo sé —recuesto la cabeza en las piernas de Brenda— Las eche mucho de menos.

—Nosotras a ti también y exigimos saber quién es el papi churro que entro contigo al juicio.

Suelto a reír, me quitan las preocupaciones del día. Sé que hay mil y un problemas afuera, pero compartir con ellas logra que me olvide de todo.

—¿Te lo estas tirando? —pregunta Luisa.

La sonrisa me delata.

—¡No!

—¡Si! —se burla Alexandra.

—Suéltalo —interviene Brenda.

—Somos amigos... Bueno y nos estamos conociendo.

—Es muy lindo.

—Pero te lo tiraste ya ¿Cierto?

No tiene caso negarlo, a Luisa no se le puede mentir.

—Si, pero solo fue una vez y no pienso volverlo hacer hasta que no definamos la relación.

—Cuéntamelo todo.

—Lo conocí en París —no les he querido contar lo de Wolfgang, solo saben de mi repentino traslado— Era un soldado multiusos que cocina delicioso.

—Si sabe cocinar, sabe coger —me interrumpe Brenda.

Choca las manos con Luisa.

—¿Como fue? —pregunta Alexandra.

—Romántico, Stefan es muy lindo y esa belleza se refleja en todo lo que hace.

—¿Y? —insiste Luisa— ¿Hubieron orgasmos, gemidos?

—¡Lou!

—Queremos saber —me tira una almohada— Somos tus mejores amigas y ese tipo de cosas deben saberse.

—No hubo orgasmo, solo llegue al clímax.

Enarca una ceja.

—Siento que estás hablando de Bratt.

—Era nuestra primera vez, estaba nervioso y muy... Excitado no se tiene la misma soltura en ese tipo de situación.

—Claro. 

—Suele pasar la primera vez —me apoya Alexandra— En la segunda se tiene más soltura...Bueno y sabe cocinar, los orgasmos no importan cuando se meten a la cocina.

—¿Cuánto le mide? —Luisa continua con el interrogatorio.

—¡Eso no importa!

—Rachel si mide menos de quince centímetros, no es un pene, es una pena.

Las chicas sueltan la carcajada.

—Siempre nos hemos fijado en el tamaño.

—Tiene razón —Brenda alza las manos a la defensiva.

Nunca olvidaré la vez que le preguntó a Simón cuanto le media. Estábamos acampando en una reserva natural y Simón quería pasar a segunda base, estaba con Bratt frente a la fogata observando cómo se manoseaban, de la nada Luisa le soltó la boca y le preguntó:

—¿Cuánto te mide?

—¿Qué?

—Tu pene ¿Cuánto mide?

Bratt escupió su cerveza y Simón se quedó en blanco.

—Debo saberlo antes de hacerlo —le explico como si fuera una pregunta cualquiera.

—Respóndele —dijo Bratt conteniendo la carcajada.

Veintiún centímetros fue la respuesta.

—Al menos di si es grande o pequeño —insiste mi amiga.

—Es normal —me encojo de hombros— Entre unos diecinueve o veinte, creo.

—Es un buen tamaño —asiente pensativa.

—Cocina —le recuerda Brenda.

—Me agrada, pueda que tengas mi apoyo.

—Lo amaran. Es tierno, dulce, honesto, caritativo. Tiene una fundación de niños huérfanos, carece de dinero, es muy humilde y sencillo. No es codicioso y lo único que quiere es salir adelante.

Christopher vuelve a darme vueltas en la cabeza.

—Me alegra que hayas conocido a alguien —comenta Alexandra.

—¿Sabe lo de Bratt? —pregunta Brenda.

—Si, sabe de lo que tuvimos y porque terminamos.

—¿Le hablaste del coronel?

—No —trato de restarle importancia— Stefan lo admira mucho y no quiero causarle una mala impresión.

—¡Por favor! —se burla Luisa— Tarde o temprano se la llevara, Christopher es un mandón hijo de puta, lo admira porque no lo conoce.

—Bueno, pero pese a ser un desgraciado es el mejor coronel de Europa —lo defiende Brenda— Estamos donde estamos gracias a él.

—Cambiará —la apoya Alexandra— Está comprometido con la candidatura y le prometió al ministro que cambiaría.

—Hasta tiene novia —secunda Brenda. 

Ignoro la leve punzada que me atraviesa el pecho. Sabía de esto, pero después de verlo es inevitable que no me moleste el comentario.

—Eso leí.

—Es Gema Lancaster —Luisa se levanta por agua—Es diferente a lo que acostumbra; tierna, dulce, decente. Me agrada.

—Te caerá bien —me dice Brenda— Es buena chica, también está en el caso Petrova.

Es lo mínimo que espero, que me agrade. De hecho, creo que fue la que me salvo el culo hoy.

Quiero llevármela bien con todos, no quiero tener roces ni enemistades con nadie. Aún tengo cierta confusión después de ver al coronel, pero tengo que dejar que pase o ignorar las sensaciones que siento cada que está cerca.

Cada quien tiene su vida y no volveré a cometer los errores del pasado.

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Bratt.

El edificio penal sigue en medio del caos, la prensa no deja de hacer preguntas, Gauna está pegado en las paredes y la gente no deja de inventar teorías y especulaciones.

Miro el reloj, falta poco para las nueve. El desespero me abarca, no estoy para vueltas ni papeleos. Necesito ir a la central y verla.

Lo que pintaba como un juicio corrupto se convirtió en el mejor momento de mi vida, verla fue como si me devolvieran lo que daba por perdido. Llegó y me revivió, el corazón me volvía a latir y creo que estoy más enamorado que nunca.

Muero por largarme, por verla y abrazarla. Pero antes debo asegurarme que no volverá a irse.

La situacion del comando es preocupante. Quince francotiradores burlaron el protocolo de seguridad y dichas personas eran soldados de la FEMF.

Las camionetas de la prisión estatal se estacionan frente al edificio, trasladaran a Antoni a la cárcel de Cambridge, pertenece a la FEMF y resguarda a los criminales más peligrosos de Europa.

—Capitán —los guardias me dedican un saludo militar— ¿Está listo el prisionero?

Gema, Liz y Scott lo traen escoltado con veinte policías. Tiene cadenas en los pies, manos y cuello.

Por poco se nos escapa y nadie quiere riesgos futuros.

—Capitán Lewis —me sonríe Antoni.

Me pasan la carpeta del papeleo.

—Espero que disfrutes tu estadía —contesto— En Cambridge les encanta voltear la moneda.

Suelta a reír.

—Me acoplo fácil —da un paso adelante— Aunque me hubiese encantado irme con la dicha de saber que el francotirador no falló. Hubiese sido fascinante saber que el coronel está muerto...Creo que te hubiese gustado lo mismo.

—No soy un asesino.

—Pero si eres un hombre con el orgullo herido —baja la voz—Eso es más peligroso que una mente psicópata.

—No me conoces.

—Si te conozco, Rachel volvió y su regreso es una declaración de guerra entre él , tú y yo.

Me fijo en sus cadenas.

—Perdiste antes de empezar.

—Solo estoy débil y créeme que no querrás verme cuando retome fuerzas.

—Llévenselo —ordeno.

—Dos mentes piensan mejor que una, capitán —dice antes de marcharse— Si unimos fuerzas nos quedaremos con lo que tanto anhelamos. No me molesta compartir.

Gema se mueve incomoda, nos mira a ambos a la espera de una respuesta, sabe el odio que le tengo a Christopher.

—Lastima —le digo a Antoni— Que a diferencia tuya, si sea celoso y posesivo, y prefiero verla sola, antes de verla contigo o con él.

—Mala respuesta capitán —lo acercan a la camioneta— Mala respuesta que lamentara más adelante.

Se vuelve hacia las chicas.

—Señoritas —inclina la cabeza en señal de despedida— Salúdenme al coronel.

Lo meten a la camioneta y Gema se me acerca.

—¿Tienes un minuto? —pregunta metiéndose las manos en los bolsillos.

Miro el reloj, carezco de tiempo.

—Tengo afán y...

—No tardaré —me interrumpe.

Liz se marcha con Scott.

—No le harás caso a Antoni, ¿Verdad? —pregunta nerviosa— Sé que odias a Christopher, que te hizo la peor de las jugadas...

—¿Por quién me tomas? Si lo hubiese querido matar, lo hubiese hecho hace mucho tiempo.

—Si, pero es que...

—Pero nada, vamos a misiones juntos, le he cubierto la espalda más de una vez y aunque me sobran las ganas no lo hago, porque no vale la pena mancharme las manos con tan poca cosa.

—Sé que no eres ese tipo de persona, pero a veces hay tentaciones que nos ponen a dudar y quiero que sepas que Christopher ya no es una amenaza, preocúpate por Antoni, pero no por él.

—Que poco lo conoces.

—Lo conozco más que tú, crecí con él.

—Yo también.

—Pero, aun así, no entiendes su genio y forma de actuar, sabes que el orgullo no le dará pie para nada, que es de los que olvida rápido y es de los que no da segundas oportunidades.

La miro y tiene los ojos llenos de esperanza, por su propio bien espero que tenga razón, que el orgullo y machismo no le dé pie para ser estupideces.

—Pueda que tengas razón —le digo— O pueda que te sumes a la lista de desilusionadas.

Le doy la espalda listo para marcharme. 

—¿Que pasara con Meredith?

Detengo el paso, se supone que nadie lo sabe.

—No tengo nada con Meredith.

—Los vi, el día que fuimos a la discoteca.

—No sabía que eras una fisgona.

—No soy una fisgona —se me acerca— Me gustabas, vine de New york con la ilusión, de poder conocerte... Eras mi amor platónico desde que tenía nueve años y...

La confesión me toma por sorpresa nunca imaginé que le gustaba de esa manera, se supone que somos amigos sin intereses en común. Nunca la he visto como una de las mujeres que me tiraría.

—Pensé que tendría una oportunidad contigo y... Te vi con ella y debo reconocer que eso me decepciono un poco.

«Sé lo que duelen las decepciones»

—No sabía que tenías ese tipo de interés y aunque se oiga feo, es mejor que te hayas decepcionado en ese punto y no ahora.

—El golpe de Rachel hubiese sido más fuerte.

Asiento.

—Meredith no es nada, creo que de haber sabido que te gustaba hubieses despertado cosas y tal vez tendríamos algo, porque eres muy bonita, Gema —respiro hondo— Pero no hubiese durado, porque Rachel es todo para mí y tenga la mujer que tenga nunca dejare de sentir lo que siento.

Me sonríe.

—La puta ama —se ríe— Nunca dejaré de decir que es una leyenda.

Le doy un beso en la frente, me sorprende su nivel de humildad.

—¿Quieres que te acerque algún lado?

—No, esperaré a Christopher. Gauna no lo ha dejado salir y me imagino que le falta poco para estallar y salir por las malas.

Tardo casi una hora en salir ya que los protocolos de seguridad están por los cielos.

Últimamente saltamos de problema en problema, la tranquilidad que pensábamos tener vuelve a mancharse con un nuevo caso, un nuevo enemigo y nuevos cabos por atar.

Me aseguro de que mis escoltas me sigan y tomo el camino que lleva a la central. No auguran cosas buenas, pero trato de verle el lado bueno a las cosas, intentar que en medio de todo este mierdero haya una esperanza y conseguir la felicidad que perdí hace años.

Llamo a Simón que salió en el primer grupo de soldados. 

Me pone al tanto de las últimas novedades indicándome la ubicación de Rachel.

—Parker te manda a decir que ya te lleva un punto por delante —me dice antes de colgar— Rachel estará en sus tropas.

«Un punto por delante» Ya me resbala, no lo veo como competencia, de hecho, creo que perdí mi tiempo enviándolo a Afganistán. De nada me sirvió enviarlo o lejos, si termine confiando en la persona equivocada.

Estaciono y voy directo a la torre de dormitorios, siento que me falta el aire. Llevo toda la tarde esperando esto. Pensé que estaba soñando cuando dijeron su nombre, la busqué tanto tiempo que me resigne a que no la volvería a ver.

El móvil me vibra en el bolsillo con una llamada de Meredith. La rechazo apagando el aparato.. Continuo subiendo a la quinta planta, reconozco a Alexandra, Luisa y Brenda que se despiden de Rachel frente a la puerta.

Calmo los pasos dejando que disfruten su momento.Alexandra nota mi presencia y todas se vuelven hacia mí apartándose para que ella me vea. 

Rachel es el tipo de chica que nunca olvidas, de esas que siempre tienes en la mente. Fue la primera que quise y creo que será la que siempre querré. Nadie se le compara y ninguna tiene la fuerza de llevarse lo que siento por ella.

Me recuesto en la pared dejando que las chicas se vayan, Luisa es la que más tarda en despedirse.

Se van y no soy capaz de moverme, me quedo ahí, en el mismo punto apreciando lo linda que es, recordando lo que fuimos y lo mucho que me dolió perderla. Aún la veo como algo irreal, como una mala jugada de mi imaginación.

Sonríe ofreciéndome la mano para que me acerque. No contengo el impulso, tomo su mano y la atraigo a mi pecho alcanzando sus labios. 

Sé que está mal, que no es la mejor manera de recibirla, que los impulsos solo sueltan el dolor que tanto quiero sanar. Pero hay veces que el cerebro se apaga y le da rienda suelta a los deseos del corazón... Y creo que lo merezco, aunque haya entendido que las cosas jamás serán lo mismo. Merezco recordar lo que algún día fuimos.

Me pone la mano en el pecho separando nuestras bocas.

—Lo siento —susurro solo para los dos.

—No pasa nada —esconde la cara en mi cuello— También me alegra verte.

Me abraza con fuerza convenciéndome de que no miente. Siento su calor reiterándome que  encajamos de forma perfecta.

—Te eche de menos —me dice.

Le aparto el cabello de la cara.

—Y yo a ti —le vuelvo a besar los labios. 

—Ven.

Me invita a seguir tomando asiento en el sofá. 

—Aún no lo creo —repaso las facciones de su cara.

—Ni yo, a veces me pellizco para convencerme de que no se trata de un sueño —suspira— Me cuesta creer que volví y vuelvo a estar con los que quiero.

Vuelven las punzadas de celos, sé que eso abarca a...

—A ti, a las chicas, a mis padres —toma mi mano y me preparo para el nombre que tanto odio— A mini Harry y a mi nuevo sobrino.

—¿Son todos a los que extrañaste? —tomo su mano. 

Asiente.

—Sigues sin querer lastimarme.

Sonríe.

—Hay personas que se quedaron en el pasado.

La miro y sé que miente, la conozco y si pese a los años siento cosas por mí, no quiero imaginarme lo que sigue sintiendo por él. Porque, aunque me duela, aprendí aceptar que lo amo más de lo que me amó a mí. 

—Quisiera creerte.

—Debes creerme.

Niego.

—Miéntele al que sea menos a mí, sabes que no merezco mentiras. No después de todo lo que pasamos.

—Es parte del pasado, ¿Sí? errores que no merecen repetirse.

«Me encantaría que fuera verdad»

—No soy la misma, Bratt. Volví con otro tipo de planes, con ganas de sanar y no de destruir —me toma la cara entre las manos— Sé lo que dañé, lo que hice y créeme que no quiero volver a ese círculo vicioso.

—No dejaré que vuelvas —me fijo en el azul de sus ojos— La primera vez fallaste porque no tenías quien te detuviera, pero ahora me tienes a mí...Siempre me tendrás a mí.

Baja la cara respirando hondo. 

—Bratt...

—No lo digas —la callo, presiento lo que dirá— Estaré como un amigo, como un novio o un confidente. Estaré hasta que te des cuenta que somos uno para el otro.

Me pasa las manos por el cabello.

—Será como amigo, capitán —me parte por dentro— Porque no vine sola, hay otro que también quiere sanarme las heridas y escribir una nueva historia.

Siento que mueven el puñal que tanto me cuesta desenterrar. 

Niego, acaba de llegar y ya la perdí.

—Hay tipos de amores. ¿Sabes? —me dice— Amores bonitos, efímeros, peligrosos. Amores que sanan, construyen y dan nuevas esperanzas.

Tomo aire, duele como la primera vez.

—Yo...

—Tu eres mi amor bonito, Bratt —me interrumpe— Y sé que no tengo necesidad de repetirlo, porque ya lo sabes. Te quiero y pese a todo lo que pasamos siempre estarás aquí —pone mi mano en su pecho— Eres el recuerdo más grato que tengo del amor.

Trato de no romperme, en el fondo sé que es mejor así. Que pueda que ese alguien sea mejor que el imbécil que nos hizo la vida pedazos.

—¿Cómo es?

—Como tú —sonríe—Especie en vía de extinción, de esos que saben querer.

—¿Lo amas? 

—Lo estoy conociendo, llegó cuando más sola me sentía.

Meredith se me viene a la mente, también llegó en un momento de soledad.

—Me dirás terco, pero creo que lo nuestro aún no se termina de escribir. Y es doloroso saber que mientras yo trato de pasar la página tú estés escribiendo otro libro.

Me levanto.

—Sin embargo, me quedo con la tranquilidad, de que no fui yo, pero que tampoco será él —le ofrezco la mano para que se ponga de pie— Estaré siempre para ti, Rachel. Si ese nuevo chico te falla, si notas que no es lo suficiente hombre para ti, recuerda que estaré aquí esperando una nueva oportunidad de amarte.

—No quiero ponerte cadenas.

—No son cadenas, el amor no ata, ni aprisiona. Te da fuerzas para esperar el tiempo que sea necesario. La paciencia de verte dar vueltas hasta que vuelvas a mí y notes lo importante que eres en mi vida.

—¿Qué hay de los que esperan por ti?

—Nadie espera por mí.

—Pensé que seríamos sinceros uno con el otro.

Ignoro el comentario, no quiero hablar de Meredith.

—Prométeme dos cosas —la tomo de los hombros— Que no me alejaras de tu vida.

—Nunca haré eso.

Asiento.

—Y que, así como me niegas una oportunidad a mí, también se la negaras a Christopher. Puedo verte con otro, pero no con él, no soporto la idea de que... Te tenga o que te lastime. 

—Sabes que no...

—Prométemelo —la interrumpo— Júrame que se quedará en el pasado y que jamás volverá a tocarte.

Me mira a los ojos, le estoy mostrando mis miedos, pero no me importa. Siempre me le he mostrado como soy.

—Júramelo —pego su frente a la mía— Necesito tener la certeza de que no fui el único que perdí.

Asiente antes de abrazarme.

—Te lo juro.

Le beso los labios.

—Te quiero –me despido.

—Y yo a ti.

Bajo las escaleras con la misma decepción de la última vez, con el mismo peso de derrota que cargue la vez que me dijo que las cosas jamás serian lo mismo.

Quisiera que viera el mundo a través de mis ojos y se diera cuenta que cuando hay amor se hacen castillos con cimientos rotos.

La lluvia me golpea cuando salgo, meto las manos en el bolsillo de la chaqueta trotando a la torre de dormitorios masculinos.

Me quito la capota en la entrada y me sacudo las botas llenas de barro deteniendo los ojos en la pelirroja que me espera sentada en las escaleras.

—Hola —saluda nerviosa.

No tengo cara ni corazón para mirarla, me abro paso por un lado y continuo mi camino.

—Bratt.

Meredith no es de las que acepta el silencio a modo de respuesta, me sigue a la alcoba pese a que me mantengo en silencio queriendo que se aleje. 

Se acerca con cautela cubriéndome los hombros con una toalla cuando me quito la ropa. 

—Di algo, por favor —musita. 

No quiero decirlo, pero algo me dice que si no lo hago ahora será peor más adelante.

—Se acabó —no la miro— Es lo único que tengo por decir.

Suelta la toalla.

—¿Qué?

—Sabes lo que siento por ella y no quiero darte esperanzas sabiendo que entre los dos no hay más que cama.

—¿Dos años? —niega— ¿En dos años no me gane, aunque sea un poco de tu cariño?

Me aparto.

—Te agradezco la compañía, pero entiende que no quiero lastimarte.

—Lo estás haciendo ahora.

—Eres hermosa, Meredith y no vale la pena perder el tiempo conmigo...

—No pierdo el tiempo —se le salen las lágrimas— Porque yo si te quiero, yo si me entregue en cuerpo y alma.

No quiero que se sienta como una mierda y convertirme en una copia barata de Christopher.

—Mereces más que noches de sexo.

—Entonces dámelo —me toma la barbilla para que la mire— Dame el lugar que crees que me merezco. Olvidala y creemos un futuro juntos.

—No es así de fácil.

—Si lo es, eres tú el que te niegas la oportunidad viviendo en el pasado —llora— La prefieres a ella antes que, a mí, sabiendo que te lastimo y te dejo...

—¡El que me lo recuerdes no cambia las cosas!

—Lo recuerdo porque no quiero que lo arruines. Que te dejes llevar por sentimientos pasados y olvides lo que somos.

—No somos nada...

—Si lo somos —solloza—Fui tu paño de lágrimas cuando te dejó, he soportado que me niegues, que me ocultes y no te abras, que intentes disimular que no pasa nada cuando está pasando de todo.

Se limpia las lágrimas.

—No se tiene sexo durante dos años sin sentir nada, ¿Qué hay de nuestros días juntos? ¿De las cenas, paseos y vacaciones juntos?

—Meredith...

—¿De las madrugadas que pasamos dándonos calor? ¿De las veces que me abrazaste y me pediste que no me alejara?

Me encara.

—Yo soy real, Bratt y soy la que está aquí ahora —me pone la mano en el corazón— Ella es el fantasma de un amor falso e hipócrita que solo te hizo sufrir.

La tomo de la nuca, mi mente quiere sacarla, pero hay algo que niega las órdenes de mi subconsciente.

—Te amo —me dice— Y no voy a apartarme para que vuelva a lastimarte.

Une nuestras bocas en un beso urgido de amor, se aferra a mi cabello explorando mi boca con la lengua, creando sentimientos confusos que hacen que el cerebro me dé vueltas.

—Yo puedo darte lo que nunca te dará ella —susurra— Solo tienes que dejarme entrar, capitán.

Se aparta con los labios rojos por el beso.

—No arruines lo que somos, sentimos y podemos ser.

Estrella la puerta cuando sale. 

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