CAPÍTULO 17
════ ⋆★⋆ ════
¿Rachel?
Stefan.
—¡No olvides sacar la basura! —grita Leslie de la barra.
Arrojo la toalla de mala gana, hago lo mismo todos los días, no es necesario que me lo recuerde.
Mi rutina se resume en levantarme a las cuatro de la mañana, cambiarme, barrer el estacionamiento, pasear a los perros, hacer el desayuno y el papel del jardinero.
Amarro las bolsas de basura arrastrándolas a afuera. No me gusta tomar este tipo de actitud, pero tengo cierto cabreo ya que cierta persona se largó sin despedirse. No era su obligación, pero pensé que al menos me diría "Me gusto conocerte ceniciento"
Bien, lo mejor no le gustó tanto como para que tuviera que decirme eso. A decir verdad, tengo una sensación de vacío. Lucas, Paul y Tatiana se fueron a Londres y eran las únicas personas con las que medio charlaba.
Mi situación tampoco ayuda, no cesan los problemas económicos. Servicios sociales exijo que arreglaros las fallas de la casa o de lo contrario, nos quitarían a los niños. Mirian hizo una cotización y oh, sorpresa. Los daños suman lo que me gano en cinco años.
Tatiana y Paul me prestaron una buena cantidad antes de marcharse con el compromiso de pagarles mes a mes. Estoy más endeudado que nunca.
—¡Stefan! —llaman en la barra— ¡Stefan!
Respiro hondo, sé quién es. Suelto las bolsas y salgo al comedor.
—Hola Jon —saludo sin ganas.
—Micaela se siente mal, tuvo náuseas y vómito en la habitación.
—Que mal, ¿la llevaste a la enfermería?
—Si, pero las enfermeras no limpiaran el desastre que hizo —me regaña— Así que busca balde y trapeador, no me soporto el olor a vómito.
—Ya terminé turno Jon —trato de ser amable— Estoy algo cansado y...
—Qué pesar —arruga las cejas— Pero no te estoy pidiendo el favor, te estoy dando una orden.
Aprieto los puños, estoy harto de limpiar el vómito de su esposa embarazada.
—¿O quieres una sanción por desacato?
Suprimo la ira tragándome el enojo. Es un sargento estoy dos puestos por debajo. No puedo desobedecer.
—Termino de sacar la basura y te veo arriba.
Se va y vuelvo a lo mío arrastrando las bolsas «Algún día» Llegará el día en que no tenga que soportar más esta mierda.
Se suelta la bolsa grande y los restos de comida se esparcen en el suelo.
«Genial doble trabajo»
—¡Stefan! —vuelve a gritar Jon.
—¡Un segundo! —grito.
—¡Tráeme algo de comer!
Arrojo la bolsa en el contenedor, más trabajo, más cansancio, más mierda.
La puta bolsa no entra, algún idiota olvido vaciar los contenedores y de seguro me toca hacerlo a mí. Trato de meterla a la fuerza, pero no logro nada.
La ira se me dispara y terminó pateando el bote.
—¡Vida de mierda! —grito histérico.
—¿Mal día, soldado? —dicen en la penumbra.
Reconozco la voz, pero la oscuridad no me deja detallar su figura.
Da dos pasos adelante, achico los ojos y... «¿Quién diablos es?» Habla como Selene, pero no luce como Selene.
Se acerca con cautela, viene vestida de civil con unos vaqueros ajustado, chaqueta de cuero y botas altas.
Miro a todos lados «¿Me hablo a mí?»
—Soy yo, Stefan —me dice— No me digas que no me reconoces.
Retrocedo incrédulo. El cabello negro le cae por los hombros perfectamente alisado, tiene rímel, labial y delineador. Intento decir algo, pero la garganta no me da, joder tiene los ojos más hermosos que he visto en mi vida.
—¿Selene...?
—Rachel —me corrige.
No articulo nada.
—El exilio se acabó —explica.
La cabeza se me vuelve un pajizal «¿Como que se acabó?» Sigo sin cuerdas vocales. Si antes me parecía bonita ahora me dejo sin palabras.
Se acerca rodeándome la cintura con los brazos «Huele delicioso»
—Prepara tu pasaporte —me susurra— Por qué nos vamos a Londres.
La aparto, «¿bromea?»
—¿Nos vamos?
Me muestra un sobre.
—Fue aceptado en la convocatoria, soldado.
Se lo arrebato verificando el contenido. Hay una forma con un enorme sello de admitido en mi solicitud.
—Imposible.
—Nada es imposible para el ministro —me toma la cara entre las manos— Sé que tienes muchas preguntas, las responderé todas, pero necesito que tomes tus cosas, te despidas de los niños y vengas conmigo.
Un día estás reprochando tu miserable vida y a los cinco segundos estas frente al ángel de los milagros.
Londres, es más que un sueño, releo la orden, es real no estoy alucinando. Río como idiota, pero el momento se acaba cuando me estrello con la realidad.
Las tropas ya se fueron y no tengo un dinero para pagar el viaje.
—Alex no dudo en decirme que sí —explica— Dijo que no te saco de prisión para que te pusieran de sirviente...
—Te lo agradezco Ángel, pero...
—Stefan no hay pero que valga, tengo todo listo, partiremos en un par de horas. Ya compré los tiquetes.
Me muestra el paquete de la aerolínea.
—Esta es la oportunidad de salir del anonimato y darte a conocer. En Londres te pagarán mejor, dejarás de ser un sirviente y tengo muchos contactos que de seguro querrán apoyar tu fundación.
Se me arma un nudo en la garganta, quiero arrodillarme y besarle los pies por el resto de mi vida.
—No tienes nada que pensar, solo recoge lo poco que tienes y ven conmigo.
—¡Stefan! —grita Jon desde la baranda—¡Tengo hambre, trae la comida y sube a limpiar el vómito.
—¡Que te cojan! —le grito. abrazo a Rachel llenandole el cuello de besos.
—Pueden vernos —se sonroja.
—Gracias —besos sus manos— Te debo la vida.
—Ve, partiremos a las 4 de la mañana.
Asiento y escondo la cara, no quiero que me vea las lágrimas de emoción.
—Te veo en el aeropuerto —me grita— No tardes, tenemos poco tiempo.
La dejo,a buscar las pocas que tengo y bajo abordar el Volkswagen acelerando por la carretera vacía« Londres» Aplaudo sobre el volante. Es como si se me solucionará la vida.
Ya no sería el soldado recoge basura, tengo vía libre para forjarme una nueva carrera. Le enviaré dinero a mi hermana y podré conseguir apoyo en otro país. Es como ganarse el premio gordo sin haberlo comprado.
Subo la colina y estaciono frente a la casa, Mirian sale asustada se supone que solo vengo los fines de semana.
El pobre Ernesto cojea hasta la puerta, los niños están dormidos así que no notan mi llegada. Alzo a mi hermana en brazos estampandole un beso en la frente.
—Pero¿Qué pasa? —pregunta Ernesto— Pareces una cabra loca.
Le palmeo el cuello.
—Se nos arreglp la vida.
—¿Que? —pregunta Mirian.
—¡Me voy a Londres! —corro escalera arriba.
Ambos me siguen.
—Pero, ¿cómo? —insiste mi hermana— No que te habían negado...
—Si, pero se apareció mi ángel de la guardia —recojo los pocos harapos que tengo y busco mis papeles.
—Step, pueda que sea un engaño y quieran seguir atropellándote.
—No, hermanita. Voy con una persona confiable.
No quepo de la dicha, los primeros meses serán difíciles, pero puedo apañármelas, he hecho sacrificios más grandes.
—¿Cuándo te vas? —pregunta Ernesto.
—En un par de horas —miro el reloj. Tengo el tiempo justo.
Miriam me ayuda a recoger, mientras se limpia los ojos con la blusa.
—Oye —le tomo la cara para que me mire— Me iré por nuestro bien, no porque quiera dejarlo.
—Es que no nos hemos separado desde que...
—Lo sé ratona —cito su apodo de infancia y me siento con ella en la cama—Trabajaré duro y haré lo posible para llevarlos conmigo. Serán meses de muchos sacrificios, pero podemos lograrlo. Londres no están denigrante como París, me puedo hacer una buena reputación y cuando esté establecido haré los trámites para que la fundación esta allá.
—No tienes dinero, ¿dónde te quedarás? —pregunta preocupada— No puedes quedarte siempre en el comando.
—Rachel me regaló el tiquete. Estando alla, miro donde me quedaré, puedo aguantar lo más que pueda en el cuartel y después busco un piso pequeño.
—¿Quién es Rachel?
—Es una larga historia que no te puedo contar ahora.
—Despertaré a los niños para que se despidan —dice Ernesto.
Todo es una puta locura, pero las mejores cosas suceden así. De golpe.
Empaco todo en una mochila.
Los niños me esperan abajo, los pequeños están somnolientos, los grandes no tienen buena cara, se me encoge el corazón. ¿Cómo te despides de catorce hijos?
Empiezo por los grandes, los de la mitad me bombardean con preguntas, que evitó responder. No quiero decirles que no volveré en un largo tiempo, pensarán que los abandonaré y no es así. La mayoría de los que llegan los abandonan y no quiero que piensen lo mismo de mí.
—¿Tío Step te vas de vacaciones? —me pregunta la pequeña Melany.
—Si, cariño. Les enviare detalles y postales.
—¿Puedo ir contigo? —pregunta Tomas— Nunca he ido de vacaciones.
Siento un peso en el pecho.
—Lo sé, campeón —lo abrazo— Pero no te preocupes, voy ahorrar mucho dinero para que nos vayamos todos de vacaciones.
—¿A la playa? —pregunta Eliana.
—Si a la playa, y a los parques de diversiones que tanto les gustan.
Todos se me vienen encima, reparto besos en la cabeza de cada uno. Cargo a los más pequeño y les recuerdo lo mucho que los quiero.
Trabajaré duro, pagaré el dinero que me prestaron y de ahí para allá, ahorraré todo lo que pueda. Haré un fideicomiso y mandaré por ellos lo más pronto posible.
Abrazo a Miriam y a Ernesto. No contengo las lágrimas y le reparto otra tanda de besos a los niños.
Miriam me entrega un par de billetes, me rehusó a recibirlos. Ellos necesitan el dinero más que yo.
Los abrazo con la esperanza de que pronto los volveré a ver, y cuando lo haga será en mejores condiciones. Me convenzo de que esto es para bien, de que si no es así, nunca podremos salir de la mala racha.
Me cruzo la mochila en la espalda y me despido de mi hogar.
◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆
Hay poca gente en el aeropuerto. Me cierro el cierre de la chaqueta y corro a la sala de espera, tengo diez minutos de retraso.
Reconozco la figura de Rachel en primera fila, tiene la mirada perdida.
Me ve y me dedica una sonrisa ladeada, ya no se ve tan apagada.
—¡Vuelo 1814 con destino a Londres se encuentra listo para ser abordado! —anuncian en los altavoces.
Se levanta y arrastra tres maletas con ella.
Me ofrece el asa de una.
—Perdón —me disculpo por la poca caballerosidad— Con tanta cosa se me olvido ayudarte con tu equipaje
—No necesito ayuda con mi equipaje —me dice— Te la entrego, porque la maleta es tuya.
Pesa, es de cuero y tiene el logo de Versace.
—De ninguna manera —se la devuelvo— Suficiente con el viaje.
Rueda los ojos y me deja con la mano estirada.
—El cambio no es solo de ciudad —me toma del brazo— Es de cargo, mentalidad y apariencia.
—¿Qué insinúas? —me dejo guiar.
—Que debes hacerte ver, si quieres subir de cargo —pasamos por el protocolo de los pasajeros— No tengo nada contra tu ropa, pero necesito que sumes puntos en todos los sentidos.
—Ángel...—detengo la marcha— Es incomodo abusar de tu bolsillo.
—No abusas de nada, tengo los medios para ayudarte y no me molesta hacerlo.
Me siento como si tuviera una sugar mommy.
—Te lo agradezco, pero...
—No lo voy a discutir, Stefan —me interrumpe— Necesitas la ropa y si no la recibes me veré obligada a levantarme temprano, desnudarte y colocártela a la fuerza.
«No me desagrada la idea»
—Y no será placentero como te lo imaginas.
—¡Último llamado para el vuelo 1814 con destino a Londres! —vuelven anunciar.
—Ok, pero prométeme que no gastaras un peso más un peso en mí. Que este es el último gesto de caridad monetaria que tienes conmigo.
Frunce los labios.
—Ángel, es incómodo. ¿Sí? No quiero despertar tu lástima. Me gusta valerme de mi mismo.
—No es lástima, te mereces esto y mucho más.
—No, si conseguiré algo será por mi esfuerzo, no porque tener un ángel que me de todo. Es tu dinero y tienes que gastarlo en tus cosas, no en mí.
No pone buena cara.
—Y también aplica para el orfanato, aceptare la ayuda de las personas que quieran ayudar de forma voluntaria, pero no quiero que los niños reciban un peso de tu bolsillo.
—¿Sabes lo duro que se oye eso?
—Si, pero no quiero sentirme como un miserable aprovechado.
—Señores ¿abordaran el avión? —pregunta una chica.
Le extendemos los tiquetes, el personal de apoyo viene por las maletas.
—Ok —me dice Rachel— Si te hace sentir mal te prometo que no recibirás más dinero de mi parte.
—Gracias.
—Sigan, por favor —nos invita la chica.
Busco el número de mi asiento, Rachel no se mosquea sigue derecho al área de primera clase.
«Ya empezamos»
Se deja caer en su asiento. Efectivamente viajaremos en primera clase.
—¿Que? —enarca las cejas— fue Johana la que compro los tiquetes, relájate y disfruta, es un viaje largo.
Tomo asiento a su lado el avión emprende el vuelo, Rachel cambia de actitud a medida que pasan las horas, se ve ansiosa y pérdida.
Tengo muchas preguntas, pero por lo que veo no tiene muchos ánimos de hablar.
Clava la vista en la ventana y se queda mirando a la nada.
Pasan dos horas y sigue en la misma posición, la azafata le ofrece comida y no le pone atención. Una hora más y no da señales de inteligencia.
—¿Tu familia te espera? —rompo el silencio. Ya me aprendí el patrón del tapiz del asiento.
—No —respira hondo— Viven en Arizona, el ministro me llevo a verlos.
Entiendo el porqué de la ausencia.
—¿Y tus amigas o personas allegadas?
Niega.
—Nadie sabe qué voy —se limpia las manos en las rodillas— Nos quedaremos en mi casa y nos presentaremos en la central cuando me devuelvan el cargo de teniente en el ejército inglés.
—¿En cuánto tiempo? —parezco un crío preguntón.
—Después del juicio de Antoni y la condecoración del coronel.
—¿Juicio?
Asiente.
—Alex me pidió que le sirviera como testigo en el juicio de Antoni.
Ya veo porque la cara de seria, estará cara a cara con su peor pesadilla.
Atrapo su mano, no quiero que se sienta sola e insegura.
—No tienes nada que temer.
—No tengo miedo, Antoni me volvió mierda, pero mi miedo no es hacia su persona, es a los alcances que tiene. Me horrorizaba que tocará a mi familia o caer en sus redes y repetir la pesadilla de adicción.
—De seguro se pudrirá en la cárcel, solo es cuestión de días para que la pesadilla cese de un todo.
—Eso espero.
—No me perderé el cubrimiento de la prensa, creo que no cambiaré de canal en todo el día.
—Nada de cubrimientos periodísticos —sonríe— Lo veras en vivo y en directo porque ira conmigo, soldado Gelcem.
════ ⋆★⋆ ════
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro