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CAPÍTULO 16


Rachel. 

Phoenix

Me cuesta entender lo que pasa «¿se acabó?» ¿Vuelvo a ser yo? Me niego a procesar lo que todo eso significa. 

Volver a ser Rachel es volver a ver a mi familia, a las amigas que tanto quiero, retomar el puesto que tanto me costó conseguir.

Pero también significa darle la cara al pasado, es volver a ver a Christopher y Bratt. Darle la cara a los Lewis... Pero también está mi mini Harry, el calor de los brazos de mi madre, mis adoradas hermanas y mi amado papá.

Volver es ser lo que siempre he sido y dejar de ser un cero a la izquierda.

Tendría que enfrentar lo que tanto me lastimó, porque Antoni no fue el único que dejó marcas.

—Soy de los que cobra los favores, Rachel —me dice Alex— Y así como tuviste la valentía de pedir un exilio, ten la valentía de asumir que se terminó. Te di la mano cuando más lo necesitaba y lo mínimo que espero es que me muestres el debido respeto y aceptes la orden sin titubear.

Paso saliva, ¿Como alego contra eso? Me mantuve en el anonimato por él.

—Ya yo hice mi trabajo, es tu turno de hacer el tuyo.

—Hay otras centrales....

—No perteneces a otras centrales —me interrumpe— Tu lugar es en Londres y métete en la cabeza que no vine a convencerte. Mis demandas son claras y esta de sobra volver a repetirlas.

Miro al techo en busca de ayuda, esta batalla está perdida. No es la orden de un cualquiera, es la orden del máximo jerarca. Tiene el poder de moverme a donde quiera.

—No tengo todo el día —se encamina al pasillo.

La guardia se pone alerta abriéndole paso al ascensor. 

—Señorita —un escolta me indica que lo siga.

Obedezco, de nada me sirve poner resistencia. Como lo dijo: La orden es más que clara.

—En un vuelo comercial tardaremos trece horas en llegar —Alex mira su reloj— Mi avioneta nos llevará en ocho.

Todavía no me lo creo. 

—Nos quedaremos un día, debo volver y escuchar la versión de asuntos internos. Wolfgang no me convence de un todo.

Fijo la vista en la pared de vidrio, el jardín se ve desde aquí.

Busco a Stefan, está al lado de la fuente acomodando los cubiertos en la mesa. Se me arma un nudo en la garganta. Pese a su cansancio está ahí, haciendo lo posible por darme una buena despedida.

—Necesito un par de minutos antes de partir...—solicito en voz baja.

—No —me corta— La avioneta nos espera.

—No tardaré...

—¡No!

Llegamos a la primera planta, la guardia se alza sobre nosotros. Es imposible que Stefan me vea desde aquí. Johana me entrega una bolsa de lona.

—Ropa de cambio —me avisa— Luego vendrás por lo que falte.

Se despide del ministro.

—Ya sabes lo que tienes que hacer —le ordena Alex.

—Si señor.

Me llevan a la pista de despegue, miro a todos lados con la esperanza de que Stefan haya notado algo y se le ocurra seguirme. No pasa, de seguro pensara que lo dejé plantado.

Un jet espera por nosotros.

No es la primera vez que viajo en un jet de los Morgan. La primera vez fue con Christopher después del imprevisto en Brasil.

El aparato es más moderno que el anterior y mantiene la enorme M enchapada en oro en el centro de la pared.

—Cámbiate y ponte cómoda —ordena Alex.

Uno de los escoltas me señala el baño y abrazo la bolsa de lona que me dio Johana lista para cambiarme.

«Joder, ¿Que es todo esto?» Volver tiene mil pros y mil contras, pero el pecho se me quiere estallar al saber que veré a mi familia. Me creí huérfana y ahora estoy a un par de horas de sentir el calor de mi hogar.

Han sido tres jodidos años lejos de lo que más quiero, sé que tengo mucho porque preocuparme. Que tengo mil asuntos por resolver, pero que mierdas importa ahora, necesito disfrutar el momento y no dejare que nada me lo arruine.

Me lavo la cara, no voy a llorar ya que no me enfrentare a ninguna tragedia, por el contrario me estoy enfrentando a lo mejor noticia que me han podido dar en estos tres años.

Guardo las botas y el uniforme. El jet ya despegó, así que sincronizo mi reloj.

Falta un cuarto para las nueve, París esta a ocho horas por delante que Arizona. Acá son las nueve, pero allá apenas es mediodía.

Me acomodan frente a la pantalla plana mientras Alex no se despega del móvil. 

No me muevo del puesto, mi cerebro está en conteo regresivo recordando mi última visita a Arizona preguntándose por la vida de todos. 

Luisa, Brenda, Laila, mini Harry, Alexandra, Patrick, Scott, Parker, Simón, Lulú. Sonrió de forma involuntaria imaginándome el reencuentro. Sé que cada quien tiene su vida, que tal vez ya no me recuerden, pero se siente bien saber que los volveré a ver.

Recuesto la cabeza en el asiento de cuero y pienso en Bratt, no quiero devolverle los recuerdos amargos, pero no niego que anhelo verlo, aunque lo haya lastimado como lo lastime me alegra saber que lo tendré de nuevo en mi vida, obviamente no como lo que éramos antes, pero sí como un amigo y con eso me basta.

En la soledad aprendí que hay que saber conservar nuestros seres especiales. Los recuerdos se desvanecen, los años pasan, pero la marca del primer amor se mantiene de por vida, y Bratt siempre estará en la lista de personas que quiero conservar.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

El jet planea el aterrizaje, el corazón me salta en el pecho.

Me siento como niña esperando a la navidad, trato de contener las lágrimas que se me asoman en el borde de los ojos.

Abren la puerta y un auto espera por el ministro.

—Solo llevare una camioneta de respaldo —ordena Alex.

Nos abrimos paso por la carretera vacía, reconozco el entorno a medida que nos acercamos. Desaparece la oscuridad y la ciudad se cierne sobre nosotros.

No tengo palabras para describir las emociones que me invaden, el recorrido es corto. La camioneta sale del área urbana y se encamina al barrio campestre donde viví mi infancia.

Es un vecindario habitado solo por ex integrantes de la FEMF, la guardia se pone en contacto con los centinelas dejando seguir las camionetas sin problema.

Me trago el nudo que se me arma en la garganta cuando pasamos por la casa de Harry.

Hay niños jugando en las aceras mientras el padre de Luisa trota en su típica caminata nocturna.

—Déjanos aquí —pide Alex.

La camioneta se detiene dos casas antes de mi hogar.

—No es necesario que me escolten —indica— El área está asegurada.

Bajo, cierro los ojos y disfruto del olor de mi hogar. No me importa que me vean raro, merezco disfrutar el olor a cactus y arena.

El pecho se me hincha bajo los recuerdos de todo lo que viví aquí, mamá, papá, Luisa, Scott, Harry.

Corro a casa y me detengo en el sendero de la entrada «No llores» Me convenzo, pero no puedo contener la nostalgia que me invade.

Las luces están encendidas y las sombras se mueven adentro. Alguien camina de aquí para allá en la segunda planta. Me imagino a Sam, tiene la manía de recorrer la casa con el móvil en la oreja.

Alex me palmea la espalda.

—Anda —me dice— Les alegrará verte.

Aprieto el paso mientras las lágrimas se me salen solas.

—¡Emma! —gritan adentro.

Miro al cielo y le agradezco a Dios el permitirme estar aquí. Respiro hondo y trato de ponerme presentable, no quiero que me vean triste, quiero que vean lo feliz que me siento de verlos.

Pongo la mano en la perilla que cede sin problema. Siento que el tiempo se detiene cuando entro captando el olor de la comida de mi madre.

Todo está como lo recuerdo, la pantalla gigante encima de la chimenea, los jarrones llenos de flores, los muebles rústicos y las lámparas en forma de cactus.

—¡Sam cierra la puerta! —grita Emma de cabeza sobre el sofá— ¡Siempre haces que se salgan los cachorros!

Se arroja un puñado de palomitas a la boca.

Es toda una señorita, pero la sigo viendo como la bebé que cargue torpemente cuando tenía nueve años.

—¡Que cierres la puerta!

—¿Tenemos cachorros? —pregunto.

Se va contra el piso cuando me ve. Se incorpora asustada y se acomoda el marco de las gafas parpadeando como si no fuera real.

—¡Rachel! —se le llenan los ojos de lágrimas.

Asiento y le abro los brazos.

Se salta el sofá, vuelve a darse contra el piso, pero se levanta con más fuerza arrojándose a mis brazos sollozando sobre mi hombro. 

Pasos trotan en la escalera, Sam se queda a medio camino, suelta el teléfono y se queda con la mandíbula descolgada.

—¡Pero que...! —mamá sale de la cocina y Sam se une al abrazo.

—¡Volvió! —exclama Sam —¡Rachel volvió!

Suelto a mis hermanas y corro a los brazos de mi madre, me toma la cara entre las manos, no dice nada, está en shock. Los ojos le brillan presos de las lágrimas, me mira como si estuviera frente a un espejismo.

—Soy yo, mami —le beso las manos— Estoy aquí.

Reparte besos por mi cara sin dejar de llorar.

—¡Mi niña! —me estrecha contra su pecho, solloza repitiendo mi nombre una y otra vez. Me aferro a su ropa y dejo que me repare, que recomponga las piezas que se rompieron en la soledad.

—¡Papá! —gritan Sam y Emma—¡Papá, Rachel!

Emma corre escalera arriba, se escucha una algarabía en la segunda planta y no sé en qué momento llega, pero de la nada lo tengo frente a mí.

Mi papá, la personita que nunca ha dejado de apoyarme, que pese a los problemas siempre me ha dedicado su mejor sonrisa diciéndome que todo estará bien, llora frente a mí como un niño pequeño.

Mamá da un paso atrás y deja que lo abrace.

Vuelvo a sentir que me pegan pedazo a pedazo, todos me rodean y nos volvemos un amasijo de brazos y lágrimas. La soledad me abandona y me dejo envolver por el calor de mi pilar más importante. Puede caerse el mundo y moriría feliz.

—¿Sobro cena? —dice Alex al lado de la chimenea— Porque fueron ocho horas de viaje y queremos comer.

Todos se apartan limpiándose las lágrimas.

—Tiene razón, ¿Qué quieres? —solloza mamá— ¿Lasaña? ¿pasta?

—Lo que quieras —abrazo a papá.

—Si —se limpia las lágrimas con el mandril— Le diré a Susan que me ayude a preparar algo especial.

Alex se acerca, se saludan y abrazan como viejos amigos.

—Gracias —le susurra mi padre.

—Para eso estamos compañero.

Vamos al comedor, las chicas me bombardearon con preguntas de mi vida en exilio. No se les borra la sonrisa Emma me sigue mirando como si no fuera real. Supongo que es porque no me veo como yo.

Conservo la apariencia de Selene (cabello castaño y ojos negros) Parezco adoptada, ellas son el vivo retrato de mi mamá. Son de cabello negro y ojos azules, mi abuela paterna decía que mi madre era una fotocopiadora ya que las tres heredamos los mismos rasgos.

Emma tiene una muy buena carrera como patinadora, pero está decidida a enlistarse en la FEMF. Ve el patinaje como pasatiempo y quiere seguir los pasos de papá.

Sam está emocionada en sus estudios como doctora, tiene novio y está más que convencida de que no se equivocó a la hora de elegir.

La empleada no deja de mirarme, trabaja hace siete años con la familia y supongo que también debió creer que estaba muerta.

Es poco lo que como, estoy llena de alegría y lo único que quiero es saber de la vida de cada uno.

Alex devora el plato de lasaña antes de levantarse a hablar por el móvil.

En el viejo comedor de mi infancia les doy un resumen de todo lo que hice en los últimos tres años, les hablo de cómo me recuperé de la adicción, de las tribus y personas que conocí presumiendo todos los lugares que visite. 

Omito las sospechas sobre Wolfgang, no tiene caso arruinarles el momento feliz.

La noche pasa entre mis mejores anécdotas, lágrimas y comentarios sobre lo mucho que me echaron de menos. Alex no se entromete, escucha por ratos y a la media noche lo guían a la habitación de huéspedes..

De mi familia nadie duerme, papá enciende la chimenea y nos sentamos frente a ella. La noche no nos alcanza para hablar y ninguno quiere irse a descansar.

Sé que en el fondo temen perderme de vista, tal vez crean que es un sueño y cuando abran los ojos ya no estaré.

Nos juntamos como si nos fuéramos a tomar un retrato familiar. Nos quedamos frente al fuego.

—¿Te quedarás? —me pregunta Emma.

La atraigo hacia mi pecho, quisiera decir que sí, pero como cosa rara volví a perder el control de mi futuro.

—No.

—¿Seguirás aislada? —pregunta Sam.

Sacudo la cabeza. 

—El exilio se acabó —reprocha mi madre. 

—¿O sea que podrás quedarte? —indaga mamá— ¿Cierto?

—Volverá a Londres —papá responde por mí— Y retomará su cargo como teniente.

Todos lo miran con el cejo fruncido.

—¿Lo sabías? —reclama—¿Sabías que...?

—Lo sospechaba, pero no estaba seguro. Alex me llamo ayer y medio pistas.

—Pero puedes declinar la oferta —me ofrecen una taza de chocolate— No es tu obligación estar allá.

Respiro hondo.

—Si lo es, mamá. Londres en mi ejército y ya no tengo nada que temer.

—No, no estoy de acuerdo —me toma la cara entre las manos— No es justo que vuelvas a dejarnos.

—No los dejaré, todo será como antes.

—No la presiones, Luciana —papá le palmea la espalda— Es libre de tomar sus propias decisiones.

Asiente.

—A las chicas les alegrará verte —me dice Sam— Morirás cuando veas a mini Harry.

Emma corre por su Tablet.

—Es hermoso —va a la galería de imágenes— Brenda nos visitó en invierno y es un amor, papá lo llevó a cabalgar y le dice "Abuelo" 

Me muestran fotos y se me mueve todo. No se equivocan, es una copia de mi amigo con los rizos castaños y los ojos marrones.

Hay imágenes de toda la familia en puerto rico.

—Fuimos a Londres el año pasado —explica papá— Las chicas estuvieron de acuerdo en pasar la navidad con nuestro único nieto —se ríe— Fue divertido, Brenda vive en tu mismo edificio y nos integramos con su familia.

—Mamá se embriago con los cócteles de Laila —se burlan las chicas.

—¡Mentirosas! —réplica.

—Luisa siempre nos visita —dice mamá— Está embarazada y Simón esta super emocionado.

Emma entra a su perfil en las redes sociales «¿embarazada?» Se me escapa una sonrisa. Se ve divina, tiene fotos mostrando zapatitos de bebé y se ve que Simón no cabe de la dicha.

Paso los dedos por la pantalla «¡Tendré otro sobrino!»

—Lulú tiene una peluquería —comenta Emma— Está a dos cuadras de tu edificio, se volvió muy cotizada en el sector.

Me muestran fotos del centro estético, tiene una bandera me xicana a modo de letrero.

Me alegra saber que supo usar el dinero que le deje.

—Debes sacar cita para que te atienda.

Le echo un vistazo al perfil de todos.

Mamá no toma bien el que deba irme mañana al mediodía, pone mil peros e insiste en hablar con Alex. La obligo a desistir de la idea, como es de seguro se negara y fue claro al decir que solo tenía cuatro días para volver a Londres.

La mañana llega. Sam decide no ir a la universidad y Alex baja sale a cabalgar con papá.

—Me emociona saber que no pasarás tu próximo cumpleaños sola —mamá me sirve el desayuno— Podré llamarte a felicitarte.

La fecha dejo de importarme al no tener con quien compartirla.

—Es el otro mes —sonríe emocionada— Te iremos a ver.

—Lo dudo —Alex entra a la cocina— Los soldados estarán cortos de tiempo en las próximas fechas.

Luciana le lanza una mirada asesina. Alex cuelga el sombrero y la empleada le sirve el desayuno.

—Estamos en una misión de suma importancia —explica— Operativo que se ha retrasado por los últimos acontecimientos, pero que pienso acelerar en cuanto vuelva.

Papá toma asiento.

—También deben unirse como central y apoyar la candidatura de Christopher —continúa Alex.

Mamá tuerce los ojos, las chicas se quedan en silencio.

Hubiese preferido que no lo mencionara, es como recordarles las pendejadas que hice en años pasados.

Papá cambia de tema, entre charla y charla convence a Alex de que me de permiso de venir cuando acabe la candidatura y la misión.

Almorzamos en el comedor de la piscina y me preparo para la despedida.

Mamá llora, papá me da ánimos y promete que me visitara lo más pronto posible.

Trato de no llorar, esta vez me voy con la promesa de una próxima vez y sé que ya no estaré sola.

Los abrazo y abordo la camioneta seguida del ministro.

◆ ▬▬▬▬▬▬ ❴✪❵ ▬▬▬▬▬▬ ◆

El Jet espera por nosotros, pasamos por el protocolo establecido y nos preparamos para el despegue. El vacío vuelve, pero no como antes, esta vez me llevo la satisfacción de que es un hasta pronto y no un hasta nunca.

Alex toma asiento frente a mí. Clavo la vista en la ventana, no sé qué tienen los Morgan, pero cada que te miran te sientes bajo la lupa de un ser de otro planeta. Un planeta de seres bellos y perfectos.

Eso y que se parece mucho a su hijo, es como si me analizara un Christopher con más experiencia.

Desliza un sobre en la mesa. 

—Te entrego tu identidad, pasaporte, tarjetas, llaves y placa —me dice— Te reincorporas en un par de días. El ejército inglés te devolverá las medallas y te premiará con los soldados.

—No tuve que ver con la captura....

—No, pero te llevaste la peor parte de la misión y si no hubiese sido por ti, Antoni no hubiese venido a nosotros.

Se me va el aire.

—Supo que estabas viva —explica— E intentó capturar a Christopher para que le diera información sobre tu paradero.

«O sea que si no lo atrapa de seguro estaría encadenada quien sabe en dónde»

—Entiendo.

—Entraras al caso Petrova —me da una carpeta— Serás el reemplazo de Angela Klein, serás Alina Burgués de servicios generales. El operativo es en uno de los mejores centros religiosos de la ciudad. Tengo a los mejores soldados trabajando en el caso y tu papel es de suma importancia ya que nos enfrentamos a una red de prostitución infantil, debes moverte en busca de pistas.

—¿Qué haré exactamente?

—Harás parte del grupo de limpieza pueda que se vea fácil, pero necesitamos a alguien de extrema confianza y de muy buenas habilidades. La tarea te da la coartada para estar en todo todos lados casa que se requiera. 

Reviso las hojas, hay un resumen de los papeles que tiene cada quien.

—Trabajaras de la mano con el padre Santiago.

Nos sirven dos vasos de limonada.

No he llegado a ese personaje, por el momento solo veo a Laila, Simón, Brenda, Bratt y Patrick.

—¿Infiltrado o sacerdote de verdad? —me inclino el vaso.

—Es Christopher.

Me atraganto con el líquido, «¿Sacerdote?» «¿Es enserio?» Es la reencarnación de lucifer, ¿a quién carajos se le ocurre semejante payasada?

—Perdón yo... No... —toso.

—Créeme le di muchas vueltas al asunto antes de ponerlo, pero necesitaba que lo vieran haciendo un buen trabajo. Sé que tiene muy pocas actitudes de sacerdote, pero hasta ahora ha hecho un buen papel —explica— Los coroneles con los que se enfrentará están en misiones importantes, todos quieren destacar y están rodeados de su mejor equipo.

—Ya veo —repaso a los soldados que lo acompañan.

—La idea es desmantelar a los Petrova, acabar con la red delincuencial y sumarle puntos a la campaña, por eso lo rodee de los mejores. Ya han trabajado juntos y supongo que no te será difícil rendirle cuentas.

—Entiendo —vuelvo a la carpeta.

Me la arrebata y la deja sobre la mesa.

—Sé que será incomodo verse después de tanto tiempo. Compartieron cama, estuvieron enamorados...

—Eso está en el pasado —lo interrumpo. No necesito que me lo restriegue en la cara— Todo está más que superado.

—No entiendo la negativa de ambos, pero hare de cuenta que les creo. Que según tú ya lo "Superaste" —dibuja las comillas en el aire— Y que según él estas "muerta" Y no sabe quién es Rachel James.

«No sabe quién soy» Vaya cosa, pero bueno que se puede esperar de "Orgullo irrompible "Me da igual que me crea muerta y no se acuerde de mí.

Mejor para mí, entre más me ignore mejor.

—Nadie sabe de tu regreso y lo mínimo que espero es que cuando se vean no armen una armagedon como años pasados. Quiero que actúen como personas maduras.

—Conmigo no tendrá problema.

Recuesta la espalda en la silla.

—Confió en ti, Rachel. En que no te dejaras llevar por lo que ya paso, en que darás lo mejor de ti y volverás a ser la teniente de antes.

—Así será.

—Hay otro asunto que debes enfrentar —respira hondo— He tratado de mantenerte al margen, pero es inevitable.

«No pinta buena la cosa»

—Dirás que quiero abofetearte con el pasado, pero necesito que testifiques en contra de Antoni Mascherano.

Se me eriza la piel. El almuerzo se me sube al esófago y de la nada tengo ganas de vomitar.

—Sé que no es fácil para ti después de todo lo que pasaste, pero es necesario. Antoni no es ningún pelele y está moviendo las cartas, tenemos un sinfín de abogados exigiendo su extradición. Piden que cumpla su condena en Italia y ambos sabemos que en Italia estará suelto en cuestión de meses allí nuestra jurisdicción es casi nula y se las apañara para salirse con la suya.

Claro que le conviene estar allá y es obvio que sus socios buscarán la manera de sacarlo. Los líderes mafiosos tienen poder así estén bajo las rejas.

—Muchos dicen que perdió el puesto —continúa Alex— Pero yo sé que no, los mafiosos son fieles a los líderes que le sirven y Antoni no les pagó mal. Se están pegando de todo tiene fiscales y jueces involucrados.

—No puede salir —se me sube la bilis a la garganta.

—No lo voy a permitir y mucho menos la extradición, por eso me pegare de todo lo que tenga y te usare como testigo en su contra. Hemos entrevistado víctimas del HACOC y la mayoría están locas o son personas de dudosa reputación. La persona que tomará el caso es un juez de la rama legislativa, no pertenece a la FMEF, es alguien totalmente imparcial que escuchara ambas caras de la moneda, por eso iré a la fija y te usare tu caso como prueba si las cosas se salen de control. Viviste la adicción en carne propia y puedes dar fe de las atrocidades que hace el alucinógeno.

Asiento.

—Tiene un sin fin de gente comprada, ya me llegaron denuncias sobre extorsión y amenazas. Tiene a los policías y soldados contra las cuerdas secuestrando familiares y personas allegadas. Nadie se le quiere acercar, todos le temen porque saben que si sale querrá venganza.

«Típico de él»

—Cuente conmigo —no dudó a la hora de responder. Si mi declaración servirá como grano de arena testificare las veces que sean necesarias.

El encierro de Antoni es el precio de mi libertad, es quitarme el miedo y el peso que cargo hace tres años.

—Sabía que podía contar contigo —me toma las manos y se me sube el rubor a la cara— No es fácil lo que viviste, es hora de que pague por lo que te hizo y rehagas tu vida.

—Si —contesto con un hilo de voz.

—Así me gusta, preciosa —sonríe y.... miércoles es un cincuentón sexy— Te admiro ¿Sabes? Eres el claro ejemplo de que el valiente, no es él que no siente miedo. Es aquel que conquista el miedo y crea su propio acto de valentía.

Ya veo porque lo admiran tanto, no da puntada sin dedal y no se preocupa por uno. Se preocupa por todos.

—El Juicio es en tres días —me suelta— No le diré a nadie de tu regreso, no quiero la contraparte arme artimañas y jueguen sucio.

—Si señor.

—Cuando llegue me reuniré con casos internos, indagare lo de Wolfgang y volveré a Londres. Puedes tomarte estos días para resolver los asuntos que tengas pendiente. No puedes llegar a la central inglesa todavía, así que compra tiquetes en un vuelo comercial y viaja como una turista cualquiera. Te mantendré al tanto de todo y nos veremos el día del juicio.

Asiento, todo está más que claro.

—Si necesitas algo dímelo, tratare de ayudarte en lo que pueda con tal de que sigas mis instrucciones al pie de la letra.

Se me enciende el bombillo de ideas «Cualquier cosa que necesite» Es como tener un deseo de hada madrina.

Le pasan una laptop, la abre y se concentra en la pantalla.

—¿Tienes clara toda la información? —pregunta sin mirarme.

—Si, señor —tomo aire. Haré uso de su hospitalidad— Y de hecho hay algo que necesito pedirle.

Enarca una ceja.

—Te escucho.

Ideo como se lo pediré, no quiero llevarme un "No" como respuesta.

—No quiero volver sola a Londres, necesito llevarme un soldado.

Me mira y paso saliva.

—No fue aceptado en la convocatoria y es una persona con muy buenas habilidades.

—¿Nombre? —pregunta serio.

—Usted lo conoce, se llama Stefan Gelcem.

***

Aterrizamos en la madrugada, el poder jerárquico de Alex da para que lo esperen a dicha hora.

Se reúne con los superiores de Wolfgang y me ponen a esperar en la sala de al lado. Son audibles los gritos y ataques de rabia por parte del ministro, pegó la oreja a la pared se oye un sin fin de disculpas por parte de casos internos.

La reunión dura dos horas, nadie sale con buena cara, me acomodo en mi puesto y dejo que Alex llegue con Johana.

—El imbécil tuvo una buena coartada —se queja Alex— Presentó pruebas y sus superiores coinciden en que estaba bajo sus órdenes.

—Según ellos no obraron de mala fe, solo querían hacer uso de tus habilidades investigativas —explica Johana.

«Nada que no sepa»

Alex se fija en el reloj.

—Recibirán el debido llamado de atención por desobedecerme —dice— Creen que olvidare el asunto, pero los tendré bajo el radar.

—El jet está listo para despegar —le avisa uno de los escoltas.

—Lo que pediste —Johana me entrega un sobre— Los soldados franceses ya están en Londres, Stefan debe alcanzarlos lo antes posible.

—Me haré cargo.

—No quiero contratiempos —advierte Alex— Asegúrate de que llegue contigo y que no suelte la lengua antes de tiempo.

—Si señor

—Nos vemos en Londres —se despide.

Johana se acerca a darme un abrazo, se ve feliz.

—Me encargare de tu reintegro.

Le devuelvo el abrazo y le agradezco lo que hizo en todos estos años.

Se marcha con Alex y reviso el sobre, es la solicitud de Stefan y tiene un enorme "Admitido" En la mitad.

No fue difícil convencer a Alex, le comenté de las injusticias y atropellos que vivía y no dudo en decirme que sí.

Me carcomen las ganas de entregársela, pero debo hacer un par de cosas primero.

Me cambio, preparo mis tarjetas y me encamino a la ciudad, aprovechó la salida de una patrulla y pido que me acerquen.

No conozco mucho Paris, pero Laila y Luisa solían decir que las mejores tiendas están en Rue de Rivoli.

Camino entre maniquís y vitrinas ya no soy Selene Kane, soy Rachel James. Llevaba tres años sin entrar una tienda, años vistiéndome como la FMEF demanda y si volveré, lo haré siendo yo.

Rachel no viste con vaqueros anchos y playeras apagadas. Viste ropa ajustadas y colores vivos.

Estoy en el umbral de una nueva etapa, le haré caso a Stefan y soltaré la carga que me jodio en los últimos años. No más lágrimas, ni lamentaciones, ni de sentir lástima de mí misma.

Me echo un vistazo en el espejo del vestidor. Me pruebo el primer vestido, no hice una mala elección, se me ve bien y resalta mis curvas. Conozco mis atributos y habilidades y como toda mujer me gusta resaltarlos.

Sé que no pasó desapercibida ante las miradas masculinas y no voy a esconder eso, no volveré, derrotada demacrada y dando lastima. Eso era estando exiliada, ahora soy lo que soy y me mostraré como me conocieron. Y ya que estoy en la capital de la moda...

Lleno el vestidor de vaqueros, zapatos y vestidos. Recorro la calle y me compró todo lo que se me antoja: Lentes, bolsos, pashminas, lencería, lociones, cinturones, accesorios. Botas, sandalias, zapatillas, zapatos de tacón.

Joder, me lo merezco y no me importa que la gente me vea como una compradora compulsiva.

Entró a una tienda masculina, me atiende chico con traje, le doy la descripción de la estatura y talla de Stefan y me surte de atuendos de todo tipo, chaquetas deportivas, de paño y de cuero. Camisetas, camisas, polos, buzos y camisillas. Vaqueros, pantalones clásicos, sudaderas. Tenis, zapatillas y zapatos casuales.

Nueva central, nueva vida, nueva imagen. Se acabó la época de jardinero, cocinero y paño multiusos.

No me alcanzan las manos para la cantidad de bolsas. Consigo un taxi y le propongo que me acompañe por el resto de la tarde. Acepta sin problemas y me espera cerca de la acera, mientras paso la tarjeta por todo el datáfono que se me atraviesa.

La tarde se me va en exfoliaciones, depilaciones, masajes y chocolaterapia. Aun me falta lo más importante, así que me voy al baño y espero que vuelvan a llamarme.

Suspiro frente al espejo, se acabó el look de ojos negros.

Me aplico las gotas y me quito los lentes con sumo cuidado. De milagro no quedó ciega, tienen tres años pegados en mi retina.

Parpadeo, me arde la vista, pero no hay efectos secundarios de gravedad

—¡Rachel James! —llaman afuera.

Salgo y tomo asiento en la silla giratoria.

Me sueltan el cabello castaño y evalúan las puntas.

—¿Que tono quiere? —pregunta el estilista.

—Negro azabache.

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