6. 𝑰𝒏𝒕𝒖𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏
Los rayos de sol me despertaron de mi plácido sueño en el que volvía a estar en el estudio de tatuajes por primera vez. Salvador apretaba sus piernas contra las mías haciendo que sintiera palpitaciones en mi parte íntima, después soltó la máquina para llevar una de sus manos a mis muñecas y apretarlas, su mano libre fue a mi cintura en la parte sin tatuar y apretó, por último sus labios recorrieron mi cuello dejando besos y lamidas, salieron algunos gemidos de mí haciendo que las palpitaciones aumentarán pero el sol no me lo permitió.
Al despertar tenía un asunto entre mis piernas que debía arreglar y no tenía al Salvador de mis sueños para hacerlo, asi que amordacé mi boca con la sábana y empecé a acariciarme hasta llegar al éxtasis.
Ya pasado medio día estaba en la puerta de Fátima esperando a que abriera. Salió a recibirme con una toalla cubriendo su cuerpo.
—Siento venir sin preguntar.
—No te preocupes, además hay muchas cosas de las que hablar. —sonrió y me llevo a la cocina, abrió la nevera y saco dos cervezas. —Sírvete, mis padres están fuera.
Estuve apunto de decirle que no iba a volver a tomar pero no le iba a dar ese privilegio a Joaquín y mi madre.
Se dió la vuelta y volvió a entrar al baño.
Cogí una de las cervezas y la cambié por una sin alcohol, después subí a su habitación y me senté en su cama a beber y con móvil en mano entré al chat de Salvador como si esperara un mensaje o una llamada, pero durante esos minutos nada llegó.
—Y bien, ¿que pasó? —Fátima ya vestida y sentada en la cama abría su cerveza.
—Fue bien, mejor de lo que esperaba.
—Entonces yo tenía razón. —me miró con una media sonrisa y se echó hacia atrás en la cama.
Se me formo una pequeña sonrisa cuando recordé algunas imágenes de ayer o está madrugada, sin embargo se me quitó en una milésima de segundos cuando recordé las palabras de mi madre y su novio y si no fuera poco, unos mensajes de números desconocidos.
—Pero cuéntame un poco más, no seas... ¿Qué te pasa? —el rostro de Fátima se vió preocupado y sentó de nuevo pero esta vez más cerca a mí.
—Nada... —intenté secar mis lágrimas con discreción pero en mi voz eran demasiado notorias.
—¿Te hizo algo? —ahora me estaba rodeando con sus brazos por la espalda.
Denegué con la cabeza repetidas veces.
—No tiene nada que ver con el.
—¿Entonces? ¿A quien tengo que matar?
—Solo... —me aclaré la garganta. —Ayer tuve una discusión con mi madre y Joaquín cuando llegue.
—¿Y eso?
—No sé, cosas de familia...
Para este punto sentía que ya había hablado demasiado y ella lo entendió rápido, estaba tumbada a su lado secándome las últimas lágrimas que quedaban.
—Sabes que puedes confiar en mí, ¿no?
—Claro que lo sé. —me levanté y cogí su cerveza para terminarla. —Sabes que me avergüenza un poco hablar de mis sentimientos.
Fátima se levantó y se puso unas sandalias para después abrir la puerta.
—¿A dónde vas? —cuestioné.
—Si tu no entras en detalles, el seguro lo hará. —rió y corrió escaleras abajo.
Le seguí rápidamente y empezamos a andar hacía el estudio de tatuajes.
—Pensaba entrar en detalles ayer. —dije sinceramente.
—¿A qué hora llegaste?
—Sobre las 02:30
—Normal, estaba durmiendo.
—Raro de ti. —comenté y cuando alzé la vista estábamos delante del estudio.
—Bienvenidas. —nos saludó Salvador y al acercarse a mi baje la mirada rápidamente.
—Hola. —es lo único que pude decir tímidamente y Eric se asomó para devolverme el saludo y seguir con su trabajo.
—Venimos a sacarte información de... —le pegué un codazo a Fátima antes de que pudiera decir algo más y continué a hablando.
—En realidad es para terminar el tatuaje.
—Anda, ¿dije mañana? —revisó la pantalla de su móvil y la realidad me golpeó fuertemente.
—Lo siento, lo siento, si dijiste que los colores llegarían en un par de días. —me enrojecí completamente y clavé las uñas un poco debajo del tatuaje por la confusión.
—No te preocupes, exactamente deberían llegar en 3 días. Pero ya que habéis venido quedaos, tenemos café frío.
—No, si no os queremos molestar. —quise quitar la voz de tonta pero por los nervios me fue medio imposible.
—¿Café frío? Mejor voy a comprar unos granizados a la esquina.
—Te acompañaría pero ese ogro pelirrojo me tiene aquí retenido y aburrido. —Eric volvió a asomarse con una mirada asesina.
Fátima rió sonoramente y cruzó rápidamente el marco de la puerta para que no pudiera seguirla.
—Lo siento, cuando se pone en ese plan no puedo pararla, además vine sin cita.
—Deja de disculparte por favor. —con una sonrisa tranquila se sentó en el sofá carmesí delante del mostrador y palmo al lado para que yo hiciera lo mismo. —No te preocupes por lo de la cita, hemos abierto aquí hace poco y eso no es necesario, tenemos pocos clientes. Eres toda una salvación para mis días de aburrimiento.
—¿Enserio? —pregunte confundida.
—Si, dese la primera vez que llegaste.
—Me alegro escuchar eso. —dije y nos miramos directamente a los ojos, con el reflejo del sol directamente en ellos se veían más claros y luego mi mirada fué hacia la cicatriz.
—¿Pasate frío al llegar a casa?
Negué con la cabeza.
—No, pero tendré en cuenta llevarme algo más abrigado en otra ocasión.
—Espero que esa ocasión sea pronto. —sonrió y se levantó para empezar a buscar algo en los cajones del escritorio blanco. Nisiquiera me había dado cuenta de lo que había dicho.
—¿Que haces? —pregunté curiosa al ver cómo sacaba unos papeles con un post-it amarillo encima y me acerqué. Mi mano se acercó al papelito con mi número y mi nombre escritos en el pero su mano decidió hacer lo mismo haciendo que un pequeño choque y la aparté rápidamente. Salvador despegó el papel y me lo mostró con una sonrisa avergonzada y volver a guardarlo rápidamente en un cajón.
—Pensé que de mientras podrías elegir qué colores quieres. —acercó a mi una hoja con mi tatuaje dibujado en ella mientras se sentaba y buscaba una imagen en su móvil. Puso su teléfono más cerca mío mientras decía donde quería los números asignados a los colores del pedido; Marrón, naranja y rojo fueron los elegidos.
Mientras pegaba el dibujo con los colores ya elegidos a la pared cerca del escritorio apoye mi mano no dominante en el escritorio blanco.
—¿Y esto? —cogió delicadamente mi muñeca, la que tenía marcas de que algo había sido clavado repetidas veces e intente disimular.
—Seguro me las hice cuando caímos en la arena, había piedras pequeñas.
—Que raro, pensaba que te las había agarrado durante todo el tiempo.
—¿Caer?¿Arena?¿Agarrar? —Fátima pasaba por el marco de la puerta con 4 granizados encima de un cartón de huevos.
Un chico salía del estudio y le ayudó a agarrar la puerta.
—Nada. —dije y quité mi muñeca de su mano para ayudarle con los granizados, le dí uno a Salvador y otro a Eric mientras se quitaba los guantes con manchas de tinta.
Charlamos mientras tomábamos el granizado de limón.
—¿Qué tal si os venís a comer? Ya vamos a cerrar. —preguntó el pelirojo recogiendo los vasos de plástico vacíos y con rock 'n roll sonando.
—¡Perfecto! —respondió Fátima levantándose del asiento con él. Era notorio su interés por él, aunque tuviera novio.
—Deberías avisar a tu madre ¿no? —dijo girándose hacía mi, asentí y encendí mi móvil.
—Gracias. —sonreí tímidamente.
—¿Emocionada? —le miré confundida. —Por Marina.
Se me vino la imagen a la cabeza de cuando me dijo que era su compañera de piso y el pulso se me torno más rápido de lo normal.
—¿Crees que esté?
—No estoy seguro, vamos a ver. —y con eso se levantó del asiento de cuero negro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro